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Pascual Lopez Sanchez
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NO A LA GUERRA 3
Pascual Lopez Sanchez- Administrador-Moderador
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- Mensaje n°151
Re: NO A LA GUERRA 3
No solemos hacer comentarios en este espacio. Proo además de darte las gracias, Pedro, por la estupenda exposición que estás haciendo de CHERÁN, ahora quiero agradeceros a los dos que traigáis a colación al pueblo ROHINYÁ. Dramático y escalofriante lo que están haciendo con ellos.
Abrazos.
Abrazos.
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ISRAEL: ¡GENOCIDA! LA HISTORIA HABRÁ DE LLEVARLOS ANTE LA CORTE PENAL INTERNACIONAL POR CONTINUADOS CRÍMMENES DE GUERRA
Pedro Casas Serra- Grupo Metáfora
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- Mensaje n°152
Re: NO A LA GUERRA 3
Gracias, Pascual. El pueblo rohinya es un caso claro de odio racial.
Un abrazo.
Pedro
Un abrazo.
Pedro
Pedro Casas Serra- Grupo Metáfora
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Localización : Barcelona
- Mensaje n°153
Re: NO A LA GUERRA 3
NO A LA GUERRA
1814. VIDA AFORTUNADA Autor: CZESLAW MILOSZ. Expone: PEDRO CASAS
VIDA AFORTUNADA
Su vejez llegó con los años de la abundancia.
No había terremotos, sequías ni inundaciones.
Parecía tornarse más armonioso el ciclo de las estaciones,
Y más fuerte el fulgor de los astros,
Más intenso el esplendor del sol.
Ni en las provincias lejanas hubo guerras.
Las generaciones crecían pacíficas.
Nadie se mofaba de la buena naturaleza del hombre.
Era dolorosa dejar la tierra tan reconfortada.
Celoso y avergonzado por su duda,
Estaba contento de que con él desapareciera la memoria dolorida.
Dos días después de su muerte el ciclón arrasó las costas.
Despertaron los volcanes dormidos desde hace años.
La lava se arrastraba por los bosques, las viñas, las ciudades.
Y empezaba la guerra con una batalla en las islas.
1975
CZESLAW MILOSZ
https://www.airesdelibertad.com/t48059-czeslaw-milosz-1911-2004#1034789
1814. VIDA AFORTUNADA Autor: CZESLAW MILOSZ. Expone: PEDRO CASAS
VIDA AFORTUNADA
Su vejez llegó con los años de la abundancia.
No había terremotos, sequías ni inundaciones.
Parecía tornarse más armonioso el ciclo de las estaciones,
Y más fuerte el fulgor de los astros,
Más intenso el esplendor del sol.
Ni en las provincias lejanas hubo guerras.
Las generaciones crecían pacíficas.
Nadie se mofaba de la buena naturaleza del hombre.
Era dolorosa dejar la tierra tan reconfortada.
Celoso y avergonzado por su duda,
Estaba contento de que con él desapareciera la memoria dolorida.
Dos días después de su muerte el ciclón arrasó las costas.
Despertaron los volcanes dormidos desde hace años.
La lava se arrastraba por los bosques, las viñas, las ciudades.
Y empezaba la guerra con una batalla en las islas.
1975
CZESLAW MILOSZ
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Pascual Lopez Sanchez- Administrador-Moderador
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- Mensaje n°154
Re: NO A LA GUERRA 3
¡NO A LA GUERRA!
1815. NACIMIENTO DEL POEMA Autor: RAPHAEL LEMKIM. Expone: P.L.
Fuera del gris infinito
se acerca el rayo súbito;
en ese momento
ese gesto sonrisa,
tan deprisa
un saludo
a la humanidad.
Birth of a poem
Out of the endless gray
Comes a sudden ray;
In a while
There is a smile,
In a fleeting
A greeting
To mankind.
1815. NACIMIENTO DEL POEMA Autor: RAPHAEL LEMKIM. Expone: P.L.
Fuera del gris infinito
se acerca el rayo súbito;
en ese momento
ese gesto sonrisa,
tan deprisa
un saludo
a la humanidad.
Birth of a poem
Out of the endless gray
Comes a sudden ray;
In a while
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Pedro Casas Serra- Grupo Metáfora
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- Mensaje n°155
Re: NO A LA GUERRA 3
NO A LA GUERRA
1816. ÉXODO Autor: CZESLAW MILOSZ. Expone: PEDRO CASAS
ÉXODO
Cuando íbamos huyendo de la ciudad incendiada,
Lejos ya de sus torres, volteando los ojos,
He dicho: "Que el cardo cubra nuestras pisadas,
Que callen en las llamas profetas fervorosos,
Que sólo los muertos hablen de las cosas pasadas,
Nuestra será la estirpe iracunda y nueva,
Libre del mal y de la dicha que allí brotaban.
Sigamos". Y nos abría la tierra una espada de fuego.
Goszyce, 1944
CZESLAW MILOSZ
https://www.airesdelibertad.com/t48059-czeslaw-milosz-1911-2004#1034789
1816. ÉXODO Autor: CZESLAW MILOSZ. Expone: PEDRO CASAS
ÉXODO
Cuando íbamos huyendo de la ciudad incendiada,
Lejos ya de sus torres, volteando los ojos,
He dicho: "Que el cardo cubra nuestras pisadas,
Que callen en las llamas profetas fervorosos,
Que sólo los muertos hablen de las cosas pasadas,
Nuestra será la estirpe iracunda y nueva,
Libre del mal y de la dicha que allí brotaban.
Sigamos". Y nos abría la tierra una espada de fuego.
Goszyce, 1944
CZESLAW MILOSZ
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Pascual Lopez Sanchez- Administrador-Moderador
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- Mensaje n°156
Re: NO A LA GUERRA 3
NO A LA GUERRA!
1817. ENFERMERO Autor: RAPHAEL LEMKIM. Expone: P.L.
La noche
trae miedo
dolor
de nuevo.
Las sombras
mueven prados,
hospedan
al fantasma que danza.
Esa amabilidad en blanco
quita la difícil circunstancia;
impulsos de la vida
fin de la disputa.
Nurse
The night
Brings fright
Of pain
Again.
The Shadows
Move meadows,
Hosts
of dancing ghost.
Kindness in white
Removes the plight;
Prods to life
End Strife.
1817. ENFERMERO Autor: RAPHAEL LEMKIM. Expone: P.L.
La noche
trae miedo
dolor
de nuevo.
Las sombras
mueven prados,
hospedan
al fantasma que danza.
Esa amabilidad en blanco
quita la difícil circunstancia;
impulsos de la vida
fin de la disputa.
Nurse
The night
Brings fright
Of pain
Again.
The Shadows
Move meadows,
Hosts
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Amalia Lateano- Cantidad de envíos : 4352
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- Mensaje n°157
Re: NO A LA GUERRA 3
1818- NO A LA GUERRA
"La vida es bella" en Gaza
Por Refaat Alareer -Expone Amalia Lateano
Crónica póstuma desde el frente por el poeta palestino Refaat Alareer[
Salí a escondidas de la casa, asegurándome de no usar mi máscara de Covid-19, para que los drones israelíes no me confundieran con un objetivo que intentaba esconderme.
En 2014, durante la última guerra, Israel mató a mi hermano Hamada; destruyó mi apartamento cuando derribó la casa familiar que albergaba a 40 personas. Mató al abuelo de mi esposa, a su hermano, a su hermana y a los tres hijos de su hermana. Aún no hemos superado ese trauma. No hemos terminado de reconstruir las casas que Israel destruyó entonces...
El martes, mi hija Linah volvió a hacer su pregunta después de que mi esposa y yo no respondiéramos la primera vez: "¿Pueden destruir nuestro edificio si se corta la luz?" Yo quería decirle: “Sí, pequeña Linah, Israel todavía puede destruir el hermoso edificio de al-Jawharah, o cualquiera de nuestros edificios, incluso en la oscuridad. Cada uno de nuestros hogares está lleno de cuentos e historias que hay que contar. Nuestros hogares molestan a la máquina de guerra israelí, se burlan de ella, la persiguen, incluso en la oscuridad. No puede soportar su existencia. Y, con el dinero de los impuestos estadounidenses y la inmunidad internacional, es de suponer que Israel seguirá destruyendo nuestros edificios hasta que no quede nada”. Pero no puedo decirle a Linah nada de esto. Entonces miento: “No, cariño. No pueden vernos en la oscuridad”.
Fuente.https://www.pagina12.com.ar/693507-la-vida-es-bella-en-gaza
"La vida es bella" en Gaza
Por Refaat Alareer -Expone Amalia Lateano
Crónica póstuma desde el frente por el poeta palestino Refaat Alareer[
Salí a escondidas de la casa, asegurándome de no usar mi máscara de Covid-19, para que los drones israelíes no me confundieran con un objetivo que intentaba esconderme.
En 2014, durante la última guerra, Israel mató a mi hermano Hamada; destruyó mi apartamento cuando derribó la casa familiar que albergaba a 40 personas. Mató al abuelo de mi esposa, a su hermano, a su hermana y a los tres hijos de su hermana. Aún no hemos superado ese trauma. No hemos terminado de reconstruir las casas que Israel destruyó entonces...
El martes, mi hija Linah volvió a hacer su pregunta después de que mi esposa y yo no respondiéramos la primera vez: "¿Pueden destruir nuestro edificio si se corta la luz?" Yo quería decirle: “Sí, pequeña Linah, Israel todavía puede destruir el hermoso edificio de al-Jawharah, o cualquiera de nuestros edificios, incluso en la oscuridad. Cada uno de nuestros hogares está lleno de cuentos e historias que hay que contar. Nuestros hogares molestan a la máquina de guerra israelí, se burlan de ella, la persiguen, incluso en la oscuridad. No puede soportar su existencia. Y, con el dinero de los impuestos estadounidenses y la inmunidad internacional, es de suponer que Israel seguirá destruyendo nuestros edificios hasta que no quede nada”. Pero no puedo decirle a Linah nada de esto. Entonces miento: “No, cariño. No pueden vernos en la oscuridad”.
Fuente.https://www.pagina12.com.ar/693507-la-vida-es-bella-en-gaza
Pascual Lopez Sanchez- Administrador-Moderador
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- Mensaje n°158
Re: NO A LA GUERRA 3
ESCALOFRIANTE POR REAL.
GRACIAS, AMALIA.
GRACIAS, AMALIA.
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- Mensaje n°159
Re: NO A LA GUERRA 3
NO A LA GUERRA
1819. EL POBRE CRISTIANO MIRA EL GHETTO Autor: CZESLAW MILOSZ. Expone: PEDRO CASAS
EL POBRE CRISTIANO MIRA EL GHETTO
Las abejas recubren el hígado rojo,
Las hormigas recubren el hueso negro,
Comienza: el desgarrar, el pisotear las sedas,
Comienza: el arrasar vidrio, madera, cobre, níquel, plata, espumas de yeso,
lata, cuerdas de los instrumentos, trompetas, hojas, esferas, cristales-
¡Puff! De las paredes amarillas el fuego fosforescente
Devora la crin de hombre y animales.
Las abejas recubren la lonja de los pulmones,
Las hormigas recubren el hueso blanco,
Destrozado está el papel, el caucho, el lienzo, la piel, el lino, las fibras, las sustancias, la celulosa, el
cabello, la escama de la serpiente, los alambres de hierro,
Se derrumban en el fuego el techo y los muros, la brasa envuelve el fundamento.
Arenosa, arrasada, con un árbol sin hojas, no queda
sino la Tierra.
