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José María Eguren (Lima, 8 de julio de 1874-Lima, 19 de abril de 1942) fue un poeta, escritor, pintor y fotógrafo peruano. Entre sus obras las más destacadas fueron Simbólicas, La Canción de las figuras, Sombra y Rondinelas.
Biografía
Nació en Lima el 8 de julio de 1874. Fue hijo de doña Eulalia Rodríguez Hercelles y de don José María Eguren y Cáceda, siendo bautizado el mismo día de su nacimiento en la parroquia San Sebastián. Por su precaria salud, fue un niño de salud frágil y enfermizo. De niño y adolescente pasó largas temporadas en el campo, en la hacienda familiar Chuquitanta de propiedad de su hermano Isaac, ubicada a orillas del río Chillón, lejos de los estragos de la guerra con Chile y sobre todo de la ocupación de Lima por el ejército chileno, lugar que también fue utilizado como reducto de armas por el ejército patriota. El contacto con la naturaleza en Chuquitanta agudizó sus sentidos, lo que luego desarrollaría en su obra poética y literaria. Realizó estudios escolares en el Colegio de la Inmaculada de Lima, de los padres jesuitas, y luego en el Instituto Científico de Lima. Tiempo después continuaría con sus estudios de manera autodidacta, en parte estimulada por su hermano mayor Jorge.
Hacia fines del siglo XIX se trasladaría al distrito de Barranco junto a su madre Eulalia y sus hermanas mayores Susana, Angélica y María Luis quienes permanecieron a su lado y de las que nunca se separaría. Barranco era una tranquila villa-balneario junto al mar y próxima a Lima, donde residirá en paz y sosiego absolutos, donde recibía a sus amigos intelectuales y discípulos como Abraham Valdelomar, José Carlos Maríategui, Martín Adán, Emilio Adolfo Westphalen.
Siendo un lector voraz, primero de escritores y poetas románticos y modernistas, como Julio Herrera y Reissig; y luego de poetas decadentistas y simbolistas europeos, principalmente franceses, como Baudelaire, Verlaine, Mallarmé, pero también D'Annunzio y Edgar Allan Poe; de la literatura para niños (hermanos Grimm, Andersen); y de los grandes maestros del prerrafaelismo y el esteticismo inglés (Ruskin, Rossetti, Wilde). Todos ellos dejaron de alguna manera huella, pero muy asimilada y personal, en su obra de creación y en su pensamiento estético.
Desde temprano, Eguren colabora con poemas en las revistas de la época: en 1899 publica, por consejo de su amigo José Santos Chocano, sus primeros poemas en las revistas Lima Ilustrada y Principios. Luego en publicaciones de la década de 1910, como Contemporáneos, La Noche, Cultura, Colónida, (revista esta donde recibió homenaje por parte de los poetas Abraham Valdelomar y Alberto Hidalgo); y en los años veinte en Amauta, Mercurio Peruano, Prometeo, Presente, Social, Boletín Bibliográfico de la Universidad de San Marcos, Variedades y Mundial.
Es así que en 1911, animado por sus amigos los poetas Enrique Bustamante y Ballivián, Julio Hernández, y con el entusiasmo del maestro Manuel González Prada, Eguren publica su primer libro capital: Simbólicas, que significó el nacimiento de la Literatura del Perú del siglo XX, poesía peruana contemporánea. El libro fue celebrado por mucho, con algunas excepciones como la de Clemente Palma. En 1916, con la publicación de La canción de las figuras, se cimentó su prestigio, no solo en el Perú sino en Europa y Estados Unidos.
En marzo de 1918, César Vallejo le hizo una célebre entrevista como corresponsal del semanario Trujillano La Semana, en la que Eguren dice al inicio, entre otras cosas:
"¡Oh, cuánto hay que luchar; cuánto se me ha combatido! Al iniciarme, amigos de alguna autoridad en estas cosas, me desalentaban siempre. Y yo, como usted comprende, al fin empezaba a creer que me estaba equivocando. Sólo, algún tiempo después, celebró González Prada mi verso".
Se dedicó también, intensa y continuamente, a la pintura, y fue un artista plástico de gran interés que plasmó en sus acuarelas y dibujos, las figuras y motivos enigmáticos de su misma poesía. De hecho, participó tempranamente en una exposición en el año de 1892. Su obra plástica fue alabada, entre otros, por el crítico más importante de la época: Teófilo Castillo. Eguren también se dedicó a la fotografía, para lo cual construyó una pequeña cámara fotográfica hecha de un tintero, con la que retrató a amigos y familiares.
En 1928, Martín Adán publica "La Casa de Cartón", con dedicatoria "a José María Eguren". En 1929, cuando ya estaba olvidado por el canon occidental|canon literario peruano, la revista Amauta organiza un homenaje a Eguren, en el número 21, en el que colaboran con ensayos y poemas ilustres escritores como José Carlos Mariátegui, quien ya le había dedicado un estudio en su libro "7 ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana", Jorge Basadre, Xavier Abril, Gamaliel Churata, Carlos Oquendo de Amat, María Wiesse, entre otros. Además, Mariátegui editó ese mismo año, dentro de su Biblioteca Amauta, el tomo Poesías de Eguren, que era una selección extensa de sus cuatro libros de poemas: a los dos primeros editados por el mismo poeta, se añadían los hasta en ese momento inéditos Sombra y Rondinelas. Tiempo después, el crítico peruano Estuardo Núñez presentó su tesis en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos titulada La poesía de Eguren, que luego fue publicado como libro en 1932, y en donde Núñez hace un estudio equívoco sobre la obra poética de Eguren.
Eguren inició en enero de 1930 la publicación de prosas de carácter principalmente ensayísticos en revistas y periódicos de la época (como La Revista Semanal, El Comercio y La Prensa), las cuales luego fueron reunidas bajo el nombre general de Motivos, como fue el título de una de los primeros de aquellos textos, y que se constituye como su último libro redactado en vida, ya que por esos años Eguren ya no escribía poesía.
Gracias a las gestiones de su amigo el poeta José Gálvez Barrenechea y a la sazón Ministro de Instrucción durante la Junta Nacional de Gobierno presidida por David Samanez Ocampo y Sobrino, Eguren aceptó en 1931 el cargo de Director de Bibliotecas y Museos Escolares del Ministerio de Instrucción Pública, cargo que ostentaría por casi una década hasta el año 1940.
En 1938, recibió la visita, a su paso por Lima rumbo a Nueva York, de la poeta Gabriela Mistral, su fiel admiradora desde Simbólicas.
