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CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Maria Lua- Administrador-Moderador
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- Mensaje n°991
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
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"Ser como un verso volando
o un ciego soñando
y en ese vuelo y en ese sueño
compartir contigo sol y luna,
siendo guardián en tu cielo
y tren de tus ilusiones."
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Maria Lua- Administrador-Moderador
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- Mensaje n°992
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Bueno, suspiró, si llegaba clara, por lo menos sabía que había un sentido secreto en las cosas de
la vida. De tal modo lo sabía que, a veces, aunque confusa, terminaba presintiendo la perfección —
de nuevo esos pensamientos, que de algún modo usaba como recordatorio (de que, gracias a la
perfección que existía, ella terminaría acertando) —una vez más el recordatorio actuó en ella y con
sus ojos más oscuros ahora por el pensamiento perturbado, decidió que vería a Ulises por lo menos
esta vez.
Y no era porque él la esperaba, pues muchas veces Lori, contando con la ya insultante paciencia
de Ulises, faltaba sin avisar: pero ante la idea de que la paciencia de Ulises se agotara, la mano le
subió a la garganta intentando detener una angustia parecida a la que sentía cuando se preguntaba
«¿quién soy yo?, ¿quién es Ulises?, ¿quiénes son las personas?». Era como si Ulises tuviera una
respuesta para todo eso y decidiese no darla —y ahora la angustia llegaba porque nuevamente
descubría que necesitaba a Ulises, cosa que la desesperaba—, quería poder seguir viéndolo, pero sin
necesitar tan violentamente de él. Si fuera una persona enteramente sola, como lo fuera antes, sabría
cómo sentir y actuar dentro de un sistema. Pero con Ulises entrando cada vez más plenamente en su
vida, ella, al sentirse protegida por él, había llegado a tener miedo de perder la protección —
(continuará)
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la vida. De tal modo lo sabía que, a veces, aunque confusa, terminaba presintiendo la perfección —
de nuevo esos pensamientos, que de algún modo usaba como recordatorio (de que, gracias a la
perfección que existía, ella terminaría acertando) —una vez más el recordatorio actuó en ella y con
sus ojos más oscuros ahora por el pensamiento perturbado, decidió que vería a Ulises por lo menos
esta vez.
Y no era porque él la esperaba, pues muchas veces Lori, contando con la ya insultante paciencia
de Ulises, faltaba sin avisar: pero ante la idea de que la paciencia de Ulises se agotara, la mano le
subió a la garganta intentando detener una angustia parecida a la que sentía cuando se preguntaba
«¿quién soy yo?, ¿quién es Ulises?, ¿quiénes son las personas?». Era como si Ulises tuviera una
respuesta para todo eso y decidiese no darla —y ahora la angustia llegaba porque nuevamente
descubría que necesitaba a Ulises, cosa que la desesperaba—, quería poder seguir viéndolo, pero sin
necesitar tan violentamente de él. Si fuera una persona enteramente sola, como lo fuera antes, sabría
cómo sentir y actuar dentro de un sistema. Pero con Ulises entrando cada vez más plenamente en su
vida, ella, al sentirse protegida por él, había llegado a tener miedo de perder la protección —
(continuará)
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Maria Lua- Administrador-Moderador
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- Mensaje n°993
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
—aunque ella misma no supiera con certeza qué significaba «ser protegida»: ¿tendría, por
casualidad, el deseo infantil de tener todo pero sin la ansiedad de tener que dar algo a cambio?
¿Protección sería presencia? Si fuese protegida por Ulises todavía más de lo que lo era,
ambicionaría pronto lo máximo: ser protegida hasta el punto de no temer ser libre: pues de sus huidas
de libertad tendría siempre de dónde volver.
Después de haberse visto un instante de cuerpo entero en el espejo, pensó que la protección
también sería no ser más sólo un cuerpo: ser tan sólo un cuerpo le daba, como ahora, la impresión de
que había sido cortada de sí misma. Tener un cuerpo único circundado por el aislamiento hacía tan
delimitado a ese cuerpo, sintió, que entonces se amedrentaba de ser una sola, ávidamente se miró de
cerca en el espejo y se dijo deslumbrada: qué misteriosa soy, soy tan delicada y fuerte, y la curva de
los labios conservó la inocencia
(continuará)
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casualidad, el deseo infantil de tener todo pero sin la ansiedad de tener que dar algo a cambio?
¿Protección sería presencia? Si fuese protegida por Ulises todavía más de lo que lo era,
ambicionaría pronto lo máximo: ser protegida hasta el punto de no temer ser libre: pues de sus huidas
de libertad tendría siempre de dónde volver.
Después de haberse visto un instante de cuerpo entero en el espejo, pensó que la protección
también sería no ser más sólo un cuerpo: ser tan sólo un cuerpo le daba, como ahora, la impresión de
que había sido cortada de sí misma. Tener un cuerpo único circundado por el aislamiento hacía tan
delimitado a ese cuerpo, sintió, que entonces se amedrentaba de ser una sola, ávidamente se miró de
cerca en el espejo y se dijo deslumbrada: qué misteriosa soy, soy tan delicada y fuerte, y la curva de
los labios conservó la inocencia
(continuará)
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o un ciego soñando
y en ese vuelo y en ese sueño
compartir contigo sol y luna,
siendo guardián en tu cielo
y tren de tus ilusiones."
