Aires de Libertad

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    Mensaje por Maria Lua Jue 06 Mayo 2010, 20:39

    Intensidad y altura

    Quiero escribir, pero me sale espuma,
    Quiero decir muchísimo y me atollo;
    No hay cifra hablada que no sea suma,
    No hay pirámide escrita, sin cogollo.
    Quiero escribir, pero me siento puma;
    Quiero laurearme, pero me encebollo.
    No hay toz hablada, que no llegue a bruma,
    No hay dios ni hijo de dios, sin desarrollo.
    Vámonos, pues, por eso, a comer yerba,
    Carne de llanto, fruta de gemido,
    Nuestra alma melancólica en conserva.
    Vámonos! Vámonos! Estoy herido;
    Vámonos a beber lo ya bebido,
    Vámonos, cuervo, a fecundar tu cuerva.


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    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
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    Mensaje por Maria Lua Jue 06 Mayo 2010, 20:39

    La copa negra

    La noche es una copa de mal. Un silbo agudo
    del guardia la atraviesa, cual vibrante alfiler.
    Oye, tú, mujerzuela, ¿cómo, si ya te fuiste,
    la onda aún es negra y me hace aún arder?

    La tierra tiene bordes de féretro en la sombra.
    Oye, tú, mujerzuela, no vayas a volver.

    Mi carne nada, nada
    en la copa de sombra que me hace aún doler;
    mi carne nada en ella
    como en un pantanoso corazón de mujer.

    Ascua astral... He sentido
    secos roces de arcilla
    sobre mi loto diáfano caer.
    ¡Ah, mujer! Por ti existe
    la carne hecha de instinto. ¡Ah, mujer!

    Por eso ¡oh negro cáliz! aun cuando ya te fuiste,
    me ahogo con el polvo
    ¡y piafan en mis carnes más ganas de beber!


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    Mensaje por Maria Lua Jue 06 Mayo 2010, 20:39

    Líneas

    Cada cinta de fuego
    que, en busca del Amor,
    arrojo y vibra en rosas lamentables,
    me da a luz el sepelio de una víspera.
    Yo no sé si el redoble en que lo busco,
    será jadear de roca,
    o perenne nacer de corazón.

    Hay tendida hacia el fondo de los seres,
    un eje ultranervioso, honda plomada.
    ¡La hebra del destino!
    Amor desviará tal ley de vida,
    hacia la voz del Hombre;
    y nos dará la libertad suprema
    en transubstanciación azul, virtuosa,
    contra lo ciego y lo fatal.

    ¡Que en cada cifra lata,
    recluso en albas frágiles,
    el Jesús aún mejor de otra gran Yema!

    Y después... La otra línea...

    Un Bautista que aguaita, aguaita, aguaita...
    Y, cabalgando en intangible curva,
    un pie bañado en púrpura.


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    Mensaje por Maria Lua Jue 06 Mayo 2010, 20:40

    Los pasos lejanos

    Mi padre duerme. Su semblante augusto
    figura un apacible corazón;
    está ahora tan dulce...;
    si hay algo en él de amargo, seré yo.

    Hay soledad en el hogar; se reza;
    y no hay noticias de los hijos hoy.
    Mi padre se despierta, ausculta
    la huída a Egipto, el restañante adiós.
    Está ahora tan cerca;
    si hay algo en él de lejos, seré yo.

    Y mi madre pasea allá en los huertos,
    saboreando un sabor ya sin sabor.
    Está ahora tan suave,
    tan ala, tan salida, tan amor.

    Hay soledad en el hogar sin bulla,
    sin noticias, sin verde, sin niñez.
    Y si hay algo quebrado en esta tarde,
    y que baja y que cruje,
    son dos viejos caminos blancos, curvos.
    Por ellos va mi corazón a pie.


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    CÉSAR VALLEJO (1892-1938) ROSA ARELLANO - Página 3 Empty Re: CÉSAR VALLEJO (1892-1938) ROSA ARELLANO

    Mensaje por Maria Lua Lun 29 Jul 2013, 06:06

    Lo muevo a Libres, 20/ 07/ 2013


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    Mensaje por cecilia gargantini Lun 29 Jul 2013, 09:34

    Gracias, mi queridísima Luita, por acercarnos a este GRANDE entre los GRANDES!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
    Qué bueno hacer docencia con estos maestros; sólo leyéndolos, podremos crecer.
    Besitossssssssssss miles, amiga
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    CÉSAR VALLEJO (1892-1938) ROSA ARELLANO - Página 3 Empty Re: CÉSAR VALLEJO (1892-1938) ROSA ARELLANO

    Mensaje por Pedro Casas Serra Lun 29 Jul 2013, 12:49

    Cuando leí por primera vez poesía de César Vallejo me impresionó muchísimo y desde entonces ha sido un poeta de mi predilección. Gracias, Maria, por traerlo aquí.

    Un abrazo.
    Pedro


    P.S.- Os dejo un poema en prosa de César Vallejo.


    Todos han muerto

    Murió doña Antonia, la ronca, que hacía pan barato en el burgo.
    Murió el cura Santiago, a quien placía le saludasen los jóvenes y las mozas, respondiéndoles a todos, indistintamente: "Buenos días, José! Buenos días, María!"
    Murió aquella joven rubia, Carlota, dejando un hijito de meses, que luego también murió a los ocho días de la madre.
    Murió mi tía Albina, que solía cantar tiempos y modos de heredad, en tanto cosía en los corredores, para Isidora, la criada de oficio, la honrosísima mujer.
    Murió un viejo tuerto, su nombre no recuerdo, pero dormía al sol de la mañana, sentado ante la puerta del hojalatero de la esquina.
    Murió Rayo, el perro de mi altura, herido de un balazo de no se sabe quién.
    Murió Lucas, mi cuñado en la paz de las cinturas, de quien me acuerdo cuando llueve y no hay nadie en mi experiencia.
    Murió en mi revólver mi madre, en mi puño mi hermana y mi hermano en mi víscera sangrienta, los tres ligados por un género triste de tristeza, en el mes de agosto de años sucesivos.
    Murió el músico Méndez, alto y muy borracho, que solfeaba en su clarinete tocatas melancólicas, a cuyo articulado se dormían las gallinas de mi barrio, mucho antes de que el sol se fuese.
    Murió mi eternidad y estoy velándola.

    CÉSAR VALLEJO (de "Poemas en prosa", 1923-1929)


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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 29 Jul 2013, 18:10

    César Vallejo

    España, aparta de mí este cáliz



    Niños del mundo,
    si cae España ?digo, es un decir?
    si cae
    del cielo abajo su antebrazo que asen,
    en cabestro, dos láminas terrestres;
    niños, ¡qué edad la de las sienes cóncavas!
    ¡qué temprano en el sol lo que os decía!
    ¡qué pronto en vuestro pecho el ruido anciano!
    ¡qué viejo vuestro 2 en el cuaderno!

    ¡Niños del mundo, está
    la madre España con su vientre a cuestas;
    está nuestra madre con sus férulas,
    está madre y maestra,
    cruz y madera, porque os dio la altura,
    vértigo y división y suma, niños;
    está con ella, padres procesales!

    Si cae ?digo, es un decir? si cae
    España, de la tierra para abajo,
    niños ¡cómo vais a cesar de crecer!
    ¡cómo va a castigar el año al mes!
    ¡cómo van a quedarse en diez los dientes,
    en palote el diptongo, la medalla en llanto!
    ¡Cómo va el corderillo a continuar
    atado por la pata al gran tintero!
    ¡Cómo vais a bajar las gradas del alfabeto
    hasta la letra en que nació la pena!