En junio de 1941, por comunicación de José de la Riva Agüero y Osma, Eguren fue elegido como Miembro de Número de la Academia Peruana de la Lengua. Sin embargo, su precaria salud le impidió la recepción pública de tal designación. El reconocimiento oficial de quienes lo ignoraron durante décadas, llegó al final de su vida, pues moriría un año después.
Hacia fines de la década del veinte el poeta Eguren se trasladó nuevamente al centro de Lima, en donde tuvo varios domicilios, allí fue visitado hasta el fin de sus días por su entrañable amiga la artista plástica Isabel de Jaramillo "Isajara", falleciendo el 19 de abril de 1942. Sus restos descansan en el Cementerio Presbítero Matías Maestro de esta ciudad.
Características de su obra
José María Eguren es el único representante del Simbolismo en el Perú; es decir, del simbolismo tardío que se desarrolló posteriormente al Modernismo.
En sus trabajos sugiere ambientes irreales cargados de significaciones, liberando al poema de toda connotación objetiva. Su trabajo tiene gran importancia, ya que se considera como el que inaugura la poesía contemporánea en el Perú.
A Eguren se le atribuye uno de los roles más decisivos para la iniciación de la tradición de la poesía moderna peruana, la que después se consolidaría mundialmente con la presencia e influencia que ejerce la profunda e intensa poesía de César Vallejo. Mariátegui dijo de Eguren que "representa en nuestra historia literaria la poesía pura".
Su poesía está desligada de la realidad.
Según Mariátegui, "representa en nuestra literatura a la poesía pura; porque su poesía no tiene máculas ideológicas, morales, religiosas o costumbristas e ignora lo erótico y lo civil".
Con Simbólicas (1911), su primer libro de poesía, inaugura la poesía contemporánea del Perú: "Deja atrás a los melifluos versos románticos y el sonsonete clarinesco del Modernismo".
Eligió un vocablo preciso y sugerente, lirismo profundo, lenguaje musical, ensueños, visiones infantiles y alucinatorias. Pero la característica principal (de Simbólicas) la constituye su mundo medieval visto a través de lo gótico.
(Sacado de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] )
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Algunos poemas de José María Eguren:
De Simbólicas, 1911:
MARCHA FÚNEBRE DE UNA MARIONNETTE
Suena trompa del infante con aguda melodía...
la farándula ha llegado de la reina Fantasía;
y en las luces otoñales se levanta plañidera
la carroza delantera.
Pasan luego, a la sordina, peregrinos y lacayos
y con sus caparazones los acéfalos caballos;
va en azul melancolía
la muñeca. ¡No hagáis ruido!;
se diría, se diría
que la pobre se ha dormido.
Vienen túmidos y erguidos palaciegos borgoñones
y los siguen arlequines con estrechos pantalones.
Ya monótona en litera
va la reina de madera;
y Paquita siente anhelo de reír y de bailar,
flotó breve la cadencia de la murria y la añoranza;
suena el pífano campestre con los aires de la danza.
¡Pobre, pobre marionette que la van a sepultar!
Con silente poesía
va un grotesco Rey de Hungría
y lo siguen los alanos;
así toda la jauría
con los viejos cortesanos.
Y en tristor a la distancia
vuelan goces de la infancia,
los amores incipientes, los que nunca han de durar.
¡Pobrecita la muñeca que la van a sepultar!
Melancólico un zorcico se prolonga en la mañana,
la penumbra se difunde por el monte y la llanura,
marionette deliciosa va a llegar a la temprana
sepultura.
En la trocha aúlla el lobo
cuando gime el melodioso paro bobo.
Tembló el cuerno de la infancia con aguda melodía
y la dicha tempranera a la tumba llega ahora
con funesta poesía
y Paquita danza y llora.
LAS BODAS VIENESAS
En la casa de las bagatelas,
vi un mágico verde de rostro cenceño,
y las cincidelas
vistosas le cubren la barba de sueño.
Dos infantes oblongos deliran
y al cielo levantan sus rápidas manos,
y dos rubias gigantes suspiran,
y el coro preludian cretinos ancianos.
Que es la hora de la maravilla;
la música rompe de canes y leones
y bajo chinesca pantalla amarilla
se tuercen guineos con sus acordeones.
Y al compás de los címbalos suaves,
del hijo del Rino comienzan las bodas;
con sus basquiñas enormes y graves
preséntase mustias las primeras beodas.
Y margraves de añeja Germania,
y el rútilo extraño de blonda melena,
y llega con flores azules de insanía
la bárbara y dulce princesa de Viena.
Y al dulzor de las virgíneas camelias
van pos del cortejo la banda macrobia,
y rígidas, fuertes, las tías Amelias;
y luego cojeando, cojeando la novia,
la luz de Varsovia.
Y en la racha que sube a los techos
Se pierden, al punto, las mudas señales,
Y al compás alegre de enanos deshechos
Se elevan divinos los cantos nupciales.
Y en la bruma de la pesadilla
Se ahogan luceros azules y raros,
Y, al punto, se extiende como nubecilla
El mago misterio de los ojos claros.
BLASÓN
A niña que dulces amores sueña
la persigue el Duque de los halcones;
y si no mienten las fablas de la dueña,
se acercan doradas tribulaciones.
En la roja almena canta el autillo
y con miriñaque beldad se asoma;
y tiene encendido el dulce carrillo,
murmura y tiembla como la paloma.
La urraca se oculta. La niña mira
con sus ojos zarcones la aspillera,
ya con aliento de rosa suspira,
ya el cintillo descoge lastimera.
Vienen la coja reina y los nobles;
raudo el Duque procura alejamiento;
pero las ayas de los fustes dobles,
la aurora predicen del sufrimiento.
EL PELELE
Las princesas rubias al triste pelele
festivas marean en cálida ronda;
y loco se duele,
veloz acompasa la giba redonda
y los cascabeles, la turbia mirada,
la nez purpurada.
Las gentiles lucen divinos destellos,
vibrando a la vuelta los crótalos bellos,
con risa ideal;
y flotan, corriendo, lumbrosas las sayas
en las rondinelas y las faramallas;
y canta el aroma azul, virginal;
en torno gravita la nota sombría
en ojos gachones que el amor enciende;
las princesas cantan la pelelenía
que cuentan felices baladas de Ostende;
al pobre le ciñe sombrosa la duda
y vuelve a la tierra la nez puntiaguda;
y pasan en torno la loca matraca
y los figurones de la polinaca
con luz capitosa de hiriente metal;
la luz en el canto, el sueño en las ondas,
animan ingenuas las núbiles blondas,
princesas del mal.