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Maria Lua- Administrador-Moderador
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- Mensaje n°994
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Le pareció entonces, meditativa, que no había hombre o mujer que por casualidad no se hubiese
mirado al espejo y no se sorprendiera consigo mismo. Durante una fracción de segundo la persona se
veía como un objeto para ser mirado, lo que podrían llamar narcisismo pero que, ya influida por
Ulises, ella llamaría: gusto de ser. Encontrar en la figura exterior los ecos de la figura interna: ah,
entonces es verdad que yo no imaginé: existo.
Y por el mismo hecho de haberse visto en el espejo, sintió cómo su condición era pequeña
porque un cuerpo es menor que el pensamiento —al punto de que sería inútil tener más libertad: su
condición pequeña no la dejaría hacer uso de la libertad. Mientras que la condición del Universo era
tan grande que no se llamaba condición. La condición humana de Ulises era mayor que la de ella que,
sin embargo, era rica en lo cotidiano. Pero su desacuerdo con el mundo llegaba a ser cómico de tan
grande: no había conseguido ir acompasada con las cosas de su alrededor. Ya había intentado
ponerse a la par con el mundo y se había vuelto tan sólo divertido: una de las piernas siempre
demasiado corta. (La paradoja es que debería aceptar de buen grado esa condición de manca, porque
también eso formaba parte de su condición). (Sólo cuando quería caminar de acuerdo con el mundo
es cuando se despedazaba y se espantaba). Y de repente sonrió para sí con una sonrisa amarga, pero
que no era mala porque también era de su condición (Lori se cansaba mucho porque no dejaba de
ser).
(continuará)
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mirado al espejo y no se sorprendiera consigo mismo. Durante una fracción de segundo la persona se
veía como un objeto para ser mirado, lo que podrían llamar narcisismo pero que, ya influida por
Ulises, ella llamaría: gusto de ser. Encontrar en la figura exterior los ecos de la figura interna: ah,
entonces es verdad que yo no imaginé: existo.
Y por el mismo hecho de haberse visto en el espejo, sintió cómo su condición era pequeña
porque un cuerpo es menor que el pensamiento —al punto de que sería inútil tener más libertad: su
condición pequeña no la dejaría hacer uso de la libertad. Mientras que la condición del Universo era
tan grande que no se llamaba condición. La condición humana de Ulises era mayor que la de ella que,
sin embargo, era rica en lo cotidiano. Pero su desacuerdo con el mundo llegaba a ser cómico de tan
grande: no había conseguido ir acompasada con las cosas de su alrededor. Ya había intentado
ponerse a la par con el mundo y se había vuelto tan sólo divertido: una de las piernas siempre
demasiado corta. (La paradoja es que debería aceptar de buen grado esa condición de manca, porque
también eso formaba parte de su condición). (Sólo cuando quería caminar de acuerdo con el mundo
es cuando se despedazaba y se espantaba). Y de repente sonrió para sí con una sonrisa amarga, pero
que no era mala porque también era de su condición (Lori se cansaba mucho porque no dejaba de
ser).
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- Mensaje n°995
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Le pareció entonces, meditativa, que no había hombre o mujer que por casualidad no se hubiese
mirado al espejo y no se sorprendiera consigo mismo. Durante una fracción de segundo la persona se
veía como un objeto para ser mirado, lo que podrían llamar narcisismo pero que, ya influida por
Ulises, ella llamaría: gusto de ser. Encontrar en la figura exterior los ecos de la figura interna: ah,
entonces es verdad que yo no imaginé: existo.
Y por el mismo hecho de haberse visto en el espejo, sintió cómo su condición era pequeña
porque un cuerpo es menor que el pensamiento —al punto de que sería inútil tener más libertad: su
condición pequeña no la dejaría hacer uso de la libertad. Mientras que la condición del Universo era
tan grande que no se llamaba condición. La condición humana de Ulises era mayor que la de ella que,
sin embargo, era rica en lo cotidiano. Pero su desacuerdo con el mundo llegaba a ser cómico de tan
grande: no había conseguido ir acompasada con las cosas de su alrededor. Ya había intentado
ponerse a la par con el mundo y se había vuelto tan sólo divertido: una de las piernas siempre
demasiado corta. (La paradoja es que debería aceptar de buen grado esa condición de manca, porque
también eso formaba parte de su condición). (Sólo cuando quería caminar de acuerdo con el mundo
es cuando se despedazaba y se espantaba). Y de repente sonrió para sí con una sonrisa amarga, pero
que no era mala porque también era de su condición (Lori se cansaba mucho porque no dejaba de
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mirado al espejo y no se sorprendiera consigo mismo. Durante una fracción de segundo la persona se
veía como un objeto para ser mirado, lo que podrían llamar narcisismo pero que, ya influida por
Ulises, ella llamaría: gusto de ser. Encontrar en la figura exterior los ecos de la figura interna: ah,
entonces es verdad que yo no imaginé: existo.
