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    Antonio Colinas (1946-

    Pedro Casas Serra
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    Antonio Colinas (1946- Empty Antonio Colinas (1946-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Dom 29 Ene 2023, 06:00

    .


    Antonio Colinas (La Bañeza, León, 30 de enero de 1946) es un poeta, novelista, ensayista y traductor español. Ha publicado una obra variada que ha recibido, entre otros galardones, el Premio Nacional de Literatura en 1982.

    Datos biográficos

    Antonio Colinas Lobato nació en La Bañeza (León) el 30 de enero de 1946, ciudad y territorio leonés con los que, a pesar de su trayectoria viajera, siempre ha estado en frecuente comunicación. Ni su biografía ni su obra se comprenderían sin su comunicación con otras culturas, como las de las dos orillas del Mediterráneo, las de Extremo Oriente o las de la América hispana.

    Por tanto, sus raíces telúricas están en el origen, pero él siempre ha procurado proyectarlas, universalizarlas, afán que ha fijado en el contenido y temas de sus libros en varios géneros.

    Fiel también a la fusión –por él tan defendida siempre entre poesía y vida, entre la experiencia de vivir y la experiencia de escribir– su obra no podría comprenderse sin esas estancias en otros espacios cuya influencia también ha subrayado el profesor José Enrique Martínez en la edición crítica de “En la luz respirada” (Madrid, Cátedra, 2004). Etapas como las de su adolescencia en el sur andaluz (Córdoba, 1961-1964), Madrid en sus años universitarios (1964-1970 y 1975-1977), París (otoño de 1968), Milán y Bérgamo (Italia, 1970-1974), los 21 decisivos años en Ibiza (Baleares, 1977-1998) o la no menos decisiva estancia de 24 años en Salamanca.

    Durante su estancia en Italia trabajó como profesor invitado y Lector de Español en las Universidades de Milán y de Bérgamo. Desde su llegada a Madrid, en el otoño de 1964, tuvo como maestro hasta su muerte a Vicente Aleixandre, futuro Premio Nobel. Algo más tarde sería su maestra también, más en el campo del pensamiento, la filósofa María Zambrano, a la que conoce cuando esta vivía aún en Ginebra. Sobre ella escribiría su libro Sobre María Zambrano. Misterios encendidos (Siruela, 2019).

    Sus primeras publicaciones son de 1969 y pertenecen al género lírico: Poemas de la tierra y de la sangre y Preludios a una noche total, aunque su poemario publicado en 2001, Junto al lago, fue escrito en 1967. En 1985 publicó su primera novela, Un año en el sur: Para una educación estética - la continuación de esta fue Larga carta a Francesca (1986). Entre sus traducciones del italiano se encuentran la obra de Giacomo Leopardi y la poesía completa de Salvatore Quasimodo, ganador del Premio Nobel de Literatura. En la prensa han publicado sus colaboraciones diarios como El País, ABC y El Mundo y revistas como la Revista de Occidente y Cuadernos Hispanoamericanos.

    Aunque no figura en la antología de Josep María Castellet, se le suele incluir en el grupo de los Novísimos. Es uno de los pocos poetas españoles que cultiva de forma asidua el verso alejandrino. La obra de Colinas presenta amplitud y relativa variedad, ya que ha publicado poesía, novela, ensayo y memorias, además de un tipo de prosa poética y aforística, y ha realizado también numerosas traducciones (entre ellas, muchas de textos poéticos y autores italianos).

    En agosto de 2020, 2021 y 2022 se celebraron tres Cursos del Verano programados por la Universidad de León y el Ayuntamiento de La Bañeza en torno a tres temas monográficos sobre el autor: Origen y universalidad, Nuevos géneros, nuevos caminos y De la poesía a la narrativa y al ensayo.

    Comentarios sobre su obra

    En Antonio Colinas, los críticos han destacado los temas de evocación clasicista, su regusto por lo clásico y por la decadencia material del pasado.​ Es un poeta de la estética y de la meditación.​ Su poesía se crea con un halo metafísico, señal que revela su anexión incondicional al pasado.​ Es tratado, por otra parte, como un poeta alejado del barroquismo y, dentro de los de su grupo, si podemos decir así, es el que más apego guarda con la tradición que remonta a la Antigüedad Clásica, al Renacimiento y al Romanticismo.​ Se lo considera como el más puro de los novísimos.​

    Aunque se le ha identificado con los novísimos, se distingue por seguir, prácticamente desde el principio, un camino personal, marcado por su propio instinto literario. Debido a ello, enseguida se singulariza su voz: frente a los excesos vanguardistas del grupo, Antonio Colinas alcanza un equilibrio clásico, nacido de su capacidad para asumir distintas tradiciones poéticas, literarias, filosóficas y espirituales, hacerlas propias y darles un aliento enteramente personal.

    Otro rasgo de su obra es la conjunción entre literatura y vida, así como entre la experiencia vital y la cultural: una escritura que nace de la vida, a la que ilumina, da un impulso trascendente e impregna de continuas resonancias simbólicas y metafísicas.

    Estilo de Colinas

    Sobre el estilo de este poeta ha escrito el profesor José Paulino Ayuso que:

       Conviene notar el curso pausado y reflexivo del ritmo, aunque con diferencias de composición. ya que puede escribir un poema breve, casi sentencioso, otro poema más extenso y descriptivo y llegar hasta el poema-libro. Del mismo modo, emplea versos regulares, medidos, como el alejandrino (un libro entero es una unidad orgánica compuesta en alejandrinos, por ejemplo) o elige una forma versal más libre, pero siempre busca el rigor (precisión, austeridad, exactitud, tono) en la construcción del poema y la musicalidad en el lenguaje, que nos acerca al fenómeno del encantamiento: en el lenguaje poético se produce el encantamiento del mundo y de nuestras emociones. Por otro lado, está en él la busca constante de lo esencial, del conocimiento que se desvela y revela y que viene acompañado por la emoción, más aún, por el estremecimiento ante la poesía y ante el misterio que se descubre en ella. Encantamiento y misterio componen los dos elementos esenciales que afloran en esa dicción, ritmo y musicalidad de Antonio Colinas, cuya poesía, de esta manera, ha alcanzado, por el reconocimiento de la crítica, la categoría de una poesía clásica, con el clasicismo propio de nuestra época.​

    El signo del equilibrio marca también su obra. Equilibrio que no es sino armonización de principios antagónicos, armonía dialéctica. Equilibrio entre la emoción y la meditación; entre la estética (un estilo siempre musical y claro, tendente a la esencialización de la palabra) y la ética (ese poner el dedo en la llaga de los desastres de la historia, de los abusos de un racionalismo estrecho, de la destrucción de la naturaleza.

    Premios y distinciones

       Premio de la Crítica de poesía castellana 1976 por Sepulcro en Tarquinia
       Premio Nacional de Literatura 1982 por Poesía, 1967-1980
       Mención Especial del Premio Internacional Jovellanos de Ensayo 1996 por Sobre la Vida Nueva
       Premio Castilla y León de las Letras 1998
       Premio Internacional Carlo Betocchi 1999 por su labor como traductor y estudioso de la literatura italiana
       Premio de la Academia Castellana y Leonesa de Poesía 2001
       Leonés del Año 2005 (enlace roto disponible en Internet Archive; véase el historial, la primera versión y la última).
       Premio Nacional de Traducción 2005, concedido por el Ministerio de Asuntos Exteriores de Italia, por su traducción de la poesía completa del Premio Nobel Salvatore Quasimodo
       "Alubia de Oro", galardón que reconoce su título de "Personaje Bañezano del Año 2006", creado por el semanario El Adelanto Bañezano
       Premio Leonés del Año 2006 (concedido por la Cadena Ser)7​
       Pregonero Vitalicio de la Feria del Libro de Salamanca, 2008
       Hijo Adoptivo de Salamanca, 2011
       X Premio de la Crítica de Castilla y León, 2012
       Premio de las Letras Teresa de Ávila, 2014
       Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2016

    (Sacado de https://es.wikipedia.org/wiki/Antonio_Colinas )


    *


    Algunos poema de Antonio Colina:


    De Sepulcro en Tarquinia (1970-1974):


    SIMONETTA VESPUCCI

    Il vostro passo di velluto
    E il vostro sguardo di vergine violata.

    Dino Campana

    Simonetta,
    por tu delicadeza
    la tarde se hace lágrima,
    funeral oración,
    música detenida.
    Simonetta Vespucci,
    tienes el alma frágil
    de virgen o de amante.
    Ya Judith despeinada
    o Venus húmeda
    tienes el alma fina de mimbre
    y la asustada inocencia
    del soto de olivos.
    Simonetta Vespucci,
    por tus dos ojos verdes
    Sandro Boticelli
    te ha sacado del mar,
    y por tus trenzas largas
    y por tus largos muslos,
    Simonetta Vespucci
    que has nacido en Florencia.



    GIACOMO CASANOVA ACEPTA EL CARGO
    DE BIBLIOTECARIO QUE LE OFRECE, EN BOHEMIA,
    EL CONDE DE WALDSTEIN

    Escuchadme, Señor, tengo los miembros tristes.
    Con la Revolución Francesa van muriendo
    mis escasos amigos. Miradme, he recorrido
    los países del mundo, las cárceles del mundo,
    los lechos, los jardines, los mares, los conventos,
    y he visto que no aceptan mi buena voluntad.
    Fui abad entre los muros de Roma y era hermoso
    ser soldado en las noches ardientes de Corfú.
    A veces he sonado un poco el violín
    y vos sabéis, Señor, cómo trema Venecia
    con la música y arden las islas y las cúpulas.
    Escuchadme, Señor, de Madrid a Moscú
    he viajado en vano, me persiguen los lobos
    del Santo Oficio, llevo un huracán de lenguas
    detrás de mi persona, de lenguas venenosas.
    Y yo sólo deseo salvar mi claridad,
    sonreír a la luz de cada nuevo día,
    mostrar mi firme horror a todo lo que muere.
    Señor, aquí me quedo en vuestra biblioteca,
    traduzco a Homero, escribo de mis días de entonces,
    sueño con los serallos azules de Estambul.



