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Julio Aumente (Córdoba, 29 de octubre de 1921- Córdoba, 29 de julio de 2006), fue un poeta español perteneciente al Grupo Cántico.
Obra
Fue el poeta más independiente del grupo, el más remiso y el último en publicar, y le interesaba más la vida que la literatura; de ahí el carácter experiencial y vivencial de su lírica. Nunca mitificó la poesía y poseía una excelente faceta desconocida, la de pintor. Entre sus amigos destacaban Pablo García Baena, al que conoció desde la misma escuela, y el psiquiatra y ensayista Carlos Castilla del Pino. Su casa cordobesa, cuidada por su hermana, estaba llena de plantas, cuadros y flores; cuando se lee su poema "La vita non á senso..." se entra en un mundo de lujo y artificio, que es el suyo. Es la obra de uno de los grandes poetas de la sensualidad y la imaginación.
Su trayectoria poética comienza en El aire que no vuelve, un libro entre clásico y modernista, con abundancia de sonetos y metros alejandrino, endecasílabos y eneasílabos. En estos versos habla de Córdoba y de sus iglesias, la Mezquita-Catedral, envuelto todo ello en una atmósfera suntuaria. En Los silencios hay cierto influjo de la poesía de Vicente Aleixandre y de Luis Cernuda. En El aire que no vuelve se encuentran varios tipos de poemas, unos que poseen una especie de belleza fría o estática y otros que son más vividos, fruto de una experiencia vivida, real. Desde 1958 hay un mutismo total en su poesía. Es la época de la eclosión de la poesía social. Julio Aumente, como el resto de los integrantes de Cántico, sufre de un silencio majestuoso. Por la pendiente oscura, fechado en 1947 y 1965, recoge textos de sus comienzos poéticos, coetáneos de sus dos libros anteriores. Formalmente siguen abundando alejandrinos y endecasílabos, composiciones en verso libre y verso blanco. El tema que trata abundantemente es el del amor terminado, perdido. Evoca el paso del tiempo, el amor a la belleza. En La antesala los críticos vieron el gongorino paladeo de las palabras, la ironía de Manuel Machado y la nostalgia de Juan Ramón Jiménez aunándose en un modo expresivo y muy personal. Aumente introduce en sus poemas elementos coloquiales, banales. Aparece el humor.
El canto de las arpías (prologado por Villena, igual que "La Antesala") significa en cierta medida la ruptura con los miembros de Cántico. El poeta se aleja de la estética dominante en el grupo y asume su propia palabra poética. El poeta ama y se envuelve en el amor y siente y se expresa sin ningún tipo de pudor ni vergüenza. Esa pérdida del reparo, del rubor, ese deseo de mezclar lo personal con lo literario, le dan una dimensión nueva a su poesía. Se convierte en un diletante sin complejos, en un hombre abierto que ha comprendido que la vida es para vivirla sin falsedades. Habla de Gianni, su amor. En este libro alternan los momentos sublimes, versos que parecen haber sido escritos en papiros exquisitos en algún palacio de la nobleza más rancia, con momentos prosaicos en que el poeta se arrastra por lupanares, por miserables garitos de miseria. Julio Aumente se aleja tras su actuación y demuestra su gran personalidad poética tan diferente del resto de los componentes de Cántico.
En su libro Rodolfo el patinador el poeta abraza la vida, sacudiéndose las retóricas al uso y se inclina por una poesía directa, realista, dura, como si de música bakalao se tratara, mostrando una insólita frescura que no cuadra con su ya provecta edad. Porque detrás de cada verso hay sensibilidad y ternura en grandes dosis. Se trata de una poesía sincera, dura, cruda, pero no exenta de lirismo. El poeta ha cambiado su forma de ver las cosas, mucho más crítica ahora, y la sátira que antes se insinuaba en sus versos tiene ahora una mayor presencia.
(Sacado de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] )
*
Algunos poemas de Julio Aumente:
De El aire que no vuelve, 1955:
LA JUVENTUD NO VUELVE Y PASA…
La juventud no vuelve y pasa,
se va y no vuelve sin remedio.
Tal onda azul que sobre el agua
desaparece y se confunde.
Lo que se tiene ya no cuenta,
todo el presente es un pasado
y la hora actual es ya otra hora
que entre los dedos se deshace.
Toda hermosura y su deseo
amada pronto se nos muestra
inaccesible y alta siempre
grave y aislada en su imposible.
