EMILIO PRADOS ( Estudio Crítico)
Emilio Prados: las dos versiones de
Jardín cerrado
ANTONIO CARREIRA
Cont.
Veamos ahora un caso diferente, el de “Muerto en el sueño”, no X de la
primera parte del libro II (El dormido en la yerba, título aún usado en el
poema XVI de este libro, p. 140, y recuperado en 1953 para la selección
de JC):
MUERTO EN EL SUEÑO
Aquí estoy. ¡Junto al jazmín!
Si por mí preguntan,
aquí estoy junto al jazmín.
Ay, amor, junto al jazmín:
arriba brilla el lucero, 5
sobre el agua su reflejo
y bajo el agua, mi sueño,
¡ay, amor!, junto al jazmín...
Amor: bajo el agua, muerto
junto al jazmín. 10
Amor, si por mí preguntan,
amor, sí, junto al jazmín:
¡toda la noche me oculta!
(JC, 1946, p. 130; PC, I, p. 851)
El poema, aunque no se le aplique denominación formal, es una canción
en el sentido juanramoniano que Prados empleará, posiblemente tomando
como modelo las incluidas en Canción, libro publicado en 1936 por
el poeta moguereño. Consta de trece versos, once octosílabos y dos más
breves: el 2, hexasílabo, y el 10, pentasílabo. El grupo central (vv. 4-
es
incluso una clara reminiscencia del zéjel. La palabra-rima jazmín se repite
seis veces, pero no hay versos sin asonancia: lucero / reflejo / sueño / muerto
(vv. 5-7 y 9) es la segunda, mientras que la tercera, la de preguntan (v. 2),
se recoge en el v. 11 y remata el poema (v. 13, oculta). Se plantea así una
oposición en los tres primeros versos, donde la asonancia ú-a (preguntan)
cede a la dominante -ín, propia del término más frecuente y destacado:
jazmín. Un dominio que al final se invierte, puesto que los cinco versos
últimos, sin perder de vista al jazmín, lo dejan en segundo lugar: “Amor,
si por mí preguntan, / amor, sí, junto al jazmín: / ¡toda la noche me
oculta!” (vv. 11-13). La admiración del verso resalta su importancia. No
pretendemos interpretar el sentido profundo del poema ni de ninguno de
sus versos. Nos limitamos a estudiar su prosodia, incluso su disposición
gráfica, y naturalmente su sintaxis y sentido literal. El poeta subraya el
hecho de estar oculto, aunque el lector sepa ya que él, o quizá su sueño
(v. 7), está muerto, bajo el agua (v. 9), y junto al jazmín. Pero esta frase,
repetida seis veces casi como si fuera un estribillo, no deja de ser un complemento
circunstancial, un rema, si queremos usar del tecnicismo, frente
al tema, que se reparte entre el verso inicial y el final: “Aquí estoy... / ¡toda
la noche me oculta!” (vv. 1 y 13).
El poema se reproduce tal cual en Dormido en la yerba (1953), pp.
75-76. Pero en la Antología de 1954 (p. 188) presenta dos variantes; la
primera es, obviamente, un desliz en la composición material: el blanco
entre vv. 3-4 aparece aquí entre vv. 4-5, a pesar de que el v. 5 empieza con
minúscula. La segunda es la que nos interesa: el poeta añade un octosílabo
al final del poema, uno de esos versos prosódicamente contradictorios,
puesto que lleva a la vez admiraciones y paréntesis, es decir, forte pero
piano, como si dijéramos una admiración en voz baja: “(¡Noche soy, para
vivir!)”. Lo que sorprende, en el añadido, es que cambia el turno tal como
lo establecimos antes, y hace ganar la competición a la rima de jazmín,
con la asonancia aguda de vivir. Si el v. 13 decía: la noche me oculta, y
así terminaba el poema en su primera versión, ahora el 14 precisa más
el concepto, ampliándolo: noche soy, para vivir. La canción, sin dejar de
serlo, adopta un final de romance en sus seis últimos versos (9-14), con
la asonancia -í en los alternos (10, 12 y 14), y termina con un toque algo
más esperanzado, en que el poeta se explica a sí mismo la razón de ser de
su ocultación, de su vivir al margen.
Podríamos creer que el texto ha cambiado de carácter, ha encontrado
su forma definitiva. Pero Prados, poco después de publicada esa Antología
por la que fue algo menos desconocido en España e Hispanoamérica,
se puso a preparar su gran Selección de 1959, que quedó inédita, y la
segunda edición de Jardín cerrado impresa al año siguiente. El poema del
que hablamos figura en su p. 63, y, sorprendentemente, recupera la forma
que ostentaba en la primera edición, con solo 13 versos. El añadido
en la Antología ha desaparecido. ¿Por qué? No lo sabemos. Sospechamos
que Prados, para esa segunda edición, hubo de enviar a Buenos Aires un
ejemplar de la primera, con algunas alteraciones manuscritas, pero olvidando
el cambio introducido en la versión de la Antología. ¿Olvidándolo
o anulándolo? He ahí una cuestión que no podemos responder.
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