    Niños,
    hijos de los guerreros, entre tanto,
    bajad la voz que España está ahora mismo repartiendo
    la energía entre el reino animal,
    las florecillas, los cometas y los hombres.
    ¡Bajad la voz, que está
    en su rigor, que es grande, sin saber
    qué hacer, y está en su mano
    la calavera, aquella de la trenza;
    la calavera, aquella de la vida!

    ¡Bajad la voz, os digo;
    bajad la voz, el canto de las sílabas, el llanto
    de la materia y el rumor menos de las pirámides, y aun
    el de las sienes que andan con dos piedras!
    ¡Bajad el aliento, y si
    el antebrazo baja,
    si las férulas suenan, si es la noche,
    si el cielo cabe en dos limbos terrestres,
    si hay ruido en el sonido de las puertas,
    si tardo,
    si no veis a nadie, si os asustan
    los lápices sin punta, si la madre
    España cae ?digo, es un decir?,
    salid, niños, del mundo; id a buscarla!...






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    CÉSAR VALLEJO (1892-1938) ROSA ARELLANO - Página 3 Empty Re: CÉSAR VALLEJO (1892-1938) ROSA ARELLANO

    Mensaje por Lluvia Abril Lun 29 Jul 2013, 18:17

    Gracias María,me gusta mucho la poesía de César Vallejo y seguiré leyendo,ahora se me caen ya los ojos y Morfeo me llama insistentemente.
    Besitos.


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    CÉSAR VALLEJO (1892-1938) ROSA ARELLANO - Página 3 Empty Re: CÉSAR VALLEJO (1892-1938) ROSA ARELLANO

    Mensaje por Juan José Cautivo Lun 29 Jul 2013, 23:51

    Este magnífico poema es declamado por Reynaldo Arenas, quien es un excelente actor peruano.

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    CÉSAR VALLEJO (1892-1938) ROSA ARELLANO - Página 3 Empty Re: CÉSAR VALLEJO (1892-1938) ROSA ARELLANO

    Mensaje por Juan José Cautivo Lun 29 Jul 2013, 23:56

    Bajo la tonada de un yaraví un poema cargado de sentimiento...

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    CÉSAR VALLEJO (1892-1938) ROSA ARELLANO - Página 3 Empty Re: CÉSAR VALLEJO (1892-1938) ROSA ARELLANO

    Mensaje por Juan José Cautivo Mar 30 Jul 2013, 00:02

    Hermosa canción con un poema de César...

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    Mensaje por Pedro Casas Serra Mar 30 Jul 2013, 07:48

    Muy bellas las declamaciones que nos has dejado, Juan José. Gracias.

    Un abrazo.
    Pedro
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    CÉSAR VALLEJO (1892-1938) ROSA ARELLANO - Página 3 Empty Re: CÉSAR VALLEJO (1892-1938) ROSA ARELLANO

    Mensaje por Maria Lua Mar 30 Jul 2013, 09:07

    Gracias, Cecilia, Pedro, Lluvia
    y Juan José...
    Seguiremos juntos leyendo
    la obra de ese gran poeta
    de Perú...
    Besos
    Maria Lua



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    Mensaje por Evangelina Valdez Miér 31 Jul 2013, 21:34

    ¡Me encanta Vallejo!
    Gracias por traerlo a este sitial.
    Besos.

    INDICE:

    * BIOGRAFÍA
    * LOS HERALDOS NEGROS
    * BORDAS DE HIELO
    * SAUCE
    * ROMERÍA
    * YESO
    * MAYO
    * TRILCE
    * Era Era.
    * IX
    * X
    * XVIII
    * XXVIII
    * LXV
    * Y SI DESPUÉS DE TANTAS PALABRAS...
    * LOS MINEROS SALIERON DE LA MINA
    * ABSOLUTA
    * LOS PASOS LEJANOS
    * ENTRE EL DOLOR Y EL PLACER MEDIAN TRES CRIATURAS...
    * LOS DADOS ETERNOS
    * DESHOJACION SAGRADA
    * PIEDRA NEGRA SOBRE UNA PIEDRA BLANCA
    * EPISTOLA A LOS TRANSEUNTES
    * LA RUEDA DEL HAMBRIENTO
    * DONDE NUNCA LLEGAREMOS
    * ¿QUIÉN HACE TANTA BULLA?
    * TIEMPO, TIEMPO
    * LOS NUEVE MONSTRUOS
    * MASA
    * ESPERGESIA
    * ALTURA Y PELOS
    * Amor prohibido
    * Ausente
    * El poeta a su amada
    * Hoy me gusta la vida mucho menos...
    * Idilio muerto
    * Intensidad y altura
    * LA COPA NEGRA
    * LÍNEAS
    * Los pasos lejanos
    * Todos han muerto (Prosas)
    * España, aparta de mí este cáliz
    * MASA (VIDEO DECLAMADO POR REYNALDO ARENAS)
    * LOS DADOS ETERNOS (VIDEO-REYNALDO ARENAS)
    * ESPAÑA, APARTA DE MI ESTE CALIZ (VIDEO CANCIÓN)


    Actualizado hoy miércoles 31 julio 2013 hora: 8:34 pm

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    Mensaje por Evangelina Valdez Miér 31 Jul 2013, 21:39

    "AVESTRUZ"

    Melancolía, saca tu dulce pico ya;
    no cebes tus ayunos en mis trigos de luz.
    Melancolía, basta! Cuál beben tus puñales
    la sangre que extrajera mi sanguijuela azul!

    No acabes el maná de mujer que ha bajado;
    yo quiero que de él nazca mañana alguna cruz,
    mañana que no tenga yo a quién volver los ojos,
    cuando abra su gran O de burla el ataúd.

    Mi corazón es tiesto regado de amargura;
    hay otros viejos pájaros que pastan dentro de él...
    Melancolía, deja de secarme la vida,
    y desnuda tu labio de mujer...!

    ------------

    "CAPITULACIÓN"

    Anoche, unos abriles granas capitularon
    ante mis mayos desarmados de juventud;
    los marfiles histéricos de su beso me hallaron
    muerto; y en un suspiro de amor los enjaulé.

    Espiga extraña, dócil. Sus ojos me asediaron
    una tarde amaranto que dije un canto a sus
    cantos; y anoche, en medio de los brindis, me hablaron
    las dos lenguas de sus senos abrasadas de sed.

    Pobre trigueña aquella; pobres sus armas; pobres
    sus velas cremas que iban al tope en las salobres
    espumas de un mar muerto. Vencedora y vencida,

    se quedó pensativa y ojerosa y granate.
    Yo me partí de aurora. Y desde aquel combate,
    de noche entran dos sierpes esclavas a mi vida.

    -------------------

    "COMUNIÓN"

    Linda Regia! Tus venas son fermentos
    de mi no ser antiguo y del champaña
    negro de mi vivir!

    tu cabello es la ignota raicilla
    del árbol de mi vid.
    tu cabello es la hilacha de una mitra
    de ensueño que perdí!

    Tu cuerpo es la espumante escaramuza
    de un rosado Jordán;
    y ondea, como un látigo beatífico
    que humillara a la víbora del mal!

    Tus brazos dan la sed de lo infinito,
    con sus castas hespérides de luz,
    cual dos blancos caminos redentores,
    dos arranques murientes de una cruz.
    Y están plasmados en la sangre invicta
    de mi imposible azul!