    FIÉSOLE

    La Limonaia

    Bien sabes que la tarde está vencida.
    La ves cómo levanta las últimas palomas
    del cipresal, cómo en un estertor interminable
    aún vibra en cada pino.

    Su ardor va por las lomas y allá abajo
    deja su oro mejor entre las cúpulas del Arno.
    Qué solemne tensión bajo tus ojos
    cuando llega la sombra en oleadas de perfumes
    y entreabres tus dos labios, solamente
    para no decir nada, para mortificar a la Palabra.

    Ibas por un momento a preguntarte
    si tiene edad la noche en estas lomas.
    Luego, te despreocupas, tú que tienes,
    como ave, un caracol entre las manos
    que, manso, haces sonar sobre Florencia.



    NOVALIS

    Oh Noche, cuánto tiempo sin verte tan copiosa
    en astros y en luciérnagas, tan ebria de perfumes.
    Después de muchos años te conozco en tus fuegos
    azules, en tus bosques de castaños y pinos.
    Te conozco en la furia de los perros que ladran
    y en las húmedas fresas que brotan de lo oscuro.
    Te sospecho repleta de cascadas y parras.

    Cuánto tiempo he callado, cuánto tiempo he perdido,
    cuánto tiempo he soñado mirando con los ojos
    arrasados de lágrimas, como ahora, tu hermosura.
    Noche mía, no cruces en vano este planeta.

    Deteneos esferas y que arrecie la música.
    Noche, Noche dulcísima, pues que aún he de volver
    al mundo de los hombres, deja caer un astro,
    clava un arpón ardiente entre mis ojos tristes
    o déjame reinar en ti como una luna.



    POSEIDONIA, VENCEDORA DEL TIEMPO

    dudo que sean los hombres
    los que han hecho brotar llamas de piedra
    de este suelo

    pero sin duda son bocas divinas
    las que han hablado al mar desde este monte
    en donde vibra denso el birimbao
    del pastor y tan sólo quedan restos
    de una bárbara, herbosa arqueología

    porque también este remanso está
    abocado a la muerte
    pienso que los humanos no desnudan
    bastante sus palabras, ni sus hábitos,
    ni hacia los astros tienden ya las manos

    llegada la hora de la destrucción
    Poseidonia es semilla y hecatombe,
    acaso sólo espacio en el que arde
    viciosamente el tiempo de los hombres



    SEPULCRO EN TARQUINIA

    E loderó quella che più mi piacque
    delle tue donne morte
    e il tenue riso ond'ella mi delude
    e l'alta imagine ond'io mi consola
    nella mia mente

    ......................................................
    e il sogno di voluntà che sta sepolto
    sotto le pietre mute

    G.A.

    Poi mi partia, consumato ogni duolo

    DANTE

    se abrieron las cancelas de la noche,
    salieron los caballos a la noche,
    campo de hielos, de astros, de violines,
    la noche sumergió pechos y rosas,
    noche de madurez envuelta en nieve
    después del sueño lento del otoño,
    después del largo sorbo del otoño,
    después del huracán de las estrellas,
    del otoño con árboles dorados,
    con torres incendiadas y columnas,
    con los muros cubiertos de rosales
    tardíos
    y tú en aquel tranvía salpicado
    a la orilla del agua por las barcas,
    por las luces
    y el viento y los faroles y los remos,
    aquel rostro otoñal que no vería
    nunca más, amor mío, nunca más,
    detrás de los cristales del tranvía
    con un sueño de potros en los ojos,
    con un hato de ciervos en los ojos,
    con un nido de tigres en los ojos,
    y con la bruma de los cementerios,
    y con los hierros de los cementerios,
    y con las nubes rojas allá arriba
    (encima de cipreses y aves muertas,
    del tomillo y los búcaros fragantes)
    de los cementerios
    navegando en tus ojos

    se abrieron las cancelas a la noche,
    salieron los caballos a la noche,
    se agitaron las zarzas del recuerdo,
    pasó un desierto (el mar) por mi recuerdo,
    lloraba aquella niña en el camino
    lleno de cruces

    si me vieras junto a esta mesa oscura
    con la manta y los vidrios de colores,
    con el fuego apagado, sin más fuego
    que éste de aquí del pecho, de aquel otro
    de tus días pasando apresurada
    hacia el lago y la noche y los jardines,
    si me vieras,
    si supieras:
    ataron los leones con cadenas,
    les metieron argollas por las bocas,
    alguien llenó de plomo cada tubo
    de la fuente y el agua de la taza
    de mármol,
    el agua de la taza sonrosada,
    el agua de aquel mármol veteado
    como serpientes verdes, como sierpes,
    la envenenaron toda y allí está
    muerta como las hojas que cayeron,
    amordazada como los leones,
    llena de argollas y de soles muertos,
    llena de sol y lunas ateridas

    debieron de robarles la custodia,
    los hachones de oro y aquel cáliz
    de ónice y pedrerías muy hermoso,
    debieron de picar todos los techos,
    artesonados, púlpitos, altares
    (Tiziano, viejo amigo, había lienzos
    cubriendo las paredes y se abrían
    las tumbas que ya estaban expoliadas)
    todo cayó en efecto, había una música
    y una luz en ojivas y arquitrabes,
    Lentz, Scarlatti, Telemann, Vivaldi,
    techos llenos de frescos, los sagrarios,
    las ancianas maderas aromadas,
    carcomidas, lustrosas, de los coros,
    el retablo, las losas, las trompetas,
    el tropel de los ángeles, a veces
    un son de mandolino, aquella virgen
    de Botticelli con tu rostro, violas
    temblando en nuestras venas y un gran coro
    tronando enfurecido con el órgano,
    con el corazón

    el corazón, el corazón, salías
    sin saber que ya todo había acabado
    a la noche de entonces, tan beoda
    se diría, con los cabellos sueltos,
    tan sofocada y tímida, tan triste,
    la música te hacía estremecer,
    si llorabas las calles empedradas
    te sentían pasar,
    había un eco puro si llorabas,
    algún jardín que daba pena verlo,
    si llorabas
    la ciudad encendía sus bujías,
    todo era de metal, la Vía Láctea
    crujía si llorabas, el abrigo
    azul marino, la capucha alzada,
    bajando muy despacio cada losa,
    muy deprisa frente a las hornacinas,
    si llorabas...

    no eras feliz entonces, yo diría,
    después de los conciertos, yo diría
    que tu piel era suave como un cetro,
    como un cetro preciada y dura y firme,
    qué caja de viola todo el vientre,
    yo diría
    que un órgano sonaba por tus venas,
    quién lo diría, todos te miraban
    cruzando las murallas, bordeando
    el teatro romano, si llorabas
    adelfas en la sombra te sentían
    pasar, cuánta frescura, crepitaba
    la grava del sendero, eran tus pasos
    si llorabas, eran tus ojos de ágata
    los que soñaban una escena fúnebre
    entre aquellas columnas abrasadas,
    si llorabas
    había rojas túnicas prendidas
    en las zarzas, un bosque amaneciendo,
    un bosque de cipreses encendidos
    y sangre en aquel busto destrozado,
    después del río te perdías lenta,
    llovía lentamente si llorabas
    o un huracán reinaba en la ciudad
    y yo nunca sabía a dónde ibas
    si llorabas

    (mil ramas tronchó el viento en la espesura,
    ramas de pinos, de manzanos, de álamos,
    mórbidos frutos, mazos de rosales,
    tronchó estatuas dejando cada fuente
    repleta de agua verde y azufrosa,
    arrancó campanillas y parterres,
    el viento abrió ventanas en lo negro
    y un torbellino de perfumes agrios,
    un huracán de flores machacadas,
    un resplandor de flores violetas
    invadió las estancias de la villa,
    mil ramas tronchó el viento en la espesura
    y después de la lluvia violenta,
    del ozono mordiendo los cristales,
    después de los caballos alocados
    brincando por los prados como llamas,
    goteó el bosque lleno de lujuria,
    se llenaron de estrellas los tejados,
    tembló la fría luna en cada charca,
    un violín amordazó la noche,
    en Bérgamo, después de la tormenta,
    un cisne flota en música de Liszt,
    hunde su pico rojo en agua oscura
    bajo los pinos ebrios de perfume,
    como un blanco relámpago se mueve,
    agita los laureles con sus alas,
    grita alocado por estrellas húmedas,
    Bérgamo crece en yedras, crece en ruinas,
    la están ahogando bosques de castaños,
    faroles amarillos y cerezos,
    cisne: bulbo de nieve y lluvia y música,
    con la cabeza derrotada y fláccida,
    con la cabeza rota sobre el mármol,
    su cuello es una flor mórbida, exótica,
    cisne mío, mi juventud dichosa
    expirando a los pies de Donizetti)

    si me vieras ahora junto al fuego,
    penetrado de ti, de tu memoria,
    hay tanta nieve fuera y sin embargo
    aún pasa por mi mente aquella villa
    de Catulo que imaginamos juntos,
    no la villa con ruinas de Sirmione
    con música ligera y gente rubia
    bailando sobre el puente hecho de barcas,
    no donde Joyce y Pound se han encontrado
    (debieron de ser dulces los olivos
    de entonces, cuando el lago devoraba
    el sol y era de fuego cada ola,
    olas de verde fuego, cuántos peces
    desde los miradores y qué hermosas
    las doncellas del templo y de los baños,
    Sirmio, Sirmio de entonces, la dilecta
    entre las islas bellas de aquel lago,
    cuando la flor llegaba a los almendros
    tú, Catulo, poeta de Verona,
    viajabas hasta Asia, Sirmio, Sirmio,
    llena de labios rojos y de cráteras)

