XI. SONETOS POETAS ESPAÑOLES SIGLO XX (VI)

SONETOS SIGLO XX

GIL-ALBERT, JUAN
Alcoy. (Alicante) 1.904 - Valencia. 1.994



XXIV

Señala el mar latino que cercano
prisionero palpita, una presencia
risueña y fluctuante como esencia
de juventud... El mar es nuestro arcano

del que extrajimos raza y alegría,
por el que lo remoto de la mano
de la fortuna hacíase mi hermano
y por el terso azul iba y venía.

¡Cuánta fragancia, amor, mitos, engaños
que ayudan a vivir! Ahora reposa
en su bacín de oro a cuyas playas,

medio dorado oscuros, como bayas,
los de siempre sumérgense en sus baños
entre una irisación de mariposa.

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GIL-ALBERT, JUAN
Alcoy. (Alicante) 1.904 - Valencia. 1.994



XXV

¡Qué te daría yo, me digo a veces,
si dejando la luz de esas alturas
en que vives, las mágicas honduras
que me turbaron tanto, en que te meces,

y atravesando el mar, más que los peces
rápido, como un ave, en mis riberas
posaras el pie alado! Si vinieras
¡pobre de mí! ¿Qué darte que mereces?

a ti que predilecto del abismo
moras fuera del tiempo y del espacio
como ser infernal, tal vez despacio

te llevaría a ver las Estaciones,
la gruta donde crecen por si mismo
dando a la vida cambio y proporciones.

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GIL-ALBERT, JUAN
Alcoy. (Alicante) 1.904 - Valencia. 1.994



XXVI

Hoy alguien habrá amado, alguien sufrido,
alguien un premio honroso o una desgracia
habrá visto asomarse como gracia
risueña o espantable que ha surgido

en el dintel del tiempo y lo ha elegido
como víctima dulce o sombra adversa.
¡Cuánta en cambio, otra gente, rueda inmersa
en el trajín diario! Uno ha nacido

y llora al sol del día, otro ha plegado
sobre sí sus palabras, su secreto...
De todo este vaivén que aprisionado

hoy late en mi ciudad, ¿quién me rescata?:
"La permanencia". ¿Y quién es quién la ata?
Una forma intangible, mi soneto.

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GIL-ALBERT, JUAN
Alcoy. (Alicante) 1.904 - Valencia. 1.994



XXVII
Un telegrama

Al presentarse ayer sobre bandeja
tu papelillo azul, yo no sabía
que en esa breve espuma se mecía
tu nombre entero; así, como el que deja

que la fatalidad se cumpla, aleja
de sí a menudo el hecho que temía,
y en su lugar risueña melodía
irrumpe insospechada, así mi queja

se ha tornado en consuelo y este día,
cuando el cable llegó, con sobresalto
devoré sus palabras aún reciente

su latido inicial y hacia el poniente
miré, hacia las alturas de basalto,
desde donde tu faz el sol me envía.

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GIL-ALBERT, JUAN
Alcoy. (Alicante) 1.904 - Valencia. 1.994




XXVIII

Vi desde aquí esa luz de paraíso
que te acunó al igual que la serpiente
al monótono ardor del continente
que fundió tu persona; como aviso

de que pisaba tierra prohibida,
volaron sobre mí las negras aves
en un radiante azul... Luego, ya sabes:
tu presencia en el centro de esa herida

que es tu país, el fuego consumido
de tu raza y por ello más secreto:
un mito, sí, y mis ojos indagando

de la oscura pureza ese decreto,
que en ti se declaraba conquistando,
de lo hermoso, lo eterno y lo transido.

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GIL-ALBERT, JUAN
Alcoy. (Alicante) 1.904 - Valencia. 1.994


XXIX

El pulso de mi padre, su esperanza,
tengo en mi mano a punto de extinguirse,
a punto de cesar o de evadirse
a una región más honda... Leve lanza

su apenas perceptible balbuceo,
cual si entre este latir y su morirse
no mediara ya nada, apenas irse.
¡Tan solo! aunque lo toco y aun lo veo.

En esto vocecillas infantiles
óyense desgranar: sus nietos llegan
cual si una clara fuente en los pretiles

se abriera del ocaso... Estar naciendo
¿es similar latir a estar muriendo?
Y uno y otro se funden y me anegan.

