[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] Me costó mucho comprender que la grandeza de
Cernuda elevaba su tono en los últimos años de su vida, el poeta cansado, herido y exiliado ya no estaba de humor para preconizar el arte por el arte de sus primeros pasos, lo que quedaba era un hombre, del amor el recuerdo y de la patria que dejó atrás y que atisbó una luz de un cambio definitivo que duró un instante, una sombra. En este poema rememora la presencia en el recuerdo del que pudo haber sido su último gran amor.
"Epílogo" tiene esa magia indescriptible que aparece de vez en cuando. Desde luego que produce una satisfacción extraña compartirla; su sencillez, su claridad, su profundidad, esa manera de hacernos vivir su drama íntimo y el destino del hombre acorralado por el tiempo, vencido por las circunstancias.
Debemos estar agradecidos cuando alguien percibe la grandeza de un poema, es como ser partícipes de una fiesta que había dejado de celebrarse porque no se conocen sus ritos. Con respecto a lo que se decía de una cierta similitud entre Neruda y
Cernuda ya que nacieron con muy poco tiempo de diferencia y dominaban con soltura el verso libre, creo que no hay lugar; fueron poetas que llevaron caminos distintos siendo rigurosamente coetáneos. Es cierto que Neruda es para muchos el mejor poeta de su tiempo, pero sus últimos años, si exceptuamos Estravagario, no fueron muy afortunados desde un punto de vista creativo, era consciente de su éxito y sabía que cualquier cosa que publicara iba a tener eco y le dejaría dividendos.
Cernuda, instalado en el olvido, encontró, sin buscarlo, un camino doloroso en el que derramar su extraña y prodigiosa sensibilidad, quizás fuera consciente de que algún día leeríamos sus poemas con el placer morboso de un viajero errabundo que nunca volvió a sentir la presencia de su Penélope tenaz y puede tocarla en la evocación de su memoria. Pero sabía, a ciencia cierta, que no lo vería, no era suyo su tiempo, sus alas estaban planeadas para franquear otros edificios más altos.
Epílogo
Playa de la Roqueta
Sobre la piedra, contra la nube,
Entre los aires estás, conmigo
Que invisible respiro amor en torno tuyo.
Mas no eres tú, sino tu imagen.
Tu imagen de hace años,
Hermosa como siempre, sobre el papel, hablándome,
Aunque tan lejos yo, de ti tan lejos hoy
En tiempo y en espacio.
Pero en olvido no, porque al mirarla,
Al contemplar tu imagen de aquel tiempo,
Dentro de mí la hallo y lo revivo.
Tu gracia y tu sonrisa,
Compañeras en días a la distancia, vuelven
Poderosas a mí, ahora que estoy,
Como otras tantas veces
Antes de conocerte, solo.
Un plazo fijo tuvo
Nuestro conocimiento y trato, como todo
En la vida, y un día, uno cualquiera,
Sin causa ni pretexto aparente,
Nos dejamos de ver. ¿Lo presentiste?
Yo sí, que siempre estuve presintiéndolo.
La tentación me ronda
De pensar, ¿para qué todo aquello:
El tormento de amar, antiguo como el mundo,
Que unos pocos instantes rescatar consiguen?
Trabajos del amor perdidos.
No. No reniegues de aquello,
Al amor no perjures.
Todo estuvo pagado, sí, todo bien pagado,
Pero valió la pena,
La pena del trabajo
De amor, que a pensar ibas hoy perdido.
En la hora de la muerte
(Si puede el hombre para ella
Hacer presagios, cálculos),
Tu imagen a mi lado
Acaso me sonría como hoy me ha sonreído,
Iluminando este existir oscuro y apartado
Con el amor, única luz del mundo.
En este homenaje a lo perdido no añadí la referencia a nuestros poetas que murieron lejos de nuestra patria hasta después de haberlo escrito y sin saber con certeza hasta qué punto se complementaban, participaban del mismo exilio interior de quien sabe que no encontrará una patria por mucho que la busque, que podemos recordar lo que nunca fue en nuestro desasosiego y esa remembranza disfrazada en las sombras nos produce dolor y lástima hacia nosotros mismos, aquellos soñadores equivocados que llegamos a sonreír, en la urna griega del ocaso, a la muerte sin que nadie lo perciba.
6 de julio de 2014.
El Sur
Quizá mis lentos ojos no verán más el sur
de ligeros paisajes dormidos en el aire,
con cuerpos a la sombra de ramas como flores
o huyendo en un galope de caballos furiosos.
El sur es un desierto que llora mientras canta,
y esa voz no se extingue como pájaro muerto;
hacia el mar encamina sus deseos amargos
abriendo un eco débil que vive lentamente.
En el sur tan distante quiero estar confundido.
La lluvia allí no es más que una rosa entreabierta;
su niebla misma ríe, risa blanca en el viento.
Su oscuridad, su luz son bellezas iguales.
De
Cernuda se decía hace unos 40 años que su extraña inspiración era germánica, supongo que se referían a Hölderlin y Heine, era proclive a la soledad porque tenía que comunicarse con su mundo interior y su herida por la España que había soñado que despertaba y la encontró perdida y triste. No le fue del todo mal en el amor, quien se queja del amor es porque lo ha sentido.
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