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George Gordon Byron (Londres, 22 de enero de 1788-Mesolongi, 19 de abril de 1824), conocido como Lord Byron, fue un revolucionario y poeta del movimiento del romanticismo británico, antecedente de la figura del poeta maldito. Debido a su talento poético, su personalidad, su atractivo físico y su vida de escándalos, fue una celebridad de su época. Fue sexto barón de Byron.
Datos biográficos
Familia
Byron fue hijo del capitán John Byron «Mad Jack» y de su segunda esposa, lady Catherine Gordon. Su abuelo fue John Byron, también llamado «Foulweather» (‘Mal tiempo’), vicealmirante británico que navegó por todo el mundo. Su padre, John Byron, falleció en 1791 en la localidad de Valenciennes (Francia) cuando George tenía tres años. La muerte de John tuvo lugar en una pequeña residencia propiedad de su hermana, adonde había huido tiempo atrás de sus acreedores y del terrible temperamento de su esposa. En su estancia allí, el padre mantuvo a varias amantes y derrochó a su antojo lo que le quedaba del dinero de la familia. Así, a esa edad y en compañía de su madre en Aberdeen, George heredó de su progenitor poco más que deudas y los gastos de su funeral. No obstante, si la herencia material del padre fue poco más que un disgusto para el hijo, no se puede decir lo mismo de la herencia espiritual, ya que el joven conservaría su amor por la belleza, el culto a la galantería, y su inclinación hacia la vida licenciosa. De su madre, en cambio, heredaría la dulzura y el cariño que esta le ofreció, pero también su atroz temperamento.
Byron nació con una deformidad en el pie derecho, que era zambo. Era patihendido, lo que significa que tenía los dedos del pie hacia adentro. Byron siempre apostó a que tal deformación había sido debida a la mojigatería de su madre, quien rechazó asistencia médica en el parto. Debido a esta anomalía, su padre dijo que jamás llegaría a andar. Pero el pequeño Byron, que tuvo que calzar un zapato ortopédico durante toda la infancia, se rebeló a la creencia del padre y aprendió a correr antes que a caminar, y aun cuando anduvo cojo, presumía de andar más rápido que muchos. Al alcanzar la juventud, sus maneras y modales le sirvieron para disimular su cojera, haciéndola parecer un caminar excéntrico y al mismo tiempo distinguido.
Byron tuvo que soportar muchas burlas y rechazos por su cojera. No obstante, con el tiempo aprendió a defenderse bajo la máxima de que «cuando un miembro se debilita siempre hay otro que lo compensa», palabras a las que en su vida siempre haría honor. Además de la cojera sufrió mucho por el frío, ya que sus huesos siempre fueron frágiles, algo que le causaba gran malestar.
Infancia
La relación de sus padres, que marcó a Byron de forma importante, podría definirse como tempestuosa. Si bien Byron jamás pudo considerar a su padre como un auténtico amante de su madre, esta, a pesar de su rencor por lo ilícito de la vida de su marido, se volvió triste e inconsolable tras su pérdida. Byron describiría la relación que vivió con su madre Catherine como una aventura de golpes y besos. Catherine llamaba con frecuencia al pequeño Byron: cojo bribón o pequeño diablo, mientras él la llamaba vieja o la viuda. Pese a esta relación de amor-odio, Byron diría posteriormente que su madre fue la única que lo entendía.
Cuando cumplió la edad de nueve años, su madre lo puso en manos de una joven institutriz y enfermera escocesa, devota calvinista, llamada Mary Gray. Esta lo inició en la lectura de la Biblia y en el sexo, ya que en aquel entonces, pese a su corta edad, tuvo sus primeras relaciones sexuales con Mary. Junto a ella pasó el verano en el valle del Dee, en una casa de campo cercana a Abergeldie, y contempló las aficiones alcohólicas y orgiásticas de Mary Gray. De aquella época, además del mundo que se le descubrió a través de la sexualidad con la joven Mary Gray, a quien guardaría para siempre a fuego en su memoria, Byron recordó también la belleza de las montañas septentrionales escocesas, la cual admiró durante su estancia e indagó en sus recovecos a diario en sus continuas escapadas, a pesar de su latente cojera.
Byron no guardó recuerdo amargo de aquellas primeras relaciones sexuales y lecturas religiosas, ni contó al respecto que le hubieran perjudicado de modo alguno. Contrariamente, afirmó que la experiencia en el valle del Dee le ayudó a madurar y comprender de forma precoz el sentimiento de la melancolía.
Esto ocurrió mientras vivía en la ciudad escocesa de Aberdeen, donde se inició en latín e historia con la ayuda de un preceptor presbiteriano hasta su entrada en la Aberdeen Grammar School. Mientras cursaba el cuarto grado en la histórica escuela, fue requerida su presencia en Inglaterra debido al fallecimiento de su tío abuelo lord William Byron, quinto barón de Byron.
Una vez allí, con la muerte de su tío abuelo, se le reconoció su aristocracia, y aunque nunca le tuvo excesivo aprecio al título que le correspondía, la experiencia le hizo ampliar sus horizontes y creyó crecer de golpe al imaginarse en un futuro en la Cámara de los Lores. Madre, hijo e institutriz fueron a vivir a la recién heredada Newstead Abbey, la cual, para su sorpresa, frente a sus aspiraciones de nueva riqueza, estaba cargada de deudas y en muy mal estado. Su madre contrató para gestión y administración de bienes al abogado londinense John Hanson, quien se haría cargo de los asuntos familiares hasta que el pequeño George contase con la edad suficiente. Byron recordaría gratamente que esta fue la mejor residencia que tuvo. Allí conoció y se enamoró de su prima Mary Duff, quien lo rechazó por ser un chico muy joven para ella. Este hecho lo dejó desolado y lo animó a realizar sus primeras composiciones.
Cabe decir que el tío abuelo de George había pasado los últimos años de su vida viviendo casi como un ermitaño, actitud que no iba acorde con los años que vivió antes de su reclusión. De esos años se recuerda que lo llamaban el Villano y que también los vivió de un modo bastante licencioso. Entre sus acciones destaca el intento de asesinato de su esposa lanzándola a un lago tras una discusión doméstica. De este hombre heredó George su título familiar y sus deudas.
El pequeño Byron fue enviado al colegio del doctor Glennie, en Dulwich. Allí sus estudios se vieron interrumpidos constantemente por las manías de su afectada madre, quien continuamente irrumpía en su estancia para llevarlo consigo durante largos periodos. Durante esta época es cuando Byron lee una de sus obras predilectas, Las mil y una noches. Ya era un ávido lector desde hacía años.
Pero en 1801, gracias en parte a una pensión de trescientas libras que había recibido la madre del joven por parte del rey, Byron fue admitido en Harrow, donde completaría sus estudios primarios.
En 1803 tuvo su primera tragedia amorosa al morirse su prima Margaret Parker, de la que también estaba enamorado.
Juventud
En 1805 se trasladó a la Universidad de Cambridge. Aquí, además de ser un brillante estudiante, destacaría por sus trajes extravagantes y su vida licenciosa y despilfarradora. Como en el colegio no se permitían perros ni gatos, él, amante de los animales, decidió tener un oso como mascota. Pese a ello, se ganó el sobrenombre de buen chico y tuvo grandes amigos, como lord Broughton y John Hobhouse, quien sería líder del Partido liberal. Byron ya era un gran aficionado a escribir versos en esta época y aprendió boxeo y esgrima, llegando a ser un gran experto en ambas artes de lucha gracias a sus amigos Jackson y Angelo. Dejaría la universidad por falta de dinero y se mudaría a la calle Picadilly 16 de Londres, en donde fue amante de una prostituta. Luego, ya sin dinero, volvería con su madre a Southwell y se dedicaría en cuerpo y alma a la poesía. Ese año publicó su primer libro de poesías titulado Composiciones fugaces, gracias a una amiga suya, Elisabeth Pigot, la cual le pasó a limpio sus escritos y los editó. Sin embargo, el párroco de la zona no dejó que saliera a la venta y lo quemó porque en uno de los poemas salía mal parada una tal Mary.
En 1807 se publicó en la prestigiosa revista Edinburgh Review su libro de poemas Horas de ocio, que suscitó dispares opiniones. Ante las críticas siempre respondía de forma combativa o escribiendo una nueva obra. En 1809 ocupó un escaño en la Cámara de los Lores, escribió la sátira Bardos ingleses y críticos escoceses y emprendió un viaje de dos años por diversos países de Europa. Inició el viaje por España, en donde le cautivó la belleza de las españolas (escribió el poema La chica de Cádiz) y tuvo una entrevista con el General Castaños en plena Guerra de la independencia. Viajó también por Portugal, Albania, Malta y Grecia, en donde atravesó el Helesponto a nado, junto con su amigo Hobhouse, y donde escribió las sátiras Hints from Horace y La maldición de Minerva. También estuvo en Turquía, donde intentó descubrir Troya. Durante estos viajes tuvo varias relaciones, tanto con mujeres como con hombres. En 1811 murieron su madre y dos de sus amigos en tan solo un mes. Dichas pérdidas influyeron mucho sobre su ánimo, ya que se obsesionó con la muerte. En esta época se refugió en su medio hermana Augusta Leigh, manteniendo una relación con ella. Como consecuencia se le acusó por incesto (ella estaba casada y en la primavera de 1814 dio a luz a su tercera hija, Medora, rumoreándose que era de Byron y no de su esposo).
Madurez
La publicación en 1812 de los dos primeros cantos de Las peregrinaciones de Childe Harold, poemas que narran sus viajes por Europa, lo llevaron a la fama. Además, realizó otra serie de obras como El Giaour, La novia de Abidos, El corsario y Lara, estableciendo lo que se llamó el héroe de Byron. Por esta época conoció al que sería su biógrafo Thomas Moore. También fue famosa su aventura con la aristócrata lady Caroline Lamb. Byron fue poco querido por los demás componentes de la nobleza por sus continuos amoríos y críticas (como al duque de Wellington). Incluso fue insultado públicamente en la cámara de los Lores, a causa de haber defendido el ludismo y a los católicos. Pero a él realmente le importaba muy poco e incluso le gustaba que lo odiaran pues, en su opinión, también lo temían. En 1815, año en que publicó Melodías hebreas, se casó con Anna Isabella Noel Byron, a quien le dijo en la noche de bodas: «Te arrepentirás de haberte casado con el diablo». En su luna de miel, cuando pasaban por un pueblo, sonaron las campanas por un fallecido, a lo que Byron dijo: «Seguro que esas campanas tocan por nosotros», dando a entender el poco futuro de la relación al ser personalidades poco afines. Tras conocerse que Byron no le era fiel, Anna Isabella lo abandonó en 1816 tras dar a luz a la única hija legítima del poeta, la genial matemática Augusta Ada. Los rumores sobre sus relaciones incestuosas con su medio hermana Augusta (con la que se rumoreaba que tuvo una hija, Medora), sus poemas antipatrióticos, su acusación de sodomía y las dudas sobre su cordura provocaron su ostracismo social. Amargado profundamente, Byron abandonó Inglaterra en 1816 y nunca volvió.
A partir de 1816 comenzaría una suerte de viajes por casi toda Europa que no acabarían hasta su muerte. En 1816 llegó a visitar Waterloo, lugar turístico por excelencia en aquella época, cuando tan sólo hacía un año desde que se celebró allí la famosa batalla.
En el año de 1816 se trasladó a Suiza y estuvo viviendo algún tiempo junto a Percy Shelley, Mary Shelley y su médico personal John William Polidori (Byron fue muy propenso a las enfermedades y fue otra de las causas de sus depresiones). En una tormentosa noche de verano de 1816 se reunieron los cuatro en la Villa Diodati, alquilada por Byron, y decidieron escribir relatos de terror dignos de aquella noche lúgubre. Inspirados ambos en la personalidad de Byron, Mary Shelley escribió Frankenstein y Polidori su relato El Vampiro. En su estancia suiza Byron redactó El prisionero de Chillón, El himno a la belleza intelectual, El sueño y Estancias a Augusta.
