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Constantino Petrou Cavafis (en griego Κωνσταντίνος Πέτρου Καβάφης. Alejandría, Egipto; 29 de abril de 1863 – 29 de abril de 1933) fue un poeta griego, una de las figuras literarias más importantes del siglo XX y uno de los mayores exponentes del renacimiento de la lengua griega moderna.
Trabajó como periodista y como funcionario, y publicó relativamente poco en vida, aunque tras su muerte su obra cobró paulatinamente influencia. Su atípica temática —fuertemente urbana e introspectiva, y sin tapujos acerca de la orientación homosexual del poeta— demoraron su aceptación, aunque en la década de 1960 lo convirtieron en un icono de la cultura gay.
Biografía
Cavafis nació en Alejandría, Egipto, donde su padre era un rico comerciante. Tras su muerte en 1870 la familia tuvo que emigrar a Liverpool. Constantino regresó a Alejandría en 1882.
Con el comienzo de los disturbios en 1885 la familia tuvo que mudarse de nuevo, esta vez a Estambul. Cuando Cavafis volvió a Alejandría lo haría para quedarse el resto de su vida. Al principio trabajó como periodista, y después en el Ministerio Egipcio de Obras Públicas, durante treinta años. Entre 1891 y 1904 publicó su poesía, con poco éxito. Murió en 1933.
Tras su muerte, la reputación de Cavafis aumentó, pasando a ser considerado uno de los mejores poetas griegos modernos.
Obra
La obra de Cavafis, desde unos inicios alimentados por la lectura de parnasianos y simbolistas franceses, es madura, exigente, habitada por una refinada cultura grecolatina y una subyacente ironía. Obra corregida sin cesar hasta la perfección (algunos poemas fueron elaborados por espacio de diez años), consta de ciento cincuenta y cuatro poemas que consideró acabados y forman la edición canónica, más cierto grupo de otras composiciones que a su juicio no habían encontrado todavía su forma definitiva. Interesado por la historia, Cavafis compuso con frecuencia poemas no sobre grandes momentos históricos, sino sobre las decadencias después de los mismos, como el famoso "Esperando a los bárbaros", "El dios abandona a Antonio" o "Ítaca", algunas de cuyas frases han pasado a ser proverbiales. También son muy leídos hoy sus poemas homoeróticos, que cantan las excelencias sensuales del amor furtivo, como "Recuerda, cuerpo...". Los mejores poemas de Kavafis concentran la experiencia humana de una forma intemporal y por ello ha influido notablemente a autores de la poesía de la experiencia, como Luis Cernuda o Jaime Gil de Biedma. Sus piezas históricas más inspiradas pintan con gran fuerza cuadros realistas y decadentes de un pasado poco conocido y ciertamente fascinante: el oriente helénico, desde la antigüedad hasta el presente; los reinos griegos postalejandrinos, la sujeción a Roma, Bizancio, el ascenso del Cristianismo y la convivencia de lo pagano y lo cristiano. Demuestra que, como creían los griegos, la historia es cíclica, e insufla los sentimientos de la nostalgia y del miedo a lo desconocido en sus evocaciones. Posee el secreto de recrear la atmósfera cotidiana de los tiempos ya pasados.
En sus poemas homoeróticos, asoma la flaqueza y la debilidad que nos acecha en los peores momentos, la atracción sexual intensamente física ligada muchas veces al cristiano sentimiento de culpa y la impotencia ante el paso del tiempo.
El estilo de Cavafis rehúye conscientemente la retórica, pero muestra un distanciamiento grave e inteligente, solemne e irónico a la vez. Por sus poemas desfilan jóvenes chaperos ingenuos y deseables, personajes históricos contemplados en sus momentos de mayor humanidad, gentes anónimas de la calle y objetos vulgares y corrientes que de pronto adquieren un profundo valor simbólico, como por ejemplo las velas encendidas y apagadas que representan el curso de la vida.
Fue E. M. Forster quien divulgó en Europa la poesía de Kavafis. En España su estilo es seguido por su contemporáneo Irnerio Martín, pero el comienzo de su influjo vino a través de la obra de Luis Cernuda y sus seguidores y, a partir de entonces, fue leído con fruición, sobre todo por los llamados poetas Novísimos, especialmente de José María Álvarez, poeta que realizó una de las primeras traducciones de su obra y en cuya poesía, además, se refleja una acusada influencia del poeta griego. Kavafis fue también una figura influyente en el novelista británico Lawrence Durrell, en cuyo Cuarteto de Alejandría es una presencia permanente. Su poema Esperando a los bárbaros fue fundamental en la concepción de la novela homónima del escritor sudafricano John Maxwell Coetzee.
Ediciones en español y bibliografía
Poesía completa, trad. del griego de Pedro Bádenas, Alianza, Madrid, 1983.
