El sol se apagó, ya no brilla,
y la tierra quedó a obscuras
y hasta la luna dejó su brillo
y la obscuridad más profunda
reina en calles y plazas.
Dejó de haber noche y día,
al andar van tropezando
y ya no contemplan los rostros,
¿será hermoso? ¿será feo?
¿Qué se hizo de las montañas,
de los bosques, de los ríos?
Nada se ve en lontananza
y tampoco a donde miran.
La humanidad al completo
quedó triste, desesperada,
en esta noche profunda,
y para remediar la tragedia,
tanto los llamados creyentes
como los que se dicen ateos,
no encontraron otra remdio
para tan grande tribulación
que postrarse de rodillas
y pedirle al Gran Creador
le volviese a dar al astro sol
tanto la luz como el calor.
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