No le bastaba con el ímprobo trabajo que le daba la libertad del primo Antonio Baldellou y la mía, que encima se preocupaba de las personas que tenían alguna relación conmigo, como Echarte y los dos citados, entre otros. Luis Estivill Aragonés fue mi asistente cuando estuve en campaña, y su devoción y cariño fue tan patente, que en el frente de batalla recorría los huertos abandonados, por si podía lograr alguna patata olvidada en la profundidad de la tierra para mejorar mi rancho, y cuando por Setcases cruzamos la frontera con Francia, cargó con una colchoneta, almohada y mantas para que yo pudiera estar cómodo en el campo de concentración de Amelie les Bains o en el tren de carga que desde ese punto nos transportó a los dos hasta Irún, como si fuéramos unos bultos más, con paradas interminables en las estaciones, y sin ofrecernos ningún alimento. Yo le decía que se había acabado la dependencia militar y que los dos éramos iguales, y ninguna obligación tenía de rendirme ningún servicio. Pero debo reconocer me hizo un señalado servicio, tanto mayor cuanto al no poder moverme por unas llagas que en los 40 Km. de andadura se me hicieron en los tobillos, cuidaba de recoger y servirme la comida, que de otra forma me hubiera resultado imposible alimentarme. En ese dilatado viaje, me cupo la divina gracia de viajar y dormir bloqueado por dos personas afectas de sarna, sin que me contagiara. Lo penoso del viaje pude superarlo con la lectura de ‘Napoleón’ de Emil Ludwig y ‘Fouché - El genio tenebroso’ de Stefan Swait, dos gruesos tomos que absorbieron toda mi atención, y ello unido a la ilusión que me hacía incorporarme a la España de Franco, donde pensaba que los mortales tenían alas por su bondad infinita, paliaron las calamidades de un viaje tenebroso : por la imposibilidad de movernos del asiento del vagón, el hambre por falta de alimentos, la carencia absoluta de higiene y limpieza, y la duración en varios días del recorrido. Al llegar a Irún, separaron la tropa de los oficiales, por lo que deje de gozar de la compañía y cuidados de Estivill.
A partir de ese momento fue Ernesto Martínez Colomer, Sargento que tuve en la Batería, que vino a remplazar a Estivill en el cuidado de mi persona. Y lo hizo desinteresadamente y tan a conciencia, que más bien parecía una Hermanita de la Caridad asistiendo a su pupilo.
Ernesto Martínez, creó en Valencia una de las más importantes empresas comerciales : Almacenes Moregó y una colonia para sus empleados, por lo que fue premiado por el Estado.
Los dos, Estivill y Martínez, ya han muerto, y como yo confío ir al cielo, no me cabe ninguna duda que allí me están esperando para que pueda repetirles una vez más el gran agradecimiento que para ellos conservo.
--Después de la firma de la carta de 9-4-1939, escribe :
“Hoy te he mandado 6 pasteles y 4 pares de galletas con dulce, para que celebréis la Resurrección Gloriosa del Señor, prenda de nuestra resurrección eterna a un mundo mejor, en que seremos juzgados por lo que escrito esté en nuestra conciencia y corazón, instantáneamente, por el Supremo Juez que, por poseer la justicia absoluta, tendrá misericordia de nuestras flaquezas combatidas. Ese juicio ha de ser nuestro descanso en la tierra, en donde todo pasa, y nuestra esperanza de ver satisfechas todas nuestras ansias de Bondad y Belleza. Y este porvenir de Vida Eterna nos lo alcanzó Jesús con su Pasión y Muerte y nos lo legó su Resurrección. Seamos, pues, buenos cristianos. “
--En la carta de 14-3-1939, escribe toda alarmada :
“... ... ...
“Ahora que lo recuerdo y antes de q. se me olvide, os encargo de una manera especialísima q. por nada del mundo os pongáis junto a las ventana ni delante de ellas, nunca y por ningún motivo. Os lo digo llena de la mayor angustia y sobresalto. Lo mejor de todo es q. si no estáis destinados a salas con ventanas al exterior no entréis en ellas nunca. Estoy horrorizada de pensar q. un simple descuido os puede costar la vida.
“... ... ..