Poesías completas, trad. del inglés de José María Álvarez, Hiperión, Madrid, 1983.
Obra poética completa, trad. del griego de Alfonso Silván, La Palma, Madrid, 1991.
Poemas, trad. del griego de Ramón Irigoyen, Barcelona, Seix Barral, 1994.
Kavafis íntegro, trad. del griego por Miguel Castillo Didier, Quid Ediciones-Universidad de Chile, Santiago, 2003.
Poesía completa, trad. del griego de Anna Pothitou y Rafael Herrera Montero, Visor, Madrid, 2003.
Vicente Fernández González, La ciudad de las ideas: sobre la poesía de C. P. Cavafis y sus traducciones castellanas, CSIC, Madrid, 2001.
Frases de Konstantinos Kavafis
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Flores
Que agradable cuando la primavera siembra de flores las verdes campiñas.
Audacia
Para cuerpos sin audacia no está hecha la voluptuosidad de este calor.
Noche
Y cuanto de mi amor puedas, memoria, cuanto puedas, tráemelo de nuevo esta noche.
Jardín
La risa es como un rayo de sol, todo de oro puro, no hay otro jardín como el del amor.
Amores
Dicha y perfume de mi vida, de mi vida en que evité todo goce de amores rutinarios.
Belleza
El Arte sabe dar forma a la Belleza, con toque imperceptible completando la vida combinando impresiones, combinando los días.
Vino
Y he bebido un vino fuerte como beben aquellos que se entregan valerosamente al placer.
Verano
Pide que el camino sea largo. Que sean muchas las mañanas de verano en que llegues, ¡con qué placer y alegría! , a puertos antes nunca vistos.
Viaje
Tu llegada allí es tu destino. Mas no apresures nunca el viaje. Mejor que dure muchos años y atracar, viejo ya, en la isla, enriquecido de cuanto ganaste en el camino.
Cuerpo
Recuerda, cuerpo, no sólo cuánto se te amó, no solo los lechos donde estuviste echado, más también aquellos deseos que, por ti, en miradas brillaron claramente y en la voz se estremecieron.
Memoria
Cuando la memoria del cuerpo despierta, su viejo deseo vuelve a rodar en la sangre; cuando los labios y la piel recuerdan mis manos sienten como si tocaran de nuevo.
Rutina
Si imposible es hacer tu vida como quieres, por lo menos esfuérzate cuanto puedas en esto: no la envilezcas nunca por contacto excesivo con el mundo que agita movedizas palabras.
POEMAS
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POEMAS CANÓNICOS (1895-1915)
LA CIUDAD
Dijiste: "Iré a otra ciudad, iré a otro mar.
Otra ciudad ha de hallarse mejor que ésta.
Todo esfuerzo mío es una condena escrita;
y está mi corazón - como un cadáver - sepultado.
Mi espíritu hasta cuándo permanecerá en este marasmo.
Donde mis ojos vuelva, donde quiera que mire
oscuras ruinas de mi vida veo aquí,
donde tantos años pasé y destruí y perdí".
Nuevas tierras no hallarás, no hallarás otros mares.
La ciudad te seguirá. Vagarás
por las mismas calles. Y en los mismos barrios te harás viejo
y en estas mismas casas encanecerás.
Siempre llegarás a esta ciudad. Para otro lugar -no esperes-
no hay barco para ti, no hay camino.
Así como tu vida la arruinaste aquí
en este rincón pequeño, en toda tierra la destruiste.
QUE EL DIOS ABANDONABA A ANTONIO
Cuando de repente, a medianoche, se escuche
pasar una comparsa invisible
con músicas maravillosas, con vocerío -
tu suerte que ya declina, tus obras
que fracasaron, los planes de tu vida
que resultaron todos ilusiones, no llores inútilmente.
Como preparado desde tiempo atrás, como valiente,
di adiós a Alejandría que se aleja.
Sobre todo no te engañes, no digas que fue un
sueño, que se engañó tu oído:
no aceptes tales vanas esperanzas.
Como preparado desde tiempo atrás, como valiente,
como te corresponde a ti que de tal ciudad fuiste digno,
acércate resueltamente a la ventana,
y escucha con emoción, mas no
con los ruegos y lamentos de los cobardes,
como último placer los sones,
los maravillosos instrumentos del cortejo misterioso,
y dile adiós, a la Alejandría que pierdes.
MONOTONÍA
A un día monótono otro
monótono, invariable sigue: Pasarán
las mismas cosas, volverán a pasar -
los mismos instantes nos hallan y nos dejan.
Un mes pasa y trae otro mes.
Lo que viene uno fácilmente lo adivina:
son aquellas mismas cosas fastidiosas de ayer.
Y llega el mañana ya a no parecer mañana.
