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“La monja gitana” de Federico García Lorca (estudio)
(Romancero gitano, 1928 - Federico García Lorca, 5 de jun. de 1898 - 19 de ago. de 1936)
Silencio de cal y mirto.
Malvas en las hierbas finas.
La monja borda alhelíes
sobre una tela pajiza.
Vuelan en la araña gris,
siete pájaros del prisma.
La iglesia gruñe a lo lejos
como un oso panza arriba.
¡Qué bien borda! ¡Con qué gracia!
Sobre la tela pajiza,
ella quisiera bordar
flores de su fantasía.
¡Qué girasol! ¡Qué magnolia
de lentejuelas y cintas!
¡Qué azafranes y qué lunas,
en el mantel de la misa!
Cinco toronjas se endulzan
en la cercana cocina.
Las cinco llagas de Cristo
cortadas en Almería.
Por los ojos de la monja
galopan dos caballistas.
Un rumor último y sordo
le despega la camisa,
y al mirar nubes y montes
en las yertas lejanías,
¡Oh!, qué llanura empinada
con veinte soles arriba.
¡Qué ríos puestos de pie
vislumbra su fantasía!
Pero sigue con sus flores,
mientras que de pie, en la brisa,
la luz juega el ajedrez
alto de la celosía.
El ASUNTO del poema viene centrado en la austeridad y disciplina de la vida de clausura y su contraste con el paisaje, la luz y la libertad de la vida exterior. Se percibe en la intención del autor un sentimiento de "pérdida" respecto de la segunda, como un suspiro de lástima...
El TEMA o argumento se centra en una joven monja, gitana, que mientras borda ornamentos sagrados, siente bullir en su interior el paisaje perdido, el color y aroma de las flores tan distintas a las que ella tiene que bordar, la juvenil presencia del amor en su recuerdo, casi como un sueño en otro mundo que va creando su fantasía, lejos del silencio y la disciplina del convento, detrás de las celosías ajedrezadas de las tapias...
EL TRATAMIENTO por parte del autor es lírico desde la narración, apasionadamente centrado en todo aquello que la protagonista ha abandonado por la vida conventual y que aún la hace suspirar, sin abandonar totalmente ese tono cuando se refiere a los pormenores del escenario y la actividad en el convento, aunque tengan para el autor otros colores menos brillantes que para el resto del relato.
MORFOLOGÍA Y ESTRUCTURA
El poema es un romance en treinta y cuatro versos octosílabos con rima asonante en los versos pares aunque hay alteraciones y repeticiones de la misma a lo largo del poema que se justificarían por su ritmo y su impulso estético en la elección de las palabras, así como su apasionado desarrollo, ya que en algunos pasajes el tono general cambia mediante exclamaciones casi simétricas entre sí, sin llegar a la repetición, en una especie de acercamiento al estribillo sin reunir las características que le son propias. Se diría que además del ritmo octosilábico el poema se estructura mediante secuencias cadenciales apoyadas en los versos que figuran entre exclamaciones:
¡Qué bien borda! ¡Con qué gracia!
Sobre la tela pajiza,
ella quisiera bordar
flores de su fantasía.
¡Qué girasol! ¡Qué magnolia
de lentejuelas y cintas!
¡Qué azafranes y qué lunas,
en el mantel de la misa!
¡Oh!, qué llanura empinada
con veinte soles arriba.
¡Qué ríos puestos de pie
vislumbra su fantasía!
Los verbos relativos a la descripción del escenario y a la actividad de la protagonista, siempre en tercera persona, están todos en presente, en tanto que en el verso undécimo aparece el verbo en pretérito imperfecto de subjuntivo, relativo al deseo de la misma:
ella quisiera bordar...
No parecen dignas de mención aliteraciones, en cambio sí las repeticiones de la conjunción con función exclamativa qué en los mencionados episodios de cambio de cadencia ponderando la excelencia de bordados, flores, escenas y paisajes en general.
Hay bimembración en el verso noveno:
¡Qué bien borda! ¡Con qué gracia!
Hay metáforas compuestas:
Silencio de cal y mirto.
Referida al ambiente y plantas propias de los conventos en general.
Malvas en las hierbas finas.
Referida al color de los alhelíes que se están bordando para el altar.
