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CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
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- Mensaje n°151
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
En el fondo, Ana siempre había tenido necesidad de sentir la raíz firme de las cosas. Y eso le habíadado un hogar sorprendente. Por caminos torcidos había venido a caer en un destino de mujer, con lasorpresa de caber en él como si ella lo hubiera inventado. El hombre con el que se casó era un hombre deverdad, los hijos que habían tenido eran hijos de verdad. Su juventud anterior le parecía tan extraña comouna enfermedad de vida. Había emergido de ella muy pronto para descubrir que también sin felicidad sevivía: aboliéndola, había encontrado una legión de personas, antes invisibles, que vivían como quientrabaja: con persistencia, continuidad, alegría. Lo que le había sucedido a Ana antes de tener su hogar yaestaba para siempre fuera de su alcance: era una exaltación perturbada que muchas veces habíaconfundido con una insoportable felicidad. A cambio de eso, había creado algo al fin comprensible, unavida de adulto. Así lo quiso ella y así lo había escogido.
Del cuento Amor.
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"Ser como un verso volando
o un ciego soñando
y en ese vuelo y en ese sueño
compartir contigo sol y luna,
siendo guardián en tu cielo
y tren de tus ilusiones."
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Maria Lua- Administrador-Moderador
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- Mensaje n°152
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Por el momento estoy inventando tu presencia, como un día tampoco sabré aventurarme a morir sola, morir es el mayor ries- go, no sabré franquear el umbral de la muerte y dar el primer paso en la primera ausencia de mí; también en esa hora última y tan primera inventaré tu presencia desconocida y contigo co- menzaré a morir hasta que pueda aprender sola a no existir, y entonces te liberaré.
La pasión según G. H.
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- Mensaje n°153
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
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- Mensaje n°154
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
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Maria Lua- Administrador-Moderador
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- Mensaje n°155
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
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Maria Lua- Administrador-Moderador
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- Mensaje n°156
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
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- Mensaje n°157
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
(...) Y no olvidar, al comenzar el trabajo, el estar preparada para equivocarme. No olvidar que el error muchas veces se había convertido en mi camino. Siempre que no resultaba cierto lo que pensaba o sentía, entonces se producía una brecha y, si antes hubiese tenido valor, ya habría entrado por ella. Más siempre sentí miedo del delirio y del error. Mi error, no obstante, debía ser el camino de una verdad: pues únicamente cuando me equivoco salgo de lo que conozco y entiendo. Si la "verdad" fuese aquello que puedo entender, terminaría siendo tan sólo una verdad pequeña, de mi tamaño.
La pasión según G.H.
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- Mensaje n°158
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Libros
El misterio detrás de Clarice Lispector — 9.4.18
Irma Gallo
Ediciones Siruela publica la más profunda biografía que se ha escrito sobre una de las plumas más destacadas de las letras brasileñas.
“No la descifré. Pero tampoco ella me descifró a mi”, relató Clarice Lispector, escritora brasileña de origen judío, cuando le sostuvo la mirada a la Esfinge en un viaje a Egipto.
Lispector, nacida en 1920 en Chechelnik, una pequeña aldea de Ucrania, y fallecida en Río de Janeiro en 1977, como su obra, fue una mujer rodeada de misterio y develarlo ha sido una tarea apasionante, casi exclusiva para iniciados. Se trata de una de las escritoras más destacadas del siglo pasado, quien se empeñó en vida en ser un misterio y en un tiempo hasta se creyó que su nombre era pseudónimo de algún escritor varón.
Apenas el pasado diciembre se cumplió 40 años de su aniversario luctuoso y Ediciones Siruela lo celebró publicando Por qué este mundo. Una biografía de Clarice Lispector, escrito por Benjamin Moser, escritor estadounidense y colaborador del New York Review of Books y Harper’s Magazine. “El misterio de Clarice es una cosa llamativa. Hay varias maneras de acercarse a ella, la mía fue hacer esta investigación y después traducir su obra a mi idioma”, cuenta el autor en entrevista.
* * *
A la autora de La manzana en la oscuridad la marcó, definitivamente, su condición de inmigrante pobre. Su madre, Mania Krimgold, fue violada por un grupo de soldados durante los infames pogromos (ataques dirigidos contra la población judía durante el Imperio ruso que acabaron con la vida de al menos 40 000 judíos en 1920) y contagiada de sífilis; su padre, Pinkhas (que adoptó el nombre de Pedro cuando emigró a Brasil) tuvo que conformarse con un destino de comerciante a pesar de que tenía un talento notable para las matemáticas y la física. Así, la pequeña Chaya, que se convirtió en Clarice al llegar a Brasil, nació de una madre sifilítica en plena huida de la guerra.
Para Moser, más que buscar las influencias de Hermann Hesse, Baruch Spinoza o Katherine Mansfield en la obra de Lispector, hay que escudriñar en sus orígenes. “Su condición personal fue mucho más importante que sus lecturas o influencias. Tuvo un origen muy distinto a lo ‘normal’ en Brasil. Era bastante pobre, pero su pobreza no era la pobreza brasileña, de los campesinos o de las favelas. Era la pobreza del refugiado, del inmigrante. Entonces en su obra siempre nos encontramos con la mirada ajena, de la persona que parece encajar en la sociedad pero que se sabe fuera”, dice.
Cuando era una niña en Recife, adonde la familia llegó después de una tortuosa travesía en barco, Lispector se aferró a la idea de que podría salvar a su madre de la muerte si se portaba bien. Ella ya estaba en silla de ruedas y su ánimo había decaído por completo. Finalmente, la sífilis acabó con ella, y Lispector cargó toda la vida con un sentimiento de culpa por no haberla podido salvar. Tanto así que, poco antes de morir, anotó: “Escribo como si salvara la vida de alguien. Probablemente mi propia vida”.
biografía de Clarice Lispector, int
La vida y obra de Clarice Lispector es revisada en una investigación
a cargo de Benjamin Moser y bajo el sello de Siruela Ediciones.
Estudió Derecho y empezó a trabajar en el periodismo en Río de Janeiro siendo una joven inquieta que ya escribía su primera novela, Cerca del corazón salvaje, publicada cuando tenía 22 años y que se convirtió en un éxito entre los lectores y la crítica. En 1944 ganó el Premio Graça Aranha a la mejor novela del año. Moser narra cómo en la época del dictador Getulio Vargas ella entró a los círculos literarios e intelectuales de Río y se enamoró locamente del escritor Lúcio Cardoso, que no podía corresponderle porque era homosexual, pero se convirtió en un amigo y confidente para toda la vida.
Casada con Maury Gurgel Valente, un joven abogado que se convertiría en diplomático, regresó a Europa, estuvieron en Milán y en Suiza, donde nació su primer hijo, Pedro, y luego Paulo en Washington, aunque el matrimonio no duraría mucho. “El fracaso de su pareja le dolió muchísimo, y aún más la enfermedad mental que padeció su hijo mayor, Pedro”, dice el biógrafo. Lispector se propuso darle toda la atención a sus hijos por encima de su trabajo literario, sobre el que alguna vez escribió: “La escritura puede volverle a una loca. Tienes que llevar una vida serena, bien pautada, de clase media. Si no, irrumpe la locura”.
Murió un 9 de diciembre, víctima de cáncer de ovario. Olga Bovelli, quien se convirtió en su asistente, única amiga y confidente, le sostuvo la mano hasta el final. “Paulo Francis escribió que ella ‘se convirtió en su propia ficción’. Es el mejor epitafio posible para Clarice Lispector”, concluye Moser.
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El misterio detrás de Clarice Lispector — 9.4.18
Irma Gallo
Ediciones Siruela publica la más profunda biografía que se ha escrito sobre una de las plumas más destacadas de las letras brasileñas.
“No la descifré. Pero tampoco ella me descifró a mi”, relató Clarice Lispector, escritora brasileña de origen judío, cuando le sostuvo la mirada a la Esfinge en un viaje a Egipto.
Lispector, nacida en 1920 en Chechelnik, una pequeña aldea de Ucrania, y fallecida en Río de Janeiro en 1977, como su obra, fue una mujer rodeada de misterio y develarlo ha sido una tarea apasionante, casi exclusiva para iniciados. Se trata de una de las escritoras más destacadas del siglo pasado, quien se empeñó en vida en ser un misterio y en un tiempo hasta se creyó que su nombre era pseudónimo de algún escritor varón.
Apenas el pasado diciembre se cumplió 40 años de su aniversario luctuoso y Ediciones Siruela lo celebró publicando Por qué este mundo. Una biografía de Clarice Lispector, escrito por Benjamin Moser, escritor estadounidense y colaborador del New York Review of Books y Harper’s Magazine. “El misterio de Clarice es una cosa llamativa. Hay varias maneras de acercarse a ella, la mía fue hacer esta investigación y después traducir su obra a mi idioma”, cuenta el autor en entrevista.
* * *
A la autora de La manzana en la oscuridad la marcó, definitivamente, su condición de inmigrante pobre. Su madre, Mania Krimgold, fue violada por un grupo de soldados durante los infames pogromos (ataques dirigidos contra la población judía durante el Imperio ruso que acabaron con la vida de al menos 40 000 judíos en 1920) y contagiada de sífilis; su padre, Pinkhas (que adoptó el nombre de Pedro cuando emigró a Brasil) tuvo que conformarse con un destino de comerciante a pesar de que tenía un talento notable para las matemáticas y la física. Así, la pequeña Chaya, que se convirtió en Clarice al llegar a Brasil, nació de una madre sifilítica en plena huida de la guerra.
Para Moser, más que buscar las influencias de Hermann Hesse, Baruch Spinoza o Katherine Mansfield en la obra de Lispector, hay que escudriñar en sus orígenes. “Su condición personal fue mucho más importante que sus lecturas o influencias. Tuvo un origen muy distinto a lo ‘normal’ en Brasil. Era bastante pobre, pero su pobreza no era la pobreza brasileña, de los campesinos o de las favelas. Era la pobreza del refugiado, del inmigrante. Entonces en su obra siempre nos encontramos con la mirada ajena, de la persona que parece encajar en la sociedad pero que se sabe fuera”, dice.
