José Agustín Goytisolo (Barcelona, 1928- 1999)
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Escritor español, hermano de los también escritores Juan Goytisolo (1931) y Luis Goytisolo (1935).
Empezó Derecho en la Universidad de Barcelona, y terminó sus estudios en la de Madrid. Perteneció a la llamada Generación de los 50 junto a escritores como Ángel González, José Manuel Caballero Bonald, José Ángel Valente y Jaime Gil de Biedma, que tienen en común el compromiso moral o político y una renovada atención al lenguaje y la lírica.
Según Manuel Vázquez Montalbán, la poesía de Goytisolo, no fue sólo una propuesta ideológica limitada a dar una alternativa al capitalismo franquista, sino que aspira a la construcción de un nuevo humanismo:
Tu destino está en los demás
tu futuro es tu propia vida
tu dignidad es la de todos
Nacido en Barcelona el 13 de abril de 1928, de familia burguesa , que se vio brutalmente sacudida por la muerte de la madre -Julia Gay- víctima de un bombardeo del bando nacional sobre la ciudad en 1938. El hecho dramático afectó a todos los hijos, pero especialmente a José Agustín, que puso a su hija el nombre de la madre perdida, y que en Palabras para Julia, uno de sus más célebres poemas (musicado y cantado por Paco Ibáñez y Los Suaves, entre muchos otros), une voluntariamente, en amor y deseo, a las dos mujeres. En 1993, en el tomo Elegías a Julia Gay reunió todos los poemas de tema materno, principal en su primer libro, El retorno (1955) y en otro, muy posterior, en que pretendía cerrar esa vieja y fecunda herida, Final de un adiós (1984). Entre sus más destacados premios podemos citar el Premio de la Crítica (1992) por su obra La noche le es propicia. Sus muchas depresiones le llevaron a suicidarse el 19 de marzo de 1999.
Obras
El retorno 1955
Salmos al viento 1956
Claridad 1959
Años decisivos 1961
Algo sucede 1968
Bajo tolerancia 1973
Taller de Arquitectura 1976
Del tiempo y del olvido 1977
Palabras para Julia 1979
Los pasos del cazador 1980
A veces gran amor 1981
Sobre las circunstancias 1983
Final de un adiós 1984
El ángel verde y otros poemas encontrados 1993
Elegías a Julia Gay 1993
Como los trenes de la noche 1994
Cuadernos de El Escorial 1995
Antologías
Poetas catalanes contemporáneos 1968
Poesía cubana de la Revolución 1970
Antología de José Lezama Lima
Antología de Jorge Luis Borges
Los poemas son mi orgullo, antología poética. Edición de Carme Riera (editorial Lumen, 2003)
Traducciones
Realizó importantes traducciones del italiano y el catalán al castellano. Tradujo, entre otros, a Cesare Pavese, Pier Paolo Pasolini, Salvador Espriu y Pere Quart.
Premios
Premio Adonais en 1954
Premio Boscán en 1956
Premio Ausias March en 1959
Premio de la Critica (1992)
***
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GUILLERMO CARNERO | Publicado el 07/03/1999
Creo haberme encontrado con José Agustín en cuatro ocasiones, si la memoria no me engaña. La primera, en marzo de 1966. Yo era estudiante en Barcelona, y había ido -por libre- al convento de capuchinos de Sarriá, donde se fundaba un sindicato independiente de estudiantes. No nos conocíamos; él llegó con los famosos. A los tres días nos echaron, mientras alguien cantaba: “Ya matamos el SEU, ya tenemos el nuestro”, con la música de “Capri, cest fini”. La segunda, un par de años después, en la Semana del Cine en Color; me contó muy ufano que la taquillera tenía su reserva a nombre del “señor Goytifalo”. La tercera, en la Bienal de Venecia de 1976, donde lo salvé, agarrándolo por un brazo, de caerse al Gran Canal, y de la muerte más afrentosa para un poeta social: ahogarse en la Perla del Adriático. La cuarta, en un congreso en Las Palmas, en 1979; allí también lo salvé, esta vez de que le atizara un fornido sobrecargo, por tirarle los tejos -haciendo honor a su apodo taquillero- a una azafata en topless.
