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Jenaro Talens (Tarifa, 14 de enero de 1946), es un poeta, ensayista y traductor español. Hermano del novelista Manuel Talens.
Estudios
Jenaro Talens hizo sus estudios de bachillerato en el Colegio de los Hermanos Maristas de Granada. Tras terminar el Preuniversitario en junio de 1963, se trasladó a Madrid, becado por el Comité Olímpico en la Residencia Blume. Cursó estudios en Ciencias Económicas y Arquitectura en la Universidad de Madrid, abandonando ambas carreras y el deporte en la primavera de 1966 para matricularse en la Facultad de Filosofía Letras de la Universidad de Granada, donde obtuvo la Licenciatura con Premio extraordinario.
De nuevo en la Residencia Blume desde septiembre de 1967, compaginó el atletismo como titular de la selección española en 100 y 200 metros lisos y relevos 4 x 100 con sus estudios de doctorado hasta su retirada definitiva de las pistas en el otoño de 1969. Se doctoró en Filología Románica por la Universidad de Granada en 1971, con una tesis sobre la poesía de Luis Cernuda.
Profesor desde 1968 en la Universidad de Valencia (donde ocupó sucesivamente las cátedras de Literatura española, Teoría de la Literatura y Comunicación Audiovisual) y entre 1996 y 1998 en la Universidad Carlos III de Madrid. Desde 1999 hasta su jubilación en 2011 ha sido catedrático de Literaturas Hispánicas, Literatura Comparada y Estudios europeos en la Universidad de Ginebra, ciudad donde reside y donde continúa como catedrático emérito en el Institute for Global Studies al tiempo que, tras reincorporarse a su cátedra de Comunicación audiovisual en la Universidad de Valencia, Estudi General, ha sido nombrado asimismo catedrático emérito de la disciplina en el Departamento de Teoría de los Lenguajes y Ciencias de la Comunicación.
Ha sido Profesor visitante en diferentes centros europeos y americanos: Minnesota, Montreal, California-Irvine, Aarhus, Technische de Berlín y Buenos Aires, de cuya Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo -FADU- es Profesor Honorario. Dirige las colecciones de ensayo "Signo e imagen" y "cineastas", de Ediciones Cátedra y "Otras Eutopías", de Ediciones Biblioteca Nueva, así como la colección de poesía de la Editorial Salto de Página, esta última en colaboración con Clara Janés. Fundador de la revista de Hispanismo "Boletín Hispánico Helvético" que dirigió hasta su jubilación ginebrina (volumen 15-16), en la actualidad dirige una nueva revista semestral cuatrilingüe (español-francés-inglés-italiano), "EU-topías. Revista de interculturalidad, comunicación y estudios europeos/Revue d'interculturalité, communication et études européennes/A Journal on Interculturality, Communication and European Studies/Rivista d'interculturalità, communicazione e studi europei", coeditada por el Departamento de Teoría de los Lenguajes y Ciencias de la Comunicación de la Universitat de Valencia. Estudi General y el Institute for Global Studies de la Universidad de Ginebra. En 2014 fue nombrado Doctor Honoris causa por la Universidad de Playa Ancha (Valparaíso, Chile) y en 2015 ha recibido el Ida Beam Distinguished Visiting Professorship de la University of Iowa (EE. UU.), distinción que recibieron en años anteriores poetas como John Ashbery, Seamus Heaney o Derek Walcott, novelistas como Saul Bellow o Philip Roth y pensadores como Harold Bloom o Jean-François Lyotard. En la primavera de 2016 ha sido elegido miembro de la Academia Europaea, dentro de la sección de Film, Media and Visual Studies.
Obra poética
Jenaro Talens ha sido encuadrado por la crítica en la generación poética surgida en la poesía española contemporánea de la España a finales de los años sesenta, conocida como "generación novísima", "generación de 1970" o "generación del lenguaje", si bien siempre mantuvo, desde sus inicios, una posición excéntrica y marginal respecto a las que se consideraban las características definitorias del movimiento (esteticismo, venecianismo, culturalismo, etc.). Definido como metapoeta, difícil e intelectual —aspectos que el propio autor ha rebatido de forma reiterada en sus escritos teóricos—, hay en su poesía una continua reivindicación de lo sensorial y corpóreo, a la vez que un constante cuestionamiento de la noción de sujeto cartesiano que ha servido de eje conductor a las escrituras de la Modernidad. En palabras de Gilles Deleuze, “un proceso de subjetivación, es decir, la producción de un modo de existencia, no puede confundirse con un sujeto, a menos que se le despoje de toda identidad y de toda interioridad. La subjetivación no tiene ni siquiera que ver con la persona: se trata de una individuación, particular o colectiva, que caracteriza un acontecimiento (una hora del día, una corriente, un viento, una vida). Se trata de un modo intensivo y no de un sujeto personal. Es una dimensión específica sin la cual no es posible superar el saber ni resistir al poder”. Este planteamiento no estriba ni afecta tan solo a que la escritura de Talens haya sintomatizado siempre el papel subversivo del sujeto lírico marcando en primer plano la dimensión retóricamente mediada del lenguaje. Se establece en un nivel más profundo: allí donde la fuerza subversiva de ese gesto radica en ofrecerse como correlato de una subjetividad que, verso a verso, materializa un campo de fuerzas en el que la mediación retórica del lenguaje articula de modo progresivo una memoria del sí mismo que ya no es tiempo sino espacio. Si es cierto, como decía Beckett, que es imposible hablar sin decir “yo”, los poemas de Jenaro Talens se instalan en esa imposibilidad y someten el pronombre y su unitaria sucesividad a una permanente dispersión, con la que poder poner al descubierto las líneas intensivas de libertad y deseo que atraviesan, generándola, la enunciación de una específica propuesta de intervención en el mundo. Utilizando una imagen tan plástica como certera, podría decirse que la senda marcada por la palabra poética del yo lírico talensiano responde a aquel movimiento que se daba entre la avispa y la orquídea de Deleuze y Guattari: insecto y flor delineaban sus contornos en esa intersección, un entre que no pertenecía ni a uno ni a otro y que, no obstante, construía a cada uno de ellos. Si nos referimos a una de sus últimas entregas, quizá sean los versos iniciales de El espesor del mundo, pertenecientes a “Biografía”, los que mejor puedan ejemplificar la permanencia de este sentido de la escritura. Las fotografías de nuestra memoria no nos muestran el perfil de una imagen: “Tú, palabra, aire escrito, / de donde surge a veces / sombra y fulguración, la melancólica / inconsistencia del acontecer, / no esperes que responda / nadie por ti. ¿Qué es esta superficie / sino el envés de tu oquedad?”, sino las intersecciones de un continuum de desplazamientos con el que la voz lírica que nos habla muda a cada paso los contornos de su espacio y su sonido es el de la huella de su puro tránsito: “Escucho el viento / golpeando las ramas sin prudencia / como si allí anidasen golondrinas / en libertad. ¿Soy yo / lo que giraba en torno?”. El gesto de invitación a la resistencia desde el que nos habla la escritura talensiana obedece a una específica concepción de la poesía como pensamiento del desorden de lo visible, cuyas profundas implicaciones en el terreno epistemológico afectan por entero al papel de intervención de la escritura en el terreno ideológico. La suya es, pues, una poética que asume la tarea de pensar la comunidad como su praxis constitutiva y cuyos planteamientos se encuadran en la específica asunción de una condición postmoderna.