Cuando era una niña en Recife, adonde la familia llegó después de una tortuosa travesía en barco, Lispector se aferró a la idea de que podría salvar a su madre de la muerte si se portaba bien. Ella ya estaba en silla de ruedas y su ánimo había decaído por completo. Finalmente, la sífilis acabó con ella, y Lispector cargó toda la vida con un sentimiento de culpa por no haberla podido salvar. Tanto así que, poco antes de morir, anotó: “Escribo como si salvara la vida de alguien. Probablemente mi propia vida”.
biografía de Clarice Lispector, int
La vida y obra de Clarice Lispector es revisada en una investigación
a cargo de Benjamin Moser y bajo el sello de Siruela Ediciones.
Estudió Derecho y empezó a trabajar en el periodismo en Río de Janeiro siendo una joven inquieta que ya escribía su primera novela, Cerca del corazón salvaje, publicada cuando tenía 22 años y que se convirtió en un éxito entre los lectores y la crítica. En 1944 ganó el Premio Graça Aranha a la mejor novela del año. Moser narra cómo en la época del dictador Getulio Vargas ella entró a los círculos literarios e intelectuales de Río y se enamoró locamente del escritor Lúcio Cardoso, que no podía corresponderle porque era homosexual, pero se convirtió en un amigo y confidente para toda la vida.
Casada con Maury Gurgel Valente, un joven abogado que se convertiría en diplomático, regresó a Europa, estuvieron en Milán y en Suiza, donde nació su primer hijo, Pedro, y luego Paulo en Washington, aunque el matrimonio no duraría mucho. “El fracaso de su pareja le dolió muchísimo, y aún más la enfermedad mental que padeció su hijo mayor, Pedro”, dice el biógrafo. Lispector se propuso darle toda la atención a sus hijos por encima de su trabajo literario, sobre el que alguna vez escribió: “La escritura puede volverle a una loca. Tienes que llevar una vida serena, bien pautada, de clase media. Si no, irrumpe la locura”.
Murió un 9 de diciembre, víctima de cáncer de ovario. Olga Bovelli, quien se convirtió en su asistente, única amiga y confidente, le sostuvo la mano hasta el final. “Paulo Francis escribió que ella ‘se convirtió en su propia ficción’. Es el mejor epitafio posible para Clarice Lispector”, concluye Moser.
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"Ser como un verso volando
o un ciego soñando
y en ese vuelo y en ese sueño
compartir contigo sol y luna,
siendo guardián en tu cielo
y tren de tus ilusiones."
(Hánjel)
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- Mensaje n°159
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
La paradoja brasileña de Clarice Lispector
Por Pedro Antonio Curto
¿Qué une un territorio a un autor? ¿Cuándo una comunidad se reconoce en un escritor? En sus inicios, en un poema adolescente, Miguel Hernández hacia un llamamiento a los oriolanos para que apoyaran sus proyectos literarios en una cierta reivindicación como poeta del pueblo; a pesar de ser quien ha colocado a Orihuela en el mapa, no está muy claro que lo haya conseguido. Cervantes y Shakespeare son escritores fundacionales, esenciales en sus lenguas, pero el estatus institucional y reconocimiento no siempre está acompañado de raigambre popular. No se trata de entrar en el complejo debate sobre la literatura nacional, sino, por así decirlo, cuando un autor es profeta en su tierra y las razones por las que se produce, y el caso de Clarice Lispector es muy sui generis.
Clarice Lispector fue una escritora brasileña que nació en una perdida aldea ucraniana, Thechelnik, por pura causalidad, pues pertenecía a una familia de judíos rusos que huían de los pogromos. Y también por el azar llegó a Brasil, pues sus padres se limitaron a coger el primer barco que partía hacia ese país antes que otro que se dirigía a Estados Unidos. Y ese nacimiento, el 10 de diciembre de 1925, se celebra hoy en su país de acogida.
Desde hace unos años, el diez de diciembre es el Día de Clarice Lispector, (A hora de Clarice) a semejanza del Bloomsday del irlandés de James Joyce. Una iniciativa que pone de manifiesto la vigencia popular de la escritora, que transciende de lo institucional o comercial, y que sigue creciendo, desde la muerte de la autora en 1977. Al contrario que el irlandés, Lispector no es una escritora especialmente “brasileña”, no refleja en sus obras características del país, ni siquiera se pueden ubicar la mayoría de sus historias, como si hace por ejemplo su compatriota Jorge Amado. Más aún, se trata de una narración que va hacia lo interior, inclasificable como se la ha definido muchas veces (como escribe Clarice no escribe nadie), una literatura singular, de conciencia y emoción, de piel, con algún parecido con el fluir de la conciencia de Virginia Woolf. Es lo que se suele llamar una escritora de culto, y así lo es en otros países. ¿Dónde está entonces el brasiñelismo de Lispector? Algún estudioso ha señalado que el carácter enigmático de su obra se encuentra, como en Kafka, en ser judía, aunque ella nunca se definió como una judía militante, al contrario, reivindicó su identidad brasileña: “Para mí dejar Brasil es un asunto muy serio. Yo pertenezco al Brasil.” Y lo decía por experiencia propia, pues como esposa de diplomático se vio obligada a vivir en varios países de Europa y Estados Unidos, donde no se encontró muy cómoda: “A veces creo que Suiza no existe, que inventaron lugares así para que nos sintamos misteriosos y ricos, pero que de verdad el mundo acaba allí cerca.” Incluso veía el país como engendrador de su obra creativa, y que le proporcionaba algo fundamental para un escritor, su cosmovisión: “Yo también necesito al Brasil. Quiero verlo salir de la miseria y de la muerte, quiero que alcance su tamaño real. Necesito un Brasil más grande para seguir escribiendo. (…) Necesito un Brasil más grande que me ayude a entender el mundo y amarlo. Fuera de Brasil no hay esperanza para mí.” Quizás el brasiñelismo de Clarice era un nacionalismo matriota que buscaba en esa comunidad, su lugar en el mundo. Es posible que algo de eso explique su seguimiento en Brasil, no la patria y toda su épica rimbombante con la que suelen construirse los grandes estados nación, sino la matria, lo íntimo, lo unido a la tierra, como ella entendió su idioma: “Hice de la lengua portuguesa mi vida interior, y mi pensamiento más intimo, la usé para palabras de amor.” Aquí también mostraba su matriotismo progresivo: “Este país me dio la lengua portuguesa, que es linda para trabajar y escribir. Incluso, a pesar de nuestros grandes escritores del pasado, la lengua continúa casi virgen, esperando que alguien se apodere de ella y la vuelva todavía más maleable.”
Y en un país tan grande como Brasil, es necesaria una patria chica, ese lugar que nos desarrollamos en lo cercano, la comunidad humana, que para Clarice fue la ciudad donde se crio, Recife. Un lugar que se puede percibir en una de sus primeras novelas, La ciudad sitiada, en la imaginada S. Geraldo, que como ocurrió con muchas urbes brasileñas, se desarrolló con una rapidez atropellada, dando esa relación de amor-odio que a veces tenemos con aquello que nos es próximo o nuestro: “La pobre mujer odiaba S. Geraldo y se habría mudado sí, decía con reprobación Lucrecia no fuese tan patriota.”
Clarice Lispector ha sido definida como una persona y una escritora enigmática, creadora de frases cripticas, de historias sin rumbo claro y con múltiples puertas, de personajes con texturas misteriosas, el enigma de la matria y su búsqueda: “Me parece sinceramente que yo no pertenezco a ningún lugar, eso me da miedo.”
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Por Pedro Antonio Curto
¿Qué une un territorio a un autor? ¿Cuándo una comunidad se reconoce en un escritor? En sus inicios, en un poema adolescente, Miguel Hernández hacia un llamamiento a los oriolanos para que apoyaran sus proyectos literarios en una cierta reivindicación como poeta del pueblo; a pesar de ser quien ha colocado a Orihuela en el mapa, no está muy claro que lo haya conseguido. Cervantes y Shakespeare son escritores fundacionales, esenciales en sus lenguas, pero el estatus institucional y reconocimiento no siempre está acompañado de raigambre popular. No se trata de entrar en el complejo debate sobre la literatura nacional, sino, por así decirlo, cuando un autor es profeta en su tierra y las razones por las que se produce, y el caso de Clarice Lispector es muy sui generis.
Clarice Lispector fue una escritora brasileña que nació en una perdida aldea ucraniana, Thechelnik, por pura causalidad, pues pertenecía a una familia de judíos rusos que huían de los pogromos. Y también por el azar llegó a Brasil, pues sus padres se limitaron a coger el primer barco que partía hacia ese país antes que otro que se dirigía a Estados Unidos. Y ese nacimiento, el 10 de diciembre de 1925, se celebra hoy en su país de acogida.
