VÍCTOR HUGO VISCARRA (1958 - 2006) ( El BUKOWSKI de Bolivia) [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Ayer, por ejemplo (creo que al mediodía), trajeron los restos de una cholita de unos veintitantos años de edad a la que la habían sacado del fondo de un barranco, lugar al que habría ido a parar presumiblemente por problemas sentimentales. Si bien no la encontraron en posición decúbito dorsal, estaba hecha mierda, porque, durante la caída, su cuerpo había chocado repetidas veces contra las salientes del barranco, que, al llegar al fondo, de la cholita no quedaba casi nada.
Toda ella era una miseria; pero, antes de que llegue el forense de turno para realizar un examen parcial de lo que quedaba del cadáver, con un alicate le saqué el engaste de oro de su dentadura, y -ojo clínico-, calculé que de allí se podía obtener tranquilamente unos ciento cincuenta dólares.
Con el tiempo uno llega a encariñarse con los muertitos porque -aparte de sus familiares y conocidos- nadie más se acuerda de ellos; muchas veces he sentido algo semejante a la tristeza cuando nadie viene a reclamar por uno de ellos. Se siente como si el corazón se nos rompiese en pedacitos, pues están abandonados y no tienen ni siquiera un perrito que les aúlle, a manera de despedirlos, cuando sus almas ya han abandonado para siempre este perro mundo.
Alcoholatum & otros drinks: Crónicas para gatos y pelagatos
Y trastoqué el presente y el olvido, el ayer y el futuro, el placer con la amargura, la piedad con el sadismo, el bienestar con la maldad; la coma con el punto, el aymara con el quechua, como si no supiera que, aparte de ladrar como los perros, yo era poeta, y nadie entendía ni un carajo qué era lo que había pretendido plasmar este poetaPublicado por
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LA AFILADA PLUMA DE DOS “SUCIOS” DE LA LITERATURA VECINA
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El infierno es un buen lugar[/size]
Los “Bukowskis” altiplánicos cuentan las cosas sin adornos. El peruano Sergio Galarza no defiende a un país que le ha negado un pedazo de tierra al hablar de conflictos limítrofes y el boliviano Víctor Hugo Viscarra, con más de 33 años viviendo en la calle, elige la calefacción del averno porque el cielo es muy frío. Sabe que morirá en la calle. Solo como un perro, alcoholizado. Estas son sus historias.
Nacion Domingo
Paulina Arancibia
“Me moriré en París con aguacero,/ un día del cual tengo ya el recuerdo./ Me moriré en París -y no me corro-/ tal vez un jueves, como es hoy de otoño.” César Vallejo escribió estos versos manifestando sus deseos de fallecer en la Ciudad Luz. El 15 de abril de 1938, cumplió su profecía.
A principio de los noventa aparece en Perú una camada de nuevos escritores que no miraban más allá de las fronteras. Sus temas eran la ciudad, los travestis, la adolescencia y los vicios de sus propios paisanos. Lo mismo ocurrió en Bolivia con Jaime Sáenz, quién trató de escribir sobre la marginalidad pero siempre a distancia, sin revolcarse en ella.
En Perú, los escritores Julio Ramón Ribeyro, Oswaldo Reynoso y Sergio Galarza rompen con la estética europea, y en Bolivia, el maldito Víctor Hugo Viscarra -desde los submundos de La Paz- extrae historias para escribir “El diccionario del Coba: Lenguaje secreto del hampa boliviana”.
Sobre el eterno conflicto Chile-Bolivia, Viscarra explica que ya han pasado más de cien años de la guerra. “Creo que todos nuestros presidentes han infectado al pueblo con chauvinismo. Sin embargo, el norte de Chile sobrevive gracias a la importación boliviana. Con el trabajo de la gente boliviana”.
Mientras, el peruano Sergio Galarza dice sobre la pugna que “en lo particular no me interesa como historia, pero me ha dado una idea más para un cuento viajero que estoy escribiendo. Mi país ni siquiera me ha dado un pedazo de tierra, por lo mismo no me interesa defenderlo”.
MATACABRAS DEL PERÚ
Julio Ramón Ribeyro, es el padre. Pero en la actualidad Sergio Galarza, es el mayor representante de jóvenes escritores de la corriente narrativa “realismo urbano” nacido en Perú en la década de los noventa. Galarza junto a otros autores llegó para hacer el recambio generacional que revitalizó el campo de la narrativa peruana.
