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    Francisco Urondo (1930-1976)

    Pedro Casas Serra
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    Francisco Urondo (1930-1976) Empty Francisco Urondo (1930-1976)

    Mensaje por Pedro Casas Serra Vie 25 Nov 2022, 05:09

    .


    Francisco Urondo o «Paco» Urondo (Santa Fe, 10 de enero de 1930-Guaymallén, 17 de junio de 1976) fue un escritor, poeta, guionista, periodista, militante y guerrillero argentino.

    Biografía

    Primeros años

    Francisco Urondo nació en la capital de la provincia de Santa Fe, Argentina, el 10 de enero de 1930.​ A comienzos de los años cincuenta, la revista vanguardista Poesía Buenos Aires publicó algunos de sus primeros poemas.​ Como periodista colaboró en diversos medios del país y del extranjero, entre ellos: Primera Plana, Panorama, Crisis, La Opinión (donde bautizó al periodista Horacio Verbitsky con el apodo de «El Perro»)​ y Noticias.

    Se casó además con la actriz Zulema Katz luego de que, en 1964, ella se separara del director David Stivel. Fue autor en colaboración de los guiones cinematográficos de las películas Pajarito Gómez y Noche terrible, y adaptó para la televisión Madame Bovary (novela de Gustave Flaubert), Rojo y negro (de Stendhal) y Los Maïas (de José Maria Eça de Queirós).

    Trayectoria

    En 1957, Urondo ocupó la Dirección de Arte Contemporáneo de la Universidad Nacional del Litoral.​ El 16 de junio de 1958 y con tan solo 27 años, el entonces gobernador de la provincia de Santa Fe, Carlos Sylvestre Begnis, al asumir, lo designó Director General de Cultura de la misma1​ En 1972, estuvo en pareja con Lili Massaferro, con quien militó en las FAR. Un año después, en 1973 fue designado Director del Departamento de Letras de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

    Militó en las organizaciones guerrilleras argentinas FAR y Montoneros. Participó en el copamiento de la ciudad de Garín realizado por las FAR el 30 de julio de 1970 en el que los guerrilleros mataron un policía.​ En febrero de 1973 fue detenido en Ingeniero Maschwitz (provincia de Buenos Aires) junto a Iván Roqué, Lili Massaferro y Alicia Rabboy (su última pareja). Además, la policía allanó el domicilio de Chela Murúa, exesposa de Paco, que vivía en el barrio de Colegiales, y la llevaron detenida, a pesar de que no participaba en política y estaba separada de Paco desde 1959.​

    En diciembre de 1976, la dictadura militar secuestró, torturó y asesinó a su hija, Claudia Urondo, y al esposo de esta, Mario «Jote» Koncuart.

    Muerte

    El 17 de junio de 1976 un militante de montoneros resultó detenido, de él se extrajeron documentos que daban cuenta de un copamiento a realizarse el día siguiente del que participaría Urondo, quien fue abatido junto a otros militantes montoneros luego de no acatar la orden de detenerse. El hecho sucedió en Mendoza el 18 de junio de 1976.​

    En 2011, varios policías fueron condenados por el fallecimiento de Urondo y el de otras 23 personas. La pena máxima recayó sobre el ex comisario inspector Juan Agustín Oyarzábal, el ex oficial inspector Eduardo Smahá Borzuk, el ex subcomisario Alberto Rodríguez Vázquez y el exsargento Celustiano Lucero. El exteniente Dardo Migno recibió 12 años de cárcel.​

    Durante el juicio se pudo determinar que Uroldo no se suicidó tragando una pastilla de cianuro, sino que seguramente le mintió a su pareja para quedarse en el automóvil como blanco fácil de los policías, e incitarla a escapar con su hija de dos años. Urondo falleció por estallido de cráneo provocado por un culatazo de fusil que le propinó el policía Celustiano Lucero.​

    Legado

    En su homenaje una plazoleta de Puerto Madero recibió el nombre de Plazoleta Francisco Paco Urondo.​ Un centro cultural de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires lleva su nombre.​ Desde 2013 el Centro Cultural Provincial santafesino pasó a denominarse "Centro Cultural Provincial Francisco 'Paco' Urondo".​

    ( Sacado de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] )


    Algunos poemas de Francisco Urondo:


    De Historia Antigua (1950-1957):


    EL OCASO DE LOS DIOSES

    No hay nadie en la calle, en los ruidos húmedos, en el vuelo de las hojas y mis pasos quieren reiniciar las maderas de la adolescencia.

