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Agustín Gómez Arcos Enix, Almería, España, 15 de enero de 1933 - París, 20 de marzo de 1998) fue un dramaturgo y novelista español. Buena parte de su obra la escribió en lengua francesa.
Vida
Infancia y juventud
Agustín Gómez Arcos nace en el seno de una familia numerosa republicana. Es el menor de siete hermanos y sólo tiene tres años cuando estalla la guerra civil española. Durante la contienda, su familia pasa apuros y penalidades, y ya en la posguerra sufre las consecuencias de la represión franquista. Desde edad muy temprana, Gómez Arcos se interesa por la literatura, que utiliza como medio de evasión de su triste realidad cotidiana. Su profesora de instituto en Almería, Celia Viñas, fomentará y orientará su amor por la literatura, dándole a conocer a los clásicos y cultivando su interés por la escritura y el teatro.
En 1953 acaba el bachillerato en Almería y se traslada a Barcelona, donde consigue una beca para matricularse en la Facultad de Derecho. Colabora en la revista literaria Poesía Española, publica la colección de poemas Ocasión de paganismo y recibe el Premio Nacional de Narración Breve por El último Cristo. También participa activamente en el grupo de teatro de la universidad. A los tres años de haber iniciado sus estudios de derecho, decide abandonarlos y se traslada a Madrid con el objetivo de dedicarse exclusivamente al teatro.
Ya en Madrid, trabaja como dramaturgo, actor, director y traductor. Como dramaturgo, comparte las posiciones comprometidas de autores como Alfonso Sastre, frente a otros dramaturgos del llamado "teatro del posibilismo", como Antonio Buero Vallejo o Alfonso Paso (que proponen escribir dentro de las limitaciones e imposiciones de la dictadura), y, sobre todo, se opone al teatro de evasión fomentado por el régimen. Escribe un total de quince obras, de las que sólo tres llegan a estrenarse: Elecciones generales (basada en Las almas muertas de Gógol y premiada en el Primer Festival de Teatro Nuevo en 1960), Diálogos de la herejía (finalista del Premio Nacional Calderón de la Barca y Premio Nacional Lope de Vega en 1962, aunque prohibida hasta su estreno, en versión censurada, en 1964) y Los gatos (1965, finalista del Premio Nacional de Literatura Dramática en 1994).
También se dedica a la traducción y adaptación de obras de teatro francesas (La folle de Chaillot, Intermezzo de Jean Giraudoux y La révélation de René-Jean Clot). En 1962 queda finalista del Premio Nacional Calderón de la Barca y gana el Premio Nacional Lope de Vega con Diálogos de la herejía, premio que le es rápidamente arrebatado tras habérselo concedido; la obra queda prohibida en todos los escenarios españoles, en una maniobra política de la censura. En 1964 consigue finalmente estrenarla, en una versión censurada. En 1965 estrena Los gatos, también en versión censurada.
Exilio
Los tropiezos con el régimen son continuos y Gómez Arcos empieza a tomar conciencia de que nunca podrá representar o publicar su teatro, y se plantea el exilio como una posible solución. En 1966 vuelve a obtener el Premio Nacional Lope de Vega por Queridos míos, pero esta vez la censura prohíbe taxativamente su representación. Gómez Arcos decide entonces abandonar España para instalarse en Londres.
En la capital inglesa, logra que algunas de sus obras sean consideradas por parte del National Theatre, que finalmente las rechaza, alegando que sus piezas serán mejor comprendidas pasados veinte años. En junio de 1968, apenas un mes después de las revueltas del Mayo francés, se traslada a París. Los recientes acontecimientos impregnan el ambiente artístico de la ciudad, París vuelve a estar abierta a la innovación creativa y, de forma particular, se busca en el teatro un medio de agitación social, política y cultural, clima propicio para la obra de Gómez Arcos. Asiste a los montajes teatrales de Samuel Beckett, Eugène Ionesco, Jean Anouilh y, en especial, de Jean Genet por el que siente especial admiración.
Comienza su carrera parisina en los café-teatro del Barrio Latino, verdaderos centros de experimentación teatral y alternativa real a los teatros comerciales. Se desempeña como dramaturgo, director, actor e incluso como camarero. En 1969, en la revista L’Avant-Scène, publica Pré-papa. Conoce a otro exiliado español, Miguel Arocena, gerente del Café-Théâtre de l’Odéon, que le da la oportunidad de estrenar, en febrero de 1969, Pré-papa y Et si on aboyait. Durante cuatro años colabora con estos pequeños escenarios y sigue escribiendo obras de teatro entre las que destacan Sentencia dictada contra P y J e Interview de Mrs. Muerta Smith por sus fantasmas. Por el momento, sigue escribiendo en castellano y deja la traducción al francés a cargo de su amiga la actriz Rachel Salik.
En 1973, el editor de Stock, tras ver Et si on aboyait en el Café-Théâtre de l’Odéon, le propone escribir una novela en francés. Gómez Arcos acepta el reto, se traslada a Atenas y regresa a París, meses después, con el manuscrito francés de El cordero carnívoro, que su publicación, en 1975, será galardonado con el Prix Hermès. A partir de ese momento, los éxitos se suceden: en 1976 publica Maria Republica, y, en 1977, Ana no, novela que cierra la que ha dado en llamarse «trilogía de la posguerra», y galardonada con el Prix Thyde Monnier en 1977 y el Prix Roland Dorgelès en 1978. En total, Gómez Arcos publica catorce novelas, escritas todas ellas en francés. A las tres ya mencionadas, les siguen: Escena de caza (furtiva) (1978) finalista del Premio Goncourt; Pré-papa ou Roman de fées (1979); La enmilagrada (1981); El niño pan (1983); Un pájaro quemado vivo (1984), finalista del Premio Goncourt; Bestiaire (1986); L’homme à genoux (1989); L’Aveuglon (Marruecos, 1990); Mère Justice (1992); La femme d’emprunt (1993), y L’ange de chair (1995).