La oferta creó una demanda y lo siguiente fue una reacción en cadena: muchos escribían sobre lo mismo hasta llegar a niveles de saturación temática. “Los críticos nos dieron con todo, muchos escritores se dejaron llevar por los dichos de éstos y no leían más que a Bukowski o se leían entre ellos”, sentencia Galarza. Autores que vagaban entre corrientes similares -el realismo urbano como el escritor Julio Ramón Ribeyro y el realismo sucio de Oswaldo Reynoso- ambas tendencias que incorporaban en su lenguaje la jerga juvenil y de claros referentes a la cultura pop, el rock y las drogas.
Sergio Galarza quien escribe como habla, en su libro de cuentos “Matacabras” abandonó cualquier tipo de preocupación o crítica social y escribe sin mayores pretensiones. El año ‘97 publicó “El infierno es un buen lugar” que incluía todos los temas que trata la literatura de la “realidad sucia”. Luego en el ‘99, lanzó “Todas las mujeres son galgos”; el año pasado las crónicas “Los Rolling Stones en el Perú”, y este año “La soledad de los aviones”. Para Galarza escribir es un ajuste de cuentas.
-¿El boom de escritores en la década pasada fue una especie de concesión con los nuevos gustos de los lectores?
-Sí, apareció una cantidad considerable de escritores que comenzaron a escribir de lo mismo, del mismo tema y ambientes. Así nació el realismo sucio peruano. La critica declaró sobre esta cría de escritores, que Bukowski era su mayor influencia, máximo representante de este género. Y ese dicho creó un fenómeno extraño, porque un tipo dijo una cosa y luego todos comenzaron a repetirlo, lo copiaban.
-¿Qué autores te influenciaron?
-Oswaldo Reynoso autor de los “Eunucos inmortales”, es el quien dio origen a toda esta corriente acá en Lima. En los años sesenta, Oswaldo comienza a contar historias con un estilo propio para usar la jerga. Usaba una forma poética. Él retrata desde un espacio más bien lúmpen, todos son delincuentes u homosexuales, roban carros, pero también tienen conflictos propios de adolescentes: se roba un auto, pero al mismo tiempo está pensando en una chica que lo acaba de rechazar.
-La crítica peruana dice que el realismo sucio peruano murió con Julio Ramón Ribeyro ¿cuál es tu opinión?
-Eso es como decir que después de Oswaldo Reynoso no hay otro escritor realista y eso es injusto ¿no? Ribeyro es el padre del cuento acá, además es uno de mis favoritos.
-¿Hay diferencia entre el realismo sucio y el realismo urbano?
-Sí, porque el realismo urbano acá empieza con el descubrimiento de una nueva clase social que son los desplazados. Por ejemplo Ribeyro, en su cuento “Los Gallinazos sin plumas” retrata por primera vez a esos personajes, los chicos que reciclan basura, retrata como era Lima en esos tiempos.
VISCARRITA MARGINALUna semana demoró Pablo Gozalves, editor de “Entre líneas”, en sacar de las calles a Víctor Hugo Viscarra, reconocido escritor boliviano, quién el pasado cuatro de mayo cumplió 33 años viviendo en las calles. Víctor se escapó de la capilla del Sagrado Corazón de Jesús, donde su amigo y editor lo había dejado, después de buscarlo entre protestas, desmanes y presidentes disidentes, para que a la mañana siguiente respondiera la entrevista que le pedimos desde Chile.
Trasnochado, ebrio y enfermo, al Bukowski boliviano aún le quedan energías para opinar del histórico conflicto entre nuestras naciones y arremeter contra un mundo que lo dejó fuera.
A los 47 años Viscarrita es autor de “Alcoholatum y otros drinks: Crónicas para gatos y pelagatos”, un texto autobiográfico que se agotó rápidamente. En vista del éxito obtenido regresó con “Borracho estaba, pero me acuerdo: Memorias del Victor Hugo”. A pesar de que muchos críticos lo han encasillado en el género biográfico, Víctor Hugo dice que lo suyo “no es crónica, no es biografía, no es cuento, no se define. Es una literatura in-nom-bra-ble”.
Aquí un recuento de la vida de Viscarrita. Por sus callejones, plazas y pensiones de mala muerte, tomando tragos baratos y escribiendo en lo que encuentra.
