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JOSÉ DE ANCHIETA (1534-1597)
cecilia gargantini- Administrador-Moderador
- Cantidad de envíos : 41479
Fecha de inscripción : 25/04/2009
Edad : 71
Localización : buenos aires
- Mensaje n°31
Re: JOSÉ DE ANCHIETA (1534-1597)
Maria Lua- Administrador-Moderador
- Cantidad de envíos : 76714
Fecha de inscripción : 12/04/2009
Localización : Nova Friburgo / RJ / Brasil
- Mensaje n°32
Re: JOSÉ DE ANCHIETA (1534-1597)
El padre Anchieta, desde el miércoles «San José de Anchieta», tras el decreto de canonización firmado por Francisco en un acto celebrado en el Vaticano con Angelo Amato, el cardenal prefecto de la Congregación de la Causa de los Santos, es una figura conocida en su Tenerife natal, pero como tantos canarios, hizo de su vida un puente entre las Islas Canarias y el Nuevo Mundo.
Estos son algunos de los hitos biográficos de esta extraordinaria figura canaria en América, el «Apóstol de Brasil», el jesuita José de Anchieta.
1. Infancia y juventudNace en La Laguna en 1534, hijo de vasco y canaria, en el seno de una familia tradicional y recibe su primera educación con los dominicos. Pronto es enviado al colegio jesuita de Coimbra (Portugal), donde muestra ya sus virtudes para las letras, como alumno aventajado de latín y poeta en ciernes.
2. Sacerdote para el Nuevo MundoEn 1551 ingresa en la Compañía de Jesús y siente sus grandes deseos de participar en la evangelización de América. Dos años más tarde, cruza el Atlántico para instalarse en Brasil, por entonces colonia portuguesa, donde inicia su etapa más fructífera, junto al padre Nóbrega, impulsor de la labor jesuítica allí.
3. Labor con los indígenasEn la misión de Piratininga emprende múltiples actividades pastorales con el fin de acercar y ganar para Cristo a los indios de las selvas vírgenes. «Ama con inmenso afecto a sus hermanos brasís, comparte con ellos su vida, estudia profundamente sus costumbres y comprende que su conversión a la fe cristiana debe ser preparada, ayudada y consolidada por un apropiado trabajo de civilización, para su promoción humana. Su celo ardiente le mueve a realizar innumerables viajes, cubriendo distancias inmensas, en medio de grandes peligros», recordó el papa Juan Pablo II al beatificarlo en 1980.
4. Defensor ante los conquistadoresEste continuador de la tarea de San Ignacio de Loyola se muestra dueño de una fuerza sobrehumana, «especialmente cuando debe defender contra las injusticias de los colonizadores a sus hermanos los indígenas», indica el beato Juan Pablo II. Para ellos compone un catecismo, adaptado a su mentalidad, que contribuye en gran manera a su cristianización.
5. Milagros en AméricaSon innumerables los milagros que se cuentan de San José de Anchieta en tierras brasileñas. Baste como muestra recordar su ausencia de miedo ante los peligros: «Yendo una vez con otro de camino, les salió una víbora, y el compañero espantado quiso huir, pero el padre le retuvo, y como bromeando con la sierpe, la pisó con su pie, desnudo como siempre, incitándole a picarle como castigo, pues era un pecador; pero la víbora se estuvo quieta, hasta que el padre, mandándole no hacer mal a nadie, alzó el pie y la dejó marchar», relata José María Iraburu, en su «Hechos de los apóstoles en América».
6. Fundador de San PabloComo fundador del colegio de San Pablo, el primero de jesuitas en América y del que se deriva la ciudad del mismo nombre, São Paulo, la más poblada y hoy capital económica del país y del continente sudamericano. Anchieta también fue parte de la fundación de numerosas aldeas indígenas y participó del nacimiento de otra gran ciudad como Río de Janeiro.
7. Un humanista: gramática, dramaturgia y poesíaJosé de Anchieta no solo fue un hombre de acción, el estudio y las artes no le eran ajenas. Así como Juan Pablo II recordaba su «devoción filial a la Virgen Santísima», a quien dedicó un largo poema de elegantes versos latinos, el santo tinerfeño promovió el teatro popular, apoyándose tanto en los temas cristianos como en los rituales indígenas. Además, compuso la primera gramática de una lengua indígena, en 1959, al sistematizar el estudio de la lengua tupí, la más difundida en el litoral brasileño.
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Estos son algunos de los hitos biográficos de esta extraordinaria figura canaria en América, el «Apóstol de Brasil», el jesuita José de Anchieta.
1. Infancia y juventudNace en La Laguna en 1534, hijo de vasco y canaria, en el seno de una familia tradicional y recibe su primera educación con los dominicos. Pronto es enviado al colegio jesuita de Coimbra (Portugal), donde muestra ya sus virtudes para las letras, como alumno aventajado de latín y poeta en ciernes.
2. Sacerdote para el Nuevo MundoEn 1551 ingresa en la Compañía de Jesús y siente sus grandes deseos de participar en la evangelización de América. Dos años más tarde, cruza el Atlántico para instalarse en Brasil, por entonces colonia portuguesa, donde inicia su etapa más fructífera, junto al padre Nóbrega, impulsor de la labor jesuítica allí.
3. Labor con los indígenasEn la misión de Piratininga emprende múltiples actividades pastorales con el fin de acercar y ganar para Cristo a los indios de las selvas vírgenes. «Ama con inmenso afecto a sus hermanos brasís, comparte con ellos su vida, estudia profundamente sus costumbres y comprende que su conversión a la fe cristiana debe ser preparada, ayudada y consolidada por un apropiado trabajo de civilización, para su promoción humana. Su celo ardiente le mueve a realizar innumerables viajes, cubriendo distancias inmensas, en medio de grandes peligros», recordó el papa Juan Pablo II al beatificarlo en 1980.
4. Defensor ante los conquistadoresEste continuador de la tarea de San Ignacio de Loyola se muestra dueño de una fuerza sobrehumana, «especialmente cuando debe defender contra las injusticias de los colonizadores a sus hermanos los indígenas», indica el beato Juan Pablo II. Para ellos compone un catecismo, adaptado a su mentalidad, que contribuye en gran manera a su cristianización.
5. Milagros en AméricaSon innumerables los milagros que se cuentan de San José de Anchieta en tierras brasileñas. Baste como muestra recordar su ausencia de miedo ante los peligros: «Yendo una vez con otro de camino, les salió una víbora, y el compañero espantado quiso huir, pero el padre le retuvo, y como bromeando con la sierpe, la pisó con su pie, desnudo como siempre, incitándole a picarle como castigo, pues era un pecador; pero la víbora se estuvo quieta, hasta que el padre, mandándole no hacer mal a nadie, alzó el pie y la dejó marchar», relata José María Iraburu, en su «Hechos de los apóstoles en América».
6. Fundador de San PabloComo fundador del colegio de San Pablo, el primero de jesuitas en América y del que se deriva la ciudad del mismo nombre, São Paulo, la más poblada y hoy capital económica del país y del continente sudamericano. Anchieta también fue parte de la fundación de numerosas aldeas indígenas y participó del nacimiento de otra gran ciudad como Río de Janeiro.