Desde 1817 hasta 1822 estuvo viajando por Italia, recorriendo ciudades como Pisa, Génova y Roma, donde tuvo una aventura con Margarita Cogni y vivió en el palacio Nani-Mocenigo. La residencia fue casi un harén para él y frecuentó las tertulias de las condesas Benzoni y Albrizzi. En 1821 participó en la revuelta de los Carbonarios en Rávena y se enroló en los movimientos contra el papa (publicó por entonces su obra crítica La profecía de Dante) y contra Austria. También llegó a vivir un tiempo en Venecia, donde según fanfarroneaba tuvo 250 relaciones sexuales con mujeres, y donde vivió con la condesa Teresa Guiccioli, recién separada de su anciano marido. Edgar Allan Poe, el escritor estadounidense, se basó en esa relación para escribir "La Cita", un relato gótico de 1834.
Se apasionó con la lectura del Fausto de Johann Wolfgang von Goethe, escritor a quien admiraba y con quien se carteó varias veces. Esta admiración era recíproca, ya que Goethe escribió que Byron era «el poeta del presente». A finales de 1821 escribió Manfredo, influido por el Fausto de Goethe y los parajes montañosos de Suiza; acabó varios cantos de su Don Juan y creó un periódico con Percy Shelley llamado El Liberal. Lord Byron admiraba a los generales Páez y Bolívar (a una goleta suya la llamaba «Bolívar») y estuvo a punto de enrolarse en unos de los tantos contratos que se hacían en Londres para ir a combatir en la guerra de independencia de Venezuela. Seguramente lord Byron conocía las hazañas de estos aguerridos militares por boca de los expedicionarios que regresaban a Europa, por sus escritos, narraciones o por comentarios de la prensa de la época.
En abril de 1822 murió su hija ilegítima Allegra (nacida de su relación con Claire Clairmont, hermanastra de Mary Shelley) cuando apenas había cumplido cinco años y a la que Byron tenía gran aprecio. Además, mientras hacía un viaje junto a su gran amigo Percy Shelley en goleta (la de Byron se llamaba «Bolívar» y la de Shelley «Don Juan»), este último murió en un naufragio ocurrido el 8 de julio junto a su amigo, el capitán Williams. En septiembre se instaló en Génova, ya que quiso dedicarse a la política sin éxito.
Aventura en Grecia y muerte
En marzo de 1823 lo designaron miembro del Comité de Londres para la independencia de Grecia, y se marchó allí en 1824 desde Génova en la goleta Hercules para luchar por la independencia del país, entonces parte del Imperio otomano. Allí escribió su última composición A mis treinta y seis años; dio 4000 libras y se le designó un regimiento; contactó con los bandidos de Suliotas; fue recibido como un héroe por los griegos, quienes querían hacerlo comandante, y planeó un ataque junto con el príncipe Alexandros Mavrokordatos, pero se desanimó pronto al descubrir las rencillas por el poder de los distintos grupos griegos. Mavrokordatos y Byron planeaban atacar la fortaleza de Lepanto (Naupacto) en manos de los turcos, en la desembocadura del Golfo de Corinto. Byron empleó a un maestro de fuego para preparar la artillería y formó parte del ejército rebelde bajo su propio mando, a pesar de su falta de experiencia militar. Antes de que la expedición pudiera zarpar, el 15 de febrero de 1824, cayó enfermo y la sangría que se le practicó lo debilitó aún más. Se recuperó parcialmente, pero el 10 de abril de 1824 sufrió un ataque epiléptico y enfermó de un resfriado violento, que la sangría terapéutica, hecha por insistencia de sus médicos, solo agravó. Los médicos le prescribieron unas sangrías, a las que él se negó. Días después, extenuado por la enfermedad y llamándolos asesinos, permitió a los médicos sacarle toda la sangre que desearan. El 16 de abril practicaron la primera sin buen resultado. Al día siguiente realizaron otras dos. Este tratamiento, realizado con instrumental médico no esterilizado, pudo haberle provocado sepsis. Contrajo una fiebre violenta y murió en Missolonghi el 19 de abril sin haber cumplido su sueño de independencia griega. Testigos presenciales aseguraron que, en total, le habían extraído unos dos litros de sangre, aproximadamente..
Goethe escribió ante la noticia de su muerte: «Descansa en paz, amigo mío; tu corazón y tu vida han sido grandes y hermosos».
Un suburbio de Atenas fue llamado Vyronia en su honor.
Su cuerpo fue trasladado por Edward Trelawny, también implicado en la causa griega, y enterrado en la iglesia de Santa María Magdalena de Hucknall, Nottinghamshire (cerca de Newstead Abbey), junto a su madre. En la abadía de Westminster, en el llamado Rincón de los Poetas, solo se encuentra un monumento conmemorativo inaugurado en 1969, ya que en la época de la muerte de Byron no se permitió su enterramiento en la abadía por su dudosa moralidad. Abierto su ataúd en 1938, se comprobó el buen estado general del cuerpo primitivamente embalsamado y llevado originariamente a Inglaterra en una cuba de coñac presentando únicamente las extremidades signos de descomposición. Su rostro perfectamente conservado, congelado su semblante en una serena sonrisa, reflejaba de manera reconocible sus facciones plasmadas en docenas de cuadros y grabados, y su cabello mostraba un color grisáceo como única muestra del paso del tiempo.
Obra poética
Byron fue un escritor prolífico. En 1833 su editor John Murray publicó 17 volúmenes sobre toda su obra, incluyendo la biografía de Thomas Moore. Su gran obra, Don Juan, un poema de 17 cantos escrito en ottava rima, fue uno de los más importantes poemas largos publicados en Inglaterra, desde El paraíso perdido de John Milton. Don Juan incluye elementos satíricos, polémicos y profundas reflexiones filosóficas e influyó a nivel social, político, literario e ideológico. Su recepción fue controvertida, ya que fue acusado de inmoralidad. El poema, al igual que Las peregrinaciones de Childe Harold, se caracteriza por la carismática personalidad del narrador, que aúna el texto y a menudo recurre a digresiones. Don Juan sirvió de inspiración para los autores victorianos y quedó inacabado debido a la prematura muerte de Byron.
Influyó en los autores románticos del siglo XIX, sobre todo por sus héroes o antihéroes. Sus personajes presentan un idealizado pero defectuoso carácter cuyos atributos incluían:
Gran talento.
Gran exhibició
Un gran de pasión.
Aversión por la sociedad y por las instituciones sociales.
Frustración por un amor imposible debido a los límites impuestos por la sociedad o la muerte.
Rebeldía.
Exilio.
Oscuro pasado.
Comportamiento autodestructivo.
Las obras Las peregrinaciones de Childe Harold, Lara, Manfredo y Don Juan contienen ciertos aspectos y referencias autobiográficas.
También escribió poemas poemas breves como Oscuridad, que tiene un tono apocalíptico inspirado por las consecuencias de una erupción del volcán Tamora; poemas líricos como Ella camina en belleza; pequeños poemas narrativos como El Prisionero de Chillon; y otros más extensos de evidente contenido polémico como The Vision of Judgment, un texto en el que caricaturiza y critica duramente a Robert Southey.
En la España absolutista del rey Fernando VII y en una América hispana que luchaba por su emancipación, la vida y obra de Byron tuvieron una gran influencia y sirvieron de inspiración a los poetas del Romanticismo.
Fue un autor admirado por muchos de sus contemporáneos, como Goethe, Alphonse de Lamartine, Jan Potocki, y por otros de generaciones inmediatas, como Edgar Allan Poe (quien basó muchas de sus Narraciones extraordinarias en personajes de Byron), Gustavo Adolfo Bécquer, Mijaíl Lermontov, Alejandro Pushkin, José Mármol, Víctor Hugo, Alejandro Dumas y Charles Nodier.
Carácter
Lord Byron tuvo un particular magnetismo personal. Consiguió la reputación de no ser convencional, de ser excéntrico, polémico, ostentoso y controvertido. Muchos han atribuido sus capacidades extraordinarias a un trastorno bipolar, también conocido como síndrome maníaco-depresivo. Siempre fue ácido y cruel. Se inclinó por los desheredados, los marginados, los miserables como los corsarios y los cosacos, y todo lo demás era hipocresía: nobleza, sociedad, etc. Siempre defendió a los más débiles y a los oprimidos, por lo que apoyó a España frente a la invasión napoleónica, a la independencia de las naciones suramericanas y, por supuesto, a la libertad de su querida Grecia. Fue un gran admirador de Rousseau. Tuvo gran afición por la compañía de los animales, como por su perro Terranova «Boatswain», en cuya tumba escribió:
Aquí reposan
los restos de una criatura
que fue bella sin vanidad
fuerte sin insolencia,
valiente sin ferocidad
y tuvo muchas de las virtudes del hombre
y ninguno de sus defectos.
Byron, mientras estudiaba en Cambridge, guardó un oso en una institución en donde estaban prohibidos los animales domésticos. En otras épocas de su vida tuvo de compañía a un zorro, monos, loros, gatos, un águila, un halcón, gallinas de Guinea, un cuervo, un tejón, gansos, una grulla egipcia y una garza.
Legado e influencia
Byron está considerado como la primera celebridad tal y como se concibe el término modernamente. Su imagen de héroe fascinó al público y su propia esposa Annabella acuñó el término byromanía para referirse a la expectación y conmoción que causaba allá donde iba, que se parecía a la que puedan provocar las estrellas del pop o el rock actuales. La autoconciencia de su imagen personal y su capacidad de autopromoción hizo que, por ejemplo, diera instrucciones a los artistas que lo retrataban para que nunca lo representaran en actitud sedentaria o pasiva, con una pluma o un libro en la mano (que era la imagen prototípica de los escritores), sino como un hombre de acción. Con el tiempo, Byron intentó apartarse de su exposición pública, que tanto había promovido en su primera época.
La quema de las memorias de Byron en las oficinas de su editor John Murray un mes después de su muerte, y la supresión de los detalles de la bisexualidad de Byron en documentos alusivos a él, hicieron que sus biografías posteriores dieran una imagen distorsionada del personaje. Hasta fecha tan tardía como 1950 no se autorizó al académico Leslie Marchard a dar detalles sobre las relaciones homosexuales de Byron.
La refundación de la Sociedad de Byron en 1971 reflejó cómo pervivía la fascinación por Byron y su obra. La sociedad organizó numerosas actividades y publicó una revista anual. Pronto el número de sociedades byronianas llegó a 36, extendidas por todo el planeta. Todos los años organizan una conferencia anual en la que se reúnen.
Byron ejerció una gran influencia en la literatura y el arte. En su momento fue considerado el poeta más importante del mundo y su reputación e importancia se mantiene. Su personalidad y sus escritos también inspiraron a numerosos compositores: hay más de cuarenta óperas inspiradas en sus obras y al menos tres óperas con el propio Byron como personaje principal (una de ellas Lord Byron de Virgil Thomson). Los versos de Byron fueron puestos en música por Hector Berlioz, cuya música refleja la influencia de Byron, especialmente en su sinfonía con viola solista Harold en Italia, obra basada en Las peregrinaciones de Childe Harold.
(Sacado de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] )
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Algunos poemas de Lord Byron:
ACUÉRDATE DE MÍ
Llora en silencio mi alma solitaria,
excepto cuando está mi corazón
unido al tuyo en celestial alianza
de mutuo suspirar y mutuo amor.
Es la llama de mi alma cual lumbrera,
que brilla en el recinto sepulcral:
casi extinta, invisible, pero eterna...
ni la muerte la puede aniquilar.