En 1985 recibe la condecoración de Caballero de la Orden de las Artes y las Letras de Francia, y en 1995 la vuelve a obtener, esta vez con el grado de Oficial.
Tras el restablecimiento de la democracia, Gómez Arcos pasa temporadas en España, donde, a partir de 1991 vuelven a representarse algunas de sus piezas teatrales de la mano de Carme Portaceli. En 1991 se recupera Interview de Mrs. Muerta Smith; otras dos obras suyas, Los gatos y Queridos míos, es preciso contaros ciertas cosas, se representarán en los teatros españoles en 1992 y 1994 respectivamente.
Agustín Gómez Arcos muere el 20 de marzo de 1998 en París y está enterrado en el cementerio de Montmartre.
(Sacado de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] )
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Algunos poemas de Agustín Gómez Arcos:
De Ocasión de paganismo (1956):
"Caronte, yo seré un escándalo en tu barca"
J. de Ibarbourou
1
Desiste, corazón. Pongo mi veto.
Contra tu sorda voz pongo mi sorda,
ciega, muda presencia
de hombre. (Ya lo ves, corazón:
sólo de hombre.)
Contra tu grito único,
tu repetido y glandulado grito,
me opongo yo, este hombre.
Ahora, corazón, si puedes, rompe
esta fibra que soy, sólo esta fibra,
con tu jactancia siempre latidora
y tu canción sirena, corazón,
estúpido, agresivo, molesto corazón
de a diario, usado, usado, usado,
corazón de trabajo y de cansancio.
Desiste, corazón. Ya ves que es tonto
discutir este asunto. Estoy ya decidido.
Ahora me compraré una dulce gaita
o una de esas armónicas tan lindas
que usan los niños, y que sólo tocan
en escala sencilla...; y si no, corazón,
te mandaré a paseo con la misma
alegría. Punto final. Desiste.
(Oh, corazón, qué pena
que agonices así, por mi capricho.
Como una suave flor.)
3
Qué terrible mi carne.
Pero tu carne, amor...
Bien, lo diré francamente:
tu carne es una llaga.
No la conozco. Sólo
-y quién sabe si en beso-
la adivino en la mía.
Nada más.
Pero diré una cosa:
esta carne terrible
-tuya en mí por misterio-
se crispa cada noche
con aroma invencible
y te ansía, te ansía
con un dolor tan recio,
tan vehemente de ti,
que no, no basta el sueño,
ni el ensueño, ni el morbo
para reconquistarme.
Y después de esa lucha,
ya sabe, lo de siempre,
la laxitud, el asco:
triste pornografía
en volumen de hombre.
Casi para quedarse
roto, deshecho, nulo.
4
Te gritaré mi escándalo, Caronte.
(Nuestro escándalo, a solas,
cuando lo conquistemos.)
Y como en fuego vivo
haré que mi pureza
se resista a tu angustia.
(Seremos dos, un grito
de pecado glorioso
sobre la sucia estela
del pecado.) Te daremos trabajo,
te lo juro. Si muero en ese día
de mi hermoso pecado,
viejo gris, te prometo
canciones y alegría.
Figúrate estas manos
con temblor de caricia
trenzándose en el aire.
Será un júbilo heroico, barquero.
Y ofreceré mi boca
mi boca con su huella-
a todo ser que ansíe
una gota de anelo.
Y gritaré, ¿me oyes? Gritaré hasta saciarme
de infierno, de locura,
contra tu sola angustia,
contra tu sola, eterna,
final y triste angustia.
Barquero, qué victoria
ser un triunfo en pecado
después.
(Para ti, corazón,
esta triste mortaja
de ausencia que ahora tengo.)
5
Di, ¿qué traje te esconde?
¿qué tela te separa
-oh, canto sexual-
de mi sexo encendido?
No sé por qué caminos
hallarte. Yerran siempre
las señales de aviso.
Y la angustia, ese saber que tú serás un eco
a un grito mío,
desconocido, extraño grito mío...
esa angustia me ahoga.
Qué paganismo, amor.
Estoy casi encendido
por saberte. Sólo tu soplo aguardo.
Ese viento,
esa voz en fluido
que será tu presencia.
Oh, nada, nada, nada,
nada como encontrarte.
Dondequiera te escondas,
cualquier forma que intentes
será herida por mí,
gritaré mi presagio
-mi pagano presagio-
y saltaré fronteras
de luz, de fuego y hambre
únicamente, amor,
por saciarte conmigo.
Dime, ¿quién te separa
de la espera que siento?
6
Ese pagano verbo, en mí, tu voz,
tu simple
realización en voz,
tu gritar, consiguiéndome.
Insistiré despierto,
siempre vigía al grito
de tu posible entrada.
Y cuando hayas llegado, yo, de luz,
pareceré.
Un estallido mágico, glorioso.
Algo así como estar
penetrado del ángel.
Oh, ser yo verbo en tu voz,
verbo cálido y simple,
yo,
carne y palabra en ti
diciéndome.
Ser gloria, estado vivo
de corazón y ala,
con nombre que tú digas
paganamente verbo.
7
Te aseguro, Caronte,
que haré que se deriven
timones y velámenes
de tu barca de angustia.
Mi soberbia es un viento
para tu tierno mástil.
Y tu remo, barquero,
sólo una débil fibra
sobre el agua furiosa.
Oh, laguna, mi júbilo
es voz de redención.
Como esas aves únicas
que anuncian primaveras
imposibles. Mi grito.
Es una profecía, Caronte.
De mi boca saldrán
sirenas, peces, sierpes,
inauditas palabras
a estremecerte.
Y pámpanos y flores
sobre mi cuerpo bello.
Oh, barquero, qué gozo
la pagana ocasión.
Ni campanas de bronce
servirán para herirme.
Sólo esta dulce, tierna
profesión de mi carne.
(Desiste, corazón. Mi culpa es amplia
y hermosa. Como el agua.)
8
Mis glándulas se yerguen
cuando en carne te pienso.
Hay un rumor de río
por la profunda sangre
igual que si encarnaran
diez mil pequeños ángeles
de lujuria. Mis glándulas
segregan esta angélica
legión de dulces ansias
en mi extensión sanguinea.