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GIL-ALBERT, JUAN
Alcoy. (Alicante) 1.904 - Valencia. 1.994



XXX

Cuando la religión prepara el sueño
de la divinidad, el Hijo, absorto
ante su padre gime, y hacia el orto
mira de su existencia; un sol trigueño

dulcifica la tierra y el risueño
porvenir se presagia mas prescrito
que alguien se sacrifique está ya escrito
bebiéndose la vida cual beleño.

No sé si por probar y entre espadines
ábrense en ramilletes nazarenos
los misteriosos lirios, quien los viera,

como yo ayer, diría: estos extremos,
este triste apurar y estos confines
¿no son indicio ya de Primavera?

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GIL-ALBERT, JUAN
Alcoy. (Alicante) 1.904 - Valencia. 1.994



XXXI

Estos pueblos jocosos y festivos
es como si al llegar la primavera
volcáranse en clamores hacia fuera
cual si alguien los pinchara; son nativos

esta algazara y bulla, rasgos vivos
de una naturaleza que si fuera
tan en sazón por dentro cual por fuera
muéstrase de lozana, otros esquivos

vendrían a curarse su tristeza.
Un envidiable don es la riqueza.
Mas no siempre es el rico el que atesora

virtud y gracia, a veces avariento,
otros dilapidando por sediento
lo que aún no está maduro ni en su hora.

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GIL-ALBERT, JUAN
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XXXII

Lo que no está maduro o demasiado...
Quién sabe si es más bien que la promesa
que nos hace latir, esa sorpresa
de la sangre bullente, se ha colmado

con precipitación, no se ha internado
dentro de sí en suspenso como presa
de su mismo prodigio y así impresa
lleva luego en el zumo destilado

el precio de su culpa; otros valores
preferimos más castos, más intensos
que los que por los ojos nos reclaman

con variedad y color, otros asensos
quisiéramos muñir de sus olores
con los que viciosísimos nos llaman.

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GIL-ALBERT, JUAN
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XXXIII

Cual legado de oriente cuando late
el calor veraniego o se presiente,
más bien que se confirma o que se siente,
entonces, en temprano escaparate,

risueños como flores y con ala
de mariposa asoman sus semblantes
los abanicos nuevos; llegan antes
que su rubio enemigo y con la gala,

ahora que quietos posan sus vaivenes,
de la ciudad; el estío en su abordaje
hará agitar - ¡oh seno y varillaje -,

a estos miles ligeros parabienes
de tanto atardecer y dúo: brisas
inestables cual besos o sonrisas.

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GIL-ALBERT, JUAN
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XXXIV

Ya está aquí tu Presencia, lo cumplido,
lo que era un desear, y ahora, ¿por dónde
salió a cerrar los ojos en que esconde
la finada estación su afán rendido?

Ya posemos decir: lo prometido
es más que deuda, amor. ¿Quién me responde
de que un tal frenesí me lleve a donde
tantos meses soñé? Casi he sentido

desprenderse de mí la Primavera
como un don terrenal, un parto hermoso
cual obra de los dioses, monstruoso

y a la vez tan ligero... No he podido
darme, pues, mucha cuenta ya que era
yo mismo el ser paciente y aturdido.

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GIL-ALBERT, JUAN
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XXXV

Hoy da una luz en las habitaciones
tan sedante y astral, que casi calma,
calma la sed ardiente de mi alma
con el fulgor que dan las ilusiones;

algo más terso aún, no son visiones,
es una placidez que nos encalma
cual ese balanceo de la palma,
tan alto y singular; lo que en acciones

perdemos lo ganamos muellemente
en este dulce rapto fugitivo
en que el oro se templa; una armonía

nos invade las fibras lentamente
hasta tocar los centros en que vivo
nuestro ser sólo late y se extasía.

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GIL-ALBERT, JUAN
Alcoy. (Alicante) 1.904 - Valencia. 1.994



XXXVI
Domingo


Encapotóse el tiempo, Abril ya apunta:
es un joven lozano y caprichoso
que aún no sentó cabeza; no alevoso,
pues no conoce el mundo; en él se junta

la osadía al candor, como con yunta
a la que nadie templa ni dirige,
traza arbitrarios surcos quien los rige,
un casi loco; mientras, cejijunta,

la madre Primavera, vigilante,
su propia suerte espía... Hoy se han quedado
muchas jóvenes lacias y arregladas

con ternos prematuros, desairadas:
Es el trémulo invierno que añorante,
volviéndose al azar, las ha mirado.

