3. LILIANNA SASHINA
3.3. ESBOZOS EN PROSA
3. 3. 5. Puesta del sol
.. El sol se deslizaba por el horizonte deliberadamente lentamente, dorando las antenas de televisión, los cables, dejando olas de cobre viscoso en los techos.
Pequeños pájaros apenas audibles pululaban en las hojas de serbal, sentándose y preparándose para dormir;
Cansados de la larga jornada, ya no gorjeaban, sino que chillaban, solo de vez en cuando uno de ellos imitaba algo parecido a un trino y volvía a apagarse.
Un gran abejorro golpeó el cristal de manera mesurada y concentrada, ora acortando, ora aumentando la amplitud del palmo, pero la pereza y el cansancio le pasaron factura: más pesado, rompió el zumbido de descontento en medio del sonido y cayó ruidosamente en las caléndulas.
Rosa ahumado, escarlata claro, lila hielo, como si el cielo no pudiera decidir y dar preferencia a una escala, diluyendo, diluyendo y mezclando tonos.
Las nubes se diluyeron, divergieron, se disolvieron.
De los álamos circundantes, cortando y desmenuzando las copas con sus duras alas, rompiendo ramas, grajillas y grajos se desprendieron,
rompiendo el silencio apenas reinante, fundiéndose en un arroyo negro que brotaba, denso, desesperado, que se balanceaba de un lado a otro;
El viento reemplazó a la sofocante falta de viento, parecía que eran los pájaros los que de repente volaban y lo creaban: racheado, salvaje, lleno de olores a ajenjo, grosella negra y jazmín.
Las ventanas de las casas lejanas, coloreadas por los últimos rayos, se convirtieron en espejos antiguos, lisos, del tono más regular del oro rojo,
y cuanto más se hundía el disco solar, más profundas y misteriosas brillaban;
hipnotizado, alcanzando un lujoso tono rojo.
..
El escarlata engrosó y eclipsó el resto de los colores, y a su vez fue reemplazado por uno gris oscuro, ocultando las copas andrajosas de los álamos, los contornos de chozas y cobertizos, y el borde desigual de un bosque de abetos en la distancia.
Grajos y grajillas volvían a sus nidos, daban vueltas y vueltas, empujándose unos a otros, discutían brusca y bruscamente, pero la oscuridad apaciguaba incluso a los más inquietos, y se quedaban en silencio.
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