(Sacado de https://es.wikipedia.org/wiki/Jenaro_Talens )
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Algunos poemas de Jenaro Talens:
De Otra escena/Profanación(es) (1975-1979):
NAVEGACIONES
I
recuerdo vagamente
que comenzaba el frío del otoño
o quizá se tratase del estremecimiento
de despertar de pronto junto a un cuerpo dormido
recuerdo el gorjeo del mirlo en el jardín
pero ¿cómo recordar si era él quien cantaba?
II
una apacible máscara
niega saber que un labio son cien labios
cuanto el aire corrompe
con indiferencia con obstinación
igualmente real
tu nombre pide un desenlace
un poco de la blancura con que los ojos entreabren
tras la vitrina por azar la lluvia
la luz indecisa goteando sobre un hombre que pasa
hace tiempo y lo sé
tal vez perduren todavía
la forma de mis pasos
un gesto sin memoria por algún lugar
III
¿me reconoces aire
bajo la corteza de las palabras en que fui?
mi voz navega sin vacilaciones
en un paisaje de sonidos
tiempo tú puro espacio
en este mediodía que duerme
el agua dice soy
un exceso de luz
vuelve tu cielo inhabitable.
OBSERVACIONES SOBRE UN CUERPO
I
el escenario es siempre el mismo
observa cómo el cielo cae sobre los pájaros
cómo un humo delgado anuncia el límite del día
la violencia del fuego que nos conmemora
no tienes otra desnudez
que esos puntos de luz
en donde te supones desdoblada
una segunda superficie que nadie recorre
sólo la imagen que te nombra
reconstruir un símbolo vacío
sobre el lugar sin límites
donde todo comience
la no conciencia vuelta maquillaje
el terror de los sueños a permanecer
II
siento vivir tus ojos contra el sol que se apaga
frente a este muro destruido
la ceremonia muere por desolación
el olor que has nombrado
más alto que la luz que el aire cristalino
es en mi rostro un brillo solitario
una extraña humedad
donde la noche nos reconocía
el techo desploma su ceniza sobre el amanecer
antes que el tiempo acabe
y nos absorba y desdibuje
ahora que ya no somos inmortales
deja entrar la mañana
por los cristales mal cerrados
silenciosa y furtiva
sólo déjala entrar
para que todo calle y continúe
PROFANACIONES I
Te extraño, oscuridad, mi vieja amiga,
mientras hago memoria de tu exilio insaciable,
de tu armazón endeble, de tu edad.
A través de las piedras donde el tiempo fabrica
un nombre corroído por vegetaciones
las ortigas deslíen tu poder.
El muro escucha erguido,
la música transcurre sin avidez y cede.
Otros lugares hay. También allí
tu soledad es necesaria.
Densas como un olvido tus palabras llegan a su fin
Queda un tibio y espeso calor que todo lo cubre.
Dónde anudar el hilo de tu historia, dime.
La luz que cae exime de sorpresa.
Dulce fue tu universo, oscuridad.
De Proximidad del silencio (1980-1981):
OBSCENIDAD DE LOS PAISAJES
I
Esta mañana somos dos los que observan el movimiento de las hojas, el cíclico murmullo de los primeros rostros que marchan al trabajo; dos los que miran lo impreciso de cuanto existe ajeno y nos rodea y a su manera nos define como ajenos también. Tan sólo el ocio frágil de la imaginación pudo asociar un día tantos datos dispersos y construir sobre el caótico montón de sus detritus un simulacro de saber. Nos cegó el énfasis soberbio de inventar historias, de otorgar sentido. No supimos ver sino la luz, o, cuanto más, lo iluminado. Nunca nos detuvimos a sentir los ojos, su cotidiana sensación de estar, que no da nada y todo lo recibe, como un don. Fuimos uno (mirar nos desdoblaba). Tuve piedad (tuvimos) del gorrión temprano, del solitario poto, del jardín deshabitado por la lluvia bajo nuestra ventana. El día viene ahora hasta nosotros como presencia sólida y el aire que me azota dice que en el silencio oscuro de mis pasos hoy somos al fin dos, yo, tú, nunca nosotros ni su crimen lejano, reconocida tú, por quien camino.
II
Ah, pronunciar el aura del viaje, sentir un poco cuando el sol lo pida, decirte soy como lo escucho, y escuchar lo que digo y descubrirme ahí. Los murmullos que estallan en mi boca queman como faros y, a no dudar, impiden que te exile la luz, donde la hierba crece franqueando el espacio de los ojos. La muerte ya no insiste: una simple emoción reconocida. De nadie nos consuela la fidelidad (su intensidad es silenciosa). Así, sonrío al borde de mi voz. Piedra angular. O antorcha. La locura.
III
De todas formas nadie nos espera. No hay por qué apresurarse. El cartero pasa de largo, sin llamar (no llamará dos veces, ya lo ves). El agua le chorrea y busca dónde guarecerse. Para qué, me preguntas. Y de qué. La lluvia. Siempre llueve en esta época del año. No sé por qué buscamos, sin embargo, su secreta razón, su calidad de imprevisible. Abandonemos pronto este recinto; pero no, no es recinto. El frío de la tarde desconoce que aún quedan sensaciones sin clasificar, el sonido amortiguado de los tubos de escape, la lividez del cielo azul plomizo, el olor del mal tiempo que camina entre rachas de sol y nubes grises, como un cabrilleo de liquidación, sus maneras afables y alguna referencia más bien vaga a las cisuras que parecen otorgar a cada historia su enfática porción de intimidad. La ceremonia ciega, ¿en qué consiste? Dejemos ya de divagar, me dices, no nos caiga la noche. Ah, sí, la noche.
IV
La sombra oblicua que nos desdibuja en el límite del día sabe del entusiasmo de las estaciones, de la hazaña del tiempo, del dolor que acumula un pensamiento inhóspito. Allí el deseo se agazapa, se acomoda a un espacio elaborado con fragmentos de hierba y levadura triste. Nada tan dócil como la sorpresa de distinguir rendijas familiares por donde penetra un sol sin atributos. Brilla su imaginaria proyección sobre el escorzo de aparatos de bronce, de muñecos mecánicos, esa falsa materia que el mar vislumbra en la prisión del cielo. Ahora que somos dos (la tormenta lo dice) y la noche que cae nos señala el camino con culebras de luz.
