Elsa López (Fernando Poo, (actual Malabo) Guinea española; 17 de enero de 1943) es una escritora española, especializada en poesía.
Biografía
Amada Elsa López Rodríguez nació y vivió en Fernando Poo, actual Malabo, hasta 1947, año en que se mudó a la isla de La Palma, Canarias, donde vivió hasta 1955,1 para por fin trasladarse a Madrid donde cursó los estudios de bachillerato.
En 1965 obtuvo la licenciatura en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid y, tras un año como profesora de Literatura Española en Lausana, Suiza, en 1966 se incorporó como profesora en el liberal Colegio Estudio de Madrid, heredero de la Institución Libre de Enseñanza.
A partir de 1972 comenzó su actividad docente en distintos institutos de enseñanza media, obteniendo en 1980 el doctorado en Filosofía y Letras y en 1982 la cátedra de Filosofía en el Instituto Isabel La Católica de Madrid, donde impartió clase hasta 1993.
De 1987 a 1989 presidió la Sección de Literatura del Ateneo de Madrid y dirigió la editorial Siddharth Mehta, creando en 1989 su propia editorial, Ediciones La Palma.
En 1993 recibió el I Premio de Investigación José Pérez Vidal y se trasladó a Canarias en comisión de servicio para dirigir y coordinar los proyectos El Papel de Canarias (1993) y Memoria de las islas (1994-2000) del Gobierno de Canarias. Ese mismo año, fundó en Santa Cruz de La Palma el museo etnográfico y centro de arte popular La Casa de Jorós.
De 2002 a 2006 dirigió la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores.56 De donde fue destituida por desacuerdos con Antonio Gala, aunque la escritora ya había anunciado con anterioridad que quería abandonar el cargo.
Actualmente dirige Ediciones La Palma y Promoción Cero.
Su obra ha sido reconocida con numerosos premios, como el Premio de poesía Ciudad de Melilla convirtiéndose en la primera vez que una mujer ganaba este premio; o el I Premio de Investigación José Pérez Vidal en el año 1993; incluida en varias antologías y traducida a distintos idiomas.
En el 50 aniversario de la Independencia de Guinea Ecuatorial fue invitada por los centros culturales de la Embajada de España en Malabo a integrar el Jurado del Certamen Nacional 12 de Octubre creado en los 80 por el desaparecido Centro Cultural Hispano-Guineano.
Premios
I Premio de Investigación José Pérez Vidal (1993)
Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla (1987)
Premio Internacional de Poesía Rosa de Damasco (1989)
XII Premio Nacional de Poesía José Hierro (2002)
XIII Premio de Poesía Ciudad de Córdoba Ricardo Molina (2005)
Medalla de Oro de Canarias (2016)
Premio Canarias en Literatura (2022)
(Sacado de https://es.wikipedia.org/wiki/Elsa_L%C3%B3pez )
*
Algunos poemas de Elsa López:
De El viento y las adelfas (1973):
CUANDO EL VIENTO ESTREMECE LAS RAMAS D LAS ACACIAS...
Cuando el viento estremece las ramas de las acacias
y siento que ya es otro tiempo,
y abro en las esquinas la puerta de la sombra
y mi pecho se inunda de bruma,
y recuerdo que hay entre encinas lúgubres
los primeros restos de escarcha,
yo vuelvo a La Palma.
Cuando el humo de los tugurios me araña los ojos
y de los labios se me deslizan comisuras blancas,
y hay espuma en mis sienes,
y el olor del asfalto se me pega como un sudario a la nuca,
y recuerdo que agazapados en sus cubiles
hay hombres que no conocen el mar,
yo vuelvo a La Palma.
Cuando se me extravía la mirada en los límites de las mesetas
y observo que más allá hay tierra todavía,
y las nubes se estrechan como arañazos
a lo largo de un horizonte de tierra devastada,
y recuerdo que si abro mi ventana
no veré ahora el mar,
yo vuelvo a La Palma.
EL NIÑO ME MIRA, SUSPENSO
El niño me mira, suspenso.
Luego emprende una carrera torpona
que le lleva hacia mí.
Viene a esconder la cabeza en mi regazo.
Con los brazos rodea mis rodillas
y se aleja, riendo, sin tiempo para un beso.
Y se escapa su olor de carnes apretadas,
el suave golpeteo de su boca en mi vientre,
la forma inconexa de llamarme "caliño".