ÍTACA
Cuando salgas en el viaje, hacia Ítaca
desea que el camino sea largo,
pleno de aventuras, pleno de conocimientos.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
al irritado Poseidón no temas,
tales cosas en tu ruta nunca hallarás,
si elevado se mantiene tu pensamiento, si una selecta
emoción tu espíritu y tu cuerpo embarga.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
y al feroz Poseidón no encontrarás,
si dentro de tu alma no los llevas,
si tu alma no los yergue delante de ti.
Desea que el camino sea largo.
Que sean muchas las mañanas estivales
en que con cuánta dicha, con cuánta alegría
entres a puertos nunca vistos:
detente en mercados fenicios,
y adquiere las bellas mercancías,
ámbares y ébanos, marfiles y corales,
y perfumes voluptuosos de toda clase,
cuanto más abundantes puedas perfumes voluptuosos;
anda a muchas ciudades Egipcias
a aprender y aprender de los sabios.
Siempre en tu pensamiento ten a Ítaca.
Llegar hasta allí es tu destino.
Pero no apures tu viaje en absoluto.
Mejor que muchos años dure:
y viejo ya ancles en la isla,
rico con cuanto ganaste en el camino,
sin esperar que riquezas te dé Ítaca.
Ítaca te dio el bello viaje.
Sin ella no hubieras salido al camino.
Otras cosas no tiene ya que darte.
Y si pobre la encuentras, Ítaca no te ha engañado.
Sabio así como llegaste a ser, con experiencia tanta,
ya habrás comprendido las Ítacas qué es lo que significan.
REYES ALEJANDRINOS
Se reunieron los alejandrinos
para ver a los hijos de Cleopatra,
a Cesarión, y a sus hermanos pequeños,
Alejandro y Ptolomeo, a quienes por primera
vez sacaban afuera al Gimnasio,
para proclamarlos allí reyes,
en medio de la brillante parada de los soldados.
Alejandro -lo nombraron rey
de Armenia, de Media, y de los partos.
Ptolomeo -lo nombraron rey
de Cilicia, de Siria, y de Fenicia.
Cesarión estaba de pie más adelante,
ataviado con seda rosada,
en su pecho un ramo de jacintos,
su ceñidor una doble hilera de zafiros y amatistas,
atadas sus sandalias con cintas
blancas recamadas con perlas color rosa.
A éste lo nombraron con rango mayor que a los pequeños,
a éste lo nombraron Rey de los Reyes.
Los alejandrinos comprendían ciertamente
que todo era palabras y teatro.
Pero el día era cálido y poético,
el cielo un claro azul,
el Gimnasio alejandrino una
triunfal hazaña del arte,
el lujo de los cortesanos espléndido,
Cesari6n todo gracia y belleza
(hijo de Cleopatra, sangre de los Laghidas):
y los alejandrinos corrían ya a la fiesta,
y se entusiasmaban, y aclamaban,
en griego, y en egipcio, y algunos en hebreo,
encantados con el bello espectáculo
-a pesar de que ciertamente sabían cuánto valía eso,
qué palabras vacías eran esos reinos.
A LA ENTRADA DEL CAFÉ
Algo que dijeron al lado mío
dirigió mi atención a la entrada del café.
Y vi el hermoso cuerpo que parecía
como si el Amor lo hubiese forjado con su más consumada
experiencia -
plasmando sus armoniosas formas con alegría,
elevando esculturalmente la estatura;
plasmando con emoción el rostro
y dejando a través del tacto de sus manos
un sentimiento en la frente, en los ojos, y en los labios.
UNA NOCHE
El cuarto era pobre y vulgar,
oculto en los altos de una taberna equívoca.
Desde la ventana se veía la calleja,
sucia y estrecha. Desde abajo
llegaban las voces de algunos obreros
que jugaban a las cartas y que se divertían.
Y allí en la cama humilde, ordinaria
poseí el cuerpo del amor, poseí los labios
voluptuosos y rojos de la embriaguez -
rojos de tal embriaguez, que también ahora
cuando escribo, ¡después de tantos años!,
en mi casa solitaria, me embriago nuevamente.
LEJOS
Quisiera este recuerdo decirlo...
Pero de tal modo se ha borrado... como que nada queda -
porque lejos, en los primeros años de mi adolescencia yace.
Una piel como hecha de jazmín...
Aquel atardecer de agosto – ¿era agosto...?-
Apenas me recuerdo ya de los ojos; eran, creo, azules...
Ah sí, azules: un azul de zafiro.
VELAS
Los días del futuro están delante de nosotros
como una hilera de velas encendidas
-velas doradas, cálidas, y vivas.
Quedan atrás los días ya pasados,
una triste línea de veles apagadas;
las más cercanas aún despiden humo,
velas frías, derretidas, y dobladas.
No quiero verlas; sus formas me apenan,
y me apena recordar su luz primera.
Miro adelante mis velas encendidas.
No quiero volverme, para no verlas y temblar,
cuán rápido la línea oscura crece,
cuán rápido aumentan las velas apagadas.