Lento,excavando un túnel,avanza el topo-guardián
Con una pequeña linterna roja expuesta en la frente,
Toca los cuerpos enterrados, los cuenta, por entre ellos se abre el camino,
Distingue la ceniza humana por el vapor irisado,
La ceniza de cada hombre según el matiz de su fosforescencia.
Las abejas recubren la huella roja,
Las hormigas recubren el lugar donde estaba mi cuerpo.
Tengo miedo, tengo tanto miedo del topo-guardián.
Su párpado hinchado como el de un patriarca,
Que solía sentarse a la luz de la vea
Leyendo un gran libro de la especie.
¿Qué le diré yo, hebreo del Nuevo Testamento,
Que hace dos mil años espera el regreso de Jesús?
Mi destrozado cuerpo me traicionará a su mirada
Y él me contará entre los ayudantes de la muerte:
Los no circuncisos.
CZESLAW MILOSZ
https://www.airesdelibertad.com/t48059-czeslaw-milosz-1911-2004#1034789
1819. EL POBRE CRISTIANO MIRA EL GHETTO Autor: CZESLAW MILOSZ. Expone: PEDRO CASAS
EL POBRE CRISTIANO MIRA EL GHETTO
Las abejas recubren el hígado rojo,
Las hormigas recubren el hueso negro,
Comienza: el desgarrar, el pisotear las sedas,
Comienza: el arrasar vidrio, madera, cobre, níquel, plata, espumas de yeso,
lata, cuerdas de los instrumentos, trompetas, hojas, esferas, cristales-
¡Puff! De las paredes amarillas el fuego fosforescente
Devora la crin de hombre y animales.
Las abejas recubren la lonja de los pulmones,
Las hormigas recubren el hueso blanco,
Destrozado está el papel, el caucho, el lienzo, la piel, el lino, las fibras, las sustancias, la celulosa, el
cabello, la escama de la serpiente, los alambres de hierro,
Se derrumban en el fuego el techo y los muros, la brasa envuelve el fundamento.
Arenosa, arrasada, con un árbol sin hojas, no queda
sino la Tierra.
Lento,excavando un túnel,avanza el topo-guardián
Con una pequeña linterna roja expuesta en la frente,
Toca los cuerpos enterrados, los cuenta, por entre ellos se abre el camino,
Distingue la ceniza humana por el vapor irisado,
La ceniza de cada hombre según el matiz de su fosforescencia.
Las abejas recubren la huella roja,
Las hormigas recubren el lugar donde estaba mi cuerpo.
Tengo miedo, tengo tanto miedo del topo-guardián.
Su párpado hinchado como el de un patriarca,
Que solía sentarse a la luz de la vea
Leyendo un gran libro de la especie.
¿Qué le diré yo, hebreo del Nuevo Testamento,
Que hace dos mil años espera el regreso de Jesús?
Mi destrozado cuerpo me traicionará a su mirada
Y él me contará entre los ayudantes de la muerte:
Los no circuncisos.
CZESLAW MILOSZ
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- Mensaje n°160
Re: NO A LA GUERRA 3
NO A LA GUERRA!
1820. OTOÑO. Autor: RAPHAEL LEMKIM. Expone: P.L.
Hojas amarillas,
ladrones de la vida,
mejillas sonrosadas,
el niño que busca.
El rostro pálido del anciano
no detendrá el destino humano.
Autumn
Yellow leaves,
Life´s thieves,
Rosy cheeks,
Child seeks.
Old man´s yellowed face
will not stop the human race.
1820. OTOÑO. Autor: RAPHAEL LEMKIM. Expone: P.L.
Hojas amarillas,
ladrones de la vida,
mejillas sonrosadas,
el niño que busca.
El rostro pálido del anciano
no detendrá el destino humano.
Autumn
Yellow leaves,
Life´s thieves,
Rosy cheeks,
Child seeks.
Old man´s yellowed face
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- Mensaje n°161
Re: NO A LA GUERRA 3
NO A LA GUERRA!
1821 SIN NOMBRE. Autor: RAPHAEL LEMKIM. Expone: P.L.
SIN NOMBRE
Mi padre devino en fertilizante
mi madre en jabón;
mis hermanos lentamente agonizaron
al final de la cuerda del verdugo
mi sangre y mis lágrimas pasaron a ser tinta y deber,
para ellos escribo la Convención contra el Genocidio
(No name)
My father became a fertilizer
My mother is now soap;
My brothers died agonizing
At the end of the hangmen´s rope
My blood and tears became ink in owe,
To them I write the Genocide Law
1821 SIN NOMBRE. Autor: RAPHAEL LEMKIM. Expone: P.L.
SIN NOMBRE
Mi padre devino en fertilizante
mi madre en jabón;
mis hermanos lentamente agonizaron
al final de la cuerda del verdugo
mi sangre y mis lágrimas pasaron a ser tinta y deber,
para ellos escribo la Convención contra el Genocidio
(No name)
My father became a fertilizer
My mother is now soap;
My brothers died agonizing
At the end of the hangmen´s rope
My blood and tears became ink in owe,
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- Mensaje n°162
Re: NO A LA GUERRA 3
NO A LA GUERRA
1822. EN VARSOVIA Autor: CZESLAW MILOSZ. Expone: PEDRO CASAS
EN VARSOVIA
¿Qué estás haciendo, poeta, en las ruinas de la catedral
de San Juan,
En este cálido día de primavera?
¿Qué estás pensando, aquí, donde el viento
Soplando del Vístula, levanta
El polvo rojizo de los escombros?
Has jurado que nunca ibas a ser
La plañidera.
Has jurado que nunca ibas a tocar
Las profundas heridas de tu nación,
Para no convertirlas en santidad,
Santidad maldita, que durante los siglos
Persigue a los descendientes.
Pero este llanto de Antígona,
Que busca a su hermano,
Esto, de verdad, desborda el límite
De la resistencia. Y el corazón
Es una piedra, donde como un insecto
Está encerrado el sombrío amor
Por la más desgraciada de las tierras.
No querría amar tanto,
No era ésta mi intención.
No quería compadecer tanto,
No era ésta mi intención.
Mi pluma es la más ligera
Que la pluma del colibrí. Este pesar
Es superior a mis fuerzas.
Donde el pie tropieza con los huesos
¿Cómo puedo vivir en este país
Donde el pie tropieza con los huesos
Insepultos de los que te han siso más queridos?
Oigo voces, percibo sonrisas. No puedo
Escribir nada, porque las cinco manos
Se apoderan de mi pluma
Y me hacen escribir su historia.
Historia de su vida y de su muerte.
¿Acaso he sido creado
Para convertirme en la plañidera?
Yo quiero alabar las ferias,
Las arboledas alegres
Donde me llevaba Shakespeare. Dejad
A los poetas un instante de alegría
O perecerá vuestro mundo.
Es una locura vivir así, sin una sonrisa
Y repetir dos palabras
Dirigidas a vosotros, oh, muertos.
A vosotros, cuyo destino
Iba a ser el júbilo
De los actos, pensamientos, cantos y banquetes.
Dos palabras salvadas:
Verdad y justicia.
Cracovia, 1945
CZESLAW MILOSZ
https://www.airesdelibertad.com/t48059-czeslaw-milosz-1911-2004#1034789
1822. EN VARSOVIA Autor: CZESLAW MILOSZ. Expone: PEDRO CASAS
EN VARSOVIA
¿Qué estás haciendo, poeta, en las ruinas de la catedral
de San Juan,
En este cálido día de primavera?
¿Qué estás pensando, aquí, donde el viento
Soplando del Vístula, levanta
El polvo rojizo de los escombros?
Has jurado que nunca ibas a ser
La plañidera.
Has jurado que nunca ibas a tocar
Las profundas heridas de tu nación,
Para no convertirlas en santidad,
Santidad maldita, que durante los siglos
Persigue a los descendientes.
Pero este llanto de Antígona,
Que busca a su hermano,
Esto, de verdad, desborda el límite
De la resistencia. Y el corazón
Es una piedra, donde como un insecto
Está encerrado el sombrío amor
Por la más desgraciada de las tierras.
No querría amar tanto,
No era ésta mi intención.
No quería compadecer tanto,
No era ésta mi intención.
Mi pluma es la más ligera
Que la pluma del colibrí. Este pesar
Es superior a mis fuerzas.
Donde el pie tropieza con los huesos
¿Cómo puedo vivir en este país
Donde el pie tropieza con los huesos
Insepultos de los que te han siso más queridos?
Oigo voces, percibo sonrisas. No puedo
Escribir nada, porque las cinco manos
Se apoderan de mi pluma
Y me hacen escribir su historia.
Historia de su vida y de su muerte.
¿Acaso he sido creado
Para convertirme en la plañidera?
Yo quiero alabar las ferias,
Las arboledas alegres
Donde me llevaba Shakespeare. Dejad
A los poetas un instante de alegría
O perecerá vuestro mundo.
Es una locura vivir así, sin una sonrisa
Y repetir dos palabras
Dirigidas a vosotros, oh, muertos.
A vosotros, cuyo destino
Iba a ser el júbilo
De los actos, pensamientos, cantos y banquetes.
Dos palabras salvadas:
Verdad y justicia.
Cracovia, 1945
CZESLAW MILOSZ
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- Mensaje n°163
Re: NO A LA GUERRA 3
NO A LA GUERRA
1823. VOZ TUYA Autor: CZESLAW MILOSZ. Expone: PEDRO CASAS
VOZ TUYA
Maldice la muerte. Injustamente nos está destinada.
Implora a los dioses, para que te concedan un morir soportable.
Quién eres tú, ese puñado de ambiciones, anhelos y sueños
no merece el castigo de la agonía prolongada.
Pero no sé qué puedes hacer, solo, con la muerte de los demás,
niños en baños de fuego, mujeres en ráfagas de perdigón, soldados con las pupilas vaciadas.
Esta muerte que continúa, ahora, a tu lado.
Huérfana tu piedad, muda la voz tuya,
y temes la sentencia, porque no has podido nada.
Berkeley, 1968
CZESLAW MILOSZ
https://www.airesdelibertad.com/t48059-czeslaw-milosz-1911-2004#1034789
1823. VOZ TUYA Autor: CZESLAW MILOSZ. Expone: PEDRO CASAS
VOZ TUYA
Maldice la muerte. Injustamente nos está destinada.
Implora a los dioses, para que te concedan un morir soportable.
Quién eres tú, ese puñado de ambiciones, anhelos y sueños
no merece el castigo de la agonía prolongada.
Pero no sé qué puedes hacer, solo, con la muerte de los demás,
niños en baños de fuego, mujeres en ráfagas de perdigón, soldados con las pupilas vaciadas.
Esta muerte que continúa, ahora, a tu lado.
Huérfana tu piedad, muda la voz tuya,
y temes la sentencia, porque no has podido nada.
Berkeley, 1968
CZESLAW MILOSZ
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- Mensaje n°164
Re: NO A LA GUERRA 3
NO A LA GUERRA!
1824 CONVERSACIÓN. Autor: RAPHAEL LEMKIM. Expone: P.L.
Entregarse entero,
impulsarse ferozmente,
contar algo nuevo
sólo lo saben unos pocos.
Hombres y mujeres lucharon
para minar el oro del pensamiento
durante siglos.
Tiene que ser desde el corazón
no puedes ser inteligente
solo con lengua y razón.
To give yourself entirely,
to lean forward fiercely,
to tell something new
know only few.
Men and women fought
To dig the gold of thought
For centuries long.
