Aires de Libertad

¿Quieres reaccionar a este mensaje? Regístrate en el foro con unos pocos clics o inicia sesión para continuar.

https://www.airesdelibertad.com

Leer, responder, comentar, asegura la integridad del espacio que compartes, gracias por elegirnos y participar

Estadísticas

Nuestros miembros han publicado un total de 1065081 mensajes en 48374 argumentos.

Tenemos 1587 miembros registrados

El último usuario registrado es José Valverde Yuste

¿Quién está en línea?

En total hay 60 usuarios en línea: 3 Registrados, 0 Ocultos y 57 Invitados :: 2 Motores de búsqueda

clara_fuente, Guadalupe Cisneros Villa, Ramón Carballal


El record de usuarios en línea fue de 1156 durante el Mar 05 Dic 2023, 16:39

Últimos temas

» NO A LA GUERRA 3
CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA) - Página 33 EmptyHoy a las 03:52 por Pedro Casas Serra

» MAIAKOVSKY Y OTROS POETAS RUSOS Y SOVIÉTICOS, 3
CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA) - Página 33 EmptyHoy a las 03:52 por Pascual Lopez Sanchez

» 2021-08-17 a 2021-11-24 APOCALIPSIS, 21: 8: EL GENERAL MORAGUES
CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA) - Página 33 EmptyHoy a las 03:44 por Pedro Casas Serra

» 2021-08-17 a 2021-11-24 APOCALIPSIS, 21: 8: GRATINIANA BUSTAMANTE, GITANA
CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA) - Página 33 EmptyHoy a las 03:34 por Pedro Casas Serra

» Poetas murcianos
CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA) - Página 33 EmptyHoy a las 01:46 por Pascual Lopez Sanchez

» XII. SONETOS POETAS ESPAÑOLES SIGLO XX (VII)
CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA) - Página 33 EmptyHoy a las 01:05 por Pascual Lopez Sanchez

» ANTOLOGÍA DE GRANDES POETAS HISPANOAMÉRICANAS
CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA) - Página 33 EmptyHoy a las 01:03 por Pascual Lopez Sanchez

»  FERNANDO PESSOA II (13/ 06/1888- 30/11/1935) )
CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA) - Página 33 EmptyAyer a las 20:03 por Maria Lua

»  DOSTOYEVSKI
CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA) - Página 33 EmptyAyer a las 20:01 por Maria Lua

» JULIO VERNE (1828-1905)
CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA) - Página 33 EmptyAyer a las 19:50 por Maria Lua

Noviembre 2024

LunMarMiérJueVieSábDom
    123
45678910
11121314151617
18192021222324
252627282930 

Calendario Calendario

Conectarse

Recuperar mi contraseña

Galería


CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA) - Página 33 Empty

5 participantes

    CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA)

    Maria Lua
    Maria Lua
    Administrador-Moderador
    Administrador-Moderador


    Cantidad de envíos : 76690
    Fecha de inscripción : 12/04/2009
    Localización : Nova Friburgo / RJ / Brasil

    CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA) - Página 33 Empty Re: CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA)

    Mensaje por Maria Lua Jue 10 Oct 2024, 09:29

    Pero va a llover




    María Angélica de Andrade tenía sesenta años. Y un amante, Alejandro, de
    diecinueve años.
    Todos sabían que el chico se aprovechaba de la riqueza de María Angélica.
    Únicamente María Angélica no lo sospechaba.
    Empezó así: Alejandro entregaba productos farmacéuticos y tocó el timbre en
    la casa de María Angélica. Ella misma abrió la puerta. Deparó con un joven
    fuerte, alto, de gran belleza. En vez de recibir la medicina que le había encargado
    y pagar el precio, le preguntó, medio asustada con la propia osadía, si no quería
    entrar para tomar un café.
    Alejandro se sorprendió y dijo que no, gracias. Pero ella insistió. Agregó que
    también tenía pastel.
    El muchacho titubeaba, visiblemente constreñido. Pero dijo:
    —Si es por un rato, entro, porque tengo que trabajar.
    Entró. María Angélica no sabía que ya estaba enamorada. Le dio una gruesa
    rebanada de pastel y café con leche. Mientras él comía sin sentirse a gusto, ella
    extasiada lo miraba. Él representaba la fuerza, la juventud, el sexo abandonado
    hace mucho tiempo. El chico acabó de comer y beber, se limpió la boca con la
    manga de la camisa. María Angélica no consideró que fueran malos modales:
    quedó maravillada, lo vio natural, sencillo, encantador.
    —Ya me voy, mi patrón me va a comer vivo si me retraso.
    Ella estaba fascinada. Observó que él tenía unas cuantas espinillas en el
    rostro. Pero eso no le alteraba la belleza ni su virilidad: las hormonas le hervían.
    Ése sí que era un hombre. Le dio una propina muy grande, desproporcionada, que
    sorprendió al joven. Y dijo con una vocecita cantante y con contoneos de
    muchachita romántica:
    —Sólo te dejo salir si me prometes que vuelves. ¡Hoy mismo! Porque voy a
    pedir unas vitaminitas en la farmacia…
    Una hora más tarde, él estaba de regreso con las vitaminas. Ella se había
    cambiado de ropa, se puso una bata de encaje transparente parecida a un kimono.
    Se veía la silueta de sus bragas. Le ordenó que entrara. Le dijo que era viuda. Era
    la manera de advertirle que era libre. Pero el muchacho no entendía.
    Lo invitó a recorrer el bien decorado apartamento, dejándolo con la boca
    abierta. Lo llevó a su habitación. No sabía cómo hacer para que él entendiera. Le
    dijo entonces:
    —¡Deja que te dé un besito!
    El muchacho se sorprendió, le ofreció el rostro. Pero ella alcanzó
    rápidamente la boca y casi lo devoró.
    —¡Señora —dijo el chico nervioso—, por favor, contrólese! ¿Se siente usted
    bien?
    —¡No me puedo controlar! ¡Yo te amo! ¡Ven a la cama conmigo!
    —¡¿Tá loca?!
    —¡No estoy loca! O sí: ¡estoy loca por ti! —le gritó mientras quitaba la
    colcha morada de la gran cama matrimonial.
    Y viendo que él nunca lo entendería, le dijo muerta de vergüenza:
    —Ven a la cama conmigo…
    —¡¿Yo?!
    —¡Te daré un gran regalo! ¡Te regalaré un coche!
    ¿Coche? Los ojos del chico resplandecieron de codicia.
    ¡Un coche! Era todo lo que deseaba en la vida. Preguntó desconfiado:
    —¿Un Karmann-ghia?
    —¡Sí, mi amor, si tú quieres!
    Lo que pasó enseguida fue horrible. No es necesario saberlo. María Angélica
    —¡Oh, Dios mío, ten piedad de mí, perdóname por escribir esto!—, María
    Angélica daba pequeños gritos a la hora del amor. Y Alejandro teniendo que
    soportar con asco, con indignación. Se transformó en un insubordinado para el
    resto de su vida. Tenía la impresión de que nunca jamás iba a poder dormir con
    una mujer. Lo que sucedería en realidad: a los veintisiete años quedó impotente.
    Y se volvieron amantes. Él, debido a los vecinos, no vivía con ella. Quiso
    vivir en un hotel de lujo: tomaba el desayuno en la cama. Inmediatamente
    abandonó el empleo. Se compró camisas carísimas. Consultó a un dermatólogo y
    las espinillas desaparecieron.
    María Angélica apenas creía en su buena suerte. Poco le importaban las
    criadas que casi se reían en su cara.
    Una amiga suya le advirtió:
    —María Angélica, ¿es que no ves que el muchacho es un bribón? ¿Que nada
    más te está explotando?
    —¡No admito que a Álex le digas bribón! ¡Él me ama!
    Un día Álex tuvo una osadía. Le dijo:
    —Voy a pasar unos días fuera de Río con una muchacha que conocí. Necesito
    dinero.
    Fueron días terribles para María Angélica. No salió de la casa, no se bañó,
    apenas se alimentó. Era por obstinación por lo que aún creía en Dios. Porque
    Dios la había abandonado. Ella estaba obligada a ser penosamente ella misma.
    Cinco días después él regresó, todo pimpante, todo alegre. Le trajo de regalo
    una lata de ate de guayaba. Ella al comerlo se rompió un diente. Tuvo que ir al
    dentista para que le pusiera uno postizo.
    Y la vida transcurría. Las cuentas aumentaban. Alejandro exigente. María
    Angélica afligida. Cuando cumplió sesenta y un años de edad él no se presentó.
    Quedó sola frente al pastel de cumpleaños.
    Entonces, entonces sucedió:
    Alejandro le dijo:
    —Necesito un millón de cruceiros.
    —¿Un millón? —se sorprendió María Angélica.
    —¡Sí! —respondió irritado—, ¡un billón de los antiguos!
    —Pero… pero yo no tengo tanto dinero…
    —Vende el departamento, o entonces vende tu Mercedes, despide al chófer.
    —Incluso así no alcanzaría, mi amor, ¡ten piedad de mí!
    El joven se enfureció:
    —¡Ah, vieja desgraciada! ¡Puerca, vagabunda! ¡Sin un billón no me presto
    más a tus bajezas!
    Y en un arranque de odio, salió golpeando la puerta de la casa.
    María Angélica se quedó de pie ahí. Le dolía todo el cuerpo.
    Después lentamente se fue a sentar en el sofá de la sala. Parecía una herida
    por la guerra. Pero no había Cruz Roja que la auxiliara. Estaba quieta, muda. Sin
    una sola palabra que decir.
    —Parece —pensó—, parece que va a llover.






    [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]



    279


    _________________



    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
    Maria Lua
    Maria Lua
    Administrador-Moderador
    Administrador-Moderador


    Cantidad de envíos : 76690
    Fecha de inscripción : 12/04/2009
    Localización : Nova Friburgo / RJ / Brasil

    CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA) - Página 33 Empty Re: CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA)

    Mensaje por Maria Lua Sáb 12 Oct 2024, 15:22

    Mejor que arder



    Era alta, fuerte, con mucho cabello. La madre Clara tenía bozo oscuro y ojos
    profundos, negros.
    Había entrado en el convento por imposición de la familia: querían verla
    amparada en el seno de Dios. Obedeció.
    Cumplía sus obligaciones sin protestar. Las obligaciones eran muchas. Y
    estaban los rezos. Rezaba con fervor.
    Y se confesaba todos los días. Todos los días recibía la ostia blanca que se
    deshacía en la boca.
    Pero empezó a cansarse de vivir sólo entre mujeres. Mujeres, mujeres,
    mujeres. Escogió a una amiga como confidente. Le dijo que no aguantaba más. La
    amiga le aconsejó:
    —Mortifica el cuerpo.
    Comenzó a dormir en la losa fría. Y se fustigaba con el cilicio. De nada
    servía. Le daban fuertes gripes, quedaba toda arañada.
    Se confesó con el padre. Él le mandó que siguiera mortificándose. Ella
    continuó.
    Pero a la hora en que el padre le tocaba la boca para darle la hostia se tenía
    que controlar para no morder la mano del padre. Éste percibía, nada decía. Había
    entre ambos un pacto mudo. Ambos se mortificaban.
    No podía ver más el cuerpo casi desnudo de Cristo.
    La madre Clara era hija de portugueses y, secretamente, se rasuraba las
    piernas velludas. Si supieran, ay de ella. Le contó al padre. Se quedó pálido.
    Imaginó que sus piernas debían de ser fuertes, bien torneadas.
    Un día, a la hora del almuerzo, empezó a llorar. No le explicó la razón a
    nadie. Ni ella sabía por qué lloraba.
    Y de ahí en adelante vivía llorando. A pesar de comer poco, engordaba. Y
    tenía ojeras moradas. Su voz, cuando cantaba en la iglesia, era de contralto.
    Hasta que le dijo al padre en el confesionario:
    —¡No aguanto más, juro que ya no aguanto más!
    Él le dijo meditativo:
    —Es mejor no casarse. Pero es mejor casarse que arder.
    Pidió una audiencia con la superiora. La superiora la reprendió ferozmente.
    Pero la madre Clara se mantuvo firme: quería salirse del convento, quería
    encontrar a un hombre, quería casarse. La superiora le pidió que esperara otro
    año más. Respondió que no podía, que tenía que ser ya.
    Arregló su pequeño equipaje y salió. Se fue a vivir a un internado para
    señoritas.
    Sus cabellos negros crecían en abundancia. Y parecía etérea, soñadora.
    Pagaba la pensión con el dinero que su familia norteña
    [8]
    le mandaba. La familia
    no se hacía el ánimo. Pero no podían dejarla morir de hambre.
    Ella misma se hacía sus vestiditos de tela barata, en una máquina de coser que
    una joven del internado le prestaba. Los vestidos los usaba de manga larga, sin
    escote, debajo de la rodilla.
    Y nada sucedía. Rezaba mucho para que algo bueno le sucediera. En forma de
    hombre.
    Y sucedió realmente.
    Fue a un bar a comprar una botella de agua Caxambú. El dueño era un guapo
    portugués a quien le encantaron los modales discretos de Clara. No quiso que ella
    pagara el agua Caxambú. Ella se sonrojó.
    Pero volvió al día siguiente para comprar cocada. Tampoco pagó. El
    portugués, cuyo nombre era Antonio, se armó de valor y la invitó a ir al cine con
    él. Ella rehusó.
    Al día siguiente volvió para tomar un cafecito. Antonio le prometió que no la
    tocaría si fueran al cine juntos. Aceptó.
    Fueron a ver los dos una película y no pusieron la más mínima atención. En la
    película, estaban tomados de la mano.
    Empezaron a encontrarse para dar largos paseos. Ella, con sus cabellos
    negros. Él, de traje y corbata.
    Entonces una noche él le dijo:
    —Soy rico, el bar deja bastante dinero para podernos casar. ¿Quieres?
    —Sí —le respondió grave.
    Se casaron por la iglesia y por lo civil. En la iglesia, el que los casó fue el
    padre, quien le había dicho que era mejor casarse que arder. Pasaron su luna de
    miel en Lisboa. Antonio dejó el bar en manos del hermano.
    Ella regresó embarazada, satisfecha y alegre.
    Tuvieron cuatro hijos, todos hombres, todos con mucho cabello.








