PUERTO RICO
POESÍA SOCIAL
JAN MARTÍNEZ
EL POST ANTILLANO
ENTRE LUCES Y SOMBRAS CON JAN MARTÍNEZ
ENTREVISTA SÁBDO 13 DE FEBRERO DE 2016
Es un autor intenso, profundo, abarcador, intimista, polifacético, polifónico y polémico. Su verso enamora, pega fuerte, provoca a la reflexión del individuo frente a su propia totalidad. Es, como todo buen poeta, un ser sensible y rebelde, en contacto constante con las expresiones creativas que emanan de su ser. Su generación, la del 70, es una de rupturas y búsqueda de la autenticidad. La suya, una mirada introspectiva que brota en el reflejo de una personalidad lírica, dramática y quijotesca. Conocer al poeta, platicar con el poeta es una delirante ocasión que hoy recogemos en esta breve entrevista reveladora de su gesta artística y humana. Entrar en sus oficinas o en su hogar, es una fiesta de colores de cientos de libros y pinturas (suyas en su mayoría) colgadas por todas partes, un reflejo caleidoscópico del  alma de este autor puertorriqueño que hoy invitamos al espacio de Entre luces.
Jan Martínez, poeta, narrador, ensayista, crítico literario, columnista, editor, tallerista, periodista y pintor, nace en Puerto Rico en el pueblo de Vega Baja, en el año de 1954. Su vasta obra ha sido publicada en numerosas revistas, periódicos y antologías de Puerto Rico y el extranjero. Ha trabajado en Nueva York (1984-1990) como columnista de El Diario/La Prensa, como escritor residente de La casa de la Herencia Cultural Puertorriqueña y como profesor en Lehman College. En Puerto Rico, en la revista La Torre de la Universidad de Puerto Rico durante diez años y con las Series de Poesía Luna Nueva y Zinsonte. Actualmente, es profesor de literatura en la Universidad Politécnica de Puerto Rico y dirige la Revista Politecnê. Ha ganado el Premio de Poesía de la Casa Cultural Dominicana en Nueva York y ha obtenido Premios del Pen Club de Puerto Rico y del Ateneo Puertorriqueño. Entre sus obras se encuentran: Minuto de silencio (1977), Archivo de cuentas (1987), Jardín (obra escogida 1977- 1997, 1997), Prosas (per)versas (2000), La nueva sensibilidad (1995), Trasunto de Transilvania (2013), Palabras en Santa María Magdalena de Pazzis (2013), Redobles (2015).
IM: ¿Cómo comienza tu carrera poética?
JM: Comienzo mi vocación literaria escribiendo un par de poemas para el pequeño semanario Taíno de mi pueblo Vega Baja mientras cursaba estudios de Escuela Superior estudios en Escuela Superior. Luego mi maestro de español Julio Meléndez quien ejercería una enorme influencia en mi vocación literaria tendría acceso a estos textos que fueron utilizados como mi tesina para el grado de bachiller en Estudios Generales Posteriormente el profesor Meléndez y don Fermín Arraiza que eran directores y editores de la editorial Cibuco, también en Vega Baja publicaron mi primer libro Minuto de silencio, que inmediatamente tuvo una excelente acogida- para mi sorpresa- por críticos como José Emilio González, Manuel de la Puebla, Josefina Rivera de Álvarez, Luz Ivonne Ochart y Juan Martínez Capó entre otros.
Posteriormente, Juan Martínez Capó me brindaría la oportunidad de colaborar en la página literaria del desaparecido periódico El Mundo. Iniciándose así mi experiencia periodística que tendría su mejor momento cuando mi querido amigo, el trágicamente desaparecido,- asesinado por el narcotráfico- Manuel de Dios Unanue, Director del Diario/ La Prensa en Nueva York, me ofreció ser columnista del mismo. Manuel fue un extraordinario ser humano de una valentía pocas veces vista que enfrentó a través del periodismo al narcotráfico y la corrupción. Gran amigo y mentor que echo de menos en mi vida y que fue una pérdida incalculable para mí. Algo de esto ayudó a que se produjera mi primera publicación antológica ya que Che Melendes se acerca a mí y entablamos una relación cordial -que aunque duró muy poco –nada de extrañar, tratándose de este señor, fue motivo suficiente para que se me incluyera en la Antología de la sospecha(sic).