    Pero todo está abandonado, no hay nada que pueda favorecernos; ningún aire de inconsciencia, ningún reino de libertad. Sólo hábitos tolerantes haciendo crujir nuestra memoria. "Ha estado bien", decimos.

    Dueños del incendio, de la bondad del crepúsculo, de nuestro hacer, de nuestra música, del único amor incoherente; soberanos de esa calle donde los tactos y la impresión hicieron su universo.

    Las sombras acarician aún sus veredas, tu mismo nombre y tu gesto son una forma nocturna que en esa constelación crece y sabe enrostrar nuestra culpa.

    Y todo termina con una esperanza, con una dilación —"ha estado bien"—, o en un bostezo, o en otro lugar donde es menester el coraje.



    OJOS GRANDES, SERENOS

    Andando, el barro nos llega a las caderas. Calmando algunas inquietudes, han nacido otras. Rodamos sobre nuevos remansos.

    Nadie vuelve; es ahora el momento del amor. El deseo es una ola suave; aquí en la orilla, con la mano firme, detrás de los juncos, frente al sol.

    Volarán los pájaros silvestres, las islas vencerán a las palabras: el silencio sagrado sobre el mundo.

    Iremos a la hoguera con los grandes herejes.



    De Lugares (1956-1957):


    BREVES

    a Noé Jirik

    II.6

    ¿qué podrá
    decir hoy
    de la rosa?

    ¿de la consunción
    del aire
    y del color?

    ¿del  manto
    de sueño
    sin identidad
    ni memoria
    que cae
    con el baile
    del último
    pétalo?

    qué puede decir
    si no alcanza a ver
    la luz que le pasa de largo

    si no se le ha animado
    al silencio más fácil




    De Nombres (1956-1958)


    COMO BOLA SIN MANIJA

    puedo ir para un lado
    puedo ir para otro lado
    encontrar estuarios pálidos cisnes quietos
    buques mansos que como a las nubes
    me llevan de un lado para otro lado

    puedo dar con lugares apacibles
    o sombras excitantes
    la primera piel de una mujer
    el aroma de una mujer el sonido de una fiesta
    puedo beber de cierto cuidado y enfermarme levemente
    y sentir en las sábanas el olor del sol

    puedo llegar a tener suerte en el juego y en la vida
    puedo cambiar de vida y de nombre
    puedo peinarme de otra manera
    y vestir como nunca lo hice

    puedo sorprender
    ser irascible o piadoso
    comprensivo con las mujeres
    o despiadado con sus increíbles sentimientos

    puedo como antaño volver a enamorarme
    puedo padecer por un vago recuerdo
    o tirar todo por la borda
    o no soportar la memoria
    –hoy te he recordado vagamente–

    puedo reír y cantar
    divertir a la gente
    y esperar a que todos estén completamente locos
    y ya no parezca tan divertido

    puedo envejecer y enmudecer para siempre
    y decir palabras sin mayor fundamento
    puedo gozar de placeres fáciles y complicados