    [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]


    276


    _________________



    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
    Maria Lua
    Maria Lua
    Administrador-Moderador
    Administrador-Moderador


    Cantidad de envíos : 76690
    Fecha de inscripción : 12/04/2009
    Localización : Nova Friburgo / RJ / Brasil

    CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA) - Página 33 Empty Re: CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA)

    Mensaje por Maria Lua Dom 13 Oct 2024, 13:43

    Antes del puente Río-Niterói




    Pues sí.
    Cuyo papá era amante, con su alfiler en la corbata, amante de la esposa del
    médico que atendía a la hija, es decir, de la hija del amante y todos lo sabían, y la
    mujer del médico colgaba una toalla blanca en la ventana, lo que significaba que
    el amante podía entrar. Si ponía una toalla de color, él no entraba.
    Pero me estoy confundiendo toda o el caso es tan enredado que si puedo voy a
    desenredarlo. La realidad de éste es inventada. Pido disculpas porque además de
    contar los hechos también adivino y lo que adivino aquí lo escribo, escribana que
    soy por fatalidad. Yo adivino la realidad. Pero esta historia no es de mi cosecha.
    Es de la zafra de quien puede más que yo, humilde que soy.
    Pues a la hija la invadió la gangrena en la pierna y tuvieron que amputársela.
    Jandira, de diecisiete años, fogosa como un potrillo y con hermoso cabello,
    estaba comprometida. Apenas el novio vio la figura en muletas, toda alegre,
    alegría que no entendió que era patética, pues bien, el novio tuvo sencillamente el
    valor de deshacer el noviazgo sin remordimientos, pues lisiada no la quería.
    Todos, incluso la resignada mamá de la chica, le imploraron que fingiera que
    todavía la amaba, lo que —le decían— no sería tan penoso porque sería a corto
    plazo: es que la novia tenía vida a corto plazo.
    Y después de tres meses —como si hubiera cumplido la promesa de no pesar
    en las débiles ideas del novio—, después de tres meses murió, bonita, con su
    cabellos sueltos, inconsolable, extrañando al novio y asustada con la muerte como
    niño que tiene miedo a lo oscuro: la muerte es una gran oscuridad. O tal vez no.
    No sé cómo es, aún no me muero, y después de morir no sabré. Quién sabe si no
    es tan oscura. Quién sabe si es un deslumbramiento. A la muerte, a ésta me
    refiero.
    El novio, conocido por su apellido Bastos, al parecer vivía —aun en el
    tiempo en que la novia no había muerto—, vivía con una mujer. Y así continuó
    con ésta, haciéndole poco caso.
    Bien. Esa mujer ardiente un día tuvo celos. Y era refinada. No puedo no
    advertir los detalles crueles. Pero ¿dónde estaba yo que ya me perdí? Sólo
    empezando todo de nuevo, en otro renglón y en otro párrafo para comenzar mejor.
    Bien. La mujer tuvo celos y mientras Bastos dormía, por el pico de la tetera,
    le vació agua hirviendo dentro del oído. Sólo tuvo tiempo de dar un berrido antes
    de desmayarse, berrido, el cual podemos adivinar que era el peor que daba, como
    un grito de animal. Bastos fue llevado al hospital y permaneció entre la vida y la
    muerte, ésta en lucha feroz con aquélla.

    La mujer hombruna, llamada Leontina, pasó un año y pico en la cárcel.
    De donde salió para encontrarse, ¿adivinen con quién? Pues fue a reunirse con
    Bastos. En ese entonces, un Bastos consumido y, claro, sordo para siempre, él,
    que no perdonaba ningún defecto físico.
    ¿Qué sucedió? Pues volvieron a vivir juntos, amor para siempre.
    En cuanto a esto, la niña de diecisiete años, muerta hace mucho tiempo, sólo
    dejó huella en la madre desgraciada. Y si me acordé de la muchachita fuera de
    tiempo, es por el amor que siento por Jandira.
    Ahí es cuando entra el papá de ella, como quien no quiere nada. Siguió siendo
    el amante de la mujer del médico, quien había tratado a su hija con devoción.
    Hija, quiero decir, del amante. Y todos lo sabían, el médico y la mamá de la ex
    novia muerta. Creo que me perdí de nuevo, está todo un poco confuso, pero ¿qué
    puedo hacer?
    El médico, incluso sabiendo que el papá de la muchachita era el amante de su
    mujer, había cuidado mucho a la noviecita demasiado asustada con la oscuridad
    de la que hablé. La esposa del papá —por tanto, mamá de la ex noviecita— sabía
    de las elegancias adulterinas del marido que usaba reloj de oro en el chaleco, un
    anillo que era una joya y un alfiler de brillante en la corbata. Negociante
    acomodado, como se dice, pues las gentes respetan y saludan con amplia
    deferencia a los ricos, a los victoriosos, ¿no es así? Él, el papá de la chica,
    vestido con traje verde y camisa color de rosa de rayitas. ¿Cómo es que lo sé?
    Vaya, simplemente sabiendo, como lo hace la gente con la adivinación
    imaginativa. Lo sé y listo.
    No puedo olvidar un detalle. Es el siguiente: el amante tenía al frente un
    pequeño diente de oro, por puro lujo. Y olía a ajo. Toda su aura era ajo puro, pero
    la amante no le daba importancia, lo que quería era tener amante, con o sin olor a
    comida. ¿Cómo lo sé? Sabiendo.
    No sé qué fin tuvieron esas personas, no tuve más noticias. ¿Se disgregaron?
    Pues es una historia antigua y tal vez ya haya habido fallecimientos entre ellas,
    entre esas personas. La oscura, oscura muerte. Yo no quiero morir.
    Agrego un dato importante y que, no sé por qué, explica el maldito lugar de
    nacimiento de toda esta historia: ésta ocurrió en Niterói, con las tablas del muelle
    siempre húmedas y ennegrecidas, y con el vaivén de sus barcas. Niterói es un
    lugar misterioso y tiene casas viejas, oscuras. ¿Y ahí pudo haber sucedido lo del
    agua hirviendo en el oído del amante? No lo sé.
    ¿Qué hacer de esta historia que sucedió cuando el puente Río-Niterói no
    pasaba de ser un sueño? Tampoco lo sé, la doy de regalo a quien la quiera, pues
    estoy asqueada de ella. Hasta demasiado. A veces me da asco la gente. Después
    pasa y me siento de nuevo curiosa y atenta.
    Y es tan sólo eso.





    fin




    [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]

    266



    _________________



    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
    Maria Lua
    Maria Lua
    Administrador-Moderador
    Administrador-Moderador


    Cantidad de envíos : 76690
    Fecha de inscripción : 12/04/2009
    Localización : Nova Friburgo / RJ / Brasil

    CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA) - Página 33 Empty Re: CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA)

    Mensaje por Maria Lua Mar 15 Oct 2024, 10:31

    Una esperanza




    En casa se ha posado una esperanza. No la clásica, la que tantas veces se revela
    ilusoria, por mucho que así nos sostenga siempre. Sino la otra, bien concreta y
    verde: el insecto.
    Hubo un grito sofocado de uno de mis hijos:
    —¡Una esperanza! ¡En la pared y justo encima de tu silla!
    Emoción de él, además, que unía las dos esperanzas en una sola, ya tiene edad
    para eso. Ante mi asombro: la esperanza es algo secreto y suele posarse
    directamente en mí, sin que nadie lo sepa, y no en una pared encima de mi cabeza.
    Pequeño desorden: pero era indudable, allí estaba, y más flaca y verde no podía
    ser.
    —Pero si casi no tiene cuerpo —me quejé.
    —Sólo tiene alma —explicó mi hijo; y como los hijos son para nosotros una
    sorpresa, descubrí sorprendida que hablaba de las dos esperanzas.
    Por entre los cuadros de la pared, ella caminaba despacio sobre los hilos
    tenues de las largas patas. Tres veces, obstinada, intentó salir entre dos cuadros;
    tres veces tuvo que desandar el camino. Le costaba aprender.
    —Es tontita —comentó el niño.
    —De eso yo sé bastante —respondí, un poco trágica.
    —Ahora busca otro camino. Mira, pobre, cómo titubea.
    —Ya lo sé, así es.
    —Parece que las esperanzas no tienen ojos, mamá. Se guían con las antenas.
    —Lo sé —continué yo, cada vez más desdichada

    Nos quedamos mirando no sé cuánto tiempo. Vigilándola como en Grecia o
    Roma se vigilaba el inicio del fuego del hogar para que no se apagase.
    —Ha olvidado cómo se vuela, mamá, y cree que sólo puede andar así,
    despacio.
    Andaba realmente despacio; ¿estaría herida, tal vez? Ah, no; si hubiese sido
    así, de un modo u otro escurriría sangre, conmigo siempre ha sido así.
    Fue entonces cuando, presintiendo el mundo comible, por detrás de un cuadro
    salió una araña. Más que una araña, parecía «la» araña. Caminando por su tela
    invisible, parecía trasladarse suavemente por el aire. Quería la esperanza. ¡Pero
    nosotros también la queríamos, vaya! Dios mío, la queríamos y no para
    comérnosla. Mi hijo fue a buscar la escoba. Yo, débilmente confundida, sin saber
    si desgraciadamente había llegado la hora segura de perder la esperanza, dije:
    —Es que no se matan las arañas. Me han dicho que trae buena suerte…
    —¡Pero ésta va a matar a la esperanza! —respondió mi hijo con ferocidad.
    —Tengo que hablar con la empleada para que limpie detrás de los cuadros —
    dije, sintiendo la frase desviada y oyendo el cansancio cierto que había en mi voz.
    Después fantaseé un poco sobre cómo sería de sucinta y misteriosa con la
    empleada; tan sólo le diría: haga usted el favor de facilitar el camino de la
    esperanza.


    Muerta la araña, el niño inventó un juego de palabras con nuestra esperanza y
    el insecto. Mi otro hijo, que estaba viendo la televisión, lo oyó y se echó a reír
    con placer. No había duda: en casa se había posado la esperanza en cuerpo y
    alma.
    Pero qué bonito es el insecto: se posa más de lo que vive, es un esqueletito
    verde y tiene una forma tan delicada que explica por qué yo, que tengo la
    costumbre de agarrar las cosas, nunca he intentado agarrarla.
    Por otra parte, una vez, ahora lo recuerdo, se posó en mi brazo una esperanza
    mucho más pequeña que ésta. De tan leve que era no sentí nada, sólo visualmente
    me di cuenta de su presencia. Permanecí absorta en la delicadeza. Sin mover el
    brazo, pensé: «¿Y ahora? ¿Qué debo hacer?». En realidad, no hice nada. Me
    quedé extremadamente quieta, como si me hubiese brotado una flor. Después ya
    no recuerdo lo que pasó. Y creo que no pasó nada.





    FIN
    [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]


    _________________



    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
    Maria Lua
    Maria Lua
    Administrador-Moderador
    Administrador-Moderador


    Cantidad de envíos : 76690
    Fecha de inscripción : 12/04/2009
    Localización : Nova Friburgo / RJ / Brasil

    CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA) - Página 33 Empty Re: CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA)

    Mensaje por Maria Lua Vie 18 Oct 2024, 21:28

    Muchas veces lo que me ha salvado ha sido improvisar un acto gratuito. El acto gratuito, si tiene causas, son desconocidas. Y si tiene consecuencias, son imprevisibles.
    El acto gratuito es lo opuesto a la lucha por la vida y en la vida. Es lo opuesto a nuestra carrera por el dinero, por el trabajo, por el amor, por los placeres, por los taxis y autobuses, en definitiva por toda nuestra vida diaria, que se paga, es decir tiene su precio.
    Una tarde, con el cielo puramente azul y pequeñas nubes blanquísimas, mientras escribía a máquina, sucedió algo en mí. Era un profundo cansancio de la lucha.
    Y comprendí que estaba sedienta. Una sed de libertad me despertaba. Yo estaba exhausta de vivir en un apartamento. Estaba exhausta de extraer ideas de mi misma. Estaba exhausta del ruido de la máquina de escribir. Entonces apareció la sed extraña y profunda. Necesitaba —necesitaba urgentemente— un acto de libertad: un acto que existiese solo en sí mismo. Un acto que manifestase fuera de mí lo que secretamente soy. Y necesitaba un acto por el que no tuviese que pagar. No digo pagar con dinero sino, de una manera más amplia, pagar el alto precio que cuesta vivir.