TERMÓPILAS
Honor a aquellos que en sus vidas
se dieron por tarea el defender Termópilas.
Que del deber nunca se apartan;
justos y rectos en todas sus acciones,
pero también con piedad y clemencia;
generosos cuando son ricos, y cuando
son pobres, a su vez en lo pequeño generosos,
que ayudan igualmente en lo que pueden;
que siempre dicen la verdad,
aunque sin odio para los que mienten.
Y mayor honor les corresponde
cuando prevén (y muchos prevén)
que Efialtes ha de aparecer al fin,
y que finalmente los medos pasarán.
CHE FECE... IL GRAN RIFIUTO
A algunos hombres les llega un día
en que deben el gran Sí o el gran No
decir. De inmediato se revela quién tiene
preparado en su interior el Sí, y diciéndolo
avanza en el honor y en su convicción.
Aquél que se negó no se arrepiente. Si otra vez le preguntaran,
no, diría de nuevo. Y sin embargo lo agobia
aquel no -justo- durante toda su vida.
MURALLAS
Sin consideración, sin piedad, sin recato
grandes y altas murallas en torno mío construyeron.
Y ahora estoy aquí y me desespero.
Otra cosa no pienso: mi espíritu devora este destino;
porque afuera muchas cosas tenia yo que hacer.
Ah cuando los muros construían cómo no estuve atento.
Pero nunca escuché ruido ni rumor de constructores.
Imperceptiblemente fuera del mundo me encerraron.
ESPERANDO A LOS BÁRBAROS
-¿Qué esperamos reunidos en el ágora?
Es que los bárbaros van a llegar hoy día.
-¿Por qué en el Senado tal inactividad?
¿Por qué los Senadores están sin legislar?
Porque los bárbaros llegarán hoy día.
¿Qué leyes van a hacer ya los Senadores?
Los bárbaros cuando lleguen legislarán.
– ¿Por qué nuestro emperador se levantó tan de mañana, y está
sentado en la puerta mayor de la ciudad sobre el trono, solemne,
portando la corona?
Porque los bárbaros llegarán hoy día.
Y el emperador esperar recibir
a su jefe. Y más aún ha preparado
un pergamino para dárselo. Allí
le escribió muchos títulos y nombres.
-¿Por qué nuestros dos cónsules y los pretores salieron
hoy con sus togas púrpuras, bordadas;
por qué se pusieron brazaletes con tantos amatistas,
y anillos con magnificas, brillantes esmeraldas;
por qué toman hoy día valiosísimos bastones
en plata y oro espléndidamente labrados?
Porque los bárbaros llegarán hoy día
y tales cosas deslumbran a los bárbaros.
-¿Por qué tampoco los valiosos oradores no acuden como siempre
a pronunciar sus discursos, a decir sus cosas?
Porque los bárbaros llegarán hoy día;
y los aburren las elocuencias y las arengas.
-¿Por qué comenzó de improviso esta inquietud
y confusión? (Los rostros qué serios que se han puesto.)
¿Por qué rápidamente se vacían las calles y las plazas
y todos regresan a sus casas pensativos?
Porque anocheció y los bárbaros no llegaron.
Y unos vinieron desde las fronteras
y dijeron que bárbaros ya no existen.
Y ahora qué será de nosotros sin bárbaros.
Los hombres esos eran una cierta solución.
POEMAS CANONICOS (1916-1918)
DESDE LAS NUEVE
Doce y media. Rápido pasó la hora
desde las nueve cuando encendí la lámpara
y me senté aquí. Estaba sin leer,
y sin hablar. Con quién hablar
enteramente solo en esta casa.
La imagen de mi cuerpo joven,
desde las nueve cuando encendí la lámpara,
vino y me encontró y me recordó
cerradas piezas perfumadas,
y pasado placer -¡qué atrevido placer!
Y también me trajo ante los ojos,
calles que ahora se volvieron inconocibles,
locales llenos de movimiento que se acabaron,
y teatros y cafés que alguna vez existieron.
La imagen de mi cuerpo joven
vino y me trajo también las cosas tristes:
duelos de la familia, separaciones,
sentimientos de los míos, sentimientos
tan poco apreciados de los muertos.
Doce y media. Cómo ha pasado la hora.
Doce y media. Cómo han pasado los años.
EMISARIOS DE ALEJANDRÍA
No se vieron, por siglos, tan hermosos obsequios en Delfos
como éstos que fueron enviados por los dos hermanos,
los reyes rivales Ptolomeos. Después de recibirlos
sin embargo, se inquietaron los sacerdotes por el oráculo. Su
experiencia
toda van a necesitar para redactarlo con sagacidad
cuál de los dos, cuál de tales dos quedará descontento.
Y deliberan por la noche secretamente
y discuten los problemas familiares de los Laghidas.
