Creo que ustedes tienen que aprender portugués, y nosotros tenemos que saber español.
Por Joaquín George
Entrevista a la poeta brasileña Alice Ruiz, invitada especial en la 25º edición del Festival de Poesía de Rosario.
¿Te gusta escribir más de noche o de día?
Ah, no tengo horarios. Escribo tres tipos de poesías: poesía más occidental (en papel); poesía para cantar (que son letras de música); y el haikai, que me gusta más de día por el contacto con la naturaleza (el tema del haikai es la naturaleza). Las letras de música, a veces, son más espontáneas, y a veces, provocadas por la presencia de los parceiros que vienen con la música y comenzamos a trabajar a cualquier hora del día. Y la poesía, también. Yo creo que la poesía es “a cualquier hora”. No tengo una disciplina de decir “ahora voy a escribir”. No, porque la poesía sucede. Básicamente, la poesía sucede. Ella es provocada por algo, y cuando lo veo, ya está sucediendo.
Veo que distinguís entre canción y poesía…
Ah, esa discusión: si la letra de la música es poesía o no lo es... ¡Del tiempo de la era de los Aedos! Pienso que depende de cada poeta. Existen características muy diferentes entre poesía y letra de música. Por ejemplo, la poesía en papel ya se liberó de toda rima y de toda métrica. La letra de la música, no. El tiempo de asimilación cuando se lee un poema… Te puede gustar, pero no completamente, porque no se entendió todo, pero “él está allá”. Podés volver a leerlo a la mañana, a la tarde, o a la noche. En voz alta, o en cualquier momento. Entonces, es un tiempo extendido. El tiempo de la letra de la música es diferente. Si escuchás los primeros versos y no te seduce, sino capta tu atención: no es una buena letra. La canción pasa como si fuese cualquier cosa. Son ambientes. No es algo que te haga prestar atención, o te deje pensando, como se espera que lo haga la poesía. Entonces, la canción tiene que tener una dirección en los primeros versos, una pegada. Tiene que seducir inmediatamente.
Y este género de poesía más oriental, tan concentrado, tan intenso, y muy bello. ¿Cómo es la experiencia de escribir haikus en Brasil? ¿Y cómo es la experiencia de traducir del japonés? ¿Cuánto se pierde, cuánto queda?
Mucho. Se pierde mucho. Yo la verdad que no traduzco directo del japonés. Traduzco del inglés con un diccionario japonés-inglés. Pero la escritura japonesa es muy diferente a la nuestra. Cada ideograma es una especie de estilización del objeto al que se refiere. Por eso, no existen ideogramas sobre cosas abstractas como los sentimientos. Se consigue hablar de esas cosas juntando varios ideogramas. O sea, haciendo poesías. Para hablar de una cosa abstracta, se hace una combinación de ideogramas que en sí ya es poético. ¿Cómo traducir eso al portugués (que tenemos una escritura totalmente diferente)?. Entonces, mucho se pierde, claro que sí
¿Hay una tradición latinoamericana de haikus?
Sí, muy fuerte. Se debe a algunas personas que pusieron énfasis teórico en eso, como Octavio Paz, que hizo brillantes traducciones y tiene toda una teoría; y en Brasil, los poetas concretos: Augusto y Haroldo de Campos, y Décio Pignatari.
Aquí, Alberto Laiseca escribió haikus.
Ajá, después quiero anotar su nombre. No recuerdo el nombre de otro ahora, creo que no es argentino, pero sí de América del Sur. Tenía una revista llamada Caballo Azul y se pasó hacia la poesía oriental [probablemente, Alice se refiere a la revista Caballo Verde (1936-1937), y a Pablo Neruda, quien se interesó mucho por la escritura de los haikus].
La impresión que tengo, viviendo aquí en Argentina, es que la cultura brasileña está bastante lejos. En el sentido de que, en las radios, se escucha muy poca música brasileña, y lo mismo con las películas en el cine. Hay poco “contagio” de su cultura. En São Paulo donde vivís, o en Curitiba, que es donde naciste, ¿sentís que ocurre lo mismo con la cultura argentina?