“Hoy me han dicho q. probablemente os trasladarán a la Tabacalera.”
El susto de María obedecía a que se enteró que un jubilado de la guardia civil que vivía al otro lado del patio de los Escolapios, desde cuya casa se veían nuestras ventanas, se dedicaba a jugar al blanco con nuestras cabezas, sobre todo cuando nos hacían formar. De pronto, en la formación, veíamos a una pobre víctima que caía muerta al suelo. También alguno de los casi niños que prestaban el servicio de guardia en derredor de la prisión, en cuanto veían cualquier persona o sombra que se movía cerca de la ventana, solían disparar. En una ocasión vi como la mano de un vasco preso era atravesada limpiamente por una bala.
En cuanto a la Tabacalera, era un penal. De forma que los tres meses que estuve preso en Bilbao, los pasé en el campo de concentración de Deusto, en la prisión de Los Escolapios y en el penal de La Tabacalera, Sala 5ª, Grupo 4º, un mes aproximadamente en cada sitio. A este penal conocido por Larrinaga, según se deduce de las cartas de María fui trasladado el sábado día 15 de abril de 1939.
--En la carta del 21-4-1939, que llena dos hojas por ambas caras, después de unos párrafos explicativos de sus gestiones, en los que se muestra pesimista por la lentitud con que el Juzgado resuelve sobre mi libertad y la de Antonio, escribe :
“En estos pocos días que te faltan procura distraerte cuanto puedas y hazte fuerza por estar alegre. Cuando menos lo pienses quedará decretada tu libertad y yo iré a buscarte a la misma puerta de la Tabacalera. Jamás he esperado a ningún día con el deseo que espero a éste. Creo que será uno de los más alegres de mi vida. Enseguida pondremos una conferencia a casa para que también ellos dejen de sufrir. Ya falta menos para este día tan hermoso. Sobretodo cuídate mucho para que entonces estés fuerte, pues quiero acompañarte por todo Bilbao que es muy hermoso y muy simpático. Dime si necesitas más comida y de que clase, que te la procuraré.”
Después, se preocupa por mi salud ; a continuación me cuenta de Ramón López, compañero de colchoneta en Los Escolapios, que ya en libertad es capitán del barco ‘Capricho’ y que ha ido a verla ; de la señora Moreno, para saber de su esposo que fue Capitán de Artillería y que sujetándole con una cuerda atada a su cintura, le ayudé a descender por la pina pendiente de los Pirineos cuando el éxodo ; de Lara, quién retuvo y me advirtió de la denuncia que cursaron a la Escuela Popular de Guerra mis compañeros de carrera; del médico Cros y de García Santesmases, presos conmigo. Luego recapitula :
“... ... ... Dios quiera que pronto salgáis todos. Tú no dejes ni un sólo día la novena de la confianza en el Sgdo. Corazón. Si tus amigos necesitan alguna cosa de mí que me lo hagan saber con toda confianza, que tendré mucho gusto en servirles.
“El santo Padre Vilariño, murió el domingo día 16. Su muerte, como su vida, fue ejemplar. Se interesó mucho por ti y he sentido machismo que no hayas podido conocerle. Desde el cielo también puede ayudarnos y espero que lo hará. Cuando salgas ya leerás las notas necrológicas que le ha dedicado la prensa.
“El miércoles fui a ver al P. Baró....”
El Padre Miguel Baró lo tuve de profesor de Algebra y Trigonometría en el Colegio del Salvador, y toda mi vida lo he considerado como el mejor maestro que he tenido, pues sin exigirnos estudiar la asignatura fuera de clase, logró con su método especial, de hacer repetir hasta la saciedad las demostraciones, comenzando por los más despabilados de clase para acabar con los más torpes, extraer de las mismas los teoremas, corolarios, definiciones..., que a lo largo de mi existencia he recordado para presumir ante los amigos de mis conocimientos de la ecuación de segundo grado, de los valores y vectores propios de un endomorfísmo con sus polinomios característicos, del potenó analítico del cual me servía durante la guerra para calcular el disparo de los cañones no fuera a parar sobre objetivos vivientes, y tantos otros principios matemáticos, que ahora no vienen al caso. Tengo idea, aunque no puedo asegurarlo, de que el P. Baró era Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, y entró en la Compañía de Jesús siendo ya mayor.