Vuelan en la araña gris,
siete pájaros del prisma.
Doble metáfora compuesta referida a la lámpara y a los reflejos de la luz (siete pájatros) sobre las paredes, descompuesta en arcoíris al atravesarla.
La iglesia gruñe a lo lejos
como un oso panza arriba.
Referida a la iglesia con su gran volumen, sus torres y sus repiques.
¡Oh!, qué llanura empinada
con veinte soles arriba.
¡Qué ríos puestos de pie
vislumbra su fantasía!
Hay referencia a los veinte años de la joven en la llanura empinada y a lo exaltado de su imaginación propia de la edad, como si cada uno de sus años fuera un río. Tienen también carácter simbólico las figuras contenidas en estos cuatro versos, a mi entender. Y una personificación de los ríos (puestos en pie). Hay una paradoja en la expresión “empinada” referida a la llanura.
Por los ojos de la monja
galopan dos caballistas.
Un rumor último y sordo
le despega la camisa,
La imaginación desbordante de la protagonista queda reflejada, su pasión vital también, en esta imagen de los dos caballistas. Parece referirse a algún recuerdo amoroso hacia el que cabalga su instinto y despierta en ella una íntima pulsión de deseo.
Cinco toronjas se endulzan
en la cercana cocina.
Las cinco llagas de Cristo
cortadas en Almería.
En estos versos hay la comparación entre las naranjas que confitan las monjas con las cinco llagas de Cristo que también trata el autor como metáfora de aquellas.
¡Qué girasol! ¡Qué magnolia
de lentejuelas y cintas!
¡Qué azafranes y qué lunas,
en el mantel de la misa!
En estos versos se establece comparación entre la belleza de las flores que imagina la monja en los dos primeros versos y la sencillez desornamentada de los bordados destinados a los tapetes para el altar.
la luz juega el ajedrez
alto de la celosía.
Hay una personificación de la luz que juega en el primer verso y otra de la iglesia que gruñe, al tiempo que en el resto del pasaje se da una metáfora compuesta en:
...el ajedrez
alto de la celosía
que nos sintetiza la imagen de una tapia cuya celosía es ajedrezada, o sea, que deja pasar la luz a través de espacios diáfanos cuadrados.
Anáforas: tienen carácter anafórico los versos que contienen las exclamaciones de admiración hacia la protagonista, hacia su trabajo como bordadora y sus veinte años como veinte ríos puestos en pie bajo veinte soles... Al mismo tiempo la referencia paisajística constituye una hipérbole por la grandiosidad exagerada de dicho escenario como representación de la juventud.
A excepción de algunas de estas series exclamatorias, de los dos versos que abren el romance, los versos del once al veintitrés, del veintitrés al veintiséis y los cuatro que lo cierran, los restantes forman sintagmas de dos en dos versos. Los versos primero, segundo y noveno forman sintagma cerrado con punto y seguido (esticomitia).
IMPRESIÓN PERSONAL
En este poema podemos encontrar muchos de los trazos que identifican la obra de Federico García Lorca: gran fuerza lírica, intensidad narrativa, conocimiento del paisaje y cultura de distintos ambientes, especialmente de la sociedad andaluza y del mundo flamenco. Imaginación y dominio del idioma expresado en un lenguaje intenso, armonioso, apasionado...Su obra contiene trazos de muchos estilos: es tanto expresionista como costumbrista y se integra en los movimientos de vanguardia, surrealismo, neorromanticismo y neopopularismo. García Lorca es uno de los más insignes representantes de la llamada Generación del 27.
Hay una magia especial en toda su poesía que nos transmite un corazón y una inteligencia capaces de acercarnos a un mundo mágico y profundo al tiempo, a una estética brillante y cercana, tierna, detallista y también a una gran capacidad de evocación, de conservar espacio para que el lector acabe inmerso en la obra y aporte su sensibilidad e imaginación.