¡Acuérdate de mí!... Cerca a mi tumba
no pases, no, sin darme una oración;
para mi alma no habrá mayor tortura
que el saber que olvidaste mi dolor.
Oye mi última voz. No es un delito
rogar por los que fueron. Yo jamás
te pedí nada: al expirar te exijo
que vengas a mi tumba a sollozar.
Versión de Enrique Álvarez Bonilla
ADIÓS
¡Adiós! si dicha se concede al hombre
de una plegaria en premio, ésta tu nombre
elevará hasta el trono del Señor.
Promesas, quejas, llanto, fueran vanos;
más que el lloro, exprimido, ya sangrante,
de ojos sin luz, tenaz remordimiento
esta palabra dice... ¡Adiós! ¡Adiós!
Secos están mis ojos, extinguida
mi voz, pero al dejarte, de mi vida
se adueña para siempre un gran dolor.
Aunque el pesar y la pasión torturan
mi corazón, quejarse no le es dado...
Yo sólo sé que en vano hemos amado...
Sólo puedo sentir... ¡Adiós! adiós.
Versión de Jorge Isaacs
AL CUMPLIR MIS 36 AÑOS
¡Calma, corazón, ten calma!
¿A qué lates, si no abates
ya ni alegras a otra alma?
¿A qué lates?
Mi vida, verde parral,
dio ya su fruto y su flor,
amarillea, otoñal,
sin amor.
Más no pongamos mal ceño!
¡No pensemos, no pensemos!
Démonos al alto empeño
que tenemos.
Mira: Armas, banderas, campo
de batalla, y la victoria,
y Grecia. ¿No vale un lampo
de esta gloria?
¡Despierta! A Hélade no toques,
Ya Hélade despierta está.
Invócate a ti. No invoques
más allá
Viejo volcán enfriado
es mi llama; al firmamento
alza su ardor apagado.
¡Ah momento!
Temor y esperanza mueren.
Dolor y placer huyeron.
Ni me curan ni me hieren.
No son. Fueron.
¿A qué vivir, correr suerte,
si la juventud tu sien
ya no adorna? He aquí tu
muerte.
Y está bien.
Tras tanta palabra dicha,
el silencio. Es lo mejor.
En el silencio ¿no hay dicha?
y hay valor.
Lo que tantos han hallado
buscar ahora para ti:
una tumba de soldado.
Y hela aquí.
Todo cansa todo pasa.
Una mirada hacia atrás,
y marchémonos a casa.
Allí hay paz.
Versión de Enrique Álvarez Bonilla
CAMINA BELLA, COMO LA NOCHE...
Camina bella, como la noche
De climas despejados y de cielos estrellados,
Y todo lo mejor de la oscuridad y de la luz
Resplandece en su aspecto y en sus ojos,
Enriquecida así por esa tierna luz
Que el cielo niega al vulgar día.
Una sombra de más, un rayo de menos,
Hubieran mermado la gracia inefable
Que se agita en cada trenza suya de negro brillo,
O ilumina suavemente su rostro,
Donde dulces pensamientos expresan
Cuán pura, cuán adorable es su morada.
Y en esa mejilla, y sobre esa frente,
Son tan suaves, tan tranquilas, y a la vez elocuentes,
Las sonrisas que vencen, los matices que iluminan
Y hablan de días vividos con felicidad.
Una mente en paz con todo,
¡Un corazón con inocente amor!
Versión de F. Maristany
CANCIÓN DEL CORSARIO
En su fondo mi alma lleva un tierno secreto
solitario y perdido, que yace reposado;
mas a veces, mi pecho al tuyo respondiendo,
como antes vibra y tiembla de amor, desesperado.
Ardiendo en lenta llama, eterna pero oculta,
hay en su centro a modo de fúnebre velón,
pero su luz parece no haber brillado nunca:
ni alumbra ni combate mi negra situación.
¡No me olvides!... Si un día pasaras por mi tumba,
tu pensamiento un punto reclina en mí, perdido...
La pena que mi pecho no arrostrara, la única,
es pensar que en el tuyo pudiera hallar olvido.
escucha, locas, tímidas, mis últimas palabras
-la virtud a los muertos no niega ese favor-;
dame... cuanto pedí. Dedícame una lágrima,
¡la sola recompensa en pago de tu amor!...
Versión de F. Maristany
CUANDO NOS SEPARAMOS...
Cuando nos separamos
en silencio y con lágrimas,
con el corazón medio roto,
para apartarnos por años,
tu mejilla se tornó pálida y fría
y tu beso aún más frío...
Aquella hora predijo
en verdad todo este dolor.
El rocío de la mañana
resbaló frío por mi frente
y fue como un anuncio
de lo que ahora siento.
Tus juramentos se han roto
y tu fama ya es muy frágil;
cuando escucho tu nombre
comparto su vergüenza.
Cuando te nombran delante de mí,
un toque lúgubre llega a mi oído
y un estremecimiento me sacude.
¿Por qué te quise tanto?
Aquellos que te conocen bien
no saben que te conocí:
Por mucho, mucho tiempo
habré de arrepentirme de ti
tan hondamente,
que no puedo expresarlo.
En secreto nos encontramos,
y en silencio me lamento
de que tu corazón pueda olvidar
y tu espíritu engañarme.
Si llegara a encontrarte
tras largos años,
¿cómo habría de saludarte?
¡Con silencio y con lágrimas!
Versión de Arturo Rizzi
EL PRIMER BESO DE AMOR
Ausente con tus ficciones de endebles romances,
Aquellos harapos de falsedad tejidos por la locura;
Dadme el espíritu fugaz con su débil resplandor,
O el arrebato que habita en el primer beso de amor.
Si, poetas, vuestros pechos con fantasías brillarán,
Aquella pasión en la arboleda danzará con ardor;
Y de la bendita inspiración vuestros sonetos fluirán,
¿Pero podrán alguna vez saborear el primer beso de amor?
Si Apolo debe rehusar su asistencia,
O las Nueve dispuestas están a tu servicio;
No las invoquéis, decidle adiós a las Musas,
Y prueba el efecto del primer beso de amor.
Los odio, y odio vuestras frías composiciones,
Aunque el prudente me condene,
Y el intolerante lo repruebe;
Yo abrazo las delicias que brotan del corazón,
Cuyos latidos y alegría son el primer beso de amor.
Vuestros pastores y sus rebaños, aquellos temas fantásticos,
Tal vez puedan divertir pero nunca conmoverán.
Arcadia se despliega como un sueño de bello color,
¿Pero cómo podría compararse con el primer beso de amor?
¡Oh, cesad de afirmar que el hombre, desde que surgió
Del linaje de Adán, ha luchado contra la miseria!
Algunas parcelas del Cielo vibran en la Tierra,
Y el Edén resurge con el primer beso de amor.
Cuando los años hielen la sangre, cuando nuestros placeres pasen,
(Flotando durante años en las alas de una paloma)
El recuerdo más amado será siempre el último,
Nuestro monumento más dulce, el primer beso de amor.
EN UN ÁLBUM
Sobre la fría losa de una tumba
un nombre retiene la mirada de los que pasan,
de igual modo, cuando mires esta página,
pueda el mío atraer tus ojos y tu pensamiento.
Y cada vez cada vez que acudas a leer este nombre,
piensa en mí como se piensa en los muertos;
e imagina que mi corazón está aquí,
inhumado e intacto.
Versión de Arturo Rizzi
ESTROFAS PARA MÚSICA
No digo - No esbozo - No respiro vuestro nombre,
Hay pesar en el sonido - habría culpa en la fama;
Pero la lágrima que ahora arde en mi mejilla puede dar cuenta
Del profundo pensamiento que habita en ese silencio del corazón.
Demasiado cortas para nuestra pasión, demasiado largas para nuestra paz,
Fueron aquellas horas, ¿puede cesar su alegría o su amargura?
Nos arrepentimos - abjuramos - deseamos romper nuestra cadena;
Debemos separarnos - debemos volar a - unirla otra vez.
¡Oh! Vuestra sea la alegría y mía sea la culpa,
Perdonadme adorada - abandonadme si lo deseáis;
Pero el corazón que porto expirará sin haber sido rebajado,
Y los hombres no lo quebraran - sea lo que sea que podáis vos.
Y firme ante el altivo, pero humilde ante vos,
Habrá de ser mi alma en su más amarga oscuridad;
Y nuestros días han de ser más rápidos - y nuestros momentos más dulces,
Con vos a mi lado - que con el mundo a nuestros pies.
Una visión de vuestro dolor - una imagen de vuestro amor,
Habrá de cambiarme o confirmarme, de castigar o reprobar;
Y los sin corazón podrán maravillarse de tanto a lo que renunciamos,
Vuestro labio no habrá de responder a ellos - sino al mío.
HUBO UN TIEMPO... ¿RECUERDAS?
Hubo un tiempo... ¿recuerdas? su memoria
Vivirá en nuestro pecho eternamente...
Ambos sentimos un cariño ardiente;
El mismo, ¡oh virgen! que me arrastra a ti.
¡Ay! desde el día en que por vez primera
Eterno amor mi labio te ha jurado,
Y pesares mi vida han desgarrado,
Pesares que no puedes tú sufrir;
Desde entonces el triste pensamiento
De tu olvido falaz en mi agonía:
Olvido de un amor todo armonía,
Fugitivo en su yerto corazón.
Y sin embargo, celestial consuelo
Llega a inundar mi espíritu agobiado,
Hoy que tu dulce voz ha despertado
Recuerdos, ¡ay! de un tiempo que pasó.
Aunque jamás tu corazón de hielo
Palpite en mi presencia estremecido,
Me es grato recordar que no has podido
Nunca olvidar nuestro primer amor.
Y si pretendes con tenaz empeño
Seguir indiferente tu camino...
Obedece la voz de tu destino
Que odiarme puedes; olvidarme, no.
Versión de Arturo Rizzi
LA DESTRUCCIÓN DE SENAQUERIB
Bajaron los asirios como al redil el lobo :
brillaban sus cohortes con el oro y la púrpura ;
sus lanzas fulguraban como en el mar luceros,
como en tu onda azul, Galilea escondida.
Tal las ramas del bosque en el estío verde,
la hueste y sus banderas traspasó en el ocaso:
tal las ramas del bosque cuando sopla el otoño,
yacía marchitada la hueste, al otro día.
Pues voló entre las ráfagas el Ángel de la Muerte
y tocó con su aliento, pasando, al enemigo:
los ojos del durmiente fríos, yertos, quedaron,
palpitó el corazón, quedó inmóvil ya siempre.
Y allí estaba el corcel, la nariz muy abierta,
mas ya no respiraba con su aliento de orgullo:
al jadear, su espuma quedó en el césped, blanca,
fría como las gotas de las olas bravías.
Y allí estaba el jinete, contorsionado y pálido,
con rocío en la frente y herrumbre en la armadura,
y las tiendas calladas y solas las banderas,
levantadas las lanzas y el clarín silencioso.
Y las viudas de Asur con gran voz se lamentan
y el templo de Baal ve quebrarse sus ídolos,
y el poder del Gentil, que no abatió la espada,
al mirarle el Señor se fundió como nieve.
Versión de Màrie Montand
LA GACELA SALVAJE
La gacela salvaje en montes de Judea
Puede brincar aún, alborozada,
puede abrevarse en esas aguas vivas
que en la sagrada tierra brotan siempre;
puede alzar el pie leve y con ardientes ojos
mirar, en un transporte de indómita alegría.
Pies ágiles también y ojos más encendidos
aquí tuvo Judea en otros tiempos,
y en el lugar del ya perdido gozo,
más bellos habitantes hubo un día.
Ondulan en el Líbano los cedros, mas se fueron
las hijas de Judea, aun más majestuosas.
Más bendita la palma de esos llanos
que de Israel la dispersada estirpe,
pues echa aquí raíces y se queda,
graciosa y solitaria:
ya su suelo natal no deja nunca
y no podrá vivir en otras tierras.