    Tus pies son dos heráldicas alondras
    que eternamente llegan de mi ayer!
    Linda Regia! Tus pies son las dos lágrimas
    que al bajar del Espíritu ahogué,
    un Domingo de Ramos que entré al Mundo,
    ya lejos para siempre de Belén!



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    CÉSAR VALLEJO (1892-1938) ROSA ARELLANO - Página 3 Empty Re: CÉSAR VALLEJO (1892-1938) ROSA ARELLANO

    Mensaje por Lluvia Abril Jue 01 Ago 2013, 17:42

    POEMAS EN PROSA DE CÉSAR VALLEJO


    El buen sentido

    Hay, madre, un sitio en el mundo, que se llama París. Un sitio muy grande y lejano y otra vez grande.

    Mi madre me ajusta el cuello del abrigo, no porque empieza a nevar, sino para que empiece a nevar.

    La mujer de mi padre está enamorada de mí, viniendo y avanzando de espaldas a mi nacimiento y de pecho a mi muerte. Que soy dos veces suyo: por el adiós y por el regreso. La cierro, al retornar. Por eso me dieran tánto sus ojos, justa de mí, in fraganti de mí, aconteciéndose por obras terminadas, por pactos consumados.

    Mi madre está confesa de mí, nombrada de mí. ¿Cómo no da otro tanto a mis otros hermanos? A Víctor, por ejemplo, el mayor, que es tan viejo ya, que las gentes dicen: ¡Parece hermano menor de su madre! ¡Fuere porque yo he viajado mucho! ¡Fuere porque yo he vivido más!

    Mi madre acuerda carta de principio colorante a mis relatos de regreso. Ante mi vida de regreso, recordando que viajé durante dos corazones por su vientre, se ruboriza y se queda mortalmente lívida, cuando digo, en el tratado del alma: Aquella noche fui dichoso. Pero, más se pone triste; más se pusiera triste.

    —Hijo, ¡cómo estás viejo!

    Y desfila por el color amarillo a llorar, porque me halla envejecido, en la hoja de espada, en la desembocadura de mi rostro. Llora de mí, se entristece de mí. ¿Qué falta hará mi mocedad, si siempre seré su hijo? ¿Por qué las madres se duelen de hallar envejecidos a sus hijos, si jamás la edad de ellos alcanzará a la de ellas? ¿Y por qué, si los hijos, cuanto más se acaban, más se aproximan a los padres? ¡Mi madre llora porque estoy viejo de mi tiempo y porque nunca llegaré a envejecer del suyo!

    Mi adiós partió de un punto de su ser, más externo que el punto de su ser al que retorno. Soy, a causa del excesivo plazo de mi vuelta, más el hombre ante mi madre que el hijo ante mi madre. Allí reside el candor que hoy nos alumbra con tres llamas. Le digo entonces hasta que me callo:

    —Hay, madre, en el mundo un sitio que se llama París. Un sitio muy grande y muy lejano y otra vez grande.

    La mujer de mi padre, al oírme, almuerza y sus ojos mortales descienden suavemente por mis brazos.
    La violencia de las horas

    Todos han muerto.

    Murió doña Antonia, la ronca, que hacía pan barato en el burgo.

    Murió el cura Santiago, a quien placía le saludasen los jóvenes y las mozas, respondiéndoles a todos, indistintamente: «Buenos días, José! Buenos días, María!»

    Murió aquella joven rubia, Carlota, dejando un hijito de meses, que luego también murió a los ocho días de la madre.

    Murió mi tía Albina, que solía cantar tiempos y modos de heredad, en tanto cosía en los corredores, para Isidora, la criada de oficio, la honrosísima mujer.

    Murió un viejo tuerto, su nombre no recuerdo, pero dormía al sol de la mañana, sentado ante la puerta del hojalatero de la esquina.

    Murió Rayo, el perro de mi altura, herido de un balazo de no se sabe quién.

    Murió Lucas, mi cuñado en la paz de las cinturas, de quien me acuerdo cuando llueve y no hay nadie en mi experiencia.

    Murió en mi revólver mi madre, en mi puño mi hermana y mi hermano en mi víscera sangrienta, los tres ligados por un género triste de tristeza, en el mes de agosto de años sucesivos.

    Murió el músico Méndez, alto y muy borracho, que solfeaba en su clarinete tocatas melancólicas, a cuyo articulado se dormían las gallinas de mi barrio, mucho antes de que el sol se fuese.

    Murió mi eternidad y estoy velándola.
    Lánguidamente su licor

    Tendríamos ya una edad misericordiosa, cuando mi padre ordenó nuestro ingreso a la escuela. Cura de amor, una tarde lluviosa de febrero, mamá servía en la cocina el yantar de oración. En el corredor de abajo, estaban sentados a la mesa mi padre y mis hermanos mayores. Y mi madre iba sentada al pie del mismo fuego del hogar. Tocaron a la puerta.

    —Tocan a la puerta! —mi madre.

    —Tocan a la puerta! —mi propia madre.

    —Tocan a la puerta! —dijo toda mi madre, tocándose las entrañas a trastes infinitos, sobre toda la altura de quien viene.

    —Anda, Nativa, la hija, a ver quien viene.

    Y, sin esperar la venia maternal, fuera Miguel, el hijo, quien salió a ver quién venia así, oponiéndose a lo ancho de nosotros.

    Un tiempo de rúa contuvo a mi familia. Mama salió, avanzando inversamente y como si hubiera dicho: las partes. Se hizo patio afuera. Nativa lloraba de una tal visita, de un tal patio y de la mano de mi madre. Entonces y cuando, dolor y paladar techaron nuestras frentes.

    —Porque no le deje que saliese a la puerta, —Nativa, la hija—, me ha echado Miguel al pavo. A su pavo.

    ¡Qué diestra de subprefecto, la diestra del padre, revelando, el hombre, las falanjas filiales del niño! Podía así otorgarle las venturas que el hombre deseara más tarde. Sin embargo:

    —Y mañana, a la escuela, —disertó magistralmente el padre, ante el público semanal de sus hijos.

    —Y tal, la ley, la causa de la ley. Y tal también la vida.

    Mamá debió llorar, gimiendo a penas la madre. Ya nadie quiso comer. En los labios del padre cupo, para salir rompiéndose, una fina cuchara que conozco. En las fraternas bocas, la absorta amargura del hijo, quedó atravesada.

    Mas, luego, de improviso, salió de un albañal de aguas llovedizas y de aquel mismo patio de la visita mala, una gallina, no ajena ni ponedora, sino brutal y negra. Cloqueaba en mi garganta. Fue una gallina vieja, maternalmente viuda de unos pollos que no llegaron a incubarse. Origen olvidado de ese instante, la gallina era viuda de sus hijos. Fueron hallados vacíos todos los huevos. La clueca después tuvo el verbo.

    Nadie la espantó. Y de espantarla, nadie dejó arrullarse por su gran calofrío maternal.

    —¿Dónde están los hijos de la gallina vieja?

    —¿Dónde están los pollos de la gallina vieja?

    ¡Pobrecitos! ¡Dónde estarían!



    El momento más grave de la vida

    Un hombre dijo:

    —El momento más grave de mi vida estuvo en la batalla del Marne cuando fui herido en el pecho.

    Otro hombre dijo:

    —El momento más grave de mi vida, ocurrió en un maremoto de Yokohama, del cual salvé milagrosamente, refugiado bajo el alero de una tienda de lacas.

    Y otro hombre dijo:

    —El momento más grave de mi vida acontece cuando duermo de día.