Pero he aquí que volvieron los emisarios. Se despiden.
Regresan a Alejandría, dicen. Y no piden
oráculo alguno. Y los sacerdotes los escuchan con alegría
(se entienden que conservan los magníficos obsequios),
pero están también en extremo sorprendidos,
sin entender qué significa esa repentina indiferencia.
Pues ignoran que ayer les llegaron a los emisarios graves noticias.
En Roma se entregó el oráculo: fue allí el reparto.
EL PLAZO DE NERÓN
No se inquietó Nerón cuando escuchó
El vaticinio del Oráculo de Delfos.
"Los setenta y tres años que tema".
Tenía tiempo aún para gozar.
Tiene treinta años. Muy suficiente
es el plazo que el dios le da
para preocuparse de los peligros futuros.
Ahora va a regresar a Roma un poco cansado,
pero cansado exquisitamente por este viaje,
que fue todo días de placer
-en los teatros, en los jardines, en los gimnasios...
Atardeceres de las ciudades de Acaya...
Ah la voluptuosidad de los cuerpos desnudos sobre todo...
Esto con Nerón. Y en España Galba
secretamente su ejército reúne y lo ejercita,
el anciano de setenta y tres años.
EN EL PUERTO
Joven, de veintiocho años, en un barco de Tinos
llegó Emes a este puerto sirio,
con el propósito de aprender perfumería.
Pero en la travesía se enfermó. Y apenas
desembarcó, murió. Su entierro, muy pobre,
se hizo aquí. Pocas horas antes de morir algo
susurró sobre un "hogar", sobre "padres muy ancianos".
Pero quiénes eran ellos nadie lo supo,
ni cuál su patria en el vasto mundo panhelénico.
Mejor. Porque así mientras
yace muerto en este puerto,
siempre tendrán sus padres la esperanza de que está vivo.
UNO DE SUS DIOSES
Cuando alguno de ellos pasaba por el ágora
de Seleucia, hacia la hora en que anochece,
en la figura de un joven esbelto de perfecta belleza,
con la alegría de la incorruptibilidad en los ojos,
con sus cabellos negros perfumados,
los transeúntes lo miraban
y el uno preguntaba al otro si lo conocía,
y si era un griego de Siria o un extranjero. Pero algunos
que con más atención observaban,
comprendían y se apartaban;
y mientras se perdía bajo los pórticos,
entre las sombras y las luces del crepúsculo,
dirigiéndose al barrio que sólo de noche
vive, entre orgías y vicios,
y toda suerte de embriaguez y de lujuria,
se preguntaban pensativos cuál de Ellos podría ser,
y para qué sospechoso placer
habría descendido a las calles de Seleucia
desde las Excelsas, Venerandas Mansiones.
LA VITRINA DE LA CIGARRERÍA
Junto a una iluminada vitrina
de una cigarrería estaban, entre otros muchos.
Casualmente sus miradas se encontraron,
y el ilícito deseo de sus cuerpos
expresaron tímidamente, con vacilación.
Después, unos pocos pasos inquietos en la acera -
hasta que sonrieron, y se hicieron una leve seña.
Y enseguida ya el coche cerrado...
el acercamiento sensual de los cuerpos;
las manos unidas, los labios unidos.
FRENTE DE LA CASA
Ayer mientras paseaba por un barrio
apartado, pasé por frente de la casa
donde solía entrar cuando era joven.
Allí el Amor mi cuerpo había dominado
con su poder maravilloso.
Y ayer
cuando pasé por la vieja calle,
se embellecieron al punto por el encantamiento del amor
los negocios, las aceras, las piedras,
y murallas, y balcones, y ventanas:
nada feo quedó allí.
Y mientras estaba detenido, y contemplaba la puerta,
y permanecía detenido, y me tardaba allí delante de la casa,
de todo mi ser brotaba
la guardada emoción del placer.
LA MESA DEL LADO
Apenas tendría veintidós años.
Y sin embargo estoy seguro, que, hace casi esos
años, este mismo cuerpo lo gocé.
No es en absoluto una exaltación del erotismo.
Y sólo poco rato antes entré al casino:
no he tenido tiempo para beber mucho.
El mismo cuerpo yo lo gocé.
Y si no recuerdo dónde -un olvido mío no importa.
Ah mira, ahora que se sentó en la mesa del lado,
conozco cada movimiento que hace -y por debajo de la ropa
desnudos los miembros amados vuelvo a ver.
RECUERDA, CUERPO...
Cuerpo, recuerda no solamente cuánto fuiste amado,
no sólo los lechos en que te acostaste,
sino también aquellos deseos que por ti
brillaban en los ojos manifiestamente,
y temblaban en la voz -y algún
obstáculo casual los hizo vanos.
Ahora que todo ya está en el pasado,
parece casi como si a los deseos
aquellos te hubieses entregado -cómo brillaban,
recuerda, en los ojos que te miraban;
cómo temblaban en la voz, por ti, recuerda, cuerpo.