V
A solas otra vez, irremediablemente, como el viejo serrín de una muñeca de trapo, desparramados entre restos de ternura y sábanas sin sol. El frío de la madrugada no precisa de afán. Un bulto inmarcesible hecho de incertidumbre, de ruidosa brega. La voluntad de abismo aturde igual que música pautada en otras tablas, en la trinchera próxima. Un espacio concluso donde hacer mío el fuego que crepita en torno a las comisuras tristes de tu boca.
PEQUEÑO GORRIÓN EN LA TERRAZA
Esa pequeña cosa, como un ranúnculo puesto en la
descolorida horqueta de las rosas, viene a mí, me
escucha mientras hablo de lo que no recuerdo o no
conozco ni imagino, pía con ignorancia, se demora
contra el tiempo, por mucho que no sepa
que también hay tiempo para él, y ahora todo despide
un olor especial, a jazmín hecho de
memorias ya borrosas, imágenes leídas
cuando de muchacho el desafío estaba tras la
biblioteca, y algo de su silencio parece evaporarse
igual que una flor mágica que encontramos de pronto
y ni el amor ni la muerte pueden ponerle fin,
tampoco incorporarlo al espectáculo de
este silencio en el que persistimos con
indiferencia, con determinación, y esa cosa
arrastra el pico sobre la barandilla, mesa
sus alas, sin soberbia, una costumbre que
se parece a la música y al calor del verano,
su revoloteo continuo, sus ojos sin conciencia,
feliz, como un ranúnculo puesto en la
descolorida horqueta de las rosas.
MUJER CADA DÍA A LO LARGO
I
No tenía ambición alguna de ser feliz. Desde tiempo atrás había renunciado a todo pensamiento sobre este tipo de cuestiones. Sólo deseaba representar lo más correctamente posible una ficción de felicidad. Deseaba, por ejemplo, recitar sobre la verde hierba de su jardín escenas dulces de la vida diaria de una familia feliz. Las ensayaba con detenimiento y con pasión y las más conseguidas las hacía filmar. Joven madre feliz jugando con su hijo. Ama de casa feliz sirviendo el té. Bañista feliz tomando el sol en su piscina. Deseaba, sobre todo, esas escenas para que su familia no se sintiese desgraciada por su carencia de felicidad. Sin embargo, su perfeccionismo se estrellaba siempre con la posibilidad de que algo incontrolable sucediese. El malhumor del niño. El alboroto del niño. El silencio del marido. Su falta de atención. O su desinterés en un experimento cuyo alcance objetivo no alcanzaba a calibrar. O cualquier otra cosa imprevista que hacía desmoronarse toda la situación. No servía de nada que su familia hiciera idénticos esfuerzos, ni que fingiese que nada había sucedido.
EN EL CURSO DEL TIEMPO
Ha llegado el invierno, y el viajero, solo en su cabaña, pasa las noches desvelado. Lo que siente caer sobre sus hombros no es el agua (porque no la hay), sino un cúmulo de sensaciones, lluvia quieta de estío recuperada a fuerza de imaginación, de olvido, el olor de los bosques que atravesara antaño, montado en una grupa que jamás usó.
Fue su oficio mentir, hacer camino.
Ahora la noche es larga, no es invierno, ya
ni lo recuerda apenas, se desasosiego
sólo le dice que ya es tarde, que
imaginarte no
es posible.
CUANDO EL AMOR INVENTA LABERINTOS ALGUIEN SE TIENE QUE PERDER
Tras tanto viaje inútil después de tantas tentativas de fuga, sin saber con certeza qué y adónde buscar, sin otras convicciones que la de haber escrito sobre lo que viví, o he visto (a menudo, también, sobre lo imaginado o por vivir), tantas frases vacías o escasamente necesarias, ahora, de improviso, vuelvo a sentir cada palabra como un acto de amor. Las alas raramente dejan huellas. Se mueven con la precisión de un dardo, la nostalgia de un fuego donde la voluntad crepite como bajo un difuso cielo de celofán. Y espero. Hay una tierra remota, de voces muy oscuras, de cristales sin cuerpo que hunden sus raíces en la noche. Amo cada palabra porque me obliga a construir los límites de mi silencio, como la yedra construye su fidelidad, su sueño, su armonía, o la espuma rompe sobre la cresta del acantilado tanto en la calma como en la tempestad. Amo los sitios donde la luz fue nuestra, el color de sus nombres, y amo también los que no vimos, porque habrán de obligarnos a inventar sus contornos, y su pequeña historia, y unos pocos recuerdos con que volverlos habitables. Amo, incluso, la muerte, esta forma de muerte, porque obliga a vivir.
De Tabula rasa (1983):
ESTOY IMPLICADO EN ALGO
1
Nunca quise ser libre. Sólo hablaba y hablaba
de una confusa libertad. Conozco,
a duras penas, el abismo súbito
que separa un refugio del color del cielo
de este cielo que me cubre con su indiferencia,
mostrando los caminos abiertos ante mí.
Y hoy, primero de abril, bajo la luz de un alba casi amiga
dejo mi casa y mi ciudad, los libros
que tanto amé, las calles, los jardines
y el cuerpo extraño en que busqué mi imagen
sin comprender del todo lo que hacía.
Nada hay atrás que implique una atadura,
quizá algunos residuos de memoria,
algún olor indefinido, un poco
de la nostalgia absurda con que se aparece
cuanto el deseo quiso construir
sin aceptar sus límites inciertos. Esta mañana, al fin,
mientras, algo cansado, vuelo entre las nubes,
veo a través de sus resquicios el azul del océano,
la transparencia insólita del aire
y sé que es cierto que soy libre, que
ya no me vivo en nadie, que mi noche
es profunda, y es mía.
II
Supongo que ser libre es estar solo,
aceptar la violencia con que la noche cae,
sin otra compañía que la noche.
Nadie depende ahora de mí. No tengo planes.
Tampoco estoy seguro de la eternidad,
pero conozco, al menos, mis limitaciones.
Sé lo que quise o que fingí querer
manjpulando a veces mi memoria.
Y aquí, sentado, espero mi bebida
entre rostros extrafios que me ignoran.
Oigo el confuso parloteo de los comensales
y distingo con nitidez una pequefia ardilla desde la ventana.
Juega en el parque, entre la nieve, y no
sabe siquiera que es abril y hace frío.
La luz resbala por sus ojos, como
gotas de lluvia. Abre tu puerta -dice,
y no te ocultes en la oscuridad.
Un falso sol que tiembla en el invernadero
tille de azul las lilas y los polos.
Saludo sin pasión a un árbol solitario.
Son malos tiempos para la ternura.