El vivo, rojo, dulce labio,
línea brillante y fugitiva,
sereno el arco de los ojos
con el violado cerco oscuro,
como un relámpago escarlata
cruzan la vista y desvanecen
en el instante su belleza,
tal son fugaces los momentos.
En el espejo se refleja
rápido el paso de los días,
alta su voz que silenciosa
de lo que somos nos advierte.
¿Soy yo esta forma que se mira
triste cansada y sin encanto,
este vulgar cuerpo distinto
del mismo espíritu que observa?
Otra persona me parece
con la que no hay contacto alguno
desconocida y hasta odiada
en esa imagen ahora vista.
Pura es el alma como un cuerpo
desnudo, pero vestiduras
nos ligan carnalmente al mundo
en el cual somos y pasamos
jamás iguales a nosotros
con un suspiro a cada paso,
mientras el tiempo ostenta y quema
toda belleza y su delicia.
BAJO LA LLUVIA MIRA…
Dulce cortina tibia, decolorados vidrios,
vano telar de seda húmeda que no acaba,
hilos que tejen grises invariables nubes
con las que el cielo nutre nuestra melancolía.
Nuestra rota tristeza febrero la conduce
a través de sus aguas y sus vientos cambiantes.
Domingo de provincias, las largas avenidas
nos encharcan los ojos sus embarradas hojas.
Más allá de las nubes habrá tal vez desiertos
donde la arena sangre con el sol al crepúsculo;
altas blancas montañas, platas de amanecidas,
doradas como bronces cuando la noche acecha.
El sordo galopar de los lobos del viento
cuando la madrugada agoniza sin ruido
y surgen las primeras gotas, sobre la tierra,
de lluvia, como un crimen revelado de arriba.
Pero las nubes siguen su centinela en alto.
No puedes escapar alma, no hay horizonte.
Vuelve al agua y al loto podrido de tu estanque,
cadáver que cadáver refleja en terso espejo.
Vuelve a la hermosa tierra profanada a diario
que el cielo quiere en lluvia lavar de su miseria,
tierra de la mentira sin amor y sin fruto,
sin otra ley que oro y su amarilla risa.
Si recortas tus alas tendrás respeto eterno,
-si no alzares la vista más allá de los muros-.
Si te conmueve un grito déjalo sin respuesta,
pues a nada conduce interrogar al aire.
Mas si hay un fuego arriba, ellos lo tendrán todo,
los que con un suspiro liberan la pobreza,
aquellos que envenenan el paisaje si miran
y su presencia seca la sonrisa y los pájaros.
Vuélvete a tu retiro alma que entre cristales
y oxidados barrotes tu tristeza consumes.
Bajo la lluvia fina, bajo la lluvia, mira
pasar la arena rápida de tus contados días.
De Por la pendiente oscura, 1982:
BUCÓLICA
Vivir, morir, bajo la luz de otoño,
morir bajo los árboles espesos,
sobre la verde yerba mojada de rocío
acariciado por el sol de octubre.
Oh silenciosa soledad del campo,
oh contornos de oro,
sacras palabras de los bosques,
dosel oscuro, tronco, para el cuerpo,
estremecido canto de las ramas.
Tu contacto suave,
ala de seda fría sobre la frente,
mortal delicia lenta,
tu pálida presencia solicitan,
oh último sonido, escala difundida
en el triste y morado llanto de los violines.
Oh sí, morir
cuando el amor nos niega
su ardiente palma y su granada oscura.
Morir bajo las copas verdeantes
cuando el milano tiembla en el espacio
como un punto negro que brilla.
Sentir el alma huir de su morada,
agua de un manantial que se desborda,
que se desborda desapareciendo
por un desconocido conducto imperceptible.
Fundirse con el aire,
ser hoja, olor, castaño, pájaro, clara luz,
puro secreto llanto que se extingue
como un cautivo aire musical en jardines.
Ah muerte, para mí liberadora eterna,
ala, rumor, sonido,
perpetua transparencia.
El cuerpo, otra vez limo,
raíz, labio, corriente,
sombra, suspiro, sonrisa o llanto frío.
Desesperadamente el alma buscando
descanso en el helado verdor de la alameda.
Muerte, no, no es tu nombre tan terrible,
azul corriente que enamora,
ardiente amor o sueño.
Guíame, sí, contigo
hacia los verdes valles donde el aire
purificado está, donde el espíritu
habitar puede libre
lejos de las oscuras pasiones terrenales.
JULIO AUMENTE, Poesía de la primera generación de posguerra, Cátedra, 2008.
