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Fina García Marruz (La Habana, 28 de abril de 1923-La Habana, 27 de junio de 2022), fue una poetisa e investigadora literaria cubana, que ha recibido numerosas distinciones entre las que destacan los premios Nacional de Literatura 1990, Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda 2007 y el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2011.
Biografía
Estudió la primaria en el Colegio Sánchez y Tiant y el bachillerato en el Instituto de La Habana; se doctoró en Ciencias Sociales en la Universidad de La Habana (1961). Publicó su primer libro de poemas a principios de los años cuarenta y perteneció, junto a su esposo Cintio Vitier, al grupo de poetas de la revista Orígenes (1944-1956), creada por José Lezama Lima.
Su obra poética ha sido traducida a varios idiomas y ha formado parte de numerosas antologías. Sus ensayos y poesías, además de en libros, han aparecido en diversas revistas y periódicos, como Lyceum, Nueva Revista Cubana, Cuba en la Unesco, Islas, La Gaceta de Cuba, Unión, Revista de la Biblioteca Nacional o Anuario Martiano.
Desde 1962 fue investigadora literaria en la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí y desde su fundación en 1977 hasta 1987 trabajó en el Centro de Estudios Martianos, donde fue miembro del equipo encargado de la edición crítica de las Obras completas de José Martí. Ha viajado a Checoslovaquia, España, Estados Unidos, Francia, México, y la Unión Soviética.
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Diez poemas de Fina García Marruz, de su obra Las miradas perdidas, 1951:
UNA DULCE NEVADA ESTÁ CAYENDO
Una dulce nevada está cayendo
detrás de cada cosa, cada amante,
una dulce nevada comprendiendo
lo que la vida tiene de distante.
Un monólogo lento de diamante
calla detrás de lo que voy diciendo,
un actor su papel mal repitiendo
sin fin, en soledad gesticulante.
Una suave nevada me convierte
ante los ojos, ironistas sobrios,
al dogma del paisaje que me advierte
una voz, algún coche apareciendo,
mientras en lo que miro y lo que toco
siento que algo muy lejos se va huyendo.
EN LA PEQUEÑA MESA
En la pequeña mesa se han reunido
el retrato, las flores y el hilado,
juntos en la mirada los que han sido
apartada figura, tarde, prado.
Hilo a su nívea tarde entretejido,
flor que afuera el recuerdo ha comenzado,
persona que ya el fuego ha destruido.
Interminable olvido goteado.
Sueña el retrato por mi vida oscura,
junto a otra tarde mira y se detiene
y en mi recuerdo extraño se madura.
Vendrá la muerte sobre el viejo día,
seré yo en una tarde diferente
y en otros ojos lucirá mi vida.
LAS GANAS DE SALIR
Las ganas de salir, las hilanderas
de la humedad violeta y de la lluvia,
las ganas de salir que el oro estudian
del cielo que ha lucido como antes.
Las ganas de salir, no lo de afuera,
iluminan el tedio de la casa.
Tornan lila el sofá, honda la taza
de leche por la tarde verdadera.
Extraña exactitud con que te imprimes
en el alma que estaba en otra cosa.
¿Por qué tornas real lo que suprimes
con el dios del deseo? ¿Y a qué huíamos
a la ciudad vacía y prodigiosa?
Salir es ya el paisaje que queríamos.
YO QUIERO VER
Yo quiero ver la tarde conocida,
el parque aquel que vimos tantas veces.
Yo quiero oír la música ya oída
en la sala nocturna que me mece
el tiempo más veraz. Oh qué futuro
en ti brilla más fiel y esplendoroso,
qué posibilidades en tu hojoso
jardín caído, infancia, falso muro.
¡Sustancia venidera de la oscura
tarde que fue! ¡Oh instante, astro velado!
Te quiero, ayer, mas sin nostalgia impura,
no por amor al polvo de mi vida,
sino porque tan sólo tú, pasado,
me entrarás en la luz desconocida.
EL BELLO NIÑO
Tú solo, bello niño, puedes entrar a un parque.
Yo entro a ciertos verdes, ciertas hojas o aves.
Tú solo, bello niño, puedes llevar la ropa
ausente del difunto, distraída y remota.
La ropa dibujada, el sombrero del ave.
Tú solo en ese reino indisoluble y grave
has tocado la magia de lo exterior, las cosas
indecibles. Yo llevo la ropa maliciosa
del que de muerte sabe y de amarga inocencia.
Tú no sabes que tienes toda posible ciencia.
Mas ay, cuando lo sepas, el parque se habrá ido,
conocerás la extraña lucidez del dormido,
y por qué el sol alumbra tus álamos de oro
los dora hoy con palabras y días melancólicos.
CANCIÓN DE OTOÑO
¿Conoces tú el país?...
GOETHE
Repitamos con tono de balada muy vieja:
“Cómo volver allí, cómo volver."
Puedo volver, amigo, al país más lejano.
Fácil sería ver la nieve y los ciruelos.
Pero enséñame, dime el intacto camino
que me llevó al lugar de nuestro encuentro.
Llévame a los hondos pasillos de la casa
en que estuvimos con frío aire de otoño.
¿Cómo volver allí, cómo volver?
Podemos caminar la tierra entera.
Cansados de buscar, preguntaríamos
“¿Cómo volver allí, cómo volver
al lugar que está sólo a unos pasos
de aquí, conoces tú el camino?”
Allí nosotros solos, los fugaces,
entre el muro real, la tarde eterna,
estuvimos hablando de los libros
preferidos, oyéndonos las voces.
Cómo volver allí, cómo volver,
si ya el pasillo está lleno de polvo,
y he visto ya mi alma totalmente
y no entro en mí como en un parque oculto.
Más que un amor que no es correspondido
o el futuro que mira un moribundo,
lo imposible es la casa en que estuvimos,
y cómo a mí me sonaban tus palabras.
Cómo volver allí, cómo volver,
a imaginar siquiera lo que fuimos,
la extraña adolescencia, los encuentros,
y los juegos más graves que la frívola vida.
¡Oh y los muros estaban como un hecho
irrefutable, más allá del deseo
de mis ojos fugaces y distintos!
La casa, sí, sólo un amargo engaño,
era frágil, mortal como los sueños.
Nosotros, los fugaces, los despiertos
¿cómo podemos di, volver allí?
Puedo volver, amigo, al país más lejano,
al país de la nieve y los ciruelos.
¿Mas adónde quedó tu traje oscuro.
Tus palabras y el ruido del otoño?
Puedo mirar a la verdad, los ángeles.
¿Mas aquella mentira en que creímos,
con ácida pureza, en los días secretos?
Puedo soñar el sueño más distante.
¿Qué quedará más lejos que la tarde
que acaba de pasar, parque encantado?
¿Conoces tú el país en que se vuelve?
Y sin embargo escribo sobre su polvo “siempre”.
Yo digo siempre como el que dice adiós.
VENDRÁ LA MUERTE
Vendrá la muerte a transformar el lila
reminiscente de tus trajes idos,
sorpresa será el césped conocido
y la taza en tu mano ya dormida.
Barroco el reverbero que encendía
la seda antigua de tu bata oscura,
no dorará el sonido y la dulzura
de las madrugadoras cucharillas.
Perderé tu manera de llamarme
que me hizo desear aún otro rato
en la tarde más fiel poder quedarme.
Y en traje nauseabundo y desasido
perderé la honda sombra, que no el árbol.