He escogido este poema para el presente comentario porque viví una experiencia de la que guardo muy buen recuerdo, centrada precisamente en estos maravillosos versos de “La monja gitana”:
Hace pocos años actuó, creo que por última vez en Barcelona, la compañía de arte flamenco dirigida por Cristina Hoyos. El tema central de la representación era un homenaje a la poesía de Federico García Lorca. Y, precisamente, uno de los cuadros se centraba en este mismo poema, "La monja gitana". El "palo" que le estaba destinado era por tangos. El compás de cuatro por cuatro es la base de esta especialidad, idónea, para dar vida parafraseando el ritmo octosilábico del romance, siendo, además un palo festivo muy popular, cuyas letras suelen ser coplas en arte menor.
En el escenario unas monjitas bordando en el claustro del convento...Se recitó el poema con un fondo de guitarra y a continuación sonaron los tangos y las palmas a coro como viniendo de la calle. Las monjitas se alegraban y sonreían, abandonaban la labor y finalmente la monja gitana, sin poder contenerse, se levantaba a bailar, con una mezcla de gracia, energía y recato inolvidables, manejando como solo una monjita haría las faldas del hábito, casi flotando sobre sus zapatitos negros y una expresión angelical pero algo picarona y divertida también en el rostro. Unas flores como las que ella soñaba bordar sobre aquellos tapetes adornaban su cabeza, sobre la toca...
Fue un momento inolvidable que dejaba flotando en el aire el espíritu del poema. La gracia inconmensurable de la interpretación y el genio de Federico García Lorca, tan profundamente cercano al sentir popular, hacía del momento algo mágico. Resucitarlo ahora con motivo de esta tarea para el taller de comentario de textos de Metáfora ha sido una experiencia muy gratificante.
El arte poético de García Lorca ya lucía pleno en esta composición de pinceladas coloristas, tiernas y sensuales al tiempo, centradas en una de las figuras de mujer que tanto inspiraban al poeta, siempre atento y admirador del mundo femenino, del que fue constante defensor, denunciando sus carencias y limitaciones a través de sus protagonistas. Creció entre las mujeres de su familia con las que tuvo relación cómplice y afectuosa a lo largo de su vida, especialmente con su hermana Isabel. Esa circunstancia y su especial sensibilidad determinaron el espíritu de gran parte de su obra.
Mercedes Carrión Masip para Metáfora.
14 de Enero de 2015.
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“La monja gitana” de Federico García Lorca (estudio)
(Romancero gitano, 1928 - Federico García Lorca, 5 de jun. de 1898 - 19 de ago. de 1936)
Silencio de cal y mirto.
Malvas en las hierbas finas.
La monja borda alhelíes
sobre una tela pajiza.
Vuelan en la araña gris,
siete pájaros del prisma.
La iglesia gruñe a lo lejos
como un oso panza arriba.
¡Qué bien borda! ¡Con qué gracia!
Sobre la tela pajiza,
ella quisiera bordar
flores de su fantasía.
¡Qué girasol! ¡Qué magnolia
de lentejuelas y cintas!
¡Qué azafranes y qué lunas,
en el mantel de la misa!
Cinco toronjas se endulzan
en la cercana cocina.
Las cinco llagas de Cristo
cortadas en Almería.
Por los ojos de la monja
galopan dos caballistas.
Un rumor último y sordo
le despega la camisa,
y al mirar nubes y montes
en las yertas lejanías,
¡Oh!, qué llanura empinada
con veinte soles arriba.
¡Qué ríos puestos de pie
vislumbra su fantasía!
Pero sigue con sus flores,
mientras que de pie, en la brisa,
la luz juega el ajedrez
alto de la celosía.
El ASUNTO del poema viene centrado en la austeridad y disciplina de la vida de clausura y su contraste con el paisaje, la luz y la libertad de la vida exterior. Se percibe en la intención del autor un sentimiento de "pérdida" respecto de la segunda, como un suspiro de lástima...
El TEMA o argumento se centra en una joven monja, gitana, que mientras borda ornamentos sagrados, siente bullir en su interior el paisaje perdido, el color y aroma de las flores tan distintas a las que ella tiene que bordar, la juvenil presencia del amor en su recuerdo, casi como un sueño en otro mundo que va creando su fantasía, lejos del silencio y la disciplina del convento, detrás de las celosías ajedrezadas de las tapias...
EL TRATAMIENTO por parte del autor es lírico desde la narración, apasionadamente centrado en todo aquello que la protagonista ha abandonado por la vida conventual y que aún la hace suspirar, sin abandonar totalmente ese tono cuando se refiere a los pormenores del escenario y la actividad en el convento, aunque tengan para el autor otros colores menos brillantes que para el resto del relato.
