por helena Vie 22 Mayo 2009, 10:53
Querido Ignacio, cumpliendo tu sugerencia, y porque es importante, voy a dejar una breve reseña biográfica de Gerardo Diego, aludiendo a lo fundamental de su ingente aportación a la Literatura.
Gerardo Diego nació en Santander (1896) Tanto su figura humana como su obra literaria tienen una gran versatilidad; catedrático de Literatura en Institutos de Soria, Gijón, Santander y Madrid, crítico literario, articulista de prensa, pianista, musicólogo, pintor... y cuarenta libros poéticos que le convierten en una de las figuras más relevantes de la poesía de siglo XX.
En el año 1932 apareció su famosa antología Poesía Española, obra de capital importancia en la historia de la poesía española anterior a la Guerra Civil, y en la que se recogen composiciones -y testimonios acerca del concepto de poesía- de los poetas de la Generación del 27, de la que él formaba parte. En 1947 ingresó en la Real Academia Española. Son numerosos los premios que ha recibido; entre ellos, el Nacional de Literatura -en 1925, por Versos Humanos; premio que comparte con Rafael Alberti y su Marinero en tierra-, y el Cervantes -en 1979-. Murió en Madrid, en 1987.
La versatilidad de Diego le ha permitido simultanear la poesía de vanguardia -es el máximo representante español del Creacionismo- y la poesía clásica o tradicional; y en ambas direcciones poéticas se advierte una cualidad constante: el dominio absoluto de la forma, cualquiera que sea el tipo de verso elegido.
Diego se inicia en el mundo de la poesía con tres libros -escritos en 1918- de gran sencillez y grata musicalidad: Iniciales, El Romancero de la novia y Nocturnos de Chopin -libro este último que revela la capacidad del poeta para relacionar música y poesía-. El espíritu vanguardista del poeta está presente en varios libros: Evasión -escrito entre 1918 y 1919, y considerado ultraísta-; Imagen (1922) y Manual de espumas (1924) -adscritos al Creacionismo; libros de poesía originalísima, al margen de toda lógica y de cualquier referencia a la realidad inmediata. A este tipo de poesía alude el poeta cuando afirma: "Creer lo que no vimos dicen que es la Fe; crear lo que nunca veremos, esto es la Poesía."; Fábula de Equis y Zeda -obra escrita entre 1926 y 1929, en pleno fervor gongorino; sucesión de imágenes disparatadas, en sextetos de gran musicalidad-; y Poemas adrede -en donde se hace patente la influencia del surrealismo; intento de aunar la expresión tradicional con la vanguardista-; surrealismo que alcanza también a algunos de los poemas de Ángeles de Compostela (1940).
Dentro de la vertiente tradicional, sus mejores libros son Versos Humanos (1925) y Alondra de verdad (1941); obras que incluyen sonetos de insuperable perfección técnica, como los titulados "El ciprés de Silos", "Giralda", "Insomnio", "Revelación"...
En sus libros posteriores sigue manifestándose la aguda sensibilidad para la belleza y el sentido musical que ha presidido siempre el quehacer poético de Gerardo Diego. Dentro de los libros de "paisajes" destacan -además de Alondra de Verdad y Ángeles de Compostela- Soria (1923), Paisaje con figuras (1956), Mi Santander, mi cuna, mi palabra (1961) y Vuelta del peregrino (1966). La lírica amorosa de Diego se concentra en libros como Amazona (1956), Amor solo (1958), Canciones a Violante (1959) y Sonetos a Violante (1962). La lírica religiosa está recogida en Versos divinos (1971) -obra que incluye el libro juvenil Viacrucis (1931), lleno de esencias populares-. La afición de Diego por la música origina una de sus grandes composiciones: Preludio, aria y coda a Gabriel Fauré (1967), en la que Diego ha sido capaz de transmitir con sus versos la fuerza expresiva de la música. Y de su pasión por los toros dan testimonio los libros La suerte o la muerte (1963) y El cordobés dilucidado (1966).
A continuación, otro de sus sonetos de mi predilección:
REVELACIÓN
Era en Numancia, al tiempo que declina
la tarde del agosto augusto y lento,
Numancia del silencio y de la ruina,
alma de libertad, trono del viento.
La luz se hacía por momentos mina
de transparencia y desvanecimiento,
diafanidad de ausencia vespertina,
esperanza, esperanza del portento.
Súbito ¿dónde? un pájaro sin lira,
sin rama, sin atril, canta, delira,
flota en la cima de su fiebre aguda.
Vivo latir de Dios nos goteaba,
risa y charla de Dios, libre y desnuda.
Y el pájaro, sabiéndolo, cantaba.
Gerardo Diego
Besos
Helena
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