Perderé lo que había ya perdido.
LOS ASTROS
Entonces en la penumbra de la casa, rodeados de la frescura de los plátanos,
nos sentábamos en el columpio del portal, junto al cielo campesino
y entre estrella y estrella nos imaginábamos insondables abismos,
como el sobresalto en que caemos infinitamente a veces en el sueño.
Trataba de imaginarme el fin de aquel espacio,
donde ya no habría estrellas sino simplemente el vacío,
pero las estrellas continuaban infinitamente,
y volvían a empezar como en un círculo cerrado
del cual no pudiesen salir, ni dejar de ser nunca.
Entonces pensé en la imposibilidad de imaginarme nada,
tan incomprensibles resultaban el sin fin, como el término,
el círculo del ser me cercaba por todas partes
y la ilusoria nada se llenaba de pequeñas estrellas.
Lo inmenso no era mayor, ni menor lo pequeño
Estaba junto a mi pensamiento como junto a los más lejanos astros,
sin llegar nunca al fin, y entonces dije Dios mío,
qué puede ser el tamaño, y qué lo ilimitado,
como una música que amamos sentimos que no acaba
justamente porque era de aquel único modo.
Lo ilimitado surge del fin corno el aroma de una flor.
No como un antes, sirio corno un después, surgiendo de la dicha.
Yo te preguntaba qué puede ser el tamaño y qué lo ilimitado
soñando en los espacios más allá de mi alcance,
ni quién osará nunca extender sus medidas sobre el día.
Como la escuadra sólo puede medir lo que le es parecido,
como si no en el espíritu podremos comprender la más pequeña de tus nubes.
Como si no en el espíritu el espacio intocado en la procesión de los astros
suspendidos en el milagro, pesando sobre la tela más ligera del aire,
ni cómo podremos medir ese inaudito acto de amor,
el abrazo único del ser en que nos has envuelto para siempre,
y del que surge el sin fin como la sed del agua,
como el deseo del rostro, la memoria volviendo a su instante de dicha,
reconociéndose, nombrándose, mirándote, amándote,
en el absoluto sin tamaño de la luz.
LA DEMENTE
EN LA PUERTA DE LA IGLESIA
Ha cruzado el pasillo de la iglesia con leve aire triunfante en sus ojos de aislado desafío;
ha mirado a ambos lados con oblicuo desprecio mientras el absurdo esplende en sus medias amarillas;
y nos llega el fanático blancor de su vestido anudado extrañamente como súbita cólera
que deshace el pañuelo mugriento en la cabeza vagamente floreada y planetaria.
Vedla sentada a la puerta de su rostro, guardadora de un misterio perdido:
ved a la oscura lúcida, general como el viento, materia del milagro,
su ignorancia ha abarcado nuestro orgullo, se sienta en la otra orilla,
con distracción sagrada toca una vihuela suave y anacrónica.
En el nevado país de los mendigos, a la sombra original, remota cual la infancia;
más lejos que sus ojos, en el oscuro reino inalcanzable del anhelante tacto,
a cuestas con el enigma de su fealdad. Genialmente pasea como dama,
y la ironía dobla el borde de sus zapatos como el borde de la oscura risa.
Mirad que esa demente es quizás tan sólo un esplendor incomprensible,
pero decidme a qué alude su flor pintarrajeada, y esa tremenda suerte de aislamiento,
qué ha podido llevarla al extraño país de su avarienta mirada sujetando la miseria como una moneda.
Cuando el oro imposible de su cabellera esplende el aire que no podemos tocar,
decidme qué significa esa monstruosa diferencia como una estirpe sagrada,
cuya cordura distinta me deja temblando junto a la puerta, junto al siglo y las máscaras,
por las que pasa ella envuelta en fábula veraz de mutilada diosa, con una dignidad triste.
RETRATO DE UNA DONCELLA SICILIANA
Oh insondable misterio, rostro mío
en la sazón de tu juventud! Te tornabas
como las nubes silenciosas y profundas,
y eras adorable y nocturno comouna víspera.
Acá un temblor como de hoja rozada
en el gesto del hombro de inmaturo dibujo,
y asomando a los labios, una sonrisa antigua
más vieja que tu cuerpo y sus cambiantes ópalos.
Pero un momento apenas, un momento tan sólo,
se sosegó la vida sobre mi frente pura,
como el rompiente oscuro de un mar sobre la costa
arroja una ciudad anterior y tranquila.
Ah la flor en el rostro, misterio que me habitas,
perfección que me atraviesas un momento y que huyes.
Yo he sido habitada por una virgen y un espejo
que el tiempo no impulsó, y que el tiempo no apaga.
Nueve poemas de Visitaciones, 1970:
AY, CUBA, CUBA...
Ay Cuba, Cuba, esa musiquita ahora, de las entrañas, que conozco como un secreto que fuera mío y no tuyo, tú que eres porque no te has conocido nunca, óyeme, no te vayas detrás de esos extraños como una provinciana ilusionada por un actor de paso que la deslumbra con trajes gastados de teatro, acuérdate de la portada azul con lomerío atrás lejano, acuérdate del “mecido” como de cuna sobre la hoja, y el “va y ven” que entra y sale como un mar del olor del jazmín de noche, acuérdate de tu pulcro vestidito “de tarde”: no te vayas detrás de esos extraños, que cuando abras los ojos ya te habrán secado el alma y demudado el rostro que yo amaba. Erguida, modesta, valiente ay!, no serás nunca madre nuestra sino hija, Cuba, Cuba, loca mía, desvarío suave? Ay!, pudiera yo protegerte cantándote tus propios sones de conocimiento “color de arcano” , pudiera protegerte con tu propia rapidez tu honda lentitud! Pudiera decirte: no subas a esa alta montaña que tiene al pie todos los bienes de la tierra rebrillando aciagos, tú que nada supiste poseer, secreta y sola como alta palma, flor de desierto. Pudiera proteger los sones que me acunaron y que ahora oigo como si faltara ya poco tiempo para que fueras a morir. Escapa, escapa, pelota, pez, colibrí, escapa, a todas las posesiones, a todas las certezas, a todas las negaciones, a todas las dudas, escapa, cefirillo, de la nube negra al hondo azul. Azul es tu prestancia y lo azul tu secreto. Escapa, como mirada de preso, al aire y al espacio tuyos! 0 salta, enloquece, búrlate, “mi bien”, son suave, piérdete, acomete, abeja, miel, sinsonte, jilguerillo, a la sabana moteada, carmín, al “verdeclaro”. Que no te toquen, cuerpo glorioso, patria. Porque siempre fuiste “edén” de las primeras miradas que te vieron, “edén” de la trova humilde, principio y fin, paraíso: nada sino esto agarraste, nada sino esto entendiste, lejanía, nada sino que no era esto sino otra cosa que no podías entender bien. Ensoñación modesta, no te toquen. Yo sé que te vas y vuelves, vaivén! Que te meces y me meces, cadencia! Que te vas “lejos, pero no muy lejos”, aquí en el allí. Yo sé que tus palmas no rindieron homenaje al Hijo sino a su Huida! Por eso te pido ahora: reconoce! Regresa, Ave, con la Salutación!
YA YO TAMBIÉN ESTOY ENTRE LOS OTROS
Ya yo también estoy entre los otros
que decían mirándonos, con aire
de tan fina tristeza “Vamos, jueguen”
para apartarnos. Y en la penumbra bella
de los bancos del parque atardecidos
¿de qué hablaban, oh di, y quiénes eran?