-¿Qué características de la realidad te atraen para escribir?
-Simplemente quiero lograr escribir sobre seres humanos, que como tal, tienen derecho a sus virtudes y defectos. Porque son seres a los que pisotean. Y yo, como soy el príncipe valiente quiero estar cerca de ellos y los defiendo. No tengo ni un centavo, y supuestamente a diferencia de Chile, somos el asco boliviano. Vivo en la calle y nunca tengo plata. Soy un pobre muerto de hambre. Entonces ¿Qué más realidad que esa para escribir?
-¿Cómo te formaste en la escritura?
-He tenido mis universidades: celdas, callejones clandestinos, casas abandonadas, puertas de calle, alojamientos... viviendo con mi gente, que es ¡mí submundo! mío solito. Me he criado en la basura, y he conocido muchos basureros y desde ahí escribo. Soy un antropólogo porque alguien tiene que reventarse por mi gente y eso me da premio. Además me tratan de alcohólico, me gusta el alcohol. Como te decía he vivido en la calle y gracias al alcohol he sobrevivido.
-A quién te sientes más cercano: ¿A Jaime Sáenz o a Charles Bukowski?
-Sáenz es un mediocre. Bukowski me gusta porque ha sido un deslenguado igual que yo. De él he leído “Erecciones, eyaculaciones y exhibiciones”.
-¿Cómo es tu relación con la noche?
-La noche te trata como una madrastra, pero así y todo no le tengo miedo. Hay momentos en los que tengo terror, cuando estoy cansado y quiero dormir... La noche ha sido mi compañera. El año pasado caí enfermo, me moría de tuberculosis.
-La soledad...
-La soledad. ¡La soledad, hay que vivirla!, he renunciado a muchas cosas. Por ejemplo a tener una familia, a todo, la soledad te destruye y hay que ser macho para aguantarla. Pero los amigos son la familia que uno quiere tener. Vivo en mi mundo. Estoy por mi gente, porque son mis delincuentes, son mis putas, mis maracos, mis mendigos, mis ladrones. El único portavoz que ellos tienen soy yo. Para mí la escritura es como una especie de desahogo, nunca esta ¡maldita sociedad! me ha dado algo.
-¿Y el alcohol?
- El alcohol me ha ayudado a funcionar, me ha protegido del frío, de todo. A los catorce años me independicé, tengo cuatro libros, “El diccionario del coba” tres ediciones, pero nunca he tenido plata, ni un plato de comida he tenido, pero no importa, yo vivo como vive mi gente del submundo boliviano.
-¿Tienes ego, vanidad?
-El año pasado en la Feria Internacional del Libro, al único escritor que le han hecho un homenaje en vida, ¡fue a mí!, no lo podía creer. Hay muchos que se sienten ofendidos con mi literatura. Con mi libro “Borracho estaba, pero me acuerdo”, he tenido tres juicios por difamación. Pero como no tengo un lugar fijo donde vivir, no pasó nada. Además todos los que me homenajean, son unos hipócritas que viven en la porquería. El Apocalipsis dice que vendrá el juicio final y habrá gente que se irá al infierno por sus actos, pero yo digo: me da igual, porque he vivido toda mi vida en un infierno.
-Qué piensas de Chile y los conflictos con Bolivia y Perú...
-Creo que la vida cultural en Chile debe ser muy rica. Digo porque no en vano tienen dos premios Nobel: Mistral y Neruda. Aunque no he leído mucho, porque esos libros son muy caros y yo no tengo ni un centavo, nunca tengo dinero. El histórico conflicto o pelea... ya han pasado más de cien años. Creo que todos nuestros presidentes han infectado al pueblo con chauvinismo. Prefiero estar en paz con ellos. Sin embargo el norte de Chile sobrevive gracias a la importación boliviana, digo con el trabajo de la gente boliviana, pero tienen derecho. Según la historia, eso nos pertenecía, pero donde estamos mal aquí, tenemos un mar de problemas acá en Bolivia que se deben resolver antes que cualquier otra cosa, pero los políticos desvían la atención hacía Chile.
-A qué crees que se debe el éxito editorial de autores como Bukowski o Fante...