Mas nosotros vagamos, agostados,
para morir muy lejos:
donde están las cenizas de los padres
nunca descansarán nuestras cenizas;
ya ni un solo sillar le queda a nuestro templo
y en trono de Salem se ha sentado la Burla.
Versión de Màrie Montand
LA JORNADA DE MISINO ANOCHECIÓ
La jornada de mi sino anocheció
y la estrella de mi hado se apaga
pero tu tierno corazón no quiere advertir
las faltas que los demás señalaban;
tu alma sabía de mi dolor
y no dudó en quedarse a mi lado,
y el amor que mi espíritu pintó
nunca lo encontró sino en ti.
Entonces, si la naturaleza alrededor sonríe,
y es la última sonrisa que responde a la mía,
no creo que me esté engañando
pues me recuerda a cómo me sonreías;
y cuando el viento está en guerra con el mar,
como los corazones en que creí lo están conmigo,
si las olas me mueven a la emoción
es porque me están alejando de tí.
Aunque se rompa la roca de mi última esperanza
y sus fragmentos se hundan entre las olas,
aunque sienta que mi alma se encamina
al dolor... no será su esclava.
Muchos sufrimientos me perseguirán:
podrán aplastarme, pero no seré despreciado...
Podrán atormentarme, pero no me vencerán...
porque pensaré en ti... no en ellos.
Aunque humana, no me decepcionaste;
aunque mujer, no me abandonaste;
aunque amada no me heriste;
aunque te calumniaron no vacilaste;
aunque confié en ti no me ignoraste;
aunque nos separamos no huiste;
aunque me vigilabas no me infamaste;
ni callaste para que no te contradijeran.
No culpo al mundo ni lo desprecio
ni a la guerra de muchos contra uno;
si mi alma no supo resistirla
había que evitarla cuanto antes.
Y ese error me costó más caro
de lo que creí haber previsto,
por muchas que sean mis penas
no me han privado de ti.
Del naufragio de los días pasados
me queda al menos un recuerdo:
me enseñó que lo más venerado
es lo que más merece amarse.
En el desierto una fuente está manando,
en el vasto baldío aún queda un árbol
y en él un pájaro canta solitario
que, a mi espíritu, le habla de ti.
Versión de Edgardo Dobry y Andrés Ehrenhaus
LA PARTIDA
¡Todo acabó! La vela temblorosa
se despliega a la brisa del mar,
y yo dejo esta playa cariñosa
en donde queda la mujer hermosa,
¡ay!, la sola mujer que puedo amar.
Si pudiera ser hoy lo que antes era,
y mi frente abatida reclinar
en ese seno que por mí latiera,
quizá no abandonara esta ribera
y a la sola mujer que puedo amar.
Yo no he visto hace tiempo aquellos ojos
que fueron mi contento y mi pesar;
la amo, a pesar de sus enojos,
pero abandono Albión, tierra de abrojos,
y a la sola mujer que puedo amar.
Y rompiendo las olas de los mares,
a tierra extraña, patria iré a buscar;
mas no hallaré consuelo a mis pesares,
y pensaré desde extranjeros lares
en la sola mujer que puedo amar.
Como una viuda tórtola doliente
mi corazón abandonado está,
porque en medio de la turba indiferente
jamás encuentro la mirada ardiente
de la sola mujer que puedo amar.
Jamás el infeliz halla consuelo
ausente del amor y la amistad,
y yo, proscrito en extranjero suelo,
remedio no hallaré para mi duelo
lejos de la mujer que puedo amar.
Mujeres más hermosas he encontrado,
mas no han hecho mi seno palpitar,
que el corazón ya estaba consagrado
a la fe de otro objeto idolatrado,
a la sola mujer que puedo amar.
Adiós, en fin. Oculto en mi retiro,
en el ausente nadie ha de pensar;
ni un solo recuerdo, ni un suspiro
me dará la mujer por quien deliro,
¡ay!, la sola mujer que puedo amar.
Comparando el pasado y el presente,
el corazón se rompe de pesar,
pero yo sufro con serena frente
y mi pecho palpita eternamente
por la sola mujer que puedo amar.
Su nombre es un secreto de mi vida
que el mundo para siempre ignorará,
y la causa fatal de mi partida
la sabrá sólo la mujer querida,
¡ay!, la sola mujer que puedo amar.
¡Adiós!..Quisiera verla... mas me acuerdo
que todo para siempre va a acabar;
la patria y el amor, todo lo pierdo...
pero llevo el dulcísimo recuerdo
de la sola mujer que puedo amar.
¡Todo acabó! La vela temblorosa
se despliega a la brisa del mar,
y yo dejo esta playa cariñosa
en donde queda la mujer hermosa,
¡ay!, la sola mujer que puedo amar.
Versión de Ismael Enrique Arciniegas
NO VOLVEREMOS A VAGAR
Así es, no volveremos a vagar
Tan tarde en la noche,
Aunque el corazón siga amando
Y la luna conserve el mismo brillo.
Pues así como la espada gasta su vaina,
Y el alma consume el pecho,
Asimismo el corazón debe detenerse a respirar,
E incluso el amor debe descansar.
Aunque la noche fue hecha para amar,
Y los días vuelven demasiado pronto,
Aún así no volveremos a vagar
A la luz de la luna.
SOL DEL QUE TRISTE VELA...
¡Sol del que triste vela,
astro de cumbre fría,
cuyos trémulos rayos de la noche
para mostrar las sombras sólo brillan.
!Oh, cuánto te asemeja
de la pasada dicha
al pálido recuerdo, que del alma
sólo hace ver la soledad umbría!
Reflejo de una llama
oculta o extinguida,
llena la mente, pero no la enciende;
vive en el alma, pero no lo anima.
Descubre cual tú, sombras
que esmalta o acaricia,
y como a ti, tan sólo la contempla
el dolor mudo en férvida vigilia.
SONETO A CHILLON
¡Espíritu eterno de la mente sin cadenas!
¡Libertad! Más brillante eres en las mazmorras,
Pues allí tu morada es el corazón -
El corazón al que sólo el amor por tí puede atar.
Y cuando tus hijos son enviados a los grilletes -
A los grilletes, y al húmedo sótano de penumbra sin día,
Su país vence con su martirio,
Y el nombre de la Libertad halla alas en todo viento.
¡Chillon! Tu prisión es un sitio sagrado,
Y tu triste suelo un altar, pues fue hollado,
Hasta que sus pasos dejaron una huella
Gastada, como si tu pavimento fuese un prado,
¡Por Bonnivard! - ¡Que no se borre ninguna de esas marcas!
Pues ellas claman a Dios contra la tiranía.
TE VI LLORAR
¡Yo te vi llorar! Tu lágrima, mía,
en tu pupila azul brillaba inquieta,
como la blanca gota de rocío
sobre el tallo delicado de la violeta.
¡Te vi reír! Y un fértil mayo,
las rosas deshojadas por la brisa
no pudieron dibujar en su desmayo
la inefable expresión de tu sonrisa.
Así como las nubes en el cielo
del sol reciben una luz tan bella,
que la noche no borra con su beso,
ni eclipsa con su luz la clara estrella.
Tu sonrisa transmite la fortuna
al alma triste, y tu mirada incierta,
deja una dulce claridad tan pura
que llega al corazón después de muerta.
TUVE UN SUEÑO, QUE NO ERA DEL TODO UN SUEÑO...
Tuve un sueño, que no era del todo un sueño.
El brillante sol se apagaba, y los astros
Vagaban apagándose por el espacio eterno,
Sin rayos, sin rutas, y la helada tierra
Oscilaba ciega y oscureciéndose en el aire sin luna;
La mañana llegó, y se fue, y llegó, y no trajo consigo el día,
Y los hombres olvidaron sus pasiones ante el terror
De esta desolación; y todos los corazones
Se congelaron en una plegaria egoísta por luz;
Y vivieron junto a hogueras - y los tronos,
Los palacios de los reyes coronados - las chozas,
Las viviendas de todas las cosas que habitaban,
Fueron quemadas en los fogones; las ciudades se consumieron,
Y los hombres se reunieron en torno a sus ardientes casas
Para verse de nuevo las caras unos a otros;
Felices eran aquellos que vivían dentro del ojo
De los volcanes, y su antorcha montañosa:
Una temerosa esperanza era todo lo que el mundo contenía;
Se encendió fuego a los bosques - pero otra tras hora
Fueron cayendo y apagándose - y los crujientes troncos
Se extinguieron con un estrépito - y todo estuvo negro.
Las frentes de los hombres, a la luz sin esperanza
Tenían un aspecto no terreno, cuando de pronto
Los haces caían sobre ellos; algunos se tendían
Y escondían sus ojos y lloraban; otros descansaban
Sus barbillas en sus manos apretadas, y sonreían;
Y otros iban rápido de aquí para allá, y alimentaban
Sus pilas funerarias con combustible, y miraban hacia arriba
Con loca inquietud al sordo cielo,
El sudario de un mundo pasado; y entonces otra vez
Con maldiciones se arrojaban sobre el polvo,
Y rechinaban sus dientes y aullaban; las aves silvestres chillaban,
Y, aterrorizadas, revoloteaban sobre el suelo,
Y agitaban sus inútiles alas; los brutos más salvajes
Venían dóciles y trémulos; y las víboras se arrastraron
Y se enroscaron entre la multitud,
Sisando, pero sin picar - y fueron muertas para ser alimento:
Y la Guerra, que por un momento se había ido,
Se sació otra vez; - una comida se compraba
Con sangre, y cada uno se sentó resentido y solo
Atiborrándose en la penumbra: no quedaba amor;
Toda la tierra era un solo pensamiento - y ese era la muerte,
Inmediata y sin gloria; y el dolor agudo
Del hambre se instaló en todas las entrañas - hombres
Morían, y sus huesos no tenían tumba, y tampoco su carne;
El magro por el magro fue devorado,
Y aún los perros asaltaron a sus amos, todos salvo uno,
aquel fue fiel a un cadáver, y mantuvo
A raya a las aves y las bestias y los débiles hombres,
Hasta que el hambre se apoderó de ellos, o los muertos que caían
Tentaron sus delgadas quijadas; él no se buscó comida,
Sino que con un gemido piadoso y perpetuo
Y un corto grito desolado, lamiendo la mano
Que no respondió con una caricia - murió.
De a poco la multitud fue muriendo de hambre; pero dos
De una ciudad enorme sobrevivieron,
Y eran enemigos; se encontraron junto
A las agonizantes brasas de un altar
Donde se había apilado una masa de cosas santas
Para un fin impío; hurgaron,
Y temblando revolvieron con sus manos delgadas y esqueléticas
En las débiles cenizas, y sus débiles alientos
Soplaron por un poco de vida, e hicieron una llama
Que era una burla; entonces levantaron
Sus ojos al verla palidecer, y observaron
El aspecto del otro - miraron, y gritaron, y murieron -
De su propio espanto mutuo murieron,
Sin saber quién era aquel sobre cuya frente
La hambruna había escrito Enemigo. El mundo estaba vacío,
Lo populoso y lo poderoso - era una masa,
Sin estaciones, sin hierba, sin árboles, sin hombres, sin vida -
Una masa de muerte - un caos de dura arcilla.
Los ríos, lagos, y océanos estaban quietos,
Y nada se movía en sus silenciosos abismos;
Los barcos sin marinos yacían pudriéndose en el mar,
Y sus mástiles bajaban poco a poco; cuando caían
Dormían en el abismo sin un vaivén -
Las olas estaban muertas; las mareas estaban en sus tumbas,
Antes ya había expirado su señora la luna;
Los vientos se marchitaron en el aire estancado,
Y las nubes perecieron; la Oscuridad no necesitaba
De su ayuda - Ella era el universo.