MORFOLOGÍA Y ESTRUCTURA
El poema es un romance en treinta y cuatro versos octosílabos con rima asonante en los versos pares aunque hay alteraciones y repeticiones de la misma a lo largo del poema que se justificarían por su ritmo y su impulso estético en la elección de las palabras, así como su apasionado desarrollo, ya que en algunos pasajes el tono general cambia mediante exclamaciones casi simétricas entre sí, sin llegar a la repetición, en una especie de acercamiento al estribillo sin reunir las características que le son propias. Se diría que además del ritmo octosilábico el poema se estructura mediante secuencias cadenciales apoyadas en los versos que figuran entre exclamaciones:
¡Qué bien borda! ¡Con qué gracia!
Sobre la tela pajiza,
ella quisiera bordar
flores de su fantasía.
¡Qué girasol! ¡Qué magnolia
de lentejuelas y cintas!
¡Qué azafranes y qué lunas,
en el mantel de la misa!
¡Oh!, qué llanura empinada
con veinte soles arriba.
¡Qué ríos puestos de pie
vislumbra su fantasía!
Los verbos relativos a la descripción del escenario y a la actividad de la protagonista, siempre en tercera persona, están todos en presente, en tanto que en el verso undécimo aparece el verbo en pretérito imperfecto de subjuntivo, relativo al deseo de la misma:
ella quisiera bordar...
No parecen dignas de mención aliteraciones, en cambio sí las repeticiones de la conjunción con función exclamativa qué en los mencionados episodios de cambio de cadencia ponderando la excelencia de bordados, flores, escenas y paisajes en general.
Hay bimembración en el verso noveno:
¡Qué bien borda! ¡Con qué gracia!
Hay metáforas compuestas:
Silencio de cal y mirto.
Referida al ambiente y plantas propias de los conventos en general.
Malvas en las hierbas finas.
Referida al color de los alhelíes que se están bordando para el altar.
Vuelan en la araña gris,
siete pájaros del prisma.
Doble metáfora compuesta referida a la lámpara y a los reflejos de la luz (siete pájatros) sobre las paredes, descompuesta en arcoíris al atravesarla.
La iglesia gruñe a lo lejos
como un oso panza arriba.
Referida a la iglesia con su gran volumen, sus torres y sus repiques.
¡Oh!, qué llanura empinada
con veinte soles arriba.
¡Qué ríos puestos de pie
vislumbra su fantasía!
Hay referencia a los veinte años de la joven en la llanura empinada y a lo exaltado de su imaginación propia de la edad, como si cada uno de sus años fuera un río. Tienen también carácter simbólico las figuras contenidas en estos cuatro versos, a mi entender. Y una personificación de los ríos (puestos en pie). Hay una paradoja en la expresión “empinada” referida a la llanura.
Por los ojos de la monja
galopan dos caballistas.
Un rumor último y sordo
le despega la camisa,
La imaginación desbordante de la protagonista queda reflejada, su pasión vital también, en esta imagen de los dos caballistas. Parece referirse a algún recuerdo amoroso hacia el que cabalga su instinto y despierta en ella una íntima pulsión de deseo.
Cinco toronjas se endulzan
en la cercana cocina.
Las cinco llagas de Cristo
cortadas en Almería.
En estos versos hay la comparación entre las naranjas que confitan las monjas con las cinco llagas de Cristo que también trata el autor como metáfora de aquellas.
¡Qué girasol! ¡Qué magnolia
de lentejuelas y cintas!
¡Qué azafranes y qué lunas,
en el mantel de la misa!
En estos versos se establece comparación entre la belleza de las flores que imagina la monja en los dos primeros versos y la sencillez desornamentada de los bordados destinados a los tapetes para el altar.
la luz juega el ajedrez
alto de la celosía.
Hay una personificación de la luz que juega en el primer verso y otra de la iglesia que gruñe, al tiempo que en el resto del pasaje se da una metáfora compuesta en:
...el ajedrez
alto de la celosía
que nos sintetiza la imagen de una tapia cuya celosía es ajedrezada, o sea, que deja pasar la luz a través de espacios diáfanos cuadrados.