I has to be the heart
You cannot be smart
Only with the tongue.
1824 CONVERSACIÓN. Autor: RAPHAEL LEMKIM. Expone: P.L.
Entregarse entero,
impulsarse ferozmente,
contar algo nuevo
sólo lo saben unos pocos.
Hombres y mujeres lucharon
para minar el oro del pensamiento
durante siglos.
Tiene que ser desde el corazón
no puedes ser inteligente
solo con lengua y razón.
(Conversation)
To give yourself entirely,
to lean forward fiercely,
to tell something new
know only few.
Men and women fought
To dig the gold of thought
For centuries long.
I has to be the heart
You cannot be smart
Only with the tongue.
_________________
"LOS DEMÁS TAMBIÉN EXISTIMOS"
NETANYAHU ASESINO
ISRAEL: ¡GENOCIDA! LA HISTORIA HABRÁ DE LLEVARLOS ANTE LA CORTE PENAL INTERNACIONAL POR CONTINUADOS CRÍMMENES DE GUERRA
Pascual Lopez Sanchez- Administrador-Moderador
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Re: NO A LA GUERRA 3
¡NO A LA GUERRA.
1825. AQUELLOS DÍAS EN ODESSA (Cuento). Autor: HINRICH BÖLL. Expone: P.L.
1825. AQUELLOS DÍAS EN ODESSA (Cuento). Autor: HINRICH BÖLL. Expone: P.L.
Aquellos días en Odessa
[Cuento - Texto completo.]
Heinrich Böll
[Cuento - Texto completo.]
Heinrich Böll
Hacía mucho frío en Odessa aquellos días. Cada mañana íbamos al aeropuerto en grandes y ruidosos camiones, por la carretera mal adoquinada. Allí esperábamos, muertos de frío, a los grandes pájaros grises que rodaban por el campo de aterrizaje. Pero los dos primeros días, cuando estábamos a punto de subir a bordo, llegó una orden en sentido contrario, porque sobre el mar Negro había una niebla muy densa, o bien demasiadas nubes, y volvimos a subir a los grandes y ruidosos camiones y regresamos al cuartel por la carretera empedrada. El cuartel era muy grande. Estaba sucio y lleno de piojos. Pasábamos el rato sentados en el suelo o bien nos acordábamos en las mugrientas mesas y jugábamos a las cartas, o cantábamos. Siempre esperábamos una ocasión para saltar el muro y hacer una escapada. En el cuartel había muchos soldados que esperaban para entrar en combate, y no se nos permitía ir a la ciudad. Los dos primeros días habíamos intentado escabullirnos, pero nos atraparon, y como castigo nos hicieron transportar las grandes cafeteras llenas de café hirviente y descargar panes. Mientras descargábamos los panes nos vigilaba el contador, que llevaba un magnífico abrigo de pieles, el cual, sin duda, estaba destinado al frente. El contador contaba los panes para que no desapareciese ninguno. El cielo de Odessa estaba siempre nublado y oscuro, y los centinelas paseaban arriba y abajo, a lo largo de los negros y sucios muros del cuartel.
El tercer día esperamos a que hubiera oscurecido del todo y nos dirigimos simplemente a la entrada principal. Cuando el centinela nos dio el alto, gritamos “comando Seltscbáni”, y nos dejó pasar. Éramos tres, Kurt, Erich y yo. Caminábamos muy despacio. Sólo eran las cuatro y ya estaba oscuro. Lo único que habíamos ansiado era salir de aquellos altos, negros y sucios muros, y ahora que estábamos fuera casi habríamos preferido estar dentro otra vez. Sólo hacía ocho semanas que nos habían movilizado y teníamos mucho miedo. Pero nos dábamos cuenta de que, si hubiéramos estado otra vez en el cuartel, habríamos querido salir a toda costa, y entonces habría sido imposible. Eran sólo las cuatro, y no podríamos dormir a causa de los piojos y de las canciones, y también porque temíamos y al mismo tiempo esperábamos que a la mañana siguiente haría buen tiempo para volar y nos llevarían en los aviones a Crimea, donde seguramente moriríamos.
No queríamos morir, no queríamos ir a Crimea, pero tampoco nos gustaba pasarnos todo el santo día tirados en aquel cuartel sucio y negro que olía a café de malta, donde siempre descargaban panes destinados al frente y donde siempre había un contador con abrigo de pieles, abrigo sin duda destinado al frente, que vigilaba y contaba los panes para que no desapareciese ninguno. En realidad, no sé lo que queríamos. Avanzábamos lentamente por aquella callejuela del suburbio, oscura y llena de hoyos. Entre las casitas, donde no se veía una sola luz, la noche estaba cercada por unas cuantas estacas de madera podrida, y más allá, en algún lugar, debía de haber páramos, tierras baldías, como en nuestro país, donde siempre dicen que se va a construir una carretera y abren zanjas y van de aquí para allá con varas de medir, y después no se habla más de la carretera y echan en las zanjas escombros, cenizas y basura, y vuelve a crecer la hierba, mala hierba áspera, indómita y exuberante, hasta que el letrero «Prohibido tirar escombros» queda cubierto por los escombros…
Caminábamos muy despacio porque aún era muy pronto. En la oscuridad nos cruzamos con otros soldados que iban al cuartel, y otros que venían del cuartel nos adelantaban. Teníamos miedo de las patrullas y habríamos preferido volver, pero sabíamos también que si nos hallásemos otra vez en el cuartel estaríamos desesperados, y era mejor tener miedo que sentir sólo desesperación entre los negros y sucios muros del cuartel, donde siempre había que llevar café de aquí para allá y descargar panes para el frente, siempre panes para el frente, y donde vigilaban los contadores con sus magníficos abrigos, mientras nosotros nos moríamos de frío.
De vez en cuando, a uno y otro lado de la callejuela, veíamos una casa en cuyas ventanas brillaba una mortecina luz amarilla, y oíamos el murmullo de unas voces claras, extranjeras e inquietantes. Y después encontramos, en medio de la oscuridad, una ventana muy iluminada de la que salía mucho ruido, y oímos voces de soldados que cantaban «El sol de México».
Abrimos la puerta y entramos. La estancia estaba caliente y llena de humo. Había en ella un grupo de soldados, ocho o diez, algunos de los cuales tenían mujeres con ellos. Bebían y cantaban, y uno de ellos se rió muy fuerte cuando entramos nosotros. Éramos muy jóvenes, los más jóvenes de toda la compañía. Nuestros uniformes eran completamente nuevos, y la fibra de madera nos pinchaba los brazos y las piernas; las camisetas y calzoncillos nos producían un terrible picor. También los jerseys eran nuevos y ásperos.
Kurt, el más joven, pasó delante y eligió una mesa. Kurt era aprendiz en una fábrica de cuero, y nos había contado de dónde procedían las pieles, aunque la cosa se consideraba secreto industrial. Nos había explicado incluso los beneficios que se obtenían con ello, aunque eso era también un secreto industrial muy celosamente guardado. Nos sentamos los tres.
De detrás del mostrador vino hacia nosotros una mujer gorda, de cabello oscuro y cara bondadosa, y nos preguntó qué queríamos beber. Preguntamos primero cuánto costaba el vino, pues habíamos oído decir que en Odessa todo era muy caro. Nos dijo que eran cinco marcos la botella, y pedimos tres botellas. Habíamos perdido mucho dinero jugando a las cartas y nos habíamos repartido el resto: teníamos diez marcos cada uno. Algunos de los soldados comían carne asada, que humeaba aún, con rebanadas de pan blanco, y unas salchichas que olían a ajo, y entonces nos dimos cuenta por primera vez de que teníamos hambre. Cuando la mujer trajo el vino le preguntamos cuánto costaba la comida. Nos dijo que las salchichas costaban cinco marcos y la carne con pan, ocho. Dijo que la carne era de cerdo y fresca, pero nosotros le pedimos salchichas. Los soldados besaban a las mujeres y las abrazaban sin disimulo, y nosotros no sabíamos a dónde mirar. Las salchichas eran grasas y calientes, y el vino era muy seco. Cuando nos hubimos comido las salchichas, no supimos qué hacer. No teníamos ya nada que decirnos, pues nos habíamos pasado dos semanas echados en el mismo vagón del tren y nos lo habíamos contado todo. Kurt había trabajado en una fábrica de cuero, Erich en una granja y yo estaba en la escuela. Todavía teníamos miedo, pero se nos había quitado el frío.
Los soldados que habían estado besando a las mujeres se pusieron ahora los cinturones y salieron con ellas afuera. Eran tres chicas; sus caras eran redondas y bonitas; reían y bromeaban, pero se iban con seis soldados, creo que eran seis, o, por lo menos, cinco. Quedaron en la sala sólo los borrachos, los que antes cantaban «El sol de México». Uno que estaba junto al mostrador, cabo primero, alto y rubio, se volvió hacia nosotros y se echó a reír otra vez; creo que nuestro aspecto hacía pensar que estábamos en alguna clase del cuartel, allí sentados a la mesa muy silenciosos y correctos, con las manos en las rodillas. El cabo le dijo algo a la mujer y ésta nos trajo tres vasos bastante grandes de aguardiente blanco.
-Hemos de brindar a su salud -dijo Erich, golpeándonos con la rodilla. Yo llamé varias veces al cabo hasta que él se fijó en mí; Erich nos hizo otra vez una señal con las rodillas, y nos pusimos en pie diciendo al unísono: -A su salud, cabo…
Los otros soldados se echaron a reír a carcajadas, pero el cabo levantó su vaso y nos respondió:
-A su salud, soldados…
El aguardiente era fuerte y amargo, pero nos calentó, y nos habríamos tomado otro vaso.
El cabo le hizo una seña a Kurt para que se acercase. Kurt lo hizo, habló unas palabras con él y nos hizo una seña a nosotros. El hombre nos dijo que estábamos locos, que no teníamos dinero y que teníamos que vendernos algo. Nos preguntó de dónde veníamos y a dónde estábamos destinados. Le dijimos que estábamos en el cuartel esperando que nos llevasen a Crimea. Se puso muy serio y no dijo nada. Yo le pregunté qué podíamos vender, y él me respondió que cualquier cosa: abrigos, gorras, ropa interior, relojes, plumas estilográficas… Ninguno de nosotros quería venderse el abrigo. Estaba prohibido y teníamos miedo, y además en Odessa hacía mucho frío. Nos vaciamos los bolsillos: Kurt tenía una pluma estilográfica, yo un reloj y Erich un portamonedas nuevo, de cuero, que había ganado en una rifa del cuartel. El cabo tomó los tres objetos y le pregunté a la mujer cuánto daba por ellos. Ella los examinó detenidamente, dijo que eran cosas malas y nos ofreció doscientos cincuenta marcos, ciento ochenta sólo por el reloj.
El cabo nos dijo que doscientos cincuenta era poco, pero que estaba seguro de que no nos daría más y que aceptásemos, porque quizás a la mañana siguiente nos llevarían a Crimea y entonces todo daría igual.
Dos de los soldados que cantaban antes «El sol de México» se levantaron de sus mesas y le dieron al cabo unas palmadas en el hombro; el cabo nos saludó y salió con ellos.
