POESÍA SOCIAL. PUERTO RICO
HJALMAR FLAX
ABRAZOS PARTIDOS Y OTROS POEMAS
PRESENTACIÓN DE ABRAZOS PARTIDOS Y OTROS POEMAS)
LIBERTAD BAJO PALABRA: LA POESÍA DE HJALMAR FLAX
por: Mercedes López-Baralt *
Esta noche me regocija presentar un libro que ya es mío desde que fuera naciendo, poema a poema, en los últimos tres años. Se trata del poemario más reciente de Hjalmar Flax, publicado hace unos meses en este año de 2003 por Plaza Mayor. Libro que culmina - por el momento tan sólo, pues siempre esperamos el próximo - la trayectoria poética de Flax, contundente en una oferta de ya ocho libros. Lo anteceden 44 poemas (1969), Los pequeños laberintos (1978), Tiempo adverso (1982), Confines peligrosos (1987), Razones de envergadura (1995), Cuestión de oficio (1998) y Poemas de la bestia (1999).
Este amigo del alma, hermano al que me gusta llamar incestuoso (para no aburrirnos), desde que en los años universitarios hiciéramos el negocio redondo, con mi hermana Luce, de intercambiar el pon que nos ofrecía a las dos peatonas por la suculenta cena de Mami, se ha dedicado como pocos a la locura de la poesía. Con escasas interrupciones, para ejercer con desgano la carrera legal o para emprender viajes interminables por Europa, donde tampoco la abandonaba. Con él he continuado aquel diálogo que comenzara hace años con nuestro mutuo amigo, el inolvidable Edwin Reyes, sobre el consuelo de la belleza. Con la que nos deslumbrara Hjalmar a Luce y a mí en aquellas tertulias en la calle Alhambra de Hato Rey, tanto desde el teclado (había compuesto una melodía incantatoria) como desde la palabra, con un conmovedor poema de ecos darianos, que comenzaba: "He aquí lo fatal". Para nuestra desgracia, ambos, la melodía y el poema, ya sueñan en el pozo del olvido. Pero su nostalgia me hace amenazar a Hjalmar a cada rato con llevarlo a un hipnólogo para que lo duerma y los rescate, por las buenas o por las malas. Pena que Fasman ya no resida en este planeta.
Supe desde entonces que era poeta, y de los buenos. Lo que confirmé años más tarde con la más temible de las pruebas de fuego a la que lo pueda someter el oficio, más allá de emprender un soneto: ceder a la tentación de escribirle a la madre. Prueba que pasó con altísimas calificaciones al eludir el melodrama siempre acechante en un hermosísimo poema de 1978, "Metafísica":
Si algo me anima, si mi alma
fuese inmortal, sería por simpatía,
porque no estás en Puerto Rico
ni en ninguna parte de este mundo.
Porque no es cosa de ir a visitarte.
Porque no es cosa de coger el automóvil,
o el avión, o la nave espacial
y llegar en veinte minutos a la Calle Luhn,
o en tres horas a París.
Es algo mucho más complejo, mucho más difícil,
más inconcebible que llegar a Saturno.
No te imaginas que soy aviador.
Tu recuerdo no puede imaginarse lo que he hecho
después de aquel abrazo,
ni lo que he pensado,
ni lo que he sentido.
Tu recuerdo sabe muchas cosas pero no sabe eso.
Se ha quedado detenido, como las estatuas,
como el final de una película.
Si algo me anima, mi alma sería
por toda la simpatía que te tengo,
inmortal.