7. Un humanista: gramática, dramaturgia y poesíaJosé de Anchieta no solo fue un hombre de acción, el estudio y las artes no le eran ajenas. Así como Juan Pablo II recordaba su «devoción filial a la Virgen Santísima», a quien dedicó un largo poema de elegantes versos latinos, el santo tinerfeño promovió el teatro popular, apoyándose tanto en los temas cristianos como en los rituales indígenas. Además, compuso la primera gramática de una lengua indígena, en 1959, al sistematizar el estudio de la lengua tupí, la más difundida en el litoral brasileño.
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"Ser como un verso volando
o un ciego soñando
y en ese vuelo y en ese sueño
compartir contigo sol y luna,
siendo guardián en tu cielo
y tren de tus ilusiones."
(Hánjel)
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Maria Lua- Administrador-Moderador
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Localización : Nova Friburgo / RJ / Brasil
- Mensaje n°33
Re: JOSÉ DE ANCHIETA (1534-1597)
Los jesuitas y la misión. La misión jesuita en el Brasil:
La biografía del misionero Anchieta parte de su adscripción en Coimbra, adonde se le
envía desde su ciudad natal, a la Compañía de Jesús en unos momentos de la
Congregación, fundada en 1539, que todavía podemos calificar de iniciales y en los
que, sin embargo, la vocación misionera ya estaba presente en los genes y en el carisma
espiritual del grupo de fundadores. Cuando, a finales de la primera mitad del XVI, el
rey Juan III de Portugal pide al papa, a la sazón Paulo III, personal religioso para
enviarlo a las Indias portuguesas del Lejano Oriente: Francisco Javier, a la sazón en
Roma, sería designado en 1541 para realizar esta tarea y con el tiempo llegaría a
convertirse en el apóstol del Oriente y en el epónimo de la misión jesuítica. Fue así
como comenzó la historia misionera de la congregación. Coimbra, la más afamada
universidad portuguesa, y Goa, sede de la administración portuguesa en Oriente, se
convertirían en los puntos de partida para los viajes misionales de la Compañía en los
territorios de soberanía lusa. Cuando el italiano Matteo Ricci, otro jesuita que parte de
Coimbra y pasa por Goa, “conquiste” China9
, ya habrá una serie de miembros de la
Compañía que hayan inscrito su nombre en el historial de la misión oriental e incluso
hayan dado testimonio martirial de su fe (los mártires del Japón, 1597). De Goa
partiría el también jesuita español Pedro Páez para su viaje a Etiopía.10
Casi contemporánea de la de Francisco Javier en Oriente es la misión que los jesuitas,
por obra del padre Manuel de Nóbrega11 y, más tarde, José de Anchieta, emprenden en
Brasil, a partir de 1541. Con ello, ambos (más el padre Azpilicueta Navarro12) se
constituyen en pioneros de la evangelización americana, no tanto en el contexto
general de la misma, sino en el de la historia de la misión jesuita en el subcontinente. A
Perú, donde los jesuitas en Cuzco lograrían la gran proyección que les daba su
convento-universidad, situado en la Plaza Mayor13 de la ciudad, habían llegado en
1568, es decir, cuando Anchieta llevaba ya casi dos décadas en Brasil. Y los inicios de
la actividad humanitaria con los esclavos negros en Cartagena de Indias por parte de
Pedro Claver, otra de las personalidades emblemáticas de la Compañía en América y
uno de los mayores promotores de la comunicación intercultural14, data del primer
decenio del siglo XVII. Cuando surge la actividad misionera jesuita, casi toda la
América ibérica está ya ocupada por las órdenes mendicantes. Pero pronto el empuje y
el sentido organizativo con los que aparece la Compañía en el ambiente
contrarreformista harán de ella uno de los institutos más efectivos en la “conquista
espiritual”. Su teatro de operaciones sería sobre todo el subcontinente meridional
americano, ya que los territorios de Nueva España y de Centroamérica estaban
mayormente copados por franciscanos y dominicos.
Una de las características de esta misión brasileña es su dependencia del proceso de
colonización, más íntima en todo caso que en la parte española de América. Es este un
factor que la diferencia de la emblemática, y posterior, misión jesuítica del Paraguay y
aledaños. Mientras los jesuitas del virreinato del Perú (el Paraguay pertenecía a ese
virreinato) intentarán “reducir”, es decir, aislar y mantener en un medio originario,
siguiendo modelos franciscanos, a los indígenas, la evangelización jesuita de Brasil
tiende a integrar a estos en la vida de la Colonia estableciendo “aldeiamentos” o
pueblos no muy lejanos de los establecimientos de los conquistadores. Fue también el
rey Juan III, quien a través de su gobernador Tomé de Susa dispuso esta peculiar
organización del mundo indígena bajo su influencia congregándolo en la proximidad
de las ciudades de los colonos con el objeto, entre otras cosas, de que pudieran ser
mejor cristianizados, dado el fracaso que en su labor evangelizadora habían acumulado
los doctrineros itinerantes. Esto no era óbice para que a este interés doctrinal se
añadieran otros objetivos: el defensivo (la utilización de los aldeiamentos como glacis
de defensa) y el económico (el servicio de los indios).
Esta dependencia de los colonos y hacendados portugueses por parte de los
“aldeiamentos” indígenas, a pesar de carecer de esa “pureza” étnica, de intenciones y
de funcionamiento de la que hicieron gala las reducciones paraguayas, que, (por
desgracia, se vieron arrastradas a la ruina cuando los jesuitas fueron expulsados de
ellas), quizás haya contribuido a su pervivencia. Cabe pensar que este sistema
portugués de acentuada integración de evangelización/colonización haya podido
contribuir a un mayor mestizaje y a un cristianismo más sincrético.
A este Brasil en trance de colonización se dirige, en 1549 y por deseo del rey Juan III,
un grupo de seis jesuitas capitaneados por el padre Nóbrega, quien pronto pediría
refuerzos a la metrópolis: Esta envía un segundo grupo en el que precisamente llegará
el, todavía, novicio jesuita Anchieta (1553). Pronto el recién llegado a la costa
brasileña se dedicará a recoger la discursividad de los indígenas, empezando por la
base de toda comunicación: “a lingoa geral”.