Y por el mismo hecho de haberse visto en el espejo, sintió cómo su condición era pequeña
porque un cuerpo es menor que el pensamiento —al punto de que sería inútil tener más libertad: su
condición pequeña no la dejaría hacer uso de la libertad. Mientras que la condición del Universo era
tan grande que no se llamaba condición. La condición humana de Ulises era mayor que la de ella que,
sin embargo, era rica en lo cotidiano. Pero su desacuerdo con el mundo llegaba a ser cómico de tan
grande: no había conseguido ir acompasada con las cosas de su alrededor. Ya había intentado
ponerse a la par con el mundo y se había vuelto tan sólo divertido: una de las piernas siempre
demasiado corta. (La paradoja es que debería aceptar de buen grado esa condición de manca, porque
también eso formaba parte de su condición). (Sólo cuando quería caminar de acuerdo con el mundo
es cuando se despedazaba y se espantaba). Y de repente sonrió para sí con una sonrisa amarga, pero
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Maria Lua- Administrador-Moderador
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- Mensaje n°996
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Después de haberse visto un instante de cuerpo entero en el espejo, pensó que la protección
también sería no ser más sólo un cuerpo: ser tan sólo un cuerpo le daba, como ahora, la impresión de
que había sido cortada de sí misma. Tener un cuerpo único circundado por el aislamiento hacía tan
delimitado a ese cuerpo, sintió, que entonces se amedrentaba de ser una sola, ávidamente se miró de
cerca en el espejo y se dijo deslumbrada: qué misteriosa soy, soy tan delicada y fuerte, y la curva de
los labios conservó la inocencia.
Le pareció entonces, meditativa, que no había hombre o mujer que por casualidad no se hubiese
mirado al espejo y no se sorprendiera consigo mismo. Durante una fracción de segundo la persona se
veía como un objeto para ser mirado, lo que podrían llamar narcisismo pero que, ya influida por
Ulises, ella llamaría: gusto de ser. Encontrar en la figura exterior los ecos de la figura interna: ah,
entonces es verdad que yo no imaginé: existo.
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también sería no ser más sólo un cuerpo: ser tan sólo un cuerpo le daba, como ahora, la impresión de
que había sido cortada de sí misma. Tener un cuerpo único circundado por el aislamiento hacía tan
delimitado a ese cuerpo, sintió, que entonces se amedrentaba de ser una sola, ávidamente se miró de
cerca en el espejo y se dijo deslumbrada: qué misteriosa soy, soy tan delicada y fuerte, y la curva de
los labios conservó la inocencia.
Le pareció entonces, meditativa, que no había hombre o mujer que por casualidad no se hubiese
mirado al espejo y no se sorprendiera consigo mismo. Durante una fracción de segundo la persona se
veía como un objeto para ser mirado, lo que podrían llamar narcisismo pero que, ya influida por
Ulises, ella llamaría: gusto de ser. Encontrar en la figura exterior los ecos de la figura interna: ah,
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Maria Lua- Administrador-Moderador
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- Mensaje n°997
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Y por el mismo hecho de haberse visto en el espejo, sintió cómo su condición era pequeña
porque un cuerpo es menor que el pensamiento —al punto de que sería inútil tener más libertad: su
condición pequeña no la dejaría hacer uso de la libertad. Mientras que la condición del Universo era
tan grande que no se llamaba condición. La condición humana de Ulises era mayor que la de ella que,
sin embargo, era rica en lo cotidiano. Pero su desacuerdo con el mundo llegaba a ser cómico de tan
grande: no había conseguido ir acompasada con las cosas de su alrededor. Ya había intentado
ponerse a la par con el mundo y se había vuelto tan sólo divertido: una de las piernas siempre
demasiado corta. (La paradoja es que debería aceptar de buen grado esa condición de manca, porque
también eso formaba parte de su condición). (Sólo cuando quería caminar de acuerdo con el mundo
es cuando se despedazaba y se espantaba). Y de repente sonrió para sí con una sonrisa amarga, pero
que no era mala porque también era de su condición (Lori se cansaba mucho porque no dejaba de
ser).
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porque un cuerpo es menor que el pensamiento —al punto de que sería inútil tener más libertad: su
condición pequeña no la dejaría hacer uso de la libertad. Mientras que la condición del Universo era
tan grande que no se llamaba condición. La condición humana de Ulises era mayor que la de ella que,
sin embargo, era rica en lo cotidiano. Pero su desacuerdo con el mundo llegaba a ser cómico de tan
grande: no había conseguido ir acompasada con las cosas de su alrededor. Ya había intentado
ponerse a la par con el mundo y se había vuelto tan sólo divertido: una de las piernas siempre
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también eso formaba parte de su condición). (Sólo cuando quería caminar de acuerdo con el mundo
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que no era mala porque también era de su condición (Lori se cansaba mucho porque no dejaba de
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Maria Lua- Administrador-Moderador
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- Mensaje n°998
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Le pareció que Ulises, si ella tuviera el coraje de contarle lo que sentía, y jamás lo haría, si le
contase él respondería más o menos así y con calma: la condición no se cura pero el miedo a la
condición es curable. Él diría eso o cualquier otra cosa —la irritó porque cada vez que se le ocurría
un pensamiento más agudo o más sensato que éste, ella suponía que Ulises era quien lo hubiera
tenido,
ella, que reconocía con gratitud la superioridad general de los hombres que tenían olor de
hombres y no de perfume, y reconocía con irritación que en realidad esos pensamientos que llamaba
agudos o sensatos ya eran el resultado de su convivencia más estrecha con Ulises. Y hasta el hecho
de que fueran ahora más espaciados sus «sufrimientos», cosa que le debía a Ulises —¿«sufrimientos»? ¿ser era un dolor? ¿Y sólo cuando ser ya no fuese un dolor Ulises la consideraría
preparada para dormir con él? No, no voy a la cita, pensó entonces para desprenderse de él. Pero
esta vez no quiso que él estuviera esperándola en el bar: para ofenderlo quiso decirle que no iba, a él
que estaba acostumbrado a verla faltar sin avisar siquiera. Esa vez le diría que no iba, lo que era una
ofensa más efectiva.