Comienzo con este poema de Los pequeños laberintos no sólo porque la muerte es visitante tan asidua de sus versos, que hace que Hjalmar confiese en ese mismo libro que le ha "cogido cariño a la Funeraria Ehret". Sino porque la orfandad es un tema persistente en su poesía: "Yo nací para huérfano.../...Porque ser huérfano es un estilo, una actitud / vital, existencial: saberse solo, / irremediablemente desligado, es / tener al mundo al frente, atrás, encima, / debajo, alrededor, pero jamás / estar dentro del mundo". Así lo proclama en Confines peligrosos. Y es que la orfandad es una forma primaria de la soledad, el gran núcleo de su obra poética. Coherente como pocos, Hjalmar me envió por email hace un año su poema favorito de un poeta compartido por ambos, Edgard Allan Poe. Titulado "Alone", allí el autor de "The Fall of the House of Usher", tras confesar, "From childhood's hour I have not been / as others were, [...]" propone como eje de su vida a la soledad, única llave que puede entreabrir la puerta del misterio. Que encarna, cómo dudarlo, en la poesía. Soledad que Hjalmar Flax lleva tatuada en la piel, y que iza ufano como estandarte de libertad en el primer poema de Abrazos partidos, "Y ya": "Yo traté, créanme, más que los otros, / varias veces, de abandonarme lejos / y regresar a ser sólo un buen hombre, / con mujer, hijos, casa, obligaciones, / deudas, planillas y quizás un perro, / y agradecerle a Dios cada domingo / pequeñas bendiciones, tibios besos. // Pero caía la noche, ese mar infinito... // Yo traté, créanme, pero no pude". He citado un fragmento.
Desde el primer volumen de sus memorias, Ernesto Cardenal llamó a su existencia célibe y pobre Vida perdida, citando a San Lucas, quien propusiera que el sacrificio de los placeres mundanos trocaban la pérdida en ganancia de Dios. Hjalmar no ha renunciado a ninguno, pero ciertamente sí dejó de lado la serenidad de la vida burguesa por convertirse en monje contemplativo de la belleza. No sin conciencia de la pérdida, otro de los motores de su poesía. No puedo menos que recordar al cantor uruguayo Alfredo Zitarrosa, cuando en "Milonga del desdichado", y con versos de Washington Benavides, pone en boca de un viejo gaucho solitario, que contempla por el camino a un hombre con su chiquilín en una carreta, el siguiente lamento: "Y se dice convencido / yo podría andar así / porque sólo es desdichado / el que supo presentir / que otra vida lo esperaba / y la perdió por ahí...".
Como lo advirtiera en el citado poema de Abrazos partidos, que no por casualidad abre el libro, nuestro poeta resiente los límites cual barrotes de prisión. Pero la libertad por la que opta también pesa; así lo confiesa en un poema de Los pequeños laberintos, "Alcohol IV": "Me tomé la libertad, toda la libertad. / Solo y borracho estoy / en esta cárcel cósmica / donde el espacio apesta". Son muchas las cárceles en su poesía, desde la más amplia - el cosmos - hasta las más inmediatas. Su casa misma - un acogedor apartamiento de Miramar - simula fronteras que lo aíslan de los demás. El intercomunicador dañado le ofrece una conveniente coartada al poeta solitario: nadie lo visita por la falta de timbre. "Coño, tan chévere que está esto aquí, / y el día que está tan bonito / con la bahía y la música". Y es que, como él mismo afirma en otro verso, el hombre es "prisionero de sus propios confines peligrosos". "Galerías somos / inmensas y cerradas". De ahí que el amor no sea posible; la pareja se reduce necesariamente a, y cito, "tan sólo una mujer y un hombre, / cada uno, en su pequeña soledad, / encerrado", como lee otro "Testimonio" de Confines peligrosos. Pero al poeta no le queda otra que vivir en la nostagia de sus pérdidas, que también constituyen prisión, la más cruel de todas: cárcel de amor. Así lo reconoce en el "Poema sin futuro" de Tiempo adverso: "Yo también estoy preso en los recuerdos / de un pasado demasiado fugaz". Pasado reciente que llora en Poemas de la bestia, en el que Hjalmar se nombra a sí mismo, en un poema en inglés, como "Caged beast". Es en este poemario en el que cuaja una de sus más conmovedoras imágenes carcelarias; la del corazón preso en el tórax. Me refiero a "Poema en San Valentín":
Tu recuerdo me vive a su albedrío.
Hoy levanta ante mí mi propia imagen
feliz cuando contigo:
es un fantasma ilusionado, alegre,
que me sale del cuerpo
y abraza tu recuerdo, y enlazados
bailan en el espacio de la vida,
en ese espacio hueco donde habito
desde que por razones racionales
llevé a cabo los actos rigurosos
de cortar y arrancar
y echar a andar sin voltear el rostro,
para dejar atrás lo inconveniente.