He seguido después leyendo sus libros, que cada vez me gustaban más. El paso del tiempo ha mejorado a los poetas sociales. Había en ellos dos voces, no siempre bien fundidas: la cívica y la intimista, y han acabado quedándose con la segunda. Antes era como si cada vez que Peter Pan nos contaba un cuento, apareciera el capitán Garfio subido al coturno de la denuncia y precedido por la trompetilla del pregonero, hasta que se lo comió el cocodrilo de la democracia.
Goytisolo representó mejor que nadie la poética del realismo social en aquella “escuela de Barcelona” que para él, Barral y Gil de Biedma urdió la mano necromante de José María Castellet. Esa poética exigía el enfoque narrativo y realista de la experiencia cotidiana, la voluntad de identificación con el hombre medio y el rechazo de todo elitismo intelectual; la crítica, o al menos la descripción, de las estructuras políticas y sociales; el uso del vulgarismo, la frase hecha y el diálogo distintivo de la lengua coloquial. José Agustín Goytisolo cumplió inmejorablemente el programa en muchas de sus direcciones básicas, especialmente en Salmos al viento (1958) y Claridad (1961). Evocó la guerra civil, como doIorosa experiencia infantil y origen de la dictadura franquista, y escribió homenajes a Antonio Machado y García Lorca. Retrató en crueles sátiras a los integrados en el franquismo por convicción, por cobardía o por interés, a los negociantes y financieros, a la familia conservadora y acomodada, a la Iglesia ultramontana o acomodaticia; es célebre su poema “Los celestiales” de Salmos al viento, sobre la poesía neoclásica y religiosa de la primera posguerra, tanto como otros del mismo libro: “Idilio y marcha nupcial”, “La humedad de las niñas”, “El hijo pródigo”. En Bajo tolerancia (1973) y Taller de arquitectura (1977), llevando la crítica más allá del ámbito estrictamente español, planteó la sordidez de la civilización tecnológica y del capitalismo salvaje, y en El ángel verde (1993) recuperó su primer acento, libre ya de la inicial autocensura, ante temas como la guerrilla revolucionaria latinoamericana y el imperialismo norteamericano.
La vena intimista, siempre presente en él, salió reforzada de la crisis en que entró la poesía social en el último decenio del franquismo, y de la que son un evidente síntoma las poéticas de José Hierro, Manuel Vázquez Montalbán y el mismo José Agustín en la Antología de la poesía social (1965) de Leopoldo de Luis, con precedentes como el artículo “Tendencia y estilo” de Valente, en ínsula 1961. Si como poeta comprometido había logrado un brillante ejercicio de ironía, ahora nos dará, en mi opinión, su mejor tono, convirtiéndose en un personaje poético caracterizado por la ternura y la vocación de fracaso, el desorden, la generosidad y la falta de atención a conveniencias, respetos e intereses; un ser al que nada humano resulta extraño, enamoradizo y callejero, con un dejo de arcipreste de Hita, de uno de cuyos versos procede el título del libro de 1981: A veces gran amor. Ese personaje ha heredado del primer Goytisolo el arte de la transición, inesperada y eficaz, al lenguaje familiar, al juramento y al taco; vaga perdido y todavía inexperto en el arte de soportar a sus semejantes y conjurar la soledad; lo tenemos en “Recordando a Henry Miller” o “Esos locos furiosos increíbles” de Bajo tolerancia, en “Non, non” de Del tiempo y del olvido (1977), en el poema dedicado a Marcial en El rey mendigo (1988). Sus mejores libros son, a mi modo de ver, La noche le es propicia (1992) y Las horas quemadas (1996), sobre la experiencia del amor y el presagio de la muerte, sin olvidar los agudos epigramas de Cuadernos de El Escorial. Esta antología recoge acertadamente los múltiples registros de la voz de un poeta que ha mantenido a lo largo del tiempo un propósito primordial: “despertar una emoción dormida” en sus lectores, como afirma “Una revelación” de Como los trenes de la noche (1994); sobrevivir en sus poemas más que en el recuerdo de quien los escribió.
POEMAS:
De El retorno, 1955:
CERCADA POR LA VIDA
Donde tú no estuvieras
como en este recinto cercado por la vida
en cualquier paradero conocido o distante
leería tu nombre.