George Gordon Byron (Londres, 22 de enero de 1788-Mesolongi, 19 de abril de 1824), conocido como Lord Byron, fue un revolucionario y poeta del movimiento del romanticismo británico, antecedente de la figura del poeta maldito. Debido a su talento poético, su personalidad, su atractivo físico y su vida de escándalos, fue una celebridad de su época. Fue sexto barón de Byron.
Datos biográficos
Familia
Byron fue hijo del capitán John Byron «Mad Jack» y de su segunda esposa, lady Catherine Gordon. Su abuelo fue John Byron, también llamado «Foulweather» (‘Mal tiempo’), vicealmirante británico que navegó por todo el mundo. Su padre, John Byron, falleció en 1791 en la localidad de Valenciennes (Francia) cuando George tenía tres años. La muerte de John tuvo lugar en una pequeña residencia propiedad de su hermana, adonde había huido tiempo atrás de sus acreedores y del terrible temperamento de su esposa. En su estancia allí, el padre mantuvo a varias amantes y derrochó a su antojo lo que le quedaba del dinero de la familia. Así, a esa edad y en compañía de su madre en Aberdeen, George heredó de su progenitor poco más que deudas y los gastos de su funeral. No obstante, si la herencia material del padre fue poco más que un disgusto para el hijo, no se puede decir lo mismo de la herencia espiritual, ya que el joven conservaría su amor por la belleza, el culto a la galantería, y su inclinación hacia la vida licenciosa. De su madre, en cambio, heredaría la dulzura y el cariño que esta le ofreció, pero también su atroz temperamento.
Byron nació con una deformidad en el pie derecho, que era zambo. Era patihendido, lo que significa que tenía los dedos del pie hacia adentro. Byron siempre apostó a que tal deformación había sido debida a la mojigatería de su madre, quien rechazó asistencia médica en el parto. Debido a esta anomalía, su padre dijo que jamás llegaría a andar. Pero el pequeño Byron, que tuvo que calzar un zapato ortopédico durante toda la infancia, se rebeló a la creencia del padre y aprendió a correr antes que a caminar, y aun cuando anduvo cojo, presumía de andar más rápido que muchos. Al alcanzar la juventud, sus maneras y modales le sirvieron para disimular su cojera, haciéndola parecer un caminar excéntrico y al mismo tiempo distinguido.
Byron tuvo que soportar muchas burlas y rechazos por su cojera. No obstante, con el tiempo aprendió a defenderse bajo la máxima de que «cuando un miembro se debilita siempre hay otro que lo compensa», palabras a las que en su vida siempre haría honor. Además de la cojera sufrió mucho por el frío, ya que sus huesos siempre fueron frágiles, algo que le causaba gran malestar.
Infancia
La relación de sus padres, que marcó a Byron de forma importante, podría definirse como tempestuosa. Si bien Byron jamás pudo considerar a su padre como un auténtico amante de su madre, esta, a pesar de su rencor por lo ilícito de la vida de su marido, se volvió triste e inconsolable tras su pérdida. Byron describiría la relación que vivió con su madre Catherine como una aventura de golpes y besos. Catherine llamaba con frecuencia al pequeño Byron: cojo bribón o pequeño diablo, mientras él la llamaba vieja o la viuda. Pese a esta relación de amor-odio, Byron diría posteriormente que su madre fue la única que lo entendía.
Cuando cumplió la edad de nueve años, su madre lo puso en manos de una joven institutriz y enfermera escocesa, devota calvinista, llamada Mary Gray. Esta lo inició en la lectura de la Biblia y en el sexo, ya que en aquel entonces, pese a su corta edad, tuvo sus primeras relaciones sexuales con Mary. Junto a ella pasó el verano en el valle del Dee, en una casa de campo cercana a Abergeldie, y contempló las aficiones alcohólicas y orgiásticas de Mary Gray. De aquella época, además del mundo que se le descubrió a través de la sexualidad con la joven Mary Gray, a quien guardaría para siempre a fuego en su memoria, Byron recordó también la belleza de las montañas septentrionales escocesas, la cual admiró durante su estancia e indagó en sus recovecos a diario en sus continuas escapadas, a pesar de su latente cojera.
Byron no guardó recuerdo amargo de aquellas primeras relaciones sexuales y lecturas religiosas, ni contó al respecto que le hubieran perjudicado de modo alguno. Contrariamente, afirmó que la experiencia en el valle del Dee le ayudó a madurar y comprender de forma precoz el sentimiento de la melancolía.
Esto ocurrió mientras vivía en la ciudad escocesa de Aberdeen, donde se inició en latín e historia con la ayuda de un preceptor presbiteriano hasta su entrada en la Aberdeen Grammar School. Mientras cursaba el cuarto grado en la histórica escuela, fue requerida su presencia en Inglaterra debido al fallecimiento de su tío abuelo lord William Byron, quinto barón de Byron.
Una vez allí, con la muerte de su tío abuelo, se le reconoció su aristocracia, y aunque nunca le tuvo excesivo aprecio al título que le correspondía, la experiencia le hizo ampliar sus horizontes y creyó crecer de golpe al imaginarse en un futuro en la Cámara de los Lores. Madre, hijo e institutriz fueron a vivir a la recién heredada Newstead Abbey, la cual, para su sorpresa, frente a sus aspiraciones de nueva riqueza, estaba cargada de deudas y en muy mal estado. Su madre contrató para gestión y administración de bienes al abogado londinense John Hanson, quien se haría cargo de los asuntos familiares hasta que el pequeño George contase con la edad suficiente. Byron recordaría gratamente que esta fue la mejor residencia que tuvo. Allí conoció y se enamoró de su prima Mary Duff, quien lo rechazó por ser un chico muy joven para ella. Este hecho lo dejó desolado y lo animó a realizar sus primeras composiciones.
Cabe decir que el tío abuelo de George había pasado los últimos años de su vida viviendo casi como un ermitaño, actitud que no iba acorde con los años que vivió antes de su reclusión. De esos años se recuerda que lo llamaban el Villano y que también los vivió de un modo bastante licencioso. Entre sus acciones destaca el intento de asesinato de su esposa lanzándola a un lago tras una discusión doméstica. De este hombre heredó George su título familiar y sus deudas.
El pequeño Byron fue enviado al colegio del doctor Glennie, en Dulwich. Allí sus estudios se vieron interrumpidos constantemente por las manías de su afectada madre, quien continuamente irrumpía en su estancia para llevarlo consigo durante largos periodos. Durante esta época es cuando Byron lee una de sus obras predilectas, Las mil y una noches. Ya era un ávido lector desde hacía años.
Pero en 1801, gracias en parte a una pensión de trescientas libras que había recibido la madre del joven por parte del rey, Byron fue admitido en Harrow, donde completaría sus estudios primarios.
En 1803 tuvo su primera tragedia amorosa al morirse su prima Margaret Parker, de la que también estaba enamorado.
Juventud
En 1805 se trasladó a la Universidad de Cambridge. Aquí, además de ser un brillante estudiante, destacaría por sus trajes extravagantes y su vida licenciosa y despilfarradora. Como en el colegio no se permitían perros ni gatos, él, amante de los animales, decidió tener un oso como mascota. Pese a ello, se ganó el sobrenombre de buen chico y tuvo grandes amigos, como lord Broughton y John Hobhouse, quien sería líder del Partido liberal. Byron ya era un gran aficionado a escribir versos en esta época y aprendió boxeo y esgrima, llegando a ser un gran experto en ambas artes de lucha gracias a sus amigos Jackson y Angelo. Dejaría la universidad por falta de dinero y se mudaría a la calle Picadilly 16 de Londres, en donde fue amante de una prostituta. Luego, ya sin dinero, volvería con su madre a Southwell y se dedicaría en cuerpo y alma a la poesía. Ese año publicó su primer libro de poesías titulado Composiciones fugaces, gracias a una amiga suya, Elisabeth Pigot, la cual le pasó a limpio sus escritos y los editó. Sin embargo, el párroco de la zona no dejó que saliera a la venta y lo quemó porque en uno de los poemas salía mal parada una tal Mary.
En 1807 se publicó en la prestigiosa revista Edinburgh Review su libro de poemas Horas de ocio, que suscitó dispares opiniones. Ante las críticas siempre respondía de forma combativa o escribiendo una nueva obra. En 1809 ocupó un escaño en la Cámara de los Lores, escribió la sátira Bardos ingleses y críticos escoceses y emprendió un viaje de dos años por diversos países de Europa. Inició el viaje por España, en donde le cautivó la belleza de las españolas (escribió el poema La chica de Cádiz) y tuvo una entrevista con el General Castaños en plena Guerra de la independencia. Viajó también por Portugal, Albania, Malta y Grecia, en donde atravesó el Helesponto a nado, junto con su amigo Hobhouse, y donde escribió las sátiras Hints from Horace y La maldición de Minerva. También estuvo en Turquía, donde intentó descubrir Troya. Durante estos viajes tuvo varias relaciones, tanto con mujeres como con hombres. En 1811 murieron su madre y dos de sus amigos en tan solo un mes. Dichas pérdidas influyeron mucho sobre su ánimo, ya que se obsesionó con la muerte. En esta época se refugió en su medio hermana Augusta Leigh, manteniendo una relación con ella. Como consecuencia se le acusó por incesto (ella estaba casada y en la primavera de 1814 dio a luz a su tercera hija, Medora, rumoreándose que era de Byron y no de su esposo).
Madurez
La publicación en 1812 de los dos primeros cantos de Las peregrinaciones de Childe Harold, poemas que narran sus viajes por Europa, lo llevaron a la fama. Además, realizó otra serie de obras como El Giaour, La novia de Abidos, El corsario y Lara, estableciendo lo que se llamó el héroe de Byron. Por esta época conoció al que sería su biógrafo Thomas Moore. También fue famosa su aventura con la aristócrata lady Caroline Lamb. Byron fue poco querido por los demás componentes de la nobleza por sus continuos amoríos y críticas (como al duque de Wellington). Incluso fue insultado públicamente en la cámara de los Lores, a causa de haber defendido el ludismo y a los católicos. Pero a él realmente le importaba muy poco e incluso le gustaba que lo odiaran pues, en su opinión, también lo temían. En 1815, año en que publicó Melodías hebreas, se casó con Anna Isabella Noel Byron, a quien le dijo en la noche de bodas: «Te arrepentirás de haberte casado con el diablo». En su luna de miel, cuando pasaban por un pueblo, sonaron las campanas por un fallecido, a lo que Byron dijo: «Seguro que esas campanas tocan por nosotros», dando a entender el poco futuro de la relación al ser personalidades poco afines. Tras conocerse que Byron no le era fiel, Anna Isabella lo abandonó en 1816 tras dar a luz a la única hija legítima del poeta, la genial matemática Augusta Ada. Los rumores sobre sus relaciones incestuosas con su medio hermana Augusta (con la que se rumoreaba que tuvo una hija, Medora), sus poemas antipatrióticos, su acusación de sodomía y las dudas sobre su cordura provocaron su ostracismo social. Amargado profundamente, Byron abandonó Inglaterra en 1816 y nunca volvió.
A partir de 1816 comenzaría una suerte de viajes por casi toda Europa que no acabarían hasta su muerte. En 1816 llegó a visitar Waterloo, lugar turístico por excelencia en aquella época, cuando tan sólo hacía un año desde que se celebró allí la famosa batalla.
En el año de 1816 se trasladó a Suiza y estuvo viviendo algún tiempo junto a Percy Shelley, Mary Shelley y su médico personal John William Polidori (Byron fue muy propenso a las enfermedades y fue otra de las causas de sus depresiones). En una tormentosa noche de verano de 1816 se reunieron los cuatro en la Villa Diodati, alquilada por Byron, y decidieron escribir relatos de terror dignos de aquella noche lúgubre. Inspirados ambos en la personalidad de Byron, Mary Shelley escribió Frankenstein y Polidori su relato El Vampiro. En su estancia suiza Byron redactó El prisionero de Chillón, El himno a la belleza intelectual, El sueño y Estancias a Augusta.
