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“Exorcismo” por Carles Casajuana (La Vanguardia, 22-02-2021)
Si hay algo que siempre nos fascinará de Estados Unidos es la celeridad con que puede pasar de lo mas ridículo a lo más sublime. Todo es posible en todas partes. La vida es una fuente continua de sorpresas, en Barcelona, en Sumatra y en Cartagena de Indias. Pero en pocos lugares podemos asistir a un cambio tan vertiginoso como el que representó, hace un mes, ver a una joven poeta negra recitando un poema que hablaba de luz y reconciliación en la misma tribuna desde la que, hasta practicamente el día anterior, Donald Trump había estado sembrando el odio con sus mentiras y bravuconadas.
Durante cuatro años, la Casa Blanca ha sido escenario de la versión más kitsh del sueño americano, una pesadilla de millones de dolares dudosos, de engreimiento chabacano y de prepotencia insultante. Pero de súbito, el día que Joe Biden juraba el cargo como nuevo presidente, se convirtió en escenario del sueño americano en la versión más admirable, con una mujer de veintidós años , descendiente de esclavos, hija de madre soltera, que hacía vibrar al país con un poema propio escrito a propósito para la ceremonia, un poema que quizás no es una obra inmortal pero que ilustraba con gracia y lucidez la magnitud del cambio que se estaba produciendo.
¿En qué otro país los votantes elegirían como presidente a un personaje tan detestable como Donald Trump? Que nadie mencione a Italia: comparado con el autoproclamado genio de Mar-a-Lago, Berlusconi es un hombre simpático, modesto, respetuoso de las leyes y, por encima de todo, un caballero. Pero, al mismo tiempo, ¿en qué otro país escogerían a una poeta principiante como Amanda Gorman para participar en una ceremonia que sabían que sería vista por medio mundo? ¿Y en qué otro país esta joven promesa de las letras se metería a los oyentes en el bolsillo con un poema tan bien concebido para expulsar de la residencia presidencial los fantasmas del trumpismo?
Dicen que en Estados Unidos solo cuentan los escritores que tienen éxito; que en Francia, todos los escritores cuentan; que en Inglaterra ninguno, y que en Australia, hay que explicarles lo que es un escritor. Es una broma que contiene una parte de verdad, pero que no releja el valor que los países anglosajones saben dar en momentos clave a la poesía.
En el ReinoUnido existe la institución del poet laureate: una especie de poeta de guardia nombrado por la reina a propuesta del primer ministro para que, durante un periodo de diez años, contribuya a elevar el prestigio público de la poesía y componga poemas para celebrar los momentos que considere dignos de recuerdo. La retribución es simbólica: 5.750 libras anuales para gastos y un barril de jerez para estimular su inspiración. A lo largo del tiempo han ocupado este singular cargo figuras como Tennyson y poetas del siglo XX tan estimables como John Betjeman y Ted Hughes. Que yo sepa, nadie les perdió el respeto por prestarse a esta función.
En estados Unidos, también tienen su poeta laureado, por un periodo más corto (dos años) y con unos honorarios más elevados (35.000 dólares al año). Lo fueron autores tan reconocidos como Robert Frost, Joseph Brodsky o Billy Collins. La poeta que hizo vibrar el país el día que Biden juró el cargo, Amanda Gorman, fue nombrada poeta joven laureada -una versión júnior del mismo cargo, concebida para popularizar la poesía entre la juventud- el año 2017, y esto permitió que Jill Biden, hoy primera dama, la vira en un recital de poesía y pensara en ella para la ceremonia inaugural de la presidencia.
Como sabemos, Amanda Gorman pasó el examen con matrícula de honor. De la noche a la mañana, se hizo tan popular como una estrella de rock, Hace un par de semanas, volvió a ganarse la admiración del país recitando un poema en honor de personas que han destacado durante la pandemia en la Super Bowl, el espectáculo más visto durante todo el año, ocupando un escenario por el que han desfilado figuras como Madonna, Michael Jackson o Beyoncé. ¿Se puede imaginar una forma más adecuada para elevar la popularidad de la poesía? ¿Cuándo se había visto un poeta en la portada de las revistas de mayor circulación?