-Sí es verdad, pero yo me llevo la fama de decir ¡EL EDITOR SE LLEVA EL DINERO!, una maravilla ¿no? Es que la gente lee lo que nadie se ha atrevido a escribir, y ¡vaya que escribo bien! Mi escuela ha sido la calle y la selección de pequeñas obras. Comencé en los ochenta a escribir, a publicar y nunca vi un centavo. La gente se interesa en mi literatura porque no disfrazo las verdades, escribo las cosas tal y como son. Es más, te cuento que en una discusión de ebrios uno me dice ‘Hijo de tal por cual’ entonces yo no le respondo ‘no es así, soy hijo de una señora de dudosa reputación’.
-¿Qué críticas le haces a las instituciones, como la Iglesia, la familia, en sus escritos?
-Creo que mi verdadera madre es la cigüeña. Hasta los doce años viví con mi madre y mi hermana mayor. Y el pan nuestro de cada día era una sacada de mugre. Ella me quemó las manos y me rompió la cabeza. Después me fui donde mi padre. Ahí tuve un problema con mi madrastra. Le dije: ella o yo. Él la eligió a ella. Y me fui a la calle.
-¿Qué quieres hacer ahora?
-Irme a la parroquia de mi amigo Humberto, uso su computadora y desahogarme en las teclas porque tengo mucho que decir. Quiero dejar un testimonio de que, aunque la vida sea dura, uno tiene que demostrar que tiene dignidad y nobleza, no queda otro camino.
-Conociste a Dios y terminaste jugando con el diablo.
-El diablo fue mi padrino de bautizo. La cosa es que el cielo es frío, en el infierno hay calefacción, prefiero estar abajo. Sé que moriré en la calle. Solo como un perro, alcoholizado. Y es más, no creo que me den el premio Nobel, porque como no tengo pasaporte ¿Cómo voy a llegar a Suecia?.
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Hace 10 años que conocí personalmente a Víctor Hugo Viscarra, cuando él difundía sus “Relatos de Víctor Hugo”, un volumen de cuentos que acababa de salir de la imprenta con memorables relatos como “Yo casto” o “Anoche, en un putero”.
Si bien ya tenía referencias del autor, famoso por su “Coba, lenguaje secreto del hampa boliviano”, fue una gratísima experiencia el estrecharle la mano, acto que marcó una larga amistad con el autor de “Borracho estaba pero me acuerdo”.
Una cirrosis y otras complicaciones lapidaron su cuerpo hasta llevarlo a la tumba. Viscarra no resistió más el embate de todas las desgracias que aquejaron su existencia durante 48 años.
Con su habitual buen humor, en su última visita a Cochabamba (vino por unos días y se quedó dos meses) con motivo de difundir su nuevo libro: “Avisos necrológicos”, Viscarra reclamaba que Los Tiempos solo le había dedicado una página, y los otros medios le dieron hasta dos llanas. “No te preocupes Víctor Hugo, cuando escriba tu homenaje póstumo te dedicaré el suplemento entero”, le respondía también en son de broma. Que lamentable y doloroso es, ahora, tener que honrar esa promesa.
Victor Hugo tuvo muchos y buenos amigos que lo acogieron y estuvieron siempre prestos a darle una mano, sin embargo esa mirada de profunda soledad que cargó hasta sus últimos días no se la quitaba nadie.
Y al recordar esa mirada uno se queda con una gran amargura en la garganta, pensando que tal vez se podía hacer algo más para cambiarla o, por lo menos, para distraerla por unos momentos.
Pero ya es tarde, Viscarra pasó a ese territorio tan recurrente en sus relatos y con el que se codeó día a día durante toda su vida: el territorio de la muerte. Quedan por hacer los homenajes póstumos.
Es cierto que llamaba fuertemente la atención la forma de vida que llevaba Viscarra, desapegado de su propia existencia, irónico y mordaz al extremo cuando se apropiaba de la palabra, además de bebedor insaciable. Sin embargo, es en sus libros donde uno encuentra y conoce la verdadera dimensión de la personalidad y la capacidad del escritor paceño.
Su descarnada prosa, sus descripciones aterradoramente realistas hasta el escalofrío, sus personajes que habitan “el otro lado de la frontera” (alcohólicos, prostitutas, cargadores, niños de la calle, e incluso perros marginales), causan una conmoción sin precedentes en quien lee sus escritos.