Desde hace unos años, el diez de diciembre es el Día de Clarice Lispector, (A hora de Clarice) a semejanza del Bloomsday del irlandés de James Joyce. Una iniciativa que pone de manifiesto la vigencia popular de la escritora, que transciende de lo institucional o comercial, y que sigue creciendo, desde la muerte de la autora en 1977. Al contrario que el irlandés, Lispector no es una escritora especialmente “brasileña”, no refleja en sus obras características del país, ni siquiera se pueden ubicar la mayoría de sus historias, como si hace por ejemplo su compatriota Jorge Amado. Más aún, se trata de una narración que va hacia lo interior, inclasificable como se la ha definido muchas veces (como escribe Clarice no escribe nadie), una literatura singular, de conciencia y emoción, de piel, con algún parecido con el fluir de la conciencia de Virginia Woolf. Es lo que se suele llamar una escritora de culto, y así lo es en otros países. ¿Dónde está entonces el brasiñelismo de Lispector? Algún estudioso ha señalado que el carácter enigmático de su obra se encuentra, como en Kafka, en ser judía, aunque ella nunca se definió como una judía militante, al contrario, reivindicó su identidad brasileña: “Para mí dejar Brasil es un asunto muy serio. Yo pertenezco al Brasil.” Y lo decía por experiencia propia, pues como esposa de diplomático se vio obligada a vivir en varios países de Europa y Estados Unidos, donde no se encontró muy cómoda: “A veces creo que Suiza no existe, que inventaron lugares así para que nos sintamos misteriosos y ricos, pero que de verdad el mundo acaba allí cerca.” Incluso veía el país como engendrador de su obra creativa, y que le proporcionaba algo fundamental para un escritor, su cosmovisión: “Yo también necesito al Brasil. Quiero verlo salir de la miseria y de la muerte, quiero que alcance su tamaño real. Necesito un Brasil más grande para seguir escribiendo. (…) Necesito un Brasil más grande que me ayude a entender el mundo y amarlo. Fuera de Brasil no hay esperanza para mí.” Quizás el brasiñelismo de Clarice era un nacionalismo matriota que buscaba en esa comunidad, su lugar en el mundo. Es posible que algo de eso explique su seguimiento en Brasil, no la patria y toda su épica rimbombante con la que suelen construirse los grandes estados nación, sino la matria, lo íntimo, lo unido a la tierra, como ella entendió su idioma: “Hice de la lengua portuguesa mi vida interior, y mi pensamiento más intimo, la usé para palabras de amor.” Aquí también mostraba su matriotismo progresivo: “Este país me dio la lengua portuguesa, que es linda para trabajar y escribir. Incluso, a pesar de nuestros grandes escritores del pasado, la lengua continúa casi virgen, esperando que alguien se apodere de ella y la vuelva todavía más maleable.”
Y en un país tan grande como Brasil, es necesaria una patria chica, ese lugar que nos desarrollamos en lo cercano, la comunidad humana, que para Clarice fue la ciudad donde se crio, Recife. Un lugar que se puede percibir en una de sus primeras novelas, La ciudad sitiada, en la imaginada S. Geraldo, que como ocurrió con muchas urbes brasileñas, se desarrolló con una rapidez atropellada, dando esa relación de amor-odio que a veces tenemos con aquello que nos es próximo o nuestro: “La pobre mujer odiaba S. Geraldo y se habría mudado sí, decía con reprobación Lucrecia no fuese tan patriota.”
Clarice Lispector ha sido definida como una persona y una escritora enigmática, creadora de frases cripticas, de historias sin rumbo claro y con múltiples puertas, de personajes con texturas misteriosas, el enigma de la matria y su búsqueda: “Me parece sinceramente que yo no pertenezco a ningún lugar, eso me da miedo.”
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Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
La vida no es cine, y es muy difícil «usar» la excentricidad. La excentricidad es un deseo desesperado de agradar. El instinto de las mujeres las avisa de «hasta dónde pueden llegar» en su deseo de agradar. ¿Has pensado alguna vez en el esfuerzo enorme que la excentricidad exige de una mu jer? Casi un esfuerzo físico para mantener algo antinatural. Después de algunas horas se ve en el rostro de la excéntrica su enorme cansancio, sus ganas de volver a casa...
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Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Y en mi noche siento el mal que me domina. Lo que se llama un bello paisaje no me causa más que cansancio. Lo que me gusta son los paisajes de tierra reseca, con árboles retorcidos y montañas hechas de roca y con una luz alba y suspensa. Allí, sí, allí está la belleza recóndita. Sé que tampoco te gusta el arte. Nací dura, heroica, solitaria y de pie. Y he encontrado mi contrapunto en el paisaje sin elementos pintorescos y sin belleza. La fealdad es mi estandarte de guerra. Yo amo lo feo con un amor de igual a igual.
"AGUA VIVA".
"AGUA VIVA".
Última edición por Maria Lua el Sáb 30 Ene 2021, 06:22, editado 1 vez
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Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
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CLARICE LISPECTOR ( em português/ en español)
Não dou pão a ninguém, só sei dar umas palavras. E dói ser tão pobre. Estava no meio da noite sentada na sala de minha casa, fui ao terraço e vi a lua cheia — sou muito mais lunar que solar. É uma solidão tão maior que o ser humano pode suportar, esta solidão me toma se eu não escrever: eu vos amo. Como explicar que me sinto mãe do mundo? Mas dizer «eu vos amo» é quase mais do que posso suportar! Dói. Dói muito ter um amor impotente. Continuo porém a esperar.
Clarice Lispector, in Crónicas no 'Jornal do Brasil (1968)'
No doy pan a nadie, sólo sé dar unas palabras. Y duele ser tan pobre. Estaba en medio de la noche sentada en la sala de mi casa, fui a la terraza y vi la luna llena —soy mucho más lunar que solar. Y mi soledad tanto mayor de lo que un ser humano puede soportar, esta soledad me invade si no escribo: yo los amo. ¿Cómo explicar que me siento madre del mundo?
Pero decir “yo los amo” ¡es casi más de lo que puedo soportar! Duele. Duele mucho tener un amor impotente. Sigo no obstante esperando.
(fragmento)
Revelación de un mundo
Imagem: Clarice Lispector, pelo pintor Carlos Scliar (1972)
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"Ser como un verso volando
o un ciego soñando
y en ese vuelo y en ese sueño
compartir contigo sol y luna,
siendo guardián en tu cielo
y tren de tus ilusiones."
(Hánjel)
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- Mensaje n°163
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Entonces subía, seria como una misionera a causa de los obreros del autobús que «podrían decirle alguna cosa». Aquellos hombres que ya no eran jóvenes. Aunque también de los jóvenes tenía miedo, miedo también de los chicos. Miedo de que «le dijesen alguna cosa», de que la mirasen mucho. En la gravedad de la boca cerrada había una gran súplica: que la respetaran. Más que eso. Como si hubiese prestado voto, estaba obligada a ser venerada y, mientras por dentro el corazón golpeaba con miedo, también ella se veneraba, ella era la depositaríade un ritmo. Si la miraban se quedaba rígida y dolorosa. Lo que la salvaba era que los hombres no la veían. Aunque alguna cosa en ella, a medida que dieciséis años se aproximaban en humo y calor, algunacosa estuviera intensamente sorprendida, y eso sorprendiera a algunos hombres. Como si alguien les hubiese tocado el hombro. Una sombra tal vez. En el suelo la enorme sombra de una muchacha sin hombre, elemento cristalizable e incierto que formaba parte de la monótona geometría de las grande sceremonias públicas. Como si les hubieran tocado el hombro. Ellos miraban y no la veían. Ella hacía más sombra que lo que existía.
Del cuento: Preciosidad
Del cuento: Preciosidad
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- Mensaje n°164
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
"Y cuando el día llega a su fin oigo los grillos y me vuelvo repleta e ininteligible. Después vivo la madrugada azulada que viene con sus entrañas llenas de pájaros; ¿te estoy dando una idea de lo que uno pasa en vida?
Y cada cosa que se me ocurra yo la anoto para fijarla.
Porque quiero sentir en las manos el nervio trémulo y vivaz del ya y que me reaccione ese nervio como una bulliciosa vena. Y que se rebele, ese nervio de vida, y que se retuerza y lata."
Agua Viva.
Y cada cosa que se me ocurra yo la anoto para fijarla.
Porque quiero sentir en las manos el nervio trémulo y vivaz del ya y que me reaccione ese nervio como una bulliciosa vena. Y que se rebele, ese nervio de vida, y que se retuerza y lata."
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- Mensaje n°165
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Ahora me acordé de que hubo un tiempo en que, para calentar el espíritu, rezaba: el movimiento es espíritu. El rezo era un medio de llegar hasta mí mismo calladamente y a escondidas de todos. Cuando rezaba conseguía un hueco en el alma —y ese hueco es lo único que yo puedo tener. Más que esto, nada. Pero el vacío tiene el valor y la semejanza de lo pleno. Un medio de obtener es no buscar, un medio de tener es no pedir y solamente creer que el silencio que yo creo en mí es una respuesta a mi... a mi misterio.
La hora de la estrella.
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- Mensaje n°166
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Vivimos exclusivamente en el presente pues siempre y eternamente es el día de hoy -y el día de mañana será un hoy, la eternidad es el estado de las cosas en este momento.
La manzana en la oscuridad
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- Mensaje n°167
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
No me den fórmulas ciertas, porque no espero acertar siempre. No me muestren lo que esperan de mí porque voy a seguir mi corazón! No me hagan ser lo que no soy, no me inviten a ser igual, porque sinceramente soy diferente! No sé amar por la mitad, no sé vivir de mentira, no sé volar con los pies en la tierra. Soy siempre yo misma, pero con seguridad no seré la misma para siempre!
Pensamientos.
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- Mensaje n°168
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
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- Mensaje n°169
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
O, así como un tapiz está hecho con tantos hilos que no puedo resignarme a seguir un hilo solo; mi enredo surge porque una historia está hecha de muchas historias. Y no puedo contarlas a todas —una palabra más verdadera podría de eco en eco hacer que se desmoronaran por el despeñadero mis glaciares.
Revelaciones de un mundo
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- Mensaje n°170
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
UN PLANETA LLAMADO CLARICE LISPECTOR
Por Emma Rodríguez 2013 /
Para hablar de Clarice Lispector habría que inventar nuevas palabras, comprar un diccionario de lo sublime, utilizar un nuevo alfabeto. Es lo primero que se me ocurre para iniciar este recorrido sobre una escritora especialísima, tan especial que me atrevería a decir que en ciertos momentos, mientras la leo, tengo la loca idea de que no es de este mundo, de este planeta, que parece haber venido de lejanías inimaginables para contarnos cuentos y para hablarnos desde lo más profundo. Si toda lectura exige de quienes la emprenden una adecuación, un cambio de registro que le permita adaptarse al tono, a la manera, al ritmo y al tiempo de lo que transcurre en los universos de la ficción, en el caso de la escritora brasileña podría hablarse de metamorfosis. Hay que cambiar de piel para seguirla. Hay que desearlo y esperar a que sea ella la que otorgue el permiso para entrar en sus habitaciones desconocidas, en sus atmósferas flotantes, en ese río de emociones que sólo los que están dispuestos a sentir, a vibrar, pueden percibir con plenitud.