    hay tanta nieve fuera y sin embargo
    no me distraen los perros de aquel sueño
    todo de ópalo y nubes diamantinas,
    no me distrae la última manzana
    que se niega a caer, ni los ramajes
    llenos de cuervos del nogal, ni el aire
    cuajado de humo, ni las alambradas,
    ni la gallina muerta en el sendero
    esta noche pasada, ni los cerdos,
    ni sus entrañas rojas goteando
    sobre la nieve, sangre tan violenta,
    pero me llega otro recuerdo, tengo
    Lln recuerdo de sangre más valioso,
    y qué dulce y qué triste recordarlo

    aroma de las hojas que no ardían,
    la Venus mutilada del jardín,
    los sátiros de piedra en la escalera,
    los perros del guardián y luna fría
    besando los parterres y las torres,
    en aquel pabel1ón viví otra vida,
    si llegabas de noche entre los pinos
    brillaban a lo lejos los faroles,
    sus galerías de cristal azul,
    dentro los candelabros y la música
    del piano perfumado de mimosas,
    el cuadro aquel de la laguna Estigia
    (el Patinir de los verde-manzana)
    las muchachas más jóvenes bebían
    las notas de Chopin y se olvidaban
    del champagne espumoso de las copas,
    las coronas de rosas se pudrían
    sobre sus frentes de marfil y fiebre,
    ellos tenían libros en las manos
    que nunca terminaban de leer,
    les inquietaban las estrellas húmedas
    y el grito de los cisnes en el lago
    les anunciaba el paso de la muerte,
    la enfermedad y el Arte y el deseo
    y el no poder besar aquellos labios
    sin pensar en las flores de la sangre,
    sospecha de las barcas en la orilla,
    chapoteo en los juncos de los remos,
    cada noche llegaba la visita
    de la Muerte con rostros diferentes,
    se enlutecía el son de la viola,
    en el aire quedaba la amenaza
    y un murmullo de ramas en lo oscuro,
    pavos reales de luz de madrugada,
    ruido de campanillas en el claustro,
    azucenas tronchadas en la senda,
    rojo cojín para aquel joven rubio
    que nunca echó las cartas que escribía,
    ataúd blanco para una dama triste

    hay tanta nieve fuera y sin embargo...
    ven, pájaro enjaulado, veo un poco
    de mí posado en tus dos ojos mínimos,
    ven pájaro llegado con la lluvia,
    déjame que me mire, casi dos
    negrísimas cabezas de alfileres
    son tus ojos y quiero verme en ellos,
    hecho para la Muerte cantas menos
    mientras me entregas tardes abrasadas,
    quisiera apresurarme, tienes todo
    lo que perdí en tus ojos, concentrado,
    lucha el sueño y la muerte en esta estancia,
    luchan quince estaciones en mis ojos,
    mis últimos recuerdos, mis ensueños:

    luego que abriera el Arca recibió
    Noé un fétido viento entre sus ojos,
    ¿ves? Valle Inclán enciende fuegos verdes,
    que cante siempre el pájaro de invierno,
    ¿de qué te quejas, Beatrice d'Este
    si tienes un vestido hecho de oro?,
    bajaron a segar aquel verano
    los ángeles: dormían junto al pozo,
    después de la tormenta un caballito
    rojo pace en el prado azul-lunar,
    se había llenado el patio del convento
    de leones amansados y jilgueros,
    tú eres una doncella de Crotona:
    ¡si no supieras que existe el Amor!
    Dufy al andar dejó huellas moradas,
    Pinki amó el huracán, la luz del bosque,
    Bucintoro, no llegues con el sol,
    no dormí aquella noche y con el alba
    llamaron a la puerta, cuando abrí
    sobre la escarcha había una flor de almendro,
    la enterraron bajo un manzano enorme,
    un fragor de bambú sagrado y lotos,
    no se reconocía viendo el sol,
    se vio desnuda: ardió como una zarza
    tú me entregabas lo desconocido...
    ¿recuerdas aún la historia del sepulcro?
    entre el mar y las selvas de Tarquinia
    alguien abrió el sepulcro de un guerrero
    oculto desde el día de su muerte
    (etrusco noble bajo las raíces
    de almendros y olivares endulzados
    por la honda primavera de Tarquinia)
    a golpe de piqueta entraba el aire
    en aquel tabernáculo de sombra,
    de milenaria piedra resonante,
    entraba el aire y todo se mutaba
    en polvo negro y sacro que no hedía,
    se derrumbó la curva de aquel pecho,
    el cerco de la boca, la alta frente,
    la enlutecida noche de los ojos,
    hasta los brazaletes de buen oro
    se hundían en cenizas al tocarlos,
    sólo unas corrompidas vestimentas
    y una hecatombe de armas oxidadas
    quedó sobre el montón de polvo fúnebre,
    sobre las cuerdas rotas de los brazos,
    (primavera en Tarquinia sepultada)
    se marchitó la fiebre del guerrero,
    el tiempo sepultaba un lirio joven
    bajo los negros pinos,
    primavera en Tarquinia...
    mientras arriba rasgan los arados
    pedregales ardientes, espinosos,
    mientras penetra el sol en lo más lúgubre
    de la gruta del cíclope y resuena
    el mar como una ruina en los cantiles,
    abajo, en el sepulcro descubierto,
    los ladrones de tumbas merodean,
    meten sus uñas entre las cenizas,
    rompen los vasos, buscan aquel oro
    que el tiempo no perdona

    (se levanta la noche lentamente
    del lago Trasimeno, los olivos
    saben a Dios, sollozan hondos, mansos,
    bajo la luz de plata y esmeralda,
    subiremos a Gubbio en el ocaso,
    aún hay nieve y ya cuánta primavera,
    el rebaño de cabras rumia siempre
    abajo, entre las ruinas de los templos,
    abre, Noche, tus alas sobre el claustro
    de San Damiano y las torres de Assisi,
    deja en el aire el cuerpo de la Umbria,
    pobre Francesco, cuánta llamarada
    de sangre inútil, tu sayal, tus manos
    bajo un techo de estrellas temblorosas)
    tú me entregabas lo desconocido...
    estás allí, remota y entrevista,
    enterrada en la tarde de septiembre
    bajo una lluvia de campanas muertas,
    bajo un monte de higueras venenosas,
    te recuerdo
    bajo una lluvia de campanas negras,
    bajo una lluvia de campanas lentas
    te arropabas las tardes del invierno,
    si posara en tus venas una mano
    sentiría la noche y sus campanas,
    cuando callas: campanas expectantes,
    si me sueñas, si esperas, te hallaré
    enterrada bajo una losa fría
    que desgastó la lluvia hecha de bronce,
    morir contigo en esta tarde única
    cantando en las murallas sonrosadas
    por las luces más frías del invierno,
    bajo una lluvia de campanas negras
    rueda la tarde como un casco de oro
    sobre la filigrana del asfalto
    golpeando las esquinas y las rejas,
    serás el fuerte polen de la noche,
    el cristal de la tarde, la tormenta
    de música que Mozart compusiera
    el día de su muerte y que no oímos,
    mereces la visita de la luna,
    tienes una azotea en cada ojo,
    abres los muslos, abres las dos manos,
    tus dos pechos apuntan a la nieve,
    tu vientre es una zarza a medio arder,
    ¿son ramos o racimos esos labios?
    morir sin estrujarlos qué delicia,
    verte pasar como un río colmado,
    ser ajorca en tus pies, en tu muñeca,
    no besar esos labios, no creer
    que esa boca te pertenece, es tuya
    y no racimo que se muerde y pasa,
    pasa, mujer, como una ola en lo oscuro,
    pasa, mujer, como la noche pasa,
    Amor tiene en los labios cicatrices,
    morir sin poseerte qué delicia

    tú me entregabas lo desconocido,
    a qué bosques, a qué palacios altos
    me llevabas cuando nos encontrábamos,
    a qué ácido estanque, a qué palmeras,
    a qué tardes de espinos enlunados,
    a qué nave sin rumbo en la negrura,
    a qué jardín desconsolado y hondo,
    a que terrazas...

    llegaste entre las tumbas de Torcello,
    alta, con la cabeza llena de oro,
    tus pies descalzos recorrían Torcello,
    la yerba rumorosa de serpientes
    (antes de que se hundan estas islas
    -dijiste- has de cantar su pesadumbre,
    su belleza, sus sueños enterrados)
    entre tantas estatuas destrozadas
    sólo tu mármol palpitaba cálido,
    tus dos pechos gloriosos y aquel vientre
    mórbido y musical como una luna,
    y entre las torres, desde la atalaya,
    llena de capiteles y de flores,
    contemplabas la mar con calma inmensa
    mientras ibas tejiendo con la hiedra
    una grave y bellísima corona
    que, ante mis ojos, arrojaste luego
    a la mar

    fue aceitosa la noche, entre las cañas
    vimos partir sin luz la última nave,
    era el nuestro un suicidio acariciante,
    oscuridad profunda y untuosa
    de los canales muertos, las iglesias
    bizantinas con medio metro de agua,
    qué acariciante muerte, qué dulcísimas
    lámparas de la pesca en la laguna,
    Burano, San Francesco del Deserto,
    Murano, los palúdicos aromas
    de las islas, las ruinas fantasmales,
    un infinito gozo y una música
    hecha con el silencio de la mar,
    fue aceitosa la noche, entre las cañas
    vimos partir sin luz la última nave,
    toda la isla nuestra, cuánto éxtasis
    entre pagano y místico en los ojos,
    creíamos aún en la belleza,
    íbamos a enterrar la voluntad
    bajo la yerba muda de la isla

    debes saberlo ahora que recuerdas:
    jamás llegará nadie a este lugar,
    aquí nos trae el mar los peces muertos
    y no hay más vida que la de las olas
    estallando en la noche de las grutas,
    soñarás una barca cada noche,
    soñarás unos labios cada noche,
    en vano escucharás junto a las rocas,
    jamás llegará nadie a este lugar,
    recorrerás las salas del convento,
    escrutarás la faz de la Diana,
    los gatos mirarán la fría aurora,
    habrá un fresco con grumos de salitre
    en la critpa, sin techo del castillo,
    el huracán arrancará geranios,
    jamás llegará nadie a este lugar,
    jamás llegará nadie a este lugar
    y las gaviotas me darán tristeza

