Cuqui, ¿cómo te fue, ayer en el baile?
-Bien. Pero, al principio, no fue como tú me decías
-¿Con quién bailaste?
-Primero con Lito. Liso como una plancha. Yo me acerqué lo más que pude.
-¿Y nada?
-¡Nada! Me hacía mover de un lado para otro. Y el bobo no hacía más que mirar a todos lados, buscando el aplauso del público.
- Ya sabes que Lito siempre ha sido un engreído.
-Sí; pero yo no podía negarme porque es amigo de mi hermano.
-Y luego, ¿qué?.
-Vino Pocholo, que sabes me pasa un palmo, y sin pedir mi parecer me cogió de la mano y me llevó al centro de la pista.
-¿Pocholo te sacó a bailar?
-Sí y enseguida anudó sus dos manos detrás de mi cintura obligándome a pegarme contra su cuerpo.
-Con Pocholo, seguro que sentiste lo que te expliqué de los chicos.
-Pero era tan grande y gordo, que casi me asusté. Menos mal que tú ya me lo habías advertido.
-¿Y que sentiste?
-Igualito a lo que tu me dijiste que te pasaba...
-¿No se le ocurriría tocarte un pecho?
-Pues sí lo hizo. Y me dio tanto gusto, qué casi me desmayo.
-¿También restregó el bulto encima de ti?
-¡Y no quieras saber con qué fuerza¡
-Me das envidia.
-Cuando acabó el baile, pasé una vergüenza que no quieras...
-Cuenta, Cuqui, que ocurrió.
-Pocholo se había orinado y tenía toda la delantera del pantalón mojada.
-¡Ay, Cuqui, que tontina eres....!
-Bien. Pero, al principio, no fue como tú me decías
-¿Con quién bailaste?
-Primero con Lito. Liso como una plancha. Yo me acerqué lo más que pude.
-¿Y nada?
-¡Nada! Me hacía mover de un lado para otro. Y el bobo no hacía más que mirar a todos lados, buscando el aplauso del público.
- Ya sabes que Lito siempre ha sido un engreído.
-Sí; pero yo no podía negarme porque es amigo de mi hermano.
-Y luego, ¿qué?.
-Vino Pocholo, que sabes me pasa un palmo, y sin pedir mi parecer me cogió de la mano y me llevó al centro de la pista.
-¿Pocholo te sacó a bailar?
-Sí y enseguida anudó sus dos manos detrás de mi cintura obligándome a pegarme contra su cuerpo.
-Con Pocholo, seguro que sentiste lo que te expliqué de los chicos.
-Pero era tan grande y gordo, que casi me asusté. Menos mal que tú ya me lo habías advertido.
-¿Y que sentiste?
-Igualito a lo que tu me dijiste que te pasaba...
-¿No se le ocurriría tocarte un pecho?
-Pues sí lo hizo. Y me dio tanto gusto, qué casi me desmayo.
-¿También restregó el bulto encima de ti?
-¡Y no quieras saber con qué fuerza¡
-Me das envidia.
-Cuando acabó el baile, pasé una vergüenza que no quieras...
-Cuenta, Cuqui, que ocurrió.
-Pocholo se había orinado y tenía toda la delantera del pantalón mojada.
-¡Ay, Cuqui, que tontina eres....!
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