Pero mi corazón, torpe animal,
sin comprender por qué se lo llevaban
como si nada grave aconteciese,
se volteó en su jaula de costillas
para ver a su amor permanecer
de pie, tras un portón,
en una calle ingrata, para siempre.
Piedra de sal no me volví, del todo.
Pero mi bruto corazón
piedra de sal se hizo en ese instante.
Por eso es que a pesar de tantos años,
boto sal por los ojos
pruebo sal en la boca
trago sal,
cuando en atardeceres soleados,
o mañanas lluviosas, o noches estrelladas,
en el espacio hueco que es mi vida
baila un fantasma alegre, ilusionado,
con tu recuerdo vivo.
Y yo los miro.
Los sufro con paciencia.
Los perdono.
Pero, para decirlo en palabras de Miguel Hernández, "las cárceles vuelan" cuando las perfora la palabra. Si el mismo oficio poético se le figuraba cual prisión en el poema "Desayuno" de Confines peligrosos, en él está la escala de estrellas construida sílaba a sílaba para emerger del otro lado del espejo: "Prosigo / con ciego y sordo oficio carcelario, / tragando en soledad café con leche, / marcando en soledad papel en blanco". Místico de la belleza, su relación con el Dios que niega es irrenunciablemente estética: en Tiempo adverso advierte, que si fuera a pedirle alguna cosa, "le pediría / que me diga en un verso el universo". No dudó Hjalmar en retar a Dios, forzándolo a someterse El mismo al trance místico en que todo es UNO en el amor, y gracias al cual las fronteras espaciales y temporales desaparecen. De paso lo conmina a convertirse en poeta, para contarlo.
Cuando Hjalmar me pidió que presentara su libro - si no lo hace lo mato, pues presido su fan-club - sabía que tenía ante mí el banquete de sumergirme en su poesía, de manera muy otra a la que estaba acostumbrada: leerla a solas, o leerla al alimón en mi casa o en la suya. Tuve que pasar de lectora a estudiosa. Claro que la relectura cuidadosa de la obra de un poeta ya comienza a brindarnos claves y señales que la poesía misma gentilmente ofrece. Hay que dejarla hablar, decir, sin imponerle absurdos esquemas teóricos o camisas de fuerza que mal disimulan la falta de olfato literario y de pasión del lector. Su poesía me habló, y fue contundente. Lo que hasta aquí he dicho sirve de antesala al libro que nos ocupa, y que, como todo poemario, supone un diálogo intertextual con sus antecesores. La imaginería carcelaria de la obra de Hjalmar Flax, que va de la mano con una irrenunciable pasión libertaria, se me hizo tan evidente, que comencé a buscarle título al presente ensayo. Fueron varios los finalistas, entre ellos, "Hjalmar Flax: de la cárcel de amor a la gran fuga". Pero otras frases hicieron sus pininos por ingresar en el título: desde la sanjuanina "Salí sin ser notado", la sorjuanina "Sílabas las estrellas compongan", la miguelhernandiana ya citada, "Las cárceles vuelan", hasta la cursilada de la canción que cantaba Perry Como, "Prisoner of love" o el jocoso título de una vieja ranchera, "El preso número nueve". Que por cierto, era un hombre muy cabal. Pero nada, no podía excederme de un título, y lo dejé como ya ustedes saben.
Esa "libertad bajo palabra" en la que vive nuestro Hjalmar figura contundente en el segundo poema de Abrazos partidos. Se trata de un soneto, metáfora carcelaria por excelencia en el campo de la métrica, que obliga al poeta a disciplinarse, a constreñir su dolor en el corsé de los límites rítmicos, como lo ha visto la crítica de Miguel Hernández en el caso de El rayo que no cesa. Titulado "Imperfecto", comienza aludiendo a aquel corazón enjaulado de Poemas de la bestia, ahora preso en una armadura confitada: "Fruta es su corazón, amarga y huera, / por una costra dulce abrillantado, / armadura vidriosa que agujera / el diente memorioso del pasado". El poeta, solitario en su cárcel de amor, apunta a la poesía como única llave capaz de abrirle una salida: "creyendo que sus juegos cotidianos / con las palabras que aprendió de niño / recompensan la falta de cariño". El tercer poema del libro, y uno de los más poderosos, regresa a la imagen del corazón preso en la jaula de costillas del "Poema en San Valentín", en una originalísima reflexión sobre el envejecer. Se titula "Plegaria del poeta viejo", y dice así:
Dios, envejezco, y a nadie le importa.
