Historia de los luneros
Huesos viejos, ojos de luz gastada. Todo amarillo, se ve. Me veo. Allá
lejos me veo, en los años amarillos del tiempo. Yo fui mujer de
hombre andarín, siempre rodando tierra. Él y yo nos íbamos al
camino, una bolsita a la espalda y a cazar trabajo. A gastar pies, a moler
huesos: clavando alambradas, marcando animales, lo que venga, lo que sea.
Nadie quedaba en el pueblo. Dos, tres, cuando mucho. Y la campana de la
iglesia, muda, muerta de sed. Hasta que una vez, cuando la seca grande...
Lo aburro. La abuela siempre con la misma historia. Venga, vamos a echar
los frijoles al remojo. ¿No puede dormir? Yo nunca duermo. Toda la vida
aprendiendo y todavía no sé. Arrimesé, que la cocina es lo mejor. La abuela
sabe. Para la noche sin sueño, para el día sin alma, lo mejor. Fogón que no
se apaga. Nunca.
Le conté de los luneros? Los que llegaron aquí. Yo no los vi, no. Ellos
no eran de ver, no eran de tocar. Luneras venidos en el tobogán del
cielo. La verdad verdadera, por esta cruz. Al revés, si escucha decir,
no vaya a creer. Aquí, en la ciudad, yo sé que anda el rumor. Que gente
humana ha pisado la luna, andan mintiendo. Una no sabe leer y le abusan la
fe. Pero subir de acá para allá, figúrese, quién va a poder. Ellos, los luneros,
viajaron de allá para acá. Eso sí. Queda en bajada.
Amigos de su abuelo. Muy caballeros conmigo. Y con el abuelo, como oye:
carne y uña. Ellos no conocían a nadie en la ciudad. Nosotros, tampoco.
Nosotros veníamos de la casi luna.
EI desierto. Usted nunca vio. Nada, nadie. Y vino la seca grande. Con
las últimas gotas bañamos la gallina, que eso trae agua, dicen.
Mucho rezo, mucha vela. Nada. Y entonces adiós, nos vamos para
nunca volver, con toda la ropa al hombro. Travesía de la tierra muerta,
peregrinar de retirantes. Lejos, lejos, como nunca. Cruzamos el río Salgado,
sucio, bajito, y más andar andando al más allá, buscando verde, a contrasol
de día, de noche el mapa de estrellas. Y por fin, de noche fue, el relumbre, la
aparición: las vías del tren.
Llegamos a la estación más muertos que vivos.
Echamos las monedas, los billetes arrugados, lo vendido y lo guardado, todo:
dos pasajes hasta donde dé. Y tracatracatraqueteaba el tren, buuúú,
buuuuúúúúú, día y noche, noche y día, nosotros quietos y el mundo viajando,
otro mundo, al galope pasaban los árboles, las casas bonitas, limpitas.
cont
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