La mujer me había dado a mi todo el dinero, y yo le pedí dos trozos de carne con pan para cada uno y un vaso grande de aguardiente. Después nos comimos aún cada uno un trozo más de carne y nos bebimos otro vaso de aguardiente. La carne estaba muy caliente, era fresca, grasa y casi dulce, y el pan estaba todo empapado de grasa. Después nos tomamos otro aguardiente. Entonces nos dijo la mujer que ya no le quedaba carne, sólo salchichas, y comimos salchichas acompañadas de cerveza, una cerveza oscura y espesa. Después nos tomamos cada uno otro vaso de aguardiente y nos hicimos traer pasteles, unos pasteles planos y secos de nuez molida. Después bebimos aún más aguardiente, pero no estábamos borrachos en absoluto; teníamos calor y nos sentíamos bien, y no pensábamos en el picor de las fibras de madera de nuestra ropa. Llegaron otros soldados y cantamos todos juntos «El sol de México»…
A las seis, nos habíamos gastado todo el dinero y seguíamos sin estar borrachos. Como no teníamos nada más que vender, regresamos al cuartel. En la oscura calle llena de hoyos no se veía ya ninguna luz y, cuando llegamos, el centinela nos dijo que nos presentásemos en el puesto de guardia. Allí se estaba caliente y no había humedad, estaba sucio y olía a tabaco. El sargento nos echó una bronca y nos dijo que habríamos de atenernos a las consecuencias. Pero aquella noche dormimos muy bien. A la mañana siguiente fuimos al aeropuerto en los ruidosos camiones por la carretera empedrada. Hacia frío en Odessa. El tiempo era magnífico; el cielo estaba despejado. Subimos por fin a los aviones, y, cuando despegábamos, nos dimos cuenta de pronto de que no volveríamos nunca, nunca…
El tercer día esperamos a que hubiera oscurecido del todo y nos dirigimos simplemente a la entrada principal. Cuando el centinela nos dio el alto, gritamos “comando Seltscbáni”, y nos dejó pasar. Éramos tres, Kurt, Erich y yo. Caminábamos muy despacio. Sólo eran las cuatro y ya estaba oscuro. Lo único que habíamos ansiado era salir de aquellos altos, negros y sucios muros, y ahora que estábamos fuera casi habríamos preferido estar dentro otra vez. Sólo hacía ocho semanas que nos habían movilizado y teníamos mucho miedo. Pero nos dábamos cuenta de que, si hubiéramos estado otra vez en el cuartel, habríamos querido salir a toda costa, y entonces habría sido imposible. Eran sólo las cuatro, y no podríamos dormir a causa de los piojos y de las canciones, y también porque temíamos y al mismo tiempo esperábamos que a la mañana siguiente haría buen tiempo para volar y nos llevarían en los aviones a Crimea, donde seguramente moriríamos.
No queríamos morir, no queríamos ir a Crimea, pero tampoco nos gustaba pasarnos todo el santo día tirados en aquel cuartel sucio y negro que olía a café de malta, donde siempre descargaban panes destinados al frente y donde siempre había un contador con abrigo de pieles, abrigo sin duda destinado al frente, que vigilaba y contaba los panes para que no desapareciese ninguno. En realidad, no sé lo que queríamos. Avanzábamos lentamente por aquella callejuela del suburbio, oscura y llena de hoyos. Entre las casitas, donde no se veía una sola luz, la noche estaba cercada por unas cuantas estacas de madera podrida, y más allá, en algún lugar, debía de haber páramos, tierras baldías, como en nuestro país, donde siempre dicen que se va a construir una carretera y abren zanjas y van de aquí para allá con varas de medir, y después no se habla más de la carretera y echan en las zanjas escombros, cenizas y basura, y vuelve a crecer la hierba, mala hierba áspera, indómita y exuberante, hasta que el letrero «Prohibido tirar escombros» queda cubierto por los escombros…
Caminábamos muy despacio porque aún era muy pronto. En la oscuridad nos cruzamos con otros soldados que iban al cuartel, y otros que venían del cuartel nos adelantaban. Teníamos miedo de las patrullas y habríamos preferido volver, pero sabíamos también que si nos hallásemos otra vez en el cuartel estaríamos desesperados, y era mejor tener miedo que sentir sólo desesperación entre los negros y sucios muros del cuartel, donde siempre había que llevar café de aquí para allá y descargar panes para el frente, siempre panes para el frente, y donde vigilaban los contadores con sus magníficos abrigos, mientras nosotros nos moríamos de frío.
De vez en cuando, a uno y otro lado de la callejuela, veíamos una casa en cuyas ventanas brillaba una mortecina luz amarilla, y oíamos el murmullo de unas voces claras, extranjeras e inquietantes. Y después encontramos, en medio de la oscuridad, una ventana muy iluminada de la que salía mucho ruido, y oímos voces de soldados que cantaban «El sol de México».
Abrimos la puerta y entramos. La estancia estaba caliente y llena de humo. Había en ella un grupo de soldados, ocho o diez, algunos de los cuales tenían mujeres con ellos. Bebían y cantaban, y uno de ellos se rió muy fuerte cuando entramos nosotros. Éramos muy jóvenes, los más jóvenes de toda la compañía. Nuestros uniformes eran completamente nuevos, y la fibra de madera nos pinchaba los brazos y las piernas; las camisetas y calzoncillos nos producían un terrible picor. También los jerseys eran nuevos y ásperos.
Kurt, el más joven, pasó delante y eligió una mesa. Kurt era aprendiz en una fábrica de cuero, y nos había contado de dónde procedían las pieles, aunque la cosa se consideraba secreto industrial. Nos había explicado incluso los beneficios que se obtenían con ello, aunque eso era también un secreto industrial muy celosamente guardado. Nos sentamos los tres.
De detrás del mostrador vino hacia nosotros una mujer gorda, de cabello oscuro y cara bondadosa, y nos preguntó qué queríamos beber. Preguntamos primero cuánto costaba el vino, pues habíamos oído decir que en Odessa todo era muy caro. Nos dijo que eran cinco marcos la botella, y pedimos tres botellas. Habíamos perdido mucho dinero jugando a las cartas y nos habíamos repartido el resto: teníamos diez marcos cada uno. Algunos de los soldados comían carne asada, que humeaba aún, con rebanadas de pan blanco, y unas salchichas que olían a ajo, y entonces nos dimos cuenta por primera vez de que teníamos hambre. Cuando la mujer trajo el vino le preguntamos cuánto costaba la comida. Nos dijo que las salchichas costaban cinco marcos y la carne con pan, ocho. Dijo que la carne era de cerdo y fresca, pero nosotros le pedimos salchichas. Los soldados besaban a las mujeres y las abrazaban sin disimulo, y nosotros no sabíamos a dónde mirar. Las salchichas eran grasas y calientes, y el vino era muy seco. Cuando nos hubimos comido las salchichas, no supimos qué hacer. No teníamos ya nada que decirnos, pues nos habíamos pasado dos semanas echados en el mismo vagón del tren y nos lo habíamos contado todo. Kurt había trabajado en una fábrica de cuero, Erich en una granja y yo estaba en la escuela. Todavía teníamos miedo, pero se nos había quitado el frío.
Los soldados que habían estado besando a las mujeres se pusieron ahora los cinturones y salieron con ellas afuera. Eran tres chicas; sus caras eran redondas y bonitas; reían y bromeaban, pero se iban con seis soldados, creo que eran seis, o, por lo menos, cinco. Quedaron en la sala sólo los borrachos, los que antes cantaban «El sol de México». Uno que estaba junto al mostrador, cabo primero, alto y rubio, se volvió hacia nosotros y se echó a reír otra vez; creo que nuestro aspecto hacía pensar que estábamos en alguna clase del cuartel, allí sentados a la mesa muy silenciosos y correctos, con las manos en las rodillas. El cabo le dijo algo a la mujer y ésta nos trajo tres vasos bastante grandes de aguardiente blanco.
-Hemos de brindar a su salud -dijo Erich, golpeándonos con la rodilla. Yo llamé varias veces al cabo hasta que él se fijó en mí; Erich nos hizo otra vez una señal con las rodillas, y nos pusimos en pie diciendo al unísono: -A su salud, cabo…
Los otros soldados se echaron a reír a carcajadas, pero el cabo levantó su vaso y nos respondió:
-A su salud, soldados…
El aguardiente era fuerte y amargo, pero nos calentó, y nos habríamos tomado otro vaso.
El cabo le hizo una seña a Kurt para que se acercase. Kurt lo hizo, habló unas palabras con él y nos hizo una seña a nosotros. El hombre nos dijo que estábamos locos, que no teníamos dinero y que teníamos que vendernos algo. Nos preguntó de dónde veníamos y a dónde estábamos destinados. Le dijimos que estábamos en el cuartel esperando que nos llevasen a Crimea. Se puso muy serio y no dijo nada. Yo le pregunté qué podíamos vender, y él me respondió que cualquier cosa: abrigos, gorras, ropa interior, relojes, plumas estilográficas… Ninguno de nosotros quería venderse el abrigo. Estaba prohibido y teníamos miedo, y además en Odessa hacía mucho frío. Nos vaciamos los bolsillos: Kurt tenía una pluma estilográfica, yo un reloj y Erich un portamonedas nuevo, de cuero, que había ganado en una rifa del cuartel. El cabo tomó los tres objetos y le pregunté a la mujer cuánto daba por ellos. Ella los examinó detenidamente, dijo que eran cosas malas y nos ofreció doscientos cincuenta marcos, ciento ochenta sólo por el reloj.
El cabo nos dijo que doscientos cincuenta era poco, pero que estaba seguro de que no nos daría más y que aceptásemos, porque quizás a la mañana siguiente nos llevarían a Crimea y entonces todo daría igual.
Dos de los soldados que cantaban antes «El sol de México» se levantaron de sus mesas y le dieron al cabo unas palmadas en el hombro; el cabo nos saludó y salió con ellos.
La mujer me había dado a mi todo el dinero, y yo le pedí dos trozos de carne con pan para cada uno y un vaso grande de aguardiente. Después nos comimos aún cada uno un trozo más de carne y nos bebimos otro vaso de aguardiente. La carne estaba muy caliente, era fresca, grasa y casi dulce, y el pan estaba todo empapado de grasa. Después nos tomamos otro aguardiente. Entonces nos dijo la mujer que ya no le quedaba carne, sólo salchichas, y comimos salchichas acompañadas de cerveza, una cerveza oscura y espesa. Después nos tomamos cada uno otro vaso de aguardiente y nos hicimos traer pasteles, unos pasteles planos y secos de nuez molida. Después bebimos aún más aguardiente, pero no estábamos borrachos en absoluto; teníamos calor y nos sentíamos bien, y no pensábamos en el picor de las fibras de madera de nuestra ropa. Llegaron otros soldados y cantamos todos juntos «El sol de México»…
A las seis, nos habíamos gastado todo el dinero y seguíamos sin estar borrachos. Como no teníamos nada más que vender, regresamos al cuartel. En la oscura calle llena de hoyos no se veía ya ninguna luz y, cuando llegamos, el centinela nos dijo que nos presentásemos en el puesto de guardia. Allí se estaba caliente y no había humedad, estaba sucio y olía a tabaco. El sargento nos echó una bronca y nos dijo que habríamos de atenernos a las consecuencias. Pero aquella noche dormimos muy bien. A la mañana siguiente fuimos al aeropuerto en los ruidosos camiones por la carretera empedrada. Hacia frío en Odessa. El tiempo era magnífico; el cielo estaba despejado. Subimos por fin a los aviones, y, cuando despegábamos, nos dimos cuenta de pronto de que no volveríamos nunca, nunca…
Última edición por Pascual Lopez Sanchez el Mar 13 Feb 2024, 14:36, editado 3 veces
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NETANYAHU ASESINO
ISRAEL: ¡GENOCIDA! LA HISTORIA HABRÁ DE LLEVARLOS ANTE LA CORTE PENAL INTERNACIONAL POR CONTINUADOS CRÍMMENES DE GUERRA
Pedro Casas Serra- Grupo Metáfora
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Re: NO A LA GUERRA 3
NO A LA GUERRA
1826. PAZ Autor: CZESLAW MILOSZ. Expone: PEDRO CASAS
PAZ
Ante los alaridos, el farfullar exaltado, el chirriar de las trompetas, el batir de las ollas y de los tambores
La protesta mayor ha sido la moderación.