    –eras alta antes de conocerte
    y hoy no he recordado tu nombre
    y pienso que otro día podré humillarlo–

    puedo tener rasgos bondadosos
    arranques de conmovedora caridad
    puedo echarme a perder
    o tener más hijos como si ofreciera
    el más estupendo y bonito de los mundos posibles

    puedo ambicionar una amplia fortuna
    hasta puedo trabajar o pensar en el as de oro
    o seducir a una adolescente frágil-como-un-pétalo-de-agosto

    puedo hacer viajes exóticos morder la espesura de un follaje
    jugar mi vida por unos diamantes impuros
    o por lánguidos ojos saturados de sabiduría

    puedo emborracharme aquí o en el extranjero
    y caer exhausto en la turgencia de un muslo
    o en el filo de una dudosa alcantarilla

    puedo investigar o escribir luminosos párrafos
    que abrirían por sí el futuro
    puedo ser un intelectual responsable o desaprensivo
    firmar o no firmar traicionar o jugar a la lealtad

    puedo ser adorado
    puedo ser odiado
    tener amantes
    distintas en su belleza singulares en sus caprichos
    o no tener a nadie
    y no guardar un solo recuerdo

    puedo rechazar la ternura
    o mendigarla como hace unas horas
    puedo vivir alternativas viejas o recientes
    fáciles y peligrosas

    puedo elegir mi destino
    aunque no sepa darle forma adecuada
    ni por dónde empezar

    puedo imaginar el tiempo que desconozco
    luchar por esa o por otra dulce aspiración
    puedo olvidar

    –hoy no he podido recordar tu nombre–

    de la memoria puedo imaginar las interminables apuestas
    y sus mañas de vieja tramposa
    puedo no pensar en que distribuye los signos
    de ese futuro tangible y ajeno



    De Del otro lado (1960-1965):


    PARQUES Y JARDINES

    Como aquellas ciruelas tan orientales, en un farol
    se balancea el ahorcado. Nadie
    puede olvidarlo
    como nadie olvida el sabor de los frutos exóticos.

    Se desconocen los hechos
    que liquidaron su tal vez limitada sabiduría, pero
    todos comparten una certidumbre grotesca:
    al sacar la lengua no tuvo tiempo de sonreír.

    Un momento antes pudo hacerlo; estaba
    entre amigos, lejos
    de preocupaciones, y tenía entre sus cartas un envido real.

    Sabemos qué consecuencias afrontan
    los afortunados en el juego,
    pero da lástima que con esas barajas
    haya tenido este desgraciado fin.

    Quienes representan al orden, no juegan.
    Es eficiente la Policía Federal; sus
    oficiales están bien educados, estudian
    diversas tomas, saltan,
    aprenden algunas técnica de la astucia y del contragolpe.
    Es un cuerpo eficiente, pero inoportuno.

    Llegó después que el pobre ahorcado sacara la lengua.
    Tarde llegó.
    Tarde has piado.
    Una pareja alcanzó a verlo con vida; su
    cuerpo temblaba,
    como en la pubertad se estremecía, y
    la pareja huyó: ella
    había olvidado algunas prendas
    y comenzaba a sentir frío.

    No conviene que el frío entre por allí;
    Dios ha destinado ese lugar para otros visitantes,
    por más ahorcados con los que uno tropiece en su vida.

    Él también tendrá frío en todas partes.
    También allí tendrá frío para siempre: el eterno
    silencio, el eterno frío
    de la muerte, se ha hecho cargo de su virilidad.

    Si no hubieran llegado tarde; de
    no estar ahorcado, él arrasaría
    el corazón de una fugitiva
    y ella lo hubiese amado con tierna delicadeza.
    Pero es demasiado tarde.

    Tarde llegó la patrulla, demasiado tarde
    con el oficial que ha seguido estudios,
    que tiene la valentía de no usar prendas femeninas;
    de no llegar tarde;
    de no sacar la lengua.

    ¡Ah el césped, el blando césped del Parque Chacabuco!
    ¡Cuántas prendas interiores,
    cuántas virginidades,
    cuántos ahorcados ha visto desaparecer!

    La lengua crece;
    está erecta, por poseer la noche resbaladiza del parque;
    las horas pegajosas de este mundo.

    El viento mece y revela las formas olvidadas; balancea
    el cuerpo del ahorcado y
    estremece el de una pobre muchacha.