    Monterosso al Mare, 1972



    VENÍA UN VIENTO NEGRO...

    venía un viento negro de encina
    sobre las uvas, hasta nuestra zarza,
    el candelabro de la tarde alzaba
    sus brazos, los fundía la cruenta oscuridad,
    la herrumbre en Piñotrera, el hálito
    fétido de las urnas, el bronce corrompido

    (todavía debemos esperar; nos lo ordena
    el pulmón en tensión, el aire antiguo)

    hay un imán inmenso dentro de la montaña,
    aletea beodo cada pájaro, es tarde
    para encontrar la senda

    cubre el cielo
    la mortaja de lino de la sacerdotisa,
    la túnica granate del centurión



    NECRÓPOLIS

    aquí el centinela vigila la necrópolis,
    aquí puertas de piedra sólo abiertas al alba,
    aquí la sala para los esclavos que esperan
    con la sal y la leña para los sacrificios,
    aquí el olor de aceite y de flores bravías,
    aquí la fresca gruta en estío y el cálido
    refugio para lobos y liebres en invierno,
    aquí donde la noche, de puro impenetrable,
    sólo es rota por lámparas muy tristes y tambores,
    aquí la terracota que no ha visto la nieve,
    aquí el cuenco, la piedra para majar la grasa,
    aquí ánforas de trigo negras por el gorgojo
    y el último de agosto con cáscaras doradas,
    aquí las huellas tiernas en el húmedo barro,
    aquí el primer cadáver irreverente, enorme,
    el romano aguerrido de las tropas de Augusto
    y el bastón y la huesa del bárbaro celoso,
    aquí los idolillos de piedra sin cabeza,
    aquí donde no entró un labio de mujer,
    aquí el grito, los rezos al dios de la negrura,
    aquí el ara y la sangre no sabemos si humana,
    aquí la tosca cátedra de los astros hambrientos,
    aquí la sala grande y las mil hornacinas,
    los cantos arrojados por las manos sin nombre,
    la honda desolación de las vasijas rotas,
    la tremenda hecatombe de las santas ceniza



    MYSTERIUM FASCINANS

    viene la noche hasta las piedras,
    viene la bl'isa oscura a acariciar el lomo de las piedras,
    blanda la piedra por el beso
    con sabor a siglos
    piedra junto a la piedra van negando
    el Caos, lo impenetrable,
    sube un rumor de piedras desde el río
    y de la nieve escasa va llegando
    a la mies
    la voz o la dureza de la piedra
    porque la noche como piedra rueda
    aquí, donde gravita el corazón,
    y el Cosmos calla a veces
    para que la palabra se propague
    como piedra infecunda

    silencio, nos decimos, escuchemos
    qué es lo que trae el aire:
    y un silencio de piedra va y conmueve
    los ramos de la noche, las zarzas de la noche,
    los ojos con espanto o con luna del rebaño,
    un silencio que crece
    y que materializa en cúpulas y ojivas
    el sueño de los hombres,
    trae música el silencio de la piedra,
    remota orquestación
    con fiebre va y asciende
    -¡oh plata que arde al sol de madrugada!-
    la luz burila limbos en la piedra,
    teje aves, abejas, hojarascas,
    reverbera el buen barro
    como la hoguera humilde,
    tensos tiemblan los fustes
    o gira el rosetón con turbulencia de astro

    se hace y se deshace el tiempo,
    cada robusto muro,
    se funden las vidrieras,
    en su luz cae la luz o cae la escarcha,
    acaso cae la nieve en los inviernos
    y van brotando soles del vacío,
    coronas luminosas de las sombras
    (para escrutar la vida hay que fundarla
    y que fundamentarla
    en un Orbe,
    ¡fascinante misterio!
    ya suba el alba como un ángel frío,
    ya se inflame la tarde en las veletas,
    ya se bese la noche con el agua,
    aquí, en la catedral,
    el Tiempo dormirá en el astrolabio)

    Pedro Casas Serra
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    Grupo Metáfora
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    Antonio Colinas (1946- Empty Re: Antonio Colinas (1946-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Dom 29 Ene 2023, 08:03

    .


    De Noche más allá de la noche (1980-1981):


    I

    OSCURO OBOE DE BRUMA, CÓMO SEPULTA EL MAR...

    Oscuro oboe de bruma, cómo sepulta el mar
    tu solemne sonido que despierta a los muertos.
    Aquí, en esta ladera que cubre el olivar
    sangre y labio repiten musicales conciertos.
    La ladera y sus soles que maduran los vinos,
    la tensión del azul volcado de los cielos,
    armonía y vacío en espacios divinos,
    horror al más allá tras las costas de Delos.
    Perdición, extravío de las horas oscuras
    del corazón que sueña, en la luz, otros mundos,
    mientras la boca va desgranando las puras
    notas de arte mortal en los hondos, inmundos
    socavones del mal. Pues ¿por qué se da guerra
    junto a amor y por qué la voz de la ebriedad
    y el dolor infinito van girando en la tierra?
    Un año más se funden misterio y soledad.
    Y, sin embargo, tú, estrella de la tarde,
    ves llegar el final, los bordes del ocaso.
    ¿Qué secretos oculta este cosmos que arde
    sobre la muerte y qué nos reserva el ocaso?
    Mas, en el hondo instante, la música revela
    la inmensidad del orbe, la dimensión del ser.
    Un aroma de azahar la angustia nos desvela.
    Horror y sed de dioses tras otro atardecer.
    Oscuro oboe de bruma, entreabre las venas
    del mundo en esta paz y arrasa la Historia.
    Vida y muerte se acercan como olas serenas
    al corazón que ahuyenta, soñando, la memoria.



    IV

    ALLÁ EN LOS CIPRESES, SOBRE EL LOMO DEL MAR...

    Allá entre los cipreses, sobre el lomo del mar,
    veíamos saltar los felices delfines:
    divinidad fulgiendo sobre un agua de plata.
    Se había quedado quieto el tiempo en esta orilla
    desde aquella mañana melodiosa del mundo.
    Descendía del cielo un dulcísimo fuego
    que envolvía los montes y que hacía brillar
    las miradas eternas, los cuerpos fatigados.
    Saltaban los delfines sobre el mar y eran signos
    de los dioses sus cuerpos, que le hablaban al alma.
    De las rocas llegaba un agrio aroma de algas,
    presencia de lo negro, esencia de la hondura.
    Suavísimamente crepitaba el pinar
    tras nosotros, pasaba al oído su música
    de vibraciones leves, de apagados murmullos.
    El aire penetraba hasta la misma médula
    de los huesos y hacía arder muy lentamente,
    en el centro del pecho, una hoguera de música.
    Y, como los delfines, saltaban de la mente
    nuestros mejores sueños del amor de otros días
    en países lejanos, ceniza de las brasas.
    Saltaban los delfines, pero nos fuimos sin
    desvelar el mensaje de sus cuerpos de luz.
    Leíamos la luz, y al leerla, gozábamos
    de suma perfección, sin que se revelase
    el secreto inmortal, divino, de la hora.
    Seguimos el camino por los montes en llamas.
    Los delfines saltaban encima de la muerte.



    VIII

    "NI EL AMOR DE PENÉLOPE ME SACIARÁ LA SED...

    "Ni el amor de Penélope me saciará la sed
    de aventura y misterio. Sabed que no he nacido
    para vida animal". Y por eso forzó
    en sí el conocimiento, quiso verse en el rostro
    sin rostro de los dioses que albergaban las aguas.
    Después de haber probado las raíces del mal
    sobre la isla de Circe, aún quiso ir más allá
    del confín, hasta el fondo de la tumba del sol.
    Y vio las costas últimas, y las últimas islas,
    surcando cual delfines el horizonte en llamas.
    Al fin, tras las columnas del Hércules, el mar
    era ya un mar sin gentes, soledad infinita.
    Mas los cuerpos, las almas, aún estaban beodos
    de aventura en la proa de aquella frágil nave.
    Y otra noche cayó del lado de la aurora
    como un fúnebre velo, como un gran trueno negro.
    Y soplaban los astros primeros en la vela
    como un húmedo beso azulado de luz.
    Y la luna embrujó cinco noches seguidas
    sus ojos que, por fin, vieron la cima inmensa
    alzada frente a ellos, la orilla de los oscuro,
    la presencia inhumana, informe, de la nada
    o del todo, en el nido del error más sublime.
    Y quisieron leer en aquella visión,
    extrayendo el secreto más hondo de la cima,
    mas un viento feroz se fue alzando desde ella.
    Un viento que excavaba una fosa en la mar.
    La mar que hirvió furiosa encima de sus huesos.



    X

    MIENTRAS VIRGILIO MUERE EN BRINDISI NO SABE...