Con sólo imaginarte.
Figúrate el momento
de ser en carne tuyo,
en fiera realidad.
Gritarán estas glándulas
voces de regocijo.
Presiento la conjura.
No obstante, amor, ahora
sólo este lento mío
derramarme,
recia sangre de hormonas
buscando tu incidencia.
... Erguido en árbol vivo
este grado hemofílico
con que insisto en tu ansia.
9
Tu piel es una flor
masculina, insistente.
Tu piel es un delirio,
un camino a mi anhelo.
Ayer, sobre tu piel,
reposé la mirada
-oh, qué boca en mis ojos,
y qué lengua, y qué labios;
cómo, sobre tu piel,
mi animal se extendía
en ausencia y ensueño-.
Y tú, ignorando el caos
de fuego de mis ojos,
sonreíste un momento
contemplando los montes.
Yo me pregunto, amor,
si acaso dejan huellas
mis ojos en tu piel.
Porque serán fantasmas
de tigres, y serpientes,
o suaves flores rojas
de contorno limpísimo.
O mordiscos.
O ráfagas
de desbocado anhelo.
Amor, tu piel parece
un lecho y una noche.
10
Ni una célula, amor,
te queda sobre el cuerpo
que no esté ya en pesquisa
ideal de mis dedos.
No te resta un cabello,
un poro, un rasgo íntimo
que ya no haya yo usado
en el sueño y la angustia.
Ni siquiera tu sombra
desconoce mi ausencia;
ni tu anhelar de noche
cuando sobre mi carne
se desliza tu ensueño.
Oh, tú no te conoces
tan fielmente como esta
carne, donde florece
la palma de tu fiebre.
No te sabes amante
de furia y de dulzura.
Yo sí. Yo te conozco.
No tu nombre o tu cara.
Te conozco. En respiro
y en ocasión de amarme.
En la alta estrella, tú
me brindas tus aristas
pendencieras, crueles
de ser que aún no es mío.
Y por la baja tierra, la sorpresa
de verte en cada rostro
se me mete en la sangre
como un pasmo.
Amor, basta, no intentes
escapar: no hay mentira.
El tiempo es como un mapa
con límite y frontera
y mi dedo se adiestra
señalando la ruta.
Ya es tiempo, amor. Llegó
la ocasión. Como el eco
de un grito viejo, antiguo,
a punto de pudrirse
en mi sangre, salvado
-amor, salvado, libre-
por ese trompeteo
de tu llegar, aun cuando
ignore todavía
qué calzado, qué ropa,
qué gestos, qué aureola
te ocultan o descubren.
Aun cuando ignore qué
fragancia te atestigua.
¿No ves que ha florecido
primavera?
¿Y es posible que tú
quieras disimularte
de abrojos y de cansancio
si eres tanto de flor
-¡amor, tanto, tantísimo!-
que me ahogas de aroma?
Oh, no, desiste, incrédulo,
amor, si tengo venas
abiertas para saciarte
y en la carne una suave,
frenética esperanza
de... Amor, quiero eludir ya tan
sublime disparate.
No tardes. Hoy te espero
con la boca en un grito.
19
Desecha los milagros.
Mi imposible vivir
no los espera. Tú
-tu vivir sin presencia-,
tampoco.
Hoy, 28 de junio,
el sol oculto, viento,
desesperado y solo,
yo, que intento pronunciarte,
he perdido la fe.
Dios es cruel, lo afirmo,
porque anoche recé
buscándolo -buscándote-
y me ha dado su filo más agudo. Dios
es mi mal enemigo.
Sin ilusión, sin fija
penetración en ti, sin nada,
estos versos de hoy
suponen mi renuncia.
A ti y a lo demás.
He querido ser libre
y el aire mismo, hoy
me ahoga. Reza tú,
sé otra cosa cualquiera,
no mi esperanza.
Rubrico. Mi pobre sangre queda
aniquilada. Es dogma.
20
Cómo suena tu ausencia.
Con qué ronco ruido
me despierta y me abruma.
Qué sombras afiladas
de pájaros en fuga.
Pájaros que no son
o que ya no los veo.
Pájaros que eres tú,
tu habérteme ausentado.
Adelanto mis sienes
vacías y explosivas
para llamarte en onda
mística o cerebral.
Pero no estás. No eres
presencia en desespero
o esperanzada ausencia.
Sólo ausencia. Sin vagos
adjetivos de hambre.
Ausencia nada más.
Y suena tanto. Y grita
con tan roto gemido
de marea que huye,
que me anida en las sienes
su demencia de pájaros.
Oh, tu ausencia.
Cómo explicarte, amor,
mi desnudez y frío;
cómo decirte cuánta,
qué grande y qué pesada
siento mi lenta angustia.
Tu ausencia, amor. Tu ausencia.
De Pájaros de ausencia (1956):
No era un hecho, no eran
sábanas en que amarnos;
era no más el sitio
donde un hombre se entrega.
(Porque también un hombre
se entrega. Puedo garantizarlo.)
Antigua Roma hendía
su ilusionada fuerza
de pagana ocasión. Era
un dulce recordar
capitolinos hechos,
palabras y actitudes.
Antigua Roma daba
semejanza a las alas
de nuestra fantasía.
Gozábamos el tópico
porque éramos humanos.
Entonces, nunca más.
Y entonces, inclusive,
despertamos de pronto
sintiéndonos mentidos.
No dijimos palabras.
Nos miramos: fue todo.
Aún conservo una foto
de ti, en estar antiguo;
me la diste quizá
porque así me entregabas
algo que en ti había muerto,
una molesta historia.
La conservo, esa estampa
de tu ser. No he querido romperla.
Tal vez
por no comprometerme
con un triste futuro.
No era un lecho, no eran
sábanas en que amarnos.
Ni siquiera tampoco
fiebre o exaltación.
Sólo un acto cobarde.
10
Profundamente novio
caminaba en la noche
buscando tus arterias
para nutrirme de ansia.
