Una donna piú bella assai che ’l sole,
et piú lucente, et d’altrettanta etade,
con famosa beltade,
acerbo anchor mi trasse a la sua schiera.
Questa in penseri, in opre et in parole
(però ch’è de le cose al mondo rade),
questa per mille strade
sempre inanzi mi fu leggiadra altera.
Solo per lei tornai da quel ch’i’ era,
poi ch’i’ soffersi gli occhi suoi da presso;
per suo amor m’er’io messo
a faticosa impresa assai per tempo:
tal che, s’i’arrivo al disïato porto,
spero per lei gran tempo
viver, quand’altri mi terrà per morto.
Questa mia donna mi menò molt’anni
pien di vaghezza giovenile ardendo,
sí come ora io comprendo,
sol per aver di me piú certa prova,
mostrandomi pur l’ombra o ’l velo o’ panni
talor di sé, ma ’l viso nascondendo;
et io, lasso, credendo
vederne assai, tutta l’età mia nova
passai contento, e ’l rimembrar mi giova,
poi ch’alquanto di lei veggi’or piú inanzi.
I’dico che pur dianzi
qual io non l’avea vista infin allora,
mi si scoverse: onde mi nacque un ghiaccio
nel core, et èvvi anchora,
et sarà sempre fin ch’i’ le sia in braccio.
Ma non me ’l tolse la paura o ’l gielo
che pur tanta baldanza al mio cor diedi
ch’i’ le mi strinsi a’ piedi
per piú dolcezza trar de gli occhi suoi;
et ella, che remosso avea già il velo
dinanzi a’ miei, mi disse: - Amico, or vedi
com’io son bella, et chiedi
quanto par si convenga agli anni tuoi. -
- Madonna - dissi - già gran tempo in voi
posi ’l mio amor, ch’i’ sento or sí infiammato,
ond’a me in questo stato
altro volere o disvoler m’è tolto. -
Con voce allor di sí mirabil’ tempre
rispose, et con un volto
che temer et sperar mi farà sempre:
- Rado fu al mondo fra cosí gran turba
ch’udendo ragionar del mio valore
non si sentisse al core
per breve tempo almen qualche favilla;
ma l’adversaria mia che ’l ben perturba
tosto la spegne, ond’ogni vertú more
et regna altro signore
che promette una vita piú tranquilla.
De la tua mente Amor, che prima aprilla,
mi dice cose veramente ond’io
veggio che ’l gran desio
pur d’onorato fin ti farà degno;
et come già se’ de’ miei rari amici,
donna vedrai per segno
che farà gli occhi tuoi via piú felici. -
I’ volea dir: - Quest’è impossibil cosa -;
quand’ella: - Or mira - et leva’ gli occhi un poco
in piú riposto loco -
donna ch’a pochi si mostrò già mai. -
Ratto inchinai la fronte vergognosa,
sentendo novo dentro maggior foco;
et ella il prese in gioco,
dicendo: - I’ veggio ben dove tu stai.
Sí come ’l sol con suoi possenti rai
fa súbito sparire ogni altra stella,
cosí par or men bella
la vista mia cui maggiore luce preme.
Ma io però da’ miei non ti diparto,
ché questa et me d’un seme,
lei davanti et me poi, produsse un parto. -
Ruppesi intanto di vergogna il nodo
ch’a la mia lingua era distretto intorno
su nel primiero scorno,
allor quand’io del suo accorger m’accorsi;
e ’ncominciai: - S’egli è ver quel ch’i’ odo,
beato il padre, et benedetto il giorno
ch’à di voi il mondo adorno,
et tutto ’l tempo ch’a vedervi io corsi;
et se mai da la via dritta mi torsi,
duolmene forte, assai piú ch’i’ non mostro;
ma se de l’esser vostro
fossi degno udir piú, del desir ardo. -
Pensosa mi rispose, et cosí fiso
tenne il suo dolce sguardo
ch’al cor mandò co le parole il viso:
- Sí come piacque al nostro eterno padre,
ciascuna di noi due nacque immortale.
Miseri, a voi che vale?
Me’ v’era che da noi fosse il defecto.
Amate, belle, gioveni et leggiadre
fummo alcun tempo: et or siam giunte a tale
che costei batte l’ale
per tornar a l’anticho suo ricetto;
i’ per me sono un’ombra. Et or t’ò detto
quanto per te sí breve intender puossi. -
Poi che i pie’ suoi fur mossi,
dicendo: - Non temer ch’i’ m’allontani -,
di verde lauro una ghirlanda colse,
la qual co le sue mani
intorno intorno a le mie tempie avolse.
Canzon, chi tua ragion chiamasse obscura,
di’: - Non ò cura, perché tosto spero
ch’altro messaggio il vero
farà in piú chiara voce manifesto.