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La biografía del misionero Anchieta parte de su adscripción en Coimbra, adonde se le
envía desde su ciudad natal, a la Compañía de Jesús en unos momentos de la
Congregación, fundada en 1539, que todavía podemos calificar de iniciales y en los
que, sin embargo, la vocación misionera ya estaba presente en los genes y en el carisma
espiritual del grupo de fundadores. Cuando, a finales de la primera mitad del XVI, el
rey Juan III de Portugal pide al papa, a la sazón Paulo III, personal religioso para
enviarlo a las Indias portuguesas del Lejano Oriente: Francisco Javier, a la sazón en
Roma, sería designado en 1541 para realizar esta tarea y con el tiempo llegaría a
convertirse en el apóstol del Oriente y en el epónimo de la misión jesuítica. Fue así
como comenzó la historia misionera de la congregación. Coimbra, la más afamada
universidad portuguesa, y Goa, sede de la administración portuguesa en Oriente, se
convertirían en los puntos de partida para los viajes misionales de la Compañía en los
territorios de soberanía lusa. Cuando el italiano Matteo Ricci, otro jesuita que parte de
Coimbra y pasa por Goa, “conquiste” China9
, ya habrá una serie de miembros de la
Compañía que hayan inscrito su nombre en el historial de la misión oriental e incluso
hayan dado testimonio martirial de su fe (los mártires del Japón, 1597). De Goa
partiría el también jesuita español Pedro Páez para su viaje a Etiopía.10
Casi contemporánea de la de Francisco Javier en Oriente es la misión que los jesuitas,
por obra del padre Manuel de Nóbrega11 y, más tarde, José de Anchieta, emprenden en
Brasil, a partir de 1541. Con ello, ambos (más el padre Azpilicueta Navarro12) se
constituyen en pioneros de la evangelización americana, no tanto en el contexto
general de la misma, sino en el de la historia de la misión jesuita en el subcontinente. A
Perú, donde los jesuitas en Cuzco lograrían la gran proyección que les daba su
convento-universidad, situado en la Plaza Mayor13 de la ciudad, habían llegado en
1568, es decir, cuando Anchieta llevaba ya casi dos décadas en Brasil. Y los inicios de
la actividad humanitaria con los esclavos negros en Cartagena de Indias por parte de
Pedro Claver, otra de las personalidades emblemáticas de la Compañía en América y
uno de los mayores promotores de la comunicación intercultural14, data del primer
decenio del siglo XVII. Cuando surge la actividad misionera jesuita, casi toda la
América ibérica está ya ocupada por las órdenes mendicantes. Pero pronto el empuje y
el sentido organizativo con los que aparece la Compañía en el ambiente
contrarreformista harán de ella uno de los institutos más efectivos en la “conquista
espiritual”. Su teatro de operaciones sería sobre todo el subcontinente meridional
americano, ya que los territorios de Nueva España y de Centroamérica estaban
mayormente copados por franciscanos y dominicos.
Una de las características de esta misión brasileña es su dependencia del proceso de
colonización, más íntima en todo caso que en la parte española de América. Es este un
factor que la diferencia de la emblemática, y posterior, misión jesuítica del Paraguay y
aledaños. Mientras los jesuitas del virreinato del Perú (el Paraguay pertenecía a ese
virreinato) intentarán “reducir”, es decir, aislar y mantener en un medio originario,
siguiendo modelos franciscanos, a los indígenas, la evangelización jesuita de Brasil
tiende a integrar a estos en la vida de la Colonia estableciendo “aldeiamentos” o
pueblos no muy lejanos de los establecimientos de los conquistadores. Fue también el
rey Juan III, quien a través de su gobernador Tomé de Susa dispuso esta peculiar
organización del mundo indígena bajo su influencia congregándolo en la proximidad
de las ciudades de los colonos con el objeto, entre otras cosas, de que pudieran ser
mejor cristianizados, dado el fracaso que en su labor evangelizadora habían acumulado
los doctrineros itinerantes. Esto no era óbice para que a este interés doctrinal se
añadieran otros objetivos: el defensivo (la utilización de los aldeiamentos como glacis
de defensa) y el económico (el servicio de los indios).
Esta dependencia de los colonos y hacendados portugueses por parte de los
“aldeiamentos” indígenas, a pesar de carecer de esa “pureza” étnica, de intenciones y
de funcionamiento de la que hicieron gala las reducciones paraguayas, que, (por
desgracia, se vieron arrastradas a la ruina cuando los jesuitas fueron expulsados de
ellas), quizás haya contribuido a su pervivencia. Cabe pensar que este sistema
portugués de acentuada integración de evangelización/colonización haya podido
contribuir a un mayor mestizaje y a un cristianismo más sincrético.
A este Brasil en trance de colonización se dirige, en 1549 y por deseo del rey Juan III,
un grupo de seis jesuitas capitaneados por el padre Nóbrega, quien pronto pediría
refuerzos a la metrópolis: Esta envía un segundo grupo en el que precisamente llegará
el, todavía, novicio jesuita Anchieta (1553). Pronto el recién llegado a la costa
brasileña se dedicará a recoger la discursividad de los indígenas, empezando por la
base de toda comunicación: “a lingoa geral”.
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- Mensaje n°34
Re: JOSÉ DE ANCHIETA (1534-1597)
El Brasil de Anchieta:
Brasil en la época en la que Anchieta pone pie en el subcontinente americano no era el
enorme país que hoy en día es, sino solo la franja que el tratado de Tordesillas había
concedido, previo dictamen papal, a Portugal. Dividido el país en “capitanías”
trazadas a escuadra, cada una de ellas tendría a su frente un capitán que les daba
nombre: Francisco Giraldes, duque D´Aveiro, Francisco Bareyto. Más tarde pasarían a
denominarse según las ciudades o regiones (Bahia, Espiritu Santo, Rio de Janeiro, etc.)
establecidas en ellas. Las “entradas” posteriores de los “bandeirantes” portugueses en
el interior del país y el desinterés relativo de la administración española harían que la
corona lusa extendiera su soberanía más o menos hasta las fronteras que hoy en día
disfruta el país sudamericano.
La actividad misionera de Anchieta se limitaría
mayormente a la franja costera del sureste del país, de clima y selva subtropicales, que
ya entonces era una de las reservas de pueblos originarios más diversificadas y que
estaban repartidos en tres grandes etnias: tapuias, tupíes y guaraníes. Estos, a su vez, se
distribuían en más de 60 tribus (tupinambás, tabajaras, tupiminós, potiguaras, etc.), la
mayoría de ellas caníbal. Por suerte, todas ellas tenían como común denominador su
proximidad a una “lengua geral”, (“lingoa mais usada”, la llamaba Anchieta), el tupí
(“dialecto excelente de la guaraní” diría de ella Hervás y Panduro, jesuita expulso de
España dos siglos más tarde), aunque este factor no les evitaba estar en constantes
guerras internas: los tupíes, de raigambre guaraní,15 lograría desplazar hacia el interior
a los tapuyas, que quedaron reducidos a una raza menor.
A este factor de división interna venía a añadirse como elemento de complejidad social
el hecho de que la costa brasileña fuera desde el principio de la Colonia el claro objeto
del deseo de franceses, holandeses, españoles y naturalmente portugueses,16 cada uno
de los cuales hacía alianzas con las distintas tribus para ayudarse en su enfrentamiento
con los enemigos europeos. Célebre es el episodio de la biografía de Anchieta, ya
mencionado, en el que este se ofrece como mediador y pacificador ante los tamoios,
llegando incluso a quedarse como rehén, so pena de ser devorado, para lograr una
pacificación que redundase en beneficio de los indígenas y de los portugueses. A pesar
de ser súbdito español, su estancia en Coimbra, punto de partida de la diáspora
misionera, hizo que se identificara con la causa portuguesa, identificación que,
obviamente, se acrecentó por motivos confesionales cuando se percató de que tanto los
holandeses como los franceses de las colonias brasileñas representaban versiones
heterodoxas del cristianismo.