Un fragmento de “Recuerdo perdido en el deseo” dice: “Y fue ese mismo alcohol el que en un momento dado nos transformó de dos seres humanos en dos animales en celo; y el baño de dicha cantina, sucio y pestilente, donde se conjugaban vómitos y porquerías, se convirtió en nuestro tálamo nupcial. Tu te recostase sobre el inodoro, y mientras una de tus manos se aferraba a mis espaldas, con la otra sujetabas el picaporte de la puerta, mientras me susurrabas que me apurase porque alguien podía sorprendernos en pleno cachivache”. Y así es la literatura de Viscarra. Va más allá de los estrechos moldes o parámetros de la crítica o del espanto que pueda causar en algunos colegas suyos que le reclaman “mayores criterios estéticos” o “mejor manejo de la estructura del lenguaje”.
La producción literaria de un hombre que ha transitado las calles, el alcohol y la marginalidad por más de 40 años no puede ser diferente a su vivencia, y eso es lo que hizo Viscarra en sus cinco libros: Los ya citados “Coba…”, “Relatos de Víctor Hugo”, “Borracho estaba pero me acuerdo”, además de “Alcoholatum & otros drinks” y “Avisos necrológicos”.
Como adivinando su pronta partida, el destinó mimó a Víctor Hugo Viscarra en 2005: entrevistas por doquier, aperturas en suplementos literarios, homenajes, reportajes en la prensa internacional (lo bautizaron como el “Bukowski boliviano”), además de la edición de un nuevo libro (Avisos Necrológicos) y la reedición de dos de sus obras.
Sin embargo, gran parte de todo lo escrito sobre Viscarra se concentra demasiado en su vida, en lo anecdótico de sus vivencias, en su condición alcohólica o en su estatuto de “escritor de lo marginal”. Pero poco se ha dicho de su literatura.
Gran parte de los periodistas que han abordado a Viscarra han contado las “desventuras” de éste y han hecho “literatura” con su vida, más con afán de mostrar sus propias habilidades de narradores que difundir apropiadamente la producción narrativa de autor del “Coba”.
Sin duda, la vida de Viscarra de hecho ya se constituye en material invalorable para la anécdota y para una novela del género negro. Un encuentro fugaz con el escritor, un cruce de palabras y entre medio ironías, ocurrencias, experiencias, paranoias y persecuciones: un capítulo trascendental de un gran relato en tres minutos de diálogo con Víctor Hugo. Pero él no es sólo eso es, sobre todo, literatura.
Virginia Ayllón es una de las pocas escritoras que, en forma rigurosa y metódica, hace un análisis de la producción literaria de Viscarra. Entre otras cosas la académica dice “a la obra de Viscarra le corresponde —y le falta— una mirada literaria, despejando de una vez por todas esa mirada antropológica que en realidad es una actitud antropófaga. Hay que abandonar la mirada a la vida de este escritor y dejarse asombrar a través de la lectura literaria de su obra, dejar de perseguir el aura dejada por el escritor e ir tras su escritura…”.
Por fortuna la obra de Viscarra tiene un gran ejército de lectores, al margen de periodistas y críticos, que no permiten que los ejemplares se queden por mucho tiempo en las vitrinas de las librerías. La edición de “Borracho estaba pero me acuerdo” está prácticamente desaparecida y quedan unos pocos ejemplares de la segunda edición de “Coba” y “Relatos de Víctor Hugo”.
En noviembre de 2005, ignorando que las Parcas lo esperarían para llevárselo en mayo de 2006, Viscarra escribió en la dedicatoria de Avisos Necrológicos “…con la amistad de siempre, este libro que no es el último”. Y es que el escritor no descansaba en su afán de recopilar material para futuros relatos. Armado de un lapicero y un cuaderno escolar, permanentemente anotaba detalles de sus vivencias diarias que luego se convertirían en materia prima para futuros relatos.
Más de una vez confesó que tenía material suficiente para publicar otro libro. Más de una vez confesó también que perdió sus manuscritos o que le fueron robados en el “telo” que frecuentaba.
Víctor Hugo Viscarra será recordado sonriente, ebrio o sobrio pero siempre sonriente. Caminando por las calles de La Paz o Cochabamba, buscando a esos extraños personajes que se convertirán luego en protagonistas de sus relatos. Con su cuaderno de apuntes, con la fotocopia del último reportaje que le sacaron en la prensa. Con sus enfermedades, con sus lentes desaparecidos, con sus quejas, sus tristezas y… sus lágrimas.