    Y otro dijo:

    —El momento más grave de mi vida ha estado en mi mayor soledad.

    Y otro dijo:

    —El momento más grave de mi vida fue mi prisión en una cárcel del Perú.

    Y otro dijo:

    —El momento más grave de mi vida es el haber sorprendido de perfil a mi padre.

    Y el ultimo hombre dijo:

    —El momento más grave de mi vida no ha llegado todavía.

    Las ventanas se han estremecido...

    Las ventanas se han estremecido, elaborando una metafísica del universo. Vidrios han caído. Un enfermo lanza su queja: la mitad por su boca lenguada y sobrante, y toda entera, por el ano de su espalda.

    Es el huracán. Un castaño del jardín de las Tullerías habráse abatido, al soplo del viento, que mide ochenta metros por segundo. Capiteles de los barrios antiguos, habrán caído, hendiendo, matando.

    ¿De qué punto interrogo, oyendo a ambas riberas de los océanos, de qué punto viene este huracán, tan digno de crédito, tan honrado de deuda derecho a las ventanas del hospital? Ay las direcciones inmutables, que oscilan entre el huracán y esta pena directa de toser o defecar! Ay! las direcciones inmutables, que así prenden muerte en las entrañas del hospital y despiertan células clandestinas a deshora, en los cadáveres.

    ¿Qué pensaría de si el enfermo de enfrente, ése que está durmiendo, si hubiera percibido el huracán? El pobre duerme, boca arriba, a la cabeza de su morfina, a los pies de toda su cordura. Un adarme más o menos en la dosis y le llevarán a enterrar, el vientre roto, la boca arriba, sordo el huracán, sordo a su vientre roto, ante el cual suelen los médicos dialogar y cavilar largamente, para, al fin, pronunciar sus llanas palabras de hombres.

    La familia rodea al enfermo agrupándose ante sus sienes regresivas, indefensas, sudorosas. Ya no existe hogar sino en torno al velador del pariente enfermo, donde montan guardia impaciente, sus zapatos vacantes, sus cruces de repuesto, sus píldoras de opio. La familia rodea la mesita por espacio de un alto dividendo. Una mujer acomoda en el borde de la mesa, la taza, que casi se ha caído.

    Ignoro lo que será del enfermo esta mujer, que le besa y no puede sanarle con el beso, le mira y no puede sanarle con los ojos, le habla y no puede sanarle con el verbo. ¿Es su madre? ¿Y cómo, pues, no puede sanarle? ¿Es su amada? ¿Y cómo, pues, no puede sanarle? ¿Es su hermana? Y ¿cómo, pues, no puede sanarle? ¿Es, simplemente, una mujer? ¿Y cómo pues, no puede sanarle? Porque esta mujer le ha besado, le ha mirado, le ha hablado y hasta le ha cubierto mejor el cuello al enfermo y ¡cosa verdaderamente asombrosa! no le ha sanado.

    El paciente contempla su calzado vacante. Traen queso. Llevan sierra. La muerte se acuesta al pie del lecho, a dormir en sus tranquilas aguas y se duerme. Entonces, los libres pies del hombre enfermo, sin menudencias ni pormenores innecesarios, se estiran en acento circunflejo, y se alejan, en una extensión de dos cuerpos de novios, del corazón.

    El cirujano ausculta a los enfermos horas enteras. Hasta donde sus manos cesan de trabajar y empiezan a jugar, las lleva a tientas, rozando la piel de los pacientes, en tanto sus párpados científicos vibran, tocados por la indocta, por la humana flaqueza del amor. Y he visto a esos enfermos morir precisamente del amor desdoblado del cirujano, de los largos diagnósticos, de las dosis exactas, del riguroso análisis de orinas y excrementos. Se rodeaba de improviso un lecho con un biombo. Médicos y enfermeros cruzaban delante del ausente, pizarra triste y próxima, que un niño llenara de números, en un gran monismo de pálidos miles. Cruzaban así, mirando a los otros, como si más irreparable fuese morir de apendicitis o neumonía, y no morir al sesgo del paso de los hombres.

    Sirviendo a la causa de la religión, vuela con éxito esta mosca, a lo largo de la sala. A la hora de la visita de los cirujanos, sus zumbidos nos perdonan el pecho, ciertamente, pero desarrollándose luego, se adueñan del aire, para saludar con genio de mudanza, a los que van a morir. Unos enfermos oyen a esa mosca hasta durante el dolor y de ellos depende, por eso, el linaje del disparo, en las noches tremebundas.

    ¿Cuánto tiempo ha durado la anestesia, que llaman los hombres? ¡Ciencia de Dios, Teodicea! si se me echa a vivir en tales condiciones, anestesiado totalmente, volteada mi sensibilidad para adentro! ¡Ah doctores de las sales, hombres de las esencias, prójimos de las bases! Pido se me deje con mi tumor de conciencia, con mi irritada lepra sensitiva, ocurra lo que ocurra aunque me muera! Dejadme dolerme, si lo queréis, mas dejadme despierto de sueño, con todo el universo metido, aunque fuese a las malas, en mi temperatura polvorosa.

    En el mundo de la salud perfecta, se reirá por esta perspectiva en que padezco; pero, en el mismo plano y cortando la baraja del juego, percute aquí otra risa de contrapunto.

    En la casa del dolor, la queja asalta síncopes de gran compositor, golletes de carácter, que nos hacen cosquillas de verdad, atroces, arduas, y, cumpliendo lo prometido, nos hielan de espantosa incertidumbre.

    En la casa del dolor, la queja arranca frontera excesiva. No se reconoce en esta queja de dolor, a la propia queja de la dicha en éxtasis, cuando el amor y la carne se eximen de azor y cuando, al regresar, hay discordia bastante para el diálogo.

    ¿Dónde está, pues, el otro flanco de esta queja de dolor, si, a estimarla en conjunto, parte ahora del lecho de un hombre?

    De la casa del dolor parten quejas tan sordas e inefables y tan colmadas de tanta plenitud que llorar por ellas sería poco, y sería ya mucho sonreír.

    Se atumulta la sangre en el termómetro.

    ¡No es grato morir, señor, si en la vida nada se deja y si en la muerte nada es posible, sino sobre lo que se deja en la vida! ¡No es grato morir, señor, si en la vida nada se deja y si en la muerte nada es posible, sino sobre lo que se deja en la vida! ¡No es grato morir, señor, si en la vida nada se deja y si en la muerte nada es posible, sino sobre lo que pudo dejarse en la vida!


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    Mensaje por Lluvia Abril Jue 01 Ago 2013, 17:44

    Voy a hablar de la esperanza

    Yo no sufro este dolor como César Vallejo. Yo no me duelo ahora como artista, como hombre ni como simple ser vivo siquiera. Yo no sufro este dolor como católico, como mahometano ni como ateo. Hoy sufro solamente. Si no me llamase César Vallejo, también sufriría este mismo dolor. Si no fuese artista, también lo sufriría. Si no fuese hombre ni ser vivo siquiera, también lo sufriría. Si no fuese católico, ateo ni mahometano, también lo sufriría. Hoy sufro desde más abajo. Hoy sufro solamente.

    Me duelo ahora sin explicaciones. Mi dolor es tan hondo, que no tuvo ya causa ni carece de causa. ¿Qué sería su causa? ¿Dónde está aquello tan importante, que dejase de ser su causa? Nada es su causa; nada ha podido dejar de ser su causa. ¿A qué ha nacido este dolor, por sí mismo? Mi dolor es del viento del norte y del viento del sur, como esos huevos neutros que algunas aves raras ponen del viento. Si hubiera muerto mi novia, mi dolor sería igual. Si la vida fuese, en fin, de otro modo, mi dolor sería igual. Hoy sufro desde más arriba. Hoy sufro solamente.