Los escritos de san José de Anchieta:
Son estos, esbozados en breves rasgos, los contextos en los que José de Anchieta, desde
1553 a 1597 desarrolla su labor misionera y un trabajo intelectual que, además de
enriquecer sobremanera su personalidad, contribuyó a modificar y dar forma de
manera definitiva a la sociedad que surgía en aquellas tierras. También en el aspecto
científico-literario, el de Anchieta es un perfil polifacético, derivando, no solo de ese
humanismo vigente en las universidades europeas (en las ibéricas también y sobre
todo) y que él, en concreto, había bebido en Coimbra18, sino también de sus
convicciones religiosas: poeta, lingüista, dramaturgo, traductor, biólogo y teólogo de la
pastoral. Fue el primer poeta épico de América: antes de que Ercilla publicara su
Araucana en 1569, Anchieta compondría una epopeya que, impresa en Coimbra en
1563, estaba dedicada a las gestas de Men de Sáa, un conquistador y pacificador
portugués que puso fin a las luchas con los franceses y que logró la pacificación de los
tamoyos: De gestis Mendi de Saa reza el título.
A pesar de haber puesto su pluma al
servicio de este conquistador portugués, Anchieta utiliza esta epopeya de las guerras de
conquista, escrita en unos 2000 versos latinos, para mostrar al europeo el mundo indio
y lo describe como un enemigo que, por su bravura y pericia estratégica, estaría a la
altura de los portugueses que en más de una ocasión tuvieron que ceder ante el empuje
y número de los salvajes. Señala las diferencias de costumbres entre el indio cristiano y
el silvícola y describe los efectos beneficiosos que la religión podía reportarles. Ha sido
calificada como “obra de raízes americanas, de motivaçao indígena” y es objeto
traductográfico en un doble sentido: por ser redacción en latín de oralidad, recabada y
recibida en portugués y tupí tanto de los soldados como de los indígenas amigos
(Anchieta no participó en las campañas y consiguientemente no fue testigo de la
campaña), y por ser, más que una translatio, una versión, un vertido de la imagen
americana, ruda y natural, a un lengua europea de cultura.
“Obra de raízes
americanas, de motivação indígena, antecipadora das epopéias setencentistas[...].
Cumpre destacar, no estrecho dessa primeira epopeia habitantes nativos num discurso
ufanista precursor do nosso nativismo” (Roberto Pereira, en Anchieta 1997: 19). Por su
parte Gonzales Luiz (citado también según Anchieta, 1997: 19/20) afirma que se trata
de una “latinización del mundo americano-colonial”, lo que evidentemente sería una
suerte de traducción.
También ejercería la descripción corográfica en diversos informes redactados con
carácter fundamentalmente interno (para información de la orden o de las autoridades
coloniales), tales como A provincia do Brasil, redactado en 1585 y editado en 1946, y A
capitania de sao Vicente, redactado en 1665 y editado en 1946. En ellas suministra datos
valiosísimos sobre el estado de las colonias brasileñas y de la propia Congregación
pudiendo valer, por lo demás, como perfecto trabajo de traslado de la cultura brasileña
(la aborigen más la portuguesa), a la lengua terminal (el portugués): estado de las
“aldeas” indias, número de vecinos y personas de las villas portuguesas, estadística de
las casas o conventos de la Compañía,20 etc. En ellos dedicaba oportunamente espacio
a la descripción tanto del espacio natural como de los indígenas, a los que
manifestaban el máximo respeto, cuando no altísima estima:
Não tém escrita nem caracteres, nem sabem contar, nem tém dinheiro; commutatione rerum
compram uns aos outros; sua língua é delicada, copiosa e elegante, tem muitas composições e
síncopas mais que os gregos, os nomes são todos indeclinaveis, e os verbos tem suas conjugações
e tempos. Na pronunciação são sutis, falam baixo que parecen que não se entendem; em sua
pronunciação não põem F.L.Z.S. e RR, nem põem muta com líquida, como Bra, Craze.
(Anchieta, 1585/1946:40)
Nuevo Berceo brasileño, Anchieta compondrá también una serie de poemas marianos,
De Beata Virgine Dei Matre Maria, cuya redacción merece una mención aparte: estando
prisionero y rehén de los indios tamoyos, mientras su compañero y superior Nóbrega
conseguía de las autoridades portuguesas un tratado de paz, a falta de recado de
escritura, Anchieta escribiría en la playa los dísticos que, una vez grabados en la arena,
memorizaba. Este poema mariano sería llevado parcialmente al pentagrama por el
compositor brasileño Heitor Villalobos, quien, como se sabe, lo utilizó para una
composición de corte nacional.
No menos interesante es el políglota “auto” de san Lorenzo, escrito en portugués,
español y tupí: un caso destacado y raro de la escasa literatura multilingüe mundial
que, desde este punto de vista, le emparentaría, por ejemplo, con las canciones
goliárdicas de la Edad Media; especie de cubismo lingüístico que revela la voluntad de
comunicación de un asunto desde diversas perspectivas y para ser representado ante la
variopinta comunidad que asistía a las representaciones: Auto representado na festa de Sao
Lourenco. En la lucha demiúrgica entre el bien (los ángeles) y el mal (los demonios
aliados de los pajés o “feiticeiro”), Anchieta trasladaba la concepción dual del
cristianismo a la sociedad aborigen y aprovechaba para poner en evidencia los mancos
de una educación del indígena al que se le inculcaban las lacras morales de la sociedad
criolla que venían a añadirse a las propias. Uno de los diablos protagonistas resumía la
relajación moral de la población indígena:
Que bom costume é bailar!/ Adornar-se, andar pintado,/ tingir pernas, empenado/ fumar e
curandeirar,/ andar de negro pintado.// Andar matando de furia/ amancebar-se, comer/ um ao
outro, e ainda ser/ espiao, render Tapuia, / desonesto a honra perder (Anchieta, 1968, 62).
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Brasil en la época en la que Anchieta pone pie en el subcontinente americano no era el
enorme país que hoy en día es, sino solo la franja que el tratado de Tordesillas había
concedido, previo dictamen papal, a Portugal. Dividido el país en “capitanías”
trazadas a escuadra, cada una de ellas tendría a su frente un capitán que les daba
nombre: Francisco Giraldes, duque D´Aveiro, Francisco Bareyto. Más tarde pasarían a
denominarse según las ciudades o regiones (Bahia, Espiritu Santo, Rio de Janeiro, etc.)
establecidas en ellas. Las “entradas” posteriores de los “bandeirantes” portugueses en
el interior del país y el desinterés relativo de la administración española harían que la
corona lusa extendiera su soberanía más o menos hasta las fronteras que hoy en día
disfruta el país sudamericano.
La actividad misionera de Anchieta se limitaría
mayormente a la franja costera del sureste del país, de clima y selva subtropicales, que
ya entonces era una de las reservas de pueblos originarios más diversificadas y que
estaban repartidos en tres grandes etnias: tapuias, tupíes y guaraníes. Estos, a su vez, se
distribuían en más de 60 tribus (tupinambás, tabajaras, tupiminós, potiguaras, etc.), la
mayoría de ellas caníbal. Por suerte, todas ellas tenían como común denominador su
proximidad a una “lengua geral”, (“lingoa mais usada”, la llamaba Anchieta), el tupí
(“dialecto excelente de la guaraní” diría de ella Hervás y Panduro, jesuita expulso de
España dos siglos más tarde), aunque este factor no les evitaba estar en constantes
guerras internas: los tupíes, de raigambre guaraní,15 lograría desplazar hacia el interior
a los tapuyas, que quedaron reducidos a una raza menor.