Estos países demuestran que creen en el valor de la palabra. Hoy nos gusta pensar que la poesía es inútil y que precisamente por eso la necesitamos tanto. Pero la poesía siempre ha tenido un valor utilitario. Cuando no había televisión ni eslóganes publicitarios, la cadencia de la palabra poética servía para que la gente se uniera alrededor de consignas y de fórmulas fáciles de recordar y para revestir de dignidad las emociones de momentos de especial significación.
Desde la actación de Amanda Gorman en la Casa Blanca, no han dejado de aparecer artículos en la prensa de Estados Unidos reclamando más horas dedicadas a la enseñanza de poesía en las escuelas. Su nombre inspirará a partir de ahora a millones de personas de todo el país. En los barrios más pobres, ¿Cuántas niñas no soñarán en ser un día como ella?
Ningún presidente republicano ha invitado nunca a un poeta a participar en su ceremonia inaugural. John Kennedy, que invito a Robert Frost, dijo una vez: “Cuando el poder convierte al hombre en arrogante, la poesía le recuerda sus limitaciones. Cundo el poder estrecha su ámbito de visión, la poesía le recuerda la riqueza y la diversidad de la existencia. Cuando el poder corrompe, la poesía depura”.
En la antigüedad, los hombres creían que la palabra poética era las más apropiada para dirigirse a los dioses y granjearse su benevolencia. También le atribuían la capacidad de someter a los demonios y privarles de sus poderes malignos. Este espíritu es el que Amanda Gorman invocó para exorcizar el trumpismo. Ojalá su voz reverbere durante mucho tiempo en la Casa Blanca.
Carles Casajuana (La Vanguardia, 22-02-2021)
“Exorcismo” por Carles Casajuana (La Vanguardia, 22-02-2021)
Si hay algo que siempre nos fascinará de Estados Unidos es la celeridad con que puede pasar de lo mas ridículo a lo más sublime. Todo es posible en todas partes. La vida es una fuente continua de sorpresas, en Barcelona, en Sumatra y en Cartagena de Indias. Pero en pocos lugares podemos asistir a un cambio tan vertiginoso como el que representó, hace un mes, ver a una joven poeta negra recitando un poema que hablaba de luz y reconciliación en la misma tribuna desde la que, hasta practicamente el día anterior, Donald Trump había estado sembrando el odio con sus mentiras y bravuconadas.
Durante cuatro años, la Casa Blanca ha sido escenario de la versión más kitsh del sueño americano, una pesadilla de millones de dolares dudosos, de engreimiento chabacano y de prepotencia insultante. Pero de súbito, el día que Joe Biden juraba el cargo como nuevo presidente, se convirtió en escenario del sueño americano en la versión más admirable, con una mujer de veintidós años , descendiente de esclavos, hija de madre soltera, que hacía vibrar al país con un poema propio escrito a propósito para la ceremonia, un poema que quizás no es una obra inmortal pero que ilustraba con gracia y lucidez la magnitud del cambio que se estaba produciendo.
¿En qué otro país los votantes elegirían como presidente a un personaje tan detestable como Donald Trump? Que nadie mencione a Italia: comparado con el autoproclamado genio de Mar-a-Lago, Berlusconi es un hombre simpático, modesto, respetuoso de las leyes y, por encima de todo, un caballero. Pero, al mismo tiempo, ¿en qué otro país escogerían a una poeta principiante como Amanda Gorman para participar en una ceremonia que sabían que sería vista por medio mundo? ¿Y en qué otro país esta joven promesa de las letras se metería a los oyentes en el bolsillo con un poema tan bien concebido para expulsar de la residencia presidencial los fantasmas del trumpismo?
