Desperté, y despejado, me levanto.
Voy a por el dolígrafo y el block
para apuntar los sueños, remanentes
de una siesta feliz, y un despertar
dignos de remembranza.
Y es que aunque sean sueños nada más,
qué agradable es la sensación del calvo:
al ver poblada su cabeza
de una mata de pelo
limpia y sedosa,
similar a un campo de mies
mecida por el aire de los dedos.
Dicen que la fortuna anuncia.
Y me siento dichoso de vivir
y de que mi cabello, aún siendo escaso,
haya vuelto a crecer
tras la desolación.
El otro sueño se reduce
a dos someras frases.
Se oye una voz que dice:
-¡Qué mierda de café!
Y la taza contesta:
-¿Tan bobo eres de sólo ver mis posos?
¡Ya quisieras que así fueran tus versos!
¡Cuánta razón, ay madre!
Tardaré en acostarme.
Dejaré de escribir estas certezas.
02/10/09
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