A este factor de división interna venía a añadirse como elemento de complejidad social
el hecho de que la costa brasileña fuera desde el principio de la Colonia el claro objeto
del deseo de franceses, holandeses, españoles y naturalmente portugueses,16 cada uno
de los cuales hacía alianzas con las distintas tribus para ayudarse en su enfrentamiento
con los enemigos europeos. Célebre es el episodio de la biografía de Anchieta, ya
mencionado, en el que este se ofrece como mediador y pacificador ante los tamoios,
llegando incluso a quedarse como rehén, so pena de ser devorado, para lograr una
pacificación que redundase en beneficio de los indígenas y de los portugueses. A pesar
de ser súbdito español, su estancia en Coimbra, punto de partida de la diáspora
misionera, hizo que se identificara con la causa portuguesa, identificación que,
obviamente, se acrecentó por motivos confesionales cuando se percató de que tanto los
holandeses como los franceses de las colonias brasileñas representaban versiones
heterodoxas del cristianismo.
Los escritos de san José de Anchieta:
Son estos, esbozados en breves rasgos, los contextos en los que José de Anchieta, desde
1553 a 1597 desarrolla su labor misionera y un trabajo intelectual que, además de
enriquecer sobremanera su personalidad, contribuyó a modificar y dar forma de
manera definitiva a la sociedad que surgía en aquellas tierras. También en el aspecto
científico-literario, el de Anchieta es un perfil polifacético, derivando, no solo de ese
humanismo vigente en las universidades europeas (en las ibéricas también y sobre
todo) y que él, en concreto, había bebido en Coimbra18, sino también de sus
convicciones religiosas: poeta, lingüista, dramaturgo, traductor, biólogo y teólogo de la
pastoral. Fue el primer poeta épico de América: antes de que Ercilla publicara su
Araucana en 1569, Anchieta compondría una epopeya que, impresa en Coimbra en
1563, estaba dedicada a las gestas de Men de Sáa, un conquistador y pacificador
portugués que puso fin a las luchas con los franceses y que logró la pacificación de los
tamoyos: De gestis Mendi de Saa reza el título.
A pesar de haber puesto su pluma al
servicio de este conquistador portugués, Anchieta utiliza esta epopeya de las guerras de
conquista, escrita en unos 2000 versos latinos, para mostrar al europeo el mundo indio
y lo describe como un enemigo que, por su bravura y pericia estratégica, estaría a la
altura de los portugueses que en más de una ocasión tuvieron que ceder ante el empuje
y número de los salvajes. Señala las diferencias de costumbres entre el indio cristiano y
el silvícola y describe los efectos beneficiosos que la religión podía reportarles. Ha sido
calificada como “obra de raízes americanas, de motivaçao indígena” y es objeto
traductográfico en un doble sentido: por ser redacción en latín de oralidad, recabada y
recibida en portugués y tupí tanto de los soldados como de los indígenas amigos
(Anchieta no participó en las campañas y consiguientemente no fue testigo de la
campaña), y por ser, más que una translatio, una versión, un vertido de la imagen
americana, ruda y natural, a un lengua europea de cultura.
“Obra de raízes
americanas, de motivação indígena, antecipadora das epopéias setencentistas[...].
Cumpre destacar, no estrecho dessa primeira epopeia habitantes nativos num discurso
ufanista precursor do nosso nativismo” (Roberto Pereira, en Anchieta 1997: 19). Por su
parte Gonzales Luiz (citado también según Anchieta, 1997: 19/20) afirma que se trata
de una “latinización del mundo americano-colonial”, lo que evidentemente sería una
suerte de traducción.
También ejercería la descripción corográfica en diversos informes redactados con
carácter fundamentalmente interno (para información de la orden o de las autoridades
coloniales), tales como A provincia do Brasil, redactado en 1585 y editado en 1946, y A
capitania de sao Vicente, redactado en 1665 y editado en 1946. En ellas suministra datos
valiosísimos sobre el estado de las colonias brasileñas y de la propia Congregación
pudiendo valer, por lo demás, como perfecto trabajo de traslado de la cultura brasileña
(la aborigen más la portuguesa), a la lengua terminal (el portugués): estado de las
“aldeas” indias, número de vecinos y personas de las villas portuguesas, estadística de
las casas o conventos de la Compañía,20 etc. En ellos dedicaba oportunamente espacio
a la descripción tanto del espacio natural como de los indígenas, a los que
manifestaban el máximo respeto, cuando no altísima estima:
Não tém escrita nem caracteres, nem sabem contar, nem tém dinheiro; commutatione rerum
compram uns aos outros; sua língua é delicada, copiosa e elegante, tem muitas composições e
síncopas mais que os gregos, os nomes são todos indeclinaveis, e os verbos tem suas conjugações
e tempos. Na pronunciação são sutis, falam baixo que parecen que não se entendem; em sua
pronunciação não põem F.L.Z.S. e RR, nem põem muta com líquida, como Bra, Craze.
(Anchieta, 1585/1946:40)
Nuevo Berceo brasileño, Anchieta compondrá también una serie de poemas marianos,
De Beata Virgine Dei Matre Maria, cuya redacción merece una mención aparte: estando
prisionero y rehén de los indios tamoyos, mientras su compañero y superior Nóbrega
conseguía de las autoridades portuguesas un tratado de paz, a falta de recado de
escritura, Anchieta escribiría en la playa los dísticos que, una vez grabados en la arena,
memorizaba. Este poema mariano sería llevado parcialmente al pentagrama por el
compositor brasileño Heitor Villalobos, quien, como se sabe, lo utilizó para una
composición de corte nacional.
No menos interesante es el políglota “auto” de san Lorenzo, escrito en portugués,
español y tupí: un caso destacado y raro de la escasa literatura multilingüe mundial
que, desde este punto de vista, le emparentaría, por ejemplo, con las canciones
goliárdicas de la Edad Media; especie de cubismo lingüístico que revela la voluntad de
comunicación de un asunto desde diversas perspectivas y para ser representado ante la
variopinta comunidad que asistía a las representaciones: Auto representado na festa de Sao
Lourenco. En la lucha demiúrgica entre el bien (los ángeles) y el mal (los demonios
aliados de los pajés o “feiticeiro”), Anchieta trasladaba la concepción dual del
cristianismo a la sociedad aborigen y aprovechaba para poner en evidencia los mancos
de una educación del indígena al que se le inculcaban las lacras morales de la sociedad
criolla que venían a añadirse a las propias. Uno de los diablos protagonistas resumía la
relajación moral de la población indígena:
Que bom costume é bailar!/ Adornar-se, andar pintado,/ tingir pernas, empenado/ fumar e
curandeirar,/ andar de negro pintado.// Andar matando de furia/ amancebar-se, comer/ um ao
outro, e ainda ser/ espiao, render Tapuia, / desonesto a honra perder (Anchieta, 1968, 62).