    Mientras Virgilio muere en Bríndisi no sabe
    que en el norte de Hispania alguien manda grabar
    en piedra un verso suyo esperando la muerte.
    Este es un legionario que, en un alba nevada,
    ve alzarse un sol de hierro entre los encinares.
    Sopla un cierzo que apesta a carne corrompida,
    a cuerno requemado, a humeantes escorias
    de oro en las que escarban con sus lanzas los bárbaros,
    Un silencio más blanco que la nieve, el aliento
    helado de las bocas de los caballos muertos,
    caen sobre su esqueleto como petrificado.
    "Oh dioses, ¿qué locura me trajo hasta estos montes
    a morir y qué inútil mi escudo y mi espada
    contra este amanecer de hogueras y de lobos?
    En la villa de Cumas un aroma de azahar
    madurará en la boca de una noche azulada
    y mis seres queridos pisarán ya la yerba
    segada o nadarán en playas con estrellas."
    Sueña el sur el soldado y, en el sur, el poeta
    sueña un sur más lejano; mas ambos sólo sueñan
    en brazos de la muerte la vida que soñaron.
    "No quiero que me entierren bajo un cielo de lodo,
    que estas sierras tan hoscas calcinen mi memoria.
    Oh dioses, cómo odio la guerra mientras siento
    gotear en la nieve mi sangre enamorada."
    Al fin cae la cabeza hacia un lado y sus ojos
    se clavan en los ojos de otro herido que escucha:
    "Grabad sobre mi tumba un verso de Virgilio."



    XII

    PELLEJOS DE LA PESTE, PESTILENTES PAJARES...

    Pellejos de la peste, pestilentes pajares,
    ruedas con carne ardida bajo cielos morados,
    palomares sin techo, secos pozos, cadáveres
    en las albas nevadas, cadáveres de piedra
    vagando, presidiendo, orando, acuchillando,
    las horas como siglos en claustros, en mazmorras,
    en lupanares, rosas lloviendo en el acero
    de las lanzas partidas, oxidando el acero
    oxidado, los ásperos bordes de cada noche
    sobre los camposantos parecidos a aldeas,
    los huertos del amor en pájaros sin ojos,
    los ojos como pájaros siniestros en la altura
    de chirriantes veletas, viendo los trigos negros,
    las ratas, los relámpagos apagando las velas,
    rebaños extraviados, bueyes que están arando
    sin su dueño la tierra de un bosque calcinado,
    escarcha en los renuevos de la vid, huracán
    de caballos y naves, crucifijos y espadas,
    inmensa hoguera en que arde la idea de progreso
    y la idea de paz, arde la luz del sabio
    mientras crecen los gritos, gritos sobre las losas
    de este monte, y gritos en su pétrea entraña,
    el infinito yermo, un mar carbonizado,
    cúpula que sostiene la cúpula vacía,
    desnudez del planeta sobre la que no cesan
    de llover torrencial, continuadamente,
    en los siglos oscuros, grandes ojos cortados,
    sangre, lágrimas, sangre, cadáveres, cadáveres...



    XVII

    UNA TARDE, EN TOLEDO, CUANDO YO ERA MUY JOVEN...

    Una tarde, en Toledo, cuando yo era muy joven,
    perdí el conocimiento a la orilla del río
    de Garcilaso, cerca de aquellos altos muros
    por donde descendió,por escala de música,
    Juan de Yepes, herido de divina poesía.
    Quiero decir que estaba, no lejos de aquel árbol
    que embalsamaba el aire con su intenso perfume,
    cuando todo se fue irisando en mis ojos.
    Respiraba muy lento y el alma iba venciendo
    al cuerpo, que cayó tumbado en la ladera
    que sepultaba un sueño de cadáveres, de oros.
    Respiraba y la música del estío pasaba
    como vino muy fuerte a mis venas; zumbaban
    mis oídos; la piel no sentía mis uñas;
    y vibraba conmigo todo el monte calizo,
    callejones de siglos sagrados y sacrílegos.
    Ya no necesitaba saber, pues me habitaba
    una ciencia absoluta, esencia del gran Todo.
    El sol, las melodías y un aire enamorado
    que mordía despacio en los labios sedientos
    del ocaso; rubíes entre los peñascales.
    Anulación del tiempo, negación de la Historia
    y del ser que sentía como fuente de música
    la propia sangre fluir de la ladera del río.



    XXI

    YA ME VA DESPERTANDO UNA SOMBRA DE PÁJAROS...

    Ya me va despertando una sombra de pájaros,
    invade silenciosa mi cuerpo adormecido.
    Mas la mente aún se encuentra muy lejos del jardín,
    beoda stá del sueño, del otro que yo fui,
    aunque ya la frescura de la tarde se posa
    armoniosa en mis miembros. Y cuando abriese un poco
    los ojos, dulcemente, allá arriba, en el cielo
    nocturnamente azul, vería una corona
    de nubes encendidas trenzadas con un ramo
    de pájaros inmóviles. No despierto, retorno
    del que he sido al que soy, de lo insondable al mundo,
    del sueño a lo real de este otro intenso ocaso
    que es mi cuerpo vencido. Y, siendo yo de nuevo,
    todavía, aún, me habita espíritu divino,
    fiebre de sinrazón y extravío, fogoso
    y ameno valle plácido que alucina el dolor.
    La sombra va invadiendo, muy despacio, mi cuerpo
    y en él, y en la azotea, caen los primeros astros.
    En las venas se va desangrando aquel dos
    que trasvasa su sangre a esta carne mortal.
    En mis venas se va desangrando aquel dios
    que acaso he sido en sueños, porque nada recuerdo
    a no ser esta lanza de gozo que aún está
    en mi pecho clavada, herida que no duele,
    pero que aún me impide alzarme en la penumbra
    como un torreón de sueños, como un árbol de sangre.
    Lentamente despierto mientras la noche va
    desangrando la luz del que he sido, y del mundo.



    XXV

    ¿PERO ES QUE YA NO VA A VOLVER AQUEL TIEMPO...

    ¿Pero es que ya no va a volver aquel tiempo
    en que desenterraban sonámbulas estatuas?
    Naturaleza entonces mordía en la soberbia
    de los hombres -las ruinas- con zarzas, con cicutas.
    Todo el Mediterráneo lo cercaban ciudades
    en ruinas, y rebaños instauraban la paz
    en el mundo de nuevo. Todo era signo y símbolo:
    aquel poco de griego borroso sobre un mármol,
    los surcos que trazaba una reja forjada
    con lanzas derrotadas, el rayo que caía
    en el centro del pecho de un pastor casi niño...
    Los arados sacaban estatuas mutiladas
    de entre aquellas cenizas de la guerra y del mar.
    Estatuas, ¡tan deformes!, instauraban el orden
    en el mundo, a la luz silente de las lunas.
    Firmamento astillado en ruinas despertaba
    deseos del más allá, renuncias a la ciega
    ambición, la constante amiga de las armas.
    ¿Pero es que no va a volver aquel tiempo
    de la resurrección, el campo a ser fundado?
    ¿Mañana qué estatuas enterradas podrán
    resucitar el Sueño, la ilusión de los hombres?



    XXVII

    OLVIDABA EL DOLOR Y SALÍA A LA NOCHE...

    Olvidaba el dolor y salía a la noche.
    Alcor, Mizar, estrellas clavadas en los huesos,
    guijarros de la luz en sombrías praderas,
    los infinitos hielos, destrozados, flotando
    en el inmenso mar de la más negra pez.
    "¿Y yo quién soy?", pregunta en el centro del Todo
    un cuerpo que recuerda a la nada, materia
    deforme en ese curso de un dolor que corrompe.
    Estrellas, mis estrellas, un invisible fluido
    conduce hacia vosotras mi música, y las vuestras
    en mis venas revierte en fogosa crecida.
    Quiere el hombre subir allá arriba la roca
    de su dolor, lanzar desesperada flecha
    al mismo corazón de lo oscuro remoto,
    grita en lo alto de un monte y ve cómo le caen
    en el rostro los bosques petrificados, lluvias
    de piedras negras, luces como cardos u ortigas.
    Estrellas, mis estrellas, tantas vidas están
    partidas, trituradas en vosotras; sois polvo
    disperso entre la nada y el vacío, o acaso
    añicos de un espejo en que un dios se miró.
    Aun así se os siente como inmensa marea
    de inte3nsísima música, sonido que nos hiere.



    XXVIII

    AQUÍ, EN LA ESTACIÓN DE UN PAÍS EXTRANJERO...

    Aquí, en la estación de un país extranjero,
    esta noche del siglo XX clava las ruinas
    de la última guerra aún sobre mi rostro.
    Silban desesperados, a lo lejos, los trenes
    y estoy solo debajo de una lluvia de acero.
    El dolor se abre paso en mí como una náusea,
    o como quemazón inmensa en este mundo
    acuoso, enfermo, y tanta soledad ya me arrastra,
    me escarnece a través de un cosmos espinoso.
    Yo sé que en otro sitio también será de noche,
    sacudirá ya el viento las acacias floridas
    de un camino que lleva hasta algún cementerio,
    relámpagos que alumbran negras flores de plástico,
    los ojos apedreados de una perra angustiada,
    un cuerpo, o sólo nieve, sepultado en la tierra.
    Llueve fuerte y mi mente está como el andén
    desierto, electrizado, de esta estación del norte.
    Llueve, llueve en el mundo sobre todas las manos
    de bronce, entre los muslos del cemento, en los labios
    orinados del muro, sobre cada cristal
    quebrado entre los dientes del hombre de este tiempo.
    Y ya el húmedo viento devora los silbidos
    de aquel último tren que verá tras los montes
    un alba más cansada, una luz putrefacta.
    Ese viento muy húmedo que me trae el hedor
    de los trapos quemados, de cubos de basura,
    que produce allá arriba, en los cables de alta
    tensión un arpegio de dolor y de muerte.



    XXIX

    AÚN VEO QUE SON MUCHOS LOS FUEGOS QUE SE ALZAN...