    Miro el dolor del hambriento y veo que su hambre anda tan lejos de mi sufrimiento, que de quedarme ayuno hasta morir, saldría siempre de mi tumba una brizna de yerba al menos. Lo mismo el enamorado. ¡Qué sangre la suya más engendrada, para la mía sin fuente ni consumo!

    Yo creía hasta ahora que todas las cosas del universo eran, inevitablemente, padres o hijos. Pero he aquí que mi dolor de hoy no es padre ni es hijo. Le falta espalda para anochecer, tanto como le sobra pecho para amanecer y si lo pusiesen en la estancia oscura, no daría luz y si lo pusiesen en una estancia luminosa, no echaría sombra. Hoy sufro suceda lo que suceda. Hoy sufro solamente.


    Hallazgo de la vida

    ¡Señores! Hoy es la primera vez que me doy cuenta de la presencia de la vida. ¡Señores! Ruego a ustedes dejarme libre un momento, para saborear esta emoción formidable, espontánea y reciente de la vida, que hoy, por la primera vez, me extasía y me hace dichoso hasta las lágrimas.

    Mi gozo viene de lo inédito de mi emoción. Mi exultación viene de que antes no sentí la presencia de la vida. No la he sentido nunca. Miente quien diga que la he sentido. Miente y su mentira me hiere a tal punto que me haría desgraciado. Mi gozo viene de mi fe en este hallazgo personal de la vida, y nadie puede ir contra esta fe. Al que fuera, se le caería la lengua, se le caerían los huesos y correría el peligro de recoger otros, ajenos, para mantenerse de pie ante mis ojos.

    Nunca, sino ahora, ha habido vida. Nunca, sino ahora, han pasado gentes. Nunca, sino ahora, ha habido casas y avenidas, aire y horizonte. Si viniese ahora mi amigo Peyriet, les diría que yo no le conozco y que debemos empezar de nuevo. ¿Cuándo, en efecto, le he conocido a mi amigo Peyriet? Hoy sería la primera vez que nos conocemos. Le diría que se vaya y regrese y entre a verme, como si no me conociera, es decir, por la primera vez.

    Ahora yo no conozco a nadie ni nada. Me advierto en un país extraño, en el que todo cobra relieve de nacimiento, luz de epifanía inmarcesible. No, señor. No hable usted a ese caballero. Usted no lo conoce y le sorprendería tan inopinada parla. No ponga usted el pie sobre esa piedrecilla: quién sabe no es piedra y vaya usted a dar en el vacío. Sea usted precavido, puesto que estamos en un mundo absolutamente inconocido.

    ¡Cuán poco tiempo he vivido! Mi nacimiento es tan reciente, que no hay unidad de medida para contar mi edad. ¡Si acabo de nacer! ¡Si aún no he vivido todavía! Señores: soy tan pequeñito, que el día apenas cabe en mí!

    Nunca, sino ahora, oí el estruendo de los carros, que cargan piedras para una gran construcción del boulevard Haussmann. Nunca, sino ahora avancé paralelamente a la primavera, diciéndola: «Si la muerte hubiera sido otra...». Nunca, sino ahora, vi la luz áurea del sol sobre las cúpulas de Sacre-Coeur. Nunca, sino ahora, se me acercó un niño y me miró hondamente con su boca. Nunca, sino ahora, supe que existía una puerta, otra puerta y el canto cordial de las distancias.

    ¡Dejadme! La vida me ha dado ahora en toda mi muerte.


    Última edición por Lluvia Abril el Jue 01 Ago 2013, 17:50, editado 1 vez


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    Mensaje por Lluvia Abril Jue 01 Ago 2013, 17:48

    Nómina de huesos

    Se pedía a grandes voces:

    —Que muestre las dos manos a la vez.
    Y esto no fue posible.

    —Que, mientras llora, le tomen la medida de sus pasos.
    Y esto no fue posible.

    —Que piense un pensamiento idéntico, en el tiempo en que un cero permanece inútil.
    Y esto no fue posible.

    —Que haga una locura.
    Y esto no fue posible.

    —Que entre él y otro hombre semejante a él, se interponga una muchedumbre de hombres como él.
    Y esto no fue posible.

    —Que le comparen consigo mismo.
    Y esto no fue posible.

    —Que le llamen, en fin, por su nombre.
    Y esto no fue posible.

    Una mujer

    Una mujer de senos apacibles, ante los que la lengua de la vaca resucita una glándula violenta. Un hombre de templanza, mandibular de genio, apto para marchar de dos a dos con los goznes de los cofres. Un niño está al lado del hombre, llevando por el revés, el derecho animal de la pareja.

    ¡Oh la palabra del hombre, libre de adjetivos y de adverbios que la mujer decline en su único caso de mujer, aun entre las mil voces de la Capilla Sixtina! ¡Oh la falda de ella, en el punto maternal donde pone el pequeño las manos y juega a los pliegues, haciendo a veces agrandar las pupilas de la madre, como en las sanciones de los confesionarios!

    Yo tengo mucho gusto de ver así al Padre, al Hijo y al Espiritusanto, con todos los emblemas e insignias de sus cargos.

    No vive ya nadie...

    —No vive ya nadie en la casa —me dices—; todos se han ido. La sala, el dormitorio, el patio, yacen despoblados. Nadie ya queda, pues que todos han partido.

    Y yo te digo: Cuando alguien se va, alguien queda. El punto por donde pasó un hombre, ya no está solo. Únicamente está solo, de soledad humana, el lugar por donde ningún hombre ha pasado. Las casas nuevas están más muertas que las viejas, por que sus muros son de piedra o de acero, pero no de hombres. Una casa viene al mundo, no cuando la acaban de edificar, sino cuando empiezan a habitarla. Una casa vive únicamente de hombres, como una tumba. De aquí esa irresistible semejanza que hay entre una casa y una tumba. Sólo que la casa se nutre de la vida del hombre, mientras que la tumba se nutre de la muerte del hombre. Por eso la primera está de pie, mientras que la segunda está tendida.

    Todos han partido de la casa, en realidad, pero todos se han quedado en verdad. Y no es el recuerdo de ellos lo que queda, sino ellos mismos. Y no es tampoco que ellos queden en la casa, sino que continúan por la casa. Las funciones y los actos se van de la casa en tren o en avión o a caballo, a pie o arrastrándose. Lo que continúa en la casa es el órgano, el agente en gerundio y en circulo. Los pasos se han ido, los besos, los perdones, los crímenes. Lo que continúa en la casa es el pie, los labios, los ojos, el corazón. Las negaciones y las afirmaciones, el bien y el mal, se han dispersado. Lo que continua en la casa, es el sujeto del acto.


    Existe un mutilado...

    Existe un mutilado, no de un combate sino de un abrazo, no de la guerra sino de la paz. Perdió el rostro en el amor y no en el odio. Lo perdió en el curso normal de la vida y no en un accidente. Lo perdió en el orden de la naturaleza y no en el desorden de los hombres. El coronel Piccot, Presidente de «Les Gueules Cassées», lleva la boca comida por la pólvora de 1914. Este mutilado que conozco, lleva el rostro comido por el aire inmortal e inmemorial.