Julio Aumente (Córdoba, 29 de octubre de 1921- Córdoba, 29 de julio de 2006), fue un poeta español perteneciente al Grupo Cántico.
Obra
Fue el poeta más independiente del grupo, el más remiso y el último en publicar, y le interesaba más la vida que la literatura; de ahí el carácter experiencial y vivencial de su lírica. Nunca mitificó la poesía y poseía una excelente faceta desconocida, la de pintor. Entre sus amigos destacaban Pablo García Baena, al que conoció desde la misma escuela, y el psiquiatra y ensayista Carlos Castilla del Pino. Su casa cordobesa, cuidada por su hermana, estaba llena de plantas, cuadros y flores; cuando se lee su poema "La vita non á senso..." se entra en un mundo de lujo y artificio, que es el suyo. Es la obra de uno de los grandes poetas de la sensualidad y la imaginación.
Su trayectoria poética comienza en El aire que no vuelve, un libro entre clásico y modernista, con abundancia de sonetos y metros alejandrino, endecasílabos y eneasílabos. En estos versos habla de Córdoba y de sus iglesias, la Mezquita-Catedral, envuelto todo ello en una atmósfera suntuaria. En Los silencios hay cierto influjo de la poesía de Vicente Aleixandre y de Luis Cernuda. En El aire que no vuelve se encuentran varios tipos de poemas, unos que poseen una especie de belleza fría o estática y otros que son más vividos, fruto de una experiencia vivida, real. Desde 1958 hay un mutismo total en su poesía. Es la época de la eclosión de la poesía social. Julio Aumente, como el resto de los integrantes de Cántico, sufre de un silencio majestuoso. Por la pendiente oscura, fechado en 1947 y 1965, recoge textos de sus comienzos poéticos, coetáneos de sus dos libros anteriores. Formalmente siguen abundando alejandrinos y endecasílabos, composiciones en verso libre y verso blanco. El tema que trata abundantemente es el del amor terminado, perdido. Evoca el paso del tiempo, el amor a la belleza. En La antesala los críticos vieron el gongorino paladeo de las palabras, la ironía de Manuel Machado y la nostalgia de Juan Ramón Jiménez aunándose en un modo expresivo y muy personal. Aumente introduce en sus poemas elementos coloquiales, banales. Aparece el humor.
El canto de las arpías (prologado por Villena, igual que "La Antesala") significa en cierta medida la ruptura con los miembros de Cántico. El poeta se aleja de la estética dominante en el grupo y asume su propia palabra poética. El poeta ama y se envuelve en el amor y siente y se expresa sin ningún tipo de pudor ni vergüenza. Esa pérdida del reparo, del rubor, ese deseo de mezclar lo personal con lo literario, le dan una dimensión nueva a su poesía. Se convierte en un diletante sin complejos, en un hombre abierto que ha comprendido que la vida es para vivirla sin falsedades. Habla de Gianni, su amor. En este libro alternan los momentos sublimes, versos que parecen haber sido escritos en papiros exquisitos en algún palacio de la nobleza más rancia, con momentos prosaicos en que el poeta se arrastra por lupanares, por miserables garitos de miseria. Julio Aumente se aleja tras su actuación y demuestra su gran personalidad poética tan diferente del resto de los componentes de Cántico.
En su libro Rodolfo el patinador el poeta abraza la vida, sacudiéndose las retóricas al uso y se inclina por una poesía directa, realista, dura, como si de música bakalao se tratara, mostrando una insólita frescura que no cuadra con su ya provecta edad. Porque detrás de cada verso hay sensibilidad y ternura en grandes dosis. Se trata de una poesía sincera, dura, cruda, pero no exenta de lirismo. El poeta ha cambiado su forma de ver las cosas, mucho más crítica ahora, y la sátira que antes se insinuaba en sus versos tiene ahora una mayor presencia.
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*
Algunos poemas de Julio Aumente:
De El aire que no vuelve, 1955:
LA JUVENTUD NO VUELVE Y PASA…
La juventud no vuelve y pasa,
se va y no vuelve sin remedio.
Tal onda azul que sobre el agua
desaparece y se confunde.
Lo que se tiene ya no cuenta,
todo el presente es un pasado
y la hora actual es ya otra hora
que entre los dedos se deshace.
Toda hermosura y su deseo
amada pronto se nos muestra
inaccesible y alta siempre
grave y aislada en su imposible.