La llamada del aire
semejaba tu voz
y yo, novio, me abría
como una flor bermeja
de corazón y sexo.
Oh la fe de buscarte,
con qué seguro paso
retornaba distancias
sin cansancio y sin fuga.
Citas sin compromiso
en la próxima esquina,
en el café, en el metro.
Años de serte novio
sin haberte encontrado.
Sí, ¡has sentido lo mismo?
¿Las mismas soledades
te han herido por dentro?
No. No es posible. Yo
he temblado de angustia
pensándote; he corrido
calles, años, ciudades
con los ojos abiertos
-profundamente- ojos
mirando cada gente,
escuchando las voces
por si erais tú o mis ecos.
Tú, no. Tú no lo has hecho.
Te ha faltado valor,
o iniciativa, o luz.
No has buscado ventanas,
grietas en que asomarte
y gritarme en aviso,
en llamada, en retorno.
Te ha faltado valor.
Yo, que tanto he luchado
por ti, por tu llegar,
siento tu cobardía,
tu negación, tu ausencia.
Que sentir algo más
me es imposible ahora.
11
¿Quién
ha de sustituirte
futuramente en mí?
¿Quién ha de ser quien venga
-la palabra en la boca,
flor o risa- audaz
a enaltecerme
lo que ya hemos usado
tú y yo, tan falsamente.
No puedes responderme.
Yo tampoco. Ni nadie.
Oscuros ríos hierven
muy hondo, en las entrañas.
Son voces. Voces negras.
Signos que ya me anuncian
la fatal negativa.
(Estoy sucio. Muy sucio.
Me mancha mi contacto.)
¿Dónde,
días, dónde, por dónde
ha surgido ese grito
que me niega en redondo?
(O quizá
te está ya concediendo
demasiada importancia:
vértigo de caída.)
Desiste, corazón.
He recibido en pleno
plexo solar la herida:
quiero decir en medio
del pecho, exactamente.
Dentro de unos minutos
moriré sin avisos...
Pero yo sé que ya
estoy muerto, muy muerto:
quizá como tu historia.
12
Es una suave seda.
Una brisa. Una lenta
desbravación del aire
que ya no tiene voces.
No señales, ni síntomas
de ti. Es el olvido.
Ha venido sin gritos.
En mis manos contemplo
su imagen: son antiguas.
Se abren ya sin oscura
vergüenza. Son airosas
de libertad, de vida,
aves de espacio abierto
sin el sucio recuerdo
de tu tacto. El olvido
es una tela suave
que me envuelve. Me siento
la causa estremecida
brotando en nuevos poros
a su contacto tibio.
Resurrección de cuerpo
la mía. Miro el mar
de angustia que era ayer
y contengo la risa.
Tú te has ido. Del todo.
Has muerto ya,
dejándome liberto.
(Sólo que, al parecer,
el ruido de la sangre
dice cosas atroces.
No puedo comprobarlo:
no tengo corazón.)
Es una suave seda,
una brisa, una lenta
desbravación del aire
que ya no tiene voces,
ni señales, ni síntomas
de ti: es el olvido.
13
Sin corazón estoy
náufrago en mar de sangre.
Sin corazón, sin voz
para acusarte: helado.
Un perro nada dice,
si acaso muerta ausencia.
Tú eres un perro, tú,
que con mi propia forma
me agonizas y mueres.
Ausencia en carne viva
ausente. Ausencia tú,
perro vago de esquina,
ilusionada casa
donde fingí encontrarme
para fingir quererte;
donde fingiste tú
descubrirme y amarme.
(Un tango, un dulce tango
con un amargo epílogo.
Permíteme la burla.)
Concluyo. Corazón
se me rompe por dentro.
Estaba hueco, ¿sabes?,
No hagas gestos de pena.
Camino solo y mondo,
tópico caminante,
dolido, avergonzado,
sucio de humillación,
mudo, sin voz ni voto.
Sin voz ni voto, yo
que he sido siempre verbo
en primera persona.
Calcula si es penoso.
14
Pan para nuestras bocas.
Pan de polvo y de agua.
Pan de hambre. No pan
de estremecida ausencia.
Pan de polvo y de agua
para crearte, para
inventar tu figura.
Ese pan y ese verbo
para resucitarnos
unidad de los dos.
Pan de camino virgen
para pisarlo en vilo.
Caminito extendido
de norte a sur del mundo.
Caminito sin gente.
Pan para nuestras bocas.
Tú en mi boca en retorno,
en estar de silencio.
Tú en mi labio que ansía.
Tú en mi diente que espera.
Pan de mordiscos. Vivo
Pan de carne y de hueso.
Con nombre propio Pan.
Con carne propia Tú.
Pan de polvo y de agua
para crearte.
Yo el Verbo. Yo la Voz.
Yo siempre tu alfarero
creador de tu Gracia.
Pan de insaciada hambre
que has dejado en mi lengua.
Pan de milagro: Tú.
15
Redonda como el mundo
tu frente.
Redonda y poderosa.
Esperanza me vibra
suavemente en el gesto
de mirar. No he claudicado aún.
Redondez de tu frente
que se alberga en mi pecho
y en el valle lunado
de mi vientre; tu vientre,
redondo en la cabeza,
me silba suavemente
por los dedos. Te intento
otra vez. Te imagino
tal como antes viniste
pero de nuevo cuño
y corazón novísimo.
No el mismo cuerpo que
me atrajo anteriormente,
ni la misma juntura
de labios, ni la misma
palidez de mirar,
ausencia o miedo:
la misma, la ocasión.
Redondez de tu frente
por toda anatomía.
Amor, calificarte
no me sabe a cordial
acogida. Silencio.
Sustitución serás
de la muerte
en ágil nueva vida.
Cantar de son suave
tu palabra afilándose
en mi oído: tú siempre
diciéndome la justa,
exacta, simple, pura
palabra de retorno,
de otra vez y de siempre.
Tu amor redondo, eterno
y hermoso. Como el mundo.