Superiores, cual dioses, daban pena.
Se parecían muchísimo si lentos
nos miraban distantes, como un grupo
de árboles que une un día de otoño.
Ya yo también estoy entre los otros
de quienes nos burlábamos a veces,
allí como unos tontos, tan cansados.
Nosotros, los pequeños, los que nada
teníamos, mirábamos, sin verlos,
aquel su modo de estar todos de acuerdo.
Y ahora
que he caminado lenta hasta sus bancos
a reunirme con ellos para siempre,
ya yo también estoy entre los otros,
los mayores de edad, los melancólicos,
y qué extraño parece ¿no es verdad?
YA VIENE EL GRAVE OTOÑO
Ya viene el grave otoño, ya se anuncia
desde la misma tarde un poco pálida
del clarísimo abril. Un soplo frío
asoma en medio del verano a veces
cual importuno que golpea la puerta
de alegres comensales. Luego torna
la dulce espalda oscura, y no le vemos
ya más. Como el extraño huésped
así estos días interrumpen breves
el verano feliz que olvida y crece
junto a la abeja zumbadora, el brillo
del guijarro en el sol. El aire frío
hacia el pasado sopla y lo recorre,
y las hojas, ayer acariciadas,
se erizan levemente, sin violencia,
mueven el borde triste, un poco efímero,
mientras que en la alta copa algunos árboles
inmóviles retienen débilmente
el oro fiel de Abril, tal como queda
en reducida sala un bello objeto
de un pasado esplendor. Al fin acuden
alegres goterones, manchas puras
de agua salina entre las grises lozas
con fragante rudeza moteadas.
........Sabios o reyes de arrumbados huesos,
el mendigo, el idiota que caminan,
tienen su turno ahora, y el aliento
reciben de las hojas lloviznadas.
Pues simple es todo don. Así la vida
subyacente cual vena de oro pálido,
la vida elemental, quieta, goteada,
más honda que la dicha o que las lágrimas,
es lo más cierto. No la rumorosa
gloria del árbol verde, ni las ásperas
cortezas dulces de rugoso tacto
más bellas son que su ofrecerse puro,
pues por la luz cambiadas, tornar pueden
en la estación que vuelve. Estar, solo,
es ya el don. La tierra humedecida
desprende un vasto aliento. Todo es aire
y respirar inmenso. Sin sol casi
cual después de un ciclón la luz mojada
saca en relieve claridades duras,
se echa con las bestias inocentes
o se alza en breves vuelos forestales
de pardos pájaros. ¡Inexplicable
vivir! ¿No es ésta la hora acaso
de la oportunidad eterna? Ruede el cetro
de la infeliz corona y el legajo
borre esas tintas de caduca gloria.
........¿Queda menos grabado el lienzo puro
en que doncella virginal reposa
las manos bellas, que el instante vivo
en que mudas alzáronse y cayeron
en la rugosa falda, va de arcilla?
¿Es más eterno el aire del poema
que sopla un rato más, que el que se pierde
puro por siempre, apenas advertido
por el trabajador cansado que regresa
a su hogar rumoroso? De igual suerte
lo que fue alguna vez se graba y crece.
........Ni una apenas brotada florecilla
que un amarillo efímero levanta
donde nadie la ve, ni un solo hilo
de los cabellos que un instante alzáronse
se perderá en la sombra. Así, cual dioses,
los juegos de la luz entre las hojas
no cuidan de ser vistos. ¿Participan
de una ciega confianza? Nuestras horas
mortales como pájaros, gastamos
cual si fuéramos reyes. ¿Lo seremos?
Nadie en su muerte cree. ¿Y se podría
morir así? ¿Tan rudo engaño, ley?
¿Un recelo tari terco a tan rendida
confianza? ¿Y no sería más honda
que esta muerte real, aquella tímida
certeza eterna, aquella suficiencia
tranquila de sentirse en firme roca
de ser siempre asentados?
Dice el agua
que no, dice también la muerte
que nunca más, y la memoria tiembla
entre lo que ya fue o aún no ha sido.
Mas lo que es ahora mueve el leve
orgullo imponderable de esos árboles
firmes, si oscuros, a los que ha dejado
hace poco la luz. Venza el sentido
claro sobre el oscuro pensamiento.
¿0 serán nuestros huesos mucho menos
que fruta picoteada que se echa
y vuelve a crecer? Sople si quiere el frío
sobre el Abril radioso. Y estas hojas
amarillas que caen no nos asusten
más que el sombrero que voló algo lejos
de su dueña feliz, y que volando
de su paja dichosa y olvidada
a los gajos ancianos y a los pájaros.
1953
EL HUÉSPED
Qué raro es el amor, qué raro
aun entre amantes
que se aman, aun en el seno
de la casa materna,
la entrañable,
qué instante
tan raro aquel en que él irrumpe
de otro modo,
súbito como un golpe,
el amor dentro del amor,
qué raro ese minuto
de compasión total, pura,
sin causa,
sin posible respuesta
ni duración
posible, qué raro
que a nadie hayamos
amado, acaso, más,
que a ese niño ajeno, en México,
que a ese que pasó hablando
consigo mismo,
que a aquella odiada mujer,
porque, de pronto,
su bata de casa nos miró desolada,
un fragmento de su espalda
nos hizo llorar
como la más arrebatadora música,
qué extraña
crecida sin palabras.
Hemos corrompido
de mentira y de uso
la palabra
amor,
y ya no sabemos
cómo entendernos: habría
que decirlo de otro modo,
o callarlo, mejor,
no sea cosa
que se vaya, el insólito
Huésped.
TUS PEQUEÑAS PISADAS EN LA ARENA
Thy little footsteps on the sand
of a remote and lonely shore...
SHELLEY
¿Adónde fuiste tú, niño de oro,
que sonreías a una madre joven
que ya no existe? ¿Podrán acaso
tus brazos rodearla como entonces
o tus palabras ser cual el silencio
de tu callada confianza?
........................................Oh qué sola
la has dejado por siempre, tú que fuiste
la perfecta ventura de su alma.
¿Ni quién podrá acercarse a ese cerrado
misterio de la madre con su niño,
sin que entre los dos falte ya nada!
Por las piernas desnudas, sostenido
te lleva, y no lo sientes. Creces,
te alejas ¿dónde, dónde quedas?
No te guarda la muerte ni la vida.
¿Y dónde irías tú, niño de oro
en dónde te quedaste sonriendo,
en dónde sin tu madre que te busca,
en qué olvidado y fiero paraíso?
TAMBIÉN ESTA PÁGINA
También esta página la arrancará el viento final,
mojará el agua sus letras que se irán volviendo
impenetrables como la piedra, vanas como un lirio.
Sus contornos se irán deshaciendo como una nube
-como esas nubes que no saben ya decirnos
por qué ruedan tan tristes- perdida
ya la llave, desconcertado el vínculo.
NO AVANZA LA OLA SIEMPRE: RETROCEDE
No avanza la ola siempre: retrocede
para embestir de nuevo con más fuerza.
Siempre no sube el fuego. Oscilando
con su temblor alumbra, fiel, la vela.
Parpadear que es de fuego y de vigilia
del alama viva. Todo lo viviente
ha de avanzar así, con inseguro
paso que rompa la tiniebla espesa.
Gana perdiendo así, cree dudando,
su fuerza aumenta en la retrocedida
fatal que lo derriba por el suelo.