(continuará)
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contase él respondería más o menos así y con calma: la condición no se cura pero el miedo a la
condición es curable. Él diría eso o cualquier otra cosa —la irritó porque cada vez que se le ocurría
un pensamiento más agudo o más sensato que éste, ella suponía que Ulises era quien lo hubiera
tenido,
ella, que reconocía con gratitud la superioridad general de los hombres que tenían olor de
hombres y no de perfume, y reconocía con irritación que en realidad esos pensamientos que llamaba
agudos o sensatos ya eran el resultado de su convivencia más estrecha con Ulises. Y hasta el hecho
de que fueran ahora más espaciados sus «sufrimientos», cosa que le debía a Ulises —¿«sufrimientos»? ¿ser era un dolor? ¿Y sólo cuando ser ya no fuese un dolor Ulises la consideraría
preparada para dormir con él? No, no voy a la cita, pensó entonces para desprenderse de él. Pero
esta vez no quiso que él estuviera esperándola en el bar: para ofenderlo quiso decirle que no iba, a él
que estaba acostumbrado a verla faltar sin avisar siquiera. Esa vez le diría que no iba, lo que era una
ofensa más efectiva.
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- Mensaje n°999
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
¿Habían pasado momentos o tres mil años? Momentos por el reloj que divide el tiempo, tres mil años
por lo que Lori sintió cuando con pesada angustia, toda vestida y pintada, se acercó a la ventana. Era
una vieja de cuatro milenios.
No —no estaba rojo—. Era la unión sensual del día con su hora más crepuscular. Era casi de
noche y estaba todavía claro. Si por lo menos fuese rojo a la vista como lo era en ella
intrínsecamente. Pero era un calor de luz sin color, y fijo. No, la mujer no conseguía transpirar.
Estaba seca y límpida. Y allá afuera sólo volaban pájaros de plumas embalsamadas. Si la mujer
cerraba los ojos para no ver el calor, pues era un calor visible, sólo entonces venía la alucinación
lenta simbolizándolo: veía elefantes enormes aproximarse, elefantes dulces y pesados, de cáscara
seca, aunque mojados en el interior de la carne por una ternura caliente insoportable; tenían
dificultad en cargarse a sí mismos, lo que los hacía lentos y pesados.
Aún era temprano para encender las lámparas, lo que al menos precipitaría una noche. La noche
que no venía, no venía, no venía, que era imposible. Y su amor que ahora era imposible —que era
seco como la fiebre de quien no transpira— era amor sin opio ni morfina. Y «yo te amo» era una
astilla que no se podía sacar con una pinza. Astilla incrustada en la parte más gruesa de la planta del
pie.
Ah, y la falta de sed. Calor con sed sería soportable. Pero, ah, la falta de sed. No había sino
faltas y ausencias. Y ni la voluntad siquiera. Sólo astillas sin puntas salientes por donde ser pinzadas
y extirpadas. Sólo los dientes estaban húmedos. Dentro de una boca voraz y reseca los dientes
húmedos pero duros —y sobre todo la boca voraz para nada—. Y la nada era caliente en aquel fin de
tarde eternizada por el planeta Marte.
:
Continua en el vínculo
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**********************
por lo que Lori sintió cuando con pesada angustia, toda vestida y pintada, se acercó a la ventana. Era
una vieja de cuatro milenios.
No —no estaba rojo—. Era la unión sensual del día con su hora más crepuscular. Era casi de
noche y estaba todavía claro. Si por lo menos fuese rojo a la vista como lo era en ella
intrínsecamente. Pero era un calor de luz sin color, y fijo. No, la mujer no conseguía transpirar.
Estaba seca y límpida. Y allá afuera sólo volaban pájaros de plumas embalsamadas. Si la mujer
cerraba los ojos para no ver el calor, pues era un calor visible, sólo entonces venía la alucinación
lenta simbolizándolo: veía elefantes enormes aproximarse, elefantes dulces y pesados, de cáscara
seca, aunque mojados en el interior de la carne por una ternura caliente insoportable; tenían
dificultad en cargarse a sí mismos, lo que los hacía lentos y pesados.