Anáforas: tienen carácter anafórico los versos que contienen las exclamaciones de admiración hacia la protagonista, hacia su trabajo como bordadora y sus veinte años como veinte ríos puestos en pie bajo veinte soles... Al mismo tiempo la referencia paisajística constituye una hipérbole por la grandiosidad exagerada de dicho escenario como representación de la juventud.
A excepción de algunas de estas series exclamatorias, de los dos versos que abren el romance, los versos del once al veintitrés, del veintitrés al veintiséis y los cuatro que lo cierran, los restantes forman sintagmas de dos en dos versos. Los versos primero, segundo y noveno forman sintagma cerrado con punto y seguido (esticomitia).
IMPRESIÓN PERSONAL
En este poema podemos encontrar muchos de los trazos que identifican la obra de Federico García Lorca: gran fuerza lírica, intensidad narrativa, conocimiento del paisaje y cultura de distintos ambientes, especialmente de la sociedad andaluza y del mundo flamenco. Imaginación y dominio del idioma expresado en un lenguaje intenso, armonioso, apasionado...Su obra contiene trazos de muchos estilos: es tanto expresionista como costumbrista y se integra en los movimientos de vanguardia, surrealismo, neorromanticismo y neopopularismo. García Lorca es uno de los más insignes representantes de la llamada Generación del 27.
Hay una magia especial en toda su poesía que nos transmite un corazón y una inteligencia capaces de acercarnos a un mundo mágico y profundo al tiempo, a una estética brillante y cercana, tierna, detallista y también a una gran capacidad de evocación, de conservar espacio para que el lector acabe inmerso en la obra y aporte su sensibilidad e imaginación.
He escogido este poema para el presente comentario porque viví una experiencia de la que guardo muy buen recuerdo, centrada precisamente en estos maravillosos versos de “La monja gitana”:
Hace pocos años actuó, creo que por última vez en Barcelona, la compañía de arte flamenco dirigida por Cristina Hoyos. El tema central de la representación era un homenaje a la poesía de Federico García Lorca. Y, precisamente, uno de los cuadros se centraba en este mismo poema, "La monja gitana". El "palo" que le estaba destinado era por tangos. El compás de cuatro por cuatro es la base de esta especialidad, idónea, para dar vida parafraseando el ritmo octosilábico del romance, siendo, además un palo festivo muy popular, cuyas letras suelen ser coplas en arte menor.
En el escenario unas monjitas bordando en el claustro del convento...Se recitó el poema con un fondo de guitarra y a continuación sonaron los tangos y las palmas a coro como viniendo de la calle. Las monjitas se alegraban y sonreían, abandonaban la labor y finalmente la monja gitana, sin poder contenerse, se levantaba a bailar, con una mezcla de gracia, energía y recato inolvidables, manejando como solo una monjita haría las faldas del hábito, casi flotando sobre sus zapatitos negros y una expresión angelical pero algo picarona y divertida también en el rostro. Unas flores como las que ella soñaba bordar sobre aquellos tapetes adornaban su cabeza, sobre la toca...
Fue un momento inolvidable que dejaba flotando en el aire el espíritu del poema. La gracia inconmensurable de la interpretación y el genio de Federico García Lorca, tan profundamente cercano al sentir popular, hacía del momento algo mágico. Resucitarlo ahora con motivo de esta tarea para el taller de comentario de textos de Metáfora ha sido una experiencia muy gratificante.
El arte poético de García Lorca ya lucía pleno en esta composición de pinceladas coloristas, tiernas y sensuales al tiempo, centradas en una de las figuras de mujer que tanto inspiraban al poeta, siempre atento y admirador del mundo femenino, del que fue constante defensor, denunciando sus carencias y limitaciones a través de sus protagonistas. Creció entre las mujeres de su familia con las que tuvo relación cómplice y afectuosa a lo largo de su vida, especialmente con su hermana Isabel. Esa circunstancia y su especial sensibilidad determinaron el espíritu de gran parte de su obra.
Mercedes Carrión Masip para Metáfora.
14 de Enero de 2015.
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Última edición por Pedro Casas Serra el Jue 02 Ago 2018, 13:31, editado 1 vez
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