    Todas las crónicas



    ***********************


    El arte de pensar sin riesgo. Si no fuese por los caminos de emoción a los que nos lleva el pensamiento, pensar ya habría sido catalogado como una de las formas de diversión. No se invita a los amigos a jugar a eso porque hacemos tanta ceremonia con el pensar. Lo mejor es invitarlos solo a una visita, y, como quien no quiere la cosa, ponerse a pensar a la vez, bajo el disfraz de las palabras.
    Eso como juego ligero. Porque para pensar profundamente —que es el grado máximo de este hobby— es necesario estar solo. Porque entregarse a pensar es una gran emoción, y solo nos atrevemos a pensar ante alguien cuando la confianza es tan grande que no nos sentimos incómodos al usar, si es necesario, la palabra otro.



    Aprendiendo a vivir



    ***************************


    Poseo a medida que designo; y este es el esplendor de tener un lenguaje. Pero poseo mucho más en la medida que no consigo designar. La realidad es la materia prima, el lenguaje es el modo como voy a buscarla, y como no la encuentro. Pero del buscar y no del hallar nace lo que yo no conocía, y que instantáneamente reconozco. El lenguaje es mi esfuerzo humano. Por destino tengo que ir a buscar y por destino regreso con las manos vacías. Mas regreso con lo indecible. Lo indecible me será dado solamente a través del lenguaje. Solo cuando falla la construcción, obtengo lo que ella no logró.



    La pasión según G.H.


    _________________



    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
    Maria Lua
    Maria Lua
    Administrador-Moderador
    Administrador-Moderador


    Cantidad de envíos : 76690
    Fecha de inscripción : 12/04/2009
    Localización : Nova Friburgo / RJ / Brasil

    CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA) - Página 33 Empty Re: CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA)

    Mensaje por Maria Lua Sáb 26 Oct 2024, 08:24

    La mujer más pequeña del mundo



    En las profundidades del África Ecuatorial, el explorador francés Marcel Pretre,
    cazador y hombre de mundo, se topó con una tribu de pigmeos de una pequeñez
    sorprendente. Más sorprendido quedó al ser informado de que existía un pueblo
    todavía más diminuto allende florestas y distancias. Entonces, más hacia las
    profundidades, él fue.
    En el Congo Central descubrió realmente a los pigmeos más pequeños del
    mundo. Y —como una caja dentro de una caja dentro de una caja— entre los
    menores pigmeos del mundo estaba el menor de los menores pigmeos del mundo,
    obedeciendo tal vez a la necesidad que a veces tiene la naturaleza de excederse a
    sí misma.
    Entre mosquitos y árboles tibios de humedad, entre las hojas ricas del verde
    más perezoso, Marcel Pretre se enfrentó con una mujer de cuarenta y cinco
    centímetros, madura, negra, callada. «Oscura como un mono», informaría él a la
    prensa, y que vivía en lo alto de un árbol con su pequeño concubino. En los
    cálidos humores silvestres, que tempranamente maduran las frutas y les dan una
    casi intolerable dulzura al paladar, ella estaba grávida.
    Allí en pie estaba, por lo tanto, la mujer más pequeña del mundo. Por un
    instante, en el zumbido del calor, fue como si el francés hubiese llegado
    inesperadamente a una última conclusión. Seguramente, por no tratarse de un loco,
    su alma no desvarió ni perdió los límites. Sintiendo una inmediata necesidad de
    orden, y de dar nombre a lo que existe, le dio el apodo de Pequeña Flor. Y para
    conseguir clasificarla entre las realidades reconocibles, de inmediato comenzó a
    recoger datos sobre ella.

    Su raza estaba siendo exterminada paulatinamente. Pocos ejemplares humanos
    restan de esa especie que, de no ser por el disimulado peligro del África, sería un
    pueblo difundido. Fuera de la enfermedad, infectado hálito de aguas, la comida
    deficiente y las fieras que rondaban, el gran peligro para los escasos likuoalas
    está en los salvajes bantúes, amenaza que los rodea en el aire silencioso como en
    madrugada de batalla. Los bantúes los cazan con redes, como hacen con los
    monos. Y los comen. Así: los cazan con redes y los comen. La pequeña raza,
    siempre retrocediendo y retrocediendo, terminó acuartelándose en el corazón de
    África, donde el afortunado explorador la descubriría. Por defensa estratégica,
    viven en los árboles más altos. De donde descienden las mujeres para cocinar
    maíz, moler mandioca y recoger verduras; los hombres, para cazar. Cuando nace
    un hijo, casi inmediatamente le es dada la libertad. Es verdad que muchas veces
    la criatura no usufructúa mucho tiempo esa libertad entre fieras. Pero también es
    verdad que, por lo menos, no lamentará que, para tan corta vida, largo haya sido
    el trabajo. Pues hasta el lenguaje que la criatura aprende es breve y simple,
    apenas lo esencial. Los likoualas usan pocos nombres, llaman a las cosas por
    gestos y sonidos animales. Como avance espiritual, tienen un tambor. Mientras
    bailan al son del tambor, un macho pequeño queda de guardia contra los bantúes,
    que quién sabe de dónde vendrán.





    continuará


    [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]


    66


    _________________



    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
    Maria Lua
    Maria Lua
    Administrador-Moderador
    Administrador-Moderador


    Cantidad de envíos : 76690
    Fecha de inscripción : 12/04/2009
    Localización : Nova Friburgo / RJ / Brasil

    CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA) - Página 33 Empty Re: CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA)

    Mensaje por Maria Lua Dom 27 Oct 2024, 12:47

    ***

    Fue así, pues, como el explorador descubrió, de pie y a sus pies, la cosa
    humana más pequeña que existe. Su corazón latió porque ni siquiera una
    esmeralda es cosa tan rara. Ni las enseñanzas de los sabios de la India son tan
    raras. Ni el hombre más rico de la tierra ha puesto los ojos sobre tan extraña
    gracia. Allí estaba una mujer que ni la glotonería del más fino sueño jamás habría
    podido imaginar. Fue entonces cuando el explorador dijo tímidamente y con una
    delicadeza de sentimientos de los que su esposa jamás lo hubiera creído capaz:
    —Tú eres Pequeña Flor.
    En ese instante, Pequeña Flor se rascó donde una persona no se rasca. El
    explorador —como si estuviera recibiendo el más alto premio de castidad a que
    un hombre siempre muy idealista osa aspirar—, el explorador, tan experimentado,
    desvió los ojos.
    La fotografía de Pequeña Flor fue publicada en el suplemento a color de los
    diarios del domingo, donde cupo a tamaño natural. Envuelta en un paño, con la
    barriga en estado adelantado. La nariz chata, la cara negra, los ojos hondos, los
    pies planos. Parecía un perrito.
    Ese domingo, en un apartamento, una mujer, al mirar en el diario abierto el
    retrato de Pequeña Flor, no quiso mirarlo por segunda vez «porque me da pena».
    En otro apartamento, una señora tuvo tal perversa ternura por la pequeñez de
    la mujercita africana que —siendo mucho mejor prevenir que curar— jamás se
    debería dejar a Pequeña Flor a solas con la ternura de la tal señora. ¡Quién sabe a
    qué oscuridades de amor puede llegar el cariño! La señora pasó todo el día
    perturbada, se diría que presa de la nostalgia. Además, era primavera y una
    bondad peligrosa estaba en el aire.


    En otra casa una nena de cinco años de edad, viendo el retrato y escuchando
    los comentarios, quedó muy asustada. En aquella casa de adultos, hasta ahora esa
    niña había sido el más pequeño de los seres humanos. Y, si bien eso era la fuente
    de las mejores caricias, también era la fuente de este primer miedo al amor tirano.
    La existencia de Pequeña Flor llevó a la niña a sentir —con una vaguedad que
    sólo muchos años después, por motivos muy diferentes, habría de concretarse en
    pensamiento—, llevó a sentir, en una primera sabiduría, que «la desgracia no
    tiene límites».
    En otra casa, en la consagración de la primavera, una joven novia tuvo un
    éxtasis de piedad:
    —¡Mamá, mira la fotografía de ella, pobrecita!, ¡mira qué triste está!
    —Pero —dijo la madre, dura, derrotada y orgullosa—, pero es una tristeza
    animal, no es una tristeza humana.
    —¡Oh, mamá! —dijo la muchacha muy desanimada.
    Fue en otra casa donde un chico despierto tuvo una idea astuta:
    —Mamá, ¿si yo pusiera a esa mujercita africana en la cama de Pablito,
    mientras él está durmiendo?, cuando él se despertara, qué susto, ¿eh?, ¡qué
    griterío viéndola sentada en la cama! ¡Y uno podría jugar tanto con ella, uno la
    tendría de juguete, no!
    La madre de él estaba en ese instante poniéndose tubos en el cabello frente al
    espejo del baño, y recordó lo que una cocinera le había contado de su tiempo de
    orfanato. No teniendo muñeca para jugar, y con la maternidad ya latiendo fuerte en
    el corazón de las huérfanas, las niñas más astutas habían escondido de las monjas
    el cadáver de una de las chicas. Guardaron el cadáver en un armario hasta que la
    monja salió, y jugaron con la niña muerta, la bañaron, le dieron de comer, la
    pusieron en penitencia solamente para después poder besarla, consolándola. De
    todo eso se acordó la madre en el baño, y bajó las manos levantadas, llenas de
    horquillas. Y consideró la crueldad de la necesidad de amar. Consideró la
    malignidad de nuestro deseo de ser feliz.









    continuará


    [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]


    68


    _________________



    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
    Maria Lua
    Maria Lua
    Administrador-Moderador
    Administrador-Moderador


    Cantidad de envíos : 76690
    Fecha de inscripción : 12/04/2009
    Localización : Nova Friburgo / RJ / Brasil

    CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA) - Página 33 Empty Re: CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA)

    Mensaje por Maria Lua Dom 27 Oct 2024, 19:18

    ***

    Consideró la ferocidad con que
    queremos jugar. Y el número de veces en que mataremos por amor. Entonces miró
    al hijo astuto como si mirase a un extraño peligroso. Y sintió horror de su propia
    alma que, más que su cuerpo, había engendrado a aquel ser apto para la vida y la
    felicidad. Así miró ella, con mucha atención y un orgullo incómodo, a aquel niño
    que ya estaba sin los dientes de delante, ¡la evolución, la evolución haciéndose,
    un diente cayendo para que nazca otro que muerda mejor! «Voy a comprarle un
    traje nuevo», resolvió, mirándolo absorto. Obstinadamente adornaba al hijo
    desdentado con ropas finas, obstinadamente lo quería limpio, como si la limpieza
    diera énfasis a una superficialidad tranquilizadora, perfeccionando
    obstinadamente el lado amable de la belleza. Obstinadamente alejándose,
    alejándolo, de algo que debía ser «oscuro como un mono». Entonces, mirando al
    espejo del baño, la madre sonrió intencionadamente fina y delicada, colocando
    entre su rostro de líneas abstractas y la cara desnuda de Pequeña Flor la distancia
    insuperable de milenios. Pero, con años de práctica, sabía que ése sería un
    domingo en el que tendría que disfrazar consigo misma la ansiedad, el sueño y los
    milenios perdidos.
    En otra casa, junto a una pared, se dieron al trabajo alborozado de calcular
    con una cinta métrica los cuarenta y cinco centímetros de Pequeña Flor. Y fue ahí
    mismo donde, encantados, se asustaron al descubrir que ella era todavía más
    pequeña de lo que la más aguda imaginación inventara. En el corazón de cada
    miembro de la familia nació, nostálgico, el deseo de tener para sí aquella cosa
    menuda e indomable, aquella cosa salvada de ser comida, aquella fuente
    permanente de caridad. El alma ávida de la familia quería volcarse en devoción.
    Y, quién sabe, ¿quién no deseó alguna vez poseer a un ser humano solamente para
    sí? Lo que, en verdad, no siempre sería cómodo, porque hay horas en que no se
    quiere tener sentimientos.