Aquí cuando empezaste a vivir para el mármol
cuando se abrió a la sombra
tu cuerpo desgarrado
pusieron una fecha: diecisiete de marzo.
Y suspiraron tranquilos y rezaron por ti.
Te concluyeron.
Alrededor de ti de lo que fuiste
en pozos similares y en funestos estantes
otros – sal o ceniza - contornean tus límites.
Lo miro todo lo palpo todo:
hierros urnas altares
una antigua vasija retratos carcomidos
por la lluvia
citas sagradas nombres
anillos de latón sucias coronas horribles
poesías...
Quiero ser familiar con todo esto.
Pero tu nombre sigue aquí
tu ausencia y tu recuerdo
siguen aquí.
.....................¡Aquí!
..............................................Donde tú no estarías
si una hermosa mañana con música de flores
los dioses no te hubiesen olvidado.
MUJER DE MUERTE
Lo que tú hubieras sido
ha quedado en el aire
perdido para el tiempo.
Las cosas que no hiciste las canciones
que nunca cantarás
…........................los días nuevos
que te correspondían
…........................los deseos
la rueda de las voces abiertas en tu oído
toda tu larga sombra proyectada al futuro.
Porque escucho el sonido falso de mi moneda
al chocar contra el mármol
de tu terrible ausencia
te amo mujer de muerte.
¡Ah lo que hubieras sido!
CUANDO TODO SUCEDA
Digo: comience el sendero a serpear
delante de la casa. Vuelva el día
vivido a transportarme
lejano entre los chopos.
Allí te esperaré.
Me anunciará tu paso el breve salto
de un pájaro en ese instante fresco y huidizo
que determina el vuelo,
y la hierba otra vez como una orilla
cederá poco a poco a tu presencia.
Te volveré a mirar, a sonreír
desde el borde del agua.
Sé lo que me dirás. Conozco el soplo
de tus labios mojados:
tardabas en llegar. Y luego un beso
repetido en el río.
De nuevo en pie siguiendo tu figura
regresaré a la casa lentamente
cuando todo suceda.
De Salmos al viento, 1956:
LOS CELESTIALES
No todo el que dice: Señor, Señor,
entrará en el reino…
(MAT.,7,21)
Después y por encima de la pared caída
de los vidrios caídos de la puerta arrasada
cuando se alejó el eco de las detonaciones
y el humo y sus olores abandonaron la ciudad
después cuando el orgullo se refugió en las cuevas
mordiéndose los puños para no decir nada
arriba en las paseos en las calles con ruina
que el sol acariciaba con sus manos de amigo
asomaron los poetas gente de orden por supuesto.
Es la hora dijeron de cantar los asuntos
maravillosamente insustanciales es decir
el momento de olvidarnos de todo lo ocurrido
y componer hermosos versos vacíos sí pero sonoros
melodiosos como el laúd
que adormezcan que transfiguren
que apacigüen los ánimos ¡qué barbaridad¡
Ante tan sabia solución
se reunieron los poetas y en la asamblea
de un café a votación sin más preámbulo
fue Garcilaso desenterrado llevado en andas paseado
como reliquia por las aldeas y revistas
y entronizado en la capital. El verso melodioso
la palabra feliz todos los restos
fueron comida suculenta festín de la comunidad.
Y el viento fue condecorado y se habló
de marineros de lluvia de azahares
y una vez más la soledad y el campo como antaño
y el cauce tembloroso de los ríos
y todas las grandes maravillas
fueron en suma convocadas.
Esto duró algún tiempo hasta que poco
a poco las reservas se fueron agotando.
Los poetas rendidos de cansancio se dedicaron
a lanzarse sonetos mutuamente
de mesa a mesa en el café. Y un día
entre el fragor de los poemas alguien dijo: Escuchad
fuera las cosas no han cambiado nosotros
hemos hecho una meritoria labor pero no basta.
Los trinos y el aroma de nuestras elegías
no han calmado las iras el azote de Dios.
De las mesas creció un murmullo
rumoroso como el océano y los poetas exclamaron:
Es cierto es cierto olvidamos a Dios somos
ciegos mortales perros heridos por su fuerza
por su justicia cantémosle ya.
