HOMÉRICA, LA ODISEA DE KAZANTZAKIS, MI ISLA DE ITACA Y MI TALLER DE IBIZA.
Las tantas veces que conversando con mi Elena, en mi isla de Itaca, adentro de mi taller de Ibiza , en donde me imaginaba a mi alma suplantada por Ulises, con mi perro ULK,
trasplantado con Argos; en donde siempre pensé en no perder a Elena, como antes la perdieran Menelao y Paris. Por que siempre pensando en la pérdida: como si la felicidad fuese eterna. Pero el sueño es no soltar nunca la felicidad y detenerla para siempre en nuestras manos. La utópica esperanza de no perder lo que se ama, como si nosotros fuésemos seres eternos.
Pero como en la Odisea, Elena es irretenible y en éste caso no serán hombres los que se interpongan en mi camino, será la cruel verdad de nuestra pequeñez ante las enfermedades, que hasta la fecha el hombre no ha logrado extinguir ni vencer en su paso a la muerte. Mi Ulises no podrá hacer nada ante la ventaja del cáncer y mi Elena destinada a desaparecer de mi isla, para irse a esa otra Isla desconocida en los confines del Cosmos. Cuantas veces conversamos el misterio impenetrable de la vida, sentados, tomados de la mano, con nuestras miradas asidas sin querer soltarnos, a sabiendas que cada día que pasa, esa enfermedad se tomaba el cuerpo sagrado de ella, y me decía a mi mismo en palabras mudas, que no había remedios, no había nada, pero sabía que era la otra Nada, la que nos iba cubriendo esta felicidad.
Cuanta diferencia con la Odisea Homérica. No existe la retención de mi idílico paraje de Itaca ni tampoco con el descrito por Kazantzakis. En mi Odisea, la pérdida será inevitable. Como inevitable es tener que vivir sin saber cual es el origen ni el destino nuestro. Queremos seguir unidos para siempre, pensamos en morir juntos, tomados de la mano, mas, la muerte manda y no sabemos quien es ella, de adonde viene ni adonde iremos. Y separa nuestras manos, las desune, para siempre.
Y la eterna verdad es que Elena y Ulises desaparecerán para siempre, como todo desaparece y se vuelve a la greda de la tierra, y pensamos, ¿seremos vasijas algún día? y le musité a Elena esos versos del poeta Rubio, de la "Greda vasija" y terminé con esa frase por la boca muere el pez y con el ruiseñor la tarde. Por que después de lo dicho, no quedará nada, si a lo mejor no se salva este escrito, que quise dejar para que viva tanto como la Odisea de Homero.
Fue una mañana de Enero del 2002, una de las últimas conversaciones sentados en el jardin mirando nuestros rosales, conversación que perdura, como martillando mi oído, grabando una canción, o haciendo poesías con hermosas prosas que quedaron colgando como hiedras en mi jardín de Itaca.
Que notable es la vida, incomprensible, inevitablemente triste, pero inexplicable.
Todo es así, preguntas sin respuestas, pero creo que vivir consiste en aceptar todo como es, a medida que corre el tiempo y se nos escapa de las manos antes que podamos resolverlo. Pero entiendo, que, esta palabra resolverlo, deberemos dejarla a un lado, pues no tiene objeto insistir en ello. Nos llevaría a juntar más eternas dudas de la realidad. A lo mejor ésta no existe. Nosotros al pensar y pensar, vamos creando irrealidades.
Pienso en el deseo de morir los dos juntos como un acto de amor puro. Que idea absurda, si no sabemos nada acerca del otro lado. ¿y si el acto de morir, se da, en cada uno por separado? ¿que objeto tendría entonces? Sólo un acto creado durante la vida de dos seres vivos, que inevitablemente se separarán al convertirse en arcilla, en polvo cósmico.
Por otro lado, no es corriente que dos seres unidos por el amor, se declaren infectados ambos por la enfermedad más incurable, y que se les enfrente en el término de su vida, uno al lado del otro. Con un espíritu de aceptación especial conversándolo todo, día a día, hora a hora, en una relación tan unida, sin separarse ni un solo minuto en sus ultimos días.
Y la crueldad última, de ser yo quien deba despedirse de su amor, al parecer borrándose toda idea de lo pensado hasta hoy, con la novedad que mi cáncer ha desaparecido después de la última operación. Y quedarme con la palabra escrita hasta hoy con la incógnita que toda la realidad ha sido aparente con mi vida.
¿debo agradecer por esta manera de resucitación? Posiblemente, pero quedar sin su otra mitad, es como sufrir de una amputación vital. Pero sigo pensando en todo lo expresado en éstas líneas sólo que hoy siento al escribirlas, una rara sensación que no sé expresarla, a lo mejor es, una exclamación vital, un no saber expresar la realidad de lo que siento por estar vivo, habiéndome hecho el ánimo de un final muy sentido, esperado, y que nunca llegó, hasta el día de hoy.
Cuando pienso filosóficamente acerca de ésto, prefiero no tener la respuesta adecuada, que hoy creo no existe, e insisto que mejor es dejarla para otro día , para mañana, a ver si amanece la idea más clara. Nunca he sentido más, que la vida me pertenece tanto como la muerte, y las veo que son hermanas gemelas.
Y ambas viven entre la naturaleza, los animales, los árboles, el cosmos.
santiago de chile, enero 2002.
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