XI. SONETOS POETAS ESPAÑOLES SIGLO XX (VI)

GUIMERA, RAMÓN.

56. QUIERO QUE LOS JOVENES ME LEAN

Yo quiero que los jóvenes me lean
puesto que soy un miembro de los suyos,
que observen mis textos y en ellos vean
que a nuestra vil realidad no rehuyo.

Yo quiero que mis pensamientos sepan,
qué brota entre mis labios, qué mascullo,
qué amarga es nuestra vida, aunque sepa
dulce el tallo antes de formar capullo

la rosa que su aroma nos ofrece.
En muchos casos, cuando disfrutamos
de una existencia feliz, va y perece

el rosal que a nuestra rosa abastece,
y entonces de bruces nos encontramos
con la tierra en la que inerte entramos.

GUIMERA, RAMÓN.

57. RETAHILA DE LAGRIMAS

Una lágrima y otra van cayendo
por mi húmeda mejilla, desbocadas.
No quiero llorar más, porque sufriendo
la vida pasa igual que a carcajadas.

La pena mis entrañas va royendo
pero hoy no contaré mis más pesadas
tristezas al lector. Quizás leyendo
olvide mis angustias retahiladas…

¿Por qué lloro? Razones te daré:
primera soy feliz, y lo demuestro,
segunda soy un hombre, ¿Satisfecho?

El músculo que esconde mi alto pecho
es el que tensa el cabo del cabestro
que prensa mi gollete, me ahogué…

GUIMERA, RAMÓN.

58. RUIN GENIO

Perdona que te riña, luz eterna,
te he mostrado las fauces del lobato
(que parece en este amor novato)
que esconde luego el rabo entre las piernas.

Quiero mostrarte siempre la más tierna
faceta de milenio, bravo nato,
y quiero regalarte garabatos
que alumbren esas dos bellas linternas.

De lo que ahora mando haz lo contrario
y aplaca así mi homo cavernario:
Cuando veas que aúllo, del aullido

apresuradamente, huye, escapa.
Cuando veas que embisto, con tu capa
dame unos pases, déjame aturdido.

GUIMERA, RAMÓN.

59. SAN VALENTIN

Al sus alas batir San Valentín
sopla un viento de rosas perfumado
y sé así que mi amor se ha perpetuado
como en horno la huella del hollín.

La flecha que lanzó aquel querubín
el tiempo ventolera no ha alejado
del rumbo que siguió al pulso acertado
sino que la ha soldado ya hasta el fin.

Un año ya se acerca de la unión
de un mortal y una diosa que bajó
del Olimpo a esta tierra peligrosa,

y quiero como el árbol que nació
en la arenosa playa de un dragón
vivir eternamente, con mi esposa.

GUIMERA, RAMÓN.

60. SEGUNDO ANIVERSARIO

Quinientos más doscientos treinta días
hemos estado juntos, enredados
en lo hilos de Amor, que apasionados
nos atan fuertemente, vida mía.

Quiero pasar contigo todavía
algunos siglos más, siempre a tu lado.
Mi lomo con tu hierro ya has grabado,
y siempre así estará, mi malvasía.

El tiempo pasará mas su malvada
guadaña no podrá con tu hermosura;
tu belleza será bien custodiada

entre mis recios brazos y mi pecho,
alzado, recto, firme y bien derecho
hasta el día del fin de la tortura.

QUIERO QUE LOS JOVENES ME LEAN

Yo quiero que los jóvenes me lean
puesto que soy un miembro de los suyos,
que observen mis textos y en ellos vean
que a nuestra vil realidad no rehuyo.

Yo quiero que mis pensamientos sepan,
qué brota entre mis labios, qué mascullo,
qué amarga es nuestra vida, aunque sepa
dulce el tallo antes de formar capullo

la rosa que su aroma nos ofrece.
En muchos casos, cuando disfrutamos
de una existencia feliz, va y perece

el rosal que a nuestra rosa abastece,
y entonces de bruces nos encontramos
con la tierra en la que inerte entramos.



Gracias, Pascual.
Aunque no lo parezca, ando por este lado también.

Gracias, Lluvia. Me queda menos... pero una nieta de 17 meses entretiene un "montón". Y te ayuda a salir de cualquier desaire y conato depresivo.