Y así el buen Dios sustituyó
al viejo padre Garcilaso y fue llamado
dulce tirano amigo mesías
lejanísimo sátrapa fiel amante guerrillero
gran parido asidero de mi sangre y los Oh Tú
y los Señor Señor se elevaron altísimos empujados
por los golpes de pecho en el papel
por el dolor de tantos corazones valientes.
Y así perduran en la actualidad.
Ésta es la historia caballeros
de los poetas celestiales historia clara
y verdadera y cuyo ejemplo no han seguido
los poetas locos que perdidos
en el tumulto callejero cantan al hombre
satirizan o aman el reino de los hombres
tan pasajero tan falaz y en su locura
lanzan gritos pidiendo paz pidiendo patria
pidiendo aire verdadero.
IDILIO Y MARCHA NUPCIAL
Y vi que todo era vanidad
y apacentarse de viento.
(ECL., 2, 11)
I
Mirad a los amantes vedlos
en la apacible umbría del jardín.
Entre el susurro como un vuelo de plumas
gemebundas entre el ir y venit
de nobles pensamientos
se palpa la presencia del amor
de su severo y principal mandato.
Los amantes se aman señoras y señores
con seriedad canónica. Ahora
queda muy lejos todo aquello
del arrebato pasional ¡oh fruto
nefasto de poestas licenciosos
de un mal llamado Renacimiento
histórica y humanamente despreciable!
El camino del hombre está marcado
por leyes sempiternas y además
la autorudad ha establecido claras normas
para estos menesteres. Los amantes
deben acomodarse al juicio exacto
a la moral more geométrico demostrata
a los capítulos al fin primordial
al uso y no al abuso res pudendae.
Éstos son los preceptos éstas son
las razones. Los amantes prosiguen
su trabajoso amarse y se aman observadlo
día tras día hasta la culminación
de este proceso necesario. Pues ahora
en la etapa preparatoria de las nuptiae
es cuando deben sentarse los cimientos
de este gran edificio cual es
como todos sabemos la familia.
II
Pero vedlos más tarde. Ya llegaron
a la meta propuesta. Es el gran día.
Todo se dijo todo está cumplido.
Avanzan los amantes mientras
los familiares se voltean y el tumulto
de los curiosos y las flores y todo
está pagado y ella puso el armario
y la vitrina y él luce buen talante
papel seguro inteligencia activa
y la música suena retumba
crece hasta el cielo ya estarán los pollos
asándose en el Ritz ya se ilumina
la cara dela novia llantos hipo
la música la música ya llegan
hay un chaqué alquilado sonríen las amigas
todo está dicho qué calor y sigue
la Gran Marcha Nupcial enorme
viva que ya no cesará en los corazones
de los dulces amantes que sabedlo
seguirán no haya duda para siempre
amándose y amándose sin término.
NO SIRVES PARA NADA
Fui un mísero afligido desde mi mo-
cedad, siempre lleno de espanto, lleno
de tristeza...
(SAL., 88, 16)
Cuando yo era pequeño
estaba siempre triste
y mi padre decía
mirándome y moviendo
la cabeza: hijo mío
no sirves para nada.
Después me fui al colegio
con pan y con adioses
pero me acompañaba
la tristeza. El maestro
graznó: pequeño niño
no sirves para nada.
Vino luego la guerra
la muerte –yo la vi–
y cuando hubo pasado
y todos la olvidaron
yo triste seguí oyendo
no sirves para nada.
Y cuando me pusieron
los pantalones largos
la tristeza en seguida
mudó de pantalones.
Mis amigos dijeron:
no sirves para nada.
En la calle en la aulas
odiando y aprendiendo
la injusticia y sus leyes
me perseguía siempre
la triste cantinela:
no sirves para nada.
De tristeza en tristeza
caí por los peldaños
de la vida. Y un día
la muchacha que amo
me dijo y era alegre:
no sirves para nada.
Ahora vivo con ella
voy limpio y bien peinado.
Tenemos una niña
a la que siempre digo
también con alegría:
no sirves para nada.
EL POEMA: NO YO
Hay quien lee y quien canta poemas que yo hice
y quien piensa que soy un escritor notable.
Prefiero que recuerden algunos de mis versos
y que olviden mi nombre. Los poemas son mi orgullo.
(continuará)
.
Última edición por Pedro Casas Serra el Mar 31 Mayo 2022, 13:15, editado 1 vez
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