El toque principia de las tarantelas
las danzas caídas y las paralelas,
memorias trayendo de Weber lejano,
la monotonía del triste cingano
y el fugaz amor;
y baila el remiso temblando de horror.
Cuando centellea la luz colorada,
le dan al pelele la zumba palmada;
recuerdan la ronda: la dúlcida y bella,
la risa galante sentida en Marsella
en tiempo remoto del mágico Flor;
la música dulce, lilial de Dinorah,
el canto de cielo; Mireya que adora,
y el son matinal,
de los provenzales la dicha, la calma;
y el pobre pelele se muere del alma,
de escondido mal.
Las princesas rubias pasaron el día
cantando placeres con la tristecía
en la rondinela de la juventud;
y en el gorigori llevando sin duelo,
del pobre pelele caído en el suelo,
el triste ataúd.
LIS
Con dulces begonias
danzaban las mimas,
con las ceremonias
de las pantomimas.
Azul, amarillo
el rostro pintado;
y al talle el cintillo
celeste dorado.
Y luego ampulosas
con sus crinolinas,
se pierden graciosas
en las bambalinas.
Y cien figurones
adornan el traje,
y sus pantalones
de nítido encaje.
Comienzan ambiguas,
añosas marquesas
sus danzas antiguas
y sus polonesas.
Y llegan arqueros
de largos bigotes,
y evitan los fieros
de los monigotes.
Y del piano-forte
en dulces vagancias
desfila la corte
de las elegancias.
Un beso a la blonda
—la de ojos morados—
y siga la ronda
de tiempos pasados.
LA COMPARSA
Allí van sobre el hielo las figurantas
sepultando en la bruma su para
nieve,y el automóvil rueda con finas llantas,
y los ojos se exponen al viento aleve.
Allí están con la risa multicolora
cascabeles felices de la locura,
y al poniente fluctúa luz incolora,
y los méganos ciñe la nieve obscura.
Así pasan los bellos, claros semblantes
a la luna del alma, la luna muerta;
las que vimos festivas formas galantes
se pierden en las luces del alba incierta.
La amarilla corneja llora en la nieve
y en un sueño fenece su grito alado;
hoy seguir la comparsa nadie se atreve;
porque aquella alegría no ha regresado.
LOS ROBLES
En la curva del camino
dos robles lloraban como dos niños.
Y había paz en los campos,
y en la mágica luz del cielo santo.
Yo recuerdo la rondalla
de la onda florida de la mañana.
En la noria de la vega,
las risas y las dulces pastorelas.
Por los lejanos olivos,
amoroso canto de caramillos.
Con la calma campesina,
como de incienso el humo subía.
Y en la curva del camino
los robles lloraban como dos niños.
EL DUQUE
Hoy se casa el Duque Nuez;
viene el chantre, viene el juez
y con pendones escarlata
florida cabalgata;
a la una, a las dos, a las diez;
que se casa el Duque primor
con la hija de Clavo de Olor.
Allí están, con pieles de bisonte,
los caballos de Lobo del Monte,
y con ceño triunfante,
Galo centrino, Rodolfo montante.
Y en la capital está la bella,
mas no ha venido el Duque tras ella;
los magnates postradores,
aduladores
al suelo el penacho inclinan;
los corvados, los bisiestos
dan sus gestos, sus gestos, sus gestos;
y la turba melenuda
estornuda, estornuda, estornuda.
Y a los pórticos y a los espacios
mira la novia con ardor;
son sus ojos dos topacios
de brillor.
Y hacen fieros ademanes,
nobles rojos como alacranes;
concentrando sus resuellos
grita el más hercúleo de ellos:
—¿Quién al gran Duque entretiene?...
¡ya el gran cortejo se irrita!...
Pero el Duque no viene;
Se lo ha comido Paquita.
EL DOMINÓ
Alumbraron en la mesa los candiles,
moviéronse solos los aguamaniles,
y un dominó vacío, pero animado,
mientras ríe por la calle la verbena,
se sienta iluminado,
y principia la cena.
Su claro antifaz de un amarillo frío
da los espantos en derredor sombrío
esta noche de insondables maravillas,
y tiende vagas, lucífugas señales
a los vasos, las sillas
los ausentes comensales.
Y luego en horror que nacarado flota,
por la alta noche de voluntad ignota,
en la luz olvida manjares dorados,
ronronea una oración culpable, llena
de acentos desolados,
y abandona la cena.
JUAN VOLATÍN
Los niños en la quinta
comienzan la velada,
en noche como tinta,
en noche desolada;
y tímidos y graves
se duermen al redor;
los grillos y las aves,
el trébol y la flor.
Y lámpara amarilla
fulgente reverbera;
destaca la mejilla;
la blonda cabellera;
presenta el escenario
de tierna juventud
y el campo funerario
cual lóbrego ataúd.
En mudo afán presienten
los niños los temores,
y en tanto que se sienten
los perros aulladores,
el valle desolado
divisan con pavor,
y escuchan desusado
levísimo rumor.
Juan Volatín cayó de la ventana,
Juan Volatín rodó sobre el cojín,
Juan Volatín, el duende vida vana,
comienza su enojoso retintín:
—Cual cien atridas,
la vida paso,
quitando vidas,
desde el Ocaso;
yo cruzo el mundo
con raudo giro;
yo no respiro
que en las gopuras
tramé locuras;
desde Bengala,
desde Valhala,
desde otro cielo;
y en sus confines
di volatines
con suerte ducha.
Mas ¡ah! tunantes
los inconstantes...;
¡nadie me escucha!
¿dónde están Cucha,
Veva, Monina?
La Luz termina.
¡Todos se han ido!
¡solo me quedo!
¡Por Dios qué miedo
les he traído!
»Juan Volatín levántase del suelo,
Juan Volatín con aire paladín...
Juan Volatín compone su capelo
y vuelve a su enojoso retintín:
—Cual viento mudo,
pasa la onda...
la gente blonda
marcharse pudo.
Solo he quedado...
como el soldado.
Que el Presidente
soy más valiente;
venga a mi lado
la fila aquesa...
veo cual pitas
sus piernecitas
bajo la mesa.
Callada venga,
no se detenga
la marejada
que bulle y crece,
la que parece
desorientada;
gordas pilluelas,
Susas, Estelas;
vengan Pichines;
que en volatines
de varios modos
yo espero a todos.