El vivo, rojo, dulce labio,
línea brillante y fugitiva,
sereno el arco de los ojos
con el violado cerco oscuro,
como un relámpago escarlata
cruzan la vista y desvanecen
en el instante su belleza,
tal son fugaces los momentos.
En el espejo se refleja
rápido el paso de los días,
alta su voz que silenciosa
de lo que somos nos advierte.
¿Soy yo esta forma que se mira
triste cansada y sin encanto,
este vulgar cuerpo distinto
del mismo espíritu que observa?
Otra persona me parece
con la que no hay contacto alguno
desconocida y hasta odiada
en esa imagen ahora vista.
Pura es el alma como un cuerpo
desnudo, pero vestiduras
nos ligan carnalmente al mundo
en el cual somos y pasamos
jamás iguales a nosotros
con un suspiro a cada paso,
mientras el tiempo ostenta y quema
toda belleza y su delicia.
BAJO LA LLUVIA MIRA…
Dulce cortina tibia, decolorados vidrios,
vano telar de seda húmeda que no acaba,
hilos que tejen grises invariables nubes
con las que el cielo nutre nuestra melancolía.
Nuestra rota tristeza febrero la conduce
a través de sus aguas y sus vientos cambiantes.
Domingo de provincias, las largas avenidas
nos encharcan los ojos sus embarradas hojas.
Más allá de las nubes habrá tal vez desiertos
donde la arena sangre con el sol al crepúsculo;
altas blancas montañas, platas de amanecidas,
doradas como bronces cuando la noche acecha.
El sordo galopar de los lobos del viento
cuando la madrugada agoniza sin ruido
y surgen las primeras gotas, sobre la tierra,
de lluvia, como un crimen revelado de arriba.
Pero las nubes siguen su centinela en alto.
No puedes escapar alma, no hay horizonte.
Vuelve al agua y al loto podrido de tu estanque,
cadáver que cadáver refleja en terso espejo.
Vuelve a la hermosa tierra profanada a diario
que el cielo quiere en lluvia lavar de su miseria,
tierra de la mentira sin amor y sin fruto,
sin otra ley que oro y su amarilla risa.
Si recortas tus alas tendrás respeto eterno,
-si no alzares la vista más allá de los muros-.
Si te conmueve un grito déjalo sin respuesta,
pues a nada conduce interrogar al aire.
Mas si hay un fuego arriba, ellos lo tendrán todo,
los que con un suspiro liberan la pobreza,
aquellos que envenenan el paisaje si miran
y su presencia seca la sonrisa y los pájaros.
Vuélvete a tu retiro alma que entre cristales
y oxidados barrotes tu tristeza consumes.
Bajo la lluvia fina, bajo la lluvia, mira
pasar la arena rápida de tus contados días.
De Por la pendiente oscura, 1982:
BUCÓLICA
Vivir, morir, bajo la luz de otoño,
morir bajo los árboles espesos,
sobre la verde yerba mojada de rocío
acariciado por el sol de octubre.
Oh silenciosa soledad del campo,
oh contornos de oro,
sacras palabras de los bosques,
dosel oscuro, tronco, para el cuerpo,
estremecido canto de las ramas.
Tu contacto suave,
ala de seda fría sobre la frente,
mortal delicia lenta,
tu pálida presencia solicitan,
oh último sonido, escala difundida
en el triste y morado llanto de los violines.
Oh sí, morir
cuando el amor nos niega
su ardiente palma y su granada oscura.
Morir bajo las copas verdeantes
cuando el milano tiembla en el espacio
como un punto negro que brilla.
Sentir el alma huir de su morada,
agua de un manantial que se desborda,
que se desborda desapareciendo
por un desconocido conducto imperceptible.
Fundirse con el aire,
ser hoja, olor, castaño, pájaro, clara luz,
puro secreto llanto que se extingue
como un cautivo aire musical en jardines.
Ah muerte, para mí liberadora eterna,
ala, rumor, sonido,
perpetua transparencia.
El cuerpo, otra vez limo,
raíz, labio, corriente,
sombra, suspiro, sonrisa o llanto frío.
Desesperadamente el alma buscando
descanso en el helado verdor de la alameda.
Muerte, no, no es tu nombre tan terrible,
azul corriente que enamora,
ardiente amor o sueño.
Guíame, sí, contigo
hacia los verdes valles donde el aire
purificado está, donde el espíritu
habitar puede libre
lejos de las oscuras pasiones terrenales.
JULIO AUMENTE, Poesía de la primera generación de posguerra, Cátedra, 2008.
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