Es preciso decir que en estos años publicó en Palestra, Creación, Mairena, Ventana, Reintegro la revista del Instituto de Cultura y otras revistas universitarias. Además José Luis Vega me invita a formar parte de la Junta editorial de la revista Ventana. Son años de transición, múltiples lecturas y paulatinamente voy experimentando con nuevas dicciones hasta la publicación de mi segundo libro en Perú Archivo de cuentas libro que inicia un cambio de dicción en mi poética y que tiene una distribución continental y muchos de sus poemas se conocen en Latinoamérica y España. Este libro se publicó gracias a los buenos oficios de mi Maestro en CUNY-siendo yo, estudiante de doctorado, José Olivio Jiménez, quien fuera un entusiasta propulsor de mis trabajos iniciales y quien organizara los trabajos para la candidatura a Premio Nobel de Vicente Aleixandre y fuera profesor distinguido en CUNY y uno de los mayores críticos del siglo XX en el género de la poesía en lengua española. Pocas personas en mi vida he conocido con la capacidad crítica y la erudición en materia poética como la de este distinguido profesor ya fallecido a quien le debo el que una parte de mi obra pudiera salir del encierro colonial que todavía sufre nuestra escritura. Así como su amistad, sus siempre atinados consejos y sus clases de literatura en CUNY. Algunas de estos cursos los tomamos juntos Manuel Ramos Otero y este servidor.
IM: Cuando escribes además de lápiz o computadora, ¿qué otras condiciones necesitas o prefieres?
JM: Suelo escribir a computadora y en papel y tinta. Con tinta y papel de una manera particular ya que escribo sobre agendas de esas que regalan en las navidades con fechas y calendarios. Es decir que escribo sobre lo ya escrito en las mismas sin importarme si los versos caen o no sobre la tipografía de la agenda. O en libretas atractivas de buen papel que invitan a escribir y que luego repletas de apuntes, versos, poemas, dibujos, guardo en mi biblioteca y me sirven para mirar a través de los años, las maneras de mi escritura, los cambios de ruta, como pensaba en esos momentos, entre otras cosas propias del oficio. Son muy útiles estos manuscritos para los ejercicios de la memoria y para ver la génesis de lo escrito. En ocasiones me atrae más escribir con tinta y papel ya que encuentro un regusto particular en este medio con el que puedo divagar haciendo dibujos o salirme del texto para hacer anotaciones en los márgenes y otras cosas. Luego paso estos poemas a la computadora y corrijo. Corrijo mucho y edito más.
El poema termina en ocasiones siendo un trasunto del primer manuscrito. Luego a los poemas se les da un descanso vuelven a ser retomados y si la suerte conspira se publican. Para escribir necesito silencio y soledad. Muchas veces en las altas horas de la noche me levanto y trazo unas líneas que luego edito y comienza a surgir el poema. Siempre camino con una agenda o una libreta y en mi oficina en la universidad en ocasiones escribo algunos versos e incluso poemas completos. Solo necesito estar aislado lo más posible. Me gusta escribir en espacios cerrados donde la intimidad del enclaustramiento me ayude a concentrarme en la idea, en lo que voy a escribir. Así como que me siento protegido. Pero también puedo escribir ante la inmensidad de un paisaje. Lo acostumbro hacer cuando me escapo al campo. Aquí es otra la dinámica. El paisaje me invita y la poesía se transforma. Aparece la naturaleza. Cuando vivía en Nueva York el invierno era la más propicia de la estaciones porque imponía el encierro y yo amaba esa soledad, allí escribí Dibujos de fuego que fue primer premio del certamen de la Casa cultural Dominicana que tenía un certamen para poetas latinoamericanos residentes en Nueva York. Ese año el premio sorpresivamente quedó en el Caribe ya que el primer premio fue a mi puertorriqueño el segundo un cubano y el tercero a un dominicano. También escribí en Nueva York muchos de los poemas de Jardín.
IM: Hay dos libros en los que tratas el tema de la muerte con un toque muy especial y novedoso en Trasunto de Transilvania y en Palabras en Santa María Magdalena de Pazzis, poemarios que sorprenden al lector haciéndole arte y parte de las voces de seres fantásticos. ¿Cómo es que llegas a una idea que parecería macabra para muchos pero que ejecutas bellamente?