Ya viene la silfa
que mece la rosa,
florida, pequeña,
del campo la diosa;
en pluma cabalga,
y dulce sonriente
durmiendo las flores
camina al Oriente.
Con dardos agudos,
la siguen armados
cuadrillas, montones
de insectos dorados;
de guía le sirven,
le sirven de estrellas
cocuyos vistosos,
luciérnagas bellas.
Juan Volatín se muestra amilanado,
Juan Volatín esconde su espadín,
Juan Volatín confuso, avergonzado,
se sienta con un medio volatín.
La silfa piadosa
se acerca a los niños;
las duerme, los duerme
con grandes cariños.
Les muestra paisajes
de mundos risueños,
allá en misteriosos
nublados de sueños.
Y luego la turba
de insectos atroces
a Juan Volatines
saludan a voces;
y pronto los vemos
picar a destajo
pescuezo, joroba
y abajo, y abajo.
¡Juan Volatín entrega su capelo!
¡Juan Volatín entrega su espadín!
Juan Volatín rodando por el suelo
redobla volatín y volatín.
De La canción de las figuras, 1916:
LA NIÑA DE LA LÁMPARA AZUL
En el pasadizo nebuloso
cual mágico sueño de Estambul,
su perfil presenta destelloso
la niña de la lámpara azul.
Ágil y risueña se insinúa,
y su llama seductora brilla,
tiembla en su caballo la garúa
de la playa de la maravilla.
Con voz infantil y melodiosa
con fresco aroma de abedul,
habla de una vida milagrosa
la niña de la lámpara azul.
Con cálidos ojos de dulzura
y besos de amor matutino,
me ofrece la bella criatura
un mágico y celeste camino.
De encantación en un derroche,
hiende leda, vaporoso tul;
y me guía a través de la noche
la niña de la lámpara azul.
LOS ÁNGELES TRANQUILOS
Pasó el vendaval; ahora,
con perlas y berilos,
cantan la soledad aurora
los ángeles tranquilos.
Modulan canciones santas
en dulces bandolines;
viendo caídas las hojosas plantas
de campos y jardines.
Mientras sol en la neblina
vibra sus oropeles,
besan la muerte blanquecina
en los Saharas crueles.
Se alejan de madrugada,
con perlas y berilos,
y con la luz del cielo en la mirada
los ángeles tranquilos.
ALMA TRISTEZA
¡Alma tristeza, noche!;
del boudoir las hojas la plegaria
han cantado del amor marchito,
gime su desnudez un aria
en el azul precito,
los mochuelos con indiferencia
cruzan el camarín,
y termina su fosforescencia
en el negro jardín.
¡Alma tristeza, noche!;
sus hijas escucho lamentables
que de angustia cercan el vallado,
la mansión obscura, ¡inolvidables!
¡No volverá el día argentado,
ni la belleza que mi alma adora!;
¡ojos de pesar llenos de aurora!
LIED V
La canción del adormido cielo
dejó dulces pesares;
yo quisiera dar vida a esa canción
que tiene tanto de ti.
Ha caído la tarde sobre el musgo
del cerco inglés,
con aire de otro tiempo musical.
El murmullo de la última fiesta
ha dejado colores tristes y suaves
cual de primaveras oscuras
y listones perlinos.
Y las dolidas notas
han traído la melancolía
de las sombras galantes
al dar sus adioses sobre la playa.
La celestía de tus ojos dulces
tiene un pesar de canto,
que el alma nunca olvidará.
El ángel de los sueños te ha besado
para dejarte amor sentido y musical
y cuyos sones de tristeza
llegan al alma mía,
como celestes miradas
en esta niebla de profunda soledad.
¡Es la canción simbólica
como un jazmín de sueño,
que tuviera tus ojos y tu corazón!
¡Yo quisiera dar vida a esta canción!
PEREGRÍN CAZADOR DE FIGURAS
En el mirador de la fantasía,
al brillar del perfume
tembloroso de armonía;
en la noche que llamas consume;
cuando duerme el ánade implume,
los órficos insectos se abruman
y luciérnagas fuman;
cuando lucen los silfos galones, entorcho
y vuelan mariposas de corcho
o los rubios vampiros cecean,
o las firmes jorobas campean;
por la noche de los matices,
de ojos muertos y largas narices;
en el mirador distante,
por las llanuras;
Peregrín cazador de figuras
con ojos de diamante
mira desde las ciegas alturas.
MEDIOEVAL
En un sueño vienen claras sensaciones florentinas:
el bullicio se acentúa de la ronda callejera,
y repiten sus estrofas en las dulces mandolinas
los mancebos y los pajes que transitan por la acera.
Ya de alegres nubecillas se engalana el firmamento,
ya despuntan de belleza los matices mundanales;
y ora tienen los bastiones colorado paramento
y se asoman las doncellas y floridos barandales.
Palaciegos adornados con plumajes y caireles,
se confunden en los coros donde lloran los maitines;
y resuenan en sus flancos las hebillas y broqueles,
y, en el duro pavimento, los tendidos espolines.
En la plaza se perfilan los gentiles caballeros,
van llegando embajadores que de brillos alardean,
y tras ellos arrogantes paladines extranjeros
en sus yeguas tunecinas que briosas escarcean.
Por la vía que perfuman mirabeles deliciosos,
ves galanes y doncellas en sus rápidas monturas,
los semblantes, los cabellos tienen brillos misteriosos,
tienen brillos misteriosos pavonadas armaduras.
Junto al Arno, dulce ahora florecido y halagüeño,
las beldades nos parecen de la Logia las teorías;
y son notas de perfume, son las hijas del ensueño,
son la mística dulzura de las muertas alegrías.
Y esas reinas ideales con su velo matutino,
ya se postran, ya contemplan la madona del retablo;
y los jóvenes campeones y el anciano gibelino
fuscos llevan en la cota, junto al pecho, su venablo.
Y ellos saben los silencios de los seres adorables,
en los húmedos rincones donde gime el ermitaño,
y conocen los enigmas de las almas incurables,
los enigmas de la noche, de la muerte y del engaño.
Y esos Grandes circundados de los bélicos colores,
también sufren del Ocaso tristes nubes amarillas;
ve los condes retorcidos en deliquios tembladores,
ve las damas y los reyes; todo el mundo de rodillas.
Y la tarde ya desciende, y en el claustro denegrido
los ascetas dan al cielo su agonía ¡dura suerte!,
y por calles ignoradas va con fúnebre alarido,
va con fúnebre alarido la carroza de la Muerte.