Pero la voz normal del hombre perdía su derecho
Y era como el pez abriendo la boca tras el cristal del acuario.
Aceptaba lo que me había sido predestinado. No obstante, fui sólo el hombre,
Es decir, sufría por mi afán de acercarme a los seres semejantes a mí.
Berkeley, 1970
CZESLAW MILOSZ
https://www.airesdelibertad.com/t48059-czeslaw-milosz-1911-2004#1034789
1826. PAZ Autor: CZESLAW MILOSZ. Expone: PEDRO CASAS
PAZ
Ante los alaridos, el farfullar exaltado, el chirriar de las trompetas, el batir de las ollas y de los tambores
La protesta mayor ha sido la moderación.
Pero la voz normal del hombre perdía su derecho
Y era como el pez abriendo la boca tras el cristal del acuario.
Aceptaba lo que me había sido predestinado. No obstante, fui sólo el hombre,
Es decir, sufría por mi afán de acercarme a los seres semejantes a mí.
Berkeley, 1970
CZESLAW MILOSZ
https://www.airesdelibertad.com/t48059-czeslaw-milosz-1911-2004#1034789
Pascual Lopez Sanchez- Administrador-Moderador
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- Mensaje n°167
Re: NO A LA GUERRA 3
¡NO A LA GUERRA.
1827. TAMBIÉN LOS NIÑOS SON POBLACIÓN CIVIL (Cuento). Autor: HINRICH BÖLL. Expone: P.L.
1827. TAMBIÉN LOS NIÑOS SON POBLACIÓN CIVIL (Cuento). Autor: HINRICH BÖLL. Expone: P.L.
También los niños son población civil
[Cuento - Texto completo.]
Heinrich Böll
[Cuento - Texto completo.]
Heinrich Böll
-No puede ser -gruñó el centinela.
-¿Por qué? -pregunté.
-Porque está prohibido.
-¿Por qué está prohibido?
-Porque está prohibido, tú, está prohibido que los pacientes salgan.
-Pero yo -dije con orgullo- soy un herido.
El centinela me contempló despreciativo:
-Seguro que es la primera vez que te hieren, si no ya sabrías que los heridos también son pacientes, y ahora vete ya.
Pero yo no podía comprenderlo:
-Entiéndeme -le dije-, solo quiero comprarle pasteles a la niña esa…
Señalé hacia fuera, donde una pequeña y preciosa niña rusa estaba en medio de la nevada y vendía pasteles.
-¡Que te metas adentro!
La nieve caía silenciosa en los enormes charcos del oscuro patio de la escuela, la niña seguía allí, paciente, y repetía en voz baja: “Pahteleh… pahteleh…”.
-Oye tú -le dije al centinela-, se me hace agua la boca, deja pues que entre la niña.
-Está prohibido que entren civiles.
-Pero oye -le dije-, un niño no es más que un niño.
Me volvió a mirar despreciativo:
-O sea, que los niños no son población civil…
Era para desesperarse. La oscura calle vacía estaba envuelta por la nevasca y la niña seguía allí completamente sola y repitiendo: “Pahteleh…”, aunque no pasaba nadie.
Intenté salir sin más pero el centinela me agarró por la manga y se puso furioso:
-Oye tú -gritó-, lárgate o llamo al sargento.
-Eres un estúpido -le dije encolerizado.
-Sí -dijo el centinela, satisfecho-, cuando alguien sigue respetando las ordenanzas, para vosotros es un estúpido.
Me quedé todavía medio minuto en medio de la nevada y vi cómo los copos blancos se volvían lodo: todo el patio de la escuela estaba lleno de charcos, y en medio de ellos se veían pequeñas islas blancas como azúcar en polvo. De repente vi que la preciosa niña me hacía una seña con los ojos y aparentemente indiferente se iba calle abajo. La seguí por la parte interior del muro.
“Maldita sea”, pensaba, “¿seré verdaderamente un paciente?”. Y entonces vi que había un pequeño agujero en el muro, al lado del urinario, y delante del boquete estaba la niña con los pasteles. El centinela no nos podía ver aquí.
“El Führer bendiga tu respeto a las ordenanzas”, pensé.
Los pasteles tenían un aspecto magnífico: los había de castaña y de crema de mantequilla, roscas de levadura y nuégados en los que brillaba el aceite.
-¿Cuánto cuestan? -le pregunté a la niña.
Sonrió, me presentó la cesta y me dijo con su vocecita fina:
-Trehmarcohcinquentacá’uno.
-¿Todos?
-Sí.
La nieve caía sobre su delicado pelo rubio y lo espolvoreaba con un fugaz polen plateado, su sonrisa era sencillamente encantadora. La oscura calle detrás suya estaba completamente vacía y el mundo parecía muerto…
Tomé una rosca de levadura y la probé. Sabía riquísima, estaba rellena de mazapán. “Ajá”, pensé, “por eso son tan caras como los demás”.
La niña sonrió:
-¿Bueno? -preguntó-, ¿bueno?
Asentí. El frío no me importaba. Tenía la cabeza reciamente vendada y me parecía a Theodor Körner. Probé además un pastel de crema de mantequilla dejando que aquella materia deliciosa se derritiese despacio en mi boca. Y una vez más se me hizo agua la boca…
-Ven -le dije en voz baja-, me los quedo todos, ¿cuántos tienes?
La niña empezó a contarlos cuidadosamente con un dedo pequeño, delicado y un poquito sucio, mientras yo devoraba un nuégado. Todo estaba muy silencioso y casi me parecía como si en el aire se meciesen suavemente los copos de nieve. La niña contaba despacio, se equivocó un par de veces, y yo seguía allí de pie, completamente tranquilo, y me comí dos pasteles más. Luego alzó de repente sus ojos hacia mí, tan terriblemente verticales que sus pupilas estaban por completo arriba y el blanco de sus ojos era azulenco como leche desnatada. Gorjeó alguna cosa en ruso, pero me encogí de hombros sonriendo y entonces se agachó y con su dedito sucio escribió un 45 en la nieve. Añadí los cinco que ya me había comido y le dije:
-Dame también la cesta, ¿sí?
Asintió y me pasó la cesta con mucho cuidado a través del boquete; yo le pasé dos billetes de cien marcos. Dinero teníamos de sobra, por un abrigo pagaban los rusos setecientos marcos y en tres meses no habíamos visto sino lodo y sangre, un par de putas y dinero…
-Ven mañana otra vez, ¿sí? -le dije en voz baja, pero ya no me oía, se había escabullido muy ágil y cuando metí tristemente mi cabeza por el boquete ya había desaparecido y sólo veía la silenciosa calle rusa, melancólica y completamente vacía: las casas de tejados planos parecían irse cubriendo poco a poco con la nieve. Mucho tiempo estuve así, como un animal que mira con ojos tristes desde detrás de la cerca, hasta que me di cuenta de que mi cuello comenzaba a agarrotarse y metí de nuevo la cabeza en el redil.
Y recién entonces olí que en ese rincón hedía espantosamente, a urinario, y los lindísimos pastelillos estaban todos cubiertos por la nieve como con una tierna capa de azúcar. Cansado, levanté la cesta y me dirigí a la casa, no sentía frío, me parecía a Theodor Körner y hubiese podido permanecer una hora más en la nieve. Me fui porque tenía que ir a alguna parte. Se tiene que poder ir a alguna parte, se tiene que poder. No se puede quedar uno quieto y dejarse helar.
A alguna parte se tiene que poder ir, aunque esté uno herido, en una tierra extranjera, negra, muy oscura…
-¿Por qué? -pregunté.
-Porque está prohibido.
-¿Por qué está prohibido?
-Porque está prohibido, tú, está prohibido que los pacientes salgan.
-Pero yo -dije con orgullo- soy un herido.
El centinela me contempló despreciativo:
-Seguro que es la primera vez que te hieren, si no ya sabrías que los heridos también son pacientes, y ahora vete ya.
Pero yo no podía comprenderlo:
-Entiéndeme -le dije-, solo quiero comprarle pasteles a la niña esa…
Señalé hacia fuera, donde una pequeña y preciosa niña rusa estaba en medio de la nevada y vendía pasteles.
-¡Que te metas adentro!
La nieve caía silenciosa en los enormes charcos del oscuro patio de la escuela, la niña seguía allí, paciente, y repetía en voz baja: “Pahteleh… pahteleh…”.
-Oye tú -le dije al centinela-, se me hace agua la boca, deja pues que entre la niña.
-Está prohibido que entren civiles.
-Pero oye -le dije-, un niño no es más que un niño.
Me volvió a mirar despreciativo:
-O sea, que los niños no son población civil…
Era para desesperarse. La oscura calle vacía estaba envuelta por la nevasca y la niña seguía allí completamente sola y repitiendo: “Pahteleh…”, aunque no pasaba nadie.
Intenté salir sin más pero el centinela me agarró por la manga y se puso furioso:
-Oye tú -gritó-, lárgate o llamo al sargento.
-Eres un estúpido -le dije encolerizado.
-Sí -dijo el centinela, satisfecho-, cuando alguien sigue respetando las ordenanzas, para vosotros es un estúpido.
Me quedé todavía medio minuto en medio de la nevada y vi cómo los copos blancos se volvían lodo: todo el patio de la escuela estaba lleno de charcos, y en medio de ellos se veían pequeñas islas blancas como azúcar en polvo. De repente vi que la preciosa niña me hacía una seña con los ojos y aparentemente indiferente se iba calle abajo. La seguí por la parte interior del muro.
“Maldita sea”, pensaba, “¿seré verdaderamente un paciente?”. Y entonces vi que había un pequeño agujero en el muro, al lado del urinario, y delante del boquete estaba la niña con los pasteles. El centinela no nos podía ver aquí.
“El Führer bendiga tu respeto a las ordenanzas”, pensé.
Los pasteles tenían un aspecto magnífico: los había de castaña y de crema de mantequilla, roscas de levadura y nuégados en los que brillaba el aceite.
-¿Cuánto cuestan? -le pregunté a la niña.
Sonrió, me presentó la cesta y me dijo con su vocecita fina:
-Trehmarcohcinquentacá’uno.
-¿Todos?
-Sí.
La nieve caía sobre su delicado pelo rubio y lo espolvoreaba con un fugaz polen plateado, su sonrisa era sencillamente encantadora. La oscura calle detrás suya estaba completamente vacía y el mundo parecía muerto…
Tomé una rosca de levadura y la probé. Sabía riquísima, estaba rellena de mazapán. “Ajá”, pensé, “por eso son tan caras como los demás”.
La niña sonrió:
-¿Bueno? -preguntó-, ¿bueno?
Asentí. El frío no me importaba. Tenía la cabeza reciamente vendada y me parecía a Theodor Körner. Probé además un pastel de crema de mantequilla dejando que aquella materia deliciosa se derritiese despacio en mi boca. Y una vez más se me hizo agua la boca…
-Ven -le dije en voz baja-, me los quedo todos, ¿cuántos tienes?