Porque nada se pierda: tú has querido
que el descender acrezca la subida,
perdamos como olas, como fuegos.
QUIERO ESCRIBIR CON EL SILENCIO VIVO
Quiero escribir con el silencio vivo.
Quiero decir lo que la mano dice.
Porque tú lees mejor el texto vivo
y el alma, en su guerrear callado, escribe.
A veces la ola blanca da en la roca
de espumeantes cavernas y sus fauces
orla con su jirón que hace y deshace
letras que tú descifras. Que la boca
calle y entre a lo blanco en la esforzada
faena que se pierde. La luz poca,
mi alejarme de ti de cada día,
pausas son del sentido, inacabadas
imágenes de mí. La línea tosca
salta y completa tú la melodía.
SI MIS POEMAS
Si mis poemas todos se perdiesen
la pequeña verdad que en ellos brilla
permanecería igual en alguna piedra gris
junto al agua, o en una verde yerba.
Si los poemas todos se perdiesen
el fuego seguiría nombrándolos sin fin
limpios de toda escoria, y la eterna poesía
volvería bramando, otra vez, con las albas
Doce poemas de Habana del centro, 1997:
LA PUESTA
Cuando éramos pequeños
descubrimos una tarde en nuestra azotea habanera
la puesta espléndida del sol.
Y todas las tardes volábamos a verla.
Corríamos por la escalera de caracol, oscura,
sacudíamos por el brazo a los mayores:
"Corran, corran, la puesta,
la puesta!"
..................Y ella, vanidosa,
como una actriz entrada en años
que se hubiera hecho admirar de un estudiante,
se engalanaba y encendía para nosotros,
derrochaba cataratas ígneas, se excedía,
no sabía qué hacer para halagarnos.
A veces, variaba sus recursos,
sus derrumbes y erguimientos del naranja,
para abismarnos en morados hondos,
como una mina que hubiera devorado un palacio.
A la verdad que nunca vi después esas puestas.
Yo creo que a ella le gustaba nuestro juego.
Yo creo que el sol nos quería por entonces,
a nosotros, a los pequeños.
MEDIODÍA
Apenas esta luz,
sin nada que hacer
siquiera parecido
a ella.
A UNA RECIÉN DIFUNTA
Lo más raro, después de todo,
no es morirse. Es
no haber podido terminar
el dobladillo de la saya
que dejamos sobre la mesa,
oh, qué confiados.
OH ÁRBOLES SAGRADOS
Oh árboles sagrados, yerba semimojada,
ásperos troncos, tiernas, delgaduchas
ramas que suben y se encorvan luego
al peso de unas frágiles hojas, oh calles
conocidas, mil veces vistas, sin cuidado,
por las que un extraño cruza, y que en las soledades
de su celda, el preso o el enfermo
querría volver a ver, ah muerte que nos esperas
a todos, alma mía de ayer que ya no reconozco,
deseos que me ocuparon días, años, mañanas
gloriosas o sombrías, pérdidas y ganancias,
viejas conversaciones de las que apenas nos queda
en la memoria un poco de aroma, otro poco
de nada! Ah distracciones, que nos ocuparon
el sitio del amor! Aún queda tiempo.
Nuestra patria es la vida.
Septiembre, 1980
ESOS RELOJES QUE LOS PADRES DEJAN
Si desaparezco en el camino,
recibirás con esta carta la
leontina que usó en vida tu
padre. Adiós. Sé justo.
CARTA DE MARTÍ A SU HIJO
Esos relojes que los padres dejan al morir a sus hijos
todavía con el calor de su pulso,
ese único objeto suyo que todavía late y pueden traspasar,
esos relojes que van a seguir generosamente midiendo
una hora que ya no les pertenece,
esa única supervivencia suya que entregan a los hijos,
cuando la vida ya a ellos nada les regala,
lo tan modesto de este regalo, lo tan efímero,
lo leve de ese gesto, es de pronto tan enorme
como el corazón del tiempo que sigue y seguirá ya sin todos,
la dádiva del Padre, enmedible, latiendo.
1971
CINE MUDO
No es que le falte
....el sonido,
es que tiene
....el silencio.
EL MOMENTO QUE MÁS AMO
(Escena final de Luces de la ciudad)
El momento que más amo
es la escena final en que te quedas
sonriendo, sin rencor,
ante la dicha, inalcanzable.
El momento que más amo
es cuando dices a la joven ciega
“Ya puedes ver?” y ella descubre
en el tacto de tu mano al mendigo,
al caballero, a su benefactor desconocido.
De pronto, es como si te quisieras
ir, pero, al cabo, no te vas,
y ella te pide como perdón
con los ojos, y tú le devuelves
la mirada, aceptándote en tu real
miseria, los dos retirándose y quedándose
a la vez, cristalinamente mirándose
en una breve, interminable, doble piedad,
ese increíble dúo de amor,
esa pena de no amarte que tú
– el infeliz – tan delicadamente
sonriendo, consuelas.
NOTHING, HE AFFIRMED
Nothing, he affirmed, was more easily
that those eternal manners!
Los pájaros han cantado
toda la mañana.
Gracias a su elevada
situación, sin duda,
gracias a su elevada
situación.
Pero sería grosero
no reconocerlo.
Su gentileza,
su benevolencia.
Ahora que ciertamente no hay nadie
que cante sin motivo.
VERSO AMIGO
A Lezama, por su Órbita, recordando
algunos versos preferidosde
Enemigo rumor.
3
y el extrañosilbo se mantiene.
Poesía, extraño silbo,
Silbo que algún bosque evocas.
Puro son: nadie te toca.
Huyes, como sorprendido.
Dijérase que se ha ido
pero uno sabe que está
en algún sitio, que va
detrás, o que fue primero.
Se sabe de su alto enero
que fue, que es, que será.
ALBURA
Amaneciese yo, página en blanco,
asomárame al brocal, albura en pleno,
sin dejar huellas, sombra persistida.
Pues no siempre, no siempre
la poesía que te clavamos en el pecho
es superior a ti, no siempre
la tinta pálida, el grafito
vuélvese diamante, sirve para oír
lo que dice tu cielo abierto y esperando
estas aves oscuras que por ti
vuelan, que en ti se quedan
presas, que detienen tu vuelo
esperándonos las torpes, torpes alas,
tendrás que perdonarnos.
1982
EL INSTANTE RARO
No se ha de decir lo raro, sino el
instante raro de la emoción noble
o graciosa.
MARTÍ
Se trata entonces de un giro,
de partir de más atrás
o de ver más al fondo
la cosa ahí, girante astro.
Imantar el punto frágil
que atraerá tu hierro, poesía,
solo porque antes ella, más
real que tú, te atrajo con su adiós.
EL VIEJO SON OSCURO
old shadowy sound
KEATS
Vida, agua rebrotando
bajito entre las rocas, ven,
lluvia, ven, borra estas letras
goterones, lágrimas, gotas
rebotando contra estas piedras
demasiado oscuras, contra estas
cavernitas grises en que
se quedan iris blancos
tuyos, míos, confundidos,
susurrando oscuro son.
Un poema de Obra poética, 2008:
AY, Y QUE LO ÚNICO
Ay, y que lo único
que quedará de mí sea lo escrito
por mí, lo dicho por mí!
Yo que hallé en lo escondido una extraña familia.
