Nikolay Gumiliov
Nikolái Stepánovich Gumiliov (En ruso: Николай Степанович Гумилёв, 1886-1921), poeta ruso. Figura central del movimiento acmeísta junto a poetas como Anna Ajmátova (con quien estuvo casado) y Ósip Mandelshtam . Su poesía conserva siempre un aroma adolescente, por su pasión por el viaje y el exotismo y por su frecuente tono fatalista. Muy popular en vida, ejerció un influjo muy intenso sobre los poetas jóvenes. Fue fusilado en 1921. Durante el régimen soviético su poesía fue prohibida.
Biografía
Nació en Kronstadt, cerca de San Petersburgo; hijo del médico naval Stepán Yákovlevich Gumiliov (1836-1920) y de Anna Ivánovna Lvova (1854-1942). Cursó estudios en el liceo de Tsárskoye Seló, del que era director el poeta simbolista Innokenti Ánnenski (1855-1909).
Al acabar el bachillerato en el liceo de Tsárskoye Seló, marchó a París y estudió en la Sorbonne. A partir de 1902 empezó a publicar poesía. En 1905 apareció su primer libro, la colección Путь конквистадоров (El camino de los conquistadores). Durante su estancia en París editó la revista literaria Sirius, de la que salieron tres números.
A partir de 1907 realizó diversos viajes por Italia, Francia y África. Fascinado por el continente africano, Gumiliov viajó allí periódicamente. En Africa participó en safaris y obtiene diversos objetos de artesanía para el Museo de Antropología y Etnografía de San Petersburgo. Inspirándose en estas vivencias escribió su segundo libro de poemas: Романтические цветы (Flores románticas), que apareció en 1908.
De retorno a Rusia, colaboró con el periódico artístico Aполлон (Apollón, Apolo). En 1909 protagonizó un extraño incidente: un duelo fallido con otro colaborador de la revista, el gran poeta Maksimilián Voloshin (1877-1932), a raíz de la correspondencia amorosa que mantuvo Gumiliov con la poeta espúrea Cherubina de Gabriak (seguramente pseudónimo de Elisaveta Dmítrieva).
En 1910 frecuenta las celebraciones literarias del poeta simbolista Viacheslav Ivánov (1866-1949), a las que acudía también la joven poeta Anna Ajmátova (Anna Adréyevna Gorenko, 1889-1966), con quien Gumiliov contrajo matrimonio (25 de abril de 1910). Ese mismo año publica el poemario Жемчуга (Perlas).
En 1911, en reacción contra el aura de misticismo que envuelve la poesía de los simolistas fundó, en compañía del poeta Serguéi Gorodetski (1884-1967), una asociación llamada Цех поэтов (Gremio de Poetas); el Gremio propugnaba que la poesía es, sobre todo, una labor técnica, en el mismo sentido que la arquitectura: hacer un poema es como construir una catedral. Junto con otros integrantes del Gremio, como Anna Ajmátova y Ósip Mandelshtam (1891-1938), Gumiliov proclamó el acmeísmo, un nuevo movimiento poético que propugna una poesía de imágenes claras y con un lenguaje moderno y abierto a lo cotidiano. De acuerdo con los postulados del Gremio de Poetas, cualquier persona puede llegar a hacer poemas siempre que siga las directrices técnicas de los maestros. Numerosos jóvenes se sintieron atraídos por esta escuela, que frecuentaron, más o menos formalmente, poetas como Gueorgui Ivánov (1894-1958) o Vladímir Nabókov (1899-1977). En esta época Gumiliov escribe también artículos teóricos, y publica traducciones de poetas franceses contemporáneos y algunas traducciones de poemas suyos al francés. En 1912 ve la luz un noevo poemario de Gumiliov, Чужое небо (El cielo ajeno), ese mismo año nace el hijo de Gumiliov y Ajmátova, Lev (años más tarde, el encarcelamiento de Lev Gumiliov dio lugar al famoso ciclo de poemas Requiem, de Anna Ajmátova).
Al estallar la Primera Guerra Mundial, N. Gumiliov se enroló en un cuerpo de élite de la caballería del ejército ruso; fue condecorado por su valor con dos Cruces de San Jorge (24 de diciembre de 1914 y 5 de enero de 1915).
Durante la revolución, Gumiliov sirvió en el cuerpo expedicionario ruso en París. A pesar de las advertencias, en 1918 volvió a Petrogrado. Tras el triunfo soviético, Gumiliov nunca disimuló su antipatía por los comunistas y por los escritores sin talento que se beneficiaban de su colaboración con el nuevo régimen. En esta época, Gumiliov participó en la fundación del Sindicato de Escritores de Rusia.