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"Ser como un verso volando
o un ciego soñando
y en ese vuelo y en ese sueño
compartir contigo sol y luna,
siendo guardián en tu cielo
y tren de tus ilusiones."
(Hánjel)
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- Mensaje n°35
Re: JOSÉ DE ANCHIETA (1534-1597)
Gramática de la lingoa geral de la costa de Brasil:
En todo caso la obra que mayor presencia, si no crédito, le ha granjeado en el mundo
intelectual es la gramatización de la lengua tupí, lengua que describiría y contrastaría
con el portugués, sentando así las bases para un entendimiento de la compleja y
heterogénea sociedad brasileña que se estaba formando. Al poco tiempo de llegar a
Bahía ya aprendería el tupí22 y pondría manos a la obra de su “reducción” a arte. Su
gramática circularía, al parecer, en manuscrito antes de que por primera vez viera la
imprenta en 159523, siendo la primera de la serie de “artes” que le siguió.24 Luiz
Fernando Seixas en la presentación de la edición de 1980, afirma: “Conviene recordar
que la citada obra, aun manuscrita, era utilizada, a partir de 1556, en el Colegio de los
Jesuitas de Bahía, siendo impresa en 1595.”
Es esta la obra fundamental de Anchieta que, para la historia de la traducción y de la
comunicación interlingüística, tiene una importancia general decisiva, ya que, al ser
gramatizada, convirtió una lengua solo de uso en una lengua de estudio y de escritura.
Como Molina u Olmos lo fueron en el Anáhuac, Anchieta sería, gracias a esta
“reducción”, el creador de un auténtico mestizaje cultural, pues de ella surgieron las
posibilidades de un entendimiento cultural interétnico.
El arte de gramatica da lingoa mais usada na costa do Brasil está concebido según los
criterios contrastivos, descriptivos más que prescriptivos, y con carácter muy empírico,
basados en lo que podíamos denominar la lógica aristotélica, criterios que hoy nos
parecen, obviamente, insuficientes, aunque resultan desde un punto de vista
descriptivo-contrastivo, útiles. Cuando con frecuencia se achaca a la lingüística
misionera la gramatización de las lenguas amerindias sobre la base de los tipos de
lenguas occidentales, se pierde de vista que evidentemente los misioneros no podían
hacer otra cosa, ya que, como bien anota Wulf Oesterreicher (2009: 707), los
misioneros no eran nunca hablantes nativos o miembros de la comunidad lingüística
en cuestión. Por otra parte, este experto en historia de la lingüística misionera advierte
(ibídem: 703) que:
La aplicación del modelo latino es, sin duda, el resultado del empleo de patrones lingüísticos,
categorías y modelos textuales acuñados de acuerdo con la gramática latina, pero este proceder no
constituye una estrategia epistémica libremente elegida, sino que se trata de una pura necesidad.
Y añadía a continuación que “las gramáticas de lenguas amerindias se confeccionan
para la enseñanza de las lenguas y el modelo conocido por los
destinatarios…únicamente podía ser el latín.”
Obviamente, esto no hacía más que dar
cumplimiento a aquel adagio de la filosofía, más bien sabiduría, medieval: quidquid
recipitur ad modum recipientis recipitur. Quizás por eso, a esa gramatización necesaria para
los fines prácticos de la comunicación se la llamaba “reducción” (a arte), es decir,
reducción al “recipiente” mental de la lengua activa (la que “reducía”), no la pasiva (la
“reducida”). Resulta fácil desde nuestra perspectiva, pero incoherente desde el sentido
histórico, exigir rendimientos finales a ensayos iniciales y pioneros. En todo caso,
quienes juzgan insuficientes los rendimientos de esa primera lingüística, contemporánea
de la de las lenguas vulgares que surgía en Europa (Nebrija, Peletier, etc.), aparte de
carecer de ese sentido histórico, manifiesta un escaso sentido común: los misioneros eran
hijos de su tiempo, como no podía ser menos, y del estado de desarrollo epistémico del
mismo.
No son muchos los lingüistas o antropólogos “científicos” que manifiestan el
buen criterio de Robert Ricard (1986:23), historiador de la evangelización mejicana,
cuando juzga la actuación hispana: “[…] si equivocación hubo, esta era inevitable…
Solo teniendo el don de profecía podía preverse que algún día Méjico dejaría de ser
colonia…” En paralelo a este aserto, se podría decir que solo desde el desarrollo de la
lingüística actual se podría advertir que la descripción de Anchieta era una primera
aproximación, llamada a ser superada. Los que exigen que el tiempo pasado diera frutos
de actualidad (y son muchos) no hacen más que acercarse al olmo a buscar peras.
Indiscutiblemente el “arte” de Anchieta es una primera formulación (¡para misioneros
y, quizás, para criollos!, en todo caso no para indígenas) de los principios, quizás
habría que decir de los “universales”, que informaban la comunicación intraétnica, es
decir, entre los tupíes, que Anchieta fue descubriendo y fijando con esfuerzo, reflexión
y ¡sin textos escritos¡ para, con los mimbres obtenidos en el estudio de “a lingoa”,
construir el cesto de la comunicación interétnica, es decir, entre aborígenes, misioneros
y portugueses.
El canario redujo una lengua “geral” (el tupí), a otra (el portugués).
Menos explícito científicamente que Nebrija, pero con gran voluntad de funcionalidad
práctica, Anchieta titula su primer capítulo con el epígrafe “De las letras”, en el que
trata la fonética y la fonología y entonación. El paralelismo de la descripción del tupí
con la que Nebrija hace del castellano es evidente aunque solo parcial. El capítulo II
está dedicado a la “ortographia ou pronunciaçião”, y el III al acento. A continuación
sigue una descripción gramatical de nombres y pronombres, en la que alterna la
exposición morfológica con el funcionamiento de los mismos en la frase, es decir, la
sintaxis.
La descripción de los verbos y preposiciones pone fin a un “arte” gramatical
redactado con fines prácticos, de uso, no de especulación lingüística. Como se
comprueba, en su “reducción a arte”, Anchieta sigue el modelo de la gramática
aristotélica, de base lógica, lo que quizás violenta la descripción del sistema tupí,
violencia que por otra parte era ineludible, ya que se trataba de hacer una gramática
contrastiva de dos lenguas disímiles en sus estructuras mentales, o lo que es lo mismo,
dos lenguas de distinto tipo lingüístico. En todo caso, Anchieta se percata de las
divergencias estructurales de los respectivos sistemas (los paradigmas verbales, por
ejemplo, en los que la carencia de tiempos en tupí impide una correspondencia perfecta
de los mismos en ambos idiomas), que se salva implicando en la lectura/comunicación
el contexto (lo que Anchieta llamaría ex adiunctis): “0 presente do indicativo, posto que
inclue em si os quatro tempos, con tudo mais propriamente significa o preterito
perfeito. Mas ex adjunctis se entende, ou do modo e communmente para o presente.”
(Anchieta: 1595, 22).
Advierte las variantes diatópicas en el uso de los términos y las formas proponiendo una
metodología de aprendizaje directa, de inmersión. La apelación a la experiencia es
frecuente: “quod usus docebit”, “o uso de diversas partes do Brasil sera o milhor Mestre”.