    Aún veo que son muchos los fuegos que se alzan
    en las noches de estío, y de día la luz
    sigue ardiendo en la luz. Al fin, llegó la hora
    del regreso y he vuelto a dormirme tumbado
    en el heno recién segado y muy reseco,
    bajo cálidos hielos, bajo el manto de estrellas.
    Cuenco de astros volcados, maravillosa horma
    de mi vida, saetas que caéis de los cielos
    sin cesar, que jamás dais al alma respiro.
    Oh fieles luminarias de mis días de infancia,
    vagos, remotos mundos en la sangre enraizados,
    ¿qué sueños provocáis de nuevo en esa herida
    que los años no cesan de entreabrir lentamente?
    Cierro y abro los ojos contemplando la luna
    -hoz de hielo que silba entre los encinares
    y sobre los jarales aún calenturientos-,
    hasta que a medianoche, desde el monte Teleno,
    desciende el frío aroma de los pinos sangrados
    y se refresca el aire, que penetra en las venas,
    y se adormece el cuerpo, y se adormece el alma
    bajo este techo excelso y demencial que está
    girando sobre mí, dulcísima energía
    de las almas que parten y d almas que vendrán.
    Fusión de la materia, de tiempos y de límites,
    en mis ojos abiertos, en mis ojos cerrados,
    mientras yo mismo giro, durmiendo, silencioso,
    en ese orbe remoto que se expande, fundido
    bajo su negro y turbio gran fuego musical.



    XXXV

    ME HE SENTADO EN EL CENTRO DEL BOSQUE A RESPIRAR...

    Me he sentado en el centro del bosque a respirar.
    He respirado al lado del mar fuego de luz.
    Lento respira el mundo en mi respiración.
    En la noche respiro la noche de la noche.
    Respira el labio en labio el aire enamorado.
    Boca puesta en la boca cerrada de secretos,
    respiro con la sabia de los troncos talados,
    y, como roca voy respirando el silencio
    y, como las raíces negras, respiro azul
    arriba en los ramajes de verdor rumoroso.
    Me he sentado a sentir cómo pasa en el cauce
    sombrío de mis venas toda la luz del mundo.
    Y yo era un gran sol de luz que respiraba.
    Pulmón el firmamento contenido en mi pecho
    que inspira la luz y espira la sombra,
    que recibe el día y desprende la noche,
    que inspira la vida y espira la muerte.
    Inspirar, espirar, respirar: la fusión
    de contrarios, el círculo de perfecta consciencia.
    Ebriedad de sentirse invadido por algo
    sin color ni sustancia, y verse derrotado,
    en un mundo visible, por esencia invisible.
    Me he sentado en el centro del bosque a respirar.
    Me he sentado en el centro del mundo a respirar.
    Dormía sin soñar, mas soñaba profundo
    y, al despertar, mis labios musitaban despacio
    en la luz del aroma: "Aquel que lo conoce
    se ha callado y quien habla ya no lo ha conocido".



    POST-SCRIPTUM

    ...e quindi uscimmo a riveder le stelle.
    (DANTE, Inferno, XXXIV)

    Oscuro oboe de bruma, cómo sepulta el mar
    tu solemne sonido que despierta a los muertos.
    Suena, oboe profundo, y deshaz ya el nudo
    del trágico existir, suene intensa tu música.
    Aquí, en esta ladera que cubre el olivar,
    sangre y labio retienen la hora fugitiva.
    Oscuro oboe de bruma, cómo sepulta el mar
    tu solemne sonido que despierta a los muertos.
    Nada debe turbar tu pensamiento, nada
    turbar tu corazón. Respirar y existir.
    El mundo y los humanos son de roca y de luz,
    se hacen y deshacen quemados por el tiempo.
    Así ha sido siempre en los siglos pasados.
    Así será a la largo de los futuros siglos.
    Oscuro oboe de bruma, cómo sepulta el mar
    tu solemne sonido que despierta a los muertos.
    Suena, oboe profundo, y deshaz ya el nudo
    del trágico existir, suene intensa tu música,
    pues la vida aún sigue y yo a su luz me entrego.
    Adiós a la palabra, escoria de la luz.

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    Antonio Colinas (1946- Empty Re: Antonio Colinas (1946-

    Mensaje por cecilia gargantini Dom 29 Ene 2023, 15:46

    Por lo que leo, bien merecido el premio nacional de Literatura.
    Sus versos tienen un ritmo increíble y además aparecen pinturas, obras literarias, autores...es una hermosa combinación de las artes.
    Besossssssssssss Pedro y graciasssss
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    Antonio Colinas (1946- Empty Re: Antonio Colinas (1946-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Lun 30 Ene 2023, 04:39

    Gracias por tu interés y por definirlo tan bien, Cecilia.

    Un abrazo.
    Pedro

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    Mensaje por Pedro Casas Serra Lun 30 Ene 2023, 05:07

    .


    De Libro de la mansedumbre (1993-1997):


    LA LLAMA

    ....Hoy comienzo a escribir como quien llora.
    No de rabia, o dolor, o pasión.
    Comienzo a escribir como quien llora
    de plenitud saciado,
    como quien lleva un mar dentro del pecho,
    como si el ojo contuviera toda
    esa inmensa colmena que es el firmamento
    en su breve pupila.

    ....Me enciendo por pasadas plenitudes
    y por estas presentes enmudezco.
    Lloro por tener cerca una mujer,
    por el agua de un monte
    que suena entre cipreses en un lugar de Grecia;
    lloro porque en los ojos de mi perro
    hallo la humanidad, por la arrebatadora
    música que quizá no merecemos,
    por dormir tantas noches en sosiego profundo
    bajo el icono y en su luz de oro,
    y por la mansedumbre de la vela,
    que sólo es eso, llama.

    ....Comienzo a escribir y también la escritura
    llora, porque respira y quema, porque pasa.
    Qué gran gozo sentirme
    yo mismo esa palabra que va ardiendo.
    (Porque yo también ardo y también paso.)

    ....Contemplo una llama muy quieta en la penumbra
    de suaves jardines,
    a la orilla de un mar calmo y antiguo,
    y me voy encendiendo con la dicha
    de saber que no existe otra verdad
    que no sea esa llama, es decir,
    la del amor que es don y que es condena.

    ....Son llamas las palabras y son llamas los ojos,
    que lloran sin llorar por el ser que yo fui
    (aquel fuego cansado que temblaba
    junto a otros jardines de otro mar)
    y por el ser que ahora está mirando
    fijamente una llama,
    y que es, en soledad, la llama más gozosa.



    EL MURO BLANCO

    ....Estoy sentado frente a un muro blanco:
    áspero muro, seco como grito
    de cristal, o quizá como nieve
    de infancia en el silencio de los páramos.
    Un muro blanco, blanco como hueso
    calcinado, o quizá como cal viva
    que en las tumbas abraza carne blanca.

    ....Y, mirándolo, yo también soy blanco,
    pues blanco es el fuego o es la luz
    que va y viene en las venas venturosas.
    Mientras dure la luz no llegará
    lo negro hasta este muro limpio y blanco.
    Mientras dure mi luz todo lo blanco
    del mundo envolverá la sala, el aire,
    las horas de esta casa que es hoguera.

    ....Estoy sentado frente al muro blanco
    esperándolo todo y obteniendo
    todo de cuanto es nada en su blancura.
    El muro que es desierto de mi alma.
    El muro que es desierto de la luz.



    LA VISITA DEL MAL

    ....Hoy hemos recibido la visita del mal,
    pero hemos decidido acogerlo
    como a huésped fecundo.
    Llegó el mal de repente, como cepo o veneno,
    y le hemos abierto
    de par en par la puerta de la casa.

    ....Como siempre, el mal
    viene ciego, desnudo, sin razón,
    y aunque perros y gatos han salido huyendo,
    conservamos la calma plenamente
    y lo hemos conducido hasta el jardín.
    Allí, el dulce día, el sol tan fuerte,
    abrasaban las llagas y pesares,
    resecaban la sangre en las heridas,
    borraban el espeso hedor del aire.

    ....Nos ha llegado el mal como un cuchillo airado
    en sótanos de sombra,
    mas casa y corazón están abiertos.
    Una vez más tuvimos que poner
    amor donde el amor no se encontraba.
    Y no hay mordaza, dardo, aguja, hiel
    que no pueda fundir la hoguera musical
    que, de monte a monte, hoy propaga el otoño.

    ....He entrado unos momentos en la casa
    para sacarle el pan y la bebida
    al huésped iracundo.
    Quise alegrarle el corazón, poner
    un poco de calor en su cara de hielo.
    Con sosegada paz volví al jardín
    para abrazar el mal, pero no pude,
    pues lo encontré caído y moribundo
    de luz y de silencio entre la hierba.

    ....Hoy hemos recibido la visita del mal,
    mas pronto hemos tenido que enterrarlo
    debajo del naranjo y de su aroma,
    donde zumban las abejas.
    A solas nos tuvimos que beber
    el vino que sacamos para el huésped,
    el dulce vino del más hondo olvido.
    autógrafo



    DESCENSO A LA MANSEDUMBRE

    ....¡Cómo revela el mar la mansedumbre!
    Aquí en la playa, donde están los límites
    verdaderos del ser
    -los de la tierra, el mar, el cielo-,
    todo es infinito.
    Mansa es el agua y mansas son las rocas,
    y hasta la noche que desciende es mansa.

    ....¿Qué nos queda, teniéndolo ya todo,
    sino abatirnos y besar la luz,
    o en ella deshacer nuestra palabra,
    que debiera también
    ser sólo mansa como el aire leve?
    Nos cuesta demasiado a los humanos
    ir fundiendo los labios y los ojos
    en la luz de la tarde,
    ir arrancando de raíz el mal.

    ....Todo es manso en el mundo,
    mas la vida en nosotros habrá de ser combate
    hasta que la palabra recupere
    fogosa mansedumbre.
    A veces, con los ojos
    húmedos de mirar tanta belleza,
    el cerebro también se torna manso.
    Entonces, todo es sacro en su unidad,
    uno con todo es la palabra mansa.