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[size=32]Víctor Hugo Viscarra[/size]
Ante la proximidad del momento en que yo deberé marchar en pos de horizontes más halagüeños y promisorios, y como dicen que es menester y obligatorio dejar a quienes se quedan con lo que no podremos cargar hasta nuestra fosa, me he visto obligado a redactar una especie de testamento donde haré constar, cláusula por cláusula, la manera en que mis "bienes" –es mi voluntad– deben ser distribuidos, cosa que, después de muerto, no hayan quejas, peleas, litigios o desavenencias que puedan enturbiar mi paso de este mundo al otro. Para expresarlo mejor, ya que en vida nunca me dejaron en paz –y conste que yo soy paceño–, quiero que al menos en muerto me dejen morir tranquilo.
Y a todo esto, cuando uno se va para no retornar, ¿por qué siempre tiene que dejar constancia de sus bienes? ¿Será para apantallar a los demás demostrando lo que uno tiene y los otros no? ¿Acaso es un formulismo que hay que llenar para acceder al Purgatorio?Recuerdo los casos de aquellos carnales míos que, viviendo en paupérrimas condiciones y privándose aún de lo necesario, una vez difuntos hicieron conocer a los moros y a los que no lo son, que eran poseedores de ingentes fortunas que fueron aprovechadas por las primeras aves de rapiña que llegaron hasta esos botines.
Demás estaría el agregar que ellos fueron enterrados en fosas comunes y hoy tan sólo viven en el estómago de los gusanos que los devoraron, aunque ellos fueron más huesos que carne por las innumerables dietas forzadas a las que voluntariamente se sometían.
Hace mucho tiempo –según cuentan las crónicas– un avaro de esos, consciente del peligro que corría su fortuna ante la proximidad de su deceso, recibió el consejo de que, antes de morir, se la comiese o se la bebiese. Y él, ni cojo ni manco, hizo caso y, claro está, murió porque los billetes ingeridos le causaron tal congestión estomacal que su agonía, dicen, fue terrible.
Es por eso que, cuando aún me quedan fuerzas para redactar la repartija de mis bienes, los entregaré de acuerdo a las necesidades de mis herederos y las posibilidades mías. Empecemos.Todos mis libros, absolutamente todos, los dono a la Biblioteca de Alejandría, puesto como los he perdido irremediablemente, presumo que a ese lugar han ido a parar.
Aquellos libros que presté y no me los devolvieron, ¡ojalá! les sirva de mucho a los que, sufriendo de amnesia, no recordaron que dichos textos tuvieron un dueño original y si en un principio me sirvieron como guías y educadores, tengo la remota esperanza de que a ellos, a esos ex amigos, los saque del estado de analfabetismo ancestral en el que yacen.Los textos que me fueron robados, ignoro a qué manos han ido a parar, quedan en calidad de perdidos, porque, ya que no pude hacer nada para retenerlos, menos puedo hacer para recuperarlos.
Mis pensamientos los cedo a la humanidad entera, no para que los aprovechen sino para que aprendan cómo en el más completo estado de abandono, un ser humano puede cultivarse y educarse sin pasar por institutos, universidades, simposios, congresos, postgrados, maestrías y demás tucuymas.Todas mis deudas se las dejo generosamente a mis acreedores, porque sabiendo que yo vine al mundo sin traer nada ¿cómo voy a tener algo para pagar deudas a otarios y prestamistas? Ya lo decía mi ex amigo Ojo de Vidrio: "El deber es de caballeros y el cobrar es de cholos".
Además, ¿por qué tendría que pagar algo si no recuerdo haber recibido préstamo alguno? Lo que sí sé es que cada obrero es digno de su salario. Por lo tanto, lo único que hice fue cobrarme las lecciones que les di, pues, desasnándolos, los culturicé un poco (digo "un poco", porque tampoco puedo hacer milagros volviéndolos genios en dos patadas y un t’ajlle) y ese tipo de vocación de servicio no tiene precio conocido.