La niña empezó a contarlos cuidadosamente con un dedo pequeño, delicado y un poquito sucio, mientras yo devoraba un nuégado. Todo estaba muy silencioso y casi me parecía como si en el aire se meciesen suavemente los copos de nieve. La niña contaba despacio, se equivocó un par de veces, y yo seguía allí de pie, completamente tranquilo, y me comí dos pasteles más. Luego alzó de repente sus ojos hacia mí, tan terriblemente verticales que sus pupilas estaban por completo arriba y el blanco de sus ojos era azulenco como leche desnatada. Gorjeó alguna cosa en ruso, pero me encogí de hombros sonriendo y entonces se agachó y con su dedito sucio escribió un 45 en la nieve. Añadí los cinco que ya me había comido y le dije:
-Dame también la cesta, ¿sí?
Asintió y me pasó la cesta con mucho cuidado a través del boquete; yo le pasé dos billetes de cien marcos. Dinero teníamos de sobra, por un abrigo pagaban los rusos setecientos marcos y en tres meses no habíamos visto sino lodo y sangre, un par de putas y dinero…
-Ven mañana otra vez, ¿sí? -le dije en voz baja, pero ya no me oía, se había escabullido muy ágil y cuando metí tristemente mi cabeza por el boquete ya había desaparecido y sólo veía la silenciosa calle rusa, melancólica y completamente vacía: las casas de tejados planos parecían irse cubriendo poco a poco con la nieve. Mucho tiempo estuve así, como un animal que mira con ojos tristes desde detrás de la cerca, hasta que me di cuenta de que mi cuello comenzaba a agarrotarse y metí de nuevo la cabeza en el redil.
Y recién entonces olí que en ese rincón hedía espantosamente, a urinario, y los lindísimos pastelillos estaban todos cubiertos por la nieve como con una tierna capa de azúcar. Cansado, levanté la cesta y me dirigí a la casa, no sentía frío, me parecía a Theodor Körner y hubiese podido permanecer una hora más en la nieve. Me fui porque tenía que ir a alguna parte. Se tiene que poder ir a alguna parte, se tiene que poder. No se puede quedar uno quieto y dejarse helar.
A alguna parte se tiene que poder ir, aunque esté uno herido, en una tierra extranjera, negra, muy oscura…
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Re: NO A LA GUERRA 3
NO A LA GUERRA
1828. REFUGIADOS Autor: ADAM ZAGAJEWSKI. Expone: PEDRO CASAS
REFUGIADOS
Encorvados por una carga
que a veces es visible, otras no,
avanzan por el barro, o arena del desierto,
inclinados, hambrientos,
hombres taciturnos con gruesos caftanes,
vestidos para las cuatro estaciones,
ancianas con caras llenas de arrugas
llevando algo, que puede ser un bebé, una lámpara
(familiar), o quizá la última hogaza.
Esto puede ser Bosnia, hoy,
Polonia en septiembre del 39, Francia
(ocho meses después), Turingia en el 45,
Somalia, Afganistán, Egipto.
Siempre hay un carro, o como mínimo un carretón
repleto de tesoros (colchas, tazas de plata,
y el aroma de casa que se evapora rápidamente),
un coche sin gasolina, abandonado en la cuneta,
un caballo (será traicionado), nieve, mucha nieve,
demasiada nieve, demasiado sol, demasiada lluvia,
y esta inclinación tan característica,
como hacia otro planeta mejor, un planeta
que tiene generales con menos ambición,
menos cañones,menos nieve, menos viento,
menos Historia (este planeta, por desgracia,
no existe, sólo existe la inclinación).
Arrastrando las piernas
van despacio, muy despacio
al país de Ningún Sitio,
a la ciudad Nadie
en la orilla del río Nunca.
ADAM ZAGAJEWSKI
https://www.airesdelibertad.com/t43898-adam-zagajewski-1945-2021#1036804
1828. REFUGIADOS Autor: ADAM ZAGAJEWSKI. Expone: PEDRO CASAS
REFUGIADOS
Encorvados por una carga
que a veces es visible, otras no,
avanzan por el barro, o arena del desierto,
inclinados, hambrientos,
hombres taciturnos con gruesos caftanes,
vestidos para las cuatro estaciones,
ancianas con caras llenas de arrugas
llevando algo, que puede ser un bebé, una lámpara
(familiar), o quizá la última hogaza.
Esto puede ser Bosnia, hoy,
Polonia en septiembre del 39, Francia
(ocho meses después), Turingia en el 45,
Somalia, Afganistán, Egipto.
Siempre hay un carro, o como mínimo un carretón
repleto de tesoros (colchas, tazas de plata,
y el aroma de casa que se evapora rápidamente),
un coche sin gasolina, abandonado en la cuneta,
un caballo (será traicionado), nieve, mucha nieve,
demasiada nieve, demasiado sol, demasiada lluvia,
y esta inclinación tan característica,
como hacia otro planeta mejor, un planeta
que tiene generales con menos ambición,
menos cañones,menos nieve, menos viento,
menos Historia (este planeta, por desgracia,
no existe, sólo existe la inclinación).
Arrastrando las piernas
van despacio, muy despacio
al país de Ningún Sitio,
a la ciudad Nadie
en la orilla del río Nunca.
ADAM ZAGAJEWSKI
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- Mensaje n°169
Re: NO A LA GUERRA 3
¡NO A LA GUERRA!
1829. CANCIÓN A UNA DAMA EN LASOMBRA. Autor: PAUL CELÁN. Expone P.L.
Canción a una dama en la sombra
Cuando la Taciturna llegue y decapite los tulipanes,
¿Quién saldrá ganando?
¿Quién saldrá perdiendo?
¿Quién se asomará a la ventana?
¿Quién pronunciará primero su nombre?
Alguien que es portador de mis cabellos.
Los lleva como se lleva a los muertos en las manos.
Los lleva como llevó el cielo mis cabellos aquel año en que amé.
Los lleva así por vanidad.
Ese saldrá ganando.
No saldrá perdiendo.
No se asomará a la ventana.
No pronunciará su nombre.
Es alguien que está en posesión de mis ojos.
Los tiene desde que se cierran los portones.
Los lleva en los dedos, como anillos.
Los lleva como añicos de fruición y zafiro:
era ya mi hermano en otoño;
y ya cuenta los días y las noches.
Ese saldrá ganando.
No saldrá perdiendo.
No se asomará a la ventana.
Pronunciará su nombre el último.
Es alguien que tiene lo que dije.
Lo lleva bajo el brazo, como un bulto.
Lo lleva como el reloj su peor hora.
Lo lleva de umbral en umbral, mas no lo arroja.
Ese no saldrá ganando.
Saldrá perdiendo.
Se asomará a la ventana.
Pronunciará su nombre el primero.
Será decapitado con los tulipanes.
Traducción de Felipe Boso
1829. CANCIÓN A UNA DAMA EN LASOMBRA. Autor: PAUL CELÁN. Expone P.L.
Canción a una dama en la sombra
Cuando la Taciturna llegue y decapite los tulipanes,
¿Quién saldrá ganando?
¿Quién saldrá perdiendo?
¿Quién se asomará a la ventana?
¿Quién pronunciará primero su nombre?
Alguien que es portador de mis cabellos.
Los lleva como se lleva a los muertos en las manos.
Los lleva como llevó el cielo mis cabellos aquel año en que amé.
Los lleva así por vanidad.
Ese saldrá ganando.
No saldrá perdiendo.
No se asomará a la ventana.
No pronunciará su nombre.
Es alguien que está en posesión de mis ojos.
Los tiene desde que se cierran los portones.
Los lleva en los dedos, como anillos.
Los lleva como añicos de fruición y zafiro:
era ya mi hermano en otoño;
y ya cuenta los días y las noches.
Ese saldrá ganando.
No saldrá perdiendo.
No se asomará a la ventana.
Pronunciará su nombre el último.
Es alguien que tiene lo que dije.
Lo lleva bajo el brazo, como un bulto.
Lo lleva como el reloj su peor hora.
Lo lleva de umbral en umbral, mas no lo arroja.
Ese no saldrá ganando.
Saldrá perdiendo.
Se asomará a la ventana.
Pronunciará su nombre el primero.
Será decapitado con los tulipanes.
Traducción de Felipe Boso
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Re: NO A LA GUERRA 3
NO A LA GUERRA
1830. CALLE JÓZEFA EN INVIERNO Autor: ADAM ZAGAJEWSKI. Expone: PEDRO CASAS
CALLE JÓZEFA EN INVIERNO
(Para Joachim Russek)
En invierno la calle Józefa es oscura,
algunos peregrinos se abren paso por la mojada nieve
y no saben adónde van, hacia qué estrella,
y tal vez se detienen
como un jardinero que se apoya
en el mango de una pala, se queda pensativo
y no se da cuenta de que de repente
ha estallado la guerra
o que ha florecido una hortensia.
ADAM ZAGAJEWSKI
https://www.airesdelibertad.com/t43898-adam-zagajewski-1945-2021#1036804
1830. CALLE JÓZEFA EN INVIERNO Autor: ADAM ZAGAJEWSKI. Expone: PEDRO CASAS
CALLE JÓZEFA EN INVIERNO
(Para Joachim Russek)
En invierno la calle Józefa es oscura,
algunos peregrinos se abren paso por la mojada nieve
y no saben adónde van, hacia qué estrella,
y tal vez se detienen
como un jardinero que se apoya
en el mango de una pala, se queda pensativo
y no se da cuenta de que de repente
ha estallado la guerra
o que ha florecido una hortensia.
ADAM ZAGAJEWSKI
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- Mensaje n°171
Re: NO A LA GUERRA 3
¡NO A LA GUERRA!
1831. CORRÍA EL AÑO 1917... Autor: JORGE BOCCANERA (Argentina) Expone: P.L.
pasar y dice: como si la victoria y la derrota
comieran de su plato y dice: como un hueso
escarbando en el habla de nadie ¿y tanto así?
pasa un zumbido un triste alguna capa un capellán
un globo sin su niño un ala que sacude las tardes
son iguales aquí pasa Vallejo navegando en el
polvo de las demoliciones
como si la victoria -se lo dije- como si la
derrota -¿no le digo?- comieran de su plato y
él escupiera el plato porque un dedo de sangre
va abriéndole los ojos porque hay un aguacero
que se lo lleva todo
pasa el maestro de escuelas por las calles vacias
una mano cortada lo lleva de la mano.
1831. CORRÍA EL AÑO 1917... Autor: JORGE BOCCANERA (Argentina) Expone: P.L.
Mago cetrino, casi hierático, me pareció
un árbol deshojado. Su traje era oscuro
como su piel oscura.
(Ciro Alegría)
un santiago de chuco de labios apretados lo vepasar y dice: como si la victoria y la derrota
comieran de su plato y dice: como un hueso
escarbando en el habla de nadie ¿y tanto así?
pasa un zumbido un triste alguna capa un capellán
un globo sin su niño un ala que sacude las tardes
son iguales aquí pasa Vallejo navegando en el
polvo de las demoliciones
como si la victoria -se lo dije- como si la
derrota -¿no le digo?- comieran de su plato y
él escupiera el plato porque un dedo de sangre
va abriéndole los ojos porque hay un aguacero
que se lo lleva todo
pasa el maestro de escuelas por las calles vacias
una mano cortada lo lleva de la mano.