FINA GARCÍA MARRUZ, El instante raro (Antología poética), Pre-textos, 2010
Fina García Marruz (La Habana, 28 de abril de 1923-La Habana, 27 de junio de 2022), fue una poetisa e investigadora literaria cubana, que ha recibido numerosas distinciones entre las que destacan los premios Nacional de Literatura 1990, Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda 2007 y el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2011.
Biografía
Estudió la primaria en el Colegio Sánchez y Tiant y el bachillerato en el Instituto de La Habana; se doctoró en Ciencias Sociales en la Universidad de La Habana (1961). Publicó su primer libro de poemas a principios de los años cuarenta y perteneció, junto a su esposo Cintio Vitier, al grupo de poetas de la revista Orígenes (1944-1956), creada por José Lezama Lima.
Su obra poética ha sido traducida a varios idiomas y ha formado parte de numerosas antologías. Sus ensayos y poesías, además de en libros, han aparecido en diversas revistas y periódicos, como Lyceum, Nueva Revista Cubana, Cuba en la Unesco, Islas, La Gaceta de Cuba, Unión, Revista de la Biblioteca Nacional o Anuario Martiano.
Desde 1962 fue investigadora literaria en la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí y desde su fundación en 1977 hasta 1987 trabajó en el Centro de Estudios Martianos, donde fue miembro del equipo encargado de la edición crítica de las Obras completas de José Martí. Ha viajado a Checoslovaquia, España, Estados Unidos, Francia, México, y la Unión Soviética.
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*
Diez poemas de Fina García Marruz, de su obra Las miradas perdidas, 1951:
UNA DULCE NEVADA ESTÁ CAYENDO
Una dulce nevada está cayendo
detrás de cada cosa, cada amante,
una dulce nevada comprendiendo
lo que la vida tiene de distante.
Un monólogo lento de diamante
calla detrás de lo que voy diciendo,
un actor su papel mal repitiendo
sin fin, en soledad gesticulante.
Una suave nevada me convierte
ante los ojos, ironistas sobrios,
al dogma del paisaje que me advierte
una voz, algún coche apareciendo,
mientras en lo que miro y lo que toco
siento que algo muy lejos se va huyendo.
EN LA PEQUEÑA MESA
En la pequeña mesa se han reunido
el retrato, las flores y el hilado,
juntos en la mirada los que han sido
apartada figura, tarde, prado.
Hilo a su nívea tarde entretejido,
flor que afuera el recuerdo ha comenzado,
persona que ya el fuego ha destruido.
Interminable olvido goteado.
Sueña el retrato por mi vida oscura,
junto a otra tarde mira y se detiene
y en mi recuerdo extraño se madura.
Vendrá la muerte sobre el viejo día,
seré yo en una tarde diferente
y en otros ojos lucirá mi vida.
LAS GANAS DE SALIR
Las ganas de salir, las hilanderas
de la humedad violeta y de la lluvia,
las ganas de salir que el oro estudian
del cielo que ha lucido como antes.
Las ganas de salir, no lo de afuera,
iluminan el tedio de la casa.
Tornan lila el sofá, honda la taza
de leche por la tarde verdadera.
Extraña exactitud con que te imprimes
en el alma que estaba en otra cosa.
¿Por qué tornas real lo que suprimes
con el dios del deseo? ¿Y a qué huíamos
a la ciudad vacía y prodigiosa?
Salir es ya el paisaje que queríamos.
YO QUIERO VER
Yo quiero ver la tarde conocida,
el parque aquel que vimos tantas veces.
Yo quiero oír la música ya oída
en la sala nocturna que me mece
el tiempo más veraz. Oh qué futuro
en ti brilla más fiel y esplendoroso,
qué posibilidades en tu hojoso
jardín caído, infancia, falso muro.
¡Sustancia venidera de la oscura
tarde que fue! ¡Oh instante, astro velado!
Te quiero, ayer, mas sin nostalgia impura,
no por amor al polvo de mi vida,
sino porque tan sólo tú, pasado,
me entrarás en la luz desconocida.
EL BELLO NIÑO
Tú solo, bello niño, puedes entrar a un parque.
Yo entro a ciertos verdes, ciertas hojas o aves.
Tú solo, bello niño, puedes llevar la ropa
ausente del difunto, distraída y remota.
La ropa dibujada, el sombrero del ave.
Tú solo en ese reino indisoluble y grave
has tocado la magia de lo exterior, las cosas
indecibles. Yo llevo la ropa maliciosa
del que de muerte sabe y de amarga inocencia.
Tú no sabes que tienes toda posible ciencia.
Mas ay, cuando lo sepas, el parque se habrá ido,
conocerás la extraña lucidez del dormido,
y por qué el sol alumbra tus álamos de oro
los dora hoy con palabras y días melancólicos.
CANCIÓN DE OTOÑO
¿Conoces tú el país?...
GOETHE
Repitamos con tono de balada muy vieja:
“Cómo volver allí, cómo volver."
Puedo volver, amigo, al país más lejano.
Fácil sería ver la nieve y los ciruelos.
Pero enséñame, dime el intacto camino
que me llevó al lugar de nuestro encuentro.
Llévame a los hondos pasillos de la casa
en que estuvimos con frío aire de otoño.
¿Cómo volver allí, cómo volver?
Podemos caminar la tierra entera.
Cansados de buscar, preguntaríamos
“¿Cómo volver allí, cómo volver
al lugar que está sólo a unos pasos
de aquí, conoces tú el camino?”
Allí nosotros solos, los fugaces,
entre el muro real, la tarde eterna,
estuvimos hablando de los libros
preferidos, oyéndonos las voces.
Cómo volver allí, cómo volver,
si ya el pasillo está lleno de polvo,
y he visto ya mi alma totalmente
y no entro en mí como en un parque oculto.
Más que un amor que no es correspondido
o el futuro que mira un moribundo,
lo imposible es la casa en que estuvimos,
y cómo a mí me sonaban tus palabras.
Cómo volver allí, cómo volver,
a imaginar siquiera lo que fuimos,
la extraña adolescencia, los encuentros,
y los juegos más graves que la frívola vida.
¡Oh y los muros estaban como un hecho
irrefutable, más allá del deseo
de mis ojos fugaces y distintos!
La casa, sí, sólo un amargo engaño,
era frágil, mortal como los sueños.
Nosotros, los fugaces, los despiertos
¿cómo podemos di, volver allí?
Puedo volver, amigo, al país más lejano,
al país de la nieve y los ciruelos.
¿Mas adónde quedó tu traje oscuro.
Tus palabras y el ruido del otoño?
Puedo mirar a la verdad, los ángeles.
¿Mas aquella mentira en que creímos,
con ácida pureza, en los días secretos?
Puedo soñar el sueño más distante.
¿Qué quedará más lejos que la tarde
que acaba de pasar, parque encantado?
¿Conoces tú el país en que se vuelve?
Y sin embargo escribo sobre su polvo “siempre”.
Yo digo siempre como el que dice adiós.
VENDRÁ LA MUERTE
Vendrá la muerte a transformar el lila
reminiscente de tus trajes idos,
sorpresa será el césped conocido
y la taza en tu mano ya dormida.
Barroco el reverbero que encendía
la seda antigua de tu bata oscura,
no dorará el sonido y la dulzura
de las madrugadoras cucharillas.
Perderé tu manera de llamarme
que me hizo desear aún otro rato
en la tarde más fiel poder quedarme.
Y en traje nauseabundo y desasido
perderé la honda sombra, que no el árbol.