En estos últimos años de su vida, Gumiliov maduró artísticamente; los poemas que corresponden a este período se recogen en los libros Колчан (El carcaj), en 1918 Костёр (La hoguera) y en 1921 Шатёр (Tienda de campaña) y Огненный столп (Columna de fuego). El 3 de agosto de 1921 N. Gumiliov fue detenido por la Cheka de Petrogrado en relación con lo que se llamó la Conspiración de Tagántsev (complot monárquico probablemente totalmente inventado por la propia Cheka). El 24 de agosto se decretó el fusilamiento de los 61 involucrados en la conspiración. Las circunstancias del fusilamiento y de la prisión de Gumiliov han permanecido oscuras; tras la desclasificación de algunos archivos del KGB, van dándose a conocer algunas de estas circunstancias.
Obra publicada en castellano
El Diablo Listo y Otros Poemas, trad. Luis Gómez de Aranda, con la asesoría filológica de Elena Kúrchenko. Reino de Cordelia, 2011. ISBN-13: 978-84-939212-8-6.
El tranvía extraviado. Antología poética, trad. Xènia Dyakonova y José Mateo. Linteo, 2012. ISBN-13: 978-84-96067-70-7.
Bibliografía
Blok, Sologub, Gumiliov, Ajmátova, Mandelstam, Cinco poetas rusos, Colombia, Editorial Norma, 1995
POEMAS
(Traducciones de Luis Gómez de Aranda-Elena Kúrchenko)
Jirafa
Hoy he visto muy triste tu mirada.
Tus brazos tan delgados abrazando
con pena tus rodillas. ¡Pero escucha!
En Chad, una jirafa junto al lago
camina su indolente, esbelta, gracia.
Recama su vestido con brocados,
que sólo se comparan con la luna,
quebrada en los esteros y flotando.
De lejos son veleros luminosos,
galopan en la brisa y como pájaros.
Se esconden al crepúsculo prodigios
en grutas excavadas en el mármol...
Te cuento las historias de esas tierras,
de una negra princesa y de su amado.
Mas tú ya has respirado mucha niebla
y crees en la lluvia solamente.
Te cuento de las palmas cimbreantes,
te cuento de mil árboles extraños...
¿Acaso estás llorando? ¡Pero escucha!
En Chad, una jirafa junto al lgo...
(1907)
Sada-Yakko
En la austera penumbra
violines cantando;
en la seda verdosa,
mariposas y lirios.
Mientras ella danzaba,
en paredes de tela
se ha acostado la sombra
de una rama de acacia.
Cual mujer-bombonera,
en mesita elegante;
como blancos gatitos,
como niños jugando,
sus minúsculos pies
golpeando el tablado.
Una abeja dorada
fue su nombre en los labios.
Yo prendido en lo ajeno;
derramando sus flores
con extraño artificio,
ella hablaba y hablaba.
Embriagada la mente
con palabras extrañas.
Se diría que el Sol
de su patria brotara.
(1908)
El duelo
Un lirio, la inocencia, en tu divisa,
de púrpura en la mía, rojas flores.
Llamaban los heraldos al combate;
el oro en los escudos, tornasoles.
Al son de los tambores fui retado,
después de mil caminos y entre risas,
me encuentro en la palestra como un moro
sombrío, como un tigre en la floresta.
¡Oh, virgen, amazona de los cantos
antiguos, fiero orgullo de los reyes!
¡Sin par en los confines de la tierra,
tu lanza, en los confines de los mares!
Así nos enganchamos en combate.
¿Acaso ha de vencer el cimbreante
acero o el granito en la pelea?
¿Serás tú derrotada, yo el vencido?
Cedí, el puñal clavóse en las entrañas,
brillante en la victoria como el rayo.
Tu fiesta fue mi grito, tu gemido,
mi cuerpo en las postreras y temblando.
El pueblo entero, un coro de alabanzas,
la gloria militar es toda tuya.
Mas creo, has de volver sobre tus pasos,
vestida de una oscura primavera.
Tu yelmo brilla en oros, la llanura
cubierta de vapores, humo blanco;
entonces buscarás mi cuerpo yerto,
quizás te inclinarás sobre mis labios.
"Escúchame, querido, yo te amo.
Responde a mis palabras, te lo ruego.
Es cierto, te destruyo, pero en cambio,
por siempre te amaré. Serás mi dueño".
Y mientras los lamentos, los quejidos,
murmullos de tu seda gimen, blanca,
hambriento viene a mí, repta en la niebla,
un lobo de avidez y de impaciencia.