Besos. ( me falta un poco.no mucho. ^Pero por lo menos para una semana.)

GUIMERA, RAMÓN.

61. SI FUESE ESCRITOR…

Si tan sólo yo fuese un escritor
que la pluma moviese con destreza
y en las páginas blancas la belleza
plasmase, sin cesar en su labor…

Si tan sólo absorbiese el resplandor
de aquella roja flor que fue a Baeza
desde Soria ciudad, donde su amor
murió, y le dejó gran aspereza.

Si pudiera tener la ruda mano,
delicada y austera al mismo tiempo,
que escribió lo del olmo y caminante…

Si esa mano tuviese a lento tempo
podría todo el mundo regalarte
pintado en un papel por mí tintado.

GUIMERA, RAMÓN.

62. SI SONRIES

Me estiras las mejillas si sonríes,
mis ojos se detienen en tu espejo,
y quedan asombrados y perplejos
observando tus perlas y rubíes.

Pero mi córnea blanca de bermejo
se tinta cuando veo que no ríes,
y observo el oscilar de aquel reflejo
del joven que te quiere “per mols díes”

Más vale llorar antes, creo yo,
y hacerle a un gran amor un buen seguro
a riesgo de cualquier daño posible.

Polos opuestos somos. ¿Compatibles?
Por supuesto, cariño, porque es puro
el oro que Cupido nos clavó.

GUIMERA, RAMÓN.

63. SIEMPRE JUNTOS

Estemos siempre juntos, vida mía,
no puedo imaginar sin ti la vida;
sería para mí tu despedida
mi angustia, mi dolor y mi agonía.

Viajaremos unidos por la vía,
por el río, la senda, o la avenida;
cuando llegue la mar embravecida
nos verá retozando en la bahía.

Si al llegar al umbral del paraíso
San Pedro nos mandase a cada cual
a un lugar diferente le diría:

No quiero ver la cúpula infernal
y tampoco os prados de María,
sólo quiero abrazar mi albo narciso.

GUIMERA, RAMÓN.

64. SONETO DEL MAR

Despunta el sol, estamos abrazados.
Aparece la aleta del delfín,
que anuncia de la corta noche el fin,
entre los viejos barcos amarrados.

Mis ojos, tan de ti enamorados,
observan como el mar en michelín
avanza y retrocede. Querubín,
abrázame con tus brazos alados.

El día nos descubre tan unidos
como las hebras de un hilo de seda
y ante el calor que despedimos, suda.

El delfín que parece que se queda,
alza la azul cabeza y sus sonidos
te dedica cuando la noche muda.

GUIMERA, RAMÓN.

65. CUANDO LAS BELLAS OSTRAS...

Cuando las bellas ostras desabroches
y tus senos puedan la luz mirar
no existirá nadie que lo reproche
si tus dedos los logran liberar.

Si, preocupada, esta larga noche
el sueño no consigues conciliar
mira a la siniestra de donde un broche
a un aprenda la suele sujetar.

Y podrá en tu corazón sentir
que escondidito ahí alguien te observa
y vela porque tú puedas dormir.

El mar, como los ojos de Minerva,
bajo el calor del verano por ti
se viste de esperanza y verde menta.

Veo que, Ramón Guimera, tiene un buen y repleto cofre de sonetos.
¡Maravilla!
Pascual, gracias mil, y besos.

Sigo, Lluvia. Ya te aviso.

Besos.

GUIMERA, RAMÓN.

66. SOY ASI

Yo no soy ni tan malo ni tan bueno
como puede pensar la demás gente.
Soy odioso, cruel, quizá inclemente,
pero está de bondad mi cuerpo lleno.

El bien hago a quien pan me da y centeno,
y ayudar quiero al pobre o diferente
pero puedo también, como hace el reno,
aleccionar de frente a mi oponente.

No debes tener nunca ningún miedo
ni debes temer cuando esté contigo,
no muerdo si no irritan mis sentidos.

Si alguien me golpea, lo golpeo,
(sólo si del perdón de paz me olvido);
si quieres ser mi amigo, puedes serlo.

GUIMERA, RAMÓN.