    Rostro muerto sobre el tronco vivo. Rostro yerto y pegado con clavo a la cabeza viva. Este rostro resulta ser el dorso del cráneo, el cráneo del cráneo. Vi una vez un árbol darme la espalda y vi otra vez un camino que me daba la espalda. Un árbol de espaldas sólo crece en los lugares donde nunca nació ni murió nadie. Un camino de espaldas sólo avanza por los lugares donde ha habido todas las muertes y ningún nacimiento. El mutilado de la paz y del amor, del abrazo y del orden y que lleva el rostro muerto sobre el tronco vivo, nació a la sombra de un árbol de espaldas y su existencia transcurre a lo largo de un camino de espaldas.

    Como el rostro está yerto y difunto, toda la vida psíquica, toda la expresión animal de este hombre, se refugia, para traducirse al exterior, en el peludo cráneo, en el tórax y en las extremidades. Los impulsos de su ser profundo, al salir, retroceden del rostro y la respiración, el olfato, la vista el oído, la palabra, el resplandor humano de su ser, funcionan y se expresan por el pecho, por los hombros, por el cabello, por las costillas, por los brazos y las piernas y los pies.

    Mutilado del rostro, tapado del rostro, cerrado del rostro, este hombre no obstante, está entero y nada le hace falta. No tiene ojos y ve y llora. No tiene narices y huele y respira. No tiene oídos y escucha. No tiene boca y habla y sonríe. No tiene frente y piensa y se sume en sí mismo. No tiene mentón y quiere y subsiste. Jesús conocía al mutilado de la función, que tenía ojos y no veía y tenía orejas y no oía. Yo conozco al mutilado del órgano, que ve sin ojos y oye sin orejas.

    Algo te identifica

    Algo te identifica con el que se aleja de ti, y es la facultad común de volver: de ahí tu más grande pesadumbre.

    Algo te separa del que se queda contigo, y es la esclavitud común de partir: de ahí tus más nimios regocijos.

    Me dirijo, en esta forma, a las individualidades colectivas, tanto como a las colectividades individuales y a los que, entre unas y otras, yacen marchando al son de las fronteras o, simplemente, marcan el paso inmóvil en el borde del mundo.

    Algo típicamente neutro, de inexorablemente neutro, interpónese entre el ladrón y su víctima. Esto, así mismo, puede discernirse tratándose del cirujano y del paciente. Horrible medialuna, convexa y solar, cobija a unos y otros. Porque el objeto hurtado tiene también su peso indiferente, y el órgano intervenido, también su grasa triste.

    ¿Qué hay de más desesperante en la tierra, que la imposibilidad en que se halla el hombre feliz de ser infortunado y el hombre bueno, de ser malvado ?

    ¡Alejarse! ¡Quedarse! ¡Volver! ¡Partir! Toda la mecánica social cabe en estas palabras.


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    Mensaje por Lluvia Abril Jue 01 Ago 2013, 17:53

    Cesa el anhelo...

    Cesa el anhelo, rabo al aire. De súbito, la vida amputa, en seco. Mi propia sangre me salpica en líneas femeninas, y hasta la misma urbe sale a ver esto que se para de improviso.

    —Qué ocurre aquí, en este hijo del hombre? —clama la urbe, y en una sala del Louvre, un niño llora de terror a la vista del retrato de otro niño.

    —Qué ocurre aquí, en este hijo de mujer? —clama la urbe, y a una estatua del siglo de los Ludovico, le nace una brizna de yerba en plena palma de la mano.

    Cesa el anhelo, a la altura de la mano enarbolada. Y yo me escondo detrás de mí mismo, a aguaitarme si paso por lo bajo o merodeo en alto.


    ¡Cuatro conciencias...

    ¡Cuatro conciencias
    simultáneas enrédanse en la mía!
    ¡Si vierais cómo ese movimiento
    apenas cabe ahora en mi conciencia!
    ¡Es aplastante! Dentro de una bóveda
    pueden muy bien
    adosarse, ya internas o ya externas,
    segundas bóvedas, mas nunca cuartas;
    mejor dicho, sí,
    mas siempre y, a lo sumo, cual segundas.
    No puedo concebirlo; es aplastante.
    Vosotros mismos a quienes inicio en la noción
    de estas cuatro conciencias simultáneas,
    enredadas en una sola, apenas os tenéis
    de pie ante mi cuadrúpedo intensivo.
    ¡Y yo que le entrevisto (Estoy seguro)!
    Entre el dolor y el placer...

    Entre el dolor y el placer median tres criaturas,
    de las cuales la una mira a un muro,
    la segunda usa de ánimo triste
    y la tercera avanza de puntillas;
    pero, entre tú y yo,
    sólo existen segundas criaturas.

    Apoyándose en mi frente,
    el día conviene en que, de veras,
    hay mucho de exacto en el espacio;
    pero, si la dicha, que, al fin, tiene un tamaño,
    principia ¡ay! por mi boca,
    ¿quién me preguntará por mi palabra?

    Al sentido instantáneo de la eternidad
    corresponde
    este encuentro investido de hilo negro,
    pero a tu despedida temporal,
    tan sólo corresponde lo inmutable,
    tu criatura, el alma, mi palabra.
    En el momento en que el tenista...

    En el momento en que el tenista lanza magistralmente
    su bala, le posee una inocencia totalmente animal;
    en el momento
    en que el filósofo sorprende una nueva verdad
    es una bestia completa.
    Anatole France afirmaba
    que el sentimiento religioso
    es la función de un órgano especial del cuerpo humano
    hasta ahora ignorado y se podría
    decir también, entonces
    que, en el momento exacto en que un tal órgano
    funciona plenamente,
    tan puro de malicia está el creyente,
    que se diría casi un vegetal.
    Oh alma! ¡Oh pensamiento! ¡Oh Marx! ¡Oh Feuerbach !


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    Mensaje por Lluvia Abril Jue 01 Ago 2013, 17:55

    Me estoy riendo

    Un guijarro, uno solo, el más bajo de todos,
    controla
    a todo el médano aciago y faraónico.

    El aire adquiere tensión de recuerdo y de anhelo,
    y bajo el sol se calla
    hasta exigir el cuello a las pirámides.

    Sed. Hidratada melancolía de la tribu errabunda,
    gota
    a
    gota
    del siglo al minuto.

    Son tres Treses paralelos,
    barbados de barba inmemorial,
    en marcha 3 3 3

    Es el tiempo este anuncio de gran zapatería,
    es el tiempo, que marcha descalzo
    de la muerte hacia la muerte.


    He aquí que hoy saludo...

    He aquí que hoy saludo, me pongo el cuello y vivo,
    superficial de pasos insondables de plantas.
    Tal me recibo de hombre, tal más bien me despido
    y de cada hora mía retoña una distanciA.

    ¿Queréis más? Encantado.
    Políticamente, mi palabra
    emite cargos contra mi labio inferior
    y económicamente, cuando doy la palabra a Oriente,
    distingo en dignidad de muerte a mis visitas.

    Desde ttttales códigos regulares saludo
    al soldado desconocido
    al verso perseguido por la tinta fatal
    y al saurio que Equidista diariamente
    de su vida y de su muerte, como quien no hace la cosa.

    El tiempo tiene un miedo ciempiés a los relojes.

    (Los lectores pueden poner el título que quieran a este poema)
    Lomo de las sagradas escrituras

    Sin haberlo advertido jamás exceso por turismo
    y sin agencias
    de pecho en pecho hacia la madre unánime.

    Hasta París ahora vengo a ser hijo. Escucha
    Hombre, en verdad te dijo que eres el HIJO ETERNO,
    pues para ser hermano tus brazos son escasamente iguales
    y tu malicia para ser padre, es mucha.