    —Apuesto a que si ella viviera aquí terminábamos en una pelea —dijo el
    padre sentado en el sillón, dándole la vuelta definitivamente a la página del diario
    —. En esta casa todo termina en pelea.
    —Tú, José, siempre pesimista —dijo la madre.
    —¿Ya has pensado, mamá, qué tamaño tendría su bebé? —dijo ardiente la hija
    mayor, de trece años.
    El padre se movió detrás del diario.
    —Debe de ser el bebé negro más pequeño del mundo —respondió la madre,
    derritiéndose de gusto—. ¡Imagínense, ella sirviendo la mesa aquí, en casa!, ¡y
    con la barriguita grande!
    —¡Basta de esas conversaciones! —tronó el padre.
    —Tendrás que convenir en que se trata de una cosa rara —dijo la madre,
    inesperadamente ofendida—; lo que pasa es que eres un insensible.
    ¿Y la propia cosa rara?
    Mientras tanto, en África, la propia cosa rara tenía en el corazón (quién sabe
    si también negro, pues en una naturaleza que se equivocó una vez ya no se puede
    confiar más), mientras tanto la propia cosa rara tenía en el corazón algo más raro
    todavía, algo así como el secreto del mismo secreto: un hijo mínimo.
    Metódicamente, el explorador examinó con la mirada la barriguita más pequeña
    de un ser humano maduro. Fue en ese instante en que el explorador, por primera
    vez desde que la conociera, en vez de sentir curiosidad o exaltación o triunfo o
    espíritu científico, el explorador sintió malestar







    continuará


    [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]


    _________________



    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
    Maria Lua
    Maria Lua
    Administrador-Moderador
    Administrador-Moderador


    Cantidad de envíos : 76690
    Fecha de inscripción : 12/04/2009
    Localización : Nova Friburgo / RJ / Brasil

    CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA) - Página 33 Empty Re: CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA)

    Mensaje por Maria Lua Lun 28 Oct 2024, 16:39

    ***

    Es que la mujer más pequeña del mundo se estaba riendo.
    Estaba riéndose cálida, cálida. Pequeña Flor estaba gozando de la vida. La
    propia cosa rara estaba sintiendo la inefable sensación de no haber sido comida
    todavía.
    No haber sido comida era algo que, en otros momentos, le inspiraba el ágil
    impulso de saltar de rama en rama. Pero, en este momento de tranquilidad, entre
    las espesas hojas del Congo Central, ella no estaba aplicando ese impulso a una
    acción, y el impulso se había concentrado todo en la propia pequeñez de la propia
    cosa rara. Y entonces ella se reía. Era una risa como sólo quien no habla ríe. Esa
    risa, el explorador, incómodo, no consiguió clasificarla. Y ella continuó
    disfrutando de su propia risa suave, ella, que no estaba siendo devorada.
    No ser devorado es el sentimiento más perfecto. No ser devorado es el
    objetivo secreto de toda una vida. Mientras ella no estaba siendo comida, su risa
    bestial era tan delicada como es delicada la alegría. El explorador estaba
    atrapado.
    En segundo lugar, si la propia cosa rara estaba riendo era porque, dentro de su
    pequeñez, una gran oscuridad se había puesto en movimiento.
    Porque la propia cosa rara sentía el pecho tibio de lo que se podía llamar
    Amor. Ella amaba a aquel explorador amarillo. Si hubiese sabido hablar para
    decirle que lo amaba, él se hincharía de vanidad. Vanidad que disminuiría cuando
    ella agregara que también amaba mucho el anillo del explorador y que amaba
    mucho la bota del explorador. Y cuando él se deshinchara avergonzado, Pequeña
    Flor no comprendería por qué. Porque, ni de lejos, su amor por el explorador —
    hasta puede decirse «profundo amor», ya que, no teniendo otros recursos, ella
    estaba reducida a la profundidad—, pues ni de lejos su amor profundo por el
    explorador quedaría desvalorizado por el hecho de que ella también amaba su
    bota. Existe un viejo equívoco sobre la palabra amor, y si muchos hijos nacen de
    esa equivocación, tantos otros perdieron el único instante de nacer solamente por
    causa de una susceptibilidad que exige que sea, ¡de mí, para mí!, que se guste, no
    de mi dinero. Pero en la humedad de la selva no existen esos refinamientos
    crueles, el amor es no ser comido, amor es encontrar hermosa una bota, amor es
    gustar del color raro de un hombre que no es negro, amor es reír de amor a un
    anillo que brilla. Pequeña Flor parpadeaba de amor, y rió cálida, pequeña,
    grávida, cálida


    El explorador intentó sonreír nuevamente, sin saber exactamente a qué abismo
    respondía su sonrisa, y entonces se perturbó como solamente un hombre de
    semejante tamaño se perturba. Disimuló, acomodándose mejor su sombrero de
    explorador, y enrojeció púdicamente. Tomó un lindo color, un rosa verdoso, como
    el de un limón de madrugada. Él debía de ser ácido.
    Fue probablemente al acomodar mejor su casco simbólico cuando el
    explorador se llamó al orden, recuperó con severidad la disciplina de trabajo, y
    recomenzó a anotar. Había aprendido a comprender algunas de las pocas palabras
    articuladas de la tribu, y a interpretar las señales. Ya conseguía hacer preguntas.
    Pequeña Flor respondió que sí. Que era muy lindo tener un árbol para vivir,
    suyo, de ella. Pues —y eso ella no lo dijo, pero sus ojos se tornaron tan oscuros
    que lo dijeron—, pues era bueno poseer, era bueno poseer, era bueno poseer. El
    explorador pestañeó varias veces.
    Marcel Pretre tuvo varios momentos difíciles consigo mismo. Pero por lo
    menos se ocupó de tomar notas. Quien no tomó notas tuvo que arreglárselas como
    pudo:
    —Pues mire —declaró de repente la vieja cerrando el diario con decisión—,
    pues mire, yo sólo le digo una cosa: Dios sabe lo que hace.


    FIN


    [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]


    _________________



    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
    Maria Lua
    Maria Lua
    Administrador-Moderador
    Administrador-Moderador


    Cantidad de envíos : 76690
    Fecha de inscripción : 12/04/2009
    Localización : Nova Friburgo / RJ / Brasil

    CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA) - Página 33 Empty Re: CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA)

    Mensaje por Maria Lua Miér 30 Oct 2024, 09:32

    Viacrucis



    María Dolores se asustó. Pero se asustó en serio.
    Empezó por la menstruación que no llegó. Esto la sorprendió porque ella era
    muy regular.
    Pasaron más de dos meses y nada. Fue a la ginecóloga. Ésta le diagnosticó un
    evidente embarazo.
    —¡No puede ser! —gritó María Dolores.
    —¿Por qué? ¿Usted no está casada?
    —Sí, pero soy virgen, mi marido nunca me ha tocado. Primero porque él es un
    hombre paciente, segundo porque ya está medio impotente.
    La ginecóloga intentó argumentar:
    —Quién sabe si usted en alguna noche…
    —¡Nunca! ¡Pero de verdad nunca!
    —Entonces —concluyó la ginecóloga—, no sé cómo explicarle. Usted ya está
    a fines del tercer mes.
    María Dolores salió del consultorio toda mareada. Tuvo que detenerse en un
    restaurante para tomar un café. Para lograr entender.
    ¿Qué es lo que estaba sucediendo? Una gran angustia se apoderó de ella. Pero
    salió del restaurante más calmada.
    En la calle, de regreso a casa, compró una blusita para el bebé. Azul, pues
    tenía la certeza de que sería niño. ¿Qué nombre le pondría? Sólo podía darle un
    nombre: Jesús.
    En casa encontró al marido leyendo el periódico en sandalias. Le contó lo que
    sucedía. El hombre se asustó:
    —¿De manera que yo soy san José?
    —Sí —la respuesta fue lacónica.
    Ambos cayeron en una profunda meditación.
    María Dolores mandó a la sirvienta a comprar las vitaminas que la ginecóloga
    le había recetado. Eran para bien de su hijo.


    Hijo divino. Ella había sido elegida por Dios para darle al mundo un nuevo
    Mesías.
    Compró la cuna azul. Empezó a tejer blusitas y a hacer pañales suaves.
    Mientras tanto, la barriga crecía. El feto era dinámico: le daba violentos
    puntapiés. A veces le llamaba a san José para que le pusiera la mano en el vientre
    y sintiera al hijo que estaba viviendo con fuerzas.
    San José entonces se quedaba con los ojos bañados en lágrimas. Se trataba de
    un Jesús vigoroso. Ella se sentía toda iluminada.
    A su amiga más íntima, María Dolores le contó la historia misteriosa. La
    amiga también se asustó.
    —María Dolores, ¡pero qué destino tan privilegiado tienes!
    —Privilegiado, sí —suspiró María Dolores—. Pero ¿qué puedo hacer para
    que mi hijo no padezca el viacrucis?
    —Reza —le aconsejó la amiga—, reza mucho.
    Y María Dolores empezó a creer en los milagros. Una vez creyó que veía de
    pie, a su lado, a la Virgen María que le sonreía. Otra vez ella misma hizo el
    milagro: el marido tenía una herida abierta en la pierna, María Dolores la besó.
    Al día siguiente ni siquiera había cicatriz.
    Hacía frío, era el mes de julio. En octubre nacería la criatura.
    Pero ¿dónde encontrarían un establo? Sólo si fuera a una hacienda en el
    interior de Minas Gerais. Entonces decidió ir a la hacienda de la tía Minita.
    Lo que le preocupaba era que el niño no iba a nacer el veinticinco de
    diciembre.
    Iba a la iglesia todos los días e, incluso con el vientre crecido, permanecía
    horas arrodillada. Como madrina de su hijo había escogido a la Virgen María. Y
    para padrino, a Cristo.
    Y así fue pasando el tiempo. María Dolores había engordado brutalmente y
    tenía deseos extraños, como el comer uvas heladas. San José fue con ella a la
    hacienda. Y allá hacía sus trabajos de ebanistería.
    Un día María Dolores se atiborró demasiado: vomitó mucho y lloró. Pensó:
    empezó el viacrucis de mi sagrado hijo.
    Pero le parecía que, si le pusiera a la criatura el nombre de Jesús, él sería,
    cuando fuera hombre, crucificado. Era mejor darle el nombre de Emmanuel.
    Nombre sencillo. Nombre bueno.


    Esperaba a Emmanuel sentada debajo de una jabuticabera
    [7]
    . Y pensaba:
    cuando llegue la hora, no voy a gritar, voy a decir únicamente: ¡ay, Jesús!
    Y comía jabuticabas. Se atragantaba la madre de Jesús.
    La tía —a la par de todo— preparaba la habitación con cortinas azules. El
    establo estaba ahí, con sus vacas y su olor a estiércol.
    En la noche, María Dolores miraba al cielo estrellado en busca de la estrellaguía. ¿Quiénes serían los tres Reyes Magos? ¿Quién le traería incienso y mirra?
    Salía a dar largos paseos porque la doctora le había recomendado que
    caminara mucho. San José se había dejado crecer la barba grisácea y sus largos
    cabellos llegaban a los hombros.
    Era difícil esperar. El tiempo no pasaba. La tía les preparaba, para el
    desayuno, pastelitos de huevo y azúcar que se deshacían en la boca. Y el frío les
    dejaba las manos rojas y tiesas.
    De noche encendían el hogar y permanecían sentados ahí para calentarse. San
    José elaboraba un cayado para sí mismo. Y, como no se cambiaba de ropa,
    despedía un olor sofocante. Su túnica era de estopa. Él tomaba vino junto al
    hogar. María Dolores tomaba leche cruda entera con el rosario en la mano.
    Por la mañana temprano, iba a observar las vacas al establo. Las vacas
    mugían. María Dolores les sonreía. Todos humildes: vacas y mujer. María
    Dolores estaba a punto de llorar. Acomodaba la paja en el suelo, preparando el
    lugar para acostarse cuando llegara la hora. La hora de la iluminación.
    San José, con su cayado, iba a meditar a la montaña. La tía preparaba lomo de
    puerco y todos comían desesperadamente. Y el niño que no nacía.
    Hasta que una noche, a las tres de la madrugada, María Dolores sintió el
    primer dolor. Prendió la lamparilla, despertó a san José, despertó a la tía. Se
    vistieron. Y con una antorcha para iluminar el camino, se dirigieron, a través de
    los árboles, al establo. Una gran estrella cintilaba en el cielo negro.
    Las vacas, despiertas, se inquietaron y empezaron a mugir.
    Al poco rato un nuevo dolor. María Dolores se mordió su propia mano para
    no gritar. Y no amanecía.
    San José temblaba de frío. María Dolores, acostada en la paja, bajo una
    cobija, aguardaba.
    Entonces le llegó un dolor demasiado fuerte. ¡Ay, Jesús! Gimió María
    Dolores. ¡Ay, Jesús! Parecían mugir las vacas.
    Las estrellas en el cielo.
    Entonces sucedió.
    Nació Emmanuel.
    Y pareció que el establo se iluminaba todo.
    Era un fuerte y bello niño que dio un berrido en la madrugada.
    San José le cortó el cordón umbilical. Y la mamá sonreía. La tía lloraba.
    No se sabe si ese niño tuvo que padecer el viacrucis. Todos lo padecen.




    fin
    [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]


    _________________



    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
    Maria Lua
    Maria Lua
    Administrador-Moderador
    Administrador-Moderador


    Cantidad de envíos : 76690
    Fecha de inscripción : 12/04/2009
    Localización : Nova Friburgo / RJ / Brasil

    CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA) - Página 33 Empty Re: CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA)

    Mensaje por Maria Lua Jue 31 Oct 2024, 18:05

    Las aguas del mundo



    Allí está él, el mar, la más ininteligible de las existencias no humanas. Y aquí
    está, de pie en la playa, la mujer, el más ininteligible de los seres vivos. Desde
    que un día se hizo la pregunta sobre sí misma, como ser humano se convirtió en el
    más ininteligible de los seres vivos. Ella y el mar.
    Sus misterios sólo podrían encontrarse si uno se entregara al otro: la entrega
    de dos mundos incognoscibles hecha con la confianza con que se entregarían dos
    comprensiones.
    Ella mira el mar, es lo que puede hacer. Él sólo está delimitado por la línea
    del horizonte, es decir, por la incapacidad humana que a ella le impide ver la
    curvatura de la tierra.
    Son las seis de la mañana. Sólo un perro libre titubea en la playa, un perro
    negro. ¿Por qué son tan libres los perros? Porque es el misterio vivo que no se
    indaga. La mujer titubea porque va a entrar.