Desde 1817 hasta 1822 estuvo viajando por Italia, recorriendo ciudades como Pisa, Génova y Roma, donde tuvo una aventura con Margarita Cogni y vivió en el palacio Nani-Mocenigo. La residencia fue casi un harén para él y frecuentó las tertulias de las condesas Benzoni y Albrizzi. En 1821 participó en la revuelta de los Carbonarios en Rávena y se enroló en los movimientos contra el papa (publicó por entonces su obra crítica La profecía de Dante) y contra Austria. También llegó a vivir un tiempo en Venecia, donde según fanfarroneaba tuvo 250 relaciones sexuales con mujeres, y donde vivió con la condesa Teresa Guiccioli, recién separada de su anciano marido. Edgar Allan Poe, el escritor estadounidense, se basó en esa relación para escribir "La Cita", un relato gótico de 1834.
Se apasionó con la lectura del Fausto de Johann Wolfgang von Goethe, escritor a quien admiraba y con quien se carteó varias veces. Esta admiración era recíproca, ya que Goethe escribió que Byron era «el poeta del presente». A finales de 1821 escribió Manfredo, influido por el Fausto de Goethe y los parajes montañosos de Suiza; acabó varios cantos de su Don Juan y creó un periódico con Percy Shelley llamado El Liberal. Lord Byron admiraba a los generales Páez y Bolívar (a una goleta suya la llamaba «Bolívar») y estuvo a punto de enrolarse en unos de los tantos contratos que se hacían en Londres para ir a combatir en la guerra de independencia de Venezuela. Seguramente lord Byron conocía las hazañas de estos aguerridos militares por boca de los expedicionarios que regresaban a Europa, por sus escritos, narraciones o por comentarios de la prensa de la época.
En abril de 1822 murió su hija ilegítima Allegra (nacida de su relación con Claire Clairmont, hermanastra de Mary Shelley) cuando apenas había cumplido cinco años y a la que Byron tenía gran aprecio. Además, mientras hacía un viaje junto a su gran amigo Percy Shelley en goleta (la de Byron se llamaba «Bolívar» y la de Shelley «Don Juan»), este último murió en un naufragio ocurrido el 8 de julio junto a su amigo, el capitán Williams. En septiembre se instaló en Génova, ya que quiso dedicarse a la política sin éxito.
Aventura en Grecia y muerte
En marzo de 1823 lo designaron miembro del Comité de Londres para la independencia de Grecia, y se marchó allí en 1824 desde Génova en la goleta Hercules para luchar por la independencia del país, entonces parte del Imperio otomano. Allí escribió su última composición A mis treinta y seis años; dio 4000 libras y se le designó un regimiento; contactó con los bandidos de Suliotas; fue recibido como un héroe por los griegos, quienes querían hacerlo comandante, y planeó un ataque junto con el príncipe Alexandros Mavrokordatos, pero se desanimó pronto al descubrir las rencillas por el poder de los distintos grupos griegos. Mavrokordatos y Byron planeaban atacar la fortaleza de Lepanto (Naupacto) en manos de los turcos, en la desembocadura del Golfo de Corinto. Byron empleó a un maestro de fuego para preparar la artillería y formó parte del ejército rebelde bajo su propio mando, a pesar de su falta de experiencia militar. Antes de que la expedición pudiera zarpar, el 15 de febrero de 1824, cayó enfermo y la sangría que se le practicó lo debilitó aún más. Se recuperó parcialmente, pero el 10 de abril de 1824 sufrió un ataque epiléptico y enfermó de un resfriado violento, que la sangría terapéutica, hecha por insistencia de sus médicos, solo agravó. Los médicos le prescribieron unas sangrías, a las que él se negó. Días después, extenuado por la enfermedad y llamándolos asesinos, permitió a los médicos sacarle toda la sangre que desearan. El 16 de abril practicaron la primera sin buen resultado. Al día siguiente realizaron otras dos. Este tratamiento, realizado con instrumental médico no esterilizado, pudo haberle provocado sepsis. Contrajo una fiebre violenta y murió en Missolonghi el 19 de abril sin haber cumplido su sueño de independencia griega. Testigos presenciales aseguraron que, en total, le habían extraído unos dos litros de sangre, aproximadamente..
Goethe escribió ante la noticia de su muerte: «Descansa en paz, amigo mío; tu corazón y tu vida han sido grandes y hermosos».
Un suburbio de Atenas fue llamado Vyronia en su honor.
Su cuerpo fue trasladado por Edward Trelawny, también implicado en la causa griega, y enterrado en la iglesia de Santa María Magdalena de Hucknall, Nottinghamshire (cerca de Newstead Abbey), junto a su madre. En la abadía de Westminster, en el llamado Rincón de los Poetas, solo se encuentra un monumento conmemorativo inaugurado en 1969, ya que en la época de la muerte de Byron no se permitió su enterramiento en la abadía por su dudosa moralidad. Abierto su ataúd en 1938, se comprobó el buen estado general del cuerpo primitivamente embalsamado y llevado originariamente a Inglaterra en una cuba de coñac presentando únicamente las extremidades signos de descomposición. Su rostro perfectamente conservado, congelado su semblante en una serena sonrisa, reflejaba de manera reconocible sus facciones plasmadas en docenas de cuadros y grabados, y su cabello mostraba un color grisáceo como única muestra del paso del tiempo.
Obra poética
Byron fue un escritor prolífico. En 1833 su editor John Murray publicó 17 volúmenes sobre toda su obra, incluyendo la biografía de Thomas Moore. Su gran obra, Don Juan, un poema de 17 cantos escrito en ottava rima, fue uno de los más importantes poemas largos publicados en Inglaterra, desde El paraíso perdido de John Milton. Don Juan incluye elementos satíricos, polémicos y profundas reflexiones filosóficas e influyó a nivel social, político, literario e ideológico. Su recepción fue controvertida, ya que fue acusado de inmoralidad. El poema, al igual que Las peregrinaciones de Childe Harold, se caracteriza por la carismática personalidad del narrador, que aúna el texto y a menudo recurre a digresiones. Don Juan sirvió de inspiración para los autores victorianos y quedó inacabado debido a la prematura muerte de Byron.
Influyó en los autores románticos del siglo XIX, sobre todo por sus héroes o antihéroes. Sus personajes presentan un idealizado pero defectuoso carácter cuyos atributos incluían:
Gran talento.
Gran exhibició
Un gran de pasión.
Aversión por la sociedad y por las instituciones sociales.
Frustración por un amor imposible debido a los límites impuestos por la sociedad o la muerte.
Rebeldía.
Exilio.
Oscuro pasado.
Comportamiento autodestructivo.
Las obras Las peregrinaciones de Childe Harold, Lara, Manfredo y Don Juan contienen ciertos aspectos y referencias autobiográficas.
También escribió poemas poemas breves como Oscuridad, que tiene un tono apocalíptico inspirado por las consecuencias de una erupción del volcán Tamora; poemas líricos como Ella camina en belleza; pequeños poemas narrativos como El Prisionero de Chillon; y otros más extensos de evidente contenido polémico como The Vision of Judgment, un texto en el que caricaturiza y critica duramente a Robert Southey.
En la España absolutista del rey Fernando VII y en una América hispana que luchaba por su emancipación, la vida y obra de Byron tuvieron una gran influencia y sirvieron de inspiración a los poetas del Romanticismo.
Fue un autor admirado por muchos de sus contemporáneos, como Goethe, Alphonse de Lamartine, Jan Potocki, y por otros de generaciones inmediatas, como Edgar Allan Poe (quien basó muchas de sus Narraciones extraordinarias en personajes de Byron), Gustavo Adolfo Bécquer, Mijaíl Lermontov, Alejandro Pushkin, José Mármol, Víctor Hugo, Alejandro Dumas y Charles Nodier.
Carácter
Lord Byron tuvo un particular magnetismo personal. Consiguió la reputación de no ser convencional, de ser excéntrico, polémico, ostentoso y controvertido. Muchos han atribuido sus capacidades extraordinarias a un trastorno bipolar, también conocido como síndrome maníaco-depresivo. Siempre fue ácido y cruel. Se inclinó por los desheredados, los marginados, los miserables como los corsarios y los cosacos, y todo lo demás era hipocresía: nobleza, sociedad, etc. Siempre defendió a los más débiles y a los oprimidos, por lo que apoyó a España frente a la invasión napoleónica, a la independencia de las naciones suramericanas y, por supuesto, a la libertad de su querida Grecia. Fue un gran admirador de Rousseau. Tuvo gran afición por la compañía de los animales, como por su perro Terranova «Boatswain», en cuya tumba escribió:
Aquí reposan
los restos de una criatura
que fue bella sin vanidad
fuerte sin insolencia,
valiente sin ferocidad
y tuvo muchas de las virtudes del hombre
y ninguno de sus defectos.
Byron, mientras estudiaba en Cambridge, guardó un oso en una institución en donde estaban prohibidos los animales domésticos. En otras épocas de su vida tuvo de compañía a un zorro, monos, loros, gatos, un águila, un halcón, gallinas de Guinea, un cuervo, un tejón, gansos, una grulla egipcia y una garza.
Legado e influencia
Byron está considerado como la primera celebridad tal y como se concibe el término modernamente. Su imagen de héroe fascinó al público y su propia esposa Annabella acuñó el término byromanía para referirse a la expectación y conmoción que causaba allá donde iba, que se parecía a la que puedan provocar las estrellas del pop o el rock actuales. La autoconciencia de su imagen personal y su capacidad de autopromoción hizo que, por ejemplo, diera instrucciones a los artistas que lo retrataban para que nunca lo representaran en actitud sedentaria o pasiva, con una pluma o un libro en la mano (que era la imagen prototípica de los escritores), sino como un hombre de acción. Con el tiempo, Byron intentó apartarse de su exposición pública, que tanto había promovido en su primera época.
La quema de las memorias de Byron en las oficinas de su editor John Murray un mes después de su muerte, y la supresión de los detalles de la bisexualidad de Byron en documentos alusivos a él, hicieron que sus biografías posteriores dieran una imagen distorsionada del personaje. Hasta fecha tan tardía como 1950 no se autorizó al académico Leslie Marchard a dar detalles sobre las relaciones homosexuales de Byron.
La refundación de la Sociedad de Byron en 1971 reflejó cómo pervivía la fascinación por Byron y su obra. La sociedad organizó numerosas actividades y publicó una revista anual. Pronto el número de sociedades byronianas llegó a 36, extendidas por todo el planeta. Todos los años organizan una conferencia anual en la que se reúnen.
Byron ejerció una gran influencia en la literatura y el arte. En su momento fue considerado el poeta más importante del mundo y su reputación e importancia se mantiene. Su personalidad y sus escritos también inspiraron a numerosos compositores: hay más de cuarenta óperas inspiradas en sus obras y al menos tres óperas con el propio Byron como personaje principal (una de ellas Lord Byron de Virgil Thomson). Los versos de Byron fueron puestos en música por Hector Berlioz, cuya música refleja la influencia de Byron, especialmente en su sinfonía con viola solista Harold en Italia, obra basada en Las peregrinaciones de Childe Harold.
(Sacado de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] )
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Algunos poemas de Lord Byron:
ACUÉRDATE DE MÍ
Llora en silencio mi alma solitaria,
excepto cuando está mi corazón
unido al tuyo en celestial alianza
de mutuo suspirar y mutuo amor.
Es la llama de mi alma cual lumbrera,
que brilla en el recinto sepulcral:
casi extinta, invisible, pero eterna...
ni la muerte la puede aniquilar.