    La talla de mi madre moviéndome por índole de movimiento
    y poniéndome serio, me llega exactamente al corazón:
    pesando cuanto cayera de vuelo con mis tristes abuelos
    mi madre me oye en diámetro callándose en altura.

    Mi metro está midiendo ya dos metros,
    mis huesos concuerdan en género y en número
    y el verbo encarnado habita entre nosotros
    y el verbo encarnado habita, al hundirme en el baño,
    un alto grado de perfección

    .


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    Mensaje por cecilia gargantini Vie 02 Ago 2013, 08:54

    "Voy a hablar de la esperanza", de Vallejo, siempre me ha conmovido especialmente!!!!!!!!!!!!!!!
    Gracias a todos por darme la oportunidad de releer a este grande entre los grandes!!!!!!!!!!!!!!
    Besitossssssssssssssssssss
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    Mensaje por Pedro Casas Serra Vie 02 Ago 2013, 12:07

    La obra de Vallejo es un tesoro. Gracias por darme a conocer algunos poemas suyos que ignoraba. Cada poema suyo es una obra maestra en fondo, forma, vocabulario y musicalidad.

    Un abrazo.
    Pedro
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    Mensaje por Lluvia Abril Jue 08 Ago 2013, 02:04

    Vallejo: últimos versos de Trilce.
    Después de todos esos poemas raros, difíciles, maravillosos, de Trilce, nos deja con unos versos sencillos, íntimos, que suenan casi a amor. Una esperanza. Aquí los dejo, dedicados a los latinoamericanos, por el poeta mayor de la literatura Hispana del siglo XX:


    “Graniza tanto, como para que yo recuerde
    y acreciente las perlas
    que he recogido del hocico mismo
    de cada tempestad.

    No se vaya a secar esta lluvia.
    A menos que me fuese dado
    caer ahora para ella, o que me enterrasen
    mojado en el agua
    que surtiera de todos los fuegos.

    ¿Hasta dónde me alcanzará esta lluvia?
    Temo me quede con algún flanco seco;
    temo que ella se vaya, sin haberme probado
    en las sequías de increíbles cuerdas vocales,
    por las que,
    para dar armonía,
    hay siempre que subir ¡nunca bajar!
    ¿No subimos acaso para abajo?

    Canta, lluvia, en la costa aún sin mar!”


    Cesar Vallejo.


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    Mensaje por Lluvia Abril Jue 08 Ago 2013, 02:16

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    Mensaje por Maria Lua Jue 08 Ago 2013, 08:57

    Gracias, a todos...
    Gracias, Evangelina, Lluvia, Pedro,
    Cecilia, Juan José...
    No conocía la prosa poética de
    César Vallejo...
    Besos
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    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    Mensaje por Pedro Casas Serra Jue 07 Abr 2016, 12:14

    .


    De Los heraldos negros, 1918:

    ÁGAPE

    Hoy no ha venido nadie a preguntar;
    ni me han pedido en esta tarde nada.

    No he visto ni una flor de cementerio
    en tan alegre procesión de luces.
    Perdóname, Señor: qué poco he muerto!

    En esta tarde todos, todos pasan
    sin preguntarme ni pedirme nada.

    Y no sé qué se olvidan y se queda
    mal en mis manos, como cosa ajena.

    He salido a la puerta,
    y me da ganas de gritar a todos:
    Si echan de menos algo, aquí se queda!

    Porque en todas las tardes de esta vida,
    yo no sé con qué puertas dan a un rostro,
    y algo ajeno se toma el alma mía.

    Hoy no ha venido nadie;
    y hoy he muerto qué poco en esta tarde!


    EL PAN NUESTRO

    Se bebe el desayuno... Húmeda tierra
    de cementerio huele a sangre amada.
    Ciudad de invierno... La mordaz cruzada
    de una carreta que arrastrar parece
    una emoción de ayuno encadenada!

    Se quisiera tocar todas las puertas,
    y preguntar por no sé quién; y luego
    ver a los pobres, y, llorando quedos,
    dar pedacitos de pan fresco a todos.
    Y saquear a los ricos sus viñedos
    con las dos manos santas
    que a un golpe de luz
    volaron desclavadas de la Cruz!

    Pestaña matinal, no os levantéis!
    ¡El pan nuestro de cada día dánoslo,
    Señor...!

    Todos mis huesos son ajenos;
    yo talvez los robé!
    Yo vine a darme lo que acaso estuvo
    asignado para otro;
    y pienso que, si no hubiera nacido,
    otro pobre tomara este café!
    Yo soy un mal ladrón... A dónde iré!

    Y en esta hora fría, en que la tierra
    trasciende a polvo humano y es tan triste,
    quisiera yo tocar todas las puertas,
    y suplicar a no sé quién, perdón,
    y hacerle pedacitos de pan fresco
    aquí, en el horno de mi corazón...!


    VI

    El traje que vestí mañana
    no lo ha lavado mi lavandera:
    lo lavaba en sus venas otilinas,
    en el chorro de su corazón, y hoy no he
    de preguntarme si yo dejaba
    el traje turbio de injusticia.
    A hora que no hay quien vaya a las aguas,
    en mis falsillas encañona
    el lienzo para emplumar, y todas las cosas
    del velador de tánto qué será de mí,
    todas no están mías
    a mi lado.
    …............................Quedaron de su propiedad,
    fratesadas, selladas con su trigueña bondad.
    Y si supiera si ha de volver;
    y si supiera qué mañana entrará
    a entregarme las ropas lavadas, mi aquella
    lavandera del alma. Que mañana entrará
    satisfecha, capulí de obrería, dichosa
    de probar que sí sabe, que sí puede
    …............................¡CÓMO NO VA A PODER!
    azular y planchar todos los caos.


    .


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    Mensaje por Pedro Casas Serra Vie 08 Abr 2016, 06:20

    .



    De Los heraldos negros, 1918:


    XX

    Al ras de batiente nata blindada
    de piedra ideal. Pues apenas
    acerco el 1 al 1 para no caer.
    Ese hombre mostachoso. Sol,
    herrada su única rueda, quinta y perfecta,
    y desde ella para arriba.
    Bulla de botones de bragueta,
    …............................................libres,
    bulla que reprende A vertical subordinada.
    El desagüe jurídico. La chirota grata.
    Mas sufro. Allende sufro. Aquende sufro.
    Y he aquí se me cae la baba, soy
    una bella persona, cuando
    el hombre guillermosecundario
    puja y suda felicidad
    a chorros, al dar lustre al calzado
    de su pequeña de tres años.
    Engállase el barbado y frota un lado.
    La niña en tanto pónese el índice
    en la lengua que empieza a deletrear
    los enredos de enredos de los enredos,
    y unta el otro zapato, a escondidas,
    ….....................................................pero con un poquito
    ….................................................................................no má—
    ….................................................................................... .s.

    XLIV

    Este piano viaja para adentro,
    viaja a saltos alegres.
    Luego medita en ferrado reposo,
    clavado con diez horizontes.
    Adelanta. Arrástrase bajo túneles,
    más allá, bajo túneles de dolor,
    bajo vértebras que fugan naturalmente.
    Otras veces van sus trompas,
    lentas asias amarillas de vivir,
    van de eclipse,
    y se espulgan pesadillas insectiles,
    ya muertas para el trueno, heraldo de los génesis.
    Piano oscuro ¿a quién atisbas
    con tu sordera que me oye,
    con tu madurez que me asorda?
    Oh pulso misterioso.