67. SU JARDINERO

De su jardín seré su jardinero
para tener caliente en la mañana
la hierba que despunta en el sendero
que pisa su pie en hora muy temprana.

A vos no le darán mejor salero
ni el rey con su mantón de oro y grana,
ni sus pajes, ni siervos, ni el guerrero
que luce sus armadura y puntos gana.

De espliego y de azafrán y de tomillo,
poleo y hierbabuena adornaré
su elevada tarima, reina mía,

y observando sus ojos con su brillo
sus caricias ansioso esperaré,
aunque puede que nunca llegue el día.

GUIMERA, RAMÓN.

68. TE QUIERO Y TE REQUIERO

Te quiero y te requiero en mi presencia,
me siento arder y estoy casi apagado,
no aguanto ni un segundo más de ausencia
de ese cuerpo tan fino y bien formado.

No estamos en la edad de la inocencia,
descubramos el don que nos ha dado
madre Naturaleza; esa urgencia,
ese auge debe de ser ya sosegado.

De que soy tuyo y mía tú no hay duda;
la lava de mi cuerpo tembloroso
va en busca de tu valle incandescente.

Te imagino de espaldas, ya desnuda,
te doy un beso húmedo y goloso
y fluye mi pasión como un torrente.

GUIMERA, RAMÓN.

69. TUMBADO EN EL SOFA

Tumbado en el sofá, muy aburrido,
escribo unas palabras para ti,
e intento que el vil tiempo pase así,
como pasan el viento y su soplido.

Pero el tiempo su reino ha establecido
y el pulso se ha parado porque aquí
no huelo tu perfume; ven a mí,
que no aguanto un minuto más perdido.

La ausencia de tu abrazo me hace daño
y mengüen tus caricias como el tacto
del culito de un niño de medio año.

Te quiero aquí a mi vera, ipso facto,
ven pronto porque quiero acariciarte,
estrujarte, besarte, adorarte.

GUIMERA, RAMÓN.

70. UNA MAÑANA DE MAYO


El sol ha florecido, y en sus flores
se posan las abejas pululantes
de los chopos, que mezclan sus olores
con la esencia de Cris, que es tan fragante…

Es Mayo y el rey Febo sus fulgores
ya quiere liberar, puesto que antes
el frío le escarchaba los calores
y su vasto poder era menguante.

¡Rabia, fiel compañero, daos luz
que alumbre el aterido y fino talle
de mi preciosa dama y compañera!

Al defender mi amor no hará que calle
ni la carga mortal y bien certera
en el cañón de un sórdido arcabuz.

GUIMERA, RAMÓN.

71. VERDE

Verde está el alto monte en primavera,
como ahora verdea ya el sembrado
que parará en la boca del ganado
cuando se lleve el sol la torrentera.

De verde se nos viste la ribera
del río que será pronto mermado
por la acción del calor atemperado,
que funde hasta la más tozuda cera.

Pero el fulgente brillo de tu pelo
no secará mi boca, ni tus labios,
y el verde de tus ojos será eterno.

Qué más me da verano, otoño, invierno
si puedes convertir en medio sabio
y estando junto a mí vuelo hacia el cielo.

GUIMERA, RAMÓN.

72. MAYO 00

Como en el cuello de un pavo real
el cielo se ha plasmado en mi niñita
en este mes de Mayo en que la pita
de flores se rodea. Boreal

sopla el viento, que mueve sus cabellos
con sus finos deditos, suavemente,
y despierta en mi cuerpo el ansia urgente
de besar su barbilla y valle bello.

El verde con la brisa reverdece
y de rojo salpica a la amapola
esta fértil pradera tan mullida…

Oliendo su fragancia contenida
mi instinto se rebela y me apetece,
como perro que soy, mover la cola.

GUIMERA, RAMÓN.

73. ME FALTA TU BESO

Hoy siento que mis fuerzas desfallecen,
pues me falta tu beso enardecido.
Mis labios por tu ausencia están dolidos
y a la muerte puntual los dos se ofrecen.

La tarde sin tu rostro me parece
ceniza que recubre al sol herido
por el falce del tiempo; ya anochece,
mi vida es noche eterna sin ti, Gnido.