María acaba su más larga carta, con estas recomendaciones :
“Adiós, Angelitín. Sé hombre fuerte, de temple sereno ; no te abata esta contrariedad temporal y que ya toca a su fin. Saca provecho del mal, ofreciéndolo a Dios por el bien de tu alma y el bien de España. Si el Caudillo, tan magnánimo, os tuviese que juzgar, ya estaríais los buenos en la calle ; pero los ejecutores de sus mandatos, debido a la aglomeración de prisioneros, actúan con una lentitud que se nos hace irresistible. Gracias a Dios nos acercamos al fin y pronto te abrazará tu hermana que te quiere remuchísimo - María.”
--En una carta sin fecha, dirigida a los Escolapios, en el ángulo superior izquierdo y en sentido transversal, escribe :
“Te envío cuatro novenas de la confianza al Sgdo. Corazón : Para Antonio, Echarte y para ti. Hacedla cada día que a muchos les ha concedido la gracia de salir pronto.
A partir de ese momento fue Ernesto Martínez Colomer, Sargento que tuve en la Batería, que vino a remplazar a Estivill en el cuidado de mi persona. Y lo hizo desinteresadamente y tan a conciencia, que más bien parecía una Hermanita de la Caridad asistiendo a su pupilo.
Ernesto Martínez, creó en Valencia una de las más importantes empresas comerciales : Almacenes Moregó y una colonia para sus empleados, por lo que fue premiado por el Estado.
Los dos, Estivill y Martínez, ya han muerto, y como yo confío ir al cielo, no me cabe ninguna duda que allí me están esperando para que pueda repetirles una vez más el gran agradecimiento que para ellos conservo.
--Después de la firma de la carta de 9-4-1939, escribe :
“Hoy te he mandado 6 pasteles y 4 pares de galletas con dulce, para que celebréis la Resurrección Gloriosa del Señor, prenda de nuestra resurrección eterna a un mundo mejor, en que seremos juzgados por lo que escrito esté en nuestra conciencia y corazón, instantáneamente, por el Supremo Juez que, por poseer la justicia absoluta, tendrá misericordia de nuestras flaquezas combatidas. Ese juicio ha de ser nuestro descanso en la tierra, en donde todo pasa, y nuestra esperanza de ver satisfechas todas nuestras ansias de Bondad y Belleza. Y este porvenir de Vida Eterna nos lo alcanzó Jesús con su Pasión y Muerte y nos lo legó su Resurrección. Seamos, pues, buenos cristianos. “
--En la carta de 14-3-1939, escribe toda alarmada :
“... ... ...
“Ahora que lo recuerdo y antes de q. se me olvide, os encargo de una manera especialísima q. por nada del mundo os pongáis junto a las ventana ni delante de ellas, nunca y por ningún motivo. Os lo digo llena de la mayor angustia y sobresalto. Lo mejor de todo es q. si no estáis destinados a salas con ventanas al exterior no entréis en ellas nunca. Estoy horrorizada de pensar q. un simple descuido os puede costar la vida.
“... ... ..
“Hoy me han dicho q. probablemente os trasladarán a la Tabacalera.”
El susto de María obedecía a que se enteró que un jubilado de la guardia civil que vivía al otro lado del patio de los Escolapios, desde cuya casa se veían nuestras ventanas, se dedicaba a jugar al blanco con nuestras cabezas, sobre todo cuando nos hacían formar. De pronto, en la formación, veíamos a una pobre víctima que caía muerta al suelo. También alguno de los casi niños que prestaban el servicio de guardia en derredor de la prisión, en cuanto veían cualquier persona o sombra que se movía cerca de la ventana, solían disparar. En una ocasión vi como la mano de un vasco preso era atravesada limpiamente por una bala.
En cuanto a la Tabacalera, era un penal. De forma que los tres meses que estuve preso en Bilbao, los pasé en el campo de concentración de Deusto, en la prisión de Los Escolapios y en el penal de La Tabacalera, Sala 5ª, Grupo 4º, un mes aproximadamente en cada sitio. A este penal conocido por Larrinaga, según se deduce de las cartas de María fui trasladado el sábado día 15 de abril de 1939.