Sentado aquí conmigo solamente,
hoy ni consigo ser mi propio público.
Hoy contra mí se han agolpado todas
mis pérdidas presentes y pasadas.
De todos los caminos no escogidos,
hoy me salen al paso los umbrales.
Y es demasiado el precio que he pagado
por haber sido y ser cómo y quién soy.
Hoy se vuelven preguntas mis consuelos probados.
Y parece que todo
estaba de antemano ya dispuesto,
que mi albedrío siempre fue el de una bestia lúcida
obligada a vivir en su jaula de pérdidas,
y escribir testimonios de su dura condena.
Hoy no sé dónde estoy ni cómo llegué aquí.
Sólo sé que envejezco, Dios, y a nadie le importa.
Ni a Ti.
Reitero tres versos: que mi albedrío siempre fue el de una bestia lúcida / obligada a vivir en su jaula de pérdidas, / y escribir testimonios de su dura condena", para subrayar la correlación, de causa y efecto, entre esta cárcel de amor y la libertad cifrada en la palabra escrita.
Abrazos partidos se divide en cuatro partes: Umbrales, Abrazos partidos, En el circo y Juego porque no juego. Ya en los tres primeros poemas de Umbrales Hjalmar Flax vuelve a la disyuntiva que anima su poesía. Sólo que ésta, a partir de Poemas de La Bestia, añade otras razones para alimentar la melancolía, más allá de la orfandad, la soledad y el amor perdido: la del deterioro físico del propio cuerpo. En Abrazos partidos serán la de la vejez como heraldo de la muerte, la muerte presentida del padre, la de amigos idos a destiempo y la amistad vivida desde la ausencia. Y como en toda su obra, persistirá la conciencia del oficio poético como problema esencial.
Exitoso atentado contra la solemnidad, la poesía de Hjalmar Flax ha oscilado, desde sus comienzos, entre polarizaciones: la ternura y la ironía, el desafío y la vulnerabilidad, el desamparo y la autosuficiencia, el lirismo y el humor. El libro que esta noche presentamos no es excepción. El humor, antídoto por excelencia de la melancolía, preside las secciones En el circo y Juego porque no juego, pero también dice presente en la sección central del libro, Abrazos partidos, dedicada a las despedidas. En ella el poeta incluye hermosas elegías a la muerte de cuatro amigos: Carlos Varona, Marcos Irizarry, Nemesio Vargas Acevedo y Edwin Reyes, muerte que partió en dos la posibilidad de "cómodos caber en un abrazo"; también poemas sobre la nostalgia de la amistad, como el dedicado a Angela. Y cómo no, un hermoso soneto al amor perdido, que el poeta titula "Plaisir d'amour", y dedica a la Bella del poemario anterior:
Si aún llega su belleza y su dulzura
desde el pasado hasta mi pensamiento,
si aún evoco su olor, su movimiento,
y de su voz la clara tesitura;
si a pesar de la vida, de la cura
que el tiempo presupone, aún la siento,
y el corazón transita, tiento a tiento,
ciego de ausencias, sordo de amargura;
¿valdrá la euforia del amor, la inmensa
pena de amor cuando el amor termina
y ese otro amor, el desamor, comienza?
Responderé mañana. Hoy preciso
volver a recordar el paraíso
perdido en el desierto de su ruina.
Sin embargo, en la misma sección del libro, la pérdida del amor se toma en broma, en el estupendo haikú titulado "Pequeño ballet doméstico": "Nos movemos en silencio por la casa, / sin hablarnos, sin mirarnos, / sin tropezar el uno con el otro. // ¡Qué salga el coreógrafo!".