Perderé lo que había ya perdido.
LOS ASTROS
Entonces en la penumbra de la casa, rodeados de la frescura de los plátanos,
nos sentábamos en el columpio del portal, junto al cielo campesino
y entre estrella y estrella nos imaginábamos insondables abismos,
como el sobresalto en que caemos infinitamente a veces en el sueño.
Trataba de imaginarme el fin de aquel espacio,
donde ya no habría estrellas sino simplemente el vacío,
pero las estrellas continuaban infinitamente,
y volvían a empezar como en un círculo cerrado
del cual no pudiesen salir, ni dejar de ser nunca.
Entonces pensé en la imposibilidad de imaginarme nada,
tan incomprensibles resultaban el sin fin, como el término,
el círculo del ser me cercaba por todas partes
y la ilusoria nada se llenaba de pequeñas estrellas.
Lo inmenso no era mayor, ni menor lo pequeño
Estaba junto a mi pensamiento como junto a los más lejanos astros,
sin llegar nunca al fin, y entonces dije Dios mío,
qué puede ser el tamaño, y qué lo ilimitado,
como una música que amamos sentimos que no acaba
justamente porque era de aquel único modo.
Lo ilimitado surge del fin corno el aroma de una flor.
No como un antes, sirio corno un después, surgiendo de la dicha.
Yo te preguntaba qué puede ser el tamaño y qué lo ilimitado
soñando en los espacios más allá de mi alcance,
ni quién osará nunca extender sus medidas sobre el día.
Como la escuadra sólo puede medir lo que le es parecido,
como si no en el espíritu podremos comprender la más pequeña de tus nubes.
Como si no en el espíritu el espacio intocado en la procesión de los astros
suspendidos en el milagro, pesando sobre la tela más ligera del aire,
ni cómo podremos medir ese inaudito acto de amor,
el abrazo único del ser en que nos has envuelto para siempre,
y del que surge el sin fin como la sed del agua,
como el deseo del rostro, la memoria volviendo a su instante de dicha,
reconociéndose, nombrándose, mirándote, amándote,
en el absoluto sin tamaño de la luz.
LA DEMENTE
EN LA PUERTA DE LA IGLESIA
Ha cruzado el pasillo de la iglesia con leve aire triunfante en sus ojos de aislado desafío;
ha mirado a ambos lados con oblicuo desprecio mientras el absurdo esplende en sus medias amarillas;
y nos llega el fanático blancor de su vestido anudado extrañamente como súbita cólera
que deshace el pañuelo mugriento en la cabeza vagamente floreada y planetaria.
Vedla sentada a la puerta de su rostro, guardadora de un misterio perdido:
ved a la oscura lúcida, general como el viento, materia del milagro,
su ignorancia ha abarcado nuestro orgullo, se sienta en la otra orilla,
con distracción sagrada toca una vihuela suave y anacrónica.
En el nevado país de los mendigos, a la sombra original, remota cual la infancia;
más lejos que sus ojos, en el oscuro reino inalcanzable del anhelante tacto,
a cuestas con el enigma de su fealdad. Genialmente pasea como dama,
y la ironía dobla el borde de sus zapatos como el borde de la oscura risa.
Mirad que esa demente es quizás tan sólo un esplendor incomprensible,
pero decidme a qué alude su flor pintarrajeada, y esa tremenda suerte de aislamiento,
qué ha podido llevarla al extraño país de su avarienta mirada sujetando la miseria como una moneda.
Cuando el oro imposible de su cabellera esplende el aire que no podemos tocar,
decidme qué significa esa monstruosa diferencia como una estirpe sagrada,
cuya cordura distinta me deja temblando junto a la puerta, junto al siglo y las máscaras,
por las que pasa ella envuelta en fábula veraz de mutilada diosa, con una dignidad triste.
RETRATO DE UNA DONCELLA SICILIANA
Oh insondable misterio, rostro mío
en la sazón de tu juventud! Te tornabas
como las nubes silenciosas y profundas,
y eras adorable y nocturno comouna víspera.
Acá un temblor como de hoja rozada
en el gesto del hombro de inmaturo dibujo,
y asomando a los labios, una sonrisa antigua
más vieja que tu cuerpo y sus cambiantes ópalos.
Pero un momento apenas, un momento tan sólo,
se sosegó la vida sobre mi frente pura,
como el rompiente oscuro de un mar sobre la costa
arroja una ciudad anterior y tranquila.
Ah la flor en el rostro, misterio que me habitas,
perfección que me atraviesas un momento y que huyes.
Yo he sido habitada por una virgen y un espejo
que el tiempo no impulsó, y que el tiempo no apaga.
Nueve poemas de Visitaciones, 1970:
AY, CUBA, CUBA...
Ay Cuba, Cuba, esa musiquita ahora, de las entrañas, que conozco como un secreto que fuera mío y no tuyo, tú que eres porque no te has conocido nunca, óyeme, no te vayas detrás de esos extraños como una provinciana ilusionada por un actor de paso que la deslumbra con trajes gastados de teatro, acuérdate de la portada azul con lomerío atrás lejano, acuérdate del “mecido” como de cuna sobre la hoja, y el “va y ven” que entra y sale como un mar del olor del jazmín de noche, acuérdate de tu pulcro vestidito “de tarde”: no te vayas detrás de esos extraños, que cuando abras los ojos ya te habrán secado el alma y demudado el rostro que yo amaba. Erguida, modesta, valiente ay!, no serás nunca madre nuestra sino hija, Cuba, Cuba, loca mía, desvarío suave? Ay!, pudiera yo protegerte cantándote tus propios sones de conocimiento “color de arcano” , pudiera protegerte con tu propia rapidez tu honda lentitud! Pudiera decirte: no subas a esa alta montaña que tiene al pie todos los bienes de la tierra rebrillando aciagos, tú que nada supiste poseer, secreta y sola como alta palma, flor de desierto. Pudiera proteger los sones que me acunaron y que ahora oigo como si faltara ya poco tiempo para que fueras a morir. Escapa, escapa, pelota, pez, colibrí, escapa, a todas las posesiones, a todas las certezas, a todas las negaciones, a todas las dudas, escapa, cefirillo, de la nube negra al hondo azul. Azul es tu prestancia y lo azul tu secreto. Escapa, como mirada de preso, al aire y al espacio tuyos! 0 salta, enloquece, búrlate, “mi bien”, son suave, piérdete, acomete, abeja, miel, sinsonte, jilguerillo, a la sabana moteada, carmín, al “verdeclaro”. Que no te toquen, cuerpo glorioso, patria. Porque siempre fuiste “edén” de las primeras miradas que te vieron, “edén” de la trova humilde, principio y fin, paraíso: nada sino esto agarraste, nada sino esto entendiste, lejanía, nada sino que no era esto sino otra cosa que no podías entender bien. Ensoñación modesta, no te toquen. Yo sé que te vas y vuelves, vaivén! Que te meces y me meces, cadencia! Que te vas “lejos, pero no muy lejos”, aquí en el allí. Yo sé que tus palmas no rindieron homenaje al Hijo sino a su Huida! Por eso te pido ahora: reconoce! Regresa, Ave, con la Salutación!
YA YO TAMBIÉN ESTOY ENTRE LOS OTROS
Ya yo también estoy entre los otros
que decían mirándonos, con aire
de tan fina tristeza “Vamos, jueguen”
para apartarnos. Y en la penumbra bella
de los bancos del parque atardecidos
¿de qué hablaban, oh di, y quiénes eran?