III
Son malos tiempos para la ternura.
Olvida el absurdo vaivén del día y de la noche.
Quédate junto a mí. No tengas miedo.
Sabrás que, al fin, no hay nada misterioso,
cómo y dónde se inicia, tras el maquillaje,
ese monólogo de sombras que llamamos poema.
Yo, que tanto he escrito sobre lo que ignoro,
ya no pretendo comprender. Escúchame,
vivir consiste en enterrar la muerte,
y estas viejas historias, como dijo el anciano,
se parecen tanto todas entre sí.
Tú, viejo profesor, que nada tienes salvo tu deseo,
deja el terror a un lado. Nadie mira.
El mundo es algo ajeno, aunque tu vida esté
sola y desnuda en los escaparates.
Nada de lo que digan eres tú. Ven conmigo.
Andemos juntos esta madrugada.
No hay lugares inhóspitos. El cielo
tan sólo cambia de color, y es dulce, y nos cobija,
y hay tantas cosas nuevas que aprender.
ROOM 2 MOVE
Por qué dudar. No temo la aventura.
El deseo no es nada sino el deseo de romper
la superficie donde habitan todas las superficies,
de hablar con un lenguaje sin pronombres ni géneros,
sin verbos en pasado o en futuro,
de comprender, al fin, por qué la muerte es dura:
porque tu cuerpo ausente es sólo superficie.
La voz que me habla con tus ojos
es más profunda y dulce que el olor de las rosas
cuando estas flores imaginan
la nieve que se posa con delicadeza sobre tu piel, y nadie,
ni siquiera la lluvia, como pequeñas manos,
puede ser otra cosa que temblor. Esta explosión de pétalos
que se eriza en mis dedos cubre tu desnudez,
y el vaho de tus labios como un rostro confuso
construye, poco a poco, otro silencio para mi silencio.
Cerrar mis ojos y saber quién soy.
Si tú no estás la luz ya no es posible.
Si estás aquí la luz no es necesaria.
La audacia de adentrarnos, solos y juntos, en la madrugada.
PAISAJES # 2
La florista pasa delante del café. Lleva una niña de la
mano. Va muy deprisa. Al fondo de la calle
un coche aguarda en medio de la nieve.
El hombre baja apenas el cristal.
Puedo ver, sin embargo, su chaqueta de cuero,
el sombrero tejano y la sonrisa. ¿Son
rosas o crisantemos? Varios pétalos caen
sobre el barro amarillo. Envuelto en un periódico,
el manojo está ahora en brazos de la niña.
La capucha de su anorak como una imagen rota.
En el café las flores son de plástico.
Miro este simulacro de jardín,
el contorno apagado de los tulipanes,
se asepsia, parecida a la desgana con que
las camareras sirven la bebida. Tomo mi
brunch. Es domingo. En el rincón de al lado
dos jóvenes se besan y hablan de las montañas del Perú
ES TAN SÓLO UNA HIPÓTESIS, PERO AÚN ASÍ
G. lonas, Untitled poem # 3
Dice que sólo duerme con extraños, que
gracias a los extraños puede dormir en paz
y permitirles ser amables anfitriones
siendo a su vez una invitada amable.
Ellos no pueden tomar nada que le pertenezca,
ella tampoco nada que les pertenezca
salvo lo más externo de su piel
y el café con tostadas en el desayuno.
Tras noches como ésas se siente tan feliz.
Dice que sólo duerme con extraños, que
de ese modo resultan más sinceros.
Saben que ella está hoy,
sin que jamás se hable de un mañana.
Si se lleva consigo algún objeto,
es relativamente fácil perdonar.
Y si olvida algo suyo sobre la mesita
pueden tirarlo luego sin problemas.
Es un dedo en un timbre después de atardecer,
o una voz dulce en el teléfono.
La promesa, tal vez, de una postal que no
suele firmar, y sin remite alguno.
Dice que sólo duerme con extraños, que
ellos así reservan para ella
sus más limpios manteles
y su mejor sonrisa.
ARRITMIAS DEL ESTÍO
Cuando me paro a contemplar mi estado,
y aún a sabiendas de por qué he vivido,
no encuentro muerte ni dolor ni olvido,
sino un rumor de tiempo sofocado.
Pasión o luz busqué. Tuve cuidado
de no perderme tras tu dolorido
sentir. La noche acaba. Ven. He sido
huésped de ti. No temas: he llegado
tarde a la cita, pero no a tu boca
que aguarda ya mi oscuridad vencida
por el sonido de tu piel. Profana
este silencio, amor. Sé tú la roca
donde el mar muera paradarnos vida
como el que ofrece un cauce a la mañana.
MONÓLOGO EN COLFAX AVENUE
Estas palabras que te escribo
piensan de modo diferente
y en otras cosas que no son tú y yo.
Pero es difícil rehuirlas. Vienen
para negarme la mudez, ser carne,
aún sabiéndose infieles
porque no son espejos, ni conocen
el temblor que te invade cuando duermes
desnuda junto a mí. No sé decirlo
y, sin embargo, ellas acuden siempre
y te acarician. Las palabras son
mi forma de estar solo y ofrecerte
una pequeña sensación, un gesto
sin importancia. Tómalas. No mienten.
Son como son. No buscan la agonía,
pero tampoco eluden convertirse en muerte,
dar testimonio sin venir a mí,
ser ellas mismas aunque yo las niegue.
Si mis palabras no hablan del amor, es sólo
porque piensan de modo diferente.
EPILOGUE & AFTER
Cuánta ceniza ardiente llueve el cielo,
ecos antiguos de una voz que pasa,
ese enemigo que inventó el espejo
y me instaló sin verme en su mirada.
Dando bandazos, el invierno cae;
no me permite desdecirme. Calla
para obligarme a oír desde el silencio
el rumor con que anula las palabras
y hace hablar a los árboles, a las
piedras desnudas, a los puentes, con
el lenguaje del agua.
Burlón y regio por las galerías,
el aire muerde sin cesar las ramas;
ellas me enseñan a mirar sin odio:
el sol es siempre nuevo cuando se levanta.
El frescor de las cosas desmiente mi agonía,
y en este cuerpo imán de tu memoria inscribo
el lastre fiel de un monólogo en calma.
La noche apoya su cabeza en mi hombro,
su materia sensible. No hay nostalgia,
sino copos de tiempo que la noche aventa
en un espacio vuelto madrugada.
Mis ideas acerca del futuro
crecen como burbujas de sustancia.
Por qué seguir; la escena ha terminado,
y ahora que ya no necesito nada
(si acaso respirar la luz del día),
ahora, cuando descubro que esa luz no acaba,
sé que el camino existe
porque por él avanzo: soy camino.
Sobrevivir ha sido mi venganza.