Aún era temprano para encender las lámparas, lo que al menos precipitaría una noche. La noche
que no venía, no venía, no venía, que era imposible. Y su amor que ahora era imposible —que era
seco como la fiebre de quien no transpira— era amor sin opio ni morfina. Y «yo te amo» era una
astilla que no se podía sacar con una pinza. Astilla incrustada en la parte más gruesa de la planta del
pie.
Ah, y la falta de sed. Calor con sed sería soportable. Pero, ah, la falta de sed. No había sino
faltas y ausencias. Y ni la voluntad siquiera. Sólo astillas sin puntas salientes por donde ser pinzadas
y extirpadas. Sólo los dientes estaban húmedos. Dentro de una boca voraz y reseca los dientes
húmedos pero duros —y sobre todo la boca voraz para nada—. Y la nada era caliente en aquel fin de
tarde eternizada por el planeta Marte.
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- Mensaje n°1000
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Conocía el mundo de los que van sufridamente en busca de placeres y no
saben esperar a que vengan solos. Y era tan trágico: bastaba mirar en una boîte, a media luz, a los
otros: era la búsqueda del placer que no venía solo y de sí mismo. Ella solamente había ido, con
algunos de sus hombres del pasado, unas dos o tres veces y después ya no había querido volver.
Porque en ella la búsqueda del placer, las veces que lo había intentado, le había resultado agua de
mal gusto: fruncía la boca y sentía el grifo oxidado, de donde salían dos o tres gotas de agua
entibiada: era el agua seca. No, había pensado, antes el sufrimiento legítimo que el placer forzado.
Quería la mano izquierda de Ulises y sabía que la quería, pero nada hizo, pues estaba disfrutando
justamente de lo que necesitaba: poder tener esa mano si extendiera la suya
Fragmento de Aprendizaje o el Libro de los Placeres
saben esperar a que vengan solos. Y era tan trágico: bastaba mirar en una boîte, a media luz, a los
otros: era la búsqueda del placer que no venía solo y de sí mismo. Ella solamente había ido, con
algunos de sus hombres del pasado, unas dos o tres veces y después ya no había querido volver.
Porque en ella la búsqueda del placer, las veces que lo había intentado, le había resultado agua de
mal gusto: fruncía la boca y sentía el grifo oxidado, de donde salían dos o tres gotas de agua
entibiada: era el agua seca. No, había pensado, antes el sufrimiento legítimo que el placer forzado.
Quería la mano izquierda de Ulises y sabía que la quería, pero nada hizo, pues estaba disfrutando
justamente de lo que necesitaba: poder tener esa mano si extendiera la suya
Fragmento de Aprendizaje o el Libro de los Placeres
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"Ser como un verso volando
o un ciego soñando
y en ese vuelo y en ese sueño
compartir contigo sol y luna,
siendo guardián en tu cielo
y tren de tus ilusiones."
(Hánjel)
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Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
No entiendo. Esto es tan vasto que supera cualquier entender. Entender es siempre limitado. Pero no entender puede no tener fronteras. Siento que soy mucho más completa cuando no
entiendo. No entender, del modo en que lo digo, es un don. No entender, pero no como un simple de espíritu. Lo bueno es ser inteligente y no entender. Es una bendición extraña, como tener locura sin ser demente. Es un manso desinterés, es una dulzura de estupidez. Sólo que de vez en cuando viene la inquietud: quiero entender un poco. No demasiado: pero por lo menos entender que no entiendo.
Descubrimientos
entiendo. No entender, del modo en que lo digo, es un don. No entender, pero no como un simple de espíritu. Lo bueno es ser inteligente y no entender. Es una bendición extraña, como tener locura sin ser demente. Es un manso desinterés, es una dulzura de estupidez. Sólo que de vez en cuando viene la inquietud: quiero entender un poco. No demasiado: pero por lo menos entender que no entiendo.
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- Mensaje n°1002
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Un perro debe oler a perro. Este fue el pensamiento brillante que se le ocurrió al hombre en medio de uno de esos tantos en los que se encontraba sumido en una neblina tibia de sentimientos. El pensamiento sobre el perro le iluminó de repente y de repente le abrió un claro. El hombre se alegró mucho, tal vez acababa de poner los puntos sobre las íes. Se alegró y empezó a mirarlo todo como si despertara por fin de una larga enfermedad. Un perro debe oler a perro. El hombre, a través de ese pensamiento, se aceptó totalmente como era, como si admitiera que un hombre debe oler a hombre, y que la vida de un hombre es su vida desnuda. En la calle, camino del trabajo, pasó junto a una mujer que, ajena al transeúnte, cargaba con los bultos de la compra. Él sonrió porque ella no sabía que él sabía que, así como un perro es un perro, aquella mujer era una mujer. El hombre se emocionó con el hecho de haber acabado de lavar el mundo, el agua aún corría fresca. Se dirigía a trabajar al Banco. Y el Banco es horrible, por Dios. Pero, lavado con agua fresca, un banco es un banco.
Descubrimiento
Todas las crónicas.
