XI. SONETOS POETAS ESPAÑOLES SIGLO XX (VI)

A MI PEQUEÑO RIO

Hay un pequeño río: Matarraña
tiene por nombre, mi río añorado.
Es el quien fértil ribera baña
de ese Beceite, mi pueblo adorado.

¡Ay de aquél que su dulce piel araña
con las zarpas de un gato enfurruñado,
no se librará en vida de la saña
que sentirá este pueblo al fin juntado!

Si mi instintivo instinto no me engaña
creo que a muerte ha sido sentenciado
por unos inconscientes, un puñado

de pezotes que creen que la araña
no muere sin la tela que con maña
teje para lograr algún bocado.

Me gusta como lo dice el poeta.
Gracias, Pascual.

Gracias aa ti, Lluvia.

Besos.

SONETOS DEL SIGLO XX.

GUIMERA, RAMÓN.

19. EL CRUCERO

III

Los días transcurrían lentamente;
lentos eran también los marineros,
borrachos, insolentes, negligentes,
dejados de la mano del dios Eros.

Mi ropa, bajo el sol incandescente
y a merced de chubascos y aguaceros
se había estropeado totalmente;
parecía yo un pobre pordiosero.

Rayos, truenos, ventiscas me azotaban,
labrando mi albo rostro con regueros
que con agua yodada se curaban.

Aun siendo todavía ocho sin cero
la renuncia llorada atrás quedaba,
olvidaba el amor perecedero.

SONETOS DEL SIGLO XX.

GUIMERA, RAMÓN.

19. EL CRUCERO

IV

Neptuno de su cueva salió un día
mostrando su tridente amenazante,
y con gesto altanero y arrogante
me miró con la luz de las arpías.

Por seca ni una lágrima caía,
temerosa del viento de levante;
mi sed se había vuelto ya acuciante,
ni un dedal de agua dulce se veía.

Morir era seguro mi destino
entre las bravas olas azuzadas
por las fuertes galernas de alta mar.

Al fin enmendaría el desatino
de fundirme en la hiel azucarada
y caerme de bruces a la mar.

SONETOS DEL SIGLO XX.

GUIMERA, RAMÓN.

19. EL CRUCERO

V

Sumiso me entregué a las destemplanzas
del tiempo, que mostraba su albedrío
alternando el bochorno con el frío,
llenando y vaciando nuestras panzas.

Muriendo me deshice en alabanzas
al griego Poseidón: ¡En ti confío,
tú que eres grande, mar, tan ancho río,
más poderoso aún que agudas lanzas!

Estaba ya dispuesto a abandonar
mi cuerpo maloliente a cualquier suerte,
fuere la salvación, o bien la muerte,

cunado oí que un grumete a voces daba
una buena noticia: se avistaba
un islote de forma circular.

SONETOS DEL SIGLO XX.

GUIMERA, RAMÓN.

19. EL CRUCERO

VI.

Nuestros carrillos rojos se tornaron
y el silencio volcó en gran griterío,
era común la euforia en el navío;
mis ojos su reflejo recobraron.

las temibles sospechan ya pasaron,
volvía a restaurarse nuestro brío;
di gracias al Señor, ¡Gracias Dios mío!
pues sus arduos designios se alteraron.

La gran necesidad iba apremiando,
nos era urgente de agua atiborrarnos
y un poco de comida la fin probar.

Al tiempo que atracamos, al lugar
como el Papa besamos, y alabando
al dulce ron grite yo ¡A emborracharnos!

SONETOS DEL SIGLO XX.

GUIMERA, RAMÓN.

19. EL CRUCERO

VII.

Mas ay, cuán infelices, que anhelando
saciar nuestro apetito en sus torrentes
no pensamos que hubiese allí esperando
tan sólo un arenal blanco y ardiente.

El sol su inmensa luz iba plasmando
en la arena lechosa y refulgente.
Tan nívea era la playa como un diente
marmóreo de un mamut, exagerando.

Allá a lo lejos algo se veía
y hacia allí emprendimos nuestra marcha,
en busca para el buche de un bocado.

la playa del color de ardiente escarcha
se hacía larga y larga todavía,
demasiado para un cuerpo extenuado.

Un crucero intenso, que sigo con interés, eso sí, cuando el tiempo me lo permite.
Besos y gracias, como siempre.

GRACIAS, LLUVIA. BESOS.