Y se va de mi risa,
carrera peligrosa entre sillas y columpios,
arrebatando vida de todos los rincones.
El niño me mira, de nuevo, lejano.
Yo he sido para él ese minuto tibio del abrazo.
Y a mí me deja sola. El niño.
EL PLANTO. LOS AMIGOS
El Planto. Los amigos.
Se han ido, casi todos, de la siesta y las piedras.
Se han ido de las ventanas y las adelfas.
¡Qué poco de mí queda ya en la isla!
Me duele este camino que baja hasta la playa,
porque en él se han quedado pedazos de la infancia.
Cuando bajo la cuesta
ya no sé d ss rostros ni su voz.
Sólo José, el de Engracia, me trae a la memoria
ramalazos de entonces.
Y cuando y le digo: "Adiós, José, ¿qué hay"
(él no sabe que llevo una niña pequeña muerta dentro del alma),
y l responde: "Aquí..."
hay algo que me rompe.
Corro por el camino con la garganta llena de piedras y cristales.
José, ¿por qué se muere uno, de pronto, una mañana?
¿Por qué crecen los niños
y se pierden los riscos, las islas, los estanques?
José me mira, serio, bajo el árbol de cebo.
Yo sigo hacia el barranco.
Recordándolos todos, uno por uno:
la abuela, Juan José, Maruca, la ermita, Lola Guardia, Pepón,
la escuela, el mapa de la isla, descolorido y tierno, con manchitas
de moscas emborronando el mar y las costas de América,
los estanques, Paulina, Gregorio, Doña Pancha, Pepe Guerra y Narciso.
Y llegó hasta las las.
(La isla desde el muelle es de acuarela verde.)
Y me arranco del pecho aquella niña triste
y la arrojo en el agua.
De Inevitable océano (1982):
HOY QUIERO REGRESAR...
Hoy quiero regresar.
Tengo miedo al saber
que la higuera se va volviendo grana,
y al viejo nisperero le han crecido los gajos
hasta alcanzar la casa.
Hoy quiero regresar.
Cuando febrero se acerca, ya sin frío,
para recobrar aquel remolino de almendras
y tuneras.
Aquel olor salitre y miel de abeja
que se despeñaba, cuesta abajo,
por el camino de la ermita y los dragos.
Hoy quiero regresar
al muelle, las norays,
y la sirena de los barcos.
Regresar a ti,
al otro lado de los sueños,
por donde multiplicas la ternura y los muertos.
VUELVE, PALOMA
Vuelve, paloma.
Vuelve.
Tú sabes que te amo.
Y no es fácil saber
que esta náusea que brota
es parte de u sangre.
Por los cristales cuelgan
barquitas de papel,
corales y guirnaldas.
¡Mi niño, dulce rama!
No llores.
Cuando tu padre vuelva
iremos todos juntos
a navegar montañas.
Vuelve.
Que tengo dentro el grito,
pegado entre los dientes.
Que te amo.
Que te he querido,
como siempre,
desde una sonrisa triste
borrosa por la lluvia.
Te he amado
y después
te amo todavía
a pesar del barro.
Te haremos una casa
con flores amarillas
y una cuna de palma.
¡No llores, tierna rama!
Que el mar es de hojalata,
y las personas grandes
no saben lo que dicen.
Vuelve.
Que la cuna sin mimbres
flota sola en el agua.
Vuelve.
Que arriba en el barranco
han rehecho los brezos
su tronco anochecido.
Que uno se muere solo,
sin miedo y sin cansancio,
en un entierro amargo
de polvo y de cemento.
Retorno sin campanas
y la venta vacía.
Mariposas blancas sobre los tagasates
las sábanas al viento.
De topo en topo,
galope blanquecino, la niebla va subiendo
hasta encontrar abierta la puerta de la casa.
Vuelve.
Que quiero pintar de nuevo las ventanas,
plantar madreselvas al borde del estanque
y besarte los ojos en cada madrugada.
Encontrarnos arrugas en la frente
y una strella de mar recorriendo el cerebro.
Los niños en la plaza
desperdigan el sueño entre migas de pájaros.
De nuevo llega el viento
a romper las esquinas de nuestra vieja casa.
Vuelve.
Para no saber qué decirte.
Para decirnos silencio.
Sólo silencio.
Hoy fueron todos juntos a recoger el trigo.