Dicen que en Estados Unidos solo cuentan los escritores que tienen éxito; que en Francia, todos los escritores cuentan; que en Inglaterra ninguno, y que en Australia, hay que explicarles lo que es un escritor. Es una broma que contiene una parte de verdad, pero que no releja el valor que los países anglosajones saben dar en momentos clave a la poesía.
En el ReinoUnido existe la institución del poet laureate: una especie de poeta de guardia nombrado por la reina a propuesta del primer ministro para que, durante un periodo de diez años, contribuya a elevar el prestigio público de la poesía y componga poemas para celebrar los momentos que considere dignos de recuerdo. La retribución es simbólica: 5.750 libras anuales para gastos y un barril de jerez para estimular su inspiración. A lo largo del tiempo han ocupado este singular cargo figuras como Tennyson y poetas del siglo XX tan estimables como John Betjeman y Ted Hughes. Que yo sepa, nadie les perdió el respeto por prestarse a esta función.
En estados Unidos, también tienen su poeta laureado, por un periodo más corto (dos años) y con unos honorarios más elevados (35.000 dólares al año). Lo fueron autores tan reconocidos como Robert Frost, Joseph Brodsky o Billy Collins. La poeta que hizo vibrar el país el día que Biden juró el cargo, Amanda Gorman, fue nombrada poeta joven laureada -una versión júnior del mismo cargo, concebida para popularizar la poesía entre la juventud- el año 2017, y esto permitió que Jill Biden, hoy primera dama, la vira en un recital de poesía y pensara en ella para la ceremonia inaugural de la presidencia.
Como sabemos, Amanda Gorman pasó el examen con matrícula de honor. De la noche a la mañana, se hizo tan popular como una estrella de rock, Hace un par de semanas, volvió a ganarse la admiración del país recitando un poema en honor de personas que han destacado durante la pandemia en la Super Bowl, el espectáculo más visto durante todo el año, ocupando un escenario por el que han desfilado figuras como Madonna, Michael Jackson o Beyoncé. ¿Se puede imaginar una forma más adecuada para elevar la popularidad de la poesía? ¿Cuándo se había visto un poeta en la portada de las revistas de mayor circulación?
Estos países demuestran que creen en el valor de la palabra. Hoy nos gusta pensar que la poesía es inútil y que precisamente por eso la necesitamos tanto. Pero la poesía siempre ha tenido un valor utilitario. Cuando no había televisión ni eslóganes publicitarios, la cadencia de la palabra poética servía para que la gente se uniera alrededor de consignas y de fórmulas fáciles de recordar y para revestir de dignidad las emociones de momentos de especial significación.
Desde la actación de Amanda Gorman en la Casa Blanca, no han dejado de aparecer artículos en la prensa de Estados Unidos reclamando más horas dedicadas a la enseñanza de poesía en las escuelas. Su nombre inspirará a partir de ahora a millones de personas de todo el país. En los barrios más pobres, ¿Cuántas niñas no soñarán en ser un día como ella?
Ningún presidente republicano ha invitado nunca a un poeta a participar en su ceremonia inaugural. John Kennedy, que invito a Robert Frost, dijo una vez: “Cuando el poder convierte al hombre en arrogante, la poesía le recuerda sus limitaciones. Cundo el poder estrecha su ámbito de visión, la poesía le recuerda la riqueza y la diversidad de la existencia. Cuando el poder corrompe, la poesía depura”.
En la antigüedad, los hombres creían que la palabra poética era las más apropiada para dirigirse a los dioses y granjearse su benevolencia. También le atribuían la capacidad de someter a los demonios y privarles de sus poderes malignos. Este espíritu es el que Amanda Gorman invocó para exorcizar el trumpismo. Ojalá su voz reverbere durante mucho tiempo en la Casa Blanca.
Carles Casajuana (La Vanguardia, 22-02-2021)
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