por cecilia gargantini Miér 13 Dic 2023, 09:02
236.- Amelia Biart Alfonso, La Habana, Cuba
Con el silencio diseminado en los segundos, despliego veloz las líneas, mansedumbre.
en la punta del trazado. Ignoro tu palabra favorita porque todas te calaban como una
bendición que a pocos toca.
Vallejo, será la soled misma y se
Cuestionan los sentidos, las carcajadas de cualquier índole. Tuviste la señal preclara,
entre dieciocho consecuencias sólo diez causas elegías debido a que el camino a la
felicidad se te alejaba y al mismo tiempo jugabas parte del juego de todos, pero tu
juego de muy buena gana era: el del peñasco es el papel, el del profeta de ojo vivo, y
el del vivo sueño de la tierra, y el de los minerales y los elementos chapoteando bajo
sus enlaces, y el de los cerros con un clamor inconfundible, el de tu pantalón y tu
camisa con un contraste peculiar. Y tu lápiz humilde por encima de los ritmos en los
acentos más cercanos, canada de la misericordia del hombre también humilde; amado
en la porfía, en la devoción, en el llanto más allá del llanto; y en el miedo a raja tabla,
a descomposición, a fuego ya jueves de última hora, ya jueves de despedida.
¿Quién pudiera desentrañar todos tus mensajes, sentir tu respiración, encontrarte?
para siempre en cada parte de tu cuerpo, en el conjunto de tu única persona. Volver a
reencontrarte al lado de cada gesto, de cada giro de voz, en el retozo parlante de las
gotas de lluvia; en el reflejo hueco y sereno de los charcos, visitado por cabalgantes
piedrecillas que trozaste alguna vez. Nada más quiero hallarte para besar tu mejilla
izquierda y mirar tus ojos en el místico sentido del tiempo y el espacio.
Vallejo, la muerte es un ejercicio infinito, un rincón cuya sombra penetra
lentamente, anocheciendo de espanto y de paz, volviendo difuntos los rostros del
pasado, arañando la fortuna del crepúsculo en la incertidumbre del ser o no ser; con el
recuerdo ajado de haber deshecho el mendrugo, de haber atrapado un guiño antes
doblar la esquina, de haber descorazonado aquel gran amor que se volvió fugaz bajo
las pinceladas de la acuarela y tras los flagelados guardianes del rencor. Tan lleno a su
vez de la inmensa nostalgia de la madre que ni almácigos, ni linderos, ni azotes, ni
eclipses, ni poderes divinos alivian. Pero con el anteojo desde lo más alto de la escalera.
y con el silbido más agudo venciste todas las muertes y hasta la tuya propia.
Si juntas los extremos a saber de algo que pudiera preguntarte, si la respuesta pulsa
las imágenes de tus metáforas y se arremolina la consistencia que urge y piensas en
positivo, pues de negativo están solapados los bordes del planeta. Y si en un viraje doy
contigo, se jugarían mis lágrimas por el camino de la emoción; olvidaría las
preguntas, la fragua, la metafísica; sólo estaría alerta al abamamito de tu corazón.
De tanto nombrarte aparece con el relámpago de Dios, de la mano de Dios, así como
un Dios llegado, producto de la creación de la creación y esta carta llegue a ti por la
plenitud iridiscente de la aurora.
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