    ....Y si el cuerpo osara levantar
    su vuelo más allá todavía,
    si los labios callasen para ser
    ocaso en el ocaso,
    si oyésemos rendidos el silencio,
    el mundo sería al fin hoguera de lo manso.



    NOCTURNOS

    IV

    DUERMES COMO LA NOCHE DUERME...

    ....Duermes como la noche duerme:
    con silencio y con estrellas.
    Y con sombras también.
    Como los montes sienten el peso de la noche,
    así hoy sientes tú esos pesares
    que el tiempo nos depara:
    suavemente y en paz.

    ....Te han llovido las sombras,
    pero estás aquí, abrazando en la almohada
    (en negra noche)
    toda la luz del mundo.
    Yo pienso que la noche, como la vida, oculta
    miserias y terrores,
    más tú duermes a salvo,
    pues en el pecho llevas una hoguera de oro:
    la del amor que enciende más amor.

    ....Gracias a él aún crecerá en el mundo
    el bosque de lo manso
    y seguirán girando los planetas
    despacio, muy despacio, encima de tus ojos,
    produciendo esa música
    que en tu rostros disuelve la idea del dolor,
    cada dolor del mundo.

    ....Reposas en lo blanco
    como en lo blanco cae en paz la nieve,
    duermes como la noche duerme
    en el rostro sereno de esa niña
    que todavía ignora
    aquel dolor que habrá de recibir
    cuando sea mujer.

    ....Otra noche,
    la nieve de tu piel y de tu vida
    reposan milagrosamente al lado
    de un resplandor de llamas,
    del amor que se enciende en más amor.
    El que te salvará.
    El que nos salvará.



    SI A VUESTRA VIDA UN DÍA LLEGASE EL HURACÁN

    A mis hijos

    ....Me pedís que os diga cómo sois,
    a mí, que con la luz os definí;
    a mí, que como a luz os contemplé.
    Nada debiera haber más allá de la luz,
    de esa luz vuestra.

    ....Me pedís que os diga cómo sois,
    hoy, que os extraviasteis por las salas
    de un aeropuerto
    y que, al andar, me pareció que ángeles
    os iban alejando de mí,
    más allá aún de mí.

    ....Me pedís que os diga cómo sois,
    cuando esta noche larga he velado
    pensando en cómo sois,
    pensando en cómo soy,
    y en vuestras manos con nieve,
    y en vuestros ojos con noche.
    No os diré cómo sois, pues simplemente sois.

    ....Sólo quiero, por eso,
    deciros lo que habréis de recordar:
    recordad y salvad vuestra quietud;
    si en el norte, a la sombra temblorosa del álamo;
    si en el sur, en la brisa del naranjo;
    recordad cómo pasa el huracán
    por el junco, y el junco no se inmuta,
    y el junco no padece.
    Porque el junco es flexible.

    ....Esperad y sembrad
    como siembra el viento las estrellas,
    pues llegará el otoño de los frutos.
    Si mantenéis en calma la mirada,
    si aun en la luz sois claros,
    sed muy flexibles, respirad con paz
    como la luz respira.
    Ni el junco, ni el aroma, ni la luz,
    se quiebran.

    ....Si a vuestra vida un día llegase el huracán,
    si hoy llegó el huracán a vuestras vidas,
    respirad en su furia con quietud, hondamente,
    y esperad.
    Ahora, más que nunca,
    sed flexibles,
    sed junco, aroma, luz.



    LOS ÚLTIMOS VERANOS

    ....Padres: aunque intuyo un vacío
    que sólo con dolor podrá el tiempo llenar,
    estos últimos años vuestros
    son, en verdad, los más bellos años míos;
    porque, aunque hay un final que puede amenazarlos,
    los va intensificando el verdadero amor.
    Sí, por maduros y temibles son
    los instantes más bellos de mi vida,
    porque al irse abriendo en mí el vacío
    de vuestra ausencia
    definitivamente cierro cada duda
    del ser y del no ser.
    (No hay dudas ya en el tiempo del amor).

    ....¿Y qué daría yo por detener
    esta luz de los últimos veranos,
    las auroras de oro en nuestras vegas?
    Todo es verde y dorado en esa luz.
    Así es que esperadme en el fuego o la nieve
    de aquellos cielos fríos,
    de aquellos cielos puros.
    Sabed que ya no quedan
    espinos en los nidos de otro días
    (son tan sólo las zarzas que rodean
    los huertos y los prados de León;
    los que tienen un fondo de espadañas,
    de cicatrices de piedras ferrosas,
    de adobe enfebrecido,
    y humedades de tréboles y juncos
    flotando en madrugadas de silencio).

    ....Esperad y que sienta
    temblar un día más vuestras dos vidas
    como temblaban álamos de junio
    (jóvenes y con pájaros)
    junto a los ríos de mi adolescencia.
    No vayáis más allá.
    Que perdure este instante
    perfumado de muerte y de amor verdadero.
    No atraveséis aún la frontera infinita.



    FE DE VIDA

    ....Esperar junto a este mar (en el que nacieron las ideas)
    sin ninguna idea. (Y así tenerlas todas).
    Ser sólo la brisa en la copa del pino grande,
    el aroma del azahar, la noche de orquídeas
    en las calas olvidadas.

    ....Sólo permanecer viendo el ave que pasa
    y no regresa; quedar
    esperando a que el cielo amarillo
    arda y se limpie de relámpagos
    que llegarán saltando de una isla a otra isla.
    O contemplar la nube blanca
    que, no siendo nada, parece ser feliz.
    Quedar flotando y transcurriendo de aquí para allá,
    sobre las olas que pasan,
    como un remo perdido.
    O seguir, como los delfines,
    la dirección de un tiempo sentenciado.

    ....Ser como la hora de las barcas en las noches de enero,
    que se adormecen entre narcisos y faros.
    Dejadme, no con la luz del conocimiento
    (que nació y se alzó de este mar),
    sino simplemente con la luz de este mar.
    O con sus muchas luces:
    las de oro encendido y las de frío verdor.
    o con la luz de todos los azules.

    ....Pero, sobre todo, dejadme con la luz blanca,
    que es la que abrasa y derrota a los hombres heridos,
    a los días tensos, a las ideas como cuchillos.
    Ser como olivo o estanque.
    Que alguien me tenga en su mano como a un puñado de sal.
    O de luz.

    ....Cerrar los ojos en el silencio del aroma
    para que el corazón —al fin— pueda ver.
    Cerrar los ojos para que el amor crezca en mí.
    Dejadme compartiendo el silencio
    y la soledad de los porches,
    la hospitalidad de las puertas abiertas; dejadme
    con el plenilunio de los ruiseñores de junio,
    que guardan el temblor del agua en las últimas fuentes.
    Dejadme con la libertad que se pierde
    en los labios de una mujer.



    LA TUMBA NEGRA

    ....Yo había abierto mi sed a la mansedumbre,
    al goce de respirar la alegría en el amor,
    cuando aquí de repente en Leipzig, lejos
    del resplandor de los silencios de fuego,
    mirando las entrañas tan amargas
    del hormigón y acero de otros días
    (las ideas con yagas de otros días,
    las ideas que nacen y que hieren y mueren),
    se exacerbó en mí la dualidad,
    regresó el combate de contrarios,
    lo negro de lo blanco.

    ....Esta ciudad ¿es aún del Este o del Oeste?
    Y aquí, ¿dónde se hallan las músicas de un tiempo?
    De lejos he venido porque sé
    que muy cerca de ste anfiteatro
    del acero que vibra
    (de grúas y bulldozers levantando
    en la estación en obras de Leipzig
    un tiempo que -otra vez- pretende renovarse),
    hay una tumba negra de acero
    conteniendo la armonía del mundo:
    la tumba de Johann Sebastian Bach.

    ....¿Y para qué sus sueños?
    ¿Para qué aquella ofrenda solemne y musical?
    Nuevos chirridos, muros que se alzan
    después del Muro que cayó agotado,
    las reventadas fábricas de ayer
    como heridas sin sangre en el paisaje.
    Otra vez a empezar, pues que el vivir
    es un libro que se abre y se lee y se padece.
    ¿Hasta que llegue el fin de la ardua espera?
    ¿Hasta que nos remanse la armonía?
    ....Canta la hormigonera y calla el órgano.
    Calla la tumba negra de la música blanca.
    Y, sin em bargo, he puesto el oído en el aire
    por ver si en las esquirlas del cristal,
    con los espinos de las alambradas,
    me llegaba el sonido de lo manso,
    sus cantatas de fuego.

    ....(¿Con qué tormenta quiso aniquilar
    su tormento aquel hombre?
    ¿Qué pretendió aplacar su corazón?
    Acaso sólo fuera un fácil abismarse en paraísos,
    en aquel huracán, tan blanco, de su música.
    Debió de ser un abismarse en Dios
    desde la mansedumbre de aquel fuego
    de sus notas, en las que arderá siempre
    las muertes todas que el vivir supone.
    ....Catres, frío sin leña, los primeros
    dineros que se ganan, el comer
    para morir n poco cada dá, y sa soledad
    vacía -mas tan llena- de la plegaria mansa.
    Hambre en viejos conventos, la amenaza
    de epidemia, las guerras -que tanto odió-, orfandad.
    Pero le acompañaban las músicas de otros,
    las locuras de otros:
    Lully, Vivaldi, Pachelbel, Franois
    de Couperin.
    ¿Y qué hubiera sido de su música,
    de aquel matemático tormento de las notas,
    del furioso combate de razones que supone el vivir,
    sin Vivaldi?
    Nada, quizá tan sólo un traqueteo oscuro
    de tablas o ese tosco
    rodar de ruedas secas de molino).