Encapotóse el tiempo, Abril ya apunta:
es un joven lozano y caprichoso
que aún no sentó cabeza; no alevoso,
pues no conoce el mundo; en él se junta

la osadía al candor, como con yunta
a la que nadie templa ni dirige,
traza arbitrarios surcos quien los rige,
un casi loco; mientras, cejijunta,

la madre Primavera, vigilante,
su propia suerte espía... Hoy se han quedado
muchas jóvenes lacias y arregladas

con ternos prematuros, desairadas:
Es el trémulo invierno que añorante,
volviéndose al azar, las ha mirado.


Gracias, Lluvia. Me encanta como escribe Gil-Albert

Y respecto al tema, muy bien tratado, hay un refrán que dice "hasta el 40 de mayo no te quites el sayo".

Gracias, Pascual, aquí estoy y seguimos.

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GIL-ALBERT, JUAN
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XXXVII

A veces un lejano parecido
con alguien que se amó nos muerde el pecho
con hambre antigua y fúndese de hecho
el ser nuevo a aquel otro aparecido

por magia tan extraña; revivido
este rostro presente, es un estrecho
mundo donde confluyen en acecho
lo que fue con lo muy desconocido.

La ilusión insensata nos mantiene
entre uno y otro ser como cogidos
en trampa tenebrosa: a quien se ama

no existe, es una sombra que sostiene
su fulgor sobre estados afligidos,
una sombra real que nos reclama.

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GIL-ALBERT, JUAN
Alcoy. (Alicante) 1.904 - Valencia. 1.994


XXXVIII

¿Se quiere ser el mismo, siempre el mismo,
u acaso otro? Tal vez. ¿Lo que queremos
es ahondar esta esencia que tenemos
como un oscuro pozo o apartarnos

de sí y en otra cosa transformarnos
menos ensimismada? Nos mecemos
en ambas latitudes: descendemos
con horror al misterio de sí mismo

para rasgar más tarde los espacios
con pasión desbordada... Tronco y alas
somos de un mismo ser indescifrable

que se espanta y recrea, en parte lacios,,
en parte arrebatados, somos malas
copias de lo gracioso y lo inmutable.

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GIL-ALBERT, JUAN
Alcoy. (Alicante) 1.904 - Valencia. 1.994



XXXIX

Luna abrileña atiende al solitario
que en el nocturno cauce se pasea
por el pretil del río y que amplio sea,
tras de su laborioso afán diario,

tu acorde en su alma inquieta; entre lo vario
que el légamo terrestre da y humea,
tan sólo el hombre mira hacia esa tea
misteriosa y errante; un relicario

es el mundo dormido entre sus quejas
cuando con leves pasos luminosos
recorres su alto sueño; no te alejas

sin antes vacilar: "¿Si ruborosos
tendiérasle tus brazos con escamas
de lumbre y le dijeras que lo amas?"

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GIL-ALBERT, JUAN
Alcoy. (Alicante) 1.904 - Valencia. 1.994


XL
Hoy en la iglesia un joven dios ha muerto
como todos los años y ese día
por yemas y botones se extendía
la savia virginal; su cuerpo yerto

¿qué ligereza da a lo que en el huerto
brota y florece? Intensa melodía
suenan en sí las cosas por la vía
de su llegar a ser, pero este muerto

¡Qué antiguo y qué feliz! Lo que promete
no son sombras, tal vez, pues canta el aire
una sutil canción apasionada

en cuyo son me sumo; no somete
la vida, la despliega por el aire
dejándola más pura y más delgada.

SONETOS SIGLO XX

GIL-ALBERT, JUAN
Alcoy. (Alicante) 1.904 - Valencia. 1.994



XLI

Si dentro no está en ti la primavera
es inútil que en torno la respires,
no ha de comunicarte aunque la mires
la razón de su ser, una quimera

será más que real esa ligera
fluidez del corazón y aunque la aspires
no logrará encender con sus decires
la fe de tus palabras; nueva era

no puede para ti ser tan preciosa
realidad si no estás enamorado
de algún vago imposible que te tienta,

mas si lo estás ya tienes a la diosa,
-¡Oh dichoso inmortal atormentado!-,
dentro de ti bullendo de contenta.

