1448.
JABÓN
He aquí un judío verde
con los labios negros y delgados.
Lo robé del baño de hombres
del Amelia Earhart, y lo envolví en papel higiénico.
Calle arriba en
Parfumeshay judíos de Austria y de Hungría,
sin apenas recuerdos,
se tapan la nariz en medio de ese
paraíso suyo.
Hay una mujer afuera
que duda porque casi es Navidad.
"Creo que voy a ir a comprarme un judío", dice.
"Quiero decir una pastilla de jabón, una de un hermoso lila o lirio
para aliviarme las partes duras,
una Zest, una Fleur de Loo, una Wild Gardenia".
Y este es un judío azul.
Que es de ese color, quiero decir,
y se siente mejor enterrado en él, apresado
por todo ese cielo, la tierra de la muerte y la abundancia.
Si es un viejo baila,
o se sienta rígido,
mientras escucha las dulces palabras y admira las acciones viles
del primero de los godos y luego los ostrogodos.
Por dentro es una chica encantadora,
una danesa, que dio buen acomodo
y triste apoyo a jabones de todo tipo y género
durante la guerra y durante la ocupación.
Ella toca mi mano con ungüentos y pomadas.
Me pone uno bajo la nariz, envuelto en un pañuelo de papel,
uno que tensa las mejillas.
Compro un rumano negro para mi balda.
Lo utilizo para el cabello y la barba,
e incluso para los dientes cuando las cosas se ponen amargas y tristes.
Tenía un sueño, esta pastilla de jabón,
si mal no recuerdo,
quería vivir en Viena
y sentarse detrás de un seto los domingos por la tarde
a escuchar música y comerse un tierno
schnitzel.Eso era el delirio. Aparte de eso soñaba
con Norteamérica a veces, pero era algo cínico,
y un poco perezoso -conservador-, incluso en sueños,
y pagaría por ello, al final pagó por su falta de sueños.
Los alemanes lo mataron porque no soñaba
lo suficiente, porque no tenía visión.
Compro un cepillo para la espalda, un mango de plástico
simple con cerdas suaves. Compro un poco de polvo
para endulzarme el cuerpo. Compro una crema amarilla
para el rostro peludo. De vez en cuando me encuentro con
una pastilla de jabón en Broadway, en verdad un trozo,
sin mucha sustancia, a veces me encuentro con dos amigos
pegados de ese modo en que los trozos se pegan
y vuelvo un poco el rostro, lo vuelvo ara ocultar el horror,
el dolor, porque a veces el jabón es tan delgado
que la luz pasa a través de él, son los viejos flacos
y las viejas flacas a través de los cuales pasa la luz, son
los judíos que nacieron en 1865
o 1870, por ellos me estremezco, por ellos
lloro a veces, ellos son los que recuerdan
el siglo XVIII, ellos los que escuchaban
las voces celestiales, ellos los que fueron engañados y estafados.
Mi homólogo nació en 1925
en una ciudad de Polonia -no me gusta verlo nacer
en un pequeño pueblo a ochenta kilómetros de Kiev
y tener que luchar de forma tan salvaje solo para tener acceso
a los libros, no quiero verlo luchar
la mitad de su vida para ver un cuadro o para
sentarse en uno de los sillones de felpa a escuchar música-.
Lo sacaron a la fuerza de su casa en 1940
y volvió a ser de cierta utilidad en 1941,
aunque pudo haber luchado un poco, apilado
unos cuantos ladrillos o vertido un poco de sucia gasolina
sobre un camión alemán. Su color era el rosa
y se mantuvo a flote por mí durante días y días; adoro
la forma en que olfateaba el aire, adoro su aspecto,
cómo sus ojos se iluminaban, cómo sus mejillas eran casi rosa
cuando era feliz. Adoro la forma en que soñaba, cómo casi
desaparecía cuando estaba sumido en sus pensamientos. Para él
escribo este poema, para mi hermano pequeño, si
puedo llamarlo así; tal vez es el fantasma
que vive en ese lugar que yo he olvidado, ese amado mío
que murió en mi lugar -¡oh, fantasma, perdóname!-.
Tal vez se quedó para que yo pudiera salir, el
mayorque se quedó para que yo pudiera vivir -¡oh vivir por siempre!
¡siempre!-. Tal vez es un ser de otro
mundo, el brazo izquierdo de ágata, el ojo izquierdo de cristal,
y ha venido de nuevo por enésima vez,
esta vez a Polonia, a Varsovia, a Bialystok,
para ver cómo es el infierno. Creo que es eso,
que ha vuelto para vivir en nuestro infierno, si pudiera
incluso pincharse el brazo de ágata o incluso llorar
con el ojo de cristal -oh poder llorar con tu ojo de cristal,
querido ser indefenso, querido ser desamparado-. Escribo esto
en Iowa y Pensilvania y Nueva York,
justo a tiempo para la Navidad de 1982,
el aroma del jabón Irish Spring, el hedor del Ivory.
GERALD STERN
https://www.airesdelibertad.com/t47714-gerald-stern-1925-2022#1025341
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