En resumidas cuentas, la gramatización de Anchieta, a pesar de las deficiencias que, si
se considera desde un punto de vista actual, tiene, fue un esfuerzo meritorio por su
carácter pionero y por haber sido realizado sin más medios que la estructura y
equipamiento lingüístico-mentales que le había proporcionado a su autor el latín,
lengua flexiva, que por consiguiente difería de manera radical de la aglutinación propia
del tupí-guaraní. Como tal hay que reconocerlo.
En todo caso la obra que mayor presencia, si no crédito, le ha granjeado en el mundo
intelectual es la gramatización de la lengua tupí, lengua que describiría y contrastaría
con el portugués, sentando así las bases para un entendimiento de la compleja y
heterogénea sociedad brasileña que se estaba formando. Al poco tiempo de llegar a
Bahía ya aprendería el tupí22 y pondría manos a la obra de su “reducción” a arte. Su
gramática circularía, al parecer, en manuscrito antes de que por primera vez viera la
imprenta en 159523, siendo la primera de la serie de “artes” que le siguió.24 Luiz
Fernando Seixas en la presentación de la edición de 1980, afirma: “Conviene recordar
que la citada obra, aun manuscrita, era utilizada, a partir de 1556, en el Colegio de los
Jesuitas de Bahía, siendo impresa en 1595.”
Es esta la obra fundamental de Anchieta que, para la historia de la traducción y de la
comunicación interlingüística, tiene una importancia general decisiva, ya que, al ser
gramatizada, convirtió una lengua solo de uso en una lengua de estudio y de escritura.
Como Molina u Olmos lo fueron en el Anáhuac, Anchieta sería, gracias a esta
“reducción”, el creador de un auténtico mestizaje cultural, pues de ella surgieron las
posibilidades de un entendimiento cultural interétnico.
El arte de gramatica da lingoa mais usada na costa do Brasil está concebido según los
criterios contrastivos, descriptivos más que prescriptivos, y con carácter muy empírico,
basados en lo que podíamos denominar la lógica aristotélica, criterios que hoy nos
parecen, obviamente, insuficientes, aunque resultan desde un punto de vista
descriptivo-contrastivo, útiles. Cuando con frecuencia se achaca a la lingüística
misionera la gramatización de las lenguas amerindias sobre la base de los tipos de
lenguas occidentales, se pierde de vista que evidentemente los misioneros no podían
hacer otra cosa, ya que, como bien anota Wulf Oesterreicher (2009: 707), los
misioneros no eran nunca hablantes nativos o miembros de la comunidad lingüística
en cuestión. Por otra parte, este experto en historia de la lingüística misionera advierte
(ibídem: 703) que:
La aplicación del modelo latino es, sin duda, el resultado del empleo de patrones lingüísticos,
categorías y modelos textuales acuñados de acuerdo con la gramática latina, pero este proceder no
constituye una estrategia epistémica libremente elegida, sino que se trata de una pura necesidad.
Y añadía a continuación que “las gramáticas de lenguas amerindias se confeccionan
para la enseñanza de las lenguas y el modelo conocido por los
destinatarios…únicamente podía ser el latín.”
Obviamente, esto no hacía más que dar
cumplimiento a aquel adagio de la filosofía, más bien sabiduría, medieval: quidquid
recipitur ad modum recipientis recipitur. Quizás por eso, a esa gramatización necesaria para
los fines prácticos de la comunicación se la llamaba “reducción” (a arte), es decir,
reducción al “recipiente” mental de la lengua activa (la que “reducía”), no la pasiva (la
“reducida”). Resulta fácil desde nuestra perspectiva, pero incoherente desde el sentido
histórico, exigir rendimientos finales a ensayos iniciales y pioneros. En todo caso,
quienes juzgan insuficientes los rendimientos de esa primera lingüística, contemporánea
de la de las lenguas vulgares que surgía en Europa (Nebrija, Peletier, etc.), aparte de
carecer de ese sentido histórico, manifiesta un escaso sentido común: los misioneros eran
hijos de su tiempo, como no podía ser menos, y del estado de desarrollo epistémico del
mismo.
No son muchos los lingüistas o antropólogos “científicos” que manifiestan el
buen criterio de Robert Ricard (1986:23), historiador de la evangelización mejicana,
cuando juzga la actuación hispana: “[…] si equivocación hubo, esta era inevitable…
Solo teniendo el don de profecía podía preverse que algún día Méjico dejaría de ser
colonia…” En paralelo a este aserto, se podría decir que solo desde el desarrollo de la
lingüística actual se podría advertir que la descripción de Anchieta era una primera
aproximación, llamada a ser superada. Los que exigen que el tiempo pasado diera frutos
de actualidad (y son muchos) no hacen más que acercarse al olmo a buscar peras.
Indiscutiblemente el “arte” de Anchieta es una primera formulación (¡para misioneros
y, quizás, para criollos!, en todo caso no para indígenas) de los principios, quizás
habría que decir de los “universales”, que informaban la comunicación intraétnica, es
decir, entre los tupíes, que Anchieta fue descubriendo y fijando con esfuerzo, reflexión
y ¡sin textos escritos¡ para, con los mimbres obtenidos en el estudio de “a lingoa”,
construir el cesto de la comunicación interétnica, es decir, entre aborígenes, misioneros
y portugueses.
El canario redujo una lengua “geral” (el tupí), a otra (el portugués).
Menos explícito científicamente que Nebrija, pero con gran voluntad de funcionalidad
práctica, Anchieta titula su primer capítulo con el epígrafe “De las letras”, en el que
trata la fonética y la fonología y entonación. El paralelismo de la descripción del tupí
con la que Nebrija hace del castellano es evidente aunque solo parcial. El capítulo II
está dedicado a la “ortographia ou pronunciaçião”, y el III al acento. A continuación
sigue una descripción gramatical de nombres y pronombres, en la que alterna la
exposición morfológica con el funcionamiento de los mismos en la frase, es decir, la
sintaxis.
La descripción de los verbos y preposiciones pone fin a un “arte” gramatical
redactado con fines prácticos, de uso, no de especulación lingüística. Como se
comprueba, en su “reducción a arte”, Anchieta sigue el modelo de la gramática
aristotélica, de base lógica, lo que quizás violenta la descripción del sistema tupí,
violencia que por otra parte era ineludible, ya que se trataba de hacer una gramática
contrastiva de dos lenguas disímiles en sus estructuras mentales, o lo que es lo mismo,
dos lenguas de distinto tipo lingüístico. En todo caso, Anchieta se percata de las
divergencias estructurales de los respectivos sistemas (los paradigmas verbales, por
ejemplo, en los que la carencia de tiempos en tupí impide una correspondencia perfecta
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el contexto (lo que Anchieta llamaría ex adiunctis): “0 presente do indicativo, posto que
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En resumidas cuentas, la gramatización de Anchieta, a pesar de las deficiencias que, si
se considera desde un punto de vista actual, tiene, fue un esfuerzo meritorio por su
carácter pionero y por haber sido realizado sin más medios que la estructura y
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lengua flexiva, que por consiguiente difería de manera radical de la aglutinación propia
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o un ciego soñando
y en ese vuelo y en ese sueño
compartir contigo sol y luna,
siendo guardián en tu cielo
y tren de tus ilusiones."