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GIL-ALBERT, JUAN
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XLII

Savia feliz que asciendes milagrosa
por los ligeros vasos de mi alma
cual el rosal que trepa por la calma
de una pared desnuda a dar su rosa,

mientras asciendes oigo el beneficio
de ese trémulo ardor y la pureza
de sentirse inundado de pereza,
de pereza triunfal, como un oficio

en el que me consumo; tu animosa
finalidad no acierto a presagiarme,
tanta ceguera das al que paciente

te deja transcurrir en él, no es cosa
de buscarle un sentido consecuente
y solo, sí, de henchirme y de asombrarme.

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GIL-ALBERT, JUAN
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XLIII

Rios Turia - una tarde que pasando
por unos cañizares me detuve
y absorto en el susurro allí me estuve
viendo la joven luna reflejando

su creciente en el rosa vespertino -,
dime: de tus hermanos, ¿en qué sientes
haberse demudado las corrientes
por una acción más alta, en qué destino

fluvial hallas más trémula ventura?
Y entonces quejumbrosa criatura
con el escaso aliento que te queda:

"El Ródano en amor" - dijiste -, y rueda
aún otro, casi ciego, que en meandro
da al mar de la leyenda, el Escamandro.

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XLIV

Sólo la primavera existe cuando
frío y calor se funden en un beso
cual los enamorados que al regreso
de algún viaje el uno está esperando

y el otro llega, entonces se están dando
lo que trae cada uno como exceso
de su vivir y allí se sella preso
de su mismo deleite; están templando

las corrientes opuestas, un eterno
que no puede durar; esta armonía
se quiebra al menor soplo, el fuego arde

y el helor se separa - estío, invierno -,
quema el sol y la sombra yace fría,
no está la primavera, es pronto o tarde.

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GIL-ALBERT, JUAN
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XLV

Viernes Santo

Solo y con guantes blancos, un soldado,
siente pasar el día de la fiesta
sin tener donde ir, ni manifiesta
deseos ni alegría; se ha sentado

en un jardín con aire descuidado
para no sabe qué: pensar no acierta,
soñar no entiende, acaso hay una incierta
vocación de vivir ensimismado

dejando hacer al tiempo... En su ropaje
hay una flojedad que no respeta
lo insólito del guante de etiqueta

en aquel ser perdido y van las horas,
la soledad, el polvo y el celaje
nutriéndolo de esencias destructoras.

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GIL-ALBERT, JUAN
Alcoy. (Alicante) 1.904 - Valencia. 1.994


XLVI

Ser feliz y estar triste es aunque extraño
una unidad gentil, hoy lo he sentido
al registrar en mí lo estremecido
de tan rara concordia; es un engaño

creer que la tristeza es el empaño
de la felicidad, un mismo nido
hace piar las crías que han nacido
entre el frescor del bosque y por el caño

de sus gargantas penas y alegría
nos hacen sonreír de igual manera:
sé feliz y verás como a tu lado

surge, como la noche sigue al día,
una trémula sombra que prospera
sobre el radiante nimbo de tu estado.

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GIL-ALBERT, JUAN
Alcoy. (Alicante) 1.904 - Valencia. 1.994


XLVII

Hoy llovió y luce el sol, estas primicias
de la tierra despierta me estremecen
hasta sentir que en raptos se enflaquecen
mis miembros como aquel que entre delicias

derrocha su fortuna; estas caricias
de tierra, cielo y nubes, me enaltecen,
es verdad, pero al ritmo en que me mecen
no podrán dar de mi buenas noticias.

Porque una postración sucede al trance
de la felicidad y entre los brazos
sucumbo de una gracia pasajera

que es frenesí quererle dar alcance...
Y ahora que desatados ve mis lazos
sonríese de mí la Primavera.

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GIL-ALBERT, JUAN
Alcoy. (Alicante) 1.904 - Valencia. 1.994



XLVIII

Por tierras de Sagunto

La sierra al fondo, azul y costeriza
viva franja del mar y los poblados
sorbiéndose su flor encandilados
en el verde reciente; estos boscajes


por cuya tenuidad ya se agudiza
el fruto en el aroma, ¿son soñados?
Si no es soñar diré que realizados
vi los sueños al fin entre parajes

por los que no hay peligro de perderse
ni afán de perecer, son perfecciones
que el hombre ha protegido y recreado

con su instinto vital de envanecerse
de su celo y bondad, son las porciones
que rescató a este negro suelo amado.

Excelente autor que he disfrutado mucho!!!!!!!!!!!!
Besossssssss y graciasssss, querida Lluvia

Un auténtico maestro, Lluvia.
ç
Gracias.

Ceci, Pascual, muchas gracias como siempre por animar a seguir.