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- Mensaje n°1003
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Los os cuentos "casi reales" de Clarice Lispector
La literatura infantil de la heterodoxa escritora se mueve también entre la realidad y la ficción. En 'Casi de verdad. Cuentos para niños' (Siruela) subvierte los géneros para dotarlos del magnetismo propio de sus novelas
"El adulto es triste y solitario mientras que el niño tiene la fantasía en libertad", decía Clarice Lispector (Chechelnik, Ucrania, 1920 - Río de Janeiro, 1977) en una entrevista al preguntarle sobre los distintos registros de su escritura. La propia Lispector explicaba que su incursión en la literatura infantil comenzó casi por casualidad cuando Paulinho, su hijo de seis años, le reclamó un cuento para sí frente a las horas que dedicaba a los libros de mayores. En aquel momento vivían en Washington D.C., en una casa llena de animales, un escarabajo, patitos, polluelos….
El trabajo de su marido como diplomático les había obligado a dejar su Brasil de adopción, aquella tierra que sentía tan adentro. La que acogió a sus padres cuando se exiliaron de su Ucrania natal huyendo del hambre y la persecución racial de los pogromos. Con solo veintitrés años había revolucionado las letras brasileñas cuando vio la luz Cerca del corazón salvaje, su primer éxito editorial, y poco después inició un periplo familiar por distintas ciudades europeas y americanas hasta que, quince años después, tras su divorcio, regresa a su amado Río de Janeiro. Allí volverá a ejercer el periodismo y publicará entre otros títulos, estos relatos infantiles a finales de los años 60.
Lispector juega al desconcierto y huye de la ortodoxia en su afán por experimentar con la estructura y el lenguaje
El poeta Drummond de Andrade escribió: "Clarice procedía de un misterio / y regresó a otro", haciendo referencia a su temprana muerte en 1977. Un aura inquietante que sigue acompañando tanto su escritura –tildada de hermética y desasosegante– como su imagen seductora. Un atractivo que se fue alimentando por los silencios y evasivas con que desconcertaba a los periodistas y que, sin embargo, se transformó en complicidad cuando trató de cautivar al público infantil.
La autobiografía, casi crónicas periodísticas –apunta su hijo en el prólogo a esta primera edición en tomo de sus cuentos para niños–, se cuela una vez más en sus ficciones y nos permite asomarnos a la intimidad familiar de Lispector, ese espacio en el que lo doméstico se mezcla con los personajes más delirantes.
Narradora y protagonista de buena parte de sus textos nos va desdibujando la línea que separa realidad y fantasía. "La mujer que mató a los peces, desgraciadamente, soy yo. Pero os juro que fue sin querer", confiesa la autora al poco de empezar su primera historia, y solo podremos perdonarla, avisa, si llegamos al final del libro. Así de rotunda y juguetona nos lanza el hilo para hacernos partícipes del proceso creativo.
"Mi nombre es Clarice. ¿Y vosotros cómo os llamáis?". Una buena estrategia, la de esta Lispector que se hace niña y dialoga de tú a tú con el lector, para que perseveremos y descubramos que ella ama a los animales con toda su alma. Entonces sabremos de la mona Lisete, de la isla de una amiga donde existía una gran ciudad de mariposas o de Bruno Barberini de Monteverdi, el perro que murió acorralado por venganza de los otros canes. La narradora no cesa de buscar nuestra aprobación para hacernos entender que los peces mudos no supieron reclamar su comida mientras ella se pasaba las horas escribiendo. Tal es el hechizo que ejerce la ficción.
Referencias del folclore tradicional
Pero lejos de cualquier canon establecido, al igual que sucede en sus libros para adultos, Clarice Lispector juega al desconcierto y huye de la ortodoxia en su afán por experimentar con la estructura y el lenguaje. Fragmenta el discurso, hilvana consejos, historias fabulosas y crónicas del día a día que, "jura por Dios, son verdaderas", en un tono deliberadamente marcado por la oralidad que delata su origen para ser contadas.
Lo de menos es la anécdota, parece decirnos cuando nos adentra en la historia de Laura, la gallina tonta y miedosa que esquivó el puchero gracias al cuidado de un habitante-enano de Júpiter. Humor un tanto surrealista que apela a esa lógica del absurdo y conecta de maravilla con la mirada infantil.
Ficción y realidad siguen caminando de la mano en los diálogos entre la escritora y su hijo intercalados a lo largo de "El conejo pensante" que escapaba misteriosamente de su jaula o en "Casi de verdad", el cuento que da título al volumen y es narrado por Ulisses, el perro callejero de ojos dorados que acompañó a Lispector durante muchos años de su vida. Una fábula sin moraleja sobre la rebelión en el corral por causa de una higuera envidiosa que torturaba a las aves sin dormir y les robaba los huevos para hacerse millonaria. Una vez más el huevo y la gallina como leitmotiv de su imaginario narrativo.
“Cuidado con Clarice”, advirtió una de sus lectoras a un amigo hace décadas. “Esto no es literatura, es brujería”
Como era de esperar subvierte el género, al igual que hará con las doce leyendas brasileñas –una para cada mes del año– que cierran el tomo como broche perfecto. Un mosaico de textos breves tomados del folclore tradicional que Lispector reescribió por encargo y nos llevan hacia los escenarios de la selva amazónica. En sus páginas descubriremos a los curumines trepando por las lianas hasta el cielo para explicar el origen de los astros o sabremos del árbol que daba una fruta capaz de hechizar. En un giro hacia lo poético llegaremos a diciembre con Dios hablando en el silencio del aire durante la noche sagrada en que nació el Niño.