Pienso que sí. Lo que llega en el cine, por ejemplo, normalmente, no es ni el cinco por ciento de lo que se produce en Argentina, ¡y es siempre muy bueno! Entonces, deben tener una gran variedad. El gran ídolo, por ejemplo, es Darín. Y en la música, lo mismo. Creo que tenemos poca información. Fito Páez, porque se hizo amigo de los Paralamas. Yo, algo conozco, porque cuando viajé a Buenos Aires en los 90, “me llevé” a Charly García, y a Spinetta, pero no son muy conocidos en la parte [norte], subiendo más. En el sur, sí, porque está muy “contaminado” por la frontera y creo que, en el sentido contrario, también. Las milongas, por ejemplo, forman parte de las dos culturas. Esa cosa del sur... Creo que está sucediendo (políticamente) una cosa terrible con América Latina, porque estábamos creciendo, nos estábamos volviendo independientes. Cada país estaba expresando su grandeza, y eso, Estados Unidos no lo podía permitir. No podíamos dejar de ser su quintal. Entonces atacó: consiguió la elección de Macri en Argentina; consiguió destituir un gobierno de izquierda (más bien una izquierda relativa, preocupada por la independencia económica del país y por las necesidades básicas de la población); y está atacando a Venezuela. En fin, en respuesta a eso, creo que nos tenemos que unir culturalmente (Brasil, con todos los países que hablan lengua española) e integrarnos. Creo que ustedes tienen que aprender portugués y nosotros tenemos que saber español. Nos tenemos que traducir mutuamente. Conocernos más, y fortalecernos a través de la cultura.
¿Y escritores argentinos que te gusten?
Me quedé en el pasado. Todo lo que se me ocurre inmediatamente, es Jorge Luis Borges. ¿Bioy Casares?, Cortázar…
¿Juan Gelman?
¡Sí!, lo conocí a Juan Gelman, fue una gran alegría. En México, durante la Bienal de las Lenguas de América. La UNAM invitó a un poeta, o una poeta, de cada país de América. Entonces, había un estadounidense, una canadiense, algunos de México (básicamente de lenguas indígenas), de Brasil estaba yo, Gelman de Argentina, y había de otros lugares.
(...)
* Agradezco la colaboración de la Trad. Giuliana Lanza.
Alice Ruiz nació en Curitiba, Brasil. A los 9 años empezó a escribir cuentos y con 16 se dedicó a la poesía. Diez años después, publicó en revistas culturales y en diarios, sus primeros poemas. En 1968 se casó con el poeta Paulo Leminski (1944-1989), con el que tuvo tres hijos, y quien descubrió que Alice escribía haikus, lo que la llevó a investigar y estudiar esa forma y a traducir poesía japonesa. Publicó más de veinte libros, entre otros Navalhanaliga (1980), Paixão xama paixão (1983), Pelos, Pêlos (1984), Hai-Tropikai (1985), Rimagens (1985), Nuvem feliz (1986), Vice-versos (1988), Desorientais (1998), Poesia pra tocar no rádio (1999), Yuuka (2004), Salada de frutas (2008), Conversa de passarinhos (2008), Três linhas (2009), Boa companhia (2009), Jardim de Haijin (2010), Proesias (2010), Dois haikais (2011), Estação dos bichos (2011) y Luminares (2012). En 2005 lanzó su primer CD, Paralelas, en colaboración con Alzira Espíndola y con la participación especial de Zélia Duncan y Arnaldo Antunes. Tiene más de cincuenta canciones grabadas por diversos intérpretes, entre ellos Adriana Calcanhoto, Cássia Eller, Gal Costa y Ney Matogrosso. Sus poemas han sido traducidos y publicados en antologías en México, Argentina, Bélgica, EE.UU., España e Irlanda.
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