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Re: NO A LA GUERRA 3
NO A LA GUERRA
1832. VERANO DEL 95 Autor: ADAM ZAGAJEWSKI. Expone: PEDRO CASAS
VERANO DEL 95
Fue aquel verano en el Mediterráneo, ¿lo recuerdas?,
cerca de Toulon, un verano seco, fascinado de sí mismo,
que hablaba en un dialecto difícil de captar,
y sólo entendíamos retazos de palabras saladas,
un verano de una luz sesgada de la tarde, de pálidas
manchas nocturnas de las estrellas, cuando amainaba
el bullicio de innumerables conversaciones insignificantes
y el silencio esperaba a que se oyera un pájaro soñoliento,
un verano en la explosión diaria del mediodía, cuando incluso
las cigarras desfallecían, un verano cuando el agua azul
se abría hospitalaria, tan hospitalaria que olvidamos
por completo las ánforas que descansaban
en el fondo del mar hacía miles de años, en la oscuridad,
en soledad; fue aquel verano, ¿lo recuerdas?
cuando reían las hojas siempre verdes del ligustro,
fue en julio cuando nos hicimos amigos
de aquel gato negro tan joven,
que nos pareció tan inteligente,
fue el mismo verano cuando en Srebrenica
mataban a hombres y a muchachos;
y allí se sucedían innumerables disparos secos
y seguramente también un calor sofocante y polvo,
y las cigarras estaban muertas de miedo.
ADAM ZAGAJEWSKI
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1832. VERANO DEL 95 Autor: ADAM ZAGAJEWSKI. Expone: PEDRO CASAS
VERANO DEL 95
Fue aquel verano en el Mediterráneo, ¿lo recuerdas?,
cerca de Toulon, un verano seco, fascinado de sí mismo,
que hablaba en un dialecto difícil de captar,
y sólo entendíamos retazos de palabras saladas,
un verano de una luz sesgada de la tarde, de pálidas
manchas nocturnas de las estrellas, cuando amainaba
el bullicio de innumerables conversaciones insignificantes
y el silencio esperaba a que se oyera un pájaro soñoliento,
un verano en la explosión diaria del mediodía, cuando incluso
las cigarras desfallecían, un verano cuando el agua azul
se abría hospitalaria, tan hospitalaria que olvidamos
por completo las ánforas que descansaban
en el fondo del mar hacía miles de años, en la oscuridad,
en soledad; fue aquel verano, ¿lo recuerdas?
cuando reían las hojas siempre verdes del ligustro,
fue en julio cuando nos hicimos amigos
de aquel gato negro tan joven,
que nos pareció tan inteligente,
fue el mismo verano cuando en Srebrenica
mataban a hombres y a muchachos;
y allí se sucedían innumerables disparos secos
y seguramente también un calor sofocante y polvo,
y las cigarras estaban muertas de miedo.
ADAM ZAGAJEWSKI
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- Mensaje n°173
Re: NO A LA GUERRA 3
NO A LA GUERRA
1833. MANDELSTAM EN FEODOSIA Autor: ADAM ZAGAJEWSKI. Expone: PEDRO CASAS
MANDELSTAM EN FEODOSIA
Dejadme libre, no estoy hecho para la cárcel
ÓSIP MANDELSTAM
(en la prisión de Feodosia, en el año 1920)
Mandelstam no se equivocaba, no estaba hecho
para las prisiones, pero las prisiones sí estaban hechas
para él, innumerables prisiones y campos de trabajo
le esperaban pacientes, los trenes de mercancías
y las barracas sucias, las agujas de las vías y
las lúgubres salas de espera le esperaron mucho tiempo
hasta que llegó, le esperaban los chequistas
con cazadoras de cuero y los funcionarios
del partido de sonrosadas caras.
«No veré la fantástica Fedra»,
escribió. El mar negro no lloró
lágrimas negras, los guijarros en la playa
rodaban obedientes, como quería la ola,
las nubes pasaban rápidas sobre la tierra despreocupada.
ADAM ZAGAJEWSKI
https://www.airesdelibertad.com/t43898-adam-zagajewski-1945-2021#1036804
1833. MANDELSTAM EN FEODOSIA Autor: ADAM ZAGAJEWSKI. Expone: PEDRO CASAS
MANDELSTAM EN FEODOSIA
Dejadme libre, no estoy hecho para la cárcel
ÓSIP MANDELSTAM
(en la prisión de Feodosia, en el año 1920)
Mandelstam no se equivocaba, no estaba hecho
para las prisiones, pero las prisiones sí estaban hechas
para él, innumerables prisiones y campos de trabajo
le esperaban pacientes, los trenes de mercancías
y las barracas sucias, las agujas de las vías y
las lúgubres salas de espera le esperaron mucho tiempo
hasta que llegó, le esperaban los chequistas
con cazadoras de cuero y los funcionarios
del partido de sonrosadas caras.
«No veré la fantástica Fedra»,
escribió. El mar negro no lloró
lágrimas negras, los guijarros en la playa
rodaban obedientes, como quería la ola,
las nubes pasaban rápidas sobre la tierra despreocupada.
ADAM ZAGAJEWSKI
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Re: NO A LA GUERRA 3
NO A LA GUERRA
1834. RUTH Autor: ADAM ZAGAJEWSKI. Expojne: PEDRO CASAS
RUTH
A la memoria de Ruth Buczynsa
Pasó la guerra en Ternópil. En las tinieblas y en la penumbra. En el temor.
Tenía miedo de las ratas y de las pesadas botas, de las altas conversaciones, del griterío.
Ahora ha muerto, en la oscuridad, en el silencio blanco de una sala de hospital.
Era judía. A veces no sabía qué significaba aquello.
Una cosa tan sencilla y del todo incomprensible, como el álgebra.
A veces lo intuía. La Gestapo sabía perfectamente qué significaba
ser judío judía. La gran tradición filosófica ayuda,
las definiciones son afiladas como un cuchillo, certeras como una flecha budista.
Era guapa. Debería haber desaparecido entonces, como otros, como otras,
desaparecer sin dejar huella, partir sin elegía, como tantos,
como el aire pero vivió largo tiempo a la luz del día, en el sol,
en el aire cotidiano, en el oxígeno de esa simple Cracovia.
No solía saber qué significaba ser una mujer guapa.
El espejo callaba, no conocía las definiciones filosóficas.
No había olvidado aquellos tiempos, pero casi nunca
hablaba de ellos. Una vez sólo explicó esta historia:
su gata preferida no se quería queda en el gueto, dos veces
por la noche volvió hacia la zona aria. Su gata no sabía
quiénes eran los judíos y qué era la zona aria.
No lo sabía y por eso salía rauda hacia la otra parte como una flecha.
Ruth era abogada y defendía a los demás. Quizá por eso vivió largo años.
Porque los demás son muchos y necesitan ser defendidos.
Nunca van a faltar los inculpadores, pero hay muy pocos defensores.
Era una buena persona. Y tenía alma. Creemos saber
qué significa esto.
ADAM ZAGAJEWSKI
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1834. RUTH Autor: ADAM ZAGAJEWSKI. Expojne: PEDRO CASAS
RUTH
A la memoria de Ruth Buczynsa
Pasó la guerra en Ternópil. En las tinieblas y en la penumbra. En el temor.
Tenía miedo de las ratas y de las pesadas botas, de las altas conversaciones, del griterío.
Ahora ha muerto, en la oscuridad, en el silencio blanco de una sala de hospital.
Era judía. A veces no sabía qué significaba aquello.
Una cosa tan sencilla y del todo incomprensible, como el álgebra.
A veces lo intuía. La Gestapo sabía perfectamente qué significaba
ser judío judía. La gran tradición filosófica ayuda,
las definiciones son afiladas como un cuchillo, certeras como una flecha budista.
Era guapa. Debería haber desaparecido entonces, como otros, como otras,
desaparecer sin dejar huella, partir sin elegía, como tantos,
como el aire pero vivió largo tiempo a la luz del día, en el sol,
en el aire cotidiano, en el oxígeno de esa simple Cracovia.
No solía saber qué significaba ser una mujer guapa.
El espejo callaba, no conocía las definiciones filosóficas.
No había olvidado aquellos tiempos, pero casi nunca
hablaba de ellos. Una vez sólo explicó esta historia:
su gata preferida no se quería queda en el gueto, dos veces
por la noche volvió hacia la zona aria. Su gata no sabía
quiénes eran los judíos y qué era la zona aria.
No lo sabía y por eso salía rauda hacia la otra parte como una flecha.
Ruth era abogada y defendía a los demás. Quizá por eso vivió largo años.
Porque los demás son muchos y necesitan ser defendidos.
Nunca van a faltar los inculpadores, pero hay muy pocos defensores.
Era una buena persona. Y tenía alma. Creemos saber
qué significa esto.
ADAM ZAGAJEWSKI
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- Mensaje n°175
Re: NO A LA GUERRA 3
NO A LA GUERRA
1835. AUTOPISTA Autor: ADAM ZAGAJEWSKI. Expojne: PEDRO CASAS
AUTOPISTA
Tendría unos doce años.
En el desguace debajo del viaducto de la autopista construida
por Hitler buscaba huellas de aquella guerra, huellas
de la edad de hierro, bayonetas y cascos de cualquier
ejército, soñaba con grandes descubrimientos,
igual como otrora Henryk Schliemann
buscando a Héctor y a Aquiles en Asia Menor,
pero nunca encontré ni una bayoneta
ni oro, por doquier sólo había herrumbre,
el odio marrón de la herrumbre; tenía miedo
de que entrara en mi corazón.
ADAM ZAGAJEWSKI
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1835. AUTOPISTA Autor: ADAM ZAGAJEWSKI. Expojne: PEDRO CASAS
AUTOPISTA
Tendría unos doce años.
En el desguace debajo del viaducto de la autopista construida
por Hitler buscaba huellas de aquella guerra, huellas
de la edad de hierro, bayonetas y cascos de cualquier
ejército, soñaba con grandes descubrimientos,
igual como otrora Henryk Schliemann
buscando a Héctor y a Aquiles en Asia Menor,
pero nunca encontré ni una bayoneta
ni oro, por doquier sólo había herrumbre,
el odio marrón de la herrumbre; tenía miedo
de que entrara en mi corazón.
ADAM ZAGAJEWSKI
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- Mensaje n°176
Re: NO A LA GUERRA 3
¡NO A LA GUERRA!
1836. ESPEJITO DE MANO ... Autor: JORGE BOCCANERA (Argentina) Expone: P.L.
[size=16]Mírate bien, hoy eres
una cara de trapo al fondo del aljibe,
un perfil oxidado que ondea bajo el agua.
Te advertí, te lo dije,
el espejo, ese imbécil, compra muebles usados
y trabaja en el rostro con cuchillos sin filo.[/size]
[size=16]Mírate bien, hoy somos
el ladrido del viento, te advertí, te lo dije,
es un sepulturero que cobra como artista.
Seguro ya te olió.
Su corazón helado
vende casas de polvo en los despeñaderos.
Mírate bien, hoy eres
un hospicio, un extraño,
reverso de una imagen que se repite y dice :
uno de los dos está muerto.[/size]
1836. ESPEJITO DE MANO ... Autor: JORGE BOCCANERA (Argentina) Expone: P.L.
[size=16]Mírate bien, hoy eres
una cara de trapo al fondo del aljibe,
un perfil oxidado que ondea bajo el agua.
Te advertí, te lo dije,
el espejo, ese imbécil, compra muebles usados
y trabaja en el rostro con cuchillos sin filo.[/size]
[size=16]Mírate bien, hoy somos
el ladrido del viento, te advertí, te lo dije,
es un sepulturero que cobra como artista.
Seguro ya te olió.
Su corazón helado
vende casas de polvo en los despeñaderos.