    El cuerpo se le consuela con su propia exigüidad en relación con la vastedad
    del mar, porque es la exigüidad del cuerpo lo que le permite conservarse cálido, y
    es esa exigüidad la que lo hace pobre y libre de la gente, con una parte de libertad
    de perro en la arena. Ese cuerpo entrará en el frío ilimitado que ruge sin rabia en
    el silencio de las seis horas.

    La mujer no lo sabe: pero está realizando un acto de
    valor. Vacía la playa a esas horas de la mañana, le falta el ejemplo de otros
    humanos que transforman la entrada al mar en simple, liviano juego de vida. Está
    sola. El mar salado no está solo porque es salado y grande, y esto es una
    realización. A esa hora ella se conoce menos todavía de lo que conoce al mar. Su
    osadía consiste en continuar aunque no se conozca. Es fatal no conocerse, y no
    conocerse exige valor.

    Va entrando. El agua salada está tan fría que ritualmente le eriza las piernas.
    Pero una alegría fatal —la alegría es una fatalidad— ya la ha invadido, si bien ni
    siquiera sonríe. Al contrario, está muy seria. El olor es como el de una marejada
    vertiginosa que la despierta de sus más adormecidos sueños seculares. Y ahora
    ella está alerta, aun sin pensar, como está alerta sin pensar el cazador. La mujer es
    ahora compacta, leve y aguda, y se abre camino en la gelidez que, líquida, se le
    opone y, sin embargo, la deja entrar, igual que en el amor, donde la resistencia
    puede ser un pedido.
    La lentitud del camino aumenta su osadía secreta. Y de repente se deja cubrir
    por la primera ola. La sal, el yodo, el líquido todo, la enceguecen por un instante,
    toda escurriendo, de pie y sorprendida, fertilizada.

    Ahora el frío se vuelve glacial. Avanzando, ella parte el mar por la mitad. Ya
    no le hace falta el valor, ahora está inmersa, antigua, en el ritual. Hunde la cabeza
    en el brillo del mar y se echa atrás una cabellera que, al salir, chorrea sobre los
    ojos salados y ardientes. Pausada, la mano juega con el agua; los cabellos, al sol,
    ya están casi endurecidos de sal. Con el cuenco de las manos hace lo que siempre
    ha hecho en el mar, y con la arrogancia de los que nunca darán explicaciones ni
    siquiera a sí mismos: con el cuenco de las manos lleno de agua, bebe a tragos
    grandes buenos.

    Y era eso lo que estaba echando de menos: el mar por dentro como el líquido
    espeso de un hombre. Ahora está completamente igual a sí misma. La garganta
    alimentada se encoge por la sal, los ojos enrojecen por la sal secada del sol, las
    olas suaves la golpean y se van porque ella es una muralla compacta.
    Vuelve a zambullirse, de nuevo bebe más agua, ahora sin voracidad pues no
    necesita más. Es la amante que sabe que volverá a tenerlo todo. El sol se abre
    más y, al secarla, le da escalofríos; ella se zambulle de nuevo: se siente cada vez
    menos ávida y menos aguda. Ahora sabe lo que quiere. Quiere quedarse parada en
    el mar. Y entonces así se queda. Como contra los costados de un navío, el agua
    golpea, vuelve, golpea. La mujer no recibe mensajes. No le hace falta la
    comunicación.
    Después vuelve a la playa caminando dentro del agua. No camina sobre las
    aguas —ah, nunca haría eso cuando hace ya milenios alguien caminó sobre las
    aguas—, pero esto no puede quitárselo nadie: caminar dentro del agua. A veces el
    mar le opone resistencia y la empuja con fuerza hacia atrás, pero entonces la proa
    de la mujer se vuelve un poco más dura y más áspera y sigue avanzando.
    Y ahora pisa la arena. Sabe que brilla de agua, de sal y de sol. Aunque dentro
    de unos minutos lo olvide, nunca podrá perder todo esto. Y de algún modo oscuro
    sabe que sus cabellos que escurren son de náufrago. Porque sabe… sabe que ha
    sorteado un peligro. Un peligro tan antiguo como el ser humano.






    FIN
    [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]









    _________________



    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
    Maria Lua
    Maria Lua
    Administrador-Moderador
    Administrador-Moderador


    Cantidad de envíos : 76690
    Fecha de inscripción : 12/04/2009
    Localización : Nova Friburgo / RJ / Brasil

    CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA) - Página 33 Empty Re: CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA)

    Mensaje por Maria Lua Sáb 02 Nov 2024, 13:14

    Día tras día



    Hoy es 13 de mayo. Es el Día de la Liberación de los Esclavos. Es lunes. Es día
    de mercadillo. Encendí la radio a pilas y tocaban El Danubio azul. Me puse
    contenta. Me vestí, bajé, compré flores a nombre de quien murió ayer. Claveles
    rojos y blancos. Como lo he repetido hasta el cansancio, un día hemos de morir. Y
    se muere de rojo y blanco. El hombre que murió era muy recto: trabajaba en pro
    de la humanidad, advirtiendo que los alimentos en el mundo se irían a acabar.
    Quedaba Laura, su esposa. Mujer fuerte, mujer vidente, de cabellos y ojos negros.
    Dentro de algunos días iré a visitarla. O por lo menos hablaré con ella por
    teléfono.
    Ayer, 12 de mayo, Día de la Madre, no vinieron las personas que habían dicho
    que vendrían. Pero vino una pareja amiga y salimos a cenar. Así estuvo mejor. No
    quiero ya depender de nadie. Lo que quiero es El Danubio azul y no el Vals triste
    de Sibelius, si es así como se escribe su nombre.
    Bajé de nuevo, fui al bar del señor Manuel para cambiar las pilas de mi radio.
    Le hablé de esta manera:
    —¿Se acuerda usted del hombre que estaba tocando la gaita el sábado? Él era
    un gran escritor.
    —Sí, lo recuerdo. Es una tristeza. Es la neurosis de la guerra. Él bebe por
    todos lados.
    Me fui.


    Cuando llegué a casa, una persona me llamó para decirme: piénselo bien antes
    de escribir un libro pornográfico, piense si esto va a agregarle algo a su obra.
    Respondí:
    —Ya le pedí permiso a mi hijo —le había dicho que no leyera el libro. Yo le
    conté un poco las historias que había escrito. Él las oyó y dijo: está bien. Le conté
    que mi primer cuento se llamaba «Miss Algrave». Él dijo: grave significa tumba.
    Entonces le conté sobre la llamada de la chica que lloraba porque el papá había
    muerto. Mi hijo dijo como un consuelo: él vivió mucho. Yo le dije: vivió bien.
    Pero la persona que me llamó se enojó, yo me enojé, ella colgó el teléfono, yo
    marqué nuevamente, ella no quiso hablar y volvió a colgar.
    Si este libro fuera publicado con mala suerte, estoy perdida. Pero uno está
    perdido de todos modos. No hay escapatoria. Todos nosotros sufrimos de
    neurosis de guerra.
    Me acordé de una cosa graciosa. Una amiga que tengo vino un día a hacer las
    compras en el mercadillo frente a mi casa. Pero venía en shorts. Un vendedor le
    gritó:
    —¡Pero qué muslos!, ¡qué hermosura!
    A mi amiga le dio mucha rabia y le contestó:
    —¡Ve a decirle eso a tu madre!
    El hombre se rió, el muy desgraciado.
    Pues sí. No sé si este libro va a agregar algo a mi obra. Mi obra que se
    arruine. No sé por qué las personas le dan tanta importancia a la literatura. ¿En
    cuanto a mi nombre? Que se fastidie, tengo más en que pensar.












    Cont
    [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]


    _________________



    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
    Maria Lua
    Maria Lua
    Administrador-Moderador
    Administrador-Moderador


    Cantidad de envíos : 76690
    Fecha de inscripción : 12/04/2009
    Localización : Nova Friburgo / RJ / Brasil

    CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA) - Página 33 Empty Re: CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA)

    Mensaje por Maria Lua Dom 03 Nov 2024, 19:44

    ***

    Pienso, por ejemplo, en la amiga que tuvo un quiste en su seno derecho y
    soportó sola el miedo hasta que, en vísperas de la operación, me lo dijo. Nos
    quedamos asustadas. La palabra prohibida: cáncer. Recé mucho. Ella rezó.
    Afortunadamente era benigno, su marido me llamó para comunicármelo. Al día
    siguiente ella me llamó para contarme que no era más que una «bolsa de agua».
    Yo le dije que para otra vez obtuviera una bolsa de cuero, sería más alegre.
    Con la compra de las flores y el cambio de pilas, estoy sin un cruceiro en
    casa. Pero dentro de un rato llamo a la farmacia, donde me conocen, para pedir
    que me cambien un cheque de cien cruceiros. Así puedo hacer las compras en el
    mercadillo.
    Pero soy sagitario y escorpión, teniendo como ascendente a acuario. Yo soy
    rencorosa. Un día una pareja me invitó a almorzar un domingo. Y el sábado por la
    tarde, así a última hora, me avisaron que el almuerzo no era posible porque tenían
    que comer con un hombre extranjero muy importante. ¿Por qué no me convidaron
    también? ¿Por qué me dejaron sola el domingo? Entonces me vengué. No soy tan
    buena que digamos. No los busqué ya. Y no aceptaré más invitaciones de ellos. Al
    pan, pan, y al vino, vino.
    Me acordé de que en una bolsa yo tenía cien cruceiros. Entonces ya no
    necesito llamar a la farmacia. Detesto pedir favores. No le llamo a nadie más. El
    que quiera, que me busque. Me voy a hacer de rogar. Ahora se acabó el juego.
    Dentro de dos semanas iré a Brasilia. Voy a dar una conferencia. Pero —
    cuando me llamen para señalar la fecha— voy a pedir una cosa: que no me
    festejen. Que todo sea sencillo. Me voy a hospedar en un hotel porque así me
    siento a gusto. Lo malo es que, cuando leo una conferencia, me pongo tan nerviosa
    que leo demasiado aprisa y nadie me entiende. Una vez fui a Campos en un taxi
    aéreo y di una conferencia en la universidad de ese lugar. Primeramente me
    mostraron libros míos traducidos al braille. Me quedé de una pieza. Y en la
    audiencia había ciegos. Me puse nerviosa. Después hubo una cena para hacerme
    un homenaje. Pero no aguanté, pedí permiso y me fui a dormir. Por la mañana me
    dieron un dulce llamado «llovizna», parece una gota y está hecho con huevos y
    azúcar. En casa comimos «llovizna» durante varios días. Me gusta recibir regalos.
    Y darlos. Es bueno. Yolanda me dio chocolates. Marly me dio una bolsa para
    compras que es preciosa. Yo le di a la hija de Marly una medallita de oro con un
    santo. La niña es lista y habla francés.