Lispector es en sí misma un planeta y para llegar a su centro, al centro de esta mujer que nació para jugar con el lenguaje y renovarlo, para volcar la poesía en extensos valles narrativos, hay que ejercitar todos los sentidos: los ojos agrandados para alcanzar las anchuras, la particular belleza de sus jardines o los aspectos más lúgubres de sus estancias cerradas; los oídos bien afinados para escuchar, para escucharlo todo, con especial atención a los silencios; el tacto preparado para rozar las más suaves y las más ásperas texturas; el paladar dispuesto a saborear lo exquisito y a retraerse ante el asco…
Fuera comodidades, entonces. No se trata de una travesía cómoda. Fuera ideas preconcebidas. Fuera el concepto de ir a lo seguro, sobre seguro. Aquí el barco ha de cruzar tempestades y el corazón soportar vaivenes de todo tipo, pero ha de llegar el momento de los mares en calma y el instante de la comprensión cristalina. En el inicio de “La pasión según G.H.” Clarice Lispector lo deja muy claro: “Este libro es como cualquier libro. Pero me sentiría contenta si lo leyesen únicamente personas de alma ya formada. Aquellas que saben que el acercamiento, a lo que quiera que sea, se hace de modo gradual y penoso, atravesando incluso lo contrario de aquello a lo que uno se aproxima…” Son sus palabras un aviso para navegantes, la declaración de intenciones de quien sabe que no todo el mundo está dispuesto a explorar los bosques de la existencia para intentar alcanzar sus claros; de quien sabe que una gran mayoría de personas prefiere estar entretenida en múltiples obligaciones, citas y trabajos, para no pensar en lo que fluye por debajo de lo perceptible, para no detenerse en los vacíos, en los huecos inquietantes de la vida.
La pasión según G. H.”, analizada una y otra vez por la crítica en busca de claves y significados, es un largo, insólito y complejo monólogo en el que una mujer abandona los asideros de su convencional vida burguesa, suelta las amarras de lo cotidiano e inicia un trayecto mental, alucinatorio, transformador, en busca del latido primigenio de la humanidad, de la permanencia, ajena a tiempos y espacios, del existir. La editorial Siruela ha iniciado la que ha de ser la particular Biblioteca Clarice Lispector con esta novela y con un tomo que reúne gran parte de sus cuentos, un género del que se valió la escritora para mirarse en el espejo, para contemplar el mundo, para llorar y reírse con las contradicciones humanas, para explorar el dolor y el deseo. Yo recomendaría a los no iniciados empezar por aquí: acostumbrarse al clima del planeta recién descubierto, aprender su lengua, extasiarse frente a sus paisajes, ganar confianza ante sus peligrosos abismos y apreciar la belleza de sus plantas extrañas, nunca antes vistas.
EN EL INICIO DE “LA PASIÓN SEGÚN G.H.” CLARICE LISPECTOR LO DEJA MUY CLARO: “ESTE LIBRO ES COMO CUALQUIER LIBRO. PERO ME SENTIRÍA CONTENTA SI LO LEYESEN ÚNICAMENTE PERSONAS DE ALMA YA FORMADA. AQUELLAS QUE SABEN QUE EL ACERCAMIENTO, A LO QUE QUIERA QUE SEA, SE HACE DE MODO GRADUAL Y PENOSO, ATRAVESANDO INCLUSO LO CONTRARIO DE AQUELLO A LO QUE UNO SE APROXIMA…”
“Desde muy temprano y a lo largo de los años”, Clarice Lispector, “escribió unos textos poco ortodoxos que no contaban historias felices de hadas y príncipes, sino sensaciones intensas en atmósferas cotidianas, impresiones fulminantes de la realidad, trozos de vida, ardientes como carbones (…) Su literatura es antesala y motivo de encuentro consigo misma y con la alteridad; es imagen y posibilidad de diálogo con el enigma recóndito (…) y, quizás, con el misterio sin nombre que se ignora e intuye…”, señala Miguel Cossío Woodward en el prólogo de “Cuentos reunidos”, un volumen que recoge los tonos y ritmos de seis libros diferentes que dan idea de la multiplicidad de registros y ángulos de visión de Lispector.
Hay relatos volátiles, frívolos, eróticos, divertidos, tristes, crueles, convulsos, provocadores… Hay piezas ante las que nos quedamos perplejos, atentos a la forma en que la autora combina las palabras, hipnotizados de modo similar a cuando contemplamos un cuadro abstracto con sus manchas de color, con sus armonías y desarmonías. Hay otras de las que salimos con un sentimiento repentino de serenidad, con un leve aleteo de emoción o con la comprensión de algo lejano, eterno, detenido.
HAY RELATOS VOLÁTILES, FRÍVOLOS, ERÓTICOS, DIVERTIDOS, TRISTES, SERENOS, CONVULSOS, AMENAZADORES, PROVOCADORES… HAY PIEZAS ANTE LAS QUE NOS QUEDAMOS PERPLEJOS, ATENTOS A LA FORMA EN QUE LA AUTORA COMBINA LAS PALABRAS, HIPNOTIZADOS DE MODO SIMILAR A CUANDO CONTEMPLAMOS UN CUADRO ABSTRACTO CON SUS MANCHAS DE COLOR, CON SUS ARMONÍAS Y DESARMONÍAS.
Hay historias en las que podemos atisbar a la niña Lispector, una niña consciente ya de su poder para manejarse con los cuentos. ¿Cuánto de esa niña hay en la colegiala que malévolamente pretende molestar y hacer infeliz al profesor que le atrae en “Los desastres de Sofía”, dentro de “La legión extranjera”? Es en esa narración donde la protagonista se da cuenta de la fuerza de las palabras, de las fabulaciones. “En esa época yo pensaba que todo lo que se inventaba es mentira, y solamente la conciencia atormentada del pecado me redimía del vicio”, seguimos el hilo de sus pensamientos. “Tu eres una chica muy extraña, ¿sabes? Eres una loquita”, le dice el profesor.
¿Cuánto de esa niña hay en “Felicidad clandestina”, una entrega por la que siento debilidad y que habla de la crueldad infantil y de la fascinación por la lectura?. “Ella era gorda, baja, pecosa y de pelo excesivamente crespo, medio pelirrojo (…) pero poseía lo que a cualquier niña devoradora de historias le habría gustado tener: un papá dueño de una gran librería”, comienza el relato, un relato en el que hay un claro objeto de deseo, el volumen “El reinado de Naricita”, de Monteiro Lobato. “Era un libro grueso, válgame Dios, era un libro para quedarse a vivir con él, para comer, para dormir con él…”, dice la protagonista, que ansía poseerlo y que acaba estableciendo un paralelismo entre el acto de tocar, de sostener el libro en el regazo y pasar sus páginas, a la felicidad clandestina que se experimenta con un amante.
Hay merodeos en torno al significado de la poesía en “Cuentos reunidos” y piezas en las que se habla de la transmisión de la herencia entre madres e hijos. Hay ocasiones en las que el tema es la falta de entendimiento y los límites de la amistad; otras en las que se habla del deseo, de la excitación, de la lascivia, y un grupo numeroso en el que los animales -las gallinas, los pollitos, los macacos- adquieren una gran importancia, convirtiéndose en motivos para analizar la naturaleza humana, la ausencia de sentimientos, la frialdad de la comunicación. Lispector atrapa la crueldad y el latido del mal, pero también apresa los instantes prodigiosos, el aire de la felicidad que mueve suavemente las cortinas del corazón. “La serenidad fue volviendo poco a poco. Y con ésta, una profunda y emocionante certeza de amor. Pero, pensé: ¡no existe realmente nada, nada, para que yo pueda cambiar los instantes que vienen! Sólo dos o tres veces en la vida se experimenta tal sensación y las palabras esperanza, felicidad, nostalgia, descubrí que se relacionan con aquélla”, reflexiona la protagonista de “Historia interrumpida”.
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Hay veces en las que la voluptuosidad en la descripción de la naturaleza, las imágenes misteriosas, el vuelo de lo oculto, de lo secreto, me traslada a los imposibles, inalcanzables paraísos pintados de Remedios Varó o a las flores en disposición de abrirse, de recibir, de Georgia o´Keefe. En todo momento tengo la impresión de que entrar en las habitaciones desconocidas, misteriosas, enigmáticas, de Clarice Lispector es acceder a un auténtico tiovivo emocional. En las estancias que la escritora abre para sus lectores, sentir es deseable, pero también peligroso porque lleva a vibrar, a percibir intensamente la pasión y la alegría, pero también la tristeza y el dolor. Hay dos cuentos especialmente reveladores que en sí mismos encierra las búsquedas y las preguntas de muchos otros: “La imitación de la rosa”, donde la protagonista lucha por controlar sus impulsos, y “Obsesión”, que narra el aprendizaje, el despertar a la rebeldía, a la no aceptación, a los deseos, de una mujer obediente, acostumbrada a ser una buena esposa y a cumplir las reglas impuestas por la sociedad.
EN TODO MOMENTO TENGO LA IMPRESIÓN DE QUE ENTRAR EN LAS HABITACIONES DESCONOCIDAS, MISTERIOSAS, ENIGMÁTICAS, DE CLARICE LISPECTOR ES ACCEDER A UN AUTÉNTICO TIOVIVO EMOCIONAL. EN LAS ESTANCIAS QUE LA ESCRITORA ABRE PARA SUS LECTORES, SENTIR ES DESEABLE, PERO TAMBIÉN PELIGROSO PORQUE LLEVA A VIBRAR, A PERCIBIR INTENSAMENTE LA PASIÓN Y LA ALEGRÍA, PERO TAMBIÉN LA TRISTEZA Y EL DOLOR.
El ámbito doméstico, los escenarios en los que habitualmente se mueven las amas de casa, las madres de familia, aparecen de forma habitual en los relatos de quien una y otra vez proyecta sus propias circunstancias en lo que escribe: el abandono, la soledad que experimentó durante su vida de casada con un diplomático con el que vivió en diversas ciudades del mundo, ciudades en las que se sintió una extraña antes de divorciarse e instalarse definitivamente en Brasil.