POEMAS CANÓNICOS (1919-1933)
EL SOL DE LA TARDE
Esta pieza, qué bien la conozco.
Ahora se arrienda y también la del lado
para oficinas comerciales. Toda la casa se transformó
en oficinas de corredores, y de comerciantes, y de Compañías.
Ah esta pieza, cuán conocida me es.
Cerca de la puerta aquí estaba el canapé,
y delante de él una alfombra turca;
cerca el estante con dos floreros amari1los.
A la derecha, no, al frente, un armario con espejo.
En el centro, la mesa donde escribía;
y los tres grandes sillones de mimbre.
Junto a la ventana estaba la cama
donde nos amamos tantas veces.
En algún lugar deben estar esas pobres cosas.
Junto a la ventana estaba la cama.
El sol de la tarde le llegaba a la mitad.
...Una tarde, las cuatro, nos habíamos separado
por una semana solamente... Ay de mí,
esa semana se volvió siempre.
SU COMIENZO
La consumación de su placer ilícito
tuvo lugar. Se levantaron del lecho,
y se visten rápidamente, sin hablar.
Salen separados, ocultamente de la casa; y mientras
caminan con cierta inquietud por la calle, parece
como si sospecharan que algo en ellos traiciona
a qué clase de lecho cayeron hace poco.
Cuánto ganó empero la vida del artista.
Mañana, pasado mañana, o después de años han de escribirse
los vigorosos versos cuyo comienzo aquí estuvo.
EN UN LIBRO VIEJO
En un libro viejo -de unos cien años-
olvidada entre sus hojas,
encontré una acuarela sin firma.
Debe haber sido obra de un artista muy bueno.
Llevaba como título "Presentación del amor".
Pero más bien correspondía "- del amor de los sensuales en
extremo".
Porque era manifiesto al contemplar la obra
(fácilmente percibíase la idea del artista)
que a los que aman en cierto modo regularmente,
que permanecen dentro de lo que de todas maneras se permite,
no estaba destinado el adolescente
de la pintura -en unos ojos pardos, oscuros,
con la hermosura peregrina de su rostro,
la belleza de la atracción anómala;
con sus labios ideales que llevan
el placer a un cuerpo amado;
con sus miembros ideales creados para lechos
que la moral corriente llama vergonzosos.
EN DESESPERACIÓN
Lo perdió del todo. Y ahora busca ya
en los labios de cada nuevo amante
los labios de él; en la unión con cada
nuevo amante busca engañarse
que es el mismo joven, que se entrega a aquél.
Lo perdió del todo, como si ni siquiera nunca existido.
Porque quería -dijo él- quería liberarse
del placer morboso, estigmatizado.
Era tiempo todavía -según dijo- de salvarse.
Lo perdió del todo, como si nunca siquiera hubiera existido.
A través de la imaginación, a través de las falsas sensaciones
en los labios de otros jóvenes busca los labios de él;
buscar sentir de nuevo su amor.
DE VIDRIO COLOREADO
Mucho me emociona un detalle
en la coronación, en Blaquerna, de Juan Cantacuzeno
y de Irene hija de Andrónico Asán.
Como no poseían sino unas pocas piedras preciosas
(grande era la pobreza de nuestro maltrecho estado)
se ataviaron con gemas artificiales. Una cantidad de trozos de vidrio,
granates, verdes o azulados. Nada
de humillante o indigno
tienen en mi opinión esos trocitos
de vidrio coloreado. Parecen por el contrario
una triste protesta
contra el injusto infortunio de los coronados.
Son los símbolos de aquello que debieron tener
en su coronación un Kyr Juan Cantacuzeno,
y una Kyría Irene hija de Andrónico Asán.
SACERDOTE DEL SERAPION
A mi buen padre anciano,
que me amó siempre igual;
a mi buen padre anciano que murió anteayer,
poco antes de anochecer, estoy llorando.
Jesucristo, los mandamientos
de tu iglesia santísima observar
en cada acción mía, en cada palabra,
en cada pensamiento, es mi esfuerzo
cotidiano. Y a los que te niegan
los rechazo.- Pero ahora me lamento:
gimo, Cristo mío, por mi padre
a pesar de que era -horrible decirlo-
sacerdote en el muy maldito Serapion.
DOS JÓVENES, DE 23 A 24 AÑOS
Desde las diez y media estaba en el café,
y lo esperaba que dentro de poco apareciera.
Llegó la medianoche -y lo esperaba todavía.
Dieron la una y media; habíase vaciado
casi del todo el café.
Se aburrió de leer diarios
maquinalmente. De sus pobres tres chelines
sólo le quedaba uno: en tanto rato que esperaba
gastó los otros en cafés y coñac.
Todos sus cigarrillos se los fumó.