    Ahora les voy a contar unas historias de una niña llamada Nicole. Nicole le
    dijo a su hermano más grande, llamado Marcos: tú con ese pelo largo pareces
    mujer. Marcos reaccionó con un violento puntapié porque él es hombrecito
    realmente. Entonces Nicole dijo rápidamente:
    —¡No te enojes, porque Dios es mujer!
    Y, bajito, le susurró a la mamá: sé que Dios es hombre, ¡pero no me vayas a
    pegar!
    Nicole le dijo a la prima, que estaba haciendo desorden en la casa de la
    abuela: no hagas eso, porque una vez lo hice, mi abuelita me dio un coscorrón y
    me desmayé. La mamá de Nicole supo esto y la reprendió. Y le contó la historia a
    Marcos. Marcos dijo:
    —Eso no es nada. Una vez Adriana hizo desorden en casa de su abuelita y le
    dije: no hagas eso porque yo lo hice una vez, mi abuelita me pegó tanto que dormí
    cien años.
    ¿No dije yo que hoy era día de El Danubio azul? Estoy feliz, a pesar de la
    muerte del hombre bueno, a pesar de Claudio Brito, a pesar de la llamada
    telefónica sobre mi desgraciada obra literaria. Voy a tomar café de nuevo.
    Y Coca-Cola. Como dijo Claudio Brito, tengo manía de tomar Coca-Cola y
    café.
    Mi perro se está rascando la oreja y con tanto gusto que llega a gemir. Soy su
    mamá.
    Y necesito dinero. Pero El Danubio azul es precioso, lo es realmente.
    ¡Viva el mercadillo! ¡Viva Claudio Brito! (Le cambié el nombre, claro.
    Cualquier parecido es pura coincidencia). ¡Viva yo! Que aún estoy viva.
    Y ahora acabé.



    FIN
    [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]


    _________________



    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
    Maria Lua
    Maria Lua
    Administrador-Moderador
    Administrador-Moderador


    Cantidad de envíos : 76690
    Fecha de inscripción : 12/04/2009
    Localización : Nova Friburgo / RJ / Brasil

    CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA) - Página 33 Empty Re: CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA)

    Mensaje por Maria Lua Miér 06 Nov 2024, 06:56

    Una gallina




    Era una gallina de domingo. Todavía viva porque no pasaba de las nueve de
    la mañana. Parecía calma. Desde el sábado se había encogido en un rincón
    de la cocina. No miraba a nadie, nadie la miraba a ella. Aun cuando la
    eligieron, palpando su intimidad con indiferencia, no supieron decir si era
    gorda o flaca. Nunca se adivinaría en ella un anhelo.
    Por eso fue una sorpresa cuando la vieron abrir las alas de vuelo corto,
    hinchar el pecho y, en dos o tres intentos, alcanzar el muro de la terraza.
    Todavía vaciló un instante —el tiempo para que la cocinera diera un grito
    — y en breve estaba en la terraza del vecino, de donde, en otro vuelo
    desordenado, alcanzó un tejado. Allá quedó como un adorno mal
    colocado, dudando ora en uno, ora en otro pie. La familia fue llamada con
    urgencia y consternada vio el almuerzo junto a una chimenea. El dueño de
    la casa, recordando la doble necesidad de hacer esporádicamente algún
    deporte y almorzar, vistió radiante un traje de baño y decidió seguir el
    itinerario de la gallina: con saltos cautelosos alcanzó el tejado donde esta,
    vacilante y trémula, escogía con premura otro rumbo. La persecución se
    tornó más intensa. De tejado en tejado recorrió más de una manzana de la
    calle. Poco afecta a una lucha más salvaje por la vida, la gallina debía decidir
    por sí misma los caminos a tomar, sin ningún auxilio de su raza. El
    muchacho, sin embargo, era un cazador adormecido. Y por ínfima que
    fuese la presa había sonado para él el grito de conquista.
    Sola en el mundo, sin padre ni madre, ella corría, respiraba agitada,
    muda, concentrada. A veces, en la fuga, sobrevolaba ansiosa un mundo de
    tejados y, mientras el chico trepaba a otros dificultosamente, ella tenía
    tiempo de recuperarse por un momento. ¡Y entonces parecía tan libre!
    Estúpida, tímida y libre. No victoriosa como sería un gallo en fuga.
    ¿Qué es lo que había en sus vísceras para hacer de ella un ser? La gallina es
    un ser. Aunque es cierto que no se podría contar con ella para nada. Ni ella
    misma contaba consigo, de la manera en que el gallo cree en su cresta. Su
    única ventaja era que había tantas gallinas que aunque muriera una surgiría
    en ese mismo instante otra tan igual como si fuese ella misma.
    Página 114
    Finalmente, una de las veces que se detuvo para gozar su fuga, el
    muchacho la alcanzó. Entre gritos y plumas, fue apresada. Y enseguida
    cargada en triunfo por un ala a través de las tejas, y depositada en el piso de
    la cocina con cierta violencia. Todavía atontada, se sacudió un poco, entre
    cacareos roncos e indecisos.
    Fue entonces cuando sucedió. De puros nervios la gallina puso un
    huevo. Sorprendida, exhausta. Quizá fue prematuro. Pero después de que
    naciera a la maternidad parecía una vieja madre acostumbrada a ella.
    Sentada sobre el huevo quedó respirando mientras abría y cerraba los ojos.
    Su corazón tan pequeño en un plato, ahora elevaba y bajaba las plumas
    llenando de tibieza aquello que nunca pasaría de ser un huevo. Solamente
    la niña estaba cerca y observaba todo, aterrorizada. Apenas consiguió
    desprenderse del acontecimiento, se despegó del suelo y escapó a los
    gritos:
    —¡Mamá, mamá, no mates a la gallina, ha puesto un huevo!, ¡ella
    quiere nuestro bien!
    Todos corrieron de nuevo a la cocina y enmudecidos rodearon a la
    joven parturienta. Entibiando a su hijo, no estaba ni suave ni arisca, ni
    alegre ni triste, no era nada, solamente una gallina. Lo que no sugería
    ningún sentimiento especial. El padre, la madre, la hija, hacía ya bastante
    tiempo que la miraban, sin experimentar ningún sentimiento determinado.
    Nunca nadie acarició la cabeza de la gallina. El padre, por fin, decidió con
    cierta brusquedad:
    —¡Si mandas matar a esta gallina, nunca más volveré a comer gallina en
    mi vida!
    —¡Y yo tampoco! —juró la niña con ardor.
    La madre, cansada, se encogió de hombros.
    Inconsciente de la vida que le fue entregada, la gallina empezó a vivir
    con la familia. La niña, de regreso del colegio, arrojaba el portafolios lejos
    sin interrumpir sus carreras hacia la cocina. El padre todavía recordaba, de
    vez en cuando: «¡Y pensar que yo la obligué a correr en ese estado!». La
    gallina se transformó en la reina de la casa. Todos, menos ella, lo sabían.
    Continuó su existencia entre la cocina y los fondos de la casa, usando de
    sus dos capacidades: la apatía y el sobresalto.
    Pero cuando todos estaban quietos en la casa y parecían haberla
    olvidado, se llenaba de un pequeño valor, restos de la gran fuga, y circulaba
    por los ladrillos, levantando el cuerpo por detrás de la cabeza
    pausadamente, como en un campo, aunque la pequeña cabeza la
    traicionara: moviéndose ya rápida y vibrátil, con el viejo susto de su
    especie mecanizado.
    Una que otra vez, al final más raramente, la gallina recordaba que se
    había recortado contra el aire al borde del tejado, pronta a renunciar. En
    esos momentos llenaba los pulmones con el aire impuro de la cocina y, si
    les hubiese sido dado cantar a las hembras, ella, si bien no cantaría, por lo
    menos quedaría más contenta. Aunque ni siquiera en esos instantes la
    expresión de su vacía cabeza se alteraba. En la fuga, en el descanso, cuando
    dio a luz, o mordisqueando maíz, la suya continuaba siendo una cabeza de
    gallina, la misma que fuera desdeñada en los comienzos de los siglos.
    Hasta que un día la mataron, la comieron, y pasaron los años.




    [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]


    _________________



    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
    Maria Lua
    Maria Lua
    Administrador-Moderador
    Administrador-Moderador


    Cantidad de envíos : 76690
    Fecha de inscripción : 12/04/2009
    Localización : Nova Friburgo / RJ / Brasil

    CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA) - Página 33 Empty Re: CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA)

    Mensaje por Maria Lua Vie 08 Nov 2024, 19:30

    Lazos de familia



    La mujer y la madre se acomodaron finalmente en el taxi que las llevaría a la
    estación. La madre contaba y recontaba las dos maletas intentando convencerse de
    que ambas estaban en el taxi. La hija, con sus ojos oscuros a los que un ligero
    estrabismo daba un continuado brillo de burla y frialdad, la observaba.
    —¿No me he olvidado de nada? —preguntaba la madre, por tercera vez.
    —No, no te has olvidado de nada —repetía la hija divertida, con paciencia.
    Todavía estaba bajo la impresión de la escena medio cómica entre su madre y
    su marido en la hora de la despedida. Durante las dos semanas de visita de la
    anciana, los dos apenas si se habían soportado; los buenos días y las buenas
    tardes sonaban en cada oportunidad con una delicadeza cautelosa que le
    provocaba risa. Pero he ahí que en la hora de la despedida, antes de entrar en el
    taxi, la madre se había transformado en suegra ejemplar y el marido se tornaba en
    buen yerno. «Perdone alguna palabra mal dicha», había dicho la anciana señora, y
    Catalina, con algo de alegría, vio a Antonio, sin saber qué hacer con las maletas
    en las manos, tartamudear preocupado por ser el buen yerno. «Si me río, ellos van
    a pensar que estoy loca», había pensado Catalina frunciendo las cejas. «Quien
    casa a un hijo pierde un hijo, quien casa a una hija gana otro hijo», aseguró la
    madre, y Antonio había aprovechado la gripe para toser. Catalina, de pie,
    observaba maliciosamente al marido, cuya serenidad se había desvanecido para
    dar paso a un hombre moreno y menudo, forzado a ser el hijo de aquella mujercita
    grisácea… Fue entonces cuando el deseo de reír se tomó más fuerte. Felizmente,
    nunca necesitaba de verdad reírse cuando tenía deseos de hacerlo: sus ojos
    tomaban una expresión astuta y contenida, se tomaban más estrábicos, y la risa
    salía por los ojos, siempre dolía un poco ser capaz de reír. Pero no podía
    impedirlo: desde pequeña había reído por los ojos, desde siempre había sido
    estrábica.
    —Vuelvo a decirte que el niño está delgado —dijo la madre resistiendo los
    saltos del automóvil. Y a pesar de que Antonio no estaba presente, ella usaba el
    mismo tono de desafío y acusación que empleaba delante de él. Tanto que una
    noche Antonio se había agitado: ¡No es por culpa mía, Severina! Él llamaba
    Severina a su suegra, ya que antes del casamiento habían proyectado ser suegra y
    yerno modernos. Enseguida de la primera visita de la madre al matrimonio, la
    palabra Severina se había tornado difícil en la boca del marido, y ahora,
    entonces, el hecho de llamarla por su nombre impedía que… Catalina los miraba
    y reía.
    —El chico siempre fue delgado, mamá —le respondió.
    El taxi avanzaba, monótono.
    —Delgado y nervioso —agregó la señora con decisión.
    —Delgado y nervioso —asintió Catalina con paciencia.
    Era un niño nervioso, distraído. Durante la visita de la abuela se tomaba aún
    más distante, durmiendo mal, perturbado por las caricias excesivas y por los
    pellizcos de amor de la abuela. Antonio, que nunca se preocupaba especialmente
    por la sensibilidad del hijo, había pasado a hacer indirectas a la suegra, «a
    proteger a una criatura»…
    —No me olvidé de nada… —recomenzó la madre, cuando una súbita frenada
    del auto las arrojó una contra la otra e hizo caer las maletas—. ¡Ay! ¡Ay! —
    exclamó la madre como ante un desastre irremediable, ¡ay!, decía meneando la
    cabeza sorprendida, de repente envejecida y pobre. ¿Y Catalina?








    continuará


    [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]











    _________________



    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
    Maria Lua
    Maria Lua
    Administrador-Moderador
    Administrador-Moderador


    Cantidad de envíos : 76690
    Fecha de inscripción : 12/04/2009
    Localización : Nova Friburgo / RJ / Brasil

    CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA) - Página 33 Empty Re: CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA)

    Mensaje por Maria Lua Dom 10 Nov 2024, 14:09

    ***



    Catalina miraba a la madre, y la madre miraba a la hija, ¿y también a Catalina
    le había sucedido un desastre? Sus ojos parpadearon sorprendidos, ella
    acomodaba deprisa las maletas, la bolsa, procurando remediar el desastre lo más
    rápidamente posible. Porque, de hecho, había sucedido algo, sería inútil
    esconderlo: Catalina había sido lanzada contra Severina, en una intimidad física
    hace mucho tiempo olvidada, y venida del tiempo en que se tiene padre y madre.
    A pesar de que realmente nunca se habían abrazado o besado. Con el padre sí,
    porque Catalina siempre había sido amiga de él. Cuando la madre les llenaba los
    platos obligándolos a comer demasiado, los dos se miraban guiñándose el ojo en
    complicidad y la madre ni lo notaba. Pero después del choque en el taxi y después
    de acomodarse, no tenían de qué hablar, ¿por qué no llegarían enseguida a la
    estación?
    —¿No me olvidé de nada? —preguntó la madre con voz resignada.
    Catalina ya no quería mirarla ni responderle.
    —¡Toma tus guantes! —le dijo, recogiéndolos del suelo.
    —¡Ah!, ¡ah!, ¡mis guantes! —exclamaba la madre, perpleja.
    Sólo se miraron realmente cuando las maletas fueron dispuestas en el tren,
    después del intercambio de besos: la cabeza de la madre apareció en la
    ventanilla.
    Entonces Catalina vio que su madre estaba envejecida y que tenía los ojos
    brillantes.