La autora, que compaginó sus mundos de ficción con la escritura de artículos para la prensa, sobre todo crónicas relacionadas con el mundo de la mujer, sabía mucho de los anhelos femeninos, de las rutinas propias de los matrimonios y de las turbiedades y deseos ocultos. De ahí que muchas de sus protagonistas sean mujeres que esperan, que se aburren, que fantasean con realidades diferentes, que añoran huir, pero no siempre son capaces de hacerlo, que en ocasiones se entregan a los brazos de la muerte como única salida ante la mediocridad, ante el terror de sus vidas “silenciosas, lentas, insistentes”. “Cierta hora de la tarde era la más peligrosa. A cierta hora de la tarde los árboles que ella había plantado se reían de ella (…) Su precaución se reducía a cuidarse en la hora peligrosa de la tarde, cuando la casa estaba vacía y ya no necesitaba de ella, el sol alto, y cada miembro de la familia distribuido en sus ocupaciones”, leo en “Amor”, una de las narraciones de “Lazos familiares”, libro que abre la compilación.
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Se trata de una historia en la que Ana, la protagonista, intenta convencerse de que su vida es perfecta y de que su misión es hacer que las jornadas se desenvuelvan plácidamente, pero un día, mientras viaja en el tranvía, observa a un ciego que permanece quieto en la parada, mascando chicle. Esa imagen es el detonador que trastoca su orden, que provoca su malestar, su incomodidad en el mundo. “Expulsada de sus propios días, le parecía que las personas en la calle corrían peligro, que se mantenían por un mínimo equilibrio, por azar, en la oscuridad, y por un momento la falta de sentido las dejaba tan libres que ellas no sabían hacia dónde ir (…) Cuando Ana pensó que había niños y hombres grandes con hambre, la náusea le subió a la garganta, como si ella estuviera grávida y abandonada”, voy subrayando párrafos que dicen mucho de las preocupaciones de Lispector. No es el único relato en el que un detalle aparentemente sin importancia, una escena determinada, lleva a los personajes a tomar conciencia de que la realidad exterior no tiene nada que ver con el orden, con la placidez de sus vidas tranquilas, domesticadas. Hay caos y miseria. Hay sufrimiento e intemperie fuera de los hogares, fuera de la aparente calma familiar.
El juego entre las apariencias, la corrección de los actos y palabras que se dicen a los demás, y los auténticos deseos, el discurso íntimo que transcurre de puertas adentro, están presente una y otra vez en estos “Cuentos reunidos” que nos regalan fragmentos de vida, escenas vistas a través de la ventana, ráfagas de lucidez, suspiros, preguntas, intuiciones… Volviendo atrás, a ese momento en el que todo puede darse la vuelta y hacer que los cimientos se tambaleen, hay otro relato, el que cierra el libro, que es uno de mis favoritos. Se titula “La bella y la bestia o la herida demasiado grande” y en él una mujer acomodada sale del salón de belleza antes de lo previsto y en la calle, esperando al chófer que ha de venir a buscarla, se topa con un mendigo que le pide limosna.
HAY RELATOS EN LOS QUE UN DETALLE APARENTEMENTE SIN IMPORTANCIA, UNA ESCENA DETERMINADA, LLEVA A LOS PERSONAJES A TOMAR CONCIENCIA DE QUE LA REALIDAD EXTERIOR NO TIENE NADA QUE VER CON EL ORDEN, CON LA PLACIDEZ DE SUS VIDAS TRANQUILAS, DOMESTICADAS. HAY CAOS Y MISERIA. HAY SUFRIMIENTO E INTEMPERIE FUERA DE LOS HOGARES, FUERA DE LA APARENTE CALMA FAMILIAR.
El gesto es suficiente para que, de repente, sienta la culpa de todos los que atesoran riquezas de espaldas a los débiles, a los desfavorecidos. Culpa, miedo y rabia ante la desigualdad, ante la constatación de que ese momento de lucidez podía afectar a su alegre pasar por la vida. “Tuvo unas ganas inesperadamente asesinas: ¡las de matar a todos los mendigos del mundo! Solamente para que ella, después de la matanza, pudiera disfrutar en paz su extraordinario bienestar!”, subrayo este fragmento desgarrador en sus gotas de verdad.
“¿El resorte del mundo es el dinero?”, se cuestiona esa mujer que percibe hasta qué punto su vida de recepciones y fiestas está vacía de sentido, que se pregunta si ha caído en un esquema de gente rica, y piensa: “yo estoy jugando a vivir, la vida no es eso”. El relato prosigue y hay un momento en el que Lispector se lanza a la yugular de una clase privilegiada que conoce bien, en cuyos entornos se ha movido. “Espantada por los grandes gritos del hombre, empezó a sudar frío. Tomaba plena conciencia de que hasta ahora había fingido que no existían quienes pasan hambre y no hablan ninguna lengua y que había multitudes anónimas mendigando para sobrevivir. Ella lo sabía, sí. Pero había desviado la cabeza y se había tapado los ojos…”
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La compasión de la autora se cuela en sus ficciones. Ella no pudo cerrar los ojos ni mantenerse impasible ante el sufrimiento, por eso escribió lo que escribió. El mendigo y la mujer rica están hechos de la misma materia, ambos acabarán sepultados en la corriente del tiempo, los dos son pequeñas briznas de humanidad. He ahí el núcleo, el nervio que la escritora toca una y otra vez en sus escritos hasta llegar a la desgarradora “La pasión según G. H.” Poco y todo sucede en una novela que nada tiene que ver con las convenciones del género, que se desmarca de reglas y formalismos.
Si seguimos con la idea de que Clarice Lispector es un planeta, habría que añadir que para construir ese planeta le bastó con una habitación y una cucaracha. Un escenario simple del que partir para acercarse al misterio, a lo inexplicable, a ese sentido último que todo ser humano desconoce. La protagonista de “La pasión según G. H” es una mujer independiente, acomodada. No le falta nada material, todo está en orden en su vida, pero un día su sirvienta se marcha y cuando acude a ordenar la habitación que ha dejado se encuentra con un extraño dibujo en la pared y con una cucaracha dentro del armario. El asco, la repulsión y el miedo que siente, la contemplación de la cucaracha como un ser milenario que ha habitado la tierra desde sus comienzos, la conducen a una larguísima divagación sobre la existencia, sobre las corrientes sumergidas de la humanidad, sobre la insignificancia del ser humano.
SI SEGUIMOS CON LA IDEA DE QUE CLARICE LISPECTOR ES UN PLANETA, HABRÍA QUE AÑADIR QUE PARA CONSTRUIR ESE PLANETA LE BASTÓ CON UNA HABITACIÓN Y UNA CUCARACHA. UN ESCENARIO SIMPLE DEL QUE PARTIR PARA ACERCARSE AL MISTERIO, A LO INEXPLICABLE, A ESE SENTIDO ÚLTIMO QUE TODO SER HUMANO DESCONOCE.
“Tal vez lo que me ha acontecido sea una iluminación”, señala, abriendo un monólogo, una intensa introspección que en ocasiones llega a resultar apabullante, ofreciéndonos las llaves de entrada de una historia poderosa que tiene la capacidad de introducirnos en un espacio nuevo, sorprendente, una ciudad distante, fuera de las fronteras conocidas, que ha de ser recorrida a ciegas, sin guía, sin barandillas a las que poder asirse. Una especie de salto al vacío. El afán de búsqueda, de trascendencia, mueve a la escritora, la impulsa a querer “traducir lo desconocido” a un idioma que ha de ser inventado. “Perdí durante horas y horas mi montaje humano” (…) “Lo que he visto hace pedazos mi vida cotidiana…”, dice una protagonista transformada, que anda por los pasadizos de los sueños y se siente abatida ante los remolinos de la revelación.
Podría seguir escribiendo sobre este libro extraño, agitador, que nos lleva a preguntarnos una y otra vez cómo somos, quiénes somos realmente, y que los especialistas han definido como “una experiencia mística”. Pero por mucho que diga, nada será comparable a la aventura de recorrer sus páginas, de seguir sus ritmos, sus compases. Lispector arrastra al lector en su corriente, una corriente interior que no cesa. Le atormenta, le obliga a seguir avanzando en busca de alguna clase de entendimiento, hace que se lo cuestione todo, que dude de la tierra firme sobre la que posa sus pies. Son sus señas de identidad, su manera de ser. Así sucede todo en su planeta.
“Porque leemos entrelíneas y no palabras, leer a Clarice Lispector es tan sugerente y a la vez un reto eterno. Su obra es un ser orgánico que crece con el tiempo. Crece y se transforma, interpelada por escuelas críticas de muy diverso origen y, sobre todo, por miles de lectores que encuentran en la extrañeza de su escritura una interrogación y, quizá, algunas respuestas”, leo a Elena Losada Soler en el prólogo de “Clarice Lispector. La náusea literaria”, un interesantísimo ensayo de Carolina Hernández Terrazas recientemente publicado por Fórcola.
“En la historia de la literatura nos encontramos con diversas motivaciones que llevan a los autores a escribir: algunos tienen por objeto el entretenimiento, el hecho de contar historias como necesidad de expresar sus pensamientos; y otros escriben por la necesidad no sólo de contar, sino de querer transformar el mundo que contemplan, de darle la vuelta de tuerca, o bien, de vivir en una búsqueda perenne de lenguaje para crear otro mundo que tenga sus propias normas, su propio modo de expresión: Entre este tipo de escritores se encuentra la escritora brasileña”, señala la doctora en Teoría de la literatura, quien parte de los conceptos de aburrimiento y de náusea para adentrarse en los territorios de Lispector, invitándonos a bucear en sus claves, en sus obsesiones, en las circunstancias de su vida, en las insólitas semillas de unas creaciones de “honda angustia metafísica”.