I’ venni sol per isvegliare altrui,
se chi m’impose questo
non m’inganò, quand’io partí’ da lui. -
********************
Mujer aún más que el sol hermosa y bella,
de igual edad, y más que él luminosa,
de hermosura famosa,
aunque mozo, me trajo a su bandera.
Esta en ingenio y obra, toda ella,
(pues entre lo que existe es rara cosa),
siempre altiva y hermosa
ante mí se mostró donde allá fuera.
Por ella mudé sólo aquel que era,
después que cara a cara ante ella estuve;
por su amor me entretuve
en tan prolija empresa por entero
que, si al fin llego al deseado puerto,
vivir por ella espero
gran tiempo, cuando ya me den por muerto.
Esta señora me guió en los años
más tiernos, lleno de deseo ardiendo,
mas sólo ahora ya entiendo
que hacía sólo en mí más cierta prueba,
mostrando de sí sombra, velo o paños,
mas nunca el gesto entero descubriendo;
y yo, ay triste, creyendo
ser esto ella, toda la edad nueva
gocé, y aún el recuerdo al gozo lleva,
después que algo más de ella hoy veo y toco.
Mas sólo hasta hace poco,
como visto hasta entonces no la había,
la vi, y en mí nació hielo a pedazos,
que así será hasta el día
que al fin me vea asido entre sus brazos.
Mas no me apartó de ello miedo o hielo
que cobró mi corazón tan fuerte arrojo,
que hasta sus pies me arrojo
porque de ellos su vista me serene;
y ella, sin guardarse ya con velo,
me dijo: «Ve cuánta belleza acojo,
pide, amigo, a tu antojo
cuanto creas que en tus años más conviene».
Yo dije: «En vos ya tanto hace que tiene
nido mi amor, que ardo ya inflamando;
y, siendo este mi estado,
ni amor ni desamor otro me tiemple».
Y quiso entonces ella contestarme,
con voz de timbre y temple
que esperanza y temor siempre han de darme:
Raro en el mundo fue que aún en la turba,
si alguno de mis prendas algo oyera,
el pecho no encendiera,
como una chispa al menos tiempo breve;
mas mi adversaria, que este bien perturba,
tan presto apaga en él cuanto prendiera,
que en otro dueño espera
que anuncia vida más tranquila y leve.
Me dice Amor, que de tu mente bebe,
cosas por que entiendo ciertamente
el gran deseo ardiente
que de honroso final te vuelve digno;
y, pues te cuento ya como mi amigo,
mujer verás en signo
que hará el contento estar siempre contigo.»
Quise decir: «Es imposible cosa»,
mas dijo ella: «A lugar de más sosiego
la vista alza, te ruego;
mira mujer que a pocos se ha mostrado»,
Pronto bajé la frente vergonzosa,
sitiendo otra vez dentro mayor fuego;
y ella lo tuvo a juego
y dijo: «Ya veo a qué has llegado.
Tal como el sol después que ha despuntado,
hace presto borrar toda otra estrella,
parezco hoy menos bella,
si hay luz que más que yo su luz concentre.
Mas yo de mis amigos no te aparto;
porque ella y yo de un vientre
nacemos (yo después) del mismo parto».
En esto se rompió todo atamiento
que mi lengua de verguenza atado había
de aquella afrenta mía
que supe al saber yo que hubo sabido;
y proseguí: «Si es cierto lo que siento
¡bendito el Padre, sí, bendito el día
que aquí a vosotras cría,
y el tiempo que por veros he corrido!
Y, si algo del camino me he torcido,
me pesa mucho más de lo que muestro.
Mas si sobre el ser vuestro
más digno soy de oír, tu voz no acabe».
Respondió pensativa a todo esto
con mirada tan suave,
que en mí estampó con su palabra el gesto:
Así como lo quiso el Padre, a entrambas
vida inmortal nuestro destino rige.
Mas ¿qué hay que os regocije?
El defecto en nosotras mejor fuera.
Bellas y un tiempo amadas fuimos ambas;
hoy ya tanto el olvido nos aflige
que sus alas dirige
ésta hasta su antigua madriguera;
yo sombra soy de mí. Y aún más dijera,
si no fuese este tiempo tan escaso».
Después que inició el paso
«No temas que me aleje» respondiendo,
tomó guirnalda de laurel florida
que con su mano asiendo
sobre mis sienes la dejó ceñida.
Canción, si alguno da en llamarte oscura,
dile: «No curo, porque espero presto
que otro mensaje esto
con voz más primorosa manifieste.
Yo sólo a despertar hoy he venido,
si quien me dictó este,
cuando partí de aquel, no me ha mentido».
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