    Ella va errando por el parque;
    porfía en encontrar su prenda olvidada.
    Anda entre las sombras sangrientas
    y no puede evitar que el frío se le vaya escurriendo
    por la comisura más honda de los muslos.

    Ya no hay ahorcados ni policías. Tampoco
    de esas violaciones que tanta curiosidad despiertan.

    Se han llevado los objetos perdidos,
    los cuerpos sin dueño y sin temblores;
    la burla de los muertos.

    Todo está en orden con la salida del sol;
    los niños juegan,
    los pajaritos cantan.
    De Del otro lado. 'Los descuidos’



    AMARLA ES DIFÍCIL

    Es buena, cuando duerme;
    el calor de su cuerpo es un puñal de vidrio
    que remonta los sueños.

    Cuando calla, es buena
    y su voz una premonición olvidada y peligrosa
    que arruina el silencio.

    Cuando grita o llora
    o se lamenta o se divierte o se cansa,
    nada puede contener
    este dolor alegre que envenena
    mis sueños y mi soledad.
    Por eso es difícil pensar
    en ella, en su cara bondadosa;
    abandonarse; por eso
    es una cobardía retenerla
    y dejarla ir, una pavorosa crueldad.
    A veces, cuando lo pienso,
    no se qué hacer con ella,
    con este destino luminoso.



    FIN Y PRINCIPIOS

    Estoy en los ruidos de la tristeza,
    en las tablas de la perdición,
    en el aire de este tiempo maldito, infortunado;
    llovizna criminal y sucia.

    En aventuras, en la queja
    del muerto y el terror de los vivos y el soplo
    de los convalecientes.

    Estoy en el clamor encontrado, fuera
    de la felicidad y el fascismo y el olvido sin escuchar
    la clausura y la ausencia,
    sin tolerar la conmiseración, o desconocer
    la alegría o la bondad o el dolor del caído.

    Sin sentir resignaciones, sufriendo con rabia
    la esperanza, viviendo a mi manera.



    DEL OTRO  LADO

    Cuando estuvimos desesperados, alguien
    contó la historia.

    No se la puede escuchar serenamente, tiemblan
    las manos, el corazón se encoge de dolor;
    da un poco de miedo mirar a la gente, detenerse.

    Ocurre lo de siempre.

    Estábamos perdidos y la historia era confusa. Nada
    tenía que ver con la certeza, ni
    con el muslo de la bataclana. No
    intervinieron traiciones; no es
    una vulgar historia de fervores o de mantenidas.

    Tu mano es necesaria para sobrellevarla. También
    aquella vez, siempre aquella vez, apagaron
    las luces y fue necesaria la presencia de tu mano.

    Nos apretamos las manos en la sala impenetrable; temblamos
    ante la cólera que aún no se había manifestado, que nunca
    llegaría a marcarnos como sospechábamos, sino
    de otra manera. Nuestras manos
    procuraban ordenar el temblor, dominar el doloroso pánico;
    y todo porque Humphrey Bogart había resucitado.

    Estábamos perdidos en aquel
    cine y él no era como el redentor; su cruz
    no era un mandato, era
    la inteligencia del hombre, era la resurrección
    de la ciencia y de nuestros queridos finados.

    Hace mucho que nos pasó esto; la mano
    fría del cadáver impenitente
    rozaba los sueños,
    acariciaba nuestros tiernos rostos despavoridos.

    Desde aquella vez no sabemos qué hacer con las historias
    de los muertos que no aceptan su desdichada condición,
    no sabemos qué hacer con el miedo; no sabemos
    encontrar nuestras manos, nuestra
    tristeza. El mundo inconsistente.

    Hubo muchas anécdotas como ésta. ¿Quién
    no tiene cosas horribles que contar? ¿Quién no tiene
    su historia? Pero nadie supo qué decir, nadie supo
    qué hacer, cuando alguien la contó.

    Seguramente al escucharla buscarás una mano; será
    como antes, pero enseguida
    intentarás olvidar que estuvimos tristes o asustados.

