por cecilia gargantini Lun 23 Sep 2024, 15:32
478.- Feliciano Mejía, Lima, Perú
Nana fúnebre para César Vallejo, poeta comunista,
bajo el galope de nubes de primavera
Tengo frío, César,
Después de deambular
En las calles de esta ciudad
donde una vez sonreíste.
(Entre tus íntimos escasos
Eras alegres
hasta las gotas de oro, me cuentan los arcanos
libros para ancianos).
Recorriendo los panteones de Montrouge y Montparnasse
para verte
(yo ni siquiera hoy
sé pronunciar esos nombres)
buscó tu espacio entre las tumbas.
(Ah, cementerios de mármoles
y gatos gordos y cipreses de raíces temerarias:
Desde Ámsterdam a Marina de Ragusa
es todo un solo cementerio
con plazas y placas de cemento, bronce o piedra arenisca
de millones de muertos olvidados
que nunca debieron haber muerto de obús
o gas o metralla).
Me han mirado
las hojas verdecidas de los arces,
mausoleos negros retorcidos en fierros,
mármoles aljofarados,
flores de plástico, los gur-gures
de lerdas miríadas de palomas ahuecando el aire
de gatos y gatos y gatos entre las tumbas,
corriendo como gatos electricos,
gatos ahueitando entre las cruces
como peces engreídos.
(No voy a irme a la tarde)
hundiendo, mojada por la lluvia,
en mis huesos convulsos).
(No hay ira ni angustia)
tuve. Sólo este frío).
París es una máscara arrugada.
Una fina puta anciana llena de ajorcas de oro
y dientes de diamantes helados y carcomidos
y un cuerpo húmedo tatuado por el Sena lleno de mierda
perfumando las calles y bares repletos de calefacción.
París, desde La Comuna, Camarada, y tú lo supiste,
mi querido comunista, no es sino
un cuerpo de odalisca atosigada
en formol,
que tiene el cuerpo
y el alma llena de pus en macramé de níquel.
Cada rostro cobrizo o negro en los ingenios túneles
de trenes ciegos, relucientes,
en el queso gruyere del piso de esta ciudad,
semejábanseme tú.
Ahora tú, en esta tumba de piedra negra
pulida hasta el espejo y yo,
transido. Y el viento viejo. Acá.
París es una anciana lúbrica, repito,
de rostro carcomido por las ratas y estucada
por la ubérrima sangre de las colonias africanas.
Y aquí, en estas aceras,
nadie sabe de ti
Salvo los muertos de los otros mausoleos pantagruélicos
y los panteoneros en sus oficinas
y su flechita de cartón apuntando al horizonte gritando:
"Siga la dirección.
Tumba de César Abraham Vallejo Mendoza”
Aquí.
Nadie. De ti. Nada nadie dice algo de ti
en estas calles amplias y parques llenos de árboles
y flores roídos por los comejenes.
Hoy, al verde, Camarada,
De ti me llevo
Una luz trepanada
entre mis muñones y mis tactos
para seguir en la guerra prolongada de los Andes.
Laca helada en la piel, me da este mundo, César,
la pulpa de mis sueños desollada,
el pene enhiesto como un dios deicida,
Nada más, en mi maleta.
Hoy,
transitado,
reacomodo mis poros
Y tengo frío, camarada.
Y me calienta el cuerpo y el alma,
volviendo
a recordar a los guerrilleros y la humilde dinamita
de tu Partido Comunista de tu Perú, Vallejo,
allá, a donde voy,
en la cima y pie del Waskarán,
mi querido compañero.
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