Jenaro Talens (Tarifa, 14 de enero de 1946), es un poeta, ensayista y traductor español. Hermano del novelista Manuel Talens.
Estudios
Jenaro Talens hizo sus estudios de bachillerato en el Colegio de los Hermanos Maristas de Granada. Tras terminar el Preuniversitario en junio de 1963, se trasladó a Madrid, becado por el Comité Olímpico en la Residencia Blume. Cursó estudios en Ciencias Económicas y Arquitectura en la Universidad de Madrid, abandonando ambas carreras y el deporte en la primavera de 1966 para matricularse en la Facultad de Filosofía Letras de la Universidad de Granada, donde obtuvo la Licenciatura con Premio extraordinario.
De nuevo en la Residencia Blume desde septiembre de 1967, compaginó el atletismo como titular de la selección española en 100 y 200 metros lisos y relevos 4 x 100 con sus estudios de doctorado hasta su retirada definitiva de las pistas en el otoño de 1969. Se doctoró en Filología Románica por la Universidad de Granada en 1971, con una tesis sobre la poesía de Luis Cernuda.
Profesor desde 1968 en la Universidad de Valencia (donde ocupó sucesivamente las cátedras de Literatura española, Teoría de la Literatura y Comunicación Audiovisual) y entre 1996 y 1998 en la Universidad Carlos III de Madrid. Desde 1999 hasta su jubilación en 2011 ha sido catedrático de Literaturas Hispánicas, Literatura Comparada y Estudios europeos en la Universidad de Ginebra, ciudad donde reside y donde continúa como catedrático emérito en el Institute for Global Studies al tiempo que, tras reincorporarse a su cátedra de Comunicación audiovisual en la Universidad de Valencia, Estudi General, ha sido nombrado asimismo catedrático emérito de la disciplina en el Departamento de Teoría de los Lenguajes y Ciencias de la Comunicación.
Ha sido Profesor visitante en diferentes centros europeos y americanos: Minnesota, Montreal, California-Irvine, Aarhus, Technische de Berlín y Buenos Aires, de cuya Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo -FADU- es Profesor Honorario. Dirige las colecciones de ensayo "Signo e imagen" y "cineastas", de Ediciones Cátedra y "Otras Eutopías", de Ediciones Biblioteca Nueva, así como la colección de poesía de la Editorial Salto de Página, esta última en colaboración con Clara Janés. Fundador de la revista de Hispanismo "Boletín Hispánico Helvético" que dirigió hasta su jubilación ginebrina (volumen 15-16), en la actualidad dirige una nueva revista semestral cuatrilingüe (español-francés-inglés-italiano), "EU-topías. Revista de interculturalidad, comunicación y estudios europeos/Revue d'interculturalité, communication et études européennes/A Journal on Interculturality, Communication and European Studies/Rivista d'interculturalità, communicazione e studi europei", coeditada por el Departamento de Teoría de los Lenguajes y Ciencias de la Comunicación de la Universitat de Valencia. Estudi General y el Institute for Global Studies de la Universidad de Ginebra. En 2014 fue nombrado Doctor Honoris causa por la Universidad de Playa Ancha (Valparaíso, Chile) y en 2015 ha recibido el Ida Beam Distinguished Visiting Professorship de la University of Iowa (EE. UU.), distinción que recibieron en años anteriores poetas como John Ashbery, Seamus Heaney o Derek Walcott, novelistas como Saul Bellow o Philip Roth y pensadores como Harold Bloom o Jean-François Lyotard. En la primavera de 2016 ha sido elegido miembro de la Academia Europaea, dentro de la sección de Film, Media and Visual Studies.
Obra poética
Jenaro Talens ha sido encuadrado por la crítica en la generación poética surgida en la poesía española contemporánea de la España a finales de los años sesenta, conocida como "generación novísima", "generación de 1970" o "generación del lenguaje", si bien siempre mantuvo, desde sus inicios, una posición excéntrica y marginal respecto a las que se consideraban las características definitorias del movimiento (esteticismo, venecianismo, culturalismo, etc.). Definido como metapoeta, difícil e intelectual —aspectos que el propio autor ha rebatido de forma reiterada en sus escritos teóricos—, hay en su poesía una continua reivindicación de lo sensorial y corpóreo, a la vez que un constante cuestionamiento de la noción de sujeto cartesiano que ha servido de eje conductor a las escrituras de la Modernidad. En palabras de Gilles Deleuze, “un proceso de subjetivación, es decir, la producción de un modo de existencia, no puede confundirse con un sujeto, a menos que se le despoje de toda identidad y de toda interioridad. La subjetivación no tiene ni siquiera que ver con la persona: se trata de una individuación, particular o colectiva, que caracteriza un acontecimiento (una hora del día, una corriente, un viento, una vida). Se trata de un modo intensivo y no de un sujeto personal. Es una dimensión específica sin la cual no es posible superar el saber ni resistir al poder”. Este planteamiento no estriba ni afecta tan solo a que la escritura de Talens haya sintomatizado siempre el papel subversivo del sujeto lírico marcando en primer plano la dimensión retóricamente mediada del lenguaje. Se establece en un nivel más profundo: allí donde la fuerza subversiva de ese gesto radica en ofrecerse como correlato de una subjetividad que, verso a verso, materializa un campo de fuerzas en el que la mediación retórica del lenguaje articula de modo progresivo una memoria del sí mismo que ya no es tiempo sino espacio. Si es cierto, como decía Beckett, que es imposible hablar sin decir “yo”, los poemas de Jenaro Talens se instalan en esa imposibilidad y someten el pronombre y su unitaria sucesividad a una permanente dispersión, con la que poder poner al descubierto las líneas intensivas de libertad y deseo que atraviesan, generándola, la enunciación de una específica propuesta de intervención en el mundo. Utilizando una imagen tan plástica como certera, podría decirse que la senda marcada por la palabra poética del yo lírico talensiano responde a aquel movimiento que se daba entre la avispa y la orquídea de Deleuze y Guattari: insecto y flor delineaban sus contornos en esa intersección, un entre que no pertenecía ni a uno ni a otro y que, no obstante, construía a cada uno de ellos. Si nos referimos a una de sus últimas entregas, quizá sean los versos iniciales de El espesor del mundo, pertenecientes a “Biografía”, los que mejor puedan ejemplificar la permanencia de este sentido de la escritura. Las fotografías de nuestra memoria no nos muestran el perfil de una imagen: “Tú, palabra, aire escrito, / de donde surge a veces / sombra y fulguración, la melancólica / inconsistencia del acontecer, / no esperes que responda / nadie por ti. ¿Qué es esta superficie / sino el envés de tu oquedad?”, sino las intersecciones de un continuum de desplazamientos con el que la voz lírica que nos habla muda a cada paso los contornos de su espacio y su sonido es el de la huella de su puro tránsito: “Escucho el viento / golpeando las ramas sin prudencia / como si allí anidasen golondrinas / en libertad. ¿Soy yo / lo que giraba en torno?”. El gesto de invitación a la resistencia desde el que nos habla la escritura talensiana obedece a una específica concepción de la poesía como pensamiento del desorden de lo visible, cuyas profundas implicaciones en el terreno epistemológico afectan por entero al papel de intervención de la escritura en el terreno ideológico. La suya es, pues, una poética que asume la tarea de pensar la comunidad como su praxis constitutiva y cuyos planteamientos se encuadran en la específica asunción de una condición postmoderna.