JM: Sobre la muerte no puedo decir casi nada en prosa- Creo que en estos momentos casi nadie puede decir algo que valga la pena en prosa en el género del ensayo filosófico, o la llamada escritura sapiencial de la que hablara Harold Bloom-. Es un tema tan obsesionante y misterioso que mis explicaciones o mis intentos de explicármela se encuentran en mis libros de poesía .Esto no quiere decir que haya triunfado en el intento pues sé muy bien que lo que enfrentamos con la muerte en última instancia es sufrirla en el mejor de la casos y en otras, los más iluminados experimentarla como una liberación. Nadie puede decir a la muerte, ella es quien siempre nos dicta las pautas, sin embargo es en el lenguaje de la lírica en el único que puedo acercarme a este vasto misterio. Por eso fue que los dioses en todas las tradiciones esotéricas le hablaron al hombre en poesía. Por eso le pido al lector interesado que mire estos textos donde podrá encontrar mis asombros ante este hecho tan particular de la muerte. Desde otra perspectiva en relación a la muerte yo me resigno a perder mi vida por ley natural, pero no me resigno a la idea de que la muerte pueda triunfar sobre la vida pues entiendo que toda aceptación de la muerte en esos términos implica más que una resignación un cansancio de la vida.
Sí te puedo decir que desde mi primera entrega, Minuto de silencio (1977) el tema me ha tocado (el título, por sí solo, así lo manifiesta). En este libro aparece un poema, Elegía azul dedicado mi amigo de escuela superior Juan Rodríguez quien muriera trágicamente, en plena juventud, ahogado en la playa de Vega Baja. Suceso que me marcaría para siempre. Luego ocurre la muerte de mi abuelo -ser al que más he amado en mi existencia- y cuyo deceso aunado al de mi amigo, constituyeron para mi temprana adultez, episodios muy angustiantes y difíciles de enfrentar. Ambas muertes me sumieron en una profunda depresión y pude tentarle los encajes a la soledad, a la angustia desde temprano. Es decir que mi obra poética a pesar de mi corta edad ya comienza con una preocupación que suele (no siempre por supuesto) generalmente aparecer en otras poetas en sus etapas finales de escritura como reflexión sobre este hecho impostergable. Así se inicia mi interés por el tema.
Luego compuse Palabras en Santa María Magdalena de Pazzis (2013) con Publicaciones gaviota y ya este libro de 106 poemas y cinco partes profusamente acompañado de fotografías es mi mayor intento de acercarme al tema. Desde diversas vertientes incluyendo la reflexión mítica, el aspecto social, los personajes que la sufren, el espacio donde se la recuerda y sus entes míticos como los ángeles y potestades.
Tendría por otra parte que aludir también al libro Trasunto de Transilvania (2013) en este texto trabajo más que con el tema de la muerte el de la inmortalidad y el tema del eros y el mal. El libro es el diario de un vampiro puertorriqueño Severino Lisboa. Es un texto híbrido de corte gótico donde aparecen poemas, epístolas, fragmentos y apuntes de diversa índole una especie de lírica novelada. Es el drama de un vampiro en sus relaciones amatorias con varias amantes víctimas de la sed del vampiro y también una meditación sobre la naturaleza humana: sangre y sexo unidos por una misma tragedia, la de este vampiro que sufre una profunda crisis entre su deseo de humanidad y su odio a la misma. Víctima de un deseo por lo humano, de una humanidad que a la misma vez repele y odia por su infinito catálogo de crueldades que lo llevan a preguntarse quién es el verdadero vampiro. Este se siente atrapado en el dilema de aceptar la mortalidad del humano con el mito del bien incluido o la inmortalidad maligna que conlleva el destino de todo vampiro. Es un texto gótico de los cuales se ha escrito muy poco en Puerto Rico. Sobre la belleza de la muerte te debo señalar que lo macabro contiene un extraordinario misterio. Desde las coplas de Manrique, hasta las danzas de la muerte (España) y macabras (Francia) medievales y los poemas posteriores, contemporáneos sobre el tema. La muerte conmueve, toca las fibras más profundas del ser. Y el ser aun en la muerte es una entidad donde siempre arde la belleza. Un poema es bello porque conmueve también. Pero no estoy hablando de esos emociones facilonas de las cosas lacrimógenas como los telenovelones. Sino de una experiencia más profunda, intensa, donde nos encontramos con uno de los momentos definitorios de la existencia: el de la vida en su encuentro con su disolución o el de la muerte dándonos sus soluciones… Pero quién puede saber a ciencia cierta sobre esto.