Fin
Escrito en Seu de Urgel (Lérida), en el estío de 1956
Por Agustín Gómez Arcos
Agustín Gómez Arcos Enix, Almería, España, 15 de enero de 1933 - París, 20 de marzo de 1998) fue un dramaturgo y novelista español. Buena parte de su obra la escribió en lengua francesa.
Vida
Infancia y juventud
Agustín Gómez Arcos nace en el seno de una familia numerosa republicana. Es el menor de siete hermanos y sólo tiene tres años cuando estalla la guerra civil española. Durante la contienda, su familia pasa apuros y penalidades, y ya en la posguerra sufre las consecuencias de la represión franquista. Desde edad muy temprana, Gómez Arcos se interesa por la literatura, que utiliza como medio de evasión de su triste realidad cotidiana. Su profesora de instituto en Almería, Celia Viñas, fomentará y orientará su amor por la literatura, dándole a conocer a los clásicos y cultivando su interés por la escritura y el teatro.
En 1953 acaba el bachillerato en Almería y se traslada a Barcelona, donde consigue una beca para matricularse en la Facultad de Derecho. Colabora en la revista literaria Poesía Española, publica la colección de poemas Ocasión de paganismo y recibe el Premio Nacional de Narración Breve por El último Cristo. También participa activamente en el grupo de teatro de la universidad. A los tres años de haber iniciado sus estudios de derecho, decide abandonarlos y se traslada a Madrid con el objetivo de dedicarse exclusivamente al teatro.
Ya en Madrid, trabaja como dramaturgo, actor, director y traductor. Como dramaturgo, comparte las posiciones comprometidas de autores como Alfonso Sastre, frente a otros dramaturgos del llamado "teatro del posibilismo", como Antonio Buero Vallejo o Alfonso Paso (que proponen escribir dentro de las limitaciones e imposiciones de la dictadura), y, sobre todo, se opone al teatro de evasión fomentado por el régimen. Escribe un total de quince obras, de las que sólo tres llegan a estrenarse: Elecciones generales (basada en Las almas muertas de Gógol y premiada en el Primer Festival de Teatro Nuevo en 1960), Diálogos de la herejía (finalista del Premio Nacional Calderón de la Barca y Premio Nacional Lope de Vega en 1962, aunque prohibida hasta su estreno, en versión censurada, en 1964) y Los gatos (1965, finalista del Premio Nacional de Literatura Dramática en 1994).
También se dedica a la traducción y adaptación de obras de teatro francesas (La folle de Chaillot, Intermezzo de Jean Giraudoux y La révélation de René-Jean Clot). En 1962 queda finalista del Premio Nacional Calderón de la Barca y gana el Premio Nacional Lope de Vega con Diálogos de la herejía, premio que le es rápidamente arrebatado tras habérselo concedido; la obra queda prohibida en todos los escenarios españoles, en una maniobra política de la censura. En 1964 consigue finalmente estrenarla, en una versión censurada. En 1965 estrena Los gatos, también en versión censurada.
Exilio
Los tropiezos con el régimen son continuos y Gómez Arcos empieza a tomar conciencia de que nunca podrá representar o publicar su teatro, y se plantea el exilio como una posible solución. En 1966 vuelve a obtener el Premio Nacional Lope de Vega por Queridos míos, pero esta vez la censura prohíbe taxativamente su representación. Gómez Arcos decide entonces abandonar España para instalarse en Londres.
En la capital inglesa, logra que algunas de sus obras sean consideradas por parte del National Theatre, que finalmente las rechaza, alegando que sus piezas serán mejor comprendidas pasados veinte años. En junio de 1968, apenas un mes después de las revueltas del Mayo francés, se traslada a París. Los recientes acontecimientos impregnan el ambiente artístico de la ciudad, París vuelve a estar abierta a la innovación creativa y, de forma particular, se busca en el teatro un medio de agitación social, política y cultural, clima propicio para la obra de Gómez Arcos. Asiste a los montajes teatrales de Samuel Beckett, Eugène Ionesco, Jean Anouilh y, en especial, de Jean Genet por el que siente especial admiración.
Comienza su carrera parisina en los café-teatro del Barrio Latino, verdaderos centros de experimentación teatral y alternativa real a los teatros comerciales. Se desempeña como dramaturgo, director, actor e incluso como camarero. En 1969, en la revista L’Avant-Scène, publica Pré-papa. Conoce a otro exiliado español, Miguel Arocena, gerente del Café-Théâtre de l’Odéon, que le da la oportunidad de estrenar, en febrero de 1969, Pré-papa y Et si on aboyait. Durante cuatro años colabora con estos pequeños escenarios y sigue escribiendo obras de teatro entre las que destacan Sentencia dictada contra P y J e Interview de Mrs. Muerta Smith por sus fantasmas. Por el momento, sigue escribiendo en castellano y deja la traducción al francés a cargo de su amiga la actriz Rachel Salik.
En 1973, el editor de Stock, tras ver Et si on aboyait en el Café-Théâtre de l’Odéon, le propone escribir una novela en francés. Gómez Arcos acepta el reto, se traslada a Atenas y regresa a París, meses después, con el manuscrito francés de El cordero carnívoro, que su publicación, en 1975, será galardonado con el Prix Hermès. A partir de ese momento, los éxitos se suceden: en 1976 publica Maria Republica, y, en 1977, Ana no, novela que cierra la que ha dado en llamarse «trilogía de la posguerra», y galardonada con el Prix Thyde Monnier en 1977 y el Prix Roland Dorgelès en 1978. En total, Gómez Arcos publica catorce novelas, escritas todas ellas en francés. A las tres ya mencionadas, les siguen: Escena de caza (furtiva) (1978) finalista del Premio Goncourt; Pré-papa ou Roman de fées (1979); La enmilagrada (1981); El niño pan (1983); Un pájaro quemado vivo (1984), finalista del Premio Goncourt; Bestiaire (1986); L’homme à genoux (1989); L’Aveuglon (Marruecos, 1990); Mère Justice (1992); La femme d’emprunt (1993), y L’ange de chair (1995).
