Ben mi credea passar mio tempo omai
come passato avea quest’anni a dietro,
senz’altro studio et senza novi ingegni:
or poi che da madonna i’ non impetro
l’usata aita, a che condutto m’ài,
tu ’l vedi, Amor, che tal arte m’insegni.
Non so s’i’ me ne sdegni,
che ’n questa età mi fa divenir ladro
del bel lume leggiadro,
senza ’l qual non vivrei in tanti affanni.
Cosí avess’io i primi anni
preso lo stil ch’or prender mi bisogna,
ché 'n giovenil fallir è men vergogna.
Li occhi soavi ond’io soglio aver vita,
de le divine lor alte bellezze
fûrmi in sul cominciar tanto cortesi,
che ’n guisa d’uom cui non proprie ricchezze,
ma celato di for soccorso aita,
vissimi, che né lor né altri offesi.
Or, bench’a me ne pesi,
divento ingiurïoso et importuno:
ché ’l poverel digiuno
vèn ad atto talor che ’n miglior stato
avria in altrui biasmato.
Se le man’ di Pietà Invidia m’à chiuse,
fame amorosa, e ’l non poter, mi scuse.
Ch’i’ ò cercate già vie piú di mille
per provar senza lor se mortal cosa
mi potesse tener in vita un giorno.
L’anima, poi ch’altrove non à posa,
corre pur a l’angeliche faville;
et io, che son di cera, al foco torno;
et pongo mente intorno
ove si fa men guardia a quel ch’i’ bramo;
et come augel in ramo,
ove men teme, ivi piú tosto è colto,
cosí dal suo bel volto
l’involo or uno et or un altro sguardo;
et di ciò inseme mi nutrico et ardo.
Di mia morte mi pasco, et vivo in fiamme:
stranio cibo, et mirabil salamandra;
ma miracol non è, da tal si vòle.
Felice agnello a la penosa mandra
mi giacqui un tempo; or a l’extremo famme
et Fortuna et Amor pur come sòle:
cosí rose et vïole
à primavera, e ’l verno à neve et ghiaccio.
Però, s’i’ mi procaccio
quinci et quindi alimenti al viver curto,
se vòl dir che sia furto,
sí ricca donna deve esser contenta,
s’altri vive del suo, ch’ella nol senta.
Chi nol sa di chi vivo, et vissi sempre,
dal dí che ’n prima que’ belli occhi vidi,
che mi fecer cangiar vita et costume?
Per cercar terra et mar da tutti lidi,
chi pò saver tutte l’umane tempre?
L'un vive, ecco, d'odor, là sul gran fiume;
io qui di foco et lume
queto i frali et famelici miei spirti.
Amor, et vo’ ben dirti,
disconvensi a signor l’esser sí parco.
Tu ài li strali et l’arco:
fa’ di tua man, non pur bramand’io mora,
ch’un bel morir tutta la vita honora.
Chiusa fiamma è piú ardente; et se pur cresce,
in alcun modo piú non pò celarsi:
Amor, i ’l so, che ’l provo a le tue mani.
Vedesti ben, quando sí tacito arsi;
or de’ miei gridi a ma medesmo incresce,
che vo noiando et proximi et lontani.
O mondo, o penser’ vani;
o mia forte ventura a che m’adduce!
O di che vaga luce
al cor mi nacque la tenace speme,
onde l’annoda et preme
quella che con tua forza al fin mi mena!
La colpa è vostra, et mio ’l danno et la pena.
Cosí di ben amar porto tormento,
et del peccato altrui cheggio perdóno:
anzi del mio, che devea torcer li occhi
dal troppo lume, et di sirene al suono
chiuder li orecchi; et anchor non me ’n pento,
che di dolce veleno il cor trabocchi.
Aspett’io pur che scocchi
l’ultimo colpo chi mi diede ’l primo;
et fia, s’i’ dritto extimo,
un modo di pietate occider tosto,
non essendo ei disposto
a far altro di me che quel che soglia:
ché ben muor chi morendo esce di doglia.
Canzon mia, fermo in campo
starò, ch’elli è disnor morir fuggendo;
et me stesso reprendo
di tai lamenti; sí dolce è mia sorte,
pianto, sospiri et morte.
