por Pascual Lopez Sanchez Jue 30 Mar 2023, 02:48
CUBA
CARLOS GALINDO LENA (1929 - 2003)
34. Lautréamont
Amada, tú venías del cementerio donde por las tardes
[lloraba Lautréamont.
¿Será cierto que él conoció el infierno y que este era su propio
[corazón?
Es fácil adivinar que los espejos azogados por un tiempo
[imprevisible
no dan siempre la imagen que anhelamos.
Pero tú, amada, no eras una muerta y tu pureza trocaba las
[tumbas
en las pequeñas moradas de los dioses,
seres de infinita bondad que sabían conjugar los secretos
[del cielo con la tierra.
Oh razón universal todo está en el hombre.
Decían los que vinieron con pámpanos y laureles a coronar
[la tierra.
Pero la distancia existe sólo para ser violada por los sueños,
y del alba de las tumbas nacen las grandes decisiones.
Tú has sido el primero en descubrir la otra dimensión
[de la ternura,
cuando manos procaces desgarran el corazón de la paloma
y la convierten en la luz definitiva,
en la germinación,
en el retorno de Alcestes de la muerte,
en ese otro lugar llamado Humanidad,
donde el cerezo ya no puede ser talado,
ni detenido en su sueño el corazón que ama,
ni acorralado el hombre con una primavera gastada por
[los dioses.
Fray Angélico demuestra que la vida es mucho más que
[el equilibrio
genial del trapecista.
David canta para que la fiera se adormezca,
para que Ícaro, libérrimo así en la tierra como en el cielo,
nos descubra, eternamente, la razón del canto y de las alas.
¿Pero estará ya el hombre preparado para entender la vida?
¿Sabrá qué hacer entonces con toda la libertad brotada
[de su sangre?
¿Acaso no se corrompe al menor soplo de la primavera?
Oh Maldoror no permitas que el hombre vaya vacío sobre
[la tierra.
Que no sea indescifrable como los sueños que engendrara
Jonás en el vientre universal de la ballena,
o como los ángeles de Chagall que persiguieron tu alucinante
[palidez
por el agónico cielo de París.
Lo indescifrable, mi pequeño Isidoro, estuvo siempre
[en la pampa
ensangrentada que copiaba para ti el crepúsculo uruguayo,
o el Sena que un día reflejó tu perfil resucitado.
Oh la Rosa del Sur, el potro salvaje muriéndose en tu alma
donde eras excomulgado por los dioses,
pequeñísimo Lautréamont de las alcantarillas y de
[la santidad alucinada.
¿Quién navegó más bajo que tú en su inocencia,
y quién alcanzó desde la soledad del alma la sabiduría?
Te has ido por una calle de Montevideo hacia el poniente,
hacia la estrella austral,
hacia las grandes constelaciones de la pampa.
Oh Rosa del Sur, dale tú la redención
como a los grandes redentores de la vida,
porque el alucinado alucinante, el profeta de la torre Eiffel
para el día del Juicio Final,
nos ha devuelto la rosa azul de los infiernos.
Oh amada, no vuelvas al cementerio donde aún por las tardes
llora Lautréamont.
(Diciembre, 1985) - (Diciembre, 1987)
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