Había una gallofa más arriba del monte.
Y pasaron cantando por el camino nuevo.
Las mujeres bordaban sentadas en la cuesta,
y los niños volvían de mirar el barranco
y seguir las serpientes que los llevan al agua.
Los viejos se sentaron al pie de la cancela.
Saludaron mi vientre, encendieron la pipa.
¿Y el hombre? Me dijeron.
Seguro que faltaron tus brazos en la siega.
Tu sudor.
Y aquella algarabía de papas y calderos
después de la gallofa.
Seguro que faltaron tus risas al regreso
sobre carros repletos de vino y de cansancio.
Y el llegar a mis brazos,
y tus brazos abiertos.
Pero ¡vuelve!,
que acaso nos esperan el drago y las hortensias
para hacer una casa de mar y de domingo,
con una enredadera al filo de la veta.
Con la verja de trigo y las ventanas verdes.
Y un clavel sin raíces clavado en la ventana.
Y al borde de la noche,
subirán los muchachos por el camino viejo
a recoger las cabras y los fejes de monte.
Se sentarán debajo de nuestro nisperero,
y comerán el gofio sentados en la mesa.
Con los troncos de tea
me harán un tendedero con pañales de espuma.
Quemarán los balangos
y plantarán un drago en el primer cantero.
Y en el primer domingo,
después de la bajada,
estrenaremos viento,
amor,
de madrugada.
Y luego, alguna tarde,
la mirada enhebrada al mar y la fajana,
llegarás, alfarero de luz,
a socavar mi entraña.
Y pondrás en mi almohada
aquel gran ramo verde aplastado en tus manos.
¡Vuelve!
Que quiero vivir mucho.
Quiero secarme junto a ti
y el hijo,
viendo morir la luz
detrás de las palomas.
TE HE QUERIDO, TÚ BIEN LO SABES
Te he querido, tu bien lo sabes.
Te he querido y te quiero
a pesar de ese hilo de luto que me hilvana
al filo de la tarde.
Y tengo miedo.
De la lluvia, del pájaro de nubes,
del silencio que llevo conmigo a todas partes.
Tengo miedo a la noche,
a quedarme encerrada entre alambres del sueño,
a la palabra olvido
y a tus brazos en forma de barrotes dorados.
Miedo a recorrer la casa y saberla vacía,
o a quererte, de nuevo, mucho mejor que antes.
No me abandones en esta larga ausencia.
Recuerda lo que he sido para ti otros inviernos:
el tiempo de querernos indefinidamente,
el mar,
los barcos que llegaban sin muertos a la orilla,
el ruido de las olas al fondo de la casa.
Y el viento,
recuerda el viento, amor, doblando las esquinas.
De Penumbra (1985):
AL PRINCIPIO FUE SÓLO EL ASOMBRO
Al principio fue sólo el asombro.
Darse cuenta de que estaba muy lejos
y ya no volvería al olor de los mangos,
ni al vinillo de tea,
nia a los higos y almendras
camino de Las Tricias.
Luego vino la pena.
La sensación amraga de vivir la distancia,
y verse naufragada en ríos de cemento.
CUANDO EL CANSANCIO ES GRANDE...
Cuando el cansancio es grande
y tiene forma oblicua,
se sienta en el rincón más tibio de la casa
y reconstruye el mapa completo de la isla:
El reborde de espuma
rizado de gaviotas.
Los volcanes al sur,
al norte los barrancos.
La palma de su mano
abierta bajo el cielo
en forma de caldera.
Las nubes esmaltadas,
el viento,
los muros de la casa,
y la abuela sentada
en el sillón de mimbre
viendo morir los barcos
encima del estanque.
En ese itinerario de océano amargos,
el llanto se repliega de nuevo en lo más hondo
a contemplar, sin ruido, el paso de las aves.
CUANDO AL LLEGAR LA NOCHE...
Cuando al llegar la noche
la ciudad se apaga
y los ruidos crecen
deformando el asfalto,
se sumerge debajo de las sábanas.
Con los ojos cerrados
examina, impasible, la quilla de los barcos,
el reborde afilado del muelle,
las montañas de espuma
asomando sus picos por encima del agua.
Entonces se pregunta
qué será del recuerdo
si alguno le devora los restos del naufragio
cuando el hambre y las algas
le midan los párpados
y el cuchillo de arena se le clave a la espalda.
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