En el misterio acecha siempre la belleza. El cementerio es un lugar donde el hombre también despide a la vida dejando sus manifestaciones artísticas. Esculturas, mausoleos, caminos, árboles. El de San Juan invita al viaje es un cementerio marino. Su belleza es enorme .Rodeado por El viejo San Juan, El Morro, la mar, La perla. Creo que el que allí descansa, yace al lado de un gesto muy hermoso. Es el cementerio un lugar donde descansa todo el pasado que ya existe en el presente sino como polvo y ceniza y que solo tiene espacio en el futuro a raíz de las pretensiones de nuestra memoria. Buen lugar para meditar y reflexionar sobre el discurrir de nuestra existencia.
Por otra parte, mi obra es más vasta en su temática-por mucho- que el tópico de la muerte. Y es que en ocasiones es muy fácil para el exiguo comentario crítico del país encajonar a uno en esos compartimentos estancos en los que suelen terminar muchos escritores gracias a la miopía de la crítica actual. De hecho otra de nuestras mal llamadas críticas me ha encajonado como el poeta de la muerte. He escrito muchísimo más sobre el tema del amor, el paisaje, sobre temas propios del misticismo, Además en realidad nunca he escrito sobre la muerte siempre he escrito sobre la vida. Pero en materia de crítica que los muertos entierren a sus muertos. De hecho acabo de dar a la luz un libro (Re)dobles con publicaciones gaviota que toca un sin número de temas de la más variada estirpe. Y ahora sale De tanto mirarte la espuma con la Editorial Isla negra, que pretende establecer un diálogo con la poesía de Pedro Salinas y su famoso poema El Contemplado. Este poemario es uno de poesía pura y da la coincidencia que sale en la conmemoración del centenario del poeta español al que se le rendirá homenaje este año en Puerto Rico Ya veremos cómo me va con estas dos nuevas publicaciones.
IM: ¿Te consideras un autor oscuro?
JM: No, no me considero un autor oscuro sino uno que vive como todos en el claroscuro de la existencia y su decir. Con sus grises eternos y sus luces tan insistentemente utópicas. Debo confesar que la poesía es un buzo que gusta de navegar en aguas profundas. Ya que para las superficies en literatura está la prosa y su epidérmica sintaxis. Creo que la poesía es el más verdadero e imprescindible de todos los lenguajes. Es curioso leer a ciertos autores sobre todo aquellos que iniciaron su vocación literaria con la poesía para terminar siendo narradores mediocres. Yo escogí a la poesía o mejor aún creo que nos escogimos. Por eso prefiero dialogar con ella, experimentar con ella, buscar lo que siento que yace y seduce en las palabras pero que solo un particular sortilegio de ella- la poesía- podría de alguna manera desentrañar. Siento que es a través de la poesía que conseguimos mirar más allá de la sábana que encubre al fantasma que esconden las palabras. Esta de alguna manera es mi fe. Y me consta que toda fe es sospechosa. Y todo afán de certeza una vanidad. Por eso prefiero, a la ortodoxia de lo consabido en la prosa, la bella herejía de la poesía.
IM: ¿Leer o escribir, Jan Martínez?
JM: Leo mucho. Todos los días que puedo. Los que me conocen saben que esto lo digo con la mayor humildad, no por demostrar erudiciones que no poseo y que al igual que Borges me enorgullezco más de lo que he leído que de lo que he escrito. En este momento, estoy leyendo entre otros dos poemarios uno de Liliana Ramos Collado Últimos poemas de la rosa que considero un intento logrado de trabajar con una poesía más clásica, pura, retomando el tópico de la rosa, lo que no deja de ser admirable luego de tanta poesía sobre el tema y los ya consabidos y maravillosos versos de Rilke y demás poetas. Creo que consigue su propósito que es decir en su propia voz lo que le obsesiona del tema. Sin embargo, uno se queda esperando más. Creo que al texto le hacían falta más poemas. Pero eso es mi gusto y no desmerece lo escrito, al contrario.
El otro, de Aurea María Sotomayor Cuerpo nuestro me parece un intento fallido de poesía amorosa. También he terminado de leer los dos últimos libros del profesor Carlos Pabón Polémicas y Mínima política, que me parecen excelentes. Siempre aprendo mucho de este profesor que se complace en desmitificar tanto nacionalismo inoperante en este país, aunque no coincida necesariamente con todas sus posturas. Me sigue pareciendo muy acertada su crítica en su libro Nación postmortem a estas castas magisteriales de acólitos de cofradías pseudo –intelectuales que empantanan la producción cultural con sus defensas histéricas del lenguaje, la cultura y claro el presupuesto que las mantiene en sus sillas magisteriales.