Las pocas ropas que poseo son sólo para mí, porque si las cedo a alguien, ¿con qué voy a cubrir mis desnudeces? Tuve mucha ropa y gran parte la he obsequiado. Otras las presté y no me las han devuelto. Las más fueron "nacionalizadas" apenas yo abandonaba aquellos refugios espontáneos donde, en las noches y en los días, iba a reposar mi cansancio. Si bien en muchas oportunidades yo me jactaba de poseer buenas colecciones de prendas de vestir, también existen fechas como la presente, cuando las madrugadas me sorprenden vistiendo tan sólo una muda de ropa. Por eso es que determino que mis pobres harapos los dejen conmigo. Que no se los lleven, que me permitan conservarlos. Aunque, claro está, si a alguna persona les son de utilidad todavía, se las entreguen, que yo, solidario como el viento que sopla por igual a los mortales, animales y minerales, creeré haber encontrado en ese viento generoso, el abrigo que cubra mis partes púberes y caliente mis anquilosadas extremidades.
A los que se jactaban y se jactan todavía de ser mis enemigos, les dejo mi perdón, con la certeza de que jamás tomé en cuenta sus malevolencias. Siempre supe que es mejor no vivir amargado colocando una venda de indiferencia a los ultrajes recibidos, perdonar agravios e injurias para reconciliarse con Dios y con el diablo y, por ende, con la propia naturaleza.
Mi pobre corazón, hecho pomada desde los tiempos en que éramos ingenuos y cándidos y con el que recorrimos los caminos de la frustración y el desengaño, lo dejo a todas aquellas personitas que se divirtieron hasta el cansancio con sus artimañas y juegos sentimentales. A esas personitas que supieron poner en práctica sus ardides y mañas femeninas, lastimando a su gusto mis pálidos estertores personales, para dejarme llorando mi desconsuelo en cantinas y chicherías, donde estúpidamente yo moría ahogado en ingentes cantidades de licor, resucitando en medio de mi tragedia y volviendo a morir, mientras ellas, felices y contentas.
Sólo a ellas les pertenecen los guiñapos de mi devaluado corazón, los restos que quedaron de mi compañero de caminos y amaneceres. Si ellas, que fueron, son y serán siempre para mí las criaturas más bellas que poblaron la tierra, desean guardar leve memoria del único ser que las ha adorado como a diosas, desde donde yo esté, siempre irá para ellas una oración de agradecimiento porque, con sus besos, sus mimos y sus desdenes, sus burlas y sus palabras melodiosas, lograron darme el aliento y fuerzas necesarias para que yo persista en se camino pedregoso de pretender ser amado, sin reconocer que amar era algo que yo nunca había aprendido.
* Extraído de "Alcoholatum y otros drinks" de Víctor Hugo Viscarra, quien falleció a causa de una cirrosis avanzada la semana pasada a los 49 años. A diferencia de muchos "escritores del submundo urbano", Viscarra contó lo que vivió a través de sus libros: "Coba. Lenguaje secreto del hampa boliviano" (1981), "Relatos de Víctor Hugo" ((1996), "Alcoholatum y otros drinks" (2001), "Borracho estaba pero me acuerdo" (2003) y "Avisos necrológicos" (2005).
(TEXTO SACADO DE: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] )Publicado por
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No se realemnet como empezar esto, creo que lo primero que se me viene a la mente es una frase en un articulo sobre la muerte del escritor ryumano E.M. Cioran:
"... a Cioran no lo mato la muerte, a Cioran lo mato la vida. Tras 84 años de estrellar sus puños contra el desprotegido rostro de Dios, esta vida logro penetrar por todos sus orificios, hasta consumir a la mas explosiva y volcanica maquina de ira..."Creo que lo de Victor Hugo fue algo parecido, aunque talvez lo suyo fue producto de su deseo de no llegar a los 50 años vivo.
Como justo honor a este genial escritor, a mi parecer uno de los mas impresionantes de Bolivia junto a Rene Bascope, propongo a todos hacer publica toda la obra de Victor Hugo Viscarra, lejos de uno que otro editorcillo de tres cuartos que pretenda enriquecerse con sus libros, propongo hacer todo lo posible por
difundir de manera gratuita todos sus textos (sus libros, sus entrevistas, los articulos que hablan de el, sus textos ineditos, etc...) por internet, en versiones de word o pdf, pasarlos en cadenas, subirlos a los blogs, fotocopiarlos, para que cualquier persona pueda acceder a ellos.
Todos estan invitados a piratear.
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