Lo estaba agotando tanta espera. Porque
solo como estaba por horas, comenzaron
a apoderarse de él inoportunos pensamientos
sobre su vida descarriada.
Mas cuando vio entrar a su amigo -al punto
el cansancio, el fastidio, los pensamientos disipáronse.
El amigo le llevó una noticia inesperada.
Había ganado sesenta liras en el garito.
Sus hermosos semblantes, su maravillosa juventud,
el sensitivo amor que entre sí se tenían,
se refrescaron, revivieron, se fortalecieron
por las sesenta liras de la casa de juego.
Y plenos de alegría y de vigor, de sensualidad y belleza
Se fueron -no a las casas de sus honorables familiares
(donde, por otra parte, ya no los querían):
a una casa de corrupción conocida de ellos,
y muy particular, se fueron y pidieron
un dormitorio, y licores costosos, y de nuevo bebieron.
Y cuando se acabaron los costosos licores,
y cuando ya se acercaban las cuatro
al amor se entregaron felices.
KIMON HIJO DE LEARJOS DE 22 AÑOS,
ESTUDIANTE DE LETRAS GRIEGAS (EN CIRENE)
"Mi fin sobrevino cuando era feliz.
Hermotelis me tenía como su amigo inseparable.
En mis últimos días, a pesar de que fingía
no estar inquieto, percibía yo a menudo
sus ojos llorosos. Parecía como si hubiera
dormido poco, caía como fuera de sí
en el borde de mi cama. Y éramos también los dos
jóvenes de una edad, veintitrés años.
Traidora es la Suerte. Quizás alguna otra pasión
a Hermotelis lo separaba de mí.
En buena hora he muerto: en el amor no compartido".
Este epitafio de Marilo Aristodemos
que murió en Alejandría hace un mes,
lo recibí yo el doliente, su primo Kimon.
Me lo envió el poeta conocido mío que lo escribió.
Me lo envió porque sabía que yo era
pariente de Marilo: no sabía otra cosa.
Llena está mi alma de pena por Marilo.
Habíamos crecido juntos, como hermanos.
Siento tristeza profunda. Su muerte prematura
cualquier resentimiento del todo me lo borró...
todo resentimiento contra Marilo -a pesar
de que me había robado el amor de Hermotelis,
y aunque me quiera ahora Hermotelis de nuevo,
no será en absoluto lo mismo. Conozco yo el carácter
sensible que poseo. La imagen de Marilo
surgirá entre nosotros, y he de creer que lo oigo
decirme: Hete aquí ahora satisfecho:
He aquí que lo has recobrado como deseabas, Kimon:
He aquí que ya no tienes pretexto para acusarme.
MIRIS: ALEJANDRÍA DEL 340 D.C.
Cuando supe la desgracia, que había muerto Miris,
fui a su casa, a pesar de que evito
entrar a las casas de Cristianos,
sobre todo cuando tienen duelos o festejos.
Me detuve en un pasillo. No quise
avanzar más adentro, pues percibí
que los parientes del muerto me miraban
con manifiesto asombro y desagrado.
Lo tenían en una sala grande
que desde el extremo donde me detuve
vi un poco: toda tapices preciosos,
y utensilios de oro y de plata.
Yo estaba de pie llorando al final del pasillo.
Y pensaba que nuestras reuniones y excursiones
sin Miris no tendrían ya valor
y pensaba que ya no lo vería
en nuestras bellas trasnochadas inmorales
regocijarse, y reír, y recitar versos
con su perfecto sentido del ritmo griego;
y pensaba que había perdido para siempre
su belleza, que había perdido para siempre
al joven que adoraba con locura.
Unas ancianas, cerca de mí, hablaban en voz baja
del último día que vivió-
continuamente en sus labios, el nombre de Jesús,
tenía una cruz en sus manos.-
Entraron después al aposento
cuatro sacerdotes Cristianos, y decían sus oraciones
con fervor y unas súplicas a Jesús
o a María (no conozco bien su religión)
Sabíamos, ciertamente, que Miris era Cristiano.
Lo sabíamos desde el primer momento, cuando
el año antepasado entró a nuestro grupo.
Pero vivía absolutamente como nosotros.
De todos nosotros el más entregado a los placeres;
disipando con largueza su dinero en las diversiones.
Sin cuidado por el juicio de la gente,
se metía de adrede en riñas nocturnas en las calles
cuando nuestra cuadrilla acertaba
a hallar un grupo opuesto.
Nunca hablaba de su religión.
Más aun, cierta vez le dijimos
que lo llevaríamos con nosotros al Serapion.
Pero como que se disgustó
con esa broma: ahora recuerdo.
Ah y también me vienen a la mente otras dos ocasiones.
Cuando hicimos libaciones a Poseidón,
se apartó de nuestro grupo y volvió la vista a otra parte.