--En la carta del 21-4-1939, que llena dos hojas por ambas caras, después de unos párrafos explicativos de sus gestiones, en los que se muestra pesimista por la lentitud con que el Juzgado resuelve sobre mi libertad y la de Antonio, escribe :
“En estos pocos días que te faltan procura distraerte cuanto puedas y hazte fuerza por estar alegre. Cuando menos lo pienses quedará decretada tu libertad y yo iré a buscarte a la misma puerta de la Tabacalera. Jamás he esperado a ningún día con el deseo que espero a éste. Creo que será uno de los más alegres de mi vida. Enseguida pondremos una conferencia a casa para que también ellos dejen de sufrir. Ya falta menos para este día tan hermoso. Sobretodo cuídate mucho para que entonces estés fuerte, pues quiero acompañarte por todo Bilbao que es muy hermoso y muy simpático. Dime si necesitas más comida y de que clase, que te la procuraré.”
Después, se preocupa por mi salud ; a continuación me cuenta de Ramón López, compañero de colchoneta en Los Escolapios, que ya en libertad es capitán del barco ‘Capricho’ y que ha ido a verla ; de la señora Moreno, para saber de su esposo que fue Capitán de Artillería y que sujetándole con una cuerda atada a su cintura, le ayudé a descender por la pina pendiente de los Pirineos cuando el éxodo ; de Lara, quién retuvo y me advirtió de la denuncia que cursaron a la Escuela Popular de Guerra mis compañeros de carrera; del médico Cros y de García Santesmases, presos conmigo. Luego recapitula :
“... ... ... Dios quiera que pronto salgáis todos. Tú no dejes ni un sólo día la novena de la confianza en el Sgdo. Corazón. Si tus amigos necesitan alguna cosa de mí que me lo hagan saber con toda confianza, que tendré mucho gusto en servirles.
“El santo Padre Vilariño, murió el domingo día 16. Su muerte, como su vida, fue ejemplar. Se interesó mucho por ti y he sentido machismo que no hayas podido conocerle. Desde el cielo también puede ayudarnos y espero que lo hará. Cuando salgas ya leerás las notas necrológicas que le ha dedicado la prensa.
“El miércoles fui a ver al P. Baró....”
El Padre Miguel Baró lo tuve de profesor de Algebra y Trigonometría en el Colegio del Salvador, y toda mi vida lo he considerado como el mejor maestro que he tenido, pues sin exigirnos estudiar la asignatura fuera de clase, logró con su método especial, de hacer repetir hasta la saciedad las demostraciones, comenzando por los más despabilados de clase para acabar con los más torpes, extraer de las mismas los teoremas, corolarios, definiciones..., que a lo largo de mi existencia he recordado para presumir ante los amigos de mis conocimientos de la ecuación de segundo grado, de los valores y vectores propios de un endomorfísmo con sus polinomios característicos, del potenó analítico del cual me servía durante la guerra para calcular el disparo de los cañones no fuera a parar sobre objetivos vivientes, y tantos otros principios matemáticos, que ahora no vienen al caso. Tengo idea, aunque no puedo asegurarlo, de que el P. Baró era Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, y entró en la Compañía de Jesús siendo ya mayor.
María acaba su más larga carta, con estas recomendaciones :
“Adiós, Angelitín. Sé hombre fuerte, de temple sereno ; no te abata esta contrariedad temporal y que ya toca a su fin. Saca provecho del mal, ofreciéndolo a Dios por el bien de tu alma y el bien de España. Si el Caudillo, tan magnánimo, os tuviese que juzgar, ya estaríais los buenos en la calle ; pero los ejecutores de sus mandatos, debido a la aglomeración de prisioneros, actúan con una lentitud que se nos hace irresistible. Gracias a Dios nos acercamos al fin y pronto te abrazará tu hermana que te quiere remuchísimo - María.”
--En una carta sin fecha, dirigida a los Escolapios, en el ángulo superior izquierdo y en sentido transversal, escribe :
“Te envío cuatro novenas de la confianza al Sgdo. Corazón : Para Antonio, Echarte y para ti. Hacedla cada día que a muchos les ha concedido la gracia de salir pronto.
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