(1909)
Lector de libros
Lector apasionado, yo cual otros,
busqué mi paraíso en la consciencia
que férrea controlaba; amé un camino
exento de esperanzas, de memorias.
Bogaba entre las líneas, incansable,
y oía la pleamar batiendo el muelle;
capítulos cruzaba como estrechos,
gozaba con la espuma y la corriente.
Mas luego por la noche, me aterraba
la sombra entre el icono y el armario,
y un péndulo suspenso, cual la luna,
brillante lucifer sobre el pantano.
Ella
Conozco a una mujer. En sus pupilas,
centellas de misterio y un silencio
cansado que amargaron las palabras.
La música de bronce de algún verso
la llave es de su alma, que se cierra
al goce terrenal y a aquellas dichas
triviales que desdeña. Puede ser,
ardiente; en la ocasión, cerrada, altiva.
Su andar es silencioso, se desliza
fluido cual la nave, el mar en calma.
¿Hermosa? No lo sé, no lo diría.
Tan sólo es para mí, mi vida entera.
A veces, cuando anhelo en mi osadía
soberbia y rebelión, me acerco a ella;
me enseña aquel dolor muy sabio y dulce,
que aprendo en su delirio, en su tristeza.
Es luz y claridad en mis angustias,
relámpagos dispensa con sus manos.
Los sueños de su mente, cual las sombras
que el fuego de un Edén ha iluminado.
(1912)
Génova
En Génova, el Palacio de los Dogos
conserva muchos cuadros. En un lienzo
extraños bergantines se asemejan
a cisnes de pausado movimiento.
Negocian navegantes y armadores,
formando un amplio grupo, abigarrado,
conversan y, en el cuadro, llevan siglos,
hablando sin cerrar esos contratos;
Me miran con malicia, y como vivos,
aquellos que pasaron hace tiempo.
Los ojos muy brillantes, sonrientes,
sus barbas ya canosas riza el viento
y sala el aire acuoso de la rada.
De pronto, fue el milagro. Decidido
me habla uno de ellos: "Y el señor...
¿Por suerte es de Livorno o ha venido
acaso del Pireo? Si pretende
llegarse hasta Brabante este verano,
le ruego que me acerque este barril
de Chianti y mil saludos a mi hermano".
(1912)
Dragón
Antaño, eran las cosas de otro modo.
La tierra bajo el cielo prodigaba
continuas maravillas, los milagros,
el sol de cada día en campo y plaza.
Alado y solitario en sus jardines,
Dragón a media noche se encendía.
En mayo se olvidaba en sus ardores
del tártaro janato y de la China.
Y al ver la luna apenas en el cielo,
la joven más hermosa que encontraba,
veloz entre sus garras atrapando,
llevábase rapaz a su guarida.
El bronce se hace fuego en su coraza,
carnívora la luna resplandece.
Un grito cual vibrante plata vuela,
se escucha sobre el campo y en los bosques.
"¡Galáctica blancura cual de cisne!
Bellezas como éstas no he encontrado,
volando en ultramar ni en el Oriente.
¿Por qué ninguna de ellas al palacio
logré llevar con vida, en el camino
que lleva hasta Lagore van muriendo?
Sus cuerpos echo al Caspio y en el fondo
cubiertos por las aguas, cual dormidos,
prefieren las dementes largos sueños,
que velan sólo monstruos submarinos,
al lecho principesco y fuerte abrazo,
al tálamo nupcial y al pecho altivo.
Envidio del pastor la simple suerte;
sus labios en el frágil caramillo,
el bando de muchachas en el prado
prendadas de sus chanzas, de su trino".
Escúchale Volgá y el arco apresta,
dos astas de un gran uro bielorruso
unidas por la cuerda fuerte y tensa;
sombría la mirada, el gesto duro.
(Finales de 1915 - inicios de 1916)
Otoño
La bóveda escarlata con naranja...
El viento racheado bajo el cielo
agita a los serbales que sangrando
me ofrecen sus racimos. Voy siguiendo,
persigo a algún caballo que se escapa
y paso junto al solo invernadero,
los hierros de la verja de este parque
y el agua de los cisnes. A mi lado,
se afana, vuela un perro, largo manto,
de pelo rubicundo. Yo le quiero.
Mi perro es en mi alma más que hermano,
jamás podré olvidarle cuando muera.
Más sigue galopando el fugitivo,
sus cascos se aceleran resonando,
del suelo levantando polvo, arena.
¡Jamás alcanzarás a aquel caballo,
al árabe inflamado en su carrera!