No puedo hablar de la novela premiada de Eduardo Lalo por que no la he leído, siempre desconfío mucho de los autores del momento y de los llamados premios como ya te confesé. Leo novelas pero solo aquellas de las que tengo constancia de su calidad gracias a muchos excelentes lectores, amigos míos, que me hacen buenas recomendaciones. Y por supuesto los clásicos, Cortázar, Rulfo, Donoso, Borges, Cervantes y los clásicos. La Divina Comedia (aunque es poesía, sigue siendo espectacular claro ya se trata de Dante que es uno los mayores poetas de la historia).
Por otro lado, como me enseñó Roberto Alberty que en ocasiones de sequía literaria es mejor releer un buen libro que empezar uno mediocre. Él se había leído El arco y la lira, de Octavio Paz, 16 veces.
La experiencia como lector me ha enseñado que es preferible leer los márgenes que no empantanarse en los consabidos centros que dictan las pasajeras y peseteras modas literarias. Además, en el mercado editorial es más difícil hacerse de un nombre en la poesía que en la narrativa. Lo que me lleva a pensar en muchas cosas: en cómo sobrevivir el margen, la exclusión y en la falta de rigor intelectual de muchos lectores que podría llevar a muchos poetas a tratar de crear una poesía para complacer las mediocridades del mercado, o de convertirse en narradores y la falta de rigor crítico de tantos lectores porque no se puede excluir el velar por la calidad de lo emitido independientemente del estado actual de los receptores.
IM: En este sentido, ¿qué te parece la afluencia de poetas y publicaciones literarias en estos momentos históricos en Puerto Rico?
JM: Creo que en Puerto Rico, como decía mi padre, hay más poetas que matas de guineo. Y es que es muy fácil tomar un lápiz y papel o una computadora y emborronar unos versos mal cortados, cursis y plenos de los lugares comunes más horrendos de la más acartonada poesía decimonónica y romanticona y publicar un libro de autor o en alguna de las tantas editoriales criollas reales, virtuales o nonatas con su foto en la portada, por lo general agarrándose el mentón con la mano como si se le fuera a caer la cabeza de tanta enjundia, y así programar una presentación en algunas ocasiones con homenaje incluido, presentador incluido, proyector opaco con aburridísimas memorabilias de la ínclita existencia del nuevo autor- lo que lo convierte en un presentado más- con un coctel para la familia y los amigos y ya consumado el encuentro como reza el bolero todos dirán plenos de júbilo que estamos ante un poeta nuevo y los largos etcétera que semejante crimen conlleva. Esto es también sintomático de la pobre calidad de lectores que existe en el país.
Al menos, todavía, existen editoriales serias, con editores cuidadosos que se preocupan por atajar estos virus. La poesía es un asunto serio y se necesita de disciplina, rigor, dedicación (años de trabajo con sus decepciones al acecho) estudio de las tradiciones, del lenguaje y del quehacer, muchas lecturas, horas de soledad y mil cosas más que conllevan un gran caudal de sacrificio. No es un asunto de caprichos mal habidos. Ni un objeto para dedicarse homenajes.
También, son patéticas muchísimas de las lecturas de poemas donde aparecen decenas de aspirantes a leernos una andanada insoportable de mala poesía. Aquellos que todavía insisten y a los que el inmenso Tapia y Rivera llamó la pandilla de versómanos fusilables en sus memorias. Esto por otra parte y para ser justos, a pesar de lo insoportable que se hace en ocasiones este tipo de actividad tiene un lado positivo: demuestra el gusto, el deseo por la palabra, por el arte de la escritura.
En el campo de la narrativa, a mi juicio, el asunto me parece ser más decepcionante con las nuevas maestrías y talleres de creación donde se le otorga o vende un grado a una persona y se comprueba por un comité de dignos representantes de la Academia letrada que dan fe de los atributos del nuevo Maestro en Artes escriturales que ya es todo un autor, cuya tesis -claro está- es por lo general una novela de una señora o un señor que luego de largos años haciendo otra cosa se creyó el cuento de que para tener una vida cumplida había que tener un hijo, plantar un árbol y publicar un libro y así terminamos con toda esa avalancha de novelones con los que los programas de maestrías de algunas universidades cuadran el presupuesto. Esto sin contar si el árbol le salió torcido y el engendro un bambalán. En realidad me provoca mucho aburrimiento leer novelas contemporáneas. Se han simplificado de una manera tal que son sorprendentemente predecibles.