Animales y frutos, paisajes y palabras se contagian de un exotismo que encuentra su acertado reflejo en los creativos collages de Mariana Valente, artista plástica y nieta de la autora que refleja su espíritu ecléctico y compone a retazos la realidad y fantasía de estos relatos. Magnífica resulta la estampa que retrata a Clarice Lispector en la familiaridad de su salón con la máquina de escribir en el regazo, un perro a sus faldas y en las alturas el ojo que todo lo ve.
"Cuidado con Clarice", advirtió una de sus lectoras a un amigo hace décadas. "Esto no es literatura, es brujería”. Un magnetismo que la escritora brasileña extiende también al terreno de lo infantil, acaso el escenario mejor abonado para desafiar las ataduras de la lógica y dejar fluir su personalísima imaginación.
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La literatura infantil de la heterodoxa escritora se mueve también entre la realidad y la ficción. En 'Casi de verdad. Cuentos para niños' (Siruela) subvierte los géneros para dotarlos del magnetismo propio de sus novelas
"El adulto es triste y solitario mientras que el niño tiene la fantasía en libertad", decía Clarice Lispector (Chechelnik, Ucrania, 1920 - Río de Janeiro, 1977) en una entrevista al preguntarle sobre los distintos registros de su escritura. La propia Lispector explicaba que su incursión en la literatura infantil comenzó casi por casualidad cuando Paulinho, su hijo de seis años, le reclamó un cuento para sí frente a las horas que dedicaba a los libros de mayores. En aquel momento vivían en Washington D.C., en una casa llena de animales, un escarabajo, patitos, polluelos….
El trabajo de su marido como diplomático les había obligado a dejar su Brasil de adopción, aquella tierra que sentía tan adentro. La que acogió a sus padres cuando se exiliaron de su Ucrania natal huyendo del hambre y la persecución racial de los pogromos. Con solo veintitrés años había revolucionado las letras brasileñas cuando vio la luz Cerca del corazón salvaje, su primer éxito editorial, y poco después inició un periplo familiar por distintas ciudades europeas y americanas hasta que, quince años después, tras su divorcio, regresa a su amado Río de Janeiro. Allí volverá a ejercer el periodismo y publicará entre otros títulos, estos relatos infantiles a finales de los años 60.
Lispector juega al desconcierto y huye de la ortodoxia en su afán por experimentar con la estructura y el lenguaje
El poeta Drummond de Andrade escribió: "Clarice procedía de un misterio / y regresó a otro", haciendo referencia a su temprana muerte en 1977. Un aura inquietante que sigue acompañando tanto su escritura –tildada de hermética y desasosegante– como su imagen seductora. Un atractivo que se fue alimentando por los silencios y evasivas con que desconcertaba a los periodistas y que, sin embargo, se transformó en complicidad cuando trató de cautivar al público infantil.
La autobiografía, casi crónicas periodísticas –apunta su hijo en el prólogo a esta primera edición en tomo de sus cuentos para niños–, se cuela una vez más en sus ficciones y nos permite asomarnos a la intimidad familiar de Lispector, ese espacio en el que lo doméstico se mezcla con los personajes más delirantes.
Narradora y protagonista de buena parte de sus textos nos va desdibujando la línea que separa realidad y fantasía. "La mujer que mató a los peces, desgraciadamente, soy yo. Pero os juro que fue sin querer", confiesa la autora al poco de empezar su primera historia, y solo podremos perdonarla, avisa, si llegamos al final del libro. Así de rotunda y juguetona nos lanza el hilo para hacernos partícipes del proceso creativo.
"Mi nombre es Clarice. ¿Y vosotros cómo os llamáis?". Una buena estrategia, la de esta Lispector que se hace niña y dialoga de tú a tú con el lector, para que perseveremos y descubramos que ella ama a los animales con toda su alma. Entonces sabremos de la mona Lisete, de la isla de una amiga donde existía una gran ciudad de mariposas o de Bruno Barberini de Monteverdi, el perro que murió acorralado por venganza de los otros canes. La narradora no cesa de buscar nuestra aprobación para hacernos entender que los peces mudos no supieron reclamar su comida mientras ella se pasaba las horas escribiendo. Tal es el hechizo que ejerce la ficción.
Referencias del folclore tradicional
Pero lejos de cualquier canon establecido, al igual que sucede en sus libros para adultos, Clarice Lispector juega al desconcierto y huye de la ortodoxia en su afán por experimentar con la estructura y el lenguaje. Fragmenta el discurso, hilvana consejos, historias fabulosas y crónicas del día a día que, "jura por Dios, son verdaderas", en un tono deliberadamente marcado por la oralidad que delata su origen para ser contadas.
Lo de menos es la anécdota, parece decirnos cuando nos adentra en la historia de Laura, la gallina tonta y miedosa que esquivó el puchero gracias al cuidado de un habitante-enano de Júpiter. Humor un tanto surrealista que apela a esa lógica del absurdo y conecta de maravilla con la mirada infantil.