En 1985 recibe la condecoración de Caballero de la Orden de las Artes y las Letras de Francia, y en 1995 la vuelve a obtener, esta vez con el grado de Oficial.
Tras el restablecimiento de la democracia, Gómez Arcos pasa temporadas en España, donde, a partir de 1991 vuelven a representarse algunas de sus piezas teatrales de la mano de Carme Portaceli. En 1991 se recupera Interview de Mrs. Muerta Smith; otras dos obras suyas, Los gatos y Queridos míos, es preciso contaros ciertas cosas, se representarán en los teatros españoles en 1992 y 1994 respectivamente.
Agustín Gómez Arcos muere el 20 de marzo de 1998 en París y está enterrado en el cementerio de Montmartre.
(Sacado de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] )
*
Algunos poemas de Agustín Gómez Arcos:
De Ocasión de paganismo (1956):
"Caronte, yo seré un escándalo en tu barca"
J. de Ibarbourou
1
Desiste, corazón. Pongo mi veto.
Contra tu sorda voz pongo mi sorda,
ciega, muda presencia
de hombre. (Ya lo ves, corazón:
sólo de hombre.)
Contra tu grito único,
tu repetido y glandulado grito,
me opongo yo, este hombre.
Ahora, corazón, si puedes, rompe
esta fibra que soy, sólo esta fibra,
con tu jactancia siempre latidora
y tu canción sirena, corazón,
estúpido, agresivo, molesto corazón
de a diario, usado, usado, usado,
corazón de trabajo y de cansancio.
Desiste, corazón. Ya ves que es tonto
discutir este asunto. Estoy ya decidido.
Ahora me compraré una dulce gaita
o una de esas armónicas tan lindas
que usan los niños, y que sólo tocan
en escala sencilla...; y si no, corazón,
te mandaré a paseo con la misma
alegría. Punto final. Desiste.
(Oh, corazón, qué pena
que agonices así, por mi capricho.
Como una suave flor.)
3
Qué terrible mi carne.
Pero tu carne, amor...
Bien, lo diré francamente:
tu carne es una llaga.
No la conozco. Sólo
-y quién sabe si en beso-
la adivino en la mía.
Nada más.
Pero diré una cosa:
esta carne terrible
-tuya en mí por misterio-
se crispa cada noche
con aroma invencible
y te ansía, te ansía
con un dolor tan recio,
tan vehemente de ti,
que no, no basta el sueño,
ni el ensueño, ni el morbo
para reconquistarme.
Y después de esa lucha,
ya sabe, lo de siempre,
la laxitud, el asco:
triste pornografía
en volumen de hombre.
Casi para quedarse
roto, deshecho, nulo.
4
Te gritaré mi escándalo, Caronte.
(Nuestro escándalo, a solas,
cuando lo conquistemos.)
Y como en fuego vivo
haré que mi pureza
se resista a tu angustia.
(Seremos dos, un grito
de pecado glorioso
sobre la sucia estela
del pecado.) Te daremos trabajo,
te lo juro. Si muero en ese día
de mi hermoso pecado,
viejo gris, te prometo
canciones y alegría.
Figúrate estas manos
con temblor de caricia
trenzándose en el aire.
Será un júbilo heroico, barquero.
Y ofreceré mi boca
mi boca con su huella-
a todo ser que ansíe
una gota de anelo.
Y gritaré, ¿me oyes? Gritaré hasta saciarme
de infierno, de locura,
contra tu sola angustia,
contra tu sola, eterna,
final y triste angustia.
Barquero, qué victoria
ser un triunfo en pecado
después.
(Para ti, corazón,
esta triste mortaja
de ausencia que ahora tengo.)
5
Di, ¿qué traje te esconde?
¿qué tela te separa
-oh, canto sexual-
de mi sexo encendido?
No sé por qué caminos
hallarte. Yerran siempre
las señales de aviso.
Y la angustia, ese saber que tú serás un eco
a un grito mío,
desconocido, extraño grito mío...
esa angustia me ahoga.
Qué paganismo, amor.
Estoy casi encendido
por saberte. Sólo tu soplo aguardo.
Ese viento,
esa voz en fluido
que será tu presencia.
Oh, nada, nada, nada,
nada como encontrarte.
Dondequiera te escondas,
cualquier forma que intentes
será herida por mí,
gritaré mi presagio
-mi pagano presagio-
y saltaré fronteras
de luz, de fuego y hambre
únicamente, amor,
por saciarte conmigo.
Dime, ¿quién te separa
de la espera que siento?
6
Ese pagano verbo, en mí, tu voz,
tu simple
realización en voz,
tu gritar, consiguiéndome.
Insistiré despierto,
siempre vigía al grito
de tu posible entrada.
Y cuando hayas llegado, yo, de luz,
pareceré.
Un estallido mágico, glorioso.
Algo así como estar
penetrado del ángel.
Oh, ser yo verbo en tu voz,
verbo cálido y simple,
yo,
carne y palabra en ti
diciéndome.
Ser gloria, estado vivo
de corazón y ala,
con nombre que tú digas
paganamente verbo.
7
Te aseguro, Caronte,
que haré que se deriven
timones y velámenes
de tu barca de angustia.
Mi soberbia es un viento
para tu tierno mástil.
Y tu remo, barquero,
sólo una débil fibra
sobre el agua furiosa.
Oh, laguna, mi júbilo
es voz de redención.
Como esas aves únicas
que anuncian primaveras
imposibles. Mi grito.
Es una profecía, Caronte.
De mi boca saldrán
sirenas, peces, sierpes,
inauditas palabras
a estremecerte.
Y pámpanos y flores
sobre mi cuerpo bello.
Oh, barquero, qué gozo
la pagana ocasión.
Ni campanas de bronce
servirán para herirme.
Sólo esta dulce, tierna
profesión de mi carne.
(Desiste, corazón. Mi culpa es amplia
y hermosa. Como el agua.)
8
Mis glándulas se yerguen
cuando en carne te pienso.
Hay un rumor de río
por la profunda sangre
igual que si encarnaran
diez mil pequeños ángeles
de lujuria. Mis glándulas
segregan esta angélica
legión de dulces ansias
en mi extensión sanguinea.