Este ensayo es el acompañamiento perfecto para una lectura atenta, detenida. Preparémonos pues para seguir el rastro de Clarice Lispector, título a título. Aún queda un largo trecho. Su Biblioteca ha de ser completada. Pertrechémonos convenientemente, libres de prejuicios, repito, para seguir la estela de una obra que se forjó caudalosa, indómita, salvajemente. Sólo así será posible respirar el aire intenso de un planeta que lleva su nombre. Un planeta habitado por los seres y las geografías de un cuento infinito que puede llegar a ser más real y más auténtico que lo vivido.
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(«Cuentos reunidos» y «La pasión según G. H.», han sido publicados por Siruela y son los primeros títulos de la Biblioteca Clarice Lispector, que recogerá el resto de la obra de la escritora brasileña. Los relatos, pertenecientes a seis libros diferentes, han sido traducidos del portugués por: Cristina Peri Rossi, Juan García Gayó, Marcelo Cohen y Mario Morales).
Por Emma Rodríguez 2013 /
Para hablar de Clarice Lispector habría que inventar nuevas palabras, comprar un diccionario de lo sublime, utilizar un nuevo alfabeto. Es lo primero que se me ocurre para iniciar este recorrido sobre una escritora especialísima, tan especial que me atrevería a decir que en ciertos momentos, mientras la leo, tengo la loca idea de que no es de este mundo, de este planeta, que parece haber venido de lejanías inimaginables para contarnos cuentos y para hablarnos desde lo más profundo. Si toda lectura exige de quienes la emprenden una adecuación, un cambio de registro que le permita adaptarse al tono, a la manera, al ritmo y al tiempo de lo que transcurre en los universos de la ficción, en el caso de la escritora brasileña podría hablarse de metamorfosis. Hay que cambiar de piel para seguirla. Hay que desearlo y esperar a que sea ella la que otorgue el permiso para entrar en sus habitaciones desconocidas, en sus atmósferas flotantes, en ese río de emociones que sólo los que están dispuestos a sentir, a vibrar, pueden percibir con plenitud.
Lispector es en sí misma un planeta y para llegar a su centro, al centro de esta mujer que nació para jugar con el lenguaje y renovarlo, para volcar la poesía en extensos valles narrativos, hay que ejercitar todos los sentidos: los ojos agrandados para alcanzar las anchuras, la particular belleza de sus jardines o los aspectos más lúgubres de sus estancias cerradas; los oídos bien afinados para escuchar, para escucharlo todo, con especial atención a los silencios; el tacto preparado para rozar las más suaves y las más ásperas texturas; el paladar dispuesto a saborear lo exquisito y a retraerse ante el asco…
Fuera comodidades, entonces. No se trata de una travesía cómoda. Fuera ideas preconcebidas. Fuera el concepto de ir a lo seguro, sobre seguro. Aquí el barco ha de cruzar tempestades y el corazón soportar vaivenes de todo tipo, pero ha de llegar el momento de los mares en calma y el instante de la comprensión cristalina. En el inicio de “La pasión según G.H.” Clarice Lispector lo deja muy claro: “Este libro es como cualquier libro. Pero me sentiría contenta si lo leyesen únicamente personas de alma ya formada. Aquellas que saben que el acercamiento, a lo que quiera que sea, se hace de modo gradual y penoso, atravesando incluso lo contrario de aquello a lo que uno se aproxima…” Son sus palabras un aviso para navegantes, la declaración de intenciones de quien sabe que no todo el mundo está dispuesto a explorar los bosques de la existencia para intentar alcanzar sus claros; de quien sabe que una gran mayoría de personas prefiere estar entretenida en múltiples obligaciones, citas y trabajos, para no pensar en lo que fluye por debajo de lo perceptible, para no detenerse en los vacíos, en los huecos inquietantes de la vida.
La pasión según G. H.”, analizada una y otra vez por la crítica en busca de claves y significados, es un largo, insólito y complejo monólogo en el que una mujer abandona los asideros de su convencional vida burguesa, suelta las amarras de lo cotidiano e inicia un trayecto mental, alucinatorio, transformador, en busca del latido primigenio de la humanidad, de la permanencia, ajena a tiempos y espacios, del existir. La editorial Siruela ha iniciado la que ha de ser la particular Biblioteca Clarice Lispector con esta novela y con un tomo que reúne gran parte de sus cuentos, un género del que se valió la escritora para mirarse en el espejo, para contemplar el mundo, para llorar y reírse con las contradicciones humanas, para explorar el dolor y el deseo. Yo recomendaría a los no iniciados empezar por aquí: acostumbrarse al clima del planeta recién descubierto, aprender su lengua, extasiarse frente a sus paisajes, ganar confianza ante sus peligrosos abismos y apreciar la belleza de sus plantas extrañas, nunca antes vistas.
EN EL INICIO DE “LA PASIÓN SEGÚN G.H.” CLARICE LISPECTOR LO DEJA MUY CLARO: “ESTE LIBRO ES COMO CUALQUIER LIBRO. PERO ME SENTIRÍA CONTENTA SI LO LEYESEN ÚNICAMENTE PERSONAS DE ALMA YA FORMADA. AQUELLAS QUE SABEN QUE EL ACERCAMIENTO, A LO QUE QUIERA QUE SEA, SE HACE DE MODO GRADUAL Y PENOSO, ATRAVESANDO INCLUSO LO CONTRARIO DE AQUELLO A LO QUE UNO SE APROXIMA…”
“Desde muy temprano y a lo largo de los años”, Clarice Lispector, “escribió unos textos poco ortodoxos que no contaban historias felices de hadas y príncipes, sino sensaciones intensas en atmósferas cotidianas, impresiones fulminantes de la realidad, trozos de vida, ardientes como carbones (…) Su literatura es antesala y motivo de encuentro consigo misma y con la alteridad; es imagen y posibilidad de diálogo con el enigma recóndito (…) y, quizás, con el misterio sin nombre que se ignora e intuye…”, señala Miguel Cossío Woodward en el prólogo de “Cuentos reunidos”, un volumen que recoge los tonos y ritmos de seis libros diferentes que dan idea de la multiplicidad de registros y ángulos de visión de Lispector.
Hay relatos volátiles, frívolos, eróticos, divertidos, tristes, crueles, convulsos, provocadores… Hay piezas ante las que nos quedamos perplejos, atentos a la forma en que la autora combina las palabras, hipnotizados de modo similar a cuando contemplamos un cuadro abstracto con sus manchas de color, con sus armonías y desarmonías. Hay otras de las que salimos con un sentimiento repentino de serenidad, con un leve aleteo de emoción o con la comprensión de algo lejano, eterno, detenido.
HAY RELATOS VOLÁTILES, FRÍVOLOS, ERÓTICOS, DIVERTIDOS, TRISTES, SERENOS, CONVULSOS, AMENAZADORES, PROVOCADORES… HAY PIEZAS ANTE LAS QUE NOS QUEDAMOS PERPLEJOS, ATENTOS A LA FORMA EN QUE LA AUTORA COMBINA LAS PALABRAS, HIPNOTIZADOS DE MODO SIMILAR A CUANDO CONTEMPLAMOS UN CUADRO ABSTRACTO CON SUS MANCHAS DE COLOR, CON SUS ARMONÍAS Y DESARMONÍAS.
Hay historias en las que podemos atisbar a la niña Lispector, una niña consciente ya de su poder para manejarse con los cuentos. ¿Cuánto de esa niña hay en la colegiala que malévolamente pretende molestar y hacer infeliz al profesor que le atrae en “Los desastres de Sofía”, dentro de “La legión extranjera”? Es en esa narración donde la protagonista se da cuenta de la fuerza de las palabras, de las fabulaciones. “En esa época yo pensaba que todo lo que se inventaba es mentira, y solamente la conciencia atormentada del pecado me redimía del vicio”, seguimos el hilo de sus pensamientos. “Tu eres una chica muy extraña, ¿sabes? Eres una loquita”, le dice el profesor.
¿Cuánto de esa niña hay en “Felicidad clandestina”, una entrega por la que siento debilidad y que habla de la crueldad infantil y de la fascinación por la lectura?. “Ella era gorda, baja, pecosa y de pelo excesivamente crespo, medio pelirrojo (…) pero poseía lo que a cualquier niña devoradora de historias le habría gustado tener: un papá dueño de una gran librería”, comienza el relato, un relato en el que hay un claro objeto de deseo, el volumen “El reinado de Naricita”, de Monteiro Lobato. “Era un libro grueso, válgame Dios, era un libro para quedarse a vivir con él, para comer, para dormir con él…”, dice la protagonista, que ansía poseerlo y que acaba estableciendo un paralelismo entre el acto de tocar, de sostener el libro en el regazo y pasar sus páginas, a la felicidad clandestina que se experimenta con un amante.
Hay merodeos en torno al significado de la poesía en “Cuentos reunidos” y piezas en las que se habla de la transmisión de la herencia entre madres e hijos. Hay ocasiones en las que el tema es la falta de entendimiento y los límites de la amistad; otras en las que se habla del deseo, de la excitación, de la lascivia, y un grupo numeroso en el que los animales -las gallinas, los pollitos, los macacos- adquieren una gran importancia, convirtiéndose en motivos para analizar la naturaleza humana, la ausencia de sentimientos, la frialdad de la comunicación. Lispector atrapa la crueldad y el latido del mal, pero también apresa los instantes prodigiosos, el aire de la felicidad que mueve suavemente las cortinas del corazón. “La serenidad fue volviendo poco a poco. Y con ésta, una profunda y emocionante certeza de amor. Pero, pensé: ¡no existe realmente nada, nada, para que yo pueda cambiar los instantes que vienen! Sólo dos o tres veces en la vida se experimenta tal sensación y las palabras esperanza, felicidad, nostalgia, descubrí que se relacionan con aquélla”, reflexiona la protagonista de “Historia interrumpida”.
