El Fuego del corazón prendió en el pecho y ardió doliente por el Amado.
Un fuego había en la casa que la morada quemó.
La distancia del Amado hizo arder mi cuerpo.
Separado de su rostro, un fuego mi alma quemó.
Como el cuenco, se rompió de arrepentido mi corazón.
Sin vino ni copa, tal tulipán, mi corazón se quemó.
Mira arder mi corazón, mira el fuego de las lágrimas.
El corazón de la vela, como mariposa, anoche, de compasión se quemó.
Acaba la discusión y vuelve, que mi pupila,
quitándole el manto suyo, dando gracias lo quemó.
Todo el que vio la cadena anudante de tus rizos
se enardeció y, por mi locura, se quemó su corazón.
No es raro que de mí se compadezca el conocido:
cuando me fui de mí mismo, el corazón del extraño se quemó.
El agua de la taberna se llevó mi manto de abstinencia,
el fuego de la taberna mi casa de inteligencia quemó.
Bebe vino, Hafez, y olvida ya la leyenda,
que de noche no dormimos y, por amor a la fábula, la vela se quemó.
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