    .


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    Mensaje por Pedro Casas Serra Sáb 09 Abr 2016, 14:48

    .


    De Poemas humanos, 1931-1932:

    ME VIENE, HAY DÍAS, UNA GANA UBÉRRIMA...

    Me viene, hay días, una gana ubérrima, política,
    de querer, de besar al cariño en sus dos rostros,
    y me viene de lejos un querer
    demostrativo, otro querer amar, de grado o fuerza,
    al que me odia, al que rasga su papel, al muchachito,
    a la que llora por el que lloraba,
    al rey del vino, al esclavo del agua,
    al que ocultóse en su ira,
    al que suda, al que pasa, al que sacude su persona en mi alma.
    Y quiero, por lo tanto, acomodarle
    al que me habla, su trenza; sus cabellos, al soldado;
    su luz, al grande; su grandeza, al chico.
    Quiero planchar directamente
    un pañuelo al que no puede llorar
    y, cuando estoy triste o me duele la dicha,
    remendar a los niños y a los genios.

    Quiero ayudar al bueno a ser su poquillo de malo
    y me urge estar sentado
    a la diestra del zurdo, y responder al mudo,
    tratando de serle útil en
    lo que puedo y también quiero muchísimo
    lavarle al cojo el pie,
    y ayudarle a dormir al tuerto próximo.

    ¡Ah querer, éste, el mío, éste, el mundial,
    interhumano y parroquial, provecto!
    Me viene a pelo,
    desde el cimiento, desde la ingle pública,
    y, viniendo de lejos, da ganas de besarle
    la bufanda al cantor,
    y al que sufre, besarle en su sartén,
    al sordo, en su rumor craneano, impávido;
    al que me da lo que olvidé en mi seno,
    en su Dante, en su Chaplin, en sus hombros.

    Quiero, para terminar,
    cuando estoy al borde célebre de la violencia
    o lleno de pecho el corazón, querría
    ayudar a reír al que sonríe,
    ponerle un pajarillo al malvado en plena nuca,
    cuidar a los enfermos enfadándolos,
    comprarle al vendedor,
    ayudarle a matar al matador —cosa terrible—
    y quisiera yo ser bueno conmigo
    en todo.

    CONSIDERANDO EN FRÍO, IMPARCIALMENTE...

    Considerando en frío, imparcialmente,
    que el hombre es triste, tose y, sin embargo,
    se complace en su pecho colorado:
    que lo único que hace es componerse
    de días:
    que es lóbrego mamífero y se peina...

    Considerando
    que el hombre procede suavemente del trabajo
    y repercute jefe, suena subordinado;
    que el diagrama del tiempo
    es constante diorama en sus medallas
    y, a medio abrir, sus ojos estudiaron,
    desde lejanos tiempos,
    su fórmula famélica de masa...

    Comprendiendo sin esfuerzo
    que el hombre se queda, a veces, pensando,
    como queriendo llorar,
    y, sujeto a tenderse como objeto,
    se hace buen carpintero, suda, mata
    y luego canta, almuerza, se abotona...

    Examinando, en fin,
    sus encontradas piezas, su retrete
    su desesperación, al terminar su día atroz, borrándolo...

    Considerando también
    que el hombre es en verdad un animal
    y, no obstante, al voltear, me da con su tristeza en la cabeza...
    Comprendiendo
    que él sabe que le quiero,
    que le odio con afecto y me es, en suma, indiferente...

    Considerando sus documentos generales
    y mirando con lentes aquel certificado
    que prueba que nació muy pequeñito...

    le hago una seña,
    viene,
    y le doy un abrazo, emocionado.
    ¡Qué más da! Emocionado... Emocionado...


    .


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    Mensaje por Pedro Casas Serra Dom 10 Abr 2016, 13:32

    .


    De Poemas humanos, 1931-1932:


    TRASPIÉ ENTRE DOS ESTRELLAS

    ¡Hay gentes tan desgraciadas, que ni siquiera
    tienen cuerpo; cuantitativo el pelo,
    baja, en pulgadas, la genial pesadumbre;
    el modo, arriba;
    no me busques, la muela del olvido,
    parecen salir del aire, sumar suspiros mentalmente, oír
    claros azotes en sus paladares!

    Vanse de su piel, rascándose el sarcófago en que nacen
    y suben por su muerte de hora en hora
    y caen, a lo largo de su alfabeto gélido, hasta el suelo.
    ¡Ay de tánto! ¡ay de tan poco! ¡ay de ellas!
    ¡Ay en mi cuarto, oyéndolas con lentes!
    ¡Ay en mi tórax, cuando compran trajes!
    ¡Ay de mi mugre blanca, en su hez mancomunada!

    ¡Amadas sean las orejas sánchez,
    amadas las personas que se sientan,
    amado el desconocido y su señora,
    el prójimo con mangas, cuello y ojos!

    ¡Amado sea aquel que tiene chinches,
    el que lleva zapato roto bajo la lluvia,
    el que vela el cadáver de un pan con dos cerillas,
    el que se coge un dedo en una puerta,
    el que no tiene cumpleaños,
    el que perdió su sombra en un incendio,
    el animal, el que parece un loro,
    el que parece un hombre, el pobre rico,
    el puro miserable, el pobre pobre!

    ¡Amado sea
    el que tiene hambre o sed, pero no tiene
    hambre con qué saciar toda su sed,
    ni sed con qué saciar todas sus hambres!

    ¡Amado sea el que trabaja al día, al mes, a la hora,
    el que suda de pena o de vergüenza,
    aquel que va, por orden de sus manos, al cinema,
    el que paga con lo que le falta,
    el que duerme de espaldas,
    el que ya no recuerda su niñez; amado sea
    el calvo sin sombrero,
    el justo sin espinas,
    el ladrón sin rosas,
    el que llevó reloj y ha visto a Dios,
    el que tiene un honor y no fallece!

    ¡Amado sea el niño, que cae y aún llora
    y el hombre que ha caído y ya no llora!

    ¡Ay de tánto! ¡Ay de tan poco! ¡Ay de ellos!


    UN HOMBRE PASA CON UN PAN AL HOMBRO...

    Un hombre pasa con un pan al hombro
    ¿Voy a escribir, después, sobre mi doble?

    Otro se sienta, ráscase, extrae un piojo de su axila, mátalo
    ¿Con qué valor hablar del psicoanálisis?

    Otro ha entrado a mi pecho con un palo en la mano
    ¿Hablar luego de Sócrates al médico?

    Un cojo pasa dando el brazo a un niño
    ¿Voy, después, a leer a André Bretón?

    Otro tiembla de frío, tose, escupe sangre
    ¿Cabrá aludir jamás al Yo profundo?

    Otro busca en el fango huesos, cáscaras
    ¿Cómo escribir, después, del infinito?

    Un albañil cae de un techo, muere y ya no almuerza
    ¿Innovar, luego, el tropo, la metáfora?

    Un comerciante roba un gramo en el peso a un cliente
    ¿Hablar, después, de cuarta dimensión?

    Un banquero falsea su balance
    ¿Con qué cara llorar en el teatro?

    Un paria duerme con el pie a la espalda
    ¿Hablar, después, a nadie de Picasso?

    Alguien va en un entierro sollozando
    ¿Cómo luego ingresar a la Academia?

    Alguien limpia un fusil en su cocina
    ¿Con qué valor hablar del más allá?

    Alguien pasa contando con sus dedos
    ¿Cómo hablar del no-yo sin dar un grito?


    (continuará)


    .


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