(Sacado de https://es.wikipedia.org/wiki/Jenaro_Talens )
*
Algunos poemas de Jenaro Talens:
De Otra escena/Profanación(es) (1975-1979):
NAVEGACIONES
I
recuerdo vagamente
que comenzaba el frío del otoño
o quizá se tratase del estremecimiento
de despertar de pronto junto a un cuerpo dormido
recuerdo el gorjeo del mirlo en el jardín
pero ¿cómo recordar si era él quien cantaba?
II
una apacible máscara
niega saber que un labio son cien labios
cuanto el aire corrompe
con indiferencia con obstinación
igualmente real
tu nombre pide un desenlace
un poco de la blancura con que los ojos entreabren
tras la vitrina por azar la lluvia
la luz indecisa goteando sobre un hombre que pasa
hace tiempo y lo sé
tal vez perduren todavía
la forma de mis pasos
un gesto sin memoria por algún lugar
III
¿me reconoces aire
bajo la corteza de las palabras en que fui?
mi voz navega sin vacilaciones
en un paisaje de sonidos
tiempo tú puro espacio
en este mediodía que duerme
el agua dice soy
un exceso de luz
vuelve tu cielo inhabitable.
OBSERVACIONES SOBRE UN CUERPO
I
el escenario es siempre el mismo
observa cómo el cielo cae sobre los pájaros
cómo un humo delgado anuncia el límite del día
la violencia del fuego que nos conmemora
no tienes otra desnudez
que esos puntos de luz
en donde te supones desdoblada
una segunda superficie que nadie recorre
sólo la imagen que te nombra
reconstruir un símbolo vacío
sobre el lugar sin límites
donde todo comience
la no conciencia vuelta maquillaje
el terror de los sueños a permanecer
II
siento vivir tus ojos contra el sol que se apaga
frente a este muro destruido
la ceremonia muere por desolación
el olor que has nombrado
más alto que la luz que el aire cristalino
es en mi rostro un brillo solitario
una extraña humedad
donde la noche nos reconocía
el techo desploma su ceniza sobre el amanecer
antes que el tiempo acabe
y nos absorba y desdibuje
ahora que ya no somos inmortales
deja entrar la mañana
por los cristales mal cerrados
silenciosa y furtiva
sólo déjala entrar
para que todo calle y continúe
PROFANACIONES I
Te extraño, oscuridad, mi vieja amiga,
mientras hago memoria de tu exilio insaciable,
de tu armazón endeble, de tu edad.
A través de las piedras donde el tiempo fabrica
un nombre corroído por vegetaciones
las ortigas deslíen tu poder.
El muro escucha erguido,
la música transcurre sin avidez y cede.
Otros lugares hay. También allí
tu soledad es necesaria.
Densas como un olvido tus palabras llegan a su fin
Queda un tibio y espeso calor que todo lo cubre.
Dónde anudar el hilo de tu historia, dime.
La luz que cae exime de sorpresa.
Dulce fue tu universo, oscuridad.
De Proximidad del silencio (1980-1981):
OBSCENIDAD DE LOS PAISAJES
I
Esta mañana somos dos los que observan el movimiento de las hojas, el cíclico murmullo de los primeros rostros que marchan al trabajo; dos los que miran lo impreciso de cuanto existe ajeno y nos rodea y a su manera nos define como ajenos también. Tan sólo el ocio frágil de la imaginación pudo asociar un día tantos datos dispersos y construir sobre el caótico montón de sus detritus un simulacro de saber. Nos cegó el énfasis soberbio de inventar historias, de otorgar sentido. No supimos ver sino la luz, o, cuanto más, lo iluminado. Nunca nos detuvimos a sentir los ojos, su cotidiana sensación de estar, que no da nada y todo lo recibe, como un don. Fuimos uno (mirar nos desdoblaba). Tuve piedad (tuvimos) del gorrión temprano, del solitario poto, del jardín deshabitado por la lluvia bajo nuestra ventana. El día viene ahora hasta nosotros como presencia sólida y el aire que me azota dice que en el silencio oscuro de mis pasos hoy somos al fin dos, yo, tú, nunca nosotros ni su crimen lejano, reconocida tú, por quien camino.
II
Ah, pronunciar el aura del viaje, sentir un poco cuando el sol lo pida, decirte soy como lo escucho, y escuchar lo que digo y descubrirme ahí. Los murmullos que estallan en mi boca queman como faros y, a no dudar, impiden que te exile la luz, donde la hierba crece franqueando el espacio de los ojos. La muerte ya no insiste: una simple emoción reconocida. De nadie nos consuela la fidelidad (su intensidad es silenciosa). Así, sonrío al borde de mi voz. Piedra angular. O antorcha. La locura.
III
De todas formas nadie nos espera. No hay por qué apresurarse. El cartero pasa de largo, sin llamar (no llamará dos veces, ya lo ves). El agua le chorrea y busca dónde guarecerse. Para qué, me preguntas. Y de qué. La lluvia. Siempre llueve en esta época del año. No sé por qué buscamos, sin embargo, su secreta razón, su calidad de imprevisible. Abandonemos pronto este recinto; pero no, no es recinto. El frío de la tarde desconoce que aún quedan sensaciones sin clasificar, el sonido amortiguado de los tubos de escape, la lividez del cielo azul plomizo, el olor del mal tiempo que camina entre rachas de sol y nubes grises, como un cabrilleo de liquidación, sus maneras afables y alguna referencia más bien vaga a las cisuras que parecen otorgar a cada historia su enfática porción de intimidad. La ceremonia ciega, ¿en qué consiste? Dejemos ya de divagar, me dices, no nos caiga la noche. Ah, sí, la noche.
IV
La sombra oblicua que nos desdibuja en el límite del día sabe del entusiasmo de las estaciones, de la hazaña del tiempo, del dolor que acumula un pensamiento inhóspito. Allí el deseo se agazapa, se acomoda a un espacio elaborado con fragmentos de hierba y levadura triste. Nada tan dócil como la sorpresa de distinguir rendijas familiares por donde penetra un sol sin atributos. Brilla su imaginaria proyección sobre el escorzo de aparatos de bronce, de muñecos mecánicos, esa falsa materia que el mar vislumbra en la prisión del cielo. Ahora que somos dos (la tormenta lo dice) y la noche que cae nos señala el camino con culebras de luz.