Con sólo imaginarte.
Figúrate el momento
de ser en carne tuyo,
en fiera realidad.
Gritarán estas glándulas
voces de regocijo.
Presiento la conjura.
No obstante, amor, ahora
sólo este lento mío
derramarme,
recia sangre de hormonas
buscando tu incidencia.
... Erguido en árbol vivo
este grado hemofílico
con que insisto en tu ansia.
9
Tu piel es una flor
masculina, insistente.
Tu piel es un delirio,
un camino a mi anhelo.
Ayer, sobre tu piel,
reposé la mirada
-oh, qué boca en mis ojos,
y qué lengua, y qué labios;
cómo, sobre tu piel,
mi animal se extendía
en ausencia y ensueño-.
Y tú, ignorando el caos
de fuego de mis ojos,
sonreíste un momento
contemplando los montes.
Yo me pregunto, amor,
si acaso dejan huellas
mis ojos en tu piel.
Porque serán fantasmas
de tigres, y serpientes,
o suaves flores rojas
de contorno limpísimo.
O mordiscos.
O ráfagas
de desbocado anhelo.
Amor, tu piel parece
un lecho y una noche.
10
Ni una célula, amor,
te queda sobre el cuerpo
que no esté ya en pesquisa
ideal de mis dedos.
No te resta un cabello,
un poro, un rasgo íntimo
que ya no haya yo usado
en el sueño y la angustia.
Ni siquiera tu sombra
desconoce mi ausencia;
ni tu anhelar de noche
cuando sobre mi carne
se desliza tu ensueño.
Oh, tú no te conoces
tan fielmente como esta
carne, donde florece
la palma de tu fiebre.
No te sabes amante
de furia y de dulzura.
Yo sí. Yo te conozco.
No tu nombre o tu cara.
Te conozco. En respiro
y en ocasión de amarme.
En la alta estrella, tú
me brindas tus aristas
pendencieras, crueles
de ser que aún no es mío.
Y por la baja tierra, la sorpresa
de verte en cada rostro
se me mete en la sangre
como un pasmo.
Amor, basta, no intentes
escapar: no hay mentira.
El tiempo es como un mapa
con límite y frontera
y mi dedo se adiestra
señalando la ruta.
Ya es tiempo, amor. Llegó
la ocasión. Como el eco
de un grito viejo, antiguo,
a punto de pudrirse
en mi sangre, salvado
-amor, salvado, libre-
por ese trompeteo
de tu llegar, aun cuando
ignore todavía
qué calzado, qué ropa,
qué gestos, qué aureola
te ocultan o descubren.
Aun cuando ignore qué
fragancia te atestigua.
¿No ves que ha florecido
primavera?
¿Y es posible que tú
quieras disimularte
de abrojos y de cansancio
si eres tanto de flor
-¡amor, tanto, tantísimo!-
que me ahogas de aroma?
Oh, no, desiste, incrédulo,
amor, si tengo venas
abiertas para saciarte
y en la carne una suave,
frenética esperanza
de... Amor, quiero eludir ya tan
sublime disparate.
No tardes. Hoy te espero
con la boca en un grito.
19
Desecha los milagros.
Mi imposible vivir
no los espera. Tú
-tu vivir sin presencia-,
tampoco.
Hoy, 28 de junio,
el sol oculto, viento,
desesperado y solo,
yo, que intento pronunciarte,
he perdido la fe.
Dios es cruel, lo afirmo,
porque anoche recé
buscándolo -buscándote-
y me ha dado su filo más agudo. Dios
es mi mal enemigo.
Sin ilusión, sin fija
penetración en ti, sin nada,
estos versos de hoy
suponen mi renuncia.
A ti y a lo demás.
He querido ser libre
y el aire mismo, hoy
me ahoga. Reza tú,
sé otra cosa cualquiera,
no mi esperanza.
Rubrico. Mi pobre sangre queda
aniquilada. Es dogma.
20
Cómo suena tu ausencia.
Con qué ronco ruido
me despierta y me abruma.
Qué sombras afiladas
de pájaros en fuga.
Pájaros que no son
o que ya no los veo.
Pájaros que eres tú,
tu habérteme ausentado.
Adelanto mis sienes
vacías y explosivas
para llamarte en onda
mística o cerebral.
Pero no estás. No eres
presencia en desespero
o esperanzada ausencia.
Sólo ausencia. Sin vagos
adjetivos de hambre.
Ausencia nada más.
Y suena tanto. Y grita
con tan roto gemido
de marea que huye,
que me anida en las sienes
su demencia de pájaros.
Oh, tu ausencia.
Cómo explicarte, amor,
mi desnudez y frío;
cómo decirte cuánta,
qué grande y qué pesada
siento mi lenta angustia.
Tu ausencia, amor. Tu ausencia.
De Pájaros de ausencia (1956):
No era un hecho, no eran
sábanas en que amarnos;
era no más el sitio
donde un hombre se entrega.
(Porque también un hombre
se entrega. Puedo garantizarlo.)
Antigua Roma hendía
su ilusionada fuerza
de pagana ocasión. Era
un dulce recordar
capitolinos hechos,
palabras y actitudes.
Antigua Roma daba
semejanza a las alas
de nuestra fantasía.
Gozábamos el tópico
porque éramos humanos.
Entonces, nunca más.
Y entonces, inclusive,
despertamos de pronto
sintiéndonos mentidos.
No dijimos palabras.
Nos miramos: fue todo.
Aún conservo una foto
de ti, en estar antiguo;
me la diste quizá
porque así me entregabas
algo que en ti había muerto,
una molesta historia.
La conservo, esa estampa
de tu ser. No he querido romperla.
Tal vez
por no comprometerme
con un triste futuro.
No era un lecho, no eran
sábanas en que amarnos.
Ni siquiera tampoco
fiebre o exaltación.
Sólo un acto cobarde.
10
Profundamente novio
caminaba en la noche
buscando tus arterias
para nutrirme de ansia.