SONETOS DEL SIGLO XX.

GUIMERA, RAMÓN.

19. EL CRUCERO

VIII.

Sobre la arena andar era lo mismo
que descalzo marchar sobre la suave
textura de los cardos, o al bautismo
renunciar en el lecho enfermo grave.

Por ese cardonal de polvo fino
arrastramos los pies, de cardenales
repletos y escocidos por el vino
que cura las heridas, aun mortales.

Recorrer el calvario sin cotejo
era como abrazar a un ortigal;
tan sólo la esperanza nos aupaba.

La fe desespinaba ese zarzal,
y aunque algunos su vida abandonaban
otros vieron salvado su pellejo.

SONETOS DEL SIGLO XX.

GUIMERA, RAMÓN.

19. EL CRUCERO

IX

Ya muy cerca se oía una corriente
cayendo como un témpano de lava;
tan cerca de mi boca se mostraba
que el frescor ya sentía entre mis dientes.

Mis fuerzas regresaron de repente,
y el fuerte resplandor que se observaba
mis piernas consumidas animaba,
como alientan los besos al doliente.

Pero si bella era la cascada
por su espléndida cola de caballo
no acierto a descubrir su colorido.

Como en plomo la mar entremezclada
era el bello color, tan parecido
a un campo que florece en pleno Mayo.

SONETOS DEL SIGLO XX.

GUIMERA, RAMÓN.

19. EL CRUCERO

X

¿De dónde procedía esa belleza?
Me preguntaba al tiempo que lavaba
mi sucia piel, (también me refrescaba
sumergiendo en el agua mi cabeza).

¿De dónde provenía esa pureza
si ni un asola cumbre se elevaba?
Ese misterio el seso me estrujaba,
en mi vida vi nunca tal rareza.

El enigma se vio después ampliado
por un descubrimiento alucinante
que el vigía indicaba con el dedo.

¿Qué era ese objeto extraño y atezado
como el fruto en Agosto del viñedo?
¿Qué era aquello tan negro e intrigante

SONETOS DEL SIGLO XX.

GUIMERA, RAMÓN.

19. EL CRUCERO

XI

Al mis ojos fijar, (sólo el recodo),
en la bruñida forma, como veta,
mi vista se nubló, del mismo modo
en que ocurre al fisgar en una grieta.

Olvidado el afán por la comida
busqué para alcanzar la incierta meta
la corteza de un haya derruida
por el viento, que vira la veleta.

Fuera de mis cabales, yo remando
me adentraba hacia el centro, hechizado,
guiado por las fuerzas de las parcas.

Y así crucé el estanque, navegando
sobre la piel sedosa de esa charca,
llegando hasta el lugar antes citado

SONETOS DEL SIGLO XX.

GUIMERA, RAMÓN.

19. EL CRUCERO

XII

Una fuerza con forma de espiral
me arrastró al epicentro en un momento,
y no pude esquivarla, ni luchar,
pues me vi desprovisto de mi aliento.

¿Cómo puedo esta historia relatar
si soy ya del lejano firmamento
un lucero que vaga sin cesar
a merced de la ley espacio-tiempo?

Todo es sueño, y sueño es realidad,
no existe la mentira y la verdad
también es ilusión de nuestra mente.

Te contaré que vi mientras subía
al reino del Señor omnipotente,
lee con atención, esto sentía:

Una fuerza con forma de espiral
me arrastró al epicentro en un momento,
y no pude esquivarla, ni luchar,
pues me vi desprovisto de mi aliento.

¿Cómo puedo esta historia relatar
si soy ya del lejano firmamento
un lucero que vaga sin cesar
a merced de la ley espacio-tiempo?

Magistral!!!!!!!!!!!!! Gracias por presentarme a un autor que no conocía.

Besosssssssss siempre

Gracias, Cecilia por estar siempre al tanto. Creo que voy a terminar y paso el testigo a Lluvia.

Besos.

SONETOS DEL SIGLO XX.

GUIMERA, RAMÓN.

19. EL CRUCERO

XIII

Una mano de nubes me meció
y en mi pecho sus dedos enredaban;
no vi más, pues los ojos me tapó
con una venda el ser que me acunaba.

El rápido proceso no dolió,
no advertí aquel pinchazo que me daba;
todavía no sélo que pasó,
sólo tengo una fecha bien grabada:

Dieciocho de Abril, ¡Ay, no, de Marzo!
es el día del sueño y de la mano
que la flecha dorada me clavó.