    El tren no partía y ambas esperaban sin tener nada que decirse. La madre sacó
    el espejo de la bolsa y se miró el sombrero nuevo, comprado en el mismo
    sombrerero de la hija. Se miraba adoptando un aire excesivamente severo en el
    que no faltaba una pizca de admiración por sí misma. La hija la miraba divertida.
    Nadie más puede amarte sino yo, pensó la mujer riendo por los ojos; y el peso de
    la responsabilidad llevó a su boca un gusto a sangre. Como si «madre e hija»
    fuesen vida y repugnancia. Su madre le dolía, eso sí. La anciana había guardado
    el espejo en su bolsa, y la miraba sonriendo. El rostro desgastado y todavía
    bastante astuto parecía esforzarse por dar a los otros alguna impresión de la que
    el sombrero formaba parte. La campanilla de la estación sonó de repente, hubo un
    movimiento general de ansiedad, varias personas corrieron pensando que el tren
    partía ya: ¡Mamá!, dijo la mujer. ¡Catalina!, dijo la anciana. Ambas se miraban
    asustadas, la maleta sobre la cabeza del maletero les interrumpió la visión y un
    joven que iba corriendo al pasar se tomó del brazo de Catalina, torciéndole el
    cuello del vestido. Cuando pudieron verse de nuevo, Catalina estaba bajo la
    inminencia de tener que escuchar la pregunta sobre si no había olvidado nada…
    —¿No me olvidé de nada? —preguntó la madre.
    También a Catalina le parecía que habían olvidado algo, y ambas se miraron
    atónitas, porque si realmente algo habían olvidado, ahora ya era demasiado tarde.
    Una mujer arrastraba a una criatura, y la criatura lloraba; nuevamente sonó la
    campanilla de la estación… Mamá, dijo la mujer. ¿Qué cosa habían olvidado
    decirse una a la otra?, y ahora ya era demasiado tarde. Le parecía que un día
    debían haberse dicho así: Soy tu madre, Catalina. Y ella debería haber
    respondido: Y yo soy tu hija.
    —¡No vayas a pescar una corriente de aire! —gritó Catalina.
    —¡Pero, muchacha, no soy una criatura! —dijo su madre sin por eso dejar de
    preocuparse de su propia apariencia. La mano pecosa, un poco trémula,
    acomodaba con delicadeza el ala del sombrero, y Catalina tuvo súbitamente el
    deseo de preguntarle si había sido feliz con su padre:
    —¡Dale recuerdos a la tía! —gritó.
    —¡Sí, sí!
    —Mamá —dijo Catalina, porque un largo silbato se había escuchado, y en
    medio del humo las ruedas ya se ponían en movimiento.
    —¡Catalina! —dijo la madre con la boca abierta y los ojos espantados, y a la
    primera sacudida la hija vio que se llevaba las manos al sombrero: éste se le
    había caído hasta la nariz, dejando fuera apenas la nueva dentadura. El tren ya
    marchaba y Catalina hacía señas. El rostro de la madre desapareció un instante y
    reapareció ya sin sombrero, el moño deshecho cayendo en mechas blancas sobre
    los hombros como los de una doncella —el rostro estaba inclinado sin sonreír, tal
    vez sin mirar siquiera a la hija distante.








    continuará


    [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]


    _________________



    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
    Maria Lua
    Maria Lua
    Administrador-Moderador
    Administrador-Moderador


    Cantidad de envíos : 76690
    Fecha de inscripción : 12/04/2009
    Localización : Nova Friburgo / RJ / Brasil

    CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA) - Página 33 Empty Re: CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA)

    Mensaje por Maria Lua Miér 13 Nov 2024, 13:10

    ***



    En medio del humo Catalina comenzó a caminar de regreso, las cejas
    fruncidas, y en los ojos la malicia de los estrábicos. Sin la compañía de la madre,
    había recuperado el modo de caminar: sola, le era más fácil. Algunos hombres la
    miraban, ella era dulce, un poco pesada de cuerpo. Caminaba serena, moderna en
    el vestir, los cabellos cortos teñidos de color caoba. Y de tal manera estaban
    dispuestas las cosas que el amor doloroso le pareció la felicidad: todo estaba tan
    vivo y tierno a su alrededor, la calle sucia, los viejos tranvías, las cáscaras de
    naranja, la fuerza fluía y refluía en su corazón con pesada riqueza. Estaba muy
    bonita en ese momento, tan elegante; integrada en su época y en la ciudad en
    donde nació como si la hubiese elegido. En los ojos bizcos cualquier persona
    adivinaría el gusto que tenía esa mujer por las cosas del mundo. Miraba a las
    personas con insistencia, procurando fijar en aquellas figuras mutables su placer
    todavía húmedo de lágrimas por la madre. Se desvió de los coches, consiguió
    aproximarse al autobús burlando la fila, mirando irónicamente; nada impediría
    que esa pequeña mujer que andaba bamboleando los muslos subiese otro peldaño
    misterioso en sus días.




    El ascensor zumbaba en el calor de la playa. Abrió la puerta del apartamento
    mientras se liberaba del pequeño sombrero con la otra mano; parecía dispuesta a
    usufructuar la amplitud del mundo entero, camino abierto por su madre que le
    ardía en el pecho. Antonio apenas levantó los ojos del libro. La tarde del sábado
    siempre había sido «suya» y, enseguida tras la partida de Severina, él la retomaba
    con placer, junto al pequeño escritorio.
    —¿«Ella» se fue?
    —Se fue, sí —respondió Catalina empujando la puerta de la habitación del
    hijo. ¡Ah, sí!, allí estaba el niño, pensó con súbito alivio. Su hijo. Delgado y
    nervioso. Desde que se pusiera de pie había caminado con firmeza; pero casi a
    los cuatro años hablaba como si desconociera los verbos: verificaba las cosas
    con frialdad, sin ligarlas entre sí. La mujer sentía un calorcillo agradable y le
    gustaría poder sujetar al niño para siempre a este momento; le quitó la toalla de
    las manos en un acto de censura, ¡este chico! Pero el niño miraba hacia el aire,
    indiferente, comunicándose consigo mismo. Siempre estaba distraído. Nadie
    había conseguido todavía llamarle verdaderamente la atención. La madre sacudía
    la toalla en el aire y de esta manera impedía la visión de la habitación: Mamá,
    dijo el chico. Catalina se volvió rápida.









    continuará


    [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]






    _________________



    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
    Maria Lua
    Maria Lua
    Administrador-Moderador
    Administrador-Moderador


    Cantidad de envíos : 76690
    Fecha de inscripción : 12/04/2009
    Localización : Nova Friburgo / RJ / Brasil

    CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA) - Página 33 Empty Re: CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA)

    Mensaje por Maria Lua Jue 14 Nov 2024, 17:29

    ***

    Era la primera vez que él decía «mamá»
    en ese tono y sin pedir nada. Había algo más que una comprobación: ¡mamá! La
    mujer continuó sacudiendo la toalla con violencia y se preguntó a quién podría
    contarle lo que había sucedido, pero no encontró a nadie que entendiera lo que
    ella no podía explicar. Desarrugó la toalla vigorosamente antes de colgarla a
    secar. Tal vez pudiese contarlo, si cambiaba de forma al hecho. Contaría que el
    hijo había dicho: Mamá, ¿quién es Dios? No, tal vez: Mamá, ¿niño quiere decir
    Dios? Tal vez. La verdad sólo cabría en símbolos, sólo en símbolos la recibirían.
    Con los ojos sonriendo por su necesaria mentira, y sobre todo de la próxima
    tontería, huyendo de Severina, inesperadamente la mujer rió francamente para el
    niño, no sólo con los ojos: todo el cuerpo rió, quebrado, quebrado, quebrado el
    caparazón, apareciendo una aspereza casi como una ronquera. Fea, dijo entonces
    el niño, examinándola.
    —¡Vamos a pasear! —respondió ruborizándose y tomándolo de la mano.
    Pasó por la sala, sin detenerse avisó al marido: ¡Vamos a salir! Y golpeó la
    puerta del apartamento.


    Antonio apenas tuvo tiempo de elevar los ojos del libro, y con sorpresa vio la
    sala vacía. ¡Catalina!, llamó, pero ya se escuchaba el ruido del ascensor
    descendiendo. ¿Adónde han ido?, se preguntó inquieto, tosiendo y sonándose la
    nariz. Porque el sábado era suyo, pero él quería que su mujer y su hijo estuvieran
    en casa mientras él se tomaba su sábado. ¡Catalina!, llamó fastidiado aunque
    supiera que ella ya no podría escucharlo. Se levantó, fue hasta la ventana y un
    segundo después vio a su mujer y a su hijo en la calle.
    Los dos se habían detenido, la mujer decidiendo quizás el camino a seguir. Y
    de súbito poniéndose en marcha.
    ¿Por qué ella caminaba tan fuerte, llevando al niño de la mano?, por la
    ventana veía a su mujer agarrando con fuerza la mano del pequeño y caminando
    rápido, con los ojos fijos adelante; y aun sin verlo, el hombre adivinaba su boca
    endurecida. El niño, no se sabía por qué oscura comprensión, también miraba fijo
    hacia delante, sorprendido e ingenuo. Vistas desde arriba, las dos figuras perdían
    la perspectiva familiar, parecían achatadas en el suelo y más oscuras a la luz del
    mar. Los cabellos del chico volaban…






    continuará


    [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]




    _________________



    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
    Maria Lua
    Maria Lua
    Administrador-Moderador
    Administrador-Moderador


    Cantidad de envíos : 76690
    Fecha de inscripción : 12/04/2009
    Localización : Nova Friburgo / RJ / Brasil

    CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA) - Página 33 Empty Re: CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA)

    Mensaje por Maria Lua Vie 15 Nov 2024, 13:16

    ***

    El marido se repitió la pregunta que, aun bajo su inocencia de frase cotidiana,
    lo inquietó: ¿adónde van? Preocupado veía a su mujer guiando a la criatura y
    temía que en ese momento en que ambos estaban fuera de su alcance ella
    transmitiese a su hijo… pero ¿qué? «Catalina», pensó, «Catalina, ¡esta criatura
    aún es inocente!». En qué momento la madre, apretando a su criatura, le daba esta
    prisión de amor que se abatiría para siempre sobre el futuro hombre. Más tarde su
    hijo, ya hombre, solo, estaría de pie frente a esta misma ventana, golpeando los
    dedos sobre los vidrios; preso. Obligado a responder a un muerto. Quién sabría
    jamás en qué momento la madre transferiría al hijo la herencia. Y con qué
    sombrío placer. Ahora madre e hijo comprendiéndose dentro del misterio
    compartido. Después nadie podría saber de qué negras raíces se alimentaba la
    libertad de un hombre, «¡Catalina!», pensó colérico, «¡el niño es inocente!». Pero
    ya habían desaparecido en la playa. El misterio compartido.


    «Pero ¿y yo?, ¿y yo?», se preguntó asustado. Los dos se habían ido, solos. Y
    él se había quedado. «Con su sábado». Y su gripe. En el apartamento ordenado,
    donde «todo marchaba bien…». ¿Quién sabría si su mujer estaba huyendo con el
    hijo de la sala de la luz bien regulada, de los muebles bien elegidos, y de las
    cortinas y de los cuadros? Eso es lo que él le había dado. Apartamento de un
    ingeniero. Y sabía que, si la mujer se aprovechaba de la situación de un marido
    joven y lleno de futuro, también lo despreciaba, con aquellos ojos atontados,
    huyendo con su hijo nervioso y delgado. El hombre se inquietó. Porque no podría
    continuar dándole sino un éxito mayor. Y porque sabía que ella lo ayudaría a
    conseguirlo y odiaría lo que consiguieran. Así era esa tranquila mujer de treinta y
    dos años que nunca hablaba verdaderamente, como si hubiese vivido siempre. Las
    relaciones entre ambos eran muy tranquilas. A veces él procuraba humillarla, y
    entraba en la habitación mientras ella se cambiaba de ropa porque sabía que ella
    detestaba que la vieran desnuda. ¿Por qué necesitaba humillarla?; sin embargo, él
    sabía bien que ella sólo sería de un hombre mientras fuese orgullosa. Pero se
    había habituado a tomarla femenina de esta manera; la humillaba con ternura, y ya
    ella sonreía, ¿sin rencor?