La llamada del aire
semejaba tu voz
y yo, novio, me abría
como una flor bermeja
de corazón y sexo.
Oh la fe de buscarte,
con qué seguro paso
retornaba distancias
sin cansancio y sin fuga.
Citas sin compromiso
en la próxima esquina,
en el café, en el metro.
Años de serte novio
sin haberte encontrado.
Sí, ¡has sentido lo mismo?
¿Las mismas soledades
te han herido por dentro?
No. No es posible. Yo
he temblado de angustia
pensándote; he corrido
calles, años, ciudades
con los ojos abiertos
-profundamente- ojos
mirando cada gente,
escuchando las voces
por si erais tú o mis ecos.
Tú, no. Tú no lo has hecho.
Te ha faltado valor,
o iniciativa, o luz.
No has buscado ventanas,
grietas en que asomarte
y gritarme en aviso,
en llamada, en retorno.
Te ha faltado valor.
Yo, que tanto he luchado
por ti, por tu llegar,
siento tu cobardía,
tu negación, tu ausencia.
Que sentir algo más
me es imposible ahora.
11
¿Quién
ha de sustituirte
futuramente en mí?
¿Quién ha de ser quien venga
-la palabra en la boca,
flor o risa- audaz
a enaltecerme
lo que ya hemos usado
tú y yo, tan falsamente.
No puedes responderme.
Yo tampoco. Ni nadie.
Oscuros ríos hierven
muy hondo, en las entrañas.
Son voces. Voces negras.
Signos que ya me anuncian
la fatal negativa.
(Estoy sucio. Muy sucio.
Me mancha mi contacto.)
¿Dónde,
días, dónde, por dónde
ha surgido ese grito
que me niega en redondo?
(O quizá
te está ya concediendo
demasiada importancia:
vértigo de caída.)
Desiste, corazón.
He recibido en pleno
plexo solar la herida:
quiero decir en medio
del pecho, exactamente.
Dentro de unos minutos
moriré sin avisos...
Pero yo sé que ya
estoy muerto, muy muerto:
quizá como tu historia.
12
Es una suave seda.
Una brisa. Una lenta
desbravación del aire
que ya no tiene voces.
No señales, ni síntomas
de ti. Es el olvido.
Ha venido sin gritos.
En mis manos contemplo
su imagen: son antiguas.
Se abren ya sin oscura
vergüenza. Son airosas
de libertad, de vida,
aves de espacio abierto
sin el sucio recuerdo
de tu tacto. El olvido
es una tela suave
que me envuelve. Me siento
la causa estremecida
brotando en nuevos poros
a su contacto tibio.
Resurrección de cuerpo
la mía. Miro el mar
de angustia que era ayer
y contengo la risa.
Tú te has ido. Del todo.
Has muerto ya,
dejándome liberto.
(Sólo que, al parecer,
el ruido de la sangre
dice cosas atroces.
No puedo comprobarlo:
no tengo corazón.)
Es una suave seda,
una brisa, una lenta
desbravación del aire
que ya no tiene voces,
ni señales, ni síntomas
de ti: es el olvido.
13
Sin corazón estoy
náufrago en mar de sangre.
Sin corazón, sin voz
para acusarte: helado.
Un perro nada dice,
si acaso muerta ausencia.
Tú eres un perro, tú,
que con mi propia forma
me agonizas y mueres.
Ausencia en carne viva
ausente. Ausencia tú,
perro vago de esquina,
ilusionada casa
donde fingí encontrarme
para fingir quererte;
donde fingiste tú
descubrirme y amarme.
(Un tango, un dulce tango
con un amargo epílogo.
Permíteme la burla.)
Concluyo. Corazón
se me rompe por dentro.
Estaba hueco, ¿sabes?,
No hagas gestos de pena.
Camino solo y mondo,
tópico caminante,
dolido, avergonzado,
sucio de humillación,
mudo, sin voz ni voto.
Sin voz ni voto, yo
que he sido siempre verbo
en primera persona.
Calcula si es penoso.
14
Pan para nuestras bocas.
Pan de polvo y de agua.
Pan de hambre. No pan
de estremecida ausencia.
Pan de polvo y de agua
para crearte, para
inventar tu figura.
Ese pan y ese verbo
para resucitarnos
unidad de los dos.
Pan de camino virgen
para pisarlo en vilo.
Caminito extendido
de norte a sur del mundo.
Caminito sin gente.
Pan para nuestras bocas.
Tú en mi boca en retorno,
en estar de silencio.
Tú en mi labio que ansía.
Tú en mi diente que espera.
Pan de mordiscos. Vivo
Pan de carne y de hueso.
Con nombre propio Pan.
Con carne propia Tú.
Pan de polvo y de agua
para crearte.
Yo el Verbo. Yo la Voz.
Yo siempre tu alfarero
creador de tu Gracia.
Pan de insaciada hambre
que has dejado en mi lengua.
Pan de milagro: Tú.
15
Redonda como el mundo
tu frente.
Redonda y poderosa.
Esperanza me vibra
suavemente en el gesto
de mirar. No he claudicado aún.
Redondez de tu frente
que se alberga en mi pecho
y en el valle lunado
de mi vientre; tu vientre,
redondo en la cabeza,
me silba suavemente
por los dedos. Te intento
otra vez. Te imagino
tal como antes viniste
pero de nuevo cuño
y corazón novísimo.
No el mismo cuerpo que
me atrajo anteriormente,
ni la misma juntura
de labios, ni la misma
palidez de mirar,
ausencia o miedo:
la misma, la ocasión.
Redondez de tu frente
por toda anatomía.
Amor, calificarte
no me sabe a cordial
acogida. Silencio.
Sustitución serás
de la muerte
en ágil nueva vida.
Cantar de son suave
tu palabra afilándose
en mi oído: tú siempre
diciéndome la justa,
exacta, simple, pura
palabra de retorno,
de otra vez y de siempre.
Tu amor redondo, eterno
y hermoso. Como el mundo.
Fin
Escrito en Seu de Urgel (Lérida), en el estío de 1956
Por Agustín Gómez Arcos
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