    Tampoco sabrás qué decir cuando se haga tarde; lo de siempre:
    tendrás ganas de llorar y nada más.

    Nadie esperaba una historia como ésta, tan lamentable. ¿Por qué
    no llorar entonces? ¿Por qué no perderse en la espesura de la sala?

    Se derramará sobre tu memoria,
    como el alcohol que se vuelca entre los nervios y la madrugada;
    la historia sobrevolará tu linda cabecita,
    será un cuervo que sacudirá tus entrañas corrompidas,
    que despeinará cariñosamente tu pelo.



    CARTA ABIERTA (fragmento)

    Querida mía, esto que debió ser una conversación
    serena o quieta, un reencuentro en un bar, como hacen
    los amantes ya desavenidos; un lugar cualquiera bajo el sol,
    cobijando del relámpago y el viento, un sitio
    en el mundo para recibir una carta o conversar de algo
    que, sin duda, siempre quise decirte
    secretamente, sin testigos y que ahora se convierte
    en una pública confesión, sin ninguna
    intimidad. Una oda o una elegía, no
    lo sé bien; palabras
    con significados ciertos
    o melancólicos, que representen nuestro destino
    y hablen por nosotros y tiemblen antes de desaparecer.

    Trepidaremos ligeramente frente a la sola fachada
    del recuerdo, junto a los graznidos
    inocentes, los graznidos impensados, los lindos
    graznidos, los ásperos y filosos de la realidad.

    Quería hablar a solas y solamente de nosotros. Admitir,
    abrir la bondad; olvidar
    por un momento que el orgullo bate
    la mayoría de nuestros ademanes, incluidos
    los miserables o los insignificantes. Ah, mi viejo amor, hablar
    de estas cosas es abrir una mano que hasta ese momento
    era un puño; la mano se abre y los pájaros cubren
    el cielo y el horizonte; una pluma
    cae muy cerca nuestro y con alguna tristeza vemos
    que algo se aleja, algo que guardábamos
    en la mano cerrada, un pájaro que vuela y cubre
    el espacio. Ya no hay razones para crisparse. Se quiere quejar
    la mano vacía, quiere oír
    y solamente la soledad la arrastra y la conmueve.
    Quería poner las cosas en su lugar; hay un espacio
    para cada cosa, una palabra para cada temblor, una disculpa
    desencadenando toda arbitrariedad: el temor
    ha proferido; ha dado aliento a la traición, pábulo
    a la maravilla: tristeza
    y rencor por un sueño, un gesto cálido y perdido.

    ...


    Querida mía: soy un hombre que te pierde.
    Así, esta carta puede ser muy bien una despedida
    o una invitación para que abras ese calor que he conocido
    a tu lado; esa promesa; ese amago. Es hora de tomar
    decisiones; es una hora sin seducción: estamos a punto de viajar; será
    una partida en la que -a lo mejor- uno se despide del otro; un viaje
    en el que nos despediremos de muchas cosas; empezaremos
    de nuevo juntos o alejados: el mar, el cielo
    bajo, la condescendencia, el horror y los pozos
    del aire y otros peligros
    del amor húmedo y sin aire que nos secunda; este horizonte
    todavía sin vida, que sólo nos espera
    para vivir; esta tormenta
    de verano que -por suerte- terminará por perdernos.



    HOY UN JURAMENTO

    Cuando esta casa,
    en la que vivo hace años,
    tenga
    una salida, yo cerraré
    la puerta para guardar su calor;

    yo la abriré
    para que los vientos
    de todas partes, vengan
    a lavarle la cara;

    a remontarla,
    de esa manera con que vuelan
    las intenciones,
    los aparecidos, los recuerdos por venir,
    y lo que a uno le asusta
    aunque todavía no haya ocurrido.



    OTRA COSA

    Queridos hijitos, su papá poco sabe de ustedes
    y sufre por esto. Quiere ofrecer un destino
    luminoso y alegre, pero no es todo
    y ustedes saben:
    las sombras,
    las sombras,
    las sombras,
    las sombras,
    me molestan y no las puedo tolerar.