    Tal vez de todo eso hubiesen nacido sus relaciones
    pacíficas, y aquellas conversaciones en voz tranquila que formaban la atmósfera
    de hogar para la criatura. ¿O ésta se irritaba a veces? A veces el niño se irritaba,
    pataleaba, gritaba bajo el efecto de las pesadillas. ¿De dónde había nacido esta
    criaturita vibrante, sino de lo que su mujer y él habían cortado de la vida diaria?
    Vivían tan tranquilos que, si se aproximaba un momento de alegría, ellos se
    miraban rápidamente, casi irónicos, y los ojos de ambos decían: no vamos a
    gastarlo, no vamos a usarlo ridículamente. Como si hubiesen vivido desde
    siempre.
    Pero él la había visto desde la ventana, la vio caminar deprisa, de la mano del
    hijo, y se había dicho: Ella está tomando el momento de alegría sola. Se había
    sentido frustrado porque desde hacía mucho no podía vivir sino con ella. Y ella
    conseguía tomar sus momentos, sola. Por ejemplo, ¿qué había hecho su mujer
    entre la salida del tren y su llegada al apartamento?, no sospechaba de ella, pero
    se inquietaba.


    La última luz de la tarde estaba pesada y se abatía con gravedad sobre los
    objetos. Las arenas restallaban secas. Todo el día había estado bajo la amenaza
    de irradiación. Que en ese momento, aunque sin restallar, se ensordecía cada vez
    más y zumbaba en el ascensor ininterrumpido del edificio. Cuando Catalina
    regresara, ellos cenarían alejando a las mariposas. El niño gritaría en su primer
    sueño, Catalina interrumpiría un momento la cena… ¡Y el ascensor no se
    detendría ni siquiera un instante! No, el ascensor no pararía ni un instante.
    —Después de cenar iremos al cine —resolvió el hombre. Porque después del
    cine sería finalmente la noche, y este día se quebraría con las olas en las rocas de
    Arpoador.




    FIN








    [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]


    _________________



    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
    Maria Lua
    Maria Lua
    Administrador-Moderador
    Administrador-Moderador


    Cantidad de envíos : 76690
    Fecha de inscripción : 12/04/2009
    Localización : Nova Friburgo / RJ / Brasil

    CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA) - Página 33 Empty Re: CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA)

    Mensaje por Maria Lua Mar 19 Nov 2024, 15:53

    El manifiesto de la ciudad




    ¿Por qué no intentar en este momento, que no es grave, mirar por la ventana? Éste
    es el puente. Éste el río. He ahí la Penitenciaría. Ahí está el reloj. Y Recife. Y el
    canal. ¿Dónde está la piedra que siento? La piedra que aplastó la ciudad. En la
    forma palpable de las cosas. Porque ésta es una ciudad realizada. Su último
    terremoto se pierde en la memoria. Extiendo la mano y sin tristeza rodeo de lejos
    la piedra. Algo aún se evade de la rosa de los vientos. Algo se endureció en la
    flecha de acero que indica el rumbo de: Otra Ciudad.
    Este momento no es grave. Aprovecho y miro por la ventana. He ahí una casa.
    Palpo tus escaleras, las que subí en Recife. Después, la pilastra corta. Estoy
    viéndolo todo extremadamente bien. Nada se me escapa. La ciudad trazada. Con
    qué ingeniosidad. Albañiles, carpinteros, ingenieros, escultores de santos,
    artesanos (éstos contaron con la muerte). Estoy viendo cada vez más claro: ésta es
    la casa, la mía, el puente, el río, la Penitenciaría, los bloques cuadrados de
    edificios, la escalera vacía, la piedra.
    Pero he ahí que surge un caballo. Es un caballo con cuatro patas y cascos
    duros de piedra, pescuezo potente, y cabeza de caballo. He ahí un caballo.
    Si ésta fue una palabra haciendo eco en el suelo duro, ¿cuál es tu sentido? Qué
    hueco es este corazón en el pecho de la ciudad. Busco, busco. Casas, aceras,
    escalones, monumento, poste, tu industria.
    Desde la más alta muralla, miro. Busco. Desde la más alta muralla no recibo
    ninguna señal. Desde aquí no veo, pues tu claridad es impenetrable. Desde aquí
    no veo, pero siento que algo está escrito con carbón en la pared. En una pared de
    esta ciudad.




    LA ROSA BLANCA


    Pétalo alto: qué extrema superficie. Catedral de vidrio, superficie de
    superficie, inalcanzable por la voz. En tu tallo dos voces, a la tercera, a la quinta
    y a la novena se unen, niños sabios abren sus bocas por la mañana y entonan
    espíritu, espíritu, superficie, espíritu, superficie intocable de una rosa.
    Extiendo la mano izquierda que es más delgada, mano oscura que luego recojo
    sonriendo de pudor. No te puedo tocar. Tu nuevo entendimiento de hielo y gloria
    mi rudo pensamiento quiere cantar.
    Intento acordarme en la memoria, entenderte como se ve la aurora, una silla,
    otra flor. No temas, no quiero poseerte. Me alzo en dirección a tu superficie que
    ya es perfume.
    Me elevo hasta alcanzar mi propia apariencia. Empalidezco en esa región
    asustada y fina, casi alcanzo tu superficie divina…
    En la caída ridícula las alas de un ángel rompí. No bajo la cabeza
    balbuceante: quiero al menos sufrir tu victoria con el sufrimiento angélico de tu
    armonía, de tu alegría. Pero me duele el corazón grosero como de amor por un
    hombre.
    Y de las manos tan grandes sale la palabra avergonzada.




    Es allí adonde voy




    Más allá de la oreja existe un sonido, en el extremo de la mirada un aspecto, en
    las puntas de los dedos un objeto: es allí adonde voy.
    En la punta del lápiz el trazo.
    Donde expira un pensamiento hay una idea, en el último suspiro de alegría
    otra alegría, en la punta de la espada la magia: es allí adonde voy.
    En la punta del pie el salto.
    Parece la historia de alguien que fue y no volvió: es allí adonde voy.
    ¿O no voy? Voy, sí. Y vuelvo para ver cómo están las cosas. Si continúan
    mágicas. ¿Realidad? Yo os espero. Es allí adonde voy.
    En la punta de la palabra está la palabra. Quiero usar la palabra «tertulia», y
    no sé dónde ni cuándo. Al borde de la tertulia está la familia. Al borde de la
    familia estoy yo. A la orilla de mí estoy yo. Es hacia mí adonde voy. Y de mí
    salgo para ver. ¿Ver qué? Ver lo que existe. Después de muerta es hacia la
    realidad adonde voy. Mientras tanto, lo que hay es un sueño. Sueño fatídico. Pero
    después, después todo es real. Y el alma libre busca un rincón para acomodarse.
    Soy un yo que anuncia. No sé sobre qué estoy hablando. Estoy hablando de nada.
    Yo soy nada. Después de muerta me agrandaré y me esparciré, y alguien dirá con
    amor mi nombre.
    Es hacia mi pobre nombre adonde voy.
    Y de allá vuelvo para llamar al nombre del ser amado y de los hijos. Ellos me
    responderán. Al fin tendré una respuesta. ¿Qué respuesta? La del amor. Amor: yo
    os amo tanto. Yo amo el amor. El amor es rojo. Los celos son verdes. Mis ojos
    son verdes. Pero son verdes tan oscuros que en las fotografías salen negros. Mi
    secreto es tener los ojos verdes y que nadie lo sepa.
    En el extremo de mí estoy yo. Yo, implorante, yo, la que necesita, la que pide,
    la que llora, la que se lamenta. Pero la que canta. La que dice palabras. ¿Palabras
    al viento? Qué importa, los vientos las traen de nuevo y yo las poseo.
    Yo a la orilla del viento. La colina de los vientos aullantes me llama. Voy,
    bruja que soy. Y me transmuto.
    Oh, perro, ¿dónde está tu alma? ¿Está cerca de tu cuerpo? Yo estoy cerca de
    mi cuerpo. Y muero lentamente.
    ¿Qué estoy diciendo? Estoy diciendo amor. Y cerca del amor estamos
    nosotros.














    [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]


    _________________



    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
    Maria Lua
    Maria Lua
    Administrador-Moderador
    Administrador-Moderador


    Cantidad de envíos : 76690
    Fecha de inscripción : 12/04/2009
    Localización : Nova Friburgo / RJ / Brasil

    CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA) - Página 33 Empty Re: CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA)

    Mensaje por Maria Lua Ayer a las 09:50

    El cuerpo


    Xavier era un hombre truculento y cruel. Muy fuerte el hombre. Le encantaban los
    tangos. Fue a ver El último tango en París y se excitó terriblemente. No
    comprendió la película: pensaba que se trataba de un filme de sexo. No descubrió
    que era la historia de un hombre desesperado.
    En la noche en que vio El último tango en París los tres se metieron en la
    cama: Xavier, Carmen y Beatriz. Todo el mundo sabía que Xavier era bígamo:
    vivía con dos mujeres.
    Cada noche le tocaba a una. A veces dos veces por noche. A la que no le
    tocaba se quedaba presenciando. Ninguna tenía celos de la otra.
    Beatriz comía que daba gusto: era gorda y enjundiosa. En cambio Carmen era
    alta y delgada.
    La noche del último tango en París fue memorable para los tres. En la
    madrugada estaban exhaustos. Pero Carmen se levantó por la mañana, preparó un
    opíparo desayuno —con cucharas llenas de crema espesa de leche— y lo llevó
    para Beatriz y para Xavier. Estaba somnolienta. Fue necesario darse un baño en la
    ducha helada para ponerse en forma nuevamente.



    Ese día —domingo— almorzaron a las tres de la tarde. La que cocinó fue
    Beatriz, la gorda. Xavier bebió vino francés. Y se comió solito un pollo entero.
    Entre las dos se comieron el otro pollo. Los pollos estaban rellenos con masa de
    harina de mandioca con pasas y ciruelas, todo impregnado, rico.
    A las seis de la tarde, los tres se dirigieron a la iglesia. Parecían un bolero. El
    bolero de Ravel.
    Y por la noche se quedaron en casa viendo la televisión y comiendo. Esa
    noche no sucedió nada: los tres estaban muy cansados.
    Y así era, día tras día.
    Xavier trabajaba mucho para mantener a las dos mujeres y a sí mismo: las
    comidas eran abundantes. Pero a veces engañaba a ambas con una prostituta
    excelente. Pero en casa nada contaba, pues no estaba loco.
    Pasaban los días, los meses, los años. Nadie moría. Xavier tenía cuarenta y
    siete años. Carmen tenía treinta y nueve. Beatriz ya había cumplido los cincuenta.
    La vida les sonreía. A veces Carmen y Beatriz salían a comprar camisas
    llenas de imágenes de sexo. Compraban también perfume. Carmen era más
    elegante. Beatriz, con sus lonjas, escogía un bikini y un sostén minúsculo para los
    enormes senos que poseía.
    Un día Xavier llegó ya muy tarde de noche: las dos estaban desesperadas.
    Apenas si sabían que estaba con la prostituta. Los tres en verdad eran cuatro,
    como los tres mosqueteros.


    Xavier llegó con un hambre de nunca acabar. Abrió una botella de champaña.
    Estaba en pleno vigor. Habló animadamente con las dos, les contó que la industria
    farmacéutica de su propiedad iba bien de finanzas. Y les propuso a ambas que los
    tres fueran a Montevideo, a un hotel de lujo.
    Fue tal el barullo por la preparación de las tres maletas.
    Carmen se llevó todo su complicado maquillaje. Beatriz salió a comprar una
    minifalda. Viajaron en avión. Se sentaron en la fila de tres asientos: él en medio
    de las dos.
    En Montevideo compraron todo lo que quisieron. Incluso una máquina de
    coser para Beatriz y una máquina de escribir para Carmen, que quería aprender.
    En verdad no necesitaba nada, era una pobre desgraciada. Llevaba un diario:
    anotaba en las páginas del grueso cuaderno empastado en rojo las fechas en que
    Xavier la buscaba. Le daba el diario a Beatriz para que lo leyera.
    En Montevideo compraron un libro de recetas culinarias. Sólo que estaba en
    francés y ellas no entendían. Parecían más palabrotas que palabras.
    Entonces compraron un recetario en castellano. Y se esmeraron en las sopas y
    en las salsas. Aprendieron a hacer rosbif. Xavier engordó tres kilos y su fuerza de
    toro aumentó.
    A veces las dos se acostaban en la cama. Largo era el día. Y, a pesar de que
    no eran lesbianas, se excitaban una a otra y hacían el amor. Amor triste.
    Un día le contaron ese hecho a Xavier.
    Xavier se excitó. Y quiso que esa noche las dos se amaran frente a él. Pero,
    ordenado de esa manera, terminó todo en nada. Las dos lloraron y Xavier se
    encolerizó furiosamente.
    Durante tres días no le dirigió la palabra a ninguna de las dos.
    Pero, durante ese intervalo, y sin encargo, las dos fueron a la cama con éxito.







    cont
    [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]


    _________________



    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]

    Contenido patrocinado


    CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA) - Página 33 Empty Re: CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA)

    Mensaje por Contenido patrocinado


      Fecha y hora actual: Jue 21 Nov 2024, 05:45