Mi corazón de débil, frágil cuarzo,
noté que se llenaba de un arcano
sentimiento que el mozo me ofreció.

SONETOS DEL SIGLO XX.

GUIMERA, RAMÓN.

19. EL CRUCERO

XIV

Y ya para acabar, mientras volaba
asido de la mano del mancebo,
un gran misterio al fin averiguaba,
y a ti ahora contar yo te lo debo:

La isla de la que antes yo te hablaba,
(de forma circular, casi de huevo)
desde las latas tierras del efebo
una parte de ti representaba.

Era la arena la blanca membrana
que rodea a tu iris: la laguna,
y tu negra pupila el remolino.

No sé si soy tu príncipe o tu rana
pero agradeceré siempre a tu Fortuna
que te hubieses colado en mi destino.

SONETOS DEL SIGLO XX.

GUIMERA, RAMÓN.

20. CON EL ENCINTO SEIS Y CON EL CUATRO

Con el encinto seis y con el “cuato”
(sentado en una silla que está coja)
puedo hacer, pues soy niño, un retrato
si le añado detrás media “toronja”

A la cara que forma el garabato
unos dientes le pinto yo, la roja
boca, y el pelo, negro como el hato
que la cintura ciñe de una monja.

Un ojo le dibujo a este careto
para que vea cómo le he dejado,
y orejas para oír mis necedades.

Acabar lo empezado es un gran reto
cuando las ganas te han abandonado:
las ansias de las tiernas mocedades.

SONETOS DEL SIGLO XX.

GUIMERA, RAMÓN.

21. CON LOS OJOS DE UN NIÑO

Con los ojos de un niño voy a ver
de nuevo nuestro mundo, pues me canso
de andar de aquí hacia allá, sin más descanso
que el segundo que al fin puedo beber.

Una gasa pondré sobre mis ojos
que me filtre la luz contaminada
y sólo deje entrar en mi posada
tonos amarillos, azul y rojo.

Voy a vivir feliz sin preocuparme
de cuanto ocurra fuera, de la muerte…
Me agarraré a tu pecho muy, muy fuerte,

ni la curva guadaña va a soltarme.
Seamos todos niños que al crecer
vamos nuestra inocencia a corromper

SONETOS DEL SIGLO XX.

GUIMERA, RAMÓN.

22. CRISTINA, MI AMOR

Con pasión te dedico mi escritura;
recoge las palabras que te entrego,
impregnadas de amor. Con tu hermosura
sería mi ataúd volverme ciego

Tu paciencia me das, que dura y dura,
incansable por bien de este borrego.
No me dejes jamás, que mi amargura
al cielo llegaría, te lo ruego.

Mi nombre esconde amor en su grafía;
indecisa, la ene se me escapa,
apareciendo luego en mi apellido.

Mugiendo en tu gollete yo te haría
ondear como toro ante una capa,
resoplando con suelto y gran bramido.

SONETOS DEL SIGLO XX.

GUIMERA, RAMÓN.

23. CRISTINA VERTICAL

Como una densa nube de neblina
me ciegas los sentidos, aun tan lejos,
y veo tu albo rostro en los espejos
de L’assut, pues tu cara aun me ilumina.

Recuerdos de un amor que se hace viejo
siguen atormentándome a menudo.
Tus ojos me persiguen, tu desnudo
me pone como haría un vino añejo.

Imposible el olvido presuroso,
sólo el tiempo y quizás otros pulidos
torneados me roben este hechizo.

Incluso aunque así sea tus gemidos
no cesarán de hacer de mí un erizo
al poseer tu cuerpo tan hermoso.

CON LOS OJOS DE UN NIÑO

Con los ojos de un niño voy a ver
de nuevo nuestro mundo, pues me canso
de andar de aquí hacia allá, sin más descanso
que el segundo que al fin puedo beber.

Una gasa pondré sobre mis ojos
que me filtre la luz contaminada
y sólo deje entrar en mi posada
tonos amarillos, azul y rojo.

Voy a vivir feliz sin preocuparme
de cuanto ocurra fuera, de la muerte…
Me agarraré a tu pecho muy, muy fuerte,

ni la curva guadaña va a soltarme.
Seamos todos niños que al crecer
vamos nuestra inocencia a corromper

Y así debiéramos hacer, mirar siempre con los ojos de niño, antes de...
Buen soneto y aleccionador de vida.
Gracias, buen día y besos.