José María Eguren (Lima, 8 de julio de 1874-Lima, 19 de abril de 1942) fue un poeta, escritor, pintor y fotógrafo peruano. Entre sus obras las más destacadas fueron Simbólicas, La Canción de las figuras, Sombra y Rondinelas.
Biografía
Nació en Lima el 8 de julio de 1874. Fue hijo de doña Eulalia Rodríguez Hercelles y de don José María Eguren y Cáceda, siendo bautizado el mismo día de su nacimiento en la parroquia San Sebastián. Por su precaria salud, fue un niño de salud frágil y enfermizo. De niño y adolescente pasó largas temporadas en el campo, en la hacienda familiar Chuquitanta de propiedad de su hermano Isaac, ubicada a orillas del río Chillón, lejos de los estragos de la guerra con Chile y sobre todo de la ocupación de Lima por el ejército chileno, lugar que también fue utilizado como reducto de armas por el ejército patriota. El contacto con la naturaleza en Chuquitanta agudizó sus sentidos, lo que luego desarrollaría en su obra poética y literaria. Realizó estudios escolares en el Colegio de la Inmaculada de Lima, de los padres jesuitas, y luego en el Instituto Científico de Lima. Tiempo después continuaría con sus estudios de manera autodidacta, en parte estimulada por su hermano mayor Jorge.
Hacia fines del siglo XIX se trasladaría al distrito de Barranco junto a su madre Eulalia y sus hermanas mayores Susana, Angélica y María Luis quienes permanecieron a su lado y de las que nunca se separaría. Barranco era una tranquila villa-balneario junto al mar y próxima a Lima, donde residirá en paz y sosiego absolutos, donde recibía a sus amigos intelectuales y discípulos como Abraham Valdelomar, José Carlos Maríategui, Martín Adán, Emilio Adolfo Westphalen.
Siendo un lector voraz, primero de escritores y poetas románticos y modernistas, como Julio Herrera y Reissig; y luego de poetas decadentistas y simbolistas europeos, principalmente franceses, como Baudelaire, Verlaine, Mallarmé, pero también D'Annunzio y Edgar Allan Poe; de la literatura para niños (hermanos Grimm, Andersen); y de los grandes maestros del prerrafaelismo y el esteticismo inglés (Ruskin, Rossetti, Wilde). Todos ellos dejaron de alguna manera huella, pero muy asimilada y personal, en su obra de creación y en su pensamiento estético.
Desde temprano, Eguren colabora con poemas en las revistas de la época: en 1899 publica, por consejo de su amigo José Santos Chocano, sus primeros poemas en las revistas Lima Ilustrada y Principios. Luego en publicaciones de la década de 1910, como Contemporáneos, La Noche, Cultura, Colónida, (revista esta donde recibió homenaje por parte de los poetas Abraham Valdelomar y Alberto Hidalgo); y en los años veinte en Amauta, Mercurio Peruano, Prometeo, Presente, Social, Boletín Bibliográfico de la Universidad de San Marcos, Variedades y Mundial.
Es así que en 1911, animado por sus amigos los poetas Enrique Bustamante y Ballivián, Julio Hernández, y con el entusiasmo del maestro Manuel González Prada, Eguren publica su primer libro capital: Simbólicas, que significó el nacimiento de la Literatura del Perú del siglo XX, poesía peruana contemporánea. El libro fue celebrado por mucho, con algunas excepciones como la de Clemente Palma. En 1916, con la publicación de La canción de las figuras, se cimentó su prestigio, no solo en el Perú sino en Europa y Estados Unidos.
En marzo de 1918, César Vallejo le hizo una célebre entrevista como corresponsal del semanario Trujillano La Semana, en la que Eguren dice al inicio, entre otras cosas:
"¡Oh, cuánto hay que luchar; cuánto se me ha combatido! Al iniciarme, amigos de alguna autoridad en estas cosas, me desalentaban siempre. Y yo, como usted comprende, al fin empezaba a creer que me estaba equivocando. Sólo, algún tiempo después, celebró González Prada mi verso".
Se dedicó también, intensa y continuamente, a la pintura, y fue un artista plástico de gran interés que plasmó en sus acuarelas y dibujos, las figuras y motivos enigmáticos de su misma poesía. De hecho, participó tempranamente en una exposición en el año de 1892. Su obra plástica fue alabada, entre otros, por el crítico más importante de la época: Teófilo Castillo. Eguren también se dedicó a la fotografía, para lo cual construyó una pequeña cámara fotográfica hecha de un tintero, con la que retrató a amigos y familiares.
En 1928, Martín Adán publica "La Casa de Cartón", con dedicatoria "a José María Eguren". En 1929, cuando ya estaba olvidado por el canon occidental|canon literario peruano, la revista Amauta organiza un homenaje a Eguren, en el número 21, en el que colaboran con ensayos y poemas ilustres escritores como José Carlos Mariátegui, quien ya le había dedicado un estudio en su libro "7 ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana", Jorge Basadre, Xavier Abril, Gamaliel Churata, Carlos Oquendo de Amat, María Wiesse, entre otros. Además, Mariátegui editó ese mismo año, dentro de su Biblioteca Amauta, el tomo Poesías de Eguren, que era una selección extensa de sus cuatro libros de poemas: a los dos primeros editados por el mismo poeta, se añadían los hasta en ese momento inéditos Sombra y Rondinelas. Tiempo después, el crítico peruano Estuardo Núñez presentó su tesis en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos titulada La poesía de Eguren, que luego fue publicado como libro en 1932, y en donde Núñez hace un estudio equívoco sobre la obra poética de Eguren.
Eguren inició en enero de 1930 la publicación de prosas de carácter principalmente ensayísticos en revistas y periódicos de la época (como La Revista Semanal, El Comercio y La Prensa), las cuales luego fueron reunidas bajo el nombre general de Motivos, como fue el título de una de los primeros de aquellos textos, y que se constituye como su último libro redactado en vida, ya que por esos años Eguren ya no escribía poesía.
Gracias a las gestiones de su amigo el poeta José Gálvez Barrenechea y a la sazón Ministro de Instrucción durante la Junta Nacional de Gobierno presidida por David Samanez Ocampo y Sobrino, Eguren aceptó en 1931 el cargo de Director de Bibliotecas y Museos Escolares del Ministerio de Instrucción Pública, cargo que ostentaría por casi una década hasta el año 1940.
En 1938, recibió la visita, a su paso por Lima rumbo a Nueva York, de la poeta Gabriela Mistral, su fiel admiradora desde Simbólicas.