Pero quiero dejar claro que no estoy en contra ni a favor de los talleres literarios ni de ninguna otra índole, como tampoco de que se perpetren novelas pero ya hay tantas y muchísimas transcurren como un relámpago sin dejar ni siquiera el recuerdo de un fulgor- todo depende de las intenciones y de la metodología. Yo mismo he impartido bastantes talleres y ha sido una grata experiencia. Pero he sido muy claro al señalarle a los participantes del mismo que lo que me interesa es ayudar a crear buenos lectores y no pésimos autores que no ya escritores que eso es otra cosa. Además la magia nunca ha sido mi fuerte. Después de todo el helénico Homero nunca hizo una maestría en Atenas de creación literaria y la Ilíada me imagino que gracias a Zeus y otros olímpicos no le debe nada a estos nuevos títulos universitarios. Los talleres son necesarios y cumplen su función. Pero allí donde se inmiscuye el mercado y sus buscones con sus uñas sucias y su turbia conciencia todo se desvirtúa.
En cuanto a las publicaciones de poesía, en esta escritura seguimos con los guineos pero tiene una bondad este género para el lector hábil y es que en muchos libros con leerse una estrofa ya se puede obtener una idea de la calidad de la poesía incluida o con mirar esas portadas tan plenas de mal gusto con sus caligrafías en cursivas y ya se comienza a tener sospechas. Todas estas premisas funcionan como hacerle un análisis de sangre al texto .En relación al autor que falla en unos cuantos poemas de un libro prefiero no perder mi tiempo con él. Este es un género que no permite esos espacios fallidos. También es un problema la crítica que muchas veces no sabe nada de poesía y entonces perdida la brújula se puede naufragar con el marinero. Y es que la lírica es el género de más difícil comprensión y análisis. Por eso las maestrías y doctorados de muchas universidades están llenas de tesis sobre narrativa. Es más fácil.
IM: ¿Cuáles son los autores favoritos de Jan Martínez?
JM: Leo siempre nuevos libros pero releo mucho a varios autores, a Octavio Paz, Ernesto Sábato ambos en su vertiente ensayística, al filósofo rumano Emile Cioran, a mis autores de la- religiosidad zen y taoísta, a Fernando Savater, a Nietzsche, al sociólogo Zygmunt Bauman , a Roland Barthes, Umberto Eco, Fernando Mijares, a Jacques Derrida, y a infinidad de sociólogos y antropólogos dedicados a los estudios culturales. Y a los poetas sobre todo a Luis Palés Matos, a mi maestro Francisco Matos Paoli, Jorge Luis Borges, Vallejo, Parra; y gusto mucho de la lírica española contemporánea de los novísimos al presente, en particular Eugenio D’ors, Ana Rossetti, García, Montero, Luis Antonio de Villena, los hermanos Panero, Pere Gimferrer y muchos otros. También me encantan los hermanos Machado en particular Manuel Machado por su elegantísimo y aristocrático decadentismo, Miguel Hernández porque supo hacer del sufrimiento poesía y no un sufrimiento de la poesía. Y los poetas del grupo Cántico de Córdoba. Así como Jaime Gil de Biedma, Luis Cernuda, Aleixandre, Salinas, Guillen. Me siento más afín con la poesía española que con la hispanoamericana. Es un asunto de espíritu no de falsas solidaridades ni de castellanofilias al uso. Sin embargo me encanta la poesía de Eugenio Montejo, Baldomero Fernández Moreno, Manuel del Cabral, Pedro Mir, Franklin Mieses Burgos, Roberto Juarroz, Álvaro Mutis, Girondo y otros más viejitos como Huidobro, Parra, Darío y Lugones. El modernismo hispanoamericano me encanta y la poesía colombiana contemporánea que entiendo que es uno de los ejemplos más interesantes y conmovedores de la lírica hispanoamericana del siglo XX, con la que me tope en una excelente colección de la editorial Visor de España. En la poesía en traducción me gusta mucho Rilke, Elliot, George Trakl, Cesare Pavese, Salvatore Quasimodo, Rimbaud, Baudelaire, la poesía árabe de los califatos del sur de España a la que prefiero a la lírica castellana medieval por su elegante sensualidad, su colorido y su sorprendente modernidad en el lenguaje.
Para concluir quiero darte las gracias, Iris Miranda, por brindarme este espacio a través de El Post- antillano que entiendo que está realizando una labor de difusión y discusión de ideas con mucha calidad de página y afán de polémica que son dos de los atributos que conforman los buenos ensayos. Siempre me encontraré a su disposición
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