Gracias, Lluvia. Creo que nome falta mucho para cederte el testigo.

Veamos.

SONETOS DEL SIGLO XX.

GUIMERA, RAMÓN.

24. DEL AMOR AL ODIO


Si del amor al odio hay sólo un paso
no veas el trompazo que te espera
cuando contra corriente en torrentera
del odio al buen amor de un solo salto.

quieras llegar, sabiendo que se llega
(como llega el rey sol al rojo ocaso)
antes a la mansión que está en lo alto
de la azahara cumbre donde reina

un bendito señor de barba blanca
sentado en una silla de diamantes
que son, como el amor, limpios y puros.

También puedes llegar a los oscuros
dominios del rencor, donde se atranca
la frágil juventud de dos amantes.

SONETOS DEL SIGLO XX.

GUIMERA, RAMÓN.

25. EL 2.000 (SONETOS ENCADENADOS, I )

El dos al marcador ya se ha anotado
y le siguen tres ceros obedientes.
En esta fecha el miedo ha aflorado
entre supersticiosa (y cierta) gente.

El dos mil ya está aquí, ¿y qué ha pasado,
acaso somos más inteligentes?
Un año más en cuenta se ha dejado,
en la barra del tiempo indiferente.

Que siga por su curso nuestra vida
y la salud y amor nos acompañen
por el duro camino que trazamos.

Pues son la nueva era recibida
con ilusión, un bien que precisamos
para que este dos mil no nos engañe

CONT.

SONETOS DEL SIGLO XX.

GUIMERA, RAMÓN.

25. EL 2.000 (SONETOS ENCADENADOS, y II )

CONT.

con su triste presagio enmascarado.
¿Cómo pueden algunos inconscientes
pensar en un final casi inminente?
Aún restan unos años del reinado

del Señor nuestro Dios omnipotente,
que con su fina vara, su cayado,
va marcando el camino con serpientes
que atacan al cordero descarriado.

Dos mil años y muchos más veremos
si cambiamos el mal comportamiento
que a la Naturaleza le mostramos.

Pero si el raudo paso continuamos
como los dinosaurios moriremos,
por falta de calor y de alimento.

SONETOS DEL SIGLO XX.

GUIMERA, RAMÓN.

26. EL GUERRERO EN ESPERA

Parece que detrás de los cristales,
entre la blanca luz veo tu cara.
Ese pulcro rostro todos mis males
cura y mis profundas heridas sana.

Como el guerreo sujeta la espada
para blandirla en mandobles mortales
quisiera yo cogerte a ti, mi amada;
estrujarnos los dos bajo portales.

Veinte minutos pasan, me preocupo,
de la hora en que creo que ya vienes;
mientras te espero en vilo me tienes.

Nunca antes en mi corazón cupo
el cariño y amor que por ti siento.
¡Qué me parta en dos un rayo si miento!

SONETOS DEL SIGLO XX.

GUIMERA, RAMÓN.

27. EL MAR EN TUS OJOS

En tus ojos penetra todo el mar
cuando la luz comienza a retirarse;
cuando el astro empieza a debilitarse
en la orilla, donde llega a expirar

la rezagada ola, que bañarse
quiere. (Neptuno la va a regañar),
allí, en la arena, te quiero amar,
mujer con quien mi destino es casarse..

La sal es la blancura de tu iris
disuelta en un color esperanzado
fundido en un gris y en un suave añil.

La tenue luz del exhausto candil
riela en tu pelo de oro bañado
cuando el sol se entrega al divino Osiris.

SONETOS DEL SIGLO XX.

GUIMERA, RAMÓN.

28. EL PAR

El ocho con el diez forman un par
que a una pareja fuerte vio nacer
y que verá de nuevo renacer
de la ceniza gris del olivar.

Hablando de nacer he de contar
que entre dos ese par se puede hacer
un seis inverso, puede suponer
que será el mes siguiente a disfrutar.

Si le sumo a ese par una unidad
obtengo por la ley tu impar edad
y añadiendo un dial mis veintiuno.

Y si a ese par le resto una docena
tengo los tantos meses que mi nena
ha aguantado mi genio tan perruno.