V
A solas otra vez, irremediablemente, como el viejo serrín de una muñeca de trapo, desparramados entre restos de ternura y sábanas sin sol. El frío de la madrugada no precisa de afán. Un bulto inmarcesible hecho de incertidumbre, de ruidosa brega. La voluntad de abismo aturde igual que música pautada en otras tablas, en la trinchera próxima. Un espacio concluso donde hacer mío el fuego que crepita en torno a las comisuras tristes de tu boca.
PEQUEÑO GORRIÓN EN LA TERRAZA
Esa pequeña cosa, como un ranúnculo puesto en la
descolorida horqueta de las rosas, viene a mí, me
escucha mientras hablo de lo que no recuerdo o no
conozco ni imagino, pía con ignorancia, se demora
contra el tiempo, por mucho que no sepa
que también hay tiempo para él, y ahora todo despide
un olor especial, a jazmín hecho de
memorias ya borrosas, imágenes leídas
cuando de muchacho el desafío estaba tras la
biblioteca, y algo de su silencio parece evaporarse
igual que una flor mágica que encontramos de pronto
y ni el amor ni la muerte pueden ponerle fin,
tampoco incorporarlo al espectáculo de
este silencio en el que persistimos con
indiferencia, con determinación, y esa cosa
arrastra el pico sobre la barandilla, mesa
sus alas, sin soberbia, una costumbre que
se parece a la música y al calor del verano,
su revoloteo continuo, sus ojos sin conciencia,
feliz, como un ranúnculo puesto en la
descolorida horqueta de las rosas.
MUJER CADA DÍA A LO LARGO
I
No tenía ambición alguna de ser feliz. Desde tiempo atrás había renunciado a todo pensamiento sobre este tipo de cuestiones. Sólo deseaba representar lo más correctamente posible una ficción de felicidad. Deseaba, por ejemplo, recitar sobre la verde hierba de su jardín escenas dulces de la vida diaria de una familia feliz. Las ensayaba con detenimiento y con pasión y las más conseguidas las hacía filmar. Joven madre feliz jugando con su hijo. Ama de casa feliz sirviendo el té. Bañista feliz tomando el sol en su piscina. Deseaba, sobre todo, esas escenas para que su familia no se sintiese desgraciada por su carencia de felicidad. Sin embargo, su perfeccionismo se estrellaba siempre con la posibilidad de que algo incontrolable sucediese. El malhumor del niño. El alboroto del niño. El silencio del marido. Su falta de atención. O su desinterés en un experimento cuyo alcance objetivo no alcanzaba a calibrar. O cualquier otra cosa imprevista que hacía desmoronarse toda la situación. No servía de nada que su familia hiciera idénticos esfuerzos, ni que fingiese que nada había sucedido.
EN EL CURSO DEL TIEMPO
Ha llegado el invierno, y el viajero, solo en su cabaña, pasa las noches desvelado. Lo que siente caer sobre sus hombros no es el agua (porque no la hay), sino un cúmulo de sensaciones, lluvia quieta de estío recuperada a fuerza de imaginación, de olvido, el olor de los bosques que atravesara antaño, montado en una grupa que jamás usó.
Fue su oficio mentir, hacer camino.
Ahora la noche es larga, no es invierno, ya
ni lo recuerda apenas, se desasosiego
sólo le dice que ya es tarde, que
imaginarte no
es posible.
CUANDO EL AMOR INVENTA LABERINTOS ALGUIEN SE TIENE QUE PERDER
Tras tanto viaje inútil después de tantas tentativas de fuga, sin saber con certeza qué y adónde buscar, sin otras convicciones que la de haber escrito sobre lo que viví, o he visto (a menudo, también, sobre lo imaginado o por vivir), tantas frases vacías o escasamente necesarias, ahora, de improviso, vuelvo a sentir cada palabra como un acto de amor. Las alas raramente dejan huellas. Se mueven con la precisión de un dardo, la nostalgia de un fuego donde la voluntad crepite como bajo un difuso cielo de celofán. Y espero. Hay una tierra remota, de voces muy oscuras, de cristales sin cuerpo que hunden sus raíces en la noche. Amo cada palabra porque me obliga a construir los límites de mi silencio, como la yedra construye su fidelidad, su sueño, su armonía, o la espuma rompe sobre la cresta del acantilado tanto en la calma como en la tempestad. Amo los sitios donde la luz fue nuestra, el color de sus nombres, y amo también los que no vimos, porque habrán de obligarnos a inventar sus contornos, y su pequeña historia, y unos pocos recuerdos con que volverlos habitables. Amo, incluso, la muerte, esta forma de muerte, porque obliga a vivir.
De Tabula rasa (1983):
ESTOY IMPLICADO EN ALGO
1
Nunca quise ser libre. Sólo hablaba y hablaba
de una confusa libertad. Conozco,
a duras penas, el abismo súbito
que separa un refugio del color del cielo
de este cielo que me cubre con su indiferencia,
mostrando los caminos abiertos ante mí.
Y hoy, primero de abril, bajo la luz de un alba casi amiga
dejo mi casa y mi ciudad, los libros
que tanto amé, las calles, los jardines
y el cuerpo extraño en que busqué mi imagen
sin comprender del todo lo que hacía.
Nada hay atrás que implique una atadura,
quizá algunos residuos de memoria,
algún olor indefinido, un poco
de la nostalgia absurda con que se aparece
cuanto el deseo quiso construir
sin aceptar sus límites inciertos. Esta mañana, al fin,
mientras, algo cansado, vuelo entre las nubes,
veo a través de sus resquicios el azul del océano,
la transparencia insólita del aire
y sé que es cierto que soy libre, que
ya no me vivo en nadie, que mi noche
es profunda, y es mía.
II
Supongo que ser libre es estar solo,
aceptar la violencia con que la noche cae,
sin otra compañía que la noche.
Nadie depende ahora de mí. No tengo planes.
Tampoco estoy seguro de la eternidad,
pero conozco, al menos, mis limitaciones.
Sé lo que quise o que fingí querer
manjpulando a veces mi memoria.
Y aquí, sentado, espero mi bebida
entre rostros extrafios que me ignoran.
Oigo el confuso parloteo de los comensales
y distingo con nitidez una pequefia ardilla desde la ventana.
Juega en el parque, entre la nieve, y no
sabe siquiera que es abril y hace frío.
La luz resbala por sus ojos, como
gotas de lluvia. Abre tu puerta -dice,
y no te ocultes en la oscuridad.
Un falso sol que tiembla en el invernadero
tille de azul las lilas y los polos.
Saludo sin pasión a un árbol solitario.
Son malos tiempos para la ternura.
III
Son malos tiempos para la ternura.