Superiores, cual dioses, daban pena.
Se parecían muchísimo si lentos
nos miraban distantes, como un grupo
de árboles que une un día de otoño.
Ya yo también estoy entre los otros
de quienes nos burlábamos a veces,
allí como unos tontos, tan cansados.
Nosotros, los pequeños, los que nada
teníamos, mirábamos, sin verlos,
aquel su modo de estar todos de acuerdo.
Y ahora
que he caminado lenta hasta sus bancos
a reunirme con ellos para siempre,
ya yo también estoy entre los otros,
los mayores de edad, los melancólicos,
y qué extraño parece ¿no es verdad?
YA VIENE EL GRAVE OTOÑO
Ya viene el grave otoño, ya se anuncia
desde la misma tarde un poco pálida
del clarísimo abril. Un soplo frío
asoma en medio del verano a veces
cual importuno que golpea la puerta
de alegres comensales. Luego torna
la dulce espalda oscura, y no le vemos
ya más. Como el extraño huésped
así estos días interrumpen breves
el verano feliz que olvida y crece
junto a la abeja zumbadora, el brillo
del guijarro en el sol. El aire frío
hacia el pasado sopla y lo recorre,
y las hojas, ayer acariciadas,
se erizan levemente, sin violencia,
mueven el borde triste, un poco efímero,
mientras que en la alta copa algunos árboles
inmóviles retienen débilmente
el oro fiel de Abril, tal como queda
en reducida sala un bello objeto
de un pasado esplendor. Al fin acuden
alegres goterones, manchas puras
de agua salina entre las grises lozas
con fragante rudeza moteadas.
........Sabios o reyes de arrumbados huesos,
el mendigo, el idiota que caminan,
tienen su turno ahora, y el aliento
reciben de las hojas lloviznadas.
Pues simple es todo don. Así la vida
subyacente cual vena de oro pálido,
la vida elemental, quieta, goteada,
más honda que la dicha o que las lágrimas,
es lo más cierto. No la rumorosa
gloria del árbol verde, ni las ásperas
cortezas dulces de rugoso tacto
más bellas son que su ofrecerse puro,
pues por la luz cambiadas, tornar pueden
en la estación que vuelve. Estar, solo,
es ya el don. La tierra humedecida
desprende un vasto aliento. Todo es aire
y respirar inmenso. Sin sol casi
cual después de un ciclón la luz mojada
saca en relieve claridades duras,
se echa con las bestias inocentes
o se alza en breves vuelos forestales
de pardos pájaros. ¡Inexplicable
vivir! ¿No es ésta la hora acaso
de la oportunidad eterna? Ruede el cetro
de la infeliz corona y el legajo
borre esas tintas de caduca gloria.
........¿Queda menos grabado el lienzo puro
en que doncella virginal reposa
las manos bellas, que el instante vivo
en que mudas alzáronse y cayeron
en la rugosa falda, va de arcilla?
¿Es más eterno el aire del poema
que sopla un rato más, que el que se pierde
puro por siempre, apenas advertido
por el trabajador cansado que regresa
a su hogar rumoroso? De igual suerte
lo que fue alguna vez se graba y crece.
........Ni una apenas brotada florecilla
que un amarillo efímero levanta
donde nadie la ve, ni un solo hilo
de los cabellos que un instante alzáronse
se perderá en la sombra. Así, cual dioses,
los juegos de la luz entre las hojas
no cuidan de ser vistos. ¿Participan
de una ciega confianza? Nuestras horas
mortales como pájaros, gastamos
cual si fuéramos reyes. ¿Lo seremos?
Nadie en su muerte cree. ¿Y se podría
morir así? ¿Tan rudo engaño, ley?
¿Un recelo tari terco a tan rendida
confianza? ¿Y no sería más honda
que esta muerte real, aquella tímida
certeza eterna, aquella suficiencia
tranquila de sentirse en firme roca
de ser siempre asentados?
Dice el agua
que no, dice también la muerte
que nunca más, y la memoria tiembla
entre lo que ya fue o aún no ha sido.
Mas lo que es ahora mueve el leve
orgullo imponderable de esos árboles
firmes, si oscuros, a los que ha dejado
hace poco la luz. Venza el sentido
claro sobre el oscuro pensamiento.
¿0 serán nuestros huesos mucho menos
que fruta picoteada que se echa
y vuelve a crecer? Sople si quiere el frío
sobre el Abril radioso. Y estas hojas
amarillas que caen no nos asusten
más que el sombrero que voló algo lejos
de su dueña feliz, y que volando
de su paja dichosa y olvidada
a los gajos ancianos y a los pájaros.
1953
EL HUÉSPED
Qué raro es el amor, qué raro
aun entre amantes
que se aman, aun en el seno
de la casa materna,
la entrañable,
qué instante
tan raro aquel en que él irrumpe
de otro modo,
súbito como un golpe,
el amor dentro del amor,
qué raro ese minuto
de compasión total, pura,
sin causa,
sin posible respuesta
ni duración
posible, qué raro
que a nadie hayamos
amado, acaso, más,
que a ese niño ajeno, en México,
que a ese que pasó hablando
consigo mismo,
que a aquella odiada mujer,
porque, de pronto,
su bata de casa nos miró desolada,
un fragmento de su espalda
nos hizo llorar
como la más arrebatadora música,
qué extraña
crecida sin palabras.
Hemos corrompido
de mentira y de uso
la palabra
amor,
y ya no sabemos
cómo entendernos: habría
que decirlo de otro modo,
o callarlo, mejor,
no sea cosa
que se vaya, el insólito
Huésped.
TUS PEQUEÑAS PISADAS EN LA ARENA
Thy little footsteps on the sand
of a remote and lonely shore...
SHELLEY
¿Adónde fuiste tú, niño de oro,
que sonreías a una madre joven
que ya no existe? ¿Podrán acaso
tus brazos rodearla como entonces
o tus palabras ser cual el silencio
de tu callada confianza?
........................................Oh qué sola
la has dejado por siempre, tú que fuiste
la perfecta ventura de su alma.
¿Ni quién podrá acercarse a ese cerrado
misterio de la madre con su niño,
sin que entre los dos falte ya nada!
Por las piernas desnudas, sostenido
te lleva, y no lo sientes. Creces,
te alejas ¿dónde, dónde quedas?
No te guarda la muerte ni la vida.
¿Y dónde irías tú, niño de oro
en dónde te quedaste sonriendo,
en dónde sin tu madre que te busca,
en qué olvidado y fiero paraíso?
TAMBIÉN ESTA PÁGINA
También esta página la arrancará el viento final,
mojará el agua sus letras que se irán volviendo
impenetrables como la piedra, vanas como un lirio.
Sus contornos se irán deshaciendo como una nube
-como esas nubes que no saben ya decirnos
por qué ruedan tan tristes- perdida
ya la llave, desconcertado el vínculo.
NO AVANZA LA OLA SIEMPRE: RETROCEDE
No avanza la ola siempre: retrocede
para embestir de nuevo con más fuerza.
Siempre no sube el fuego. Oscilando
con su temblor alumbra, fiel, la vela.
Parpadear que es de fuego y de vigilia
del alama viva. Todo lo viviente
ha de avanzar así, con inseguro
paso que rompa la tiniebla espesa.
Gana perdiendo así, cree dudando,
su fuerza aumenta en la retrocedida
fatal que lo derriba por el suelo.