(Hánjel)
o un ciego soñando
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siendo guardián en tu cielo
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- Mensaje n°36
Re: JOSÉ DE ANCHIETA (1534-1597)
Enviado em missão para o Brasil antes de completar 20 anos, padre Anchieta é o maior expoente do grupo de jesuítas que deram a vida pela catequização dos índios e pela evangelização primordial do país.
Entre muitos episódios da vida dele, tornou-se conhecida sua prisão por cinco meses, quando esteve refém dos índios tamoios, em 1563. Durante esse período, escreveu nas areias da praia de Iperoig (hoje praia do Cruzeiro) um poema dedicado a Maria, com quase 5 mil versos.
Trecho do “Poema à Virgem Maria”, escrito por São José de Anchieta:
Ó doce chaga, que repara os corações feridos,
Abrindo larga estrada para o Coração de CRISTO.
Prova do novo amor que nos conduz a união!
(Amai uns aos outros como EU vos amo)
Porto do mar que protege o barco de afundar!
Em TI todos se refugiam dos inimigos que ameaçam:
TU, SENHOR, és medicina presente a todo mal!
Quem se acabrunha em tristeza, em consolo se alegra:
A dor da tristeza coloca um fardo no coração!
Por Ti Mãe, o pecador está firme na esperança,
Caminhar para o Céu, lar da bem-aventurança!
Ó Morada de Paz! Canal de água sempre vivo,
Jorrando água para a vida eterna!
Esta ferida do peito, ó Mãe, é só Tua,
Somente Tu sofres com ela, só Tu a podes dar.
Dá-me acalentar neste peito aberto pela lança,
Para que possa viver no Coração do meu SENHOR!
Entrando no âmago amoroso da piedade Divina,
Este será meu repouso, a minha casa preferida.
No sangue jorrado redimi meus delitos,
E purifique com água a sujeira espiritual!
Embaixo deste teto (Céu) que é morada de todos,
Viver e morrer com prazer, este é o meu grande desejo.
Entre muitos episódios da vida dele, tornou-se conhecida sua prisão por cinco meses, quando esteve refém dos índios tamoios, em 1563. Durante esse período, escreveu nas areias da praia de Iperoig (hoje praia do Cruzeiro) um poema dedicado a Maria, com quase 5 mil versos.
Trecho do “Poema à Virgem Maria”, escrito por São José de Anchieta:
Ó doce chaga, que repara os corações feridos,
Abrindo larga estrada para o Coração de CRISTO.
Prova do novo amor que nos conduz a união!
(Amai uns aos outros como EU vos amo)
Porto do mar que protege o barco de afundar!
Em TI todos se refugiam dos inimigos que ameaçam:
TU, SENHOR, és medicina presente a todo mal!
Quem se acabrunha em tristeza, em consolo se alegra:
A dor da tristeza coloca um fardo no coração!
Por Ti Mãe, o pecador está firme na esperança,
Caminhar para o Céu, lar da bem-aventurança!
Ó Morada de Paz! Canal de água sempre vivo,
Jorrando água para a vida eterna!
Esta ferida do peito, ó Mãe, é só Tua,
Somente Tu sofres com ela, só Tu a podes dar.
Dá-me acalentar neste peito aberto pela lança,
Para que possa viver no Coração do meu SENHOR!
Entrando no âmago amoroso da piedade Divina,
Este será meu repouso, a minha casa preferida.
No sangue jorrado redimi meus delitos,
E purifique com água a sujeira espiritual!
Embaixo deste teto (Céu) que é morada de todos,
Viver e morrer com prazer, este é o meu grande desejo.
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Anadon43- Cantidad de envíos : 1
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- Mensaje n°37
Entrevista TV Doctor en Historia D. Salvador Lopez Herrera en relacion al Padre Anchieta.
Entrevista TV Doctor en Historia D. Salvador Lopez Herrera en relacion al Padre Anchieta.
El Doctor en Historia D. Salvador López Herrera, es la máxima autoridad mundial sobre la vida y obra de José de ANCHIETA. D. Salvador López Herrera En 1947 se Doctora en Historia siendo el título de su Tesis "Vida del Venerable José de Anchieta, Apostol de Brasil y Taumaturgo del Nuevo Mundo (1534-1597). En 1954 es elegido por el Gobierno para representar a España en el congreso de Historia que tiene lugar en Sao Paulo con motivo de la Conmemoración del IV Centenario de la fundación de Sao Paulo. Allí defiende y muestra pruebas irrefutables que fue el Padre José de Anchieta el fundador de Sao Paulo, por lo que dio por zanjada la controversia que durante muchos años había entre los Historiadores sobre la figura del fundador, si fue Nóbrega (Jesuita portugues)o fue Anchieta (Jesuita español). Esto derivó en muchos titulares de prensa de la época, entrevistas en radio y Televisión. Desde entonces, el gobierno Brasileño instaura en Brasil el "día de Anchieta" el 9 de Junio de 1597 coincidiendo con la muerte del apóstol. Promotor de la Canonización de Anchieta, Don Salvador colabora con el Vaticano aportando información sobre el misionero para el proceso de beatificación que el Papa Juan Pablo II realizó en 1980.
El Doctor en Historia D. Salvador López Herrera, es la máxima autoridad mundial sobre la vida y obra de José de ANCHIETA. D. Salvador López Herrera En 1947 se Doctora en Historia siendo el título de su Tesis "Vida del Venerable José de Anchieta, Apostol de Brasil y Taumaturgo del Nuevo Mundo (1534-1597). En 1954 es elegido por el Gobierno para representar a España en el congreso de Historia que tiene lugar en Sao Paulo con motivo de la Conmemoración del IV Centenario de la fundación de Sao Paulo. Allí defiende y muestra pruebas irrefutables que fue el Padre José de Anchieta el fundador de Sao Paulo, por lo que dio por zanjada la controversia que durante muchos años había entre los Historiadores sobre la figura del fundador, si fue Nóbrega (Jesuita portugues)o fue Anchieta (Jesuita español). Esto derivó en muchos titulares de prensa de la época, entrevistas en radio y Televisión. Desde entonces, el gobierno Brasileño instaura en Brasil el "día de Anchieta" el 9 de Junio de 1597 coincidiendo con la muerte del apóstol. Promotor de la Canonización de Anchieta, Don Salvador colabora con el Vaticano aportando información sobre el misionero para el proceso de beatificación que el Papa Juan Pablo II realizó en 1980.
Angel Salas- Baneado
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Edad : 70
Localización : Santiago - Chile
- Mensaje n°38
Re: JOSÉ DE ANCHIETA (1534-1597)
Maria Lua: No lo conocía, pero ha sido un grato momento disfrutar su biografia y parte de su obra y poesia....
Un gran abrazo....
Un gran abrazo....
Hoy a las 19:08 por Maria Lua
» LA POESIA MÍSTICA DEL SUFISMO. LA CONFERENCIA DE LOS PÁJAROS.
Hoy a las 19:05 por Maria Lua
» LA POESÍA PORTUGUESA - LA LITERATURA PORTUGUESA
Hoy a las 19:00 por Maria Lua
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