Mírate bien, hoy eres
un hospicio, un extraño,
reverso de una imagen que se repite y dice :
uno de los dos está muerto.[/size]
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- Mensaje n°177
Re: NO A LA GUERRA 3
NO A LA GUERRA
1837. LLORAR BAJO UNA PALMERA Autor: PASCUAL LÓPEZ SÁNCHEZ. Expone: PEDRO CASAS
LLORAR BAJO UNA PALMERA
llorar bajo una palmera
que aún existe
con su penacho
abierto al cielo, y verde.
Ya se sabe, tus cuitas
son de amores.
¡Mejor sin nombres!
¿...cuitas?: del alma
susurros...
...de una palmera
que no se pregunta
por sus fracasos...
¿cuánto menos investigará tu llanto,
que se refleja en en río
como un adiós entre meandros...
llorar bajo una palmera
creyendo en la esperanza
de abril... que siempre
se llena de jazmines,
pero rechaza los colores
de la metralla
que invaden el cielo
de Gaza...
abril, palmera, jazmines,
primavera, fuego, llanto...GAZA,
GAZA, GAZA
como si fueran gritos de tierra
y no, humanos quejidos
de niños
sin piernas, sin palmeras y sin patria.
PASCUAL LÓPEZ SÁNCHEZ
(del foro Aires de Libertad)
1837. LLORAR BAJO UNA PALMERA Autor: PASCUAL LÓPEZ SÁNCHEZ. Expone: PEDRO CASAS
LLORAR BAJO UNA PALMERA
llorar bajo una palmera
que aún existe
con su penacho
abierto al cielo, y verde.
Ya se sabe, tus cuitas
son de amores.
¡Mejor sin nombres!
¿...cuitas?: del alma
susurros...
...de una palmera
que no se pregunta
por sus fracasos...
¿cuánto menos investigará tu llanto,
que se refleja en en río
como un adiós entre meandros...
llorar bajo una palmera
creyendo en la esperanza
de abril... que siempre
se llena de jazmines,
pero rechaza los colores
de la metralla
que invaden el cielo
de Gaza...
abril, palmera, jazmines,
primavera, fuego, llanto...GAZA,
GAZA, GAZA
como si fueran gritos de tierra
y no, humanos quejidos
de niños
sin piernas, sin palmeras y sin patria.
PASCUAL LÓPEZ SÁNCHEZ
(del foro Aires de Libertad)
Última edición por Pedro Casas Serra el Mar 20 Feb 2024, 14:56, editado 1 vez
Pascual Lopez Sanchez- Administrador-Moderador
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Localización : Murcia / Muchas veces en Mazarrón/ Algunas en Cieza ( amo la ciudad donde nací; amo su río - Río Segura_ y amo sus montes secos llenos de espartizales)
- Mensaje n°178
Re: NO A LA GUERRA 3
¡NO A LA GUERRA
1838. HUELLAS . Autor: JORGE BOCCANERA, Expone: P.L.
[size=16]En el sueño soy otro que se parece a mí.[/size]
[size=16]En la arena del sueño van las huellas de un tren.
La silueta de un viejo que va borrando huellas
con su plumero negro.
El ruido de tus pasos y los míos anudados a un tango.
Una canción revuelta.
Y el roquerío lejano donde van a morir todas las camas.
Y el anciano en lo suyo.[/size]
[size=16]En el sueño soy otro que se parece a mí.
Este que ves ahora, no se parece a nadie.[/size]
1838. HUELLAS . Autor: JORGE BOCCANERA, Expone: P.L.
[size=16]En el sueño soy otro que se parece a mí.[/size]
[size=16]En la arena del sueño van las huellas de un tren.
La silueta de un viejo que va borrando huellas
con su plumero negro.
El ruido de tus pasos y los míos anudados a un tango.
Una canción revuelta.
Y el roquerío lejano donde van a morir todas las camas.
Y el anciano en lo suyo.[/size]
[size=16]En el sueño soy otro que se parece a mí.
Este que ves ahora, no se parece a nadie.[/size]
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"LOS DEMÁS TAMBIÉN EXISTIMOS"
NETANYAHU ASESINO
ISRAEL: ¡GENOCIDA! LA HISTORIA HABRÁ DE LLEVARLOS ANTE LA CORTE PENAL INTERNACIONAL POR CONTINUADOS CRÍMMENES DE GUERRA
Pedro Casas Serra- Grupo Metáfora
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- Mensaje n°179
Re: NO A LA GUERRA 3
NO A LA GUERRA
1839. EN EL BANCO DEL JARDÍN Autor: INNA LISNYÁNSKAYA. Expone: PEDRO CASAS
EN EL BANCO DEL JARDÍN
En el banco del jardín, entre la violenta maleza
jugamos al burro hasta que llega la noche.
Pasada la edad de los antiguos terratenientes
¿qué más pueden hacer dos viejos ancianos
en los días silvestres, rodeados de malas hierbas?
Nuestros días se han asilvestrado por las vanas preocupaciones:
¿Cómo puedo arreglar el porche y el portal,
llegar a la farmacia, pagar las medicinas?
Si viviéramos en otros tiempos, prepararíamos compota
y adornaríamos el alfeizar de la ventana con geranios rojos.
Al final del día estamos cansados de periódicos y libros,
sobre todo de los periódicos, y de sus estrategias de Márketing.
Entonces jugamos a las cartas. Pero, he aquí, querido, la desgracia:
tú, en el juego, como en la vida, no estás acostumbrado a la derrota,
y yo obro con astucia para perder siempre al burro.
Tú, cuando pierdes, me miras como un tigre herido.
La guerra para los hombres es como un juego de azar
en la arena del tiempo... Gracias a Dios, saliste con vida,
a pesar de haber caído en el sangriento hervidero de Stalingrado.
Pero tú no hagas caso de mis tonterías.
La dama de diamantes sostiene una flor. La de corazones, un corazón.
Yo soy la dama de tréboles, el mejor trofeo que te ha dado el destino.
Me conseguiste con facilidad, también en esto tenías la carta ganadora.
Jugamos cada tarde, pero con la claridad del día,
por las mañanas. nos abandonamos a la merced de las musas tristes.
INNA LISNYÁNSKAYA
https://www.airesdelibertad.com/t48143-inna-lisnyanskaya-1928-2014#1036909
1839. EN EL BANCO DEL JARDÍN Autor: INNA LISNYÁNSKAYA. Expone: PEDRO CASAS
EN EL BANCO DEL JARDÍN
En el banco del jardín, entre la violenta maleza
jugamos al burro hasta que llega la noche.
Pasada la edad de los antiguos terratenientes
¿qué más pueden hacer dos viejos ancianos
en los días silvestres, rodeados de malas hierbas?
Nuestros días se han asilvestrado por las vanas preocupaciones:
¿Cómo puedo arreglar el porche y el portal,
llegar a la farmacia, pagar las medicinas?
Si viviéramos en otros tiempos, prepararíamos compota
y adornaríamos el alfeizar de la ventana con geranios rojos.
Al final del día estamos cansados de periódicos y libros,
sobre todo de los periódicos, y de sus estrategias de Márketing.
Entonces jugamos a las cartas. Pero, he aquí, querido, la desgracia:
tú, en el juego, como en la vida, no estás acostumbrado a la derrota,
y yo obro con astucia para perder siempre al burro.
Tú, cuando pierdes, me miras como un tigre herido.
La guerra para los hombres es como un juego de azar
en la arena del tiempo... Gracias a Dios, saliste con vida,
a pesar de haber caído en el sangriento hervidero de Stalingrado.
Pero tú no hagas caso de mis tonterías.
La dama de diamantes sostiene una flor. La de corazones, un corazón.
Yo soy la dama de tréboles, el mejor trofeo que te ha dado el destino.
Me conseguiste con facilidad, también en esto tenías la carta ganadora.
Jugamos cada tarde, pero con la claridad del día,
por las mañanas. nos abandonamos a la merced de las musas tristes.
INNA LISNYÁNSKAYA
https://www.airesdelibertad.com/t48143-inna-lisnyanskaya-1928-2014#1036909
Pascual Lopez Sanchez- Administrador-Moderador
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Localización : Murcia / Muchas veces en Mazarrón/ Algunas en Cieza ( amo la ciudad donde nací; amo su río - Río Segura_ y amo sus montes secos llenos de espartizales)
- Mensaje n°180
Re: NO A LA GUERRA 3
¡NO A LA GUERRA
1840. LUGAR . Autor: JORGE BOCCANERA, Expone: P.L.
[size=16]Lugar, es el nombre del animal más grande de la tierra.
Hay quienes aprovechan su sombra y no saben que existe.
O beben su saliva y lo confunden con un río.
O duermen en los huecos que dejan sus pezuñas en la tierra
y piensan que la tierra es así.
Los exiliados cargan sus pedazos de tiempo.
Otros clavan zapatos en el barro.[/size]
[size=16]Hay ciegos que cambiaron la vista de la certidumbre.
Algún dios carpintero que fabricaba muebles repite
la sentencia :
"Un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar".
Pero los desaparecidos ¿ dónde están ?
Si el nombre que los nombra parece un chupadero.
Todo es ajeno aquí
Somos los extranjeros de un lugar que era nuestro.[/size]
[size=16]El deseo escribe en un libro sin hojas.
Alguien se prende fuego envuelto en un secreto.
Hay quienes buscan que el amor les corrija la rabia.
Otros rezan, divisan un lugar después de este lugar.
Está el que desespera :
si ese animal ocupa tanto espacio, ¿por qué no puedo verlo?
Unos pocos eligen atravesar un sueño para llegar a un sueño.[/size]
[size=16]¡Ah, si el silencio dijera sus lugares!
Ahora, cada baldosa es un campo de caza.
En días por venir, alguien
escarbará en las preguntas hasta desenterrar un fémur,
algún diente de lo que fue un lugar.
Pero no en esta casa con un piso de viento.
Aquí nadie se mueve, ha llegado el gran día.
Reparten un desierto entre todos los hombres.[/size]
1840. LUGAR . Autor: JORGE BOCCANERA, Expone: P.L.
[size=16]Lugar, es el nombre del animal más grande de la tierra.
Hay quienes aprovechan su sombra y no saben que existe.
O beben su saliva y lo confunden con un río.
O duermen en los huecos que dejan sus pezuñas en la tierra
y piensan que la tierra es así.
Los exiliados cargan sus pedazos de tiempo.
Otros clavan zapatos en el barro.[/size]
[size=16]Hay ciegos que cambiaron la vista de la certidumbre.
Algún dios carpintero que fabricaba muebles repite
la sentencia :
"Un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar".
Pero los desaparecidos ¿ dónde están ?
Si el nombre que los nombra parece un chupadero.
Todo es ajeno aquí
Somos los extranjeros de un lugar que era nuestro.[/size]
[size=16]El deseo escribe en un libro sin hojas.
Alguien se prende fuego envuelto en un secreto.
Hay quienes buscan que el amor les corrija la rabia.
Otros rezan, divisan un lugar después de este lugar.
Está el que desespera :
si ese animal ocupa tanto espacio, ¿por qué no puedo verlo?
Unos pocos eligen atravesar un sueño para llegar a un sueño.[/size]
[size=16]¡Ah, si el silencio dijera sus lugares!
Ahora, cada baldosa es un campo de caza.
En días por venir, alguien
escarbará en las preguntas hasta desenterrar un fémur,
algún diente de lo que fue un lugar.
Pero no en esta casa con un piso de viento.
Aquí nadie se mueve, ha llegado el gran día.
Reparten un desierto entre todos los hombres.[/size]
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