Cuando entusiasmado uno de nosotros
dijo "el grupo nuestro que esté
bajo el favor y protección del grande,
del hermosísimo Apolo" -Miris susurró
(los demás no lo oyeron) "con excepción de mí'.
Los sacerdotes Cristianos en alta voz
suplicaban por el alma del joven.-
Yo observaba con cuánto esmero
y con qué atención concentrada
se preparaba todo en las formas
de su religión para el funeral Cristiano.
Y de repente me dominó una extraña impresión.
De una manera indefinida, sentía
como si Miris se marchase de mi lado.
Sentía que se había unido, Cristiano,
con los suyos, y que me había vuelto
yo un extraño, muy extraño, sentía además
que una duda se me allegaba: acaso hubiera sido engañado
por mi afecto, y siempre le fui extraño.-
Me lancé fuera de la horrible casa de ellos,
huí velozmente antes que el recuerdo de Miris me
fuera arrebatado, cambiado por el cristianismo de ésos.
EL ESPEJO EN LA ENTRADA
La rica mansión tenía en la entrada
un espejo enorme, muy antiguo,
comprado a lo menos ochenta años antes.
Un hermosísimo joven, empleado donde un sastre
(los domingos, atleta aficionado),
estaba allí con un paquete. Lo entregó
a alguien de la casa, y éste lo llevó adentro
para traer el recibo. El empleado del sastre
se quedó solo, esperando.
Se acercó al espejo y se miraba
y se arreglaba la corbata. A los cinco minutos
le trajeron el recibo. Lo tomó y se fue.
Pero el viejo espejo que había visto tanto y tanto,
durante sus muchos años de existencia,
miles de cosas y de rostros,
pero el viejo espejo ahora se alegraba
y se sentía ufano de haber recibido sobre sí
la perfecta belleza por algunos instantes.
POEMAS INÉDITOS (1884-1923)
27 DE JUNIO DE 1906, 2 p.m. (1908)
Cuando lo llevaron los Cristianos a colgar
al inocente muchacho de diecisiete años,
su madre que allí cerca de la horca
se arrastraba y se golpeaba en el suelo
bajo el sol feroz de mediodía,
ya daba alaridos, y aullaba como lobo, como fiera,
o ya extenuada la mártir se lamentaba:
"Diecisiete años sólo me viviste, hijo mío".
Y cuando lo subieron por la escala de la horca
y le pasaron la cuerda y lo colgaron,
y pendía lastimosamente en el vacío
con los espasmos de su negra agonía
su cuerpo adolescente bellamente formado,
la madre mártir se arrastraba por el suelo
y no se lamentaba ya por los años ahora:
"Diecisiete días solamente, gemía,
diecisiete días solamente te gocé, hijo mío".
LO OCULTO (1908)
Por cuanto hice y por cuanto dije
que no traten de encontrar quién era yo.
Un obstáculo se alzaba y transformaba
mis acciones y mi modo de vivir.
Un obstáculo se alzaba y me detenía
muchas veces cuando iba a hablar.
Mis acciones más inobservadas
y mis escritos más ocultos
-sólo por allí me entenderán.
Mas acaso no vale la pena gastar
tanta atención y tanto esfuerzo para conocerme.
Más tarde -en la sociedad más perfecta-
algún otro, hecho como yo,
ciertamente surgirá y actuará libremente.
MEDIA HORA (1914)
Ni te conseguí, ni te conseguiré
nunca, creo. Algunas palabras, un acercamiento
como en el bar anteayer, y nada más.
Es una pena, no digo. Pero nosotros los del Arte
a veces con intensidad de pensamiento, y ciertamente sólo
por poco tiempo, creamos un placer
que parece casi real.
Así en el bar anteayer -claro que ayudando
mucho el alcohol compasivo-
tuve una media hora en plenitud erótica.
Y tú lo percibiste, me parece,
y te quedaste un poco más de adrede.
Eso era muy necesario. Porque
con toda la imaginación, y con el mágico alcohol,
tenía que mirar también tus labios,
tenía que estar tu cuerpo cerca.
CASA CON HUERTO (1915)
Quisiera tener una casa. de campo
con un jardín muy grande -no tanto
por las flores, por los árboles, y por el verdor
(por cierto que también se hallen: son bellísimos),
sino para tener animales. Ah, ¡tener animales!
Al menos siete gatos -dos bien negros,
y dos albos como nieve, para el contraste.
Un serio papagayo, para escucharlo
decir cosas con énfasis y convicción.
En cuanto a perros, creo que tres me bastarían.
Quisiera también dos caballos (buenos son los caballitos).
Y sobre todo tres o cuatro de aquellos valiosos,
simpáticos, animales, los asnos,
que estuvieran echados perezosamente, que menearan alegres sus cabezas.
Última edición por Pedro Casas Serra el Miér Mayo 25, 2022 1:22 pm, editado 1 vez
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