En junio de 1941, por comunicación de José de la Riva Agüero y Osma, Eguren fue elegido como Miembro de Número de la Academia Peruana de la Lengua. Sin embargo, su precaria salud le impidió la recepción pública de tal designación. El reconocimiento oficial de quienes lo ignoraron durante décadas, llegó al final de su vida, pues moriría un año después.
Hacia fines de la década del veinte el poeta Eguren se trasladó nuevamente al centro de Lima, en donde tuvo varios domicilios, allí fue visitado hasta el fin de sus días por su entrañable amiga la artista plástica Isabel de Jaramillo "Isajara", falleciendo el 19 de abril de 1942. Sus restos descansan en el Cementerio Presbítero Matías Maestro de esta ciudad.
Características de su obra
José María Eguren es el único representante del Simbolismo en el Perú; es decir, del simbolismo tardío que se desarrolló posteriormente al Modernismo.
En sus trabajos sugiere ambientes irreales cargados de significaciones, liberando al poema de toda connotación objetiva. Su trabajo tiene gran importancia, ya que se considera como el que inaugura la poesía contemporánea en el Perú.
A Eguren se le atribuye uno de los roles más decisivos para la iniciación de la tradición de la poesía moderna peruana, la que después se consolidaría mundialmente con la presencia e influencia que ejerce la profunda e intensa poesía de César Vallejo. Mariátegui dijo de Eguren que "representa en nuestra historia literaria la poesía pura".
Su poesía está desligada de la realidad.
Según Mariátegui, "representa en nuestra literatura a la poesía pura; porque su poesía no tiene máculas ideológicas, morales, religiosas o costumbristas e ignora lo erótico y lo civil".
Con Simbólicas (1911), su primer libro de poesía, inaugura la poesía contemporánea del Perú: "Deja atrás a los melifluos versos románticos y el sonsonete clarinesco del Modernismo".
Eligió un vocablo preciso y sugerente, lirismo profundo, lenguaje musical, ensueños, visiones infantiles y alucinatorias. Pero la característica principal (de Simbólicas) la constituye su mundo medieval visto a través de lo gótico.
(Sacado de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] )
*
Algunos poemas de José María Eguren:
De Simbólicas, 1911:
MARCHA FÚNEBRE DE UNA MARIONNETTE
Suena trompa del infante con aguda melodía...
la farándula ha llegado de la reina Fantasía;
y en las luces otoñales se levanta plañidera
la carroza delantera.
Pasan luego, a la sordina, peregrinos y lacayos
y con sus caparazones los acéfalos caballos;
va en azul melancolía
la muñeca. ¡No hagáis ruido!;
se diría, se diría
que la pobre se ha dormido.
Vienen túmidos y erguidos palaciegos borgoñones
y los siguen arlequines con estrechos pantalones.
Ya monótona en litera
va la reina de madera;
y Paquita siente anhelo de reír y de bailar,
flotó breve la cadencia de la murria y la añoranza;
suena el pífano campestre con los aires de la danza.
¡Pobre, pobre marionette que la van a sepultar!
Con silente poesía
va un grotesco Rey de Hungría
y lo siguen los alanos;
así toda la jauría
con los viejos cortesanos.
Y en tristor a la distancia
vuelan goces de la infancia,
los amores incipientes, los que nunca han de durar.
¡Pobrecita la muñeca que la van a sepultar!
Melancólico un zorcico se prolonga en la mañana,
la penumbra se difunde por el monte y la llanura,
marionette deliciosa va a llegar a la temprana
sepultura.
En la trocha aúlla el lobo
cuando gime el melodioso paro bobo.
Tembló el cuerno de la infancia con aguda melodía
y la dicha tempranera a la tumba llega ahora
con funesta poesía
y Paquita danza y llora.
LAS BODAS VIENESAS
En la casa de las bagatelas,
vi un mágico verde de rostro cenceño,
y las cincidelas
vistosas le cubren la barba de sueño.
Dos infantes oblongos deliran
y al cielo levantan sus rápidas manos,
y dos rubias gigantes suspiran,
y el coro preludian cretinos ancianos.
Que es la hora de la maravilla;
la música rompe de canes y leones
y bajo chinesca pantalla amarilla
se tuercen guineos con sus acordeones.
Y al compás de los címbalos suaves,
del hijo del Rino comienzan las bodas;
con sus basquiñas enormes y graves
preséntase mustias las primeras beodas.
Y margraves de añeja Germania,
y el rútilo extraño de blonda melena,
y llega con flores azules de insanía
la bárbara y dulce princesa de Viena.
Y al dulzor de las virgíneas camelias
van pos del cortejo la banda macrobia,
y rígidas, fuertes, las tías Amelias;
y luego cojeando, cojeando la novia,
la luz de Varsovia.
Y en la racha que sube a los techos
Se pierden, al punto, las mudas señales,
Y al compás alegre de enanos deshechos
Se elevan divinos los cantos nupciales.
Y en la bruma de la pesadilla
Se ahogan luceros azules y raros,
Y, al punto, se extiende como nubecilla
El mago misterio de los ojos claros.
BLASÓN
A niña que dulces amores sueña
la persigue el Duque de los halcones;
y si no mienten las fablas de la dueña,
se acercan doradas tribulaciones.
En la roja almena canta el autillo
y con miriñaque beldad se asoma;
y tiene encendido el dulce carrillo,
murmura y tiembla como la paloma.
La urraca se oculta. La niña mira
con sus ojos zarcones la aspillera,
ya con aliento de rosa suspira,
ya el cintillo descoge lastimera.
Vienen la coja reina y los nobles;
raudo el Duque procura alejamiento;
pero las ayas de los fustes dobles,
la aurora predicen del sufrimiento.
EL PELELE
Las princesas rubias al triste pelele
festivas marean en cálida ronda;
y loco se duele,
veloz acompasa la giba redonda
y los cascabeles, la turbia mirada,
la nez purpurada.
Las gentiles lucen divinos destellos,
vibrando a la vuelta los crótalos bellos,
con risa ideal;
y flotan, corriendo, lumbrosas las sayas
en las rondinelas y las faramallas;
y canta el aroma azul, virginal;
en torno gravita la nota sombría
en ojos gachones que el amor enciende;
las princesas cantan la pelelenía
que cuentan felices baladas de Ostende;
al pobre le ciñe sombrosa la duda
y vuelve a la tierra la nez puntiaguda;
y pasan en torno la loca matraca
y los figurones de la polinaca
con luz capitosa de hiriente metal;
la luz en el canto, el sueño en las ondas,
animan ingenuas las núbiles blondas,
princesas del mal.
