por Lluvia Abril Dom 11 Oct 2020, 00:53
José Manuel Caballero Bonald
LAS ADIVINACIONES
Del libro Las Adivinaciones
1
Esta palabra de hoy, esta rabia inicial
de cada día que va depositando en la memoria
su rastro jadeante, su terror al vacío,
rescatada en el sueño a fuerza de perderla,
de irla haciendo veraz,
dúctil como una arcilla impresa en lágrimas,
pierde pie poco a poco hacia un borrón de olvido,
hacia sombras inicuas donde es número el hombre,
donde amar es rendirse entre brazos anónimos.
Allí la vida asigna su identidad liviana
al corazón más puro, a los labios más viles,
a la muda conciencia que traza frente al tiempo
la diaria impostura turbadora
de una creación con tramites de fábulas,
con quiméricos rasgos de ansiedad e impotencia.
Soy muchedumbre
que deriva en las aguas de un tenebroso asedio.
Mi memoria concibe sus propios simulacros,
Materias conocidas de todos,
sueños recién vividos que van de boca en boca.
¿Por qué entonces—me dije—mi voz vindicativa
hiere y besa y se extingue
cuando ahora la fundo con el metal del tiempo,
cuando quiero que sirva para amar de otro modo?
¿Qué desdén me amordaza cuando busco y pregunto
a otro ser que restaura su paz con el silencio?
2
Esta boca tenaz que entre sus luces germinales
sintió acudir un día
hasta sus recurrentes huecos de ignorancia
los signos más humanos (las adivinaciones,
las despeñadas ansias de náufragos espejos,
el soplo despiadado de una historia sin nadie,
las preguntas que giran sin respuestas),
hunde al fin en lo oscuro su abdicación inútil,
se deshace en el ocio funeral del deseo
y junta sus hallazgos a la órbita cruel
de ese flujo de la vida que la vida intercepta.
Allí transita el mundo,
reparte entre miserias un pan copulativo,
inventa la esperanza, esa flor imposible
que brota desde el fondo de la noche
estrechando los sueños con emoción idéntica.
Allí los cuerpos crecen, se acompasan,
ciegos y semejantes,
hacia la esclavitud de una palabra sola
en cuyo fuego vamos consumiéndonos,
en cuya fosa yacen afines los hastíos.
Soy pasión que se alimenta entre animales
ávidos y escorias y aventuras
entre nombres que han hecho su verdad con mentiras,
amor y desamor jamás distantes.
Todo lo que me cerca en mí palpita
Como una indagación ya en su origen frustrada
Donde es poco estar vivo, es poco
Abrir los brazos siempre, consumar los deseos,
Apagarse en la sed de todas las bellezas.
Mío es el tiempo—dije--, podré saber quién soy.
Poblada está mi boca de piedras o de senos,
de carnales despojos,
de trabajos regidos por las renunciaciones,
de basuras que aún sirven a mis hambres.
Si es verdad esa herencia, ¿por qué entonces no ciño
con mi palabra de hoy, con mi historia ofrecida,
aquello que más amo, lo que tan torpemente
se me vuelve proclama de integridad inútil?
¿Cómo es posible que mi voz no ostente
ese borrón de fe que trazan en sus pechos
los otros, mis hermanos, los que a mi semejanza
reconstruyen la vida y contemplan sus límites
desde alguna gustosa perseverancia muda,
desde esa paz con rejas que es un labio sellado?
¡Un poemazo! Esto lo digo yo.
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