El callejón a esas horas de la noche, está oscuro y solitario. Las ratas son dueñas y señoras del lugar, y en los tambos pestilentes de basura, uno que otro gato famélico, escarba en busca de restos de comida.
Sólo la necesidad me empuja a trasponer el tétrico callejón.
Con el corazón en la boca, y un marcado temblor en todo el cuerpo, me aventuro a penetrar en él. Mis pasos, acallados por el hule de mis tenis, hacen muy silencioso mi camino.
Para llegar al sitio de mi destino, el callejón es una alternativa para ahorrar tiempo. Nunca antes sufrí agresión alguna, pero cada vez la emoción del miedo, se apodera de mi.
Hoy no es la excepción, había avanzado unos cuantos metros, cuando mis oídos detectaron el ruido inconfundible de pasos tras de mí. Voltee y no vi nada ni a nadie. Proseguí andando, y quien me seguía hizo lo propio. Dos o tres veces me detuve, y mi seguidor me emulaba. ¿Qué extraño ser o cosa estaba empeñado en ir tras de mí, y con qué objeto?
El terror me hizo tropezar y caer: en ese instante el horror me paralizó.
Despierto sobresaltado, y con un sudor pegajoso en la piel.
Esa pesadilla, como una maldición, inquieta mi vida, pues se ha hecho recurrente, y quizá nunca sabré a dónde voy, quién me sigue o qué desata el horror.
Sólo la necesidad me empuja a trasponer el tétrico callejón.
Con el corazón en la boca, y un marcado temblor en todo el cuerpo, me aventuro a penetrar en él. Mis pasos, acallados por el hule de mis tenis, hacen muy silencioso mi camino.
Para llegar al sitio de mi destino, el callejón es una alternativa para ahorrar tiempo. Nunca antes sufrí agresión alguna, pero cada vez la emoción del miedo, se apodera de mi.
Hoy no es la excepción, había avanzado unos cuantos metros, cuando mis oídos detectaron el ruido inconfundible de pasos tras de mí. Voltee y no vi nada ni a nadie. Proseguí andando, y quien me seguía hizo lo propio. Dos o tres veces me detuve, y mi seguidor me emulaba. ¿Qué extraño ser o cosa estaba empeñado en ir tras de mí, y con qué objeto?
El terror me hizo tropezar y caer: en ese instante el horror me paralizó.
Despierto sobresaltado, y con un sudor pegajoso en la piel.
Esa pesadilla, como una maldición, inquieta mi vida, pues se ha hecho recurrente, y quizá nunca sabré a dónde voy, quién me sigue o qué desata el horror.
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