    Hijitos míos, no hay que ponerse tristes
    por cada triste despedida:
    todas lo son, es sabido,
    porque hay otra partida, otra cosa,
    digamos,
    donde nada,
    nada
    está resuelto.



    LA PURA VERDAD

    Si ustedes lo permiten,
    prefiero seguir viviendo.

    Después de todo y de pensarlo bien, no tengo
    motivos para quejarme o protestar:

    siempre he vivido en la gloria: nada
    importante me ha faltado.

    Es cierto que nunca quise imposibles; enamorado
    de las cosas de este mundo con inconsciencia y dolor y miedo y apremio.

    Muy de cerca he conocido la imperdonable alegría; tuve
    sueños espantosos y buenos amores, ligeros y culpables.

    Me averguenza verme cubierto de pretensiones; una gallina torpe,
    melancólica, débil, poco interesante,

    un abanico de plumas que el viento desprecia,
    caminito que el tiempo ha borrado.

    Los impulsos mordieron mi juventud y ahora, sin darme cuenta, voy iniciando
    una madurez equilibrada, capaz de enloquecer a cualquiera o aburrir de golpe.

    Mis errores han sido olvidados definitivamente; mi memoria ha muerto y se queja
    con otros dioses varados en el sueño y los malos sentimientos.

    El perecedero, el sucio, el futuro, supo acobardarme, pero lo he derrotado
    para siempre; sé que futuro y memoria se vengarán algun día.

    Pasaré desapercibido, con falsa humildad, como la Cenicienta, aunque algunos
    me recuerden con cariño o descubran mi zapatito y también vayan muriendo.

    No descarto la posibilidad
    de la fama y del dinero; las bajas pasiones y la inclemencia.

    La crueldad no me asusta y siempre viví deslumbrado
    por el puro alcohol, el libro bien escrito, la carne perfecta.

    Suelo confiar en mis fuerzas y en mi salud
    y en mi destino y en la buena suerte:

    sé que llegaré a ver la revolución, el salto temido
    y acariciado, golpeando a la puerta de nuestra desidia.

    Estoy seguro de llegar a vivir en el corazón de una palabra;
    compartir este calor, esta fatalidad que quieta no sirve y se corrompe.

    Puedo hablar y escuchar la luz
    y el color de la piel amada y enemiga y cercana.

    Tocar el sueño y la impureza,
    nacer con cada temblor gastado en la huida

    Tropiezos heridos de muerte;
    esperanza y dolor y cansancio y ganas.

    Estar hablando, sostener
    esta victoria, este puño; saludar, despedirme

    Sin jactancias puedo decir
    que la vida es lo mejor que conozco.




    De Son memorias (1965-1967):


    A UNA SOBREVIVIENTE

    Para ella que, como nadie, estaba hecha por los barros 
    más representativos 
    del sufrimiento; ella que tanto tropezó 
    ensuciándose en las orillas
    de la alegría. Ella tan mujer, tan hija
    del deber y de las propiedades
    de los cuerpos; tan enterrada, tan madre, tan
    seductora. Ella, dueña de esta
    y otras memorias, sepultada
    a lo mejor por los muros
    de Caracas o de Calabria, a su alma ahora
    santificada por los grandes terremotos
    que escupirán el futuro, que borrarán
    las últimas huellas
    de tu sonrisa, de su piel de gritas y placeres.



    MI TIERRA QUERIDA

    Ya es hora de perder
    la inocencia, ese
    estupor de las criaturas que todavía
    no pudieron hacerse cargo
    de la memoria
    del mundo al que recién nacieron.

    Pero nosotros, hombres
    grandes ya, podemos olvidar, sabemos
    perfectamente qué tendríamos
    que hacer para dañar
    el presente, para romperlo.

    Aquí nadie
    tiene derecho a distraerse,
    a estar asustado, a rozar
    la indignación, a exclamar su sorpresa.




