354
Casa cautiva
De: "Despiertan las fogatas"
Autor; Elvio Romero
Esta es la casa; es nuestra.
Esta es su música; las exigencias todas
de la vida pasaron por sus habitaciones, por el ascua
quemante de sus fronteras; la locura de quienes emprendieron
una empresa más ancha que sus fuerzas, el sueño
que los fue desgarrando, esa sal escogida
que salpicó las llagas de su vasto martirio.
Es nuestra. Aquí resuenan
músicas melancólicas, instrumentos que exaltan
querencias y alegrías. Le pertenecen la quietud antigua
y los hechos sangrientos. Sus ríos, los espejos, recogieron despojos
de injuria y desventura (por eso es esta música); obsedieron
a sus hijos colores de aturdidos relámpagos, sus manos
apresaron los frutos de una infausta cosecha.
Su música es así. Descansa ahora
en un boreal tembladeral de pájaros, de plumas
amarillas, de crucifijos deslavados, rotos. Y es hora
de preguntarse ¿qué trajimos
para ungirla a un estado de habitación del hombre;
se habrá sentido, como cal viva en los ojos, la tribulación
de su destino? ¿Qué tembloroso cántaro
amasamos, qué súplica o trastorno,
qué empeño y asechanza para evitar la herida
de su piel, esa absorta mirada de sus ojos terribles
como una acusación? ¿Habremos, pues, cumplido
con el deber que hiciese merecer habitarla?
Es nuestra. Esta es su música. ¿Qué rencores oscuros
le habrán tejido esa circunferencia,
el halo que empurpura sus techumbres? ¿La enemistad
como un osario vano entre sus hijos? ¿El desconsuelo
de las cruces plantadas en su sueño y la obliga
a prosternarse a solas junto a su sombra rota,
a la intemperie, al umbral del orgullo que vela su infortunio?
A saco habrán entrado
en ella los Impuros, los cómplices
del ritual del crimen; habrán entrado a saco
con miserables máscaras que engendra la codicia;
habrán marcado un día trágico por sus muros.
Trágico de fatalidad, espúreo
como el inicuo cuervo sobre el árbol desierto
en cuya raíz de hueso reposan los desnudos.
Su música es así, una cifra
de dulce acento humano, un anuncio
previo de acusación anudado a la rueda del destino
y al párpado de los muertos, melodía incesante en el desgaste
del desierto cubil, sonido desgajado
de un instrumento oscuro con imagen de reja y cautiverio.
Todo saldrá de aquí, de su piedra
y su polvo, de su migaja el pan, de su venero
verde la cosecha, de las estancias tristes la temblorosa noche
de la revelación y los rebeldes;
de aquí la sangre, el fuego, de los cuencos vacíos la mirada
final y salvadora, como un amor que brota
de madrigueras hondas de escarnio y menosprecio.
No habrá ya que olvidar decir su nombre
de música y quejumbre, ese nombre de selvas que prohijó
nacimientos,
muertes, inmolaciones, sea amarga sobre los labios,
del hombre; nombrarla en trance
marcarla a hierro lento en nuestros huesos;
a cada instante repetir su nombre (como triunfo o condena)
mentar esas señales remontadas a tiempos
de arcilla fatigada, de plumajes y tribus destruidas,
nombrarla siempre,
morder su nombre de sol inevitable
(como virtud o pecado), llevar su nombre en la carne
como esta lleva su corrupción, seguir nombrándola
y desvestirla toda con el rebozo intacto
de esa música dulce, inmemorial, desamparada música de un
anhelo insaciable.
BIOGRAFÍA
Elvio Romero (Yegros, Departamento de Caazapá, Paraguay, 12 de diciembre de 1926 – Buenos Aires, Argentina, 19 de mayo de 2004).
Se sitúa entre la generación de 1940 y la otra generación de 1950, en la historia de la poesía paraguaya del siglo XX.
El joven Elvio sentía un profundo y llamativo interés por aquellas líneas que los ojos de su madre leían habitualmente y que producían en su sensibilidad una «música de maravillosas resonancias». Esta atracción se tradujo en un persistente esfuerzo por comprender el español y por inteligir la belleza de la sonoridad de la palabra en su rara relación con el significado. Poco a poco fue memorizando aquellos versos y también los nombres de sus autores; solía, a menudo, recitarlos en rueda de conocidos.
Así apareció ese nuevo sentido cósmico que con el tiempo se le haría indispensable para vivir: el universo de la poesía. No tardó en intentar emular a sus maestros y esbozó así, a los nueve años, sus primeros poemas.
Los Romero vivieron tres años en Ñu-Porá y luego partieron hacia Asunción. Una vez en la capital, el pequeño Elvio reanuda sus estudios y termina la escuela primaria, inscribiéndose luego en la secundaria, por la que muestra un claro desinterés. Ya se siente escritor y su instintiva avidez por las letras lo lleva de la mano a reunirse con sus pares, de modo que se incorpora al grupo de colaboradores reunidos por la revista Noticias, «siendo [aún] un niño», según Walter Wey.
En esta revista publica su primer artículo literario, un comentario sobre la personalidad y la obra de Romain Rolland. Acerca de ese atrevimiento declarará más tarde: «un irresponsable estudio, cosa terrible y temeraria». Inmediatamente después empezó a publicar en algunos diarios, principalmente en El País, en los que aparecieron sus primeras poesías.
Militante comunista, luego de la guerra civil de 1947 en la que participa, perdida la causa y tras el triunfo del golpe de estado del general Morinigo, se ve forzado, con escasos 21 años, y como tantos otros, a abandonar a la que él mismo llama «nuestra profunda tierra».
Hoy a las 06:46 por Pedro Casas Serra
» Juan Luis Panero (1942-2013)
Hoy a las 06:26 por Pedro Casas Serra
» 2021-08-17 a 2021-11-24 APOCALIPSIS, 21: 8: DOMINGO BADIA "ALI BEI", VIAJERO
Hoy a las 05:53 por Pedro Casas Serra
» 2021-08-17 a 2021-11-24 APOCALIPSIS, 21: 8: EL GENERAL MORAGUES
Hoy a las 05:44 por Pedro Casas Serra
» NO A LA GUERRA 3
Hoy a las 05:30 por Pedro Casas Serra
» Poetas murcianos
Hoy a las 04:55 por Pascual Lopez Sanchez
» MAIAKOVSKY Y OTROS POETAS RUSOS Y SOVIÉTICOS, 3
Hoy a las 03:29 por Pascual Lopez Sanchez
» POESÍA SOCIAL XX. . CUBA. (Cont.)
Hoy a las 00:22 por Lluvia Abril
» POETAS LATINOAMERICANOS
Ayer a las 19:08 por Maria Lua
» LA POESIA MÍSTICA DEL SUFISMO. LA CONFERENCIA DE LOS PÁJAROS.
Ayer a las 19:05 por Maria Lua