¡Acuérdate de mí!... Cerca a mi tumba
no pases, no, sin darme una oración;
para mi alma no habrá mayor tortura
que el saber que olvidaste mi dolor.
Oye mi última voz. No es un delito
rogar por los que fueron. Yo jamás
te pedí nada: al expirar te exijo
que vengas a mi tumba a sollozar.
Versión de Enrique Álvarez Bonilla
ADIÓS
¡Adiós! si dicha se concede al hombre
de una plegaria en premio, ésta tu nombre
elevará hasta el trono del Señor.
Promesas, quejas, llanto, fueran vanos;
más que el lloro, exprimido, ya sangrante,
de ojos sin luz, tenaz remordimiento
esta palabra dice... ¡Adiós! ¡Adiós!
Secos están mis ojos, extinguida
mi voz, pero al dejarte, de mi vida
se adueña para siempre un gran dolor.
Aunque el pesar y la pasión torturan
mi corazón, quejarse no le es dado...
Yo sólo sé que en vano hemos amado...
Sólo puedo sentir... ¡Adiós! adiós.
Versión de Jorge Isaacs
AL CUMPLIR MIS 36 AÑOS
¡Calma, corazón, ten calma!
¿A qué lates, si no abates
ya ni alegras a otra alma?
¿A qué lates?
Mi vida, verde parral,
dio ya su fruto y su flor,
amarillea, otoñal,
sin amor.
Más no pongamos mal ceño!
¡No pensemos, no pensemos!
Démonos al alto empeño
que tenemos.
Mira: Armas, banderas, campo
de batalla, y la victoria,
y Grecia. ¿No vale un lampo
de esta gloria?
¡Despierta! A Hélade no toques,
Ya Hélade despierta está.
Invócate a ti. No invoques
más allá
Viejo volcán enfriado
es mi llama; al firmamento
alza su ardor apagado.
¡Ah momento!
Temor y esperanza mueren.
Dolor y placer huyeron.
Ni me curan ni me hieren.
No son. Fueron.
¿A qué vivir, correr suerte,
si la juventud tu sien
ya no adorna? He aquí tu
muerte.
Y está bien.
Tras tanta palabra dicha,
el silencio. Es lo mejor.
En el silencio ¿no hay dicha?
y hay valor.
Lo que tantos han hallado
buscar ahora para ti:
una tumba de soldado.
Y hela aquí.
Todo cansa todo pasa.
Una mirada hacia atrás,
y marchémonos a casa.
Allí hay paz.
Versión de Enrique Álvarez Bonilla
CAMINA BELLA, COMO LA NOCHE...
Camina bella, como la noche
De climas despejados y de cielos estrellados,
Y todo lo mejor de la oscuridad y de la luz
Resplandece en su aspecto y en sus ojos,
Enriquecida así por esa tierna luz
Que el cielo niega al vulgar día.
Una sombra de más, un rayo de menos,
Hubieran mermado la gracia inefable
Que se agita en cada trenza suya de negro brillo,
O ilumina suavemente su rostro,
Donde dulces pensamientos expresan
Cuán pura, cuán adorable es su morada.
Y en esa mejilla, y sobre esa frente,
Son tan suaves, tan tranquilas, y a la vez elocuentes,
Las sonrisas que vencen, los matices que iluminan
Y hablan de días vividos con felicidad.
Una mente en paz con todo,
¡Un corazón con inocente amor!
Versión de F. Maristany
CANCIÓN DEL CORSARIO
En su fondo mi alma lleva un tierno secreto
solitario y perdido, que yace reposado;
mas a veces, mi pecho al tuyo respondiendo,
como antes vibra y tiembla de amor, desesperado.
Ardiendo en lenta llama, eterna pero oculta,
hay en su centro a modo de fúnebre velón,
pero su luz parece no haber brillado nunca:
ni alumbra ni combate mi negra situación.
¡No me olvides!... Si un día pasaras por mi tumba,
tu pensamiento un punto reclina en mí, perdido...
La pena que mi pecho no arrostrara, la única,
es pensar que en el tuyo pudiera hallar olvido.
escucha, locas, tímidas, mis últimas palabras
-la virtud a los muertos no niega ese favor-;
dame... cuanto pedí. Dedícame una lágrima,
¡la sola recompensa en pago de tu amor!...
Versión de F. Maristany
CUANDO NOS SEPARAMOS...
Cuando nos separamos
en silencio y con lágrimas,
con el corazón medio roto,
para apartarnos por años,
tu mejilla se tornó pálida y fría
y tu beso aún más frío...
Aquella hora predijo
en verdad todo este dolor.
El rocío de la mañana
resbaló frío por mi frente
y fue como un anuncio
de lo que ahora siento.
Tus juramentos se han roto
y tu fama ya es muy frágil;
cuando escucho tu nombre
comparto su vergüenza.
Cuando te nombran delante de mí,
un toque lúgubre llega a mi oído
y un estremecimiento me sacude.
¿Por qué te quise tanto?
Aquellos que te conocen bien
no saben que te conocí:
Por mucho, mucho tiempo
habré de arrepentirme de ti
tan hondamente,
que no puedo expresarlo.
En secreto nos encontramos,
y en silencio me lamento
de que tu corazón pueda olvidar
y tu espíritu engañarme.
Si llegara a encontrarte
tras largos años,
¿cómo habría de saludarte?
¡Con silencio y con lágrimas!
Versión de Arturo Rizzi
EL PRIMER BESO DE AMOR
Ausente con tus ficciones de endebles romances,
Aquellos harapos de falsedad tejidos por la locura;
Dadme el espíritu fugaz con su débil resplandor,
O el arrebato que habita en el primer beso de amor.
Si, poetas, vuestros pechos con fantasías brillarán,
Aquella pasión en la arboleda danzará con ardor;
Y de la bendita inspiración vuestros sonetos fluirán,
¿Pero podrán alguna vez saborear el primer beso de amor?
Si Apolo debe rehusar su asistencia,
O las Nueve dispuestas están a tu servicio;
No las invoquéis, decidle adiós a las Musas,
Y prueba el efecto del primer beso de amor.
Los odio, y odio vuestras frías composiciones,
Aunque el prudente me condene,
Y el intolerante lo repruebe;
Yo abrazo las delicias que brotan del corazón,
Cuyos latidos y alegría son el primer beso de amor.
Vuestros pastores y sus rebaños, aquellos temas fantásticos,
Tal vez puedan divertir pero nunca conmoverán.
Arcadia se despliega como un sueño de bello color,
¿Pero cómo podría compararse con el primer beso de amor?
¡Oh, cesad de afirmar que el hombre, desde que surgió
Del linaje de Adán, ha luchado contra la miseria!
Algunas parcelas del Cielo vibran en la Tierra,
Y el Edén resurge con el primer beso de amor.
Cuando los años hielen la sangre, cuando nuestros placeres pasen,
(Flotando durante años en las alas de una paloma)
El recuerdo más amado será siempre el último,
Nuestro monumento más dulce, el primer beso de amor.
EN UN ÁLBUM
Sobre la fría losa de una tumba
un nombre retiene la mirada de los que pasan,
de igual modo, cuando mires esta página,
pueda el mío atraer tus ojos y tu pensamiento.
Y cada vez cada vez que acudas a leer este nombre,
piensa en mí como se piensa en los muertos;
e imagina que mi corazón está aquí,
inhumado e intacto.
Versión de Arturo Rizzi
ESTROFAS PARA MÚSICA
No digo - No esbozo - No respiro vuestro nombre,
Hay pesar en el sonido - habría culpa en la fama;
Pero la lágrima que ahora arde en mi mejilla puede dar cuenta
Del profundo pensamiento que habita en ese silencio del corazón.
Demasiado cortas para nuestra pasión, demasiado largas para nuestra paz,
Fueron aquellas horas, ¿puede cesar su alegría o su amargura?
Nos arrepentimos - abjuramos - deseamos romper nuestra cadena;
Debemos separarnos - debemos volar a - unirla otra vez.
¡Oh! Vuestra sea la alegría y mía sea la culpa,
Perdonadme adorada - abandonadme si lo deseáis;
Pero el corazón que porto expirará sin haber sido rebajado,
Y los hombres no lo quebraran - sea lo que sea que podáis vos.
Y firme ante el altivo, pero humilde ante vos,
Habrá de ser mi alma en su más amarga oscuridad;
Y nuestros días han de ser más rápidos - y nuestros momentos más dulces,
Con vos a mi lado - que con el mundo a nuestros pies.
Una visión de vuestro dolor - una imagen de vuestro amor,
Habrá de cambiarme o confirmarme, de castigar o reprobar;
Y los sin corazón podrán maravillarse de tanto a lo que renunciamos,
Vuestro labio no habrá de responder a ellos - sino al mío.
HUBO UN TIEMPO... ¿RECUERDAS?
Hubo un tiempo... ¿recuerdas? su memoria
Vivirá en nuestro pecho eternamente...
Ambos sentimos un cariño ardiente;
El mismo, ¡oh virgen! que me arrastra a ti.
¡Ay! desde el día en que por vez primera
Eterno amor mi labio te ha jurado,
Y pesares mi vida han desgarrado,
Pesares que no puedes tú sufrir;
Desde entonces el triste pensamiento
De tu olvido falaz en mi agonía:
Olvido de un amor todo armonía,
Fugitivo en su yerto corazón.
Y sin embargo, celestial consuelo
Llega a inundar mi espíritu agobiado,
Hoy que tu dulce voz ha despertado
Recuerdos, ¡ay! de un tiempo que pasó.
Aunque jamás tu corazón de hielo
Palpite en mi presencia estremecido,
Me es grato recordar que no has podido
Nunca olvidar nuestro primer amor.
Y si pretendes con tenaz empeño
Seguir indiferente tu camino...
Obedece la voz de tu destino
Que odiarme puedes; olvidarme, no.
Versión de Arturo Rizzi
LA DESTRUCCIÓN DE SENAQUERIB
Bajaron los asirios como al redil el lobo :
brillaban sus cohortes con el oro y la púrpura ;
sus lanzas fulguraban como en el mar luceros,
como en tu onda azul, Galilea escondida.
Tal las ramas del bosque en el estío verde,
la hueste y sus banderas traspasó en el ocaso:
tal las ramas del bosque cuando sopla el otoño,
yacía marchitada la hueste, al otro día.
Pues voló entre las ráfagas el Ángel de la Muerte
y tocó con su aliento, pasando, al enemigo:
los ojos del durmiente fríos, yertos, quedaron,
palpitó el corazón, quedó inmóvil ya siempre.
Y allí estaba el corcel, la nariz muy abierta,
mas ya no respiraba con su aliento de orgullo:
al jadear, su espuma quedó en el césped, blanca,
fría como las gotas de las olas bravías.
Y allí estaba el jinete, contorsionado y pálido,
con rocío en la frente y herrumbre en la armadura,
y las tiendas calladas y solas las banderas,
levantadas las lanzas y el clarín silencioso.
Y las viudas de Asur con gran voz se lamentan
y el templo de Baal ve quebrarse sus ídolos,
y el poder del Gentil, que no abatió la espada,
al mirarle el Señor se fundió como nieve.
Versión de Màrie Montand
LA GACELA SALVAJE
La gacela salvaje en montes de Judea
Puede brincar aún, alborozada,
puede abrevarse en esas aguas vivas
que en la sagrada tierra brotan siempre;
puede alzar el pie leve y con ardientes ojos
mirar, en un transporte de indómita alegría.
Pies ágiles también y ojos más encendidos
aquí tuvo Judea en otros tiempos,
y en el lugar del ya perdido gozo,
más bellos habitantes hubo un día.
Ondulan en el Líbano los cedros, mas se fueron
las hijas de Judea, aun más majestuosas.
Más bendita la palma de esos llanos
que de Israel la dispersada estirpe,
pues echa aquí raíces y se queda,
graciosa y solitaria:
ya su suelo natal no deja nunca
y no podrá vivir en otras tierras.