Servo d’Amor, che queste rime leggi,
ben non à ’l mondo, che ’l mio mal pareggi.
****************
Creía que mi tiempo ahora pasara,
come este tiempo atrás era pasado,
sin traza nueva, ni invención de precio;
mas cuanto a lo que tú que me has arrastrado,
después que alivio de mi bien no hallara,
velo tú, Amor, de quien el arte aprecio.
No sé si me desprecio;
porque me vuelvas en la edad madura
ladrón de lumbre pura
sin la cual no pasara tantos daños.
¡Ay, si en mis tiernos años
supiera lo que hoy mi urgencia usa!
Que el yerro en el que es mozo tiene excusa.
Los ojos suaves, que me dan la vida,
tan generosos con su gran belleza
fueron al comienzo hacia mi gesto,
que, cual hombre al que no propia riqueza
sino ajeno socorro asiste y cuida,
viví, sin de ellos ser ni otro molesto.
Y, aunque ahora lo detesto,
me vuelvo ignominioso, e inoportuno;
que el pobrecillo ayuno
viene a hacer lo que hubiera en otro estado
a otro censurado.
Si hace Envidia que en mí piedad no use,
mi hambre de amor, y el no poder, me excuse.
Y ya he buscado más de mil caminos
por sin ellos probar si en mortal cosa
medio de mantener la vida encuentro.
Pero el alma, que en nada más reposa,
corre a los ojos, a pesar, divinos;
y yo, aunque soy de cera, al fuego entro.
Y en conocer me centro
dónde lo que amo está más descuidado;
y como ave en prado,
que donde menos teme es atrapada,
así de su mirada
robando voy aquel o este destello.
Y a un tiempo me sustento y ardo en ello.
De muerte me sustento, vivo en llama;
¡salamandra admirable, pasto extraño!
Mas no milagro, como Amor lo quiera.
Feliz cordero, en el atroz rebaño
yací otro tiempo, y hoy al fin me llama
y Amor, como acostumbra, y Suerte fiera:
así hay en primavera
rosas, y en invierno nieve y hielo.
Por eso, si yo al vuelo
con bocado de acá y de allá me surto,
por más que sea hurto,
tan rica dama debe estar contenta,
pues nutre a otro de sí, sin que lo sienta.
¿Quién no sabe de qué me he mantenido,
desde aquel día en que sus ojos viera,
que cambiaron mi vida y uso luego?
Aunque hurgase en tierra y mar toda frontera,
¿quién todo arresto humano ha predecido?
De olor vive aquel pueblo riberiego;
yo aquí con lumbre y fuego
mis sentidos hambrientos refrigero.
Amor, (decirte quiero),
disuádete de ser señor tan parco.
Tuyos son flecha y arco;
déme tu mano muerte no sentida,
que honra un bello morir toda una vida.
Más arde el fuego preso, y si se aumenta
no puede en modo alguno ya ocultarse:
lo sé, Amor, que lo pruebo de tus manos.
Lo viste al ver mi muda alma abrasarse;
y hoy mi propio grito a mí atormenta
y a cuantos me son propios o lejanos.
¡Ay pensamientos vanos,
y a qué me arrastra hoy mi desventura!
¡De qué lumbre, ay, tan pura
la esperanza tenaz nació en el pecho
que aprieta y ata estrecho
quien mi fin con tu fuerza guía y ordena!
Vuestra es la culpa, y mío el daño y pena.
Así por amar bien cargo tormento,
y perdón pido por la culpa ajena;
no por la mía, aunque su luz no deba
mirar, ni oír su canto de sirena;
y, al fin, aun ni siquiera me arrepiento
de este veneno que mi pecho ceba.
Que dé mi alma aprueba
el postrer golpe quien le dio el primero;
y esto será, yo espero,
piadoso modo de acabarme presto;
que pues no está dispuesto
a darme más favor que mi condena,
bien muere el que, muriendo, huye su pena.
Canción, restaré firme,
porque es gran deshonor morir huyendo;
y a mí mismo reprendo
lamentos por tan dulce y feliz suerte,
llanto, suspiro y muerte.
Siervo de Amor, aquel que aquí recale,
no hay bien al mundo que mi mal iguale.
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