Porque nada se pierda: tú has querido
que el descender acrezca la subida,
perdamos como olas, como fuegos.
QUIERO ESCRIBIR CON EL SILENCIO VIVO
Quiero escribir con el silencio vivo.
Quiero decir lo que la mano dice.
Porque tú lees mejor el texto vivo
y el alma, en su guerrear callado, escribe.
A veces la ola blanca da en la roca
de espumeantes cavernas y sus fauces
orla con su jirón que hace y deshace
letras que tú descifras. Que la boca
calle y entre a lo blanco en la esforzada
faena que se pierde. La luz poca,
mi alejarme de ti de cada día,
pausas son del sentido, inacabadas
imágenes de mí. La línea tosca
salta y completa tú la melodía.
SI MIS POEMAS
Si mis poemas todos se perdiesen
la pequeña verdad que en ellos brilla
permanecería igual en alguna piedra gris
junto al agua, o en una verde yerba.
Si los poemas todos se perdiesen
el fuego seguiría nombrándolos sin fin
limpios de toda escoria, y la eterna poesía
volvería bramando, otra vez, con las albas
Doce poemas de Habana del centro, 1997:
LA PUESTA
Cuando éramos pequeños
descubrimos una tarde en nuestra azotea habanera
la puesta espléndida del sol.
Y todas las tardes volábamos a verla.
Corríamos por la escalera de caracol, oscura,
sacudíamos por el brazo a los mayores:
"Corran, corran, la puesta,
la puesta!"
..................Y ella, vanidosa,
como una actriz entrada en años
que se hubiera hecho admirar de un estudiante,
se engalanaba y encendía para nosotros,
derrochaba cataratas ígneas, se excedía,
no sabía qué hacer para halagarnos.
A veces, variaba sus recursos,
sus derrumbes y erguimientos del naranja,
para abismarnos en morados hondos,
como una mina que hubiera devorado un palacio.
A la verdad que nunca vi después esas puestas.
Yo creo que a ella le gustaba nuestro juego.
Yo creo que el sol nos quería por entonces,
a nosotros, a los pequeños.
MEDIODÍA
Apenas esta luz,
sin nada que hacer
siquiera parecido
a ella.
A UNA RECIÉN DIFUNTA
Lo más raro, después de todo,
no es morirse. Es
no haber podido terminar
el dobladillo de la saya
que dejamos sobre la mesa,
oh, qué confiados.
OH ÁRBOLES SAGRADOS
Oh árboles sagrados, yerba semimojada,
ásperos troncos, tiernas, delgaduchas
ramas que suben y se encorvan luego
al peso de unas frágiles hojas, oh calles
conocidas, mil veces vistas, sin cuidado,
por las que un extraño cruza, y que en las soledades
de su celda, el preso o el enfermo
querría volver a ver, ah muerte que nos esperas
a todos, alma mía de ayer que ya no reconozco,
deseos que me ocuparon días, años, mañanas
gloriosas o sombrías, pérdidas y ganancias,
viejas conversaciones de las que apenas nos queda
en la memoria un poco de aroma, otro poco
de nada! Ah distracciones, que nos ocuparon
el sitio del amor! Aún queda tiempo.
Nuestra patria es la vida.
Septiembre, 1980
ESOS RELOJES QUE LOS PADRES DEJAN
Si desaparezco en el camino,
recibirás con esta carta la
leontina que usó en vida tu
padre. Adiós. Sé justo.
CARTA DE MARTÍ A SU HIJO
Esos relojes que los padres dejan al morir a sus hijos
todavía con el calor de su pulso,
ese único objeto suyo que todavía late y pueden traspasar,
esos relojes que van a seguir generosamente midiendo
una hora que ya no les pertenece,
esa única supervivencia suya que entregan a los hijos,
cuando la vida ya a ellos nada les regala,
lo tan modesto de este regalo, lo tan efímero,
lo leve de ese gesto, es de pronto tan enorme
como el corazón del tiempo que sigue y seguirá ya sin todos,
la dádiva del Padre, enmedible, latiendo.
1971
CINE MUDO
No es que le falte
....el sonido,
es que tiene
....el silencio.
EL MOMENTO QUE MÁS AMO
(Escena final de Luces de la ciudad)
El momento que más amo
es la escena final en que te quedas
sonriendo, sin rencor,
ante la dicha, inalcanzable.
El momento que más amo
es cuando dices a la joven ciega
“Ya puedes ver?” y ella descubre
en el tacto de tu mano al mendigo,
al caballero, a su benefactor desconocido.
De pronto, es como si te quisieras
ir, pero, al cabo, no te vas,
y ella te pide como perdón
con los ojos, y tú le devuelves
la mirada, aceptándote en tu real
miseria, los dos retirándose y quedándose
a la vez, cristalinamente mirándose
en una breve, interminable, doble piedad,
ese increíble dúo de amor,
esa pena de no amarte que tú
– el infeliz – tan delicadamente
sonriendo, consuelas.
NOTHING, HE AFFIRMED
Nothing, he affirmed, was more easily
that those eternal manners!
Los pájaros han cantado
toda la mañana.
Gracias a su elevada
situación, sin duda,
gracias a su elevada
situación.
Pero sería grosero
no reconocerlo.
Su gentileza,
su benevolencia.
Ahora que ciertamente no hay nadie
que cante sin motivo.
VERSO AMIGO
A Lezama, por su Órbita, recordando
algunos versos preferidosde
Enemigo rumor.
3
y el extrañosilbo se mantiene.
Poesía, extraño silbo,
Silbo que algún bosque evocas.
Puro son: nadie te toca.
Huyes, como sorprendido.
Dijérase que se ha ido
pero uno sabe que está
en algún sitio, que va
detrás, o que fue primero.
Se sabe de su alto enero
que fue, que es, que será.
ALBURA
Amaneciese yo, página en blanco,
asomárame al brocal, albura en pleno,
sin dejar huellas, sombra persistida.
Pues no siempre, no siempre
la poesía que te clavamos en el pecho
es superior a ti, no siempre
la tinta pálida, el grafito
vuélvese diamante, sirve para oír
lo que dice tu cielo abierto y esperando
estas aves oscuras que por ti
vuelan, que en ti se quedan
presas, que detienen tu vuelo
esperándonos las torpes, torpes alas,
tendrás que perdonarnos.
1982
EL INSTANTE RARO
No se ha de decir lo raro, sino el
instante raro de la emoción noble
o graciosa.
MARTÍ
Se trata entonces de un giro,
de partir de más atrás
o de ver más al fondo
la cosa ahí, girante astro.
Imantar el punto frágil
que atraerá tu hierro, poesía,
solo porque antes ella, más
real que tú, te atrajo con su adiós.
EL VIEJO SON OSCURO
old shadowy sound
KEATS
Vida, agua rebrotando
bajito entre las rocas, ven,
lluvia, ven, borra estas letras
goterones, lágrimas, gotas
rebotando contra estas piedras
demasiado oscuras, contra estas
cavernitas grises en que
se quedan iris blancos
tuyos, míos, confundidos,
susurrando oscuro son.
Un poema de Obra poética, 2008:
AY, Y QUE LO ÚNICO
Ay, y que lo único
que quedará de mí sea lo escrito
por mí, lo dicho por mí!
Yo que hallé en lo escondido una extraña familia.
FINA GARCÍA MARRUZ, El instante raro (Antología poética), Pre-textos, 2010
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