El toque principia de las tarantelas
las danzas caídas y las paralelas,
memorias trayendo de Weber lejano,
la monotonía del triste cingano
y el fugaz amor;
y baila el remiso temblando de horror.
Cuando centellea la luz colorada,
le dan al pelele la zumba palmada;
recuerdan la ronda: la dúlcida y bella,
la risa galante sentida en Marsella
en tiempo remoto del mágico Flor;
la música dulce, lilial de Dinorah,
el canto de cielo; Mireya que adora,
y el son matinal,
de los provenzales la dicha, la calma;
y el pobre pelele se muere del alma,
de escondido mal.
Las princesas rubias pasaron el día
cantando placeres con la tristecía
en la rondinela de la juventud;
y en el gorigori llevando sin duelo,
del pobre pelele caído en el suelo,
el triste ataúd.
LIS
Con dulces begonias
danzaban las mimas,
con las ceremonias
de las pantomimas.
Azul, amarillo
el rostro pintado;
y al talle el cintillo
celeste dorado.
Y luego ampulosas
con sus crinolinas,
se pierden graciosas
en las bambalinas.
Y cien figurones
adornan el traje,
y sus pantalones
de nítido encaje.
Comienzan ambiguas,
añosas marquesas
sus danzas antiguas
y sus polonesas.
Y llegan arqueros
de largos bigotes,
y evitan los fieros
de los monigotes.
Y del piano-forte
en dulces vagancias
desfila la corte
de las elegancias.
Un beso a la blonda
—la de ojos morados—
y siga la ronda
de tiempos pasados.
LA COMPARSA
Allí van sobre el hielo las figurantas
sepultando en la bruma su para
nieve,y el automóvil rueda con finas llantas,
y los ojos se exponen al viento aleve.
Allí están con la risa multicolora
cascabeles felices de la locura,
y al poniente fluctúa luz incolora,
y los méganos ciñe la nieve obscura.
Así pasan los bellos, claros semblantes
a la luna del alma, la luna muerta;
las que vimos festivas formas galantes
se pierden en las luces del alba incierta.
La amarilla corneja llora en la nieve
y en un sueño fenece su grito alado;
hoy seguir la comparsa nadie se atreve;
porque aquella alegría no ha regresado.
LOS ROBLES
En la curva del camino
dos robles lloraban como dos niños.
Y había paz en los campos,
y en la mágica luz del cielo santo.
Yo recuerdo la rondalla
de la onda florida de la mañana.
En la noria de la vega,
las risas y las dulces pastorelas.
Por los lejanos olivos,
amoroso canto de caramillos.
Con la calma campesina,
como de incienso el humo subía.
Y en la curva del camino
los robles lloraban como dos niños.
EL DUQUE
Hoy se casa el Duque Nuez;
viene el chantre, viene el juez
y con pendones escarlata
florida cabalgata;
a la una, a las dos, a las diez;
que se casa el Duque primor
con la hija de Clavo de Olor.
Allí están, con pieles de bisonte,
los caballos de Lobo del Monte,
y con ceño triunfante,
Galo centrino, Rodolfo montante.
Y en la capital está la bella,
mas no ha venido el Duque tras ella;
los magnates postradores,
aduladores
al suelo el penacho inclinan;
los corvados, los bisiestos
dan sus gestos, sus gestos, sus gestos;
y la turba melenuda
estornuda, estornuda, estornuda.
Y a los pórticos y a los espacios
mira la novia con ardor;
son sus ojos dos topacios
de brillor.
Y hacen fieros ademanes,
nobles rojos como alacranes;
concentrando sus resuellos
grita el más hercúleo de ellos:
—¿Quién al gran Duque entretiene?...
¡ya el gran cortejo se irrita!...
Pero el Duque no viene;
Se lo ha comido Paquita.
EL DOMINÓ
Alumbraron en la mesa los candiles,
moviéronse solos los aguamaniles,
y un dominó vacío, pero animado,
mientras ríe por la calle la verbena,
se sienta iluminado,
y principia la cena.
Su claro antifaz de un amarillo frío
da los espantos en derredor sombrío
esta noche de insondables maravillas,
y tiende vagas, lucífugas señales
a los vasos, las sillas
los ausentes comensales.
Y luego en horror que nacarado flota,
por la alta noche de voluntad ignota,
en la luz olvida manjares dorados,
ronronea una oración culpable, llena
de acentos desolados,
y abandona la cena.
JUAN VOLATÍN
Los niños en la quinta
comienzan la velada,
en noche como tinta,
en noche desolada;
y tímidos y graves
se duermen al redor;
los grillos y las aves,
el trébol y la flor.
Y lámpara amarilla
fulgente reverbera;
destaca la mejilla;
la blonda cabellera;
presenta el escenario
de tierna juventud
y el campo funerario
cual lóbrego ataúd.
En mudo afán presienten
los niños los temores,
y en tanto que se sienten
los perros aulladores,
el valle desolado
divisan con pavor,
y escuchan desusado
levísimo rumor.
Juan Volatín cayó de la ventana,
Juan Volatín rodó sobre el cojín,
Juan Volatín, el duende vida vana,
comienza su enojoso retintín:
—Cual cien atridas,
la vida paso,
quitando vidas,
desde el Ocaso;
yo cruzo el mundo
con raudo giro;
yo no respiro
que en las gopuras
tramé locuras;
desde Bengala,
desde Valhala,
desde otro cielo;
y en sus confines
di volatines
con suerte ducha.
Mas ¡ah! tunantes
los inconstantes...;
¡nadie me escucha!
¿dónde están Cucha,
Veva, Monina?
La Luz termina.
¡Todos se han ido!
¡solo me quedo!
¡Por Dios qué miedo
les he traído!
»Juan Volatín levántase del suelo,
Juan Volatín con aire paladín...
Juan Volatín compone su capelo
y vuelve a su enojoso retintín:
—Cual viento mudo,
pasa la onda...
la gente blonda
marcharse pudo.
Solo he quedado...
como el soldado.
Que el Presidente
soy más valiente;
venga a mi lado
la fila aquesa...
veo cual pitas
sus piernecitas
bajo la mesa.
Callada venga,
no se detenga
la marejada
que bulle y crece,
la que parece
desorientada;
gordas pilluelas,
Susas, Estelas;
vengan Pichines;
que en volatines
de varios modos
yo espero a todos.