    De Poemas póstumos (1970-1972)


    MILONGA DEL MARGINADO PARANOICO

    Parece mentira
    que haya llegado a tener
    la culpa de todo lo que ocurre
    en el mundo; pero es así. Han tratado
    de disuadirme psicólogos y sociólogos de mi tiempo,
    me han dado razones de peso técnico largamente
    formuladas y
    parcialmente ciertas. Pero
    yo sé que soy culpable de los dolores
    que aquí siento y recorren el mundo; de las soledades
    que lo van vaciando: quisiera saltar
    como Juan L. Ortiz, vociferar
    como Oliverio Girondo, pero: primero, ellos me ganaron
    de mano; segundo, no me sale bien y aquí
    empieza todo nuevamente: otro sufrimiento
    igual a diapasones y recursos
    que conozco perfectamente y que no vale la pena
    repetir: primero, para no emularlos; segundo, porque tendré que ir
    reconociendo que no he sabido
    hacerme entender. Y esto es agudo como un ataque
    que nos traga la lengua; pido entonces disculpas
    por la mala impresión, por las exageraciones.



    ADIOSES

    A cierta edad, los allegados se alejan, empiezan
    a morir. Murió Oliverio y todo el continente
    también murió entre los cóndores diez meses después para poder
    erguir sus cerbatanas, murieron lugartenientes, gladiadores
    anónimos. Se ha muerto últimamemente
    de mala manera y así se seguirá muriendo, como
    estaba previsto: Emilio (al que le toque) de espaldas en el suelo,
    tratando de sacar, o no sacar el arma; murió el petiso
    aquel, corrector de diario, también entre las grandes
    aves de rapiña. Murió mi eternidad,
    pero nadie se ha dispuesto a velarla; a lo mejor
    muere Beatriz con quien jugamos siempre
    como si fuéramos criaturas predestinadas, secretamente,
    para no romper el sortilegio y perder blasones y ganar
    realidades. Murió el bravo capoerista frente a la obra
    en construcción, entre un agitar de sotanas
    enfiladas sobre rumbos inciertos. En fin, murieron
    algunas personas de mi amistad, otras que conozco
    de vista seguramente han muerto. Celia murió, pero hace
    muchos años, aunque a veces sueño con ella desnuda
    y viva como los arcángeles con toda su música. Murió Moisés
    Lebensohn y no podía ocurrir otra cosa
    con ciertas ideas: hubo muchos infartos.
    y cirrosis -oh gran rey- en la boca
    de mis pulmones que recuerdan
    a presión, que olvidan
    a sabiendas. Mis hijos viven, pero ya ni se acuerdan
    de quién era la tía Teodolinda
    que también murió. Compañeros del colegio han muerto, apóstoles
    y simples camaraas de armas y deportes. Hasta enemigos
    y también hombres, a quiénes me ligaban simpatías enfermas -me
    refiero a algunos comerciantes fallecidos-, pero justas, inevitables
    como la muerte. Puedo estar contento
    de estar vivo: abro los ojos, salto
    de la cama, me visto, salgo a esperar otros años, como ahora
    que cierro la puerta, miro hacia atrás la primera mitad
    del camino y busco los lugares para emboscarme
    a cara descubierta, a golpes. Alegrías pesarosas, funerales.

    Del excusado al lavatorio salta
    mi corazón como si fuera
    un jabón. Puede tener el mundo
    en mis manos, dijo Beethoven y también
    lo podría decir yo, si no fuera
    por este jabón que resbala
    de las manos y nadie
    lo quiere por eso, a pesar
    de que haya lavado más de una cara,
    arrastrado alguna mugre, hojas
    en el otoño; subestiman
    su espuma dejándolo gastar
    de aquí para allá, del excusado
    al lavatorio, diluido
    en el agua caliente que ahogará
    las risas de los arrepentidos



    NO PUEDO QUEJARME

    Estoy con pocos amigos y los que hay
    suelen estar lejos y me ha quedado
    un regusto que tengo al alcance de la mano
    como un arma de fuego. Las usaré para nobles
    empresas: derrotar al enemigo -salud
    y suerte-, hablar humildemente
    de estas posibilidades amenazantes.