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Hay veces en las que la voluptuosidad en la descripción de la naturaleza, las imágenes misteriosas, el vuelo de lo oculto, de lo secreto, me traslada a los imposibles, inalcanzables paraísos pintados de Remedios Varó o a las flores en disposición de abrirse, de recibir, de Georgia o´Keefe. En todo momento tengo la impresión de que entrar en las habitaciones desconocidas, misteriosas, enigmáticas, de Clarice Lispector es acceder a un auténtico tiovivo emocional. En las estancias que la escritora abre para sus lectores, sentir es deseable, pero también peligroso porque lleva a vibrar, a percibir intensamente la pasión y la alegría, pero también la tristeza y el dolor. Hay dos cuentos especialmente reveladores que en sí mismos encierra las búsquedas y las preguntas de muchos otros: “La imitación de la rosa”, donde la protagonista lucha por controlar sus impulsos, y “Obsesión”, que narra el aprendizaje, el despertar a la rebeldía, a la no aceptación, a los deseos, de una mujer obediente, acostumbrada a ser una buena esposa y a cumplir las reglas impuestas por la sociedad.
EN TODO MOMENTO TENGO LA IMPRESIÓN DE QUE ENTRAR EN LAS HABITACIONES DESCONOCIDAS, MISTERIOSAS, ENIGMÁTICAS, DE CLARICE LISPECTOR ES ACCEDER A UN AUTÉNTICO TIOVIVO EMOCIONAL. EN LAS ESTANCIAS QUE LA ESCRITORA ABRE PARA SUS LECTORES, SENTIR ES DESEABLE, PERO TAMBIÉN PELIGROSO PORQUE LLEVA A VIBRAR, A PERCIBIR INTENSAMENTE LA PASIÓN Y LA ALEGRÍA, PERO TAMBIÉN LA TRISTEZA Y EL DOLOR.
El ámbito doméstico, los escenarios en los que habitualmente se mueven las amas de casa, las madres de familia, aparecen de forma habitual en los relatos de quien una y otra vez proyecta sus propias circunstancias en lo que escribe: el abandono, la soledad que experimentó durante su vida de casada con un diplomático con el que vivió en diversas ciudades del mundo, ciudades en las que se sintió una extraña antes de divorciarse e instalarse definitivamente en Brasil.
La autora, que compaginó sus mundos de ficción con la escritura de artículos para la prensa, sobre todo crónicas relacionadas con el mundo de la mujer, sabía mucho de los anhelos femeninos, de las rutinas propias de los matrimonios y de las turbiedades y deseos ocultos. De ahí que muchas de sus protagonistas sean mujeres que esperan, que se aburren, que fantasean con realidades diferentes, que añoran huir, pero no siempre son capaces de hacerlo, que en ocasiones se entregan a los brazos de la muerte como única salida ante la mediocridad, ante el terror de sus vidas “silenciosas, lentas, insistentes”. “Cierta hora de la tarde era la más peligrosa. A cierta hora de la tarde los árboles que ella había plantado se reían de ella (…) Su precaución se reducía a cuidarse en la hora peligrosa de la tarde, cuando la casa estaba vacía y ya no necesitaba de ella, el sol alto, y cada miembro de la familia distribuido en sus ocupaciones”, leo en “Amor”, una de las narraciones de “Lazos familiares”, libro que abre la compilación.
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Se trata de una historia en la que Ana, la protagonista, intenta convencerse de que su vida es perfecta y de que su misión es hacer que las jornadas se desenvuelvan plácidamente, pero un día, mientras viaja en el tranvía, observa a un ciego que permanece quieto en la parada, mascando chicle. Esa imagen es el detonador que trastoca su orden, que provoca su malestar, su incomodidad en el mundo. “Expulsada de sus propios días, le parecía que las personas en la calle corrían peligro, que se mantenían por un mínimo equilibrio, por azar, en la oscuridad, y por un momento la falta de sentido las dejaba tan libres que ellas no sabían hacia dónde ir (…) Cuando Ana pensó que había niños y hombres grandes con hambre, la náusea le subió a la garganta, como si ella estuviera grávida y abandonada”, voy subrayando párrafos que dicen mucho de las preocupaciones de Lispector. No es el único relato en el que un detalle aparentemente sin importancia, una escena determinada, lleva a los personajes a tomar conciencia de que la realidad exterior no tiene nada que ver con el orden, con la placidez de sus vidas tranquilas, domesticadas. Hay caos y miseria. Hay sufrimiento e intemperie fuera de los hogares, fuera de la aparente calma familiar.
El juego entre las apariencias, la corrección de los actos y palabras que se dicen a los demás, y los auténticos deseos, el discurso íntimo que transcurre de puertas adentro, están presente una y otra vez en estos “Cuentos reunidos” que nos regalan fragmentos de vida, escenas vistas a través de la ventana, ráfagas de lucidez, suspiros, preguntas, intuiciones… Volviendo atrás, a ese momento en el que todo puede darse la vuelta y hacer que los cimientos se tambaleen, hay otro relato, el que cierra el libro, que es uno de mis favoritos. Se titula “La bella y la bestia o la herida demasiado grande” y en él una mujer acomodada sale del salón de belleza antes de lo previsto y en la calle, esperando al chófer que ha de venir a buscarla, se topa con un mendigo que le pide limosna.
HAY RELATOS EN LOS QUE UN DETALLE APARENTEMENTE SIN IMPORTANCIA, UNA ESCENA DETERMINADA, LLEVA A LOS PERSONAJES A TOMAR CONCIENCIA DE QUE LA REALIDAD EXTERIOR NO TIENE NADA QUE VER CON EL ORDEN, CON LA PLACIDEZ DE SUS VIDAS TRANQUILAS, DOMESTICADAS. HAY CAOS Y MISERIA. HAY SUFRIMIENTO E INTEMPERIE FUERA DE LOS HOGARES, FUERA DE LA APARENTE CALMA FAMILIAR.
El gesto es suficiente para que, de repente, sienta la culpa de todos los que atesoran riquezas de espaldas a los débiles, a los desfavorecidos. Culpa, miedo y rabia ante la desigualdad, ante la constatación de que ese momento de lucidez podía afectar a su alegre pasar por la vida. “Tuvo unas ganas inesperadamente asesinas: ¡las de matar a todos los mendigos del mundo! Solamente para que ella, después de la matanza, pudiera disfrutar en paz su extraordinario bienestar!”, subrayo este fragmento desgarrador en sus gotas de verdad.
“¿El resorte del mundo es el dinero?”, se cuestiona esa mujer que percibe hasta qué punto su vida de recepciones y fiestas está vacía de sentido, que se pregunta si ha caído en un esquema de gente rica, y piensa: “yo estoy jugando a vivir, la vida no es eso”. El relato prosigue y hay un momento en el que Lispector se lanza a la yugular de una clase privilegiada que conoce bien, en cuyos entornos se ha movido. “Espantada por los grandes gritos del hombre, empezó a sudar frío. Tomaba plena conciencia de que hasta ahora había fingido que no existían quienes pasan hambre y no hablan ninguna lengua y que había multitudes anónimas mendigando para sobrevivir. Ella lo sabía, sí. Pero había desviado la cabeza y se había tapado los ojos…”
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La compasión de la autora se cuela en sus ficciones. Ella no pudo cerrar los ojos ni mantenerse impasible ante el sufrimiento, por eso escribió lo que escribió. El mendigo y la mujer rica están hechos de la misma materia, ambos acabarán sepultados en la corriente del tiempo, los dos son pequeñas briznas de humanidad. He ahí el núcleo, el nervio que la escritora toca una y otra vez en sus escritos hasta llegar a la desgarradora “La pasión según G. H.” Poco y todo sucede en una novela que nada tiene que ver con las convenciones del género, que se desmarca de reglas y formalismos.
Si seguimos con la idea de que Clarice Lispector es un planeta, habría que añadir que para construir ese planeta le bastó con una habitación y una cucaracha. Un escenario simple del que partir para acercarse al misterio, a lo inexplicable, a ese sentido último que todo ser humano desconoce. La protagonista de “La pasión según G. H” es una mujer independiente, acomodada. No le falta nada material, todo está en orden en su vida, pero un día su sirvienta se marcha y cuando acude a ordenar la habitación que ha dejado se encuentra con un extraño dibujo en la pared y con una cucaracha dentro del armario. El asco, la repulsión y el miedo que siente, la contemplación de la cucaracha como un ser milenario que ha habitado la tierra desde sus comienzos, la conducen a una larguísima divagación sobre la existencia, sobre las corrientes sumergidas de la humanidad, sobre la insignificancia del ser humano.
SI SEGUIMOS CON LA IDEA DE QUE CLARICE LISPECTOR ES UN PLANETA, HABRÍA QUE AÑADIR QUE PARA CONSTRUIR ESE PLANETA LE BASTÓ CON UNA HABITACIÓN Y UNA CUCARACHA. UN ESCENARIO SIMPLE DEL QUE PARTIR PARA ACERCARSE AL MISTERIO, A LO INEXPLICABLE, A ESE SENTIDO ÚLTIMO QUE TODO SER HUMANO DESCONOCE.
“Tal vez lo que me ha acontecido sea una iluminación”, señala, abriendo un monólogo, una intensa introspección que en ocasiones llega a resultar apabullante, ofreciéndonos las llaves de entrada de una historia poderosa que tiene la capacidad de introducirnos en un espacio nuevo, sorprendente, una ciudad distante, fuera de las fronteras conocidas, que ha de ser recorrida a ciegas, sin guía, sin barandillas a las que poder asirse. Una especie de salto al vacío. El afán de búsqueda, de trascendencia, mueve a la escritora, la impulsa a querer “traducir lo desconocido” a un idioma que ha de ser inventado. “Perdí durante horas y horas mi montaje humano” (…) “Lo que he visto hace pedazos mi vida cotidiana…”, dice una protagonista transformada, que anda por los pasadizos de los sueños y se siente abatida ante los remolinos de la revelación.
Podría seguir escribiendo sobre este libro extraño, agitador, que nos lleva a preguntarnos una y otra vez cómo somos, quiénes somos realmente, y que los especialistas han definido como “una experiencia mística”. Pero por mucho que diga, nada será comparable a la aventura de recorrer sus páginas, de seguir sus ritmos, sus compases. Lispector arrastra al lector en su corriente, una corriente interior que no cesa. Le atormenta, le obliga a seguir avanzando en busca de alguna clase de entendimiento, hace que se lo cuestione todo, que dude de la tierra firme sobre la que posa sus pies. Son sus señas de identidad, su manera de ser. Así sucede todo en su planeta.