Los días se me vuelven largos, largos,
sino tengo tu mano apretujada
con la mía, el aire puro aquí

se empapa de un sabor acre y amargo
que tan sólo tu boca edulcadora
puede tornar en miel. ¡Ya, ven a mí!

GUIMERA, RAMÓN.

74. ME QUEJO

I


Me quejo y me requejo de mi suerte,
que si soy pobre aún, que si no puedo
comprarme un automóvil que os alerte
de mi paso arrogante y altanero.

Pero pienso después que quien despierte
mañana en un acama, que de al cielo
las gracias; si algo tienes que meterte
en el buche, no pidas, besa el suelo.

Me quejo por placer, pero me quejo,
y seguiré quejándome, pues quiero
tenerlo todo asido en mis arcones.

¿Qué pensarán aquellos que en montones
de basura rebuscan algo entero
para meterse dentro del pellejo?

GUIMERA, RAMÓN.

74. ME QUEJO

II

No puedo en vacaciones irme al campo
a gozar de la brisa y suave canto
de las aves, que viven tan felices
siendo tordos, halcones o perdices.

No puedo porque debo trabajar,
me debo en la ciudad triste quedar,
entre coches, su ruido y su calor,
picando como buen trabajador.

Ya me quejo otra vez, no me doy cuenta
de que otros no pueden ni comer,
no tienen ni trabajo, ni dinero…

Tengo calefacción que me calienta
cuando llega el invierno ventolero,
otros deben el frío padecer.

GUIMERA, RAMÓN.

74. ME QUEJO

III

Me quejo de mis huesos, que me duelen
aunque cuente con años sólo veinte
y otros dos de propina… Sé de gente
que no puede quejarse (y les muelen

las costillas a palos cada día);
deben estar callados y aguantar
la vara y el cayado, no llorar,
porque aumenta el rigor de la sangría.

Mientras yo corro y salto por el prado
otros mueven las ruedas de su silla,
empujando su cuerpo mutilado.

Mi vida es de ligera y tierna arcilla
pero siempre me quejo… Malcriado
como una boba soy, una chiquilla.

GUIMERA, RAMÓN.

74. ME QUEJO

IV

Ahora mismo me duele la cabeza
(será por el aire acondicionado)
pero tengo pastillas de cereza,
de coco y aguacate salteado…

No me puedo quejar de este dolor
porque viene y se va tan prontamente
como el suave (y tan nítido) color
que pigmenta mi piel de adolescente.

Conozco a una muchacha que comparte
mi cariño, mi edad, mi villa y cielo
que soporta el dolor como un fakir,

mientras yo a veces lloro por un pelo
que se me engancha o sólo se me parte,
¡Qué quejita que soy, y sin sufrir!

"Me quejo"

En cada soneto de esta serie, deja espacio para reflexión, uno piensa; me quejo por puro vicio, si miramos al rededor, no tenemos derecho.
Gracias, Pascual, incansable amigo.

GUIMERA, RAMÓN.

66. MI ABUELO GABRIEL

El espacio no era sino un camino
que recorrer en esta corta vida.
Y caminar había sido el destino
por larga que fuera la angosta vía.

Nunca se le vio un aspecto cansino
al caminar por la asfaltada orilla.
¿A quién ha que culpar del desatino
de no poder sentarse en una silla?

Por los dorados campos, el verano
buscando y escapando del invierno,
condujo desde mozo las ovejas

hacia el duro extremo, desde el secano
de Alustante, el pueblo de la rejas
forjadas en acero y hierro eterno.

Gracias, querida amiga. Se cruzaron los mensajes.

Besos.

GUIMERA, RAMÓN.

67. NAVIDAD LLEGO

Llegó la Navidad, blanca y serena,
el tiempo del champán y los turrones,
de la amistad y paz, dos emociones
que al tierno corazón de gracia llenan.

Mientras, la gente muere por montones
en una guerra cruel que no se frena,
bajo el mando de Yeltsin, dos cojones
le pone al presidente a su faena.

¡Qué grandes que los tiene, manda huevos!
También Clinton los tiene bien…¡Cuidado
no quiero yo ofender al gran señor!

El Papa ha estrenado coche nuevo,
será para viajar al inundado
pueblo de Venezuela, con su horror