Olvida el absurdo vaivén del día y de la noche.
Quédate junto a mí. No tengas miedo.
Sabrás que, al fin, no hay nada misterioso,
cómo y dónde se inicia, tras el maquillaje,
ese monólogo de sombras que llamamos poema.
Yo, que tanto he escrito sobre lo que ignoro,
ya no pretendo comprender. Escúchame,
vivir consiste en enterrar la muerte,
y estas viejas historias, como dijo el anciano,
se parecen tanto todas entre sí.
Tú, viejo profesor, que nada tienes salvo tu deseo,
deja el terror a un lado. Nadie mira.
El mundo es algo ajeno, aunque tu vida esté
sola y desnuda en los escaparates.
Nada de lo que digan eres tú. Ven conmigo.
Andemos juntos esta madrugada.
No hay lugares inhóspitos. El cielo
tan sólo cambia de color, y es dulce, y nos cobija,
y hay tantas cosas nuevas que aprender.
ROOM 2 MOVE
Por qué dudar. No temo la aventura.
El deseo no es nada sino el deseo de romper
la superficie donde habitan todas las superficies,
de hablar con un lenguaje sin pronombres ni géneros,
sin verbos en pasado o en futuro,
de comprender, al fin, por qué la muerte es dura:
porque tu cuerpo ausente es sólo superficie.
La voz que me habla con tus ojos
es más profunda y dulce que el olor de las rosas
cuando estas flores imaginan
la nieve que se posa con delicadeza sobre tu piel, y nadie,
ni siquiera la lluvia, como pequeñas manos,
puede ser otra cosa que temblor. Esta explosión de pétalos
que se eriza en mis dedos cubre tu desnudez,
y el vaho de tus labios como un rostro confuso
construye, poco a poco, otro silencio para mi silencio.
Cerrar mis ojos y saber quién soy.
Si tú no estás la luz ya no es posible.
Si estás aquí la luz no es necesaria.
La audacia de adentrarnos, solos y juntos, en la madrugada.
PAISAJES # 2
La florista pasa delante del café. Lleva una niña de la
mano. Va muy deprisa. Al fondo de la calle
un coche aguarda en medio de la nieve.
El hombre baja apenas el cristal.
Puedo ver, sin embargo, su chaqueta de cuero,
el sombrero tejano y la sonrisa. ¿Son
rosas o crisantemos? Varios pétalos caen
sobre el barro amarillo. Envuelto en un periódico,
el manojo está ahora en brazos de la niña.
La capucha de su anorak como una imagen rota.
En el café las flores son de plástico.
Miro este simulacro de jardín,
el contorno apagado de los tulipanes,
se asepsia, parecida a la desgana con que
las camareras sirven la bebida. Tomo mi
brunch. Es domingo. En el rincón de al lado
dos jóvenes se besan y hablan de las montañas del Perú
ES TAN SÓLO UNA HIPÓTESIS, PERO AÚN ASÍ
G. lonas, Untitled poem # 3
Dice que sólo duerme con extraños, que
gracias a los extraños puede dormir en paz
y permitirles ser amables anfitriones
siendo a su vez una invitada amable.
Ellos no pueden tomar nada que le pertenezca,
ella tampoco nada que les pertenezca
salvo lo más externo de su piel
y el café con tostadas en el desayuno.
Tras noches como ésas se siente tan feliz.
Dice que sólo duerme con extraños, que
de ese modo resultan más sinceros.
Saben que ella está hoy,
sin que jamás se hable de un mañana.
Si se lleva consigo algún objeto,
es relativamente fácil perdonar.
Y si olvida algo suyo sobre la mesita
pueden tirarlo luego sin problemas.
Es un dedo en un timbre después de atardecer,
o una voz dulce en el teléfono.
La promesa, tal vez, de una postal que no
suele firmar, y sin remite alguno.
Dice que sólo duerme con extraños, que
ellos así reservan para ella
sus más limpios manteles
y su mejor sonrisa.
ARRITMIAS DEL ESTÍO
Cuando me paro a contemplar mi estado,
y aún a sabiendas de por qué he vivido,
no encuentro muerte ni dolor ni olvido,
sino un rumor de tiempo sofocado.
Pasión o luz busqué. Tuve cuidado
de no perderme tras tu dolorido
sentir. La noche acaba. Ven. He sido
huésped de ti. No temas: he llegado
tarde a la cita, pero no a tu boca
que aguarda ya mi oscuridad vencida
por el sonido de tu piel. Profana
este silencio, amor. Sé tú la roca
donde el mar muera paradarnos vida
como el que ofrece un cauce a la mañana.
MONÓLOGO EN COLFAX AVENUE
Estas palabras que te escribo
piensan de modo diferente
y en otras cosas que no son tú y yo.
Pero es difícil rehuirlas. Vienen
para negarme la mudez, ser carne,
aún sabiéndose infieles
porque no son espejos, ni conocen
el temblor que te invade cuando duermes
desnuda junto a mí. No sé decirlo
y, sin embargo, ellas acuden siempre
y te acarician. Las palabras son
mi forma de estar solo y ofrecerte
una pequeña sensación, un gesto
sin importancia. Tómalas. No mienten.
Son como son. No buscan la agonía,
pero tampoco eluden convertirse en muerte,
dar testimonio sin venir a mí,
ser ellas mismas aunque yo las niegue.
Si mis palabras no hablan del amor, es sólo
porque piensan de modo diferente.
EPILOGUE & AFTER
Cuánta ceniza ardiente llueve el cielo,
ecos antiguos de una voz que pasa,
ese enemigo que inventó el espejo
y me instaló sin verme en su mirada.
Dando bandazos, el invierno cae;
no me permite desdecirme. Calla
para obligarme a oír desde el silencio
el rumor con que anula las palabras
y hace hablar a los árboles, a las
piedras desnudas, a los puentes, con
el lenguaje del agua.
Burlón y regio por las galerías,
el aire muerde sin cesar las ramas;
ellas me enseñan a mirar sin odio:
el sol es siempre nuevo cuando se levanta.
El frescor de las cosas desmiente mi agonía,
y en este cuerpo imán de tu memoria inscribo
el lastre fiel de un monólogo en calma.
La noche apoya su cabeza en mi hombro,
su materia sensible. No hay nostalgia,
sino copos de tiempo que la noche aventa
en un espacio vuelto madrugada.
Mis ideas acerca del futuro
crecen como burbujas de sustancia.
Por qué seguir; la escena ha terminado,
y ahora que ya no necesito nada
(si acaso respirar la luz del día),
ahora, cuando descubro que esa luz no acaba,
sé que el camino existe
porque por él avanzo: soy camino.
Sobrevivir ha sido mi venganza.
Hoy a las 14:05 por Pascual Lopez Sanchez
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Hoy a las 13:38 por Pedro Casas Serra
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