    Espero que el rencor no intercepte
    el perdón, el aire
    lejano de los afectos que preciso: que el rigor
    no se convierta en el vidrio de los muertos; tengo
    curiosidad por saber qué cosas dirán de mi; después
    de mi muerte; cuáles serán tus versiones del amor, de estas
    afinidades tan desencontradas,
    porque mis amigos suelen ser como las señales
    de mi vida, una suerte trágica, dándome
    todo lo que no está. Prematuramente, con un pie
    en cada labio de esta grieta que se abre
    a los pies de mi gloria: saludo a todos, me tapo
    la nariz y me dejo tragar por el abismo.



    MENSAJE CIFRADO

    Sólo te pido que dejemos este parque, que abandonemos
    sus municiones, sus reproches para irnos por ahí, como cascaritas
    divertidas de pálidos carnavaales; hielo y materia de olvido. Porque
    entre tirones y sufrimientos, la cosa se ha puesto
    tan fácil, tan fácil, que nadie
    puede resolver sus entusiasmos, ordenar sus festejos.




    De Cuentos de batalla (1973-1976):


    POR SOLEDADES

    Un hombre es perseguido, una
    familia entera, una organización, un pueblo. La
    responsable de esta situación no es la codicia, sino un
    comerciante con sus precios, con la imposición
    de las reglas del juego. Los empresarios, la policía
    con la imposición de las reglas del juego. Por eso
    ese hombre, ese pueblo, esa familia, esa organización, se
    siente perseguida. Es más, comienzan
    a perseguirse entre ellos, a delatarse,
    a difamarse, y juntos, a su vez, se lanzan a perseguir
    quimeras, a olvidarse de las legítimas,
    de las costosas pero realizables aspiraciones;
    marginan la penosa esperanza.
    Entonces toda la familia, todo el pueblo, entra
    en el nivel más alto de la persecución: la paranoia, esa
    refinada búsqueda de los perseguidos históricos y culturales.
    Y ésta
    es la triste historia de los pueblos
    derrotados, de las familias envilecidas,
    de las organizaciones inútiles, de los hombres solitarios, la
    llama que se consume sin el viento, los aires
    que soplan sin amor, los amores que se marchitan
    sobre la memoria del amor o sus fatuas presunciones.


    FRANCISCO URONDO, Poemas, Visor, 2003


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Sáb 26 Nov 2022, 03:14

    Abro con sumo gusto a FRANCISCO URONDO

    puedo rechazar la ternura
    o mendigarla como hace unas horas
    puedo vivir alternativas viejas o recientes
    fáciles y peligrosas

    puedo elegir mi destino
    aunque no sepa darle forma adecuada
    ni por dónde empezar

    puedo imaginar el tiempo que desconozco
    luchar por esa o por otra dulce aspiración
    puedo olvidar

    –hoy no he podido recordar tu nombre–


    Excepcional, Pedro.


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    Mensaje por Pedro Casas Serra Sáb 26 Nov 2022, 05:59

    Celebro que te haya gustado, Pascual.

    Un abrazo.
    Pedro


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Mar 06 Dic 2022, 02:11

    Vuelvo

    MENSAJE CIFRADO

    Sólo te pido que dejemos este parque, que abandonemos
    sus municiones, sus reproches para irnos por ahí, como cascaritas
    divertidas de pálidos carnavaales; hielo y materia de olvido. Porque
    entre tirones y sufrimientos, la cosa se ha puesto
    tan fácil, tan fácil, que nadie
    puede resolver sus entusiasmos, ordenar sus festejos.


    ... y me sigue pareciendo excepcional.


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    Mensaje por Pedro Casas Serra Mar 06 Dic 2022, 06:34

    Agradezco mucho tu interés, Pascual.

    Un abrazo.
    Pedro


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