Mas nosotros vagamos, agostados,
para morir muy lejos:
donde están las cenizas de los padres
nunca descansarán nuestras cenizas;
ya ni un solo sillar le queda a nuestro templo
y en trono de Salem se ha sentado la Burla.
Versión de Màrie Montand
LA JORNADA DE MISINO ANOCHECIÓ
La jornada de mi sino anocheció
y la estrella de mi hado se apaga
pero tu tierno corazón no quiere advertir
las faltas que los demás señalaban;
tu alma sabía de mi dolor
y no dudó en quedarse a mi lado,
y el amor que mi espíritu pintó
nunca lo encontró sino en ti.
Entonces, si la naturaleza alrededor sonríe,
y es la última sonrisa que responde a la mía,
no creo que me esté engañando
pues me recuerda a cómo me sonreías;
y cuando el viento está en guerra con el mar,
como los corazones en que creí lo están conmigo,
si las olas me mueven a la emoción
es porque me están alejando de tí.
Aunque se rompa la roca de mi última esperanza
y sus fragmentos se hundan entre las olas,
aunque sienta que mi alma se encamina
al dolor... no será su esclava.
Muchos sufrimientos me perseguirán:
podrán aplastarme, pero no seré despreciado...
Podrán atormentarme, pero no me vencerán...
porque pensaré en ti... no en ellos.
Aunque humana, no me decepcionaste;
aunque mujer, no me abandonaste;
aunque amada no me heriste;
aunque te calumniaron no vacilaste;
aunque confié en ti no me ignoraste;
aunque nos separamos no huiste;
aunque me vigilabas no me infamaste;
ni callaste para que no te contradijeran.
No culpo al mundo ni lo desprecio
ni a la guerra de muchos contra uno;
si mi alma no supo resistirla
había que evitarla cuanto antes.
Y ese error me costó más caro
de lo que creí haber previsto,
por muchas que sean mis penas
no me han privado de ti.
Del naufragio de los días pasados
me queda al menos un recuerdo:
me enseñó que lo más venerado
es lo que más merece amarse.
En el desierto una fuente está manando,
en el vasto baldío aún queda un árbol
y en él un pájaro canta solitario
que, a mi espíritu, le habla de ti.
Versión de Edgardo Dobry y Andrés Ehrenhaus
LA PARTIDA
¡Todo acabó! La vela temblorosa
se despliega a la brisa del mar,
y yo dejo esta playa cariñosa
en donde queda la mujer hermosa,
¡ay!, la sola mujer que puedo amar.
Si pudiera ser hoy lo que antes era,
y mi frente abatida reclinar
en ese seno que por mí latiera,
quizá no abandonara esta ribera
y a la sola mujer que puedo amar.
Yo no he visto hace tiempo aquellos ojos
que fueron mi contento y mi pesar;
la amo, a pesar de sus enojos,
pero abandono Albión, tierra de abrojos,
y a la sola mujer que puedo amar.
Y rompiendo las olas de los mares,
a tierra extraña, patria iré a buscar;
mas no hallaré consuelo a mis pesares,
y pensaré desde extranjeros lares
en la sola mujer que puedo amar.
Como una viuda tórtola doliente
mi corazón abandonado está,
porque en medio de la turba indiferente
jamás encuentro la mirada ardiente
de la sola mujer que puedo amar.
Jamás el infeliz halla consuelo
ausente del amor y la amistad,
y yo, proscrito en extranjero suelo,
remedio no hallaré para mi duelo
lejos de la mujer que puedo amar.
Mujeres más hermosas he encontrado,
mas no han hecho mi seno palpitar,
que el corazón ya estaba consagrado
a la fe de otro objeto idolatrado,
a la sola mujer que puedo amar.
Adiós, en fin. Oculto en mi retiro,
en el ausente nadie ha de pensar;
ni un solo recuerdo, ni un suspiro
me dará la mujer por quien deliro,
¡ay!, la sola mujer que puedo amar.
Comparando el pasado y el presente,
el corazón se rompe de pesar,
pero yo sufro con serena frente
y mi pecho palpita eternamente
por la sola mujer que puedo amar.
Su nombre es un secreto de mi vida
que el mundo para siempre ignorará,
y la causa fatal de mi partida
la sabrá sólo la mujer querida,
¡ay!, la sola mujer que puedo amar.
¡Adiós!..Quisiera verla... mas me acuerdo
que todo para siempre va a acabar;
la patria y el amor, todo lo pierdo...
pero llevo el dulcísimo recuerdo
de la sola mujer que puedo amar.
¡Todo acabó! La vela temblorosa
se despliega a la brisa del mar,
y yo dejo esta playa cariñosa
en donde queda la mujer hermosa,
¡ay!, la sola mujer que puedo amar.
Versión de Ismael Enrique Arciniegas
NO VOLVEREMOS A VAGAR
Así es, no volveremos a vagar
Tan tarde en la noche,
Aunque el corazón siga amando
Y la luna conserve el mismo brillo.
Pues así como la espada gasta su vaina,
Y el alma consume el pecho,
Asimismo el corazón debe detenerse a respirar,
E incluso el amor debe descansar.
Aunque la noche fue hecha para amar,
Y los días vuelven demasiado pronto,
Aún así no volveremos a vagar
A la luz de la luna.
SOL DEL QUE TRISTE VELA...
¡Sol del que triste vela,
astro de cumbre fría,
cuyos trémulos rayos de la noche
para mostrar las sombras sólo brillan.
!Oh, cuánto te asemeja
de la pasada dicha
al pálido recuerdo, que del alma
sólo hace ver la soledad umbría!
Reflejo de una llama
oculta o extinguida,
llena la mente, pero no la enciende;
vive en el alma, pero no lo anima.
Descubre cual tú, sombras
que esmalta o acaricia,
y como a ti, tan sólo la contempla
el dolor mudo en férvida vigilia.
SONETO A CHILLON
¡Espíritu eterno de la mente sin cadenas!
¡Libertad! Más brillante eres en las mazmorras,
Pues allí tu morada es el corazón -
El corazón al que sólo el amor por tí puede atar.
Y cuando tus hijos son enviados a los grilletes -
A los grilletes, y al húmedo sótano de penumbra sin día,
Su país vence con su martirio,
Y el nombre de la Libertad halla alas en todo viento.
¡Chillon! Tu prisión es un sitio sagrado,
Y tu triste suelo un altar, pues fue hollado,
Hasta que sus pasos dejaron una huella
Gastada, como si tu pavimento fuese un prado,
¡Por Bonnivard! - ¡Que no se borre ninguna de esas marcas!
Pues ellas claman a Dios contra la tiranía.
TE VI LLORAR
¡Yo te vi llorar! Tu lágrima, mía,
en tu pupila azul brillaba inquieta,
como la blanca gota de rocío
sobre el tallo delicado de la violeta.
¡Te vi reír! Y un fértil mayo,
las rosas deshojadas por la brisa
no pudieron dibujar en su desmayo
la inefable expresión de tu sonrisa.
Así como las nubes en el cielo
del sol reciben una luz tan bella,
que la noche no borra con su beso,
ni eclipsa con su luz la clara estrella.
Tu sonrisa transmite la fortuna
al alma triste, y tu mirada incierta,
deja una dulce claridad tan pura
que llega al corazón después de muerta.
TUVE UN SUEÑO, QUE NO ERA DEL TODO UN SUEÑO...
Tuve un sueño, que no era del todo un sueño.
El brillante sol se apagaba, y los astros
Vagaban apagándose por el espacio eterno,
Sin rayos, sin rutas, y la helada tierra
Oscilaba ciega y oscureciéndose en el aire sin luna;
La mañana llegó, y se fue, y llegó, y no trajo consigo el día,
Y los hombres olvidaron sus pasiones ante el terror
De esta desolación; y todos los corazones
Se congelaron en una plegaria egoísta por luz;
Y vivieron junto a hogueras - y los tronos,
Los palacios de los reyes coronados - las chozas,
Las viviendas de todas las cosas que habitaban,
Fueron quemadas en los fogones; las ciudades se consumieron,
Y los hombres se reunieron en torno a sus ardientes casas
Para verse de nuevo las caras unos a otros;
Felices eran aquellos que vivían dentro del ojo
De los volcanes, y su antorcha montañosa:
Una temerosa esperanza era todo lo que el mundo contenía;
Se encendió fuego a los bosques - pero otra tras hora
Fueron cayendo y apagándose - y los crujientes troncos
Se extinguieron con un estrépito - y todo estuvo negro.
Las frentes de los hombres, a la luz sin esperanza
Tenían un aspecto no terreno, cuando de pronto
Los haces caían sobre ellos; algunos se tendían
Y escondían sus ojos y lloraban; otros descansaban
Sus barbillas en sus manos apretadas, y sonreían;
Y otros iban rápido de aquí para allá, y alimentaban
Sus pilas funerarias con combustible, y miraban hacia arriba
Con loca inquietud al sordo cielo,
El sudario de un mundo pasado; y entonces otra vez
Con maldiciones se arrojaban sobre el polvo,
Y rechinaban sus dientes y aullaban; las aves silvestres chillaban,
Y, aterrorizadas, revoloteaban sobre el suelo,
Y agitaban sus inútiles alas; los brutos más salvajes
Venían dóciles y trémulos; y las víboras se arrastraron
Y se enroscaron entre la multitud,
Sisando, pero sin picar - y fueron muertas para ser alimento:
Y la Guerra, que por un momento se había ido,
Se sació otra vez; - una comida se compraba
Con sangre, y cada uno se sentó resentido y solo
Atiborrándose en la penumbra: no quedaba amor;
Toda la tierra era un solo pensamiento - y ese era la muerte,
Inmediata y sin gloria; y el dolor agudo
Del hambre se instaló en todas las entrañas - hombres
Morían, y sus huesos no tenían tumba, y tampoco su carne;
El magro por el magro fue devorado,
Y aún los perros asaltaron a sus amos, todos salvo uno,
aquel fue fiel a un cadáver, y mantuvo
A raya a las aves y las bestias y los débiles hombres,
Hasta que el hambre se apoderó de ellos, o los muertos que caían
Tentaron sus delgadas quijadas; él no se buscó comida,
Sino que con un gemido piadoso y perpetuo
Y un corto grito desolado, lamiendo la mano
Que no respondió con una caricia - murió.
De a poco la multitud fue muriendo de hambre; pero dos
De una ciudad enorme sobrevivieron,
Y eran enemigos; se encontraron junto
A las agonizantes brasas de un altar
Donde se había apilado una masa de cosas santas
Para un fin impío; hurgaron,
Y temblando revolvieron con sus manos delgadas y esqueléticas
En las débiles cenizas, y sus débiles alientos
Soplaron por un poco de vida, e hicieron una llama
Que era una burla; entonces levantaron
Sus ojos al verla palidecer, y observaron
El aspecto del otro - miraron, y gritaron, y murieron -
De su propio espanto mutuo murieron,
Sin saber quién era aquel sobre cuya frente
La hambruna había escrito Enemigo. El mundo estaba vacío,
Lo populoso y lo poderoso - era una masa,
Sin estaciones, sin hierba, sin árboles, sin hombres, sin vida -
Una masa de muerte - un caos de dura arcilla.
Los ríos, lagos, y océanos estaban quietos,
Y nada se movía en sus silenciosos abismos;
Los barcos sin marinos yacían pudriéndose en el mar,
Y sus mástiles bajaban poco a poco; cuando caían
Dormían en el abismo sin un vaivén -
Las olas estaban muertas; las mareas estaban en sus tumbas,
Antes ya había expirado su señora la luna;
Los vientos se marchitaron en el aire estancado,
Y las nubes perecieron; la Oscuridad no necesitaba
De su ayuda - Ella era el universo.
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