Ya viene la silfa
que mece la rosa,
florida, pequeña,
del campo la diosa;
en pluma cabalga,
y dulce sonriente
durmiendo las flores
camina al Oriente.
Con dardos agudos,
la siguen armados
cuadrillas, montones
de insectos dorados;
de guía le sirven,
le sirven de estrellas
cocuyos vistosos,
luciérnagas bellas.
Juan Volatín se muestra amilanado,
Juan Volatín esconde su espadín,
Juan Volatín confuso, avergonzado,
se sienta con un medio volatín.
La silfa piadosa
se acerca a los niños;
las duerme, los duerme
con grandes cariños.
Les muestra paisajes
de mundos risueños,
allá en misteriosos
nublados de sueños.
Y luego la turba
de insectos atroces
a Juan Volatines
saludan a voces;
y pronto los vemos
picar a destajo
pescuezo, joroba
y abajo, y abajo.
¡Juan Volatín entrega su capelo!
¡Juan Volatín entrega su espadín!
Juan Volatín rodando por el suelo
redobla volatín y volatín.
De La canción de las figuras, 1916:
LA NIÑA DE LA LÁMPARA AZUL
En el pasadizo nebuloso
cual mágico sueño de Estambul,
su perfil presenta destelloso
la niña de la lámpara azul.
Ágil y risueña se insinúa,
y su llama seductora brilla,
tiembla en su caballo la garúa
de la playa de la maravilla.
Con voz infantil y melodiosa
con fresco aroma de abedul,
habla de una vida milagrosa
la niña de la lámpara azul.
Con cálidos ojos de dulzura
y besos de amor matutino,
me ofrece la bella criatura
un mágico y celeste camino.
De encantación en un derroche,
hiende leda, vaporoso tul;
y me guía a través de la noche
la niña de la lámpara azul.
LOS ÁNGELES TRANQUILOS
Pasó el vendaval; ahora,
con perlas y berilos,
cantan la soledad aurora
los ángeles tranquilos.
Modulan canciones santas
en dulces bandolines;
viendo caídas las hojosas plantas
de campos y jardines.
Mientras sol en la neblina
vibra sus oropeles,
besan la muerte blanquecina
en los Saharas crueles.
Se alejan de madrugada,
con perlas y berilos,
y con la luz del cielo en la mirada
los ángeles tranquilos.
ALMA TRISTEZA
¡Alma tristeza, noche!;
del boudoir las hojas la plegaria
han cantado del amor marchito,
gime su desnudez un aria
en el azul precito,
los mochuelos con indiferencia
cruzan el camarín,
y termina su fosforescencia
en el negro jardín.
¡Alma tristeza, noche!;
sus hijas escucho lamentables
que de angustia cercan el vallado,
la mansión obscura, ¡inolvidables!
¡No volverá el día argentado,
ni la belleza que mi alma adora!;
¡ojos de pesar llenos de aurora!
LIED V
La canción del adormido cielo
dejó dulces pesares;
yo quisiera dar vida a esa canción
que tiene tanto de ti.
Ha caído la tarde sobre el musgo
del cerco inglés,
con aire de otro tiempo musical.
El murmullo de la última fiesta
ha dejado colores tristes y suaves
cual de primaveras oscuras
y listones perlinos.
Y las dolidas notas
han traído la melancolía
de las sombras galantes
al dar sus adioses sobre la playa.
La celestía de tus ojos dulces
tiene un pesar de canto,
que el alma nunca olvidará.
El ángel de los sueños te ha besado
para dejarte amor sentido y musical
y cuyos sones de tristeza
llegan al alma mía,
como celestes miradas
en esta niebla de profunda soledad.
¡Es la canción simbólica
como un jazmín de sueño,
que tuviera tus ojos y tu corazón!
¡Yo quisiera dar vida a esta canción!
PEREGRÍN CAZADOR DE FIGURAS
En el mirador de la fantasía,
al brillar del perfume
tembloroso de armonía;
en la noche que llamas consume;
cuando duerme el ánade implume,
los órficos insectos se abruman
y luciérnagas fuman;
cuando lucen los silfos galones, entorcho
y vuelan mariposas de corcho
o los rubios vampiros cecean,
o las firmes jorobas campean;
por la noche de los matices,
de ojos muertos y largas narices;
en el mirador distante,
por las llanuras;
Peregrín cazador de figuras
con ojos de diamante
mira desde las ciegas alturas.
MEDIOEVAL
En un sueño vienen claras sensaciones florentinas:
el bullicio se acentúa de la ronda callejera,
y repiten sus estrofas en las dulces mandolinas
los mancebos y los pajes que transitan por la acera.
Ya de alegres nubecillas se engalana el firmamento,
ya despuntan de belleza los matices mundanales;
y ora tienen los bastiones colorado paramento
y se asoman las doncellas y floridos barandales.
Palaciegos adornados con plumajes y caireles,
se confunden en los coros donde lloran los maitines;
y resuenan en sus flancos las hebillas y broqueles,
y, en el duro pavimento, los tendidos espolines.
En la plaza se perfilan los gentiles caballeros,
van llegando embajadores que de brillos alardean,
y tras ellos arrogantes paladines extranjeros
en sus yeguas tunecinas que briosas escarcean.
Por la vía que perfuman mirabeles deliciosos,
ves galanes y doncellas en sus rápidas monturas,
los semblantes, los cabellos tienen brillos misteriosos,
tienen brillos misteriosos pavonadas armaduras.
Junto al Arno, dulce ahora florecido y halagüeño,
las beldades nos parecen de la Logia las teorías;
y son notas de perfume, son las hijas del ensueño,
son la mística dulzura de las muertas alegrías.
Y esas reinas ideales con su velo matutino,
ya se postran, ya contemplan la madona del retablo;
y los jóvenes campeones y el anciano gibelino
fuscos llevan en la cota, junto al pecho, su venablo.
Y ellos saben los silencios de los seres adorables,
en los húmedos rincones donde gime el ermitaño,
y conocen los enigmas de las almas incurables,
los enigmas de la noche, de la muerte y del engaño.
Y esos Grandes circundados de los bélicos colores,
también sufren del Ocaso tristes nubes amarillas;
ve los condes retorcidos en deliquios tembladores,
ve las damas y los reyes; todo el mundo de rodillas.
Y la tarde ya desciende, y en el claustro denegrido
los ascetas dan al cielo su agonía ¡dura suerte!,
y por calles ignoradas va con fúnebre alarido,
va con fúnebre alarido la carroza de la Muerte.
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