Mejor renuncio ahora. Jadeante,
me siento a descansar y tomo aliento
sobre una piedra plana como mesa.
Admiro el rojo cielo y sus naranjas,
los gritos estridentes de este viento.
El ánimo embotado y como obtuso
escucho, miro, escucho y me sorprendo.
(1917)
Usted y yo
Que no somos pareja, bien lo entiendo:
yo vengo de una tierra muy lejana.
Las voces de la zurnia me cautivan,
confieso que me aburre la guitarra.
No canto en los salones elegantes
frente a oscuras levitas y vestidos.
Yo canto a los dragones y a las nubes,
al agua en las cascadas, a los ríos.
Mi amor es como el moro en el desierto,
que a la fuente se acerca con codicia.
No soy el paladín aquel del lienzo,
prendado de una estrella y que suspira.
Y sé que he de morir no en blanda cama,
de médicos, notarios, asistido;
quizás he de caer en algún foso
de hiedras muy espesas recomido.
No quiero un paraíso protestante,
aseptico y trivial, abierto a todos,
mas busco algún lugar donde se alcen
las putas, los ladrones, los mendigos.
(1917)
Derramando estrellas
No siempre me rechazas desabrida,
con gesto displicente y orgulloso.
A veces, te me acercas lentamente,
callada. como en sueños, dulce y tierna.
Hay magias de la luna en los destellos
que alumbran las pupilas de tus ojos.
La frente que circunda tu cabello,
besar no puedo siempre cual quisiera.
Mi amiga, muy querida, mi enemiga
severa, al tiempo, blanda y despiadada,
bendito es cada paso cuando vienes,
sembrando flores, astros, hacia el alma.
No sé de dónde tienes tantos dones,
mas eres luminosa en gran manera,
¿y aquel que te conoce, un breve instante,
podrá otra cosa amar sobre la tierra?
(Agosto de 1917 - primavera de 1918)
Balada
Para que alcanzase las simas profundas
y viese en el cielo el rostro más alto,
Lucifer, bienquisto, me dió un fuerte anillo,
un rubí de sangre y sus cinco caballos.
El espacio buscan los fuertes corceles,
temblantes ollares, la danza en los cascos,
y creí que el sol su fuego encendía,
tan sólo por mí, su brillo dorado.
Las noches de estrellas, los días de fuego,
vagaba sin rumbo y aun sin destino;
mas yo me gozaba con los arrebatos
de los cinco brutos, del oro y su brillo.
Y arriba en la mente fue nieve y locura,
pero yo impulsaba con la tralla fuerte.
Mis cinco alcanzaron las cumbres del logos
y, en aquella altura, una joven triste.
En su voz muy suave cantaba la esfera;
en sus ojos raros, pregunta y respuesta.
Y yo di mi anillo a la joven luna
por el brillo incierto de su cabellera.
Y allí, a carcajadas, con sorna insultante,
me abrió las cancelas del oscuro extremo,
y luego aquel ángel para el gran viaje
me dio otro caballo, el fiel Desespero.
(1918)
El pequeño elefante
¿Mi amor por ti? Un pequeño elefante,
en París o Berlín, recién nacido.
Con patitas de trapo vacilante
absuelve su casero recorrido.
No le tires de trigo blancos panes,
ni coles, calabazas, ni espinaca,
mandarinas le placen, mazapanes,
brillantes los bombones como laca.
No llores si en la oscura jaula, preso,
deviene en monigote de las gentes;
si un hortera probado y aun confeso,
soplando un humo negro entre los dientes,
insulta su trompita levantada.
No temas que se enfade, grande, un día,
que rompa su cadena, aun bien forjada,
y raudo entre las gentes cual tranvía
aplaste a algún vecino en su locura.
Mejor que en dulces sueños te aparezca,
muy púnica y marcial, sin par montura,
cubierta de brocados, cual de Anibal.
(1920)
Nada en torno ha cambiado y sin embargo
Nada en torno ha cambiado y sin embargo,
el mundo, pobre y triste, se ha encendido;
transido, campo y bosque, de milagro,
de inefable belleza revestido.
Quizás, en la hora extrema, de esta suerte,
desnuda ha de surgir la humana carne,
de lo inmenso y los oscuro convocada,
cuando el Señor a su presencia llame.
Sólo por ti, tu orgullo y tu ternura,
por tu candor de nieve luminoso,
por tus cabellos rojos en mi pecho,
he dado en ser yo mismo, pese a todo.
Sonríes, dulce amiga, pues no entiendes,
que en el entorno opaco que rodea
el brillo transparente de tu halo,
oscura, va espesando ya la niebla.
(1920)
.
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