“Porque leemos entrelíneas y no palabras, leer a Clarice Lispector es tan sugerente y a la vez un reto eterno. Su obra es un ser orgánico que crece con el tiempo. Crece y se transforma, interpelada por escuelas críticas de muy diverso origen y, sobre todo, por miles de lectores que encuentran en la extrañeza de su escritura una interrogación y, quizá, algunas respuestas”, leo a Elena Losada Soler en el prólogo de “Clarice Lispector. La náusea literaria”, un interesantísimo ensayo de Carolina Hernández Terrazas recientemente publicado por Fórcola.
“En la historia de la literatura nos encontramos con diversas motivaciones que llevan a los autores a escribir: algunos tienen por objeto el entretenimiento, el hecho de contar historias como necesidad de expresar sus pensamientos; y otros escriben por la necesidad no sólo de contar, sino de querer transformar el mundo que contemplan, de darle la vuelta de tuerca, o bien, de vivir en una búsqueda perenne de lenguaje para crear otro mundo que tenga sus propias normas, su propio modo de expresión: Entre este tipo de escritores se encuentra la escritora brasileña”, señala la doctora en Teoría de la literatura, quien parte de los conceptos de aburrimiento y de náusea para adentrarse en los territorios de Lispector, invitándonos a bucear en sus claves, en sus obsesiones, en las circunstancias de su vida, en las insólitas semillas de unas creaciones de “honda angustia metafísica”.
Este ensayo es el acompañamiento perfecto para una lectura atenta, detenida. Preparémonos pues para seguir el rastro de Clarice Lispector, título a título. Aún queda un largo trecho. Su Biblioteca ha de ser completada. Pertrechémonos convenientemente, libres de prejuicios, repito, para seguir la estela de una obra que se forjó caudalosa, indómita, salvajemente. Sólo así será posible respirar el aire intenso de un planeta que lleva su nombre. Un planeta habitado por los seres y las geografías de un cuento infinito que puede llegar a ser más real y más auténtico que lo vivido.
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(«Cuentos reunidos» y «La pasión según G. H.», han sido publicados por Siruela y son los primeros títulos de la Biblioteca Clarice Lispector, que recogerá el resto de la obra de la escritora brasileña. Los relatos, pertenecientes a seis libros diferentes, han sido traducidos del portugués por: Cristina Peri Rossi, Juan García Gayó, Marcelo Cohen y Mario Morales).
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"Ser como un verso volando
o un ciego soñando
y en ese vuelo y en ese sueño
compartir contigo sol y luna,
siendo guardián en tu cielo
y tren de tus ilusiones."
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Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
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- Mensaje n°174
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
"Lo incomunicable de uno a uno mismo es la gran vorágine de la nada. Si no encuentro un modo de hablarme a mí misma, la palabra me sofoca y atraviesa la garganta como una piedra. Quiero tener acceso a mí misma en el momento en que quiera, como quien abre las puertas y entra. No quiero ser víctima del azar liberador. Quiero tener yo misma la llave del mundo y transitarlo como quien transita de la vida a la muerte y de la muerte a la vida.
En la hora de mi muerte ¿qué haré? Enseñadme cómo se muere. Yo no lo sé."
Un soplo de vida.
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- Mensaje n°175
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Clarice Lispector no vivió toda su vida en Río de Janeiro. Se casó con un compañero de carrera, Maury Gurgel Valente, con quien tuvo dos hijos, y a quien acompañó en su trabajo diplomático por Italia, Suiza y Estados Unidos, hasta la separación de la pareja en 1959, cuando regresa a Brasil. En esos años afianzó los hilos con su ciudad a través de una extensa correspondencia con sus hermanas y amigas.
En paralelo trazó un Río imaginado, extrañado, esbozado, escrito en sus personajes. Y también un otro río –río interno–. Desfilaba el río personal de sus personajes, cuyas conciencias y anhelos fluían desde las cavernas de su psique. Un mapa de Río de Janeiro y un mapa de subjetividades se cruzan en el afluente de sus personajes, en el manantial infinito de sus conciencias, en el descubrimiento de la belleza de lo cotidiano, el impacto de la trivialidad, en ese arduo proceso de conquistar la libertad, siempre un nado contra la corriente.
En los recorridos durante su etapa de mujer separada, de regreso a Río, aparece su rincón preferido: el Largo do Boticário. Un pasaje con siete casas del siglo XIX y una vegetación exuberante de mata atlántica, localizado a unos metros de la subida al Corcovado, en el barrio de Cosme Velho, que vale la pena conocer. Ahí vivía su amigo el artista Augusto Rodrigues, ahí cenaban, bebían, era su espacio bohemio. He pasado tantas veces por fuera desconociendo esta plazoleta rodeada de caserones incomprensiblemente abandonados entre helechos. Espío a través de los marcos de las ventanas las evidencias de un antiguo esplendor.
En esa época consolida su participación como columnista en diversos periódicos, allí escribirá bastante sobre lo que le ocurre en los trayectos que debe realizar por la ciudad. Porque la Clarice real se movía en taxi y conversaba con los conductores. Ella decía que era su capricho burgués. Varias de sus crónicas hablan de esas pequeñas entrevistas, parece que, a cada minuto, estaba examinando el alma. En el trayecto de Leme al centro imperial de la ciudad solía preguntar: “¿Qué es para usted el amor imperecedero?”, “¿se ha quemado alguna vez?”; entre el Museo Nacional a su antiguo barrio de Catete: “¿Ha sentido la muerte en su habitación?”, “¿cómo se olvida a alguien que te duele?”.
En paralelo trazó un Río imaginado, extrañado, esbozado, escrito en sus personajes. Y también un otro río –río interno–. Desfilaba el río personal de sus personajes, cuyas conciencias y anhelos fluían desde las cavernas de su psique. Un mapa de Río de Janeiro y un mapa de subjetividades se cruzan en el afluente de sus personajes, en el manantial infinito de sus conciencias, en el descubrimiento de la belleza de lo cotidiano, el impacto de la trivialidad, en ese arduo proceso de conquistar la libertad, siempre un nado contra la corriente.
En los recorridos durante su etapa de mujer separada, de regreso a Río, aparece su rincón preferido: el Largo do Boticário. Un pasaje con siete casas del siglo XIX y una vegetación exuberante de mata atlántica, localizado a unos metros de la subida al Corcovado, en el barrio de Cosme Velho, que vale la pena conocer. Ahí vivía su amigo el artista Augusto Rodrigues, ahí cenaban, bebían, era su espacio bohemio. He pasado tantas veces por fuera desconociendo esta plazoleta rodeada de caserones incomprensiblemente abandonados entre helechos. Espío a través de los marcos de las ventanas las evidencias de un antiguo esplendor.
En esa época consolida su participación como columnista en diversos periódicos, allí escribirá bastante sobre lo que le ocurre en los trayectos que debe realizar por la ciudad. Porque la Clarice real se movía en taxi y conversaba con los conductores. Ella decía que era su capricho burgués. Varias de sus crónicas hablan de esas pequeñas entrevistas, parece que, a cada minuto, estaba examinando el alma. En el trayecto de Leme al centro imperial de la ciudad solía preguntar: “¿Qué es para usted el amor imperecedero?”, “¿se ha quemado alguna vez?”; entre el Museo Nacional a su antiguo barrio de Catete: “¿Ha sentido la muerte en su habitación?”, “¿cómo se olvida a alguien que te duele?”.
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- Mensaje n°176
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
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- Mensaje n°177
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Como en todo, también al escribir tengo una especie de temor de ir demasiado lejos. ¿Qué será eso? ¿Por qué? Me detengo, como si retuviera las riendas de un caballo que podría galopar y llevarme Dios sabe dónde. Me reservo. ¿Por qué y para qué? ¿Para qué cosa estoy economizándome? Ya tuve clara conciencia de eso cuando una vez escribí: “es necesario no tener miedo de crear”. ¿Por qué el miedo? ¿Miedo de conocer los límites de mi capacidad? ¿O miedo del aprendiz de hechicero, que no sabía cómo detenerse? Quién sabe, así como una mujer que se reserva intacta para entregarse un día al amor, así tal vez yo quiera morir toda entera para que Dios me tenga toda.
No soltar los caballos.
No soltar los caballos.
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- Mensaje n°178
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
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- Mensaje n°179
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
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"Ser como un verso volando
o un ciego soñando
y en ese vuelo y en ese sueño
compartir contigo sol y luna,
siendo guardián en tu cielo
y tren de tus ilusiones."
(Hánjel)
o un ciego soñando
y en ese vuelo y en ese sueño
compartir contigo sol y luna,
siendo guardián en tu cielo
y tren de tus ilusiones."
(Hánjel)
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Maria Lua- Administrador-Moderador
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Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Como en todo, también al escribir tengo una especie de temor de ir demasiado lejos. ¿Qué será eso? ¿Por qué? Me detengo, como si retuviera las riendas de un caballo que podría galopar y llevarme Dios sabe dónde. Me reservo. ¿Por qué y para qué? ¿Para qué cosa estoy economizándome? Ya tuve clara conciencia de eso cuando una vez escribí: “es necesario no tener miedo de crear”. ¿Por qué el miedo? ¿Miedo de conocer los límites de mi capacidad? ¿O miedo del aprendiz de hechicero, que no sabía cómo detenerse? Quién sabe, así como una mujer que se reserva intacta para entregarse un día al amor, así tal vez yo quiera morir toda entera para que Dios me tenga toda.
No soltar los caballos.
No soltar los caballos.
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o un ciego soñando
y en ese vuelo y en ese sueño
compartir contigo sol y luna,
siendo guardián en tu cielo
y tren de tus ilusiones."
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compartir contigo sol y luna,
siendo guardián en tu cielo
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