En el circo contiene uno de los poemas más geniales de Hjalmar Flax, también escrito en clave de humor. En el fondo se trata de una reflexión sobre la soledad, que al sumirse desde el desafío gozoso de la gula, mueve tanto a compasión como a risa. En su "Homenaje a Teresita", el poeta, voyeur que también come de fonda en soledad, mira desde su mesa cómo otra comensal, esta vez pantagruélica, despacha el cocido de garbanzos, los macarrones con queso, el plato de ternera con patatas (obviamente estamos en Madrid) y una botella de vino, para concluir con una discreta natilla, fino mentís del hartazgo anterior.
Juego porque no juego cierra el poemario. Abundante en haikús, siempre humorísticos. En "Tempus fugit" el poeta se burla de su decadencia: "Yo tomaba café, / hoy tomo té: manzanilla. / Ya usted ve". En "Ella me dijo", el rechazo de la propuesta amorosa asume la máscara frívola del antojo: "No sé lo que es el amor. / Pero me comería / una barquilla de chocolate". El último parece un manifiesto anti-ecologista. Titulado "Pensamiento en la Plaza de Armas", tiene un solo verso: "Me cago en las palomas".
El penúltimo poema del libro, "Exposición de las palabras, retoma, en clave irónica, la propuesta del soneto inicial, de que los juegos cotidianos con las palabras que aprendió de niño son la estrategia compensatoria de la cárcel inexorable que supone el vivir. Pero esta salida verbal no es fácil. A ella le había destinado Los pequeños laberintos, en el que dedicaba el libro "a las ineludibles A B C Ch D E F G H I J K L Ll M N Ñ O P Q R S T U V W X Y y Z, sin quienes no hubiese podido ser". Pero ahora, aunque para el poeta se trata de una cuestión de vida o muerte, o precisamente por ello, decide trivializar el asunto, tratando lúdicamente a las palabras como putas caras que le juegan malas pasadas:
A veces, desde lejos, las observo en silencio
con una leve mueca petulante,
como si conociera una verdad oculta,
un secreto, un truco para someterlas.
Se dan cuenta enseguida que blofeo.
Se suben el escote y se bajan la falda,
me miran de reojo, me sacan la lengua,
y se ocultan en el diccionario.
Permítanme una coda final antes de cederle la palabra a su dueño, Hjalmar Flax. El poeta que hoy presentamos goza de un reconocimiento que va más allá del ámbito nacional, en el que Carmen Dolores Hernández reconoció Poemas de La Bestia como uno de los mejores libros de 1999. Celebrado en Madrid por Pío Serrano, en New York por Julio Marzán y en México por otro poeta imprescindible, Hugo Gutiérrez Vega, ha publicado sus versos en revistas puertorriqueñas, españolas, norteamericanas e hispanoamericanas, y ha participado en antologías tan prestigiosas como la neuyorquina Inventing a Word. An Anthology of Twentieth Century Puerto Rican Poetry, de 1980. Acaba de regresar de un congreso celebrado en México, donde honró nuestro país con la maravilla de su verbo. Y todo ello, como lo ha visto Pío Serrano, gracias a lo que, como quien no quiere la cosa, el poeta llama, en uno de los sonetos del libro que nos ocupa: "Pizca de inspiración, tonel de oficio". Esta su sempiterna alergia a la retórica, propulsora de una extraordinaria poesía en tono menor, hace que Edgardo Rodríguez Juliá afirme: "Si el neorromanticismo de Neruda concibió la poesía como mural, este intimismo de Hjalmar Flax concibe la poesía como miniatura que nos revela la infinita extrañeza del mundo". Para Serrano las fuentes literarias de Hjalmar Flax van desde Nicanor Parra, Ernesto Cardenal, Roque Dalton, Palés y Quevedo, hasta Dylan Thomas, Auden, Pound, Eliot, Ungaretti y Pessoa. Gerald Guinness añade a Machado. Julio Marzán también señala a Luis Rafael Sánchez: "Flax trabaja una voz sencilla que habla para sí misma y sin embargo resulta ser esencialmente colectiva y puertorriqueña. Es la mañana después del bembé. Es la voz de un tipo blanco, y también la voz del Macho Camacho ya cansado de tocar su guaracha y luego de varias sesiones de picoterapia".