    Me arrojó d su vientre la ballena
    de la estación de los ferrocarriles
    y luego, entre verdores de Turingia,
    siguiendo entre las lomas dulce río,
    hallé otra tumba en Weimar.
    Dicen que es de oro.
    Me parece que Goethe aún se niega
    a extinguirse en la hoguera-museo de du casa.
    ....(Esta casa, ante todo, me recuerda
    un desencuentro,
    el fin de unos tiempos y el comienzo de otros.
    De aquí pudo arrancar
    la huida de Hölderlin,
    su adiós a la Razón de las Luces,
    para irse extraviando en el amor a Luz).

    Maderas aromáticas, calcos griegos,
    el cuadro aquel en el que Lot partía
    en busca de los libros amarillos
    del escritorio; o acaso, simplemente, hacia el jardín
    (ya abierto para todos)
    en el que un pájaro cantaba
    sobre rosales blancos.
    Mas toda esa blancura de otros siglos,
    mas todo ese verdor de ilustrados jardines,
    ¿se encontraba cercado (Buchenwald)
    por un nocturno anillo de púas y latón?

    ....¿Cómo entender?
    Huracán en el tiempo de ideas y pasiones.
    Un huracán de biblias -dos estancias repletas
    de hermosas biblias- vi en un museo de Halle.
    Mas ellas, tan calladas, qué podían hacer
    por este fin de siglo,
    por este exacerbado y confuso progreso que no cree,
    aquí en el Este que ahora en el Oeste
    busca iluminación?
    ....Leamos en la Historia más reciente, en los túneles
    de las madrugadas de los ferrocarriles.
    ¿Y qué es lo que leemos?
    Un hombretón claveteado, con su cresta
    de gallo de un azul que fosforece,
    va y le exige limosna a un jubilado.
    ¿O será acaso a un sobreviviente
    del descompuesto industrialismo químico?
    El anciano le dice al joven que trabaje
    "como en los buenos tiempos"
    y éste, como respuesta, abofetea
    al hombre y lo llena
    de improperios soeces.
    ¿Son dos alienaciones, o dos épocas, las que expiran
    en un único túnel de ateridas baldoas,
    en el final del únel de un siglo que se cierra?
    ....Aun necesitamos los humanos
    respirar un espíritu concorde,
    palabras misteriosas que irradien
    sólo luz, como aquellas que invitaban
    a saber que "ya todo está en nosotros",
    a "ser uno con todo lo viviente".
    Pero ¿ha llegado a haber alguna vez,
    fuera de esa conciencia del poeta,
    paz perpetua, concordia para todos?
    ¿Dónde el tesoro oculto de la Historia,
    aquel de las palabras que eran mansas?
    Huracán de pasados y presentes.
    ......................................................Guadaña
    de las ideologías inflexibles,
    que no perdona nunca.
    ¿Cómo escribir la crónica de confusos terrores?
    ¿Un siglo y otro siglo se habrá de alzar la ira
    para talar el árbol de la música?
    ¿Hasta cuándo tendrá que rodar la cabeza de Orfeo
    sobre los pedregales de la Historia?

    Por eso, ante la tumba negra d él, yo le dije
    que me iba, pues no lograba oír
    las músicas de un tiempo,
    la música del  tiempo.
    Aun así, me llegaron unas ntas
    muy débiles del centro del acero,
    del centro de la herida de este siglo,
    de los soberbios muros deshechos del ayer,
    de los soberbios muros de cristales de hoy.
    Estábamos en Köthen.
    ......................................(Él tocaba
    en la penumbra de un templo vacío
    y había a sus espaldas una mujer callada
    que logró detener con su silencio
    la música encendida.
    Calló la grave furia -¿o eran silbos?- del órgano;
    se volvió, y allá abajo estaba ella,
    y un chal se deslizó de sus hombros al suelo.
    Se había abierto el amor, el otro amor:
    palomas en las torres del río,
    silbos de mirlos en los abedules,
    las manos en sus manos aún de niña.
    Teniendo a Ana y teniendo a Dios,
    ¿quién hubiera podido perturbar
    su espíritu, extraviarle en su camino?
    ....¡Tanto se han preguntado
    después por el secreto de su música!
    Amor es la respuesta,
    amor que en el amor va abrendo fuego
    con sus notas,
    Sólo amor es la clave de las claves).

    ...............


    ....Yo le había dicho que me iba lejos,
    aunque de lejos vine a visitarlo;
    pero la tumba negra,
    de repente, se abrió como una llamarada,
    como una cantata suya.
    (¿Acaso era la 140?).
    La negra tumba fue
    ("¡oh lámparas de fuego!")
    al fin como una hoguera musical.

    ....Creía haber sentido agujas en las sienes,
    algo muy parecido a un desesperado y espinoso
    combate de contrarios,
    cuando, en realidad, me hallaba en lo profundo
    del centro de mí mismo.
    .....................................Respiraban
    los montes.
    ...................Estaba en otra casa, simplemente
    en mi casa,
    con mis padres, mis hijos, y con ella.
    La sangre d ellos y la sangre mía
    me hablaban de los límites del ser,
    de una nueva frontera.
    ....Volví a sentarme frente al muro blanco.
    Entraba luz suave desde el jardín.
    Su masa de verdor, el paraíso
    de sublime quietud, de quietud engañosa,
    se movía invisible germinándl todo,
    madurándolo todo,
    abrasándolo todo.
    Incubaba la lz vida y muerte.
    ....Sin que apenas los labios se movieses,
    le dije a esa luz:
    quedar aquí o allá detrás de la frontera,
    pero donde se siembre la armonía;
    quedar aquí o allí
    mientras nos consumimos en el centro
    de esa esfera sin límites y sin llamas:
    la del amor que es tuyo y mío, y de todos.

    Halle-Ibiza, junio de 1996


    ANTONIO COLINAS, En la luz respirada, Cátedra, 2004


    Última edición por Pedro Casas Serra el Sáb 18 Mayo 2024, 06:36, editado 1 vez

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    Antonio Colinas (1946- Empty Re: Antonio Colinas (1946-

    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Mar 31 Ene 2023, 05:07

    Antonio Colinas es siempre magistral y multidisciplinar. El último libro suyo - de poesía- LOS CAMINOS DE LA ISLA, es una maravilla.

    Gracias, Pedro, por traer aquí a este autor.

    Abrazos.


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    Mensaje por Pedro Casas Serra Mar 31 Ene 2023, 05:32

    Gracias a ti, Pascual, por tu comentario. Coincido contigo en tu apreciación de Colinas.

    Un abrazo.
    Pedro

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    Mensaje por Pedro Casas Serra Sáb 18 Mayo 2024, 06:53

    .


    Dos poemas más de Antonio Colinas:


    De Truenos y flautas en un templo (1972):


    DE LA CONSOLACIÓN POR LA POESÍA

    También Séneca se habría emocionado
    de no estar hecho bronce moldeado en estatua.
    Ciprés, canal sucio de oro, de sol sucio.
    Aguas verdes cuajadas, algas frías,
    adelfas venenosas, amargura.
    Y el muro como un dios enfebrecido.
    También Séneca se habría emocionado
    (de no estar hecho bronce)
    cuando quema el rescoldo del astro
    las hojas limonadas
    y hay sangrientas heces acidulando el cielo.
    Un fraile tiene a Dios entre las manos.
    Un fraile tiene a Dios entre las berzas
    del huerto,
    debajo del naranjo.
    Ermita vericueta: plenitud, tapias rosas,
    el cementerio breve,
    el tomillo embriagante,
    las lápidas sin nombre.
    Desafinado órgano rasca a Bach
    y fray Antonio de Guevara,
    deshojado y mustio,
    descansa en un cajón carcomido del coro.
    También Séneca se habría emocionado
    (de no estar hecho bronce)
    de no tener los ojos bien roídos
    por las lluvias locas de los atardeceres
    profundos, tormentosos,
    y por las brujerías.
    Ay, ciudad maldecida, con entrañas de muerte,
    con piel morena, fétida,
    y un gran gusano verde en cada grieta,
    donde el musgo felpudo y los laureles agrios.
    Viene Dios,
    o la noche,
    o el último cadáver en su caja de cedro,
    balsámica,
    de raso enrojecido o cárdeno.
    Noche:
    ágata de franjas transparentes,
    lebrillo,
    moneda,
    trenza,
    ajimez.
    El bosque de eucaliptus,
    los senos de Eloísa,
    la linterna,
    la ermita donde Góngora oficiaba,
    el labio de los montes...
    Ay, Séneca se habría emocionado
    de no estar hecho bronce,
    de no haber entregado el corazón
    a la Filosofía.



    TRUENOS Y FLAUTAS EN UN TEMPLO

    Cuando mis pasos cruzan las estancias vacías
    todo el templo resuena como una oscura cítara.
    Oh mármol, si pudieras hablar cuántos secretos
    podrías revelamos. ¿Hubo sangre corriendo
    sobre tu nieve dura? ¿Hubo besos y rosas
    o sólo heridos pájaros debajo de las cúpulas?
    Vosotras, las antorchas de los amaneceres,
    ¿qué visteis, qué quedó en el fondo del ánfora?
    ¿Y el vino derramado, el vino descompuesto
    sobre los labios ácidos qué podría contar,
    qué podría decirnos que no fuese locura?
    El amor fue trenzando pesadumbres con odios.
    El amor hizo estragos en la firmeza humana.
    Hoy el otoño sube muy lento por las rocas,
    por las enredaderas, por las raíces dulces,
    por los espinos rojos, a este lugar secreto.
    De las tumbas abiertas brotan las mariposas.
    Las hojas entretejen rumorosos tapices.
    El agua de las fuentes: verdosa y enlutada.
    Casi tocando el cielo de los atardeceres
    el templo de la diosa, la pureza del tiempo.
    Cuando llega la noche sostiene los racimos
    de las constelaciones, es columna del mundo,
    dintel lleno de flautas, hondo pozo de estrellas.


    ANTONIO COLINAS, Joven poesía española, Cátedra, 1993


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