Yo, por mi parte, quisiera apuntar, no ya a los modelos literarios de Hjalmar Flax, sino a una clave fundamental de su acierto poético, más allá del enorme talento y del trabajado oficio. Nuestro autor, de quien dijera con profundo tino Serrano, "en todas partes Hjalmar fue consigo mismo", no es un poeta enmascarado. Tal vez porque como persona no lo es. Alérgico tanto a la pose literaria como a los ritos del poder, asume su desnudez con valentía. De ahí la maravilla de su poesía, construida a partir de una introspección profunda que no se alarma ante la propia precariedad, y que le permite desarrollar su potencial a plenitud. Tiene por ello muchas razones - entre ellas, sus próximos poemas, de los que desde ahora le pido que lea "Escudo para un depredador" - para celebrar su plenitud. Y termino citando su "Poema para celebrar sesenta":
He sobrevivido
los impulsos de la juventud,
mantenido en jaque
las buenas intenciones,
rehusado pagar cuotas,
defendido mi persona,
patrullando los límites, atento.
He dicho siempre mi verdad
y soportado las consecuencias.
He llegado
solo hasta mi edad,
hasta mi soledad,
poeta.
Mercedes López-Baralt.
Ateneo Puertorriqueño
28 de octubre del 2003
________________
* Doctorada por Cornell, Mercedes López-Baralt tiene a su haber libros sobre diversos temas de literatura colonial: El mito taíno (1977, 1985, 1999), El retorno del Inca rey: mito y profecía en el mundo andino, (1987), Icono y conquista: Guaman Poma de Ayala (1988), Guaman Poma, autor y artista (1993), y una edición anotada de los Comentarios reales y La Florida del Inca Garcilaso (2003); sobre José María Arguedas (Las cartas de Arguedas, que editó junto a John Murra en 1996) y sobre literatura puertorriqueña: La poesía de Luis Palés Matos: edición crítica (1995), El barco en la botella: la poesía de Luis Palés Matos (1997), Sobre ínsulas extrañas: el clásico de Pedreira anotado por Tomás Blanco (2001) y Literatura puertorriqueña del siglo veinte: Antología (2004), entre otros. Sobre Benito Pérez Galdós publicó en 1992 La gestación de Fortunata y Jacinta: Galdós y la novela como re-escritura. Sus libros más recientes son Para decir al Otro: literatura y antropología en nuestra América (2005), Llévame alguna vez por entre flores (2006), que rinde homenaje a la belleza en la poesía, la canción popular y el cine, y Orfeo mulato: Palés ante el umbral de lo sagrado (2009). Ha sido profesora visitante en las universidades de Cornell (Nueva York), Emory (Atlanta), Simón Bolívar (Quito), así como de la Casa de América de Madrid. Es miembro de número de la Academia Puertorriqueña de la Lengua y correspondiente de la de Madrid y ha sido jurado de los premios Juan Rulfo de México y José Donoso de Chile. Recibió la Medalla del Instituto de Cultura Puertorriqueña y un Doctorado Honoris Causa de la Universidad de Puerto Rico, donde se desempeña como catedrática y donde dirigió el Seminario Federico de Onís. Fue nombrada Humanista del Año en el 2001 por la Fundación Puertorriqueña de las Humanidades. Es miembro del Comité Científico de la revista América sin Nombre, de la Universidad de Alicante, y del Comité Editorial del Centro de Estudios Hispánicos de Amiens. Es autora de varios ensayos sobre Miguel Hernández, entre ellos uno que forma parte del catálogo de la Exposición del Centenario del poeta en la Biblioteca Nacional de Madrid (2010). Es miembro del Comité Editorial de la revista Mitología Hoy de la Universidad Autónoma de Barcelona. Es miembro del Comité Editorial de la revista Mitología Hoy de la Universidad Autónoma de Barcelona. Terminó un libro titulado El Inca Garcilaso, traductor de culturas.
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