Ficción y realidad siguen caminando de la mano en los diálogos entre la escritora y su hijo intercalados a lo largo de "El conejo pensante" que escapaba misteriosamente de su jaula o en "Casi de verdad", el cuento que da título al volumen y es narrado por Ulisses, el perro callejero de ojos dorados que acompañó a Lispector durante muchos años de su vida. Una fábula sin moraleja sobre la rebelión en el corral por causa de una higuera envidiosa que torturaba a las aves sin dormir y les robaba los huevos para hacerse millonaria. Una vez más el huevo y la gallina como leitmotiv de su imaginario narrativo.
“Cuidado con Clarice”, advirtió una de sus lectoras a un amigo hace décadas. “Esto no es literatura, es brujería”
Como era de esperar subvierte el género, al igual que hará con las doce leyendas brasileñas –una para cada mes del año– que cierran el tomo como broche perfecto. Un mosaico de textos breves tomados del folclore tradicional que Lispector reescribió por encargo y nos llevan hacia los escenarios de la selva amazónica. En sus páginas descubriremos a los curumines trepando por las lianas hasta el cielo para explicar el origen de los astros o sabremos del árbol que daba una fruta capaz de hechizar. En un giro hacia lo poético llegaremos a diciembre con Dios hablando en el silencio del aire durante la noche sagrada en que nació el Niño.
Animales y frutos, paisajes y palabras se contagian de un exotismo que encuentra su acertado reflejo en los creativos collages de Mariana Valente, artista plástica y nieta de la autora que refleja su espíritu ecléctico y compone a retazos la realidad y fantasía de estos relatos. Magnífica resulta la estampa que retrata a Clarice Lispector en la familiaridad de su salón con la máquina de escribir en el regazo, un perro a sus faldas y en las alturas el ojo que todo lo ve.
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o un ciego soñando
y en ese vuelo y en ese sueño
compartir contigo sol y luna,
siendo guardián en tu cielo
y tren de tus ilusiones."
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Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
“Uma vez eu irei. Uma vez irei sozinha, sem minha alma dessa vez. O espírito, eu o terei entregue à família e aos amigos com recomendações. Não será difícil cuidar dele, exige pouco, às vezes se alimenta com jornais mesmo. Não será difícil levá-lo ao cinema, quando se vai. Minha alma eu a deixarei, qualquer animal a abrigará: serão férias em outra paisagem, olhando através de qualquer janela dita da alma, qualquer janela de olhos de gato ou de cão. De tigre, eu preferiria. Meu corpo, esse serei obrigada a levar. Mas dir-lhe-ei antes: vem comigo, como única valise, segue-me como um cão. E irei à frente, sozinha, finalmente cega para os erros do mundo..."
*********************************
Alguna vez iré. Alguna vez iré sola, esa vez sin mi alma. El espíritu lo tendré dedicado a la familia y a los amigos con recomendaciones. No será difícil cuidar de él, exige poco, a veces se alimenta justamente con periódicos. No será difícil llevarlo al cine, cuando se vaya. Mi alma dejaré, cualquier animal la abrigará: serán vacaciones en otro paisaje, mirando a través de cualquier ventana llamada del alma, cualquier ventana de ojos de gato o de perro. De tigre, preferiría. Mi cuerpo, a ese estaré obligada a llevar. Pero antes le diré: ven conmigo, como única maleta, sígueme como un perro. E iré al frente, sola, finalmente ciega para los errores del mundo,..
.
DESCUBRIMIENTOS
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Alguna vez iré. Alguna vez iré sola, esa vez sin mi alma. El espíritu lo tendré dedicado a la familia y a los amigos con recomendaciones. No será difícil cuidar de él, exige poco, a veces se alimenta justamente con periódicos. No será difícil llevarlo al cine, cuando se vaya. Mi alma dejaré, cualquier animal la abrigará: serán vacaciones en otro paisaje, mirando a través de cualquier ventana llamada del alma, cualquier ventana de ojos de gato o de perro. De tigre, preferiría. Mi cuerpo, a ese estaré obligada a llevar. Pero antes le diré: ven conmigo, como única maleta, sígueme como un perro. E iré al frente, sola, finalmente ciega para los errores del mundo,..
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Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
PERTENCER
"Um amigo meu, médico, assegurou-me que desde o berço a criança sente o ambiente, a criança quer: nela o ser humano, no berço mesmo, já começou.
Tenho certeza de que no berço a minha primeira vontade foi a de pertencer. Por motivos que aqui não importam, eu de algum modo devia estar sentindo que não pertencia a nada e a ninguém. Nasci de graça.
Se no berço experimentei esta fome humana, ela continua a me acompanhar pela vida afora, como se fosse um destino. A ponto de meu coração se contrair de inveja e desejo quando vejo uma freira: ela pertence a Deus.
Exatamente porque é tão forte em mim a fome de me dar a algo ou a alguém, é que me tornei bastante arisca: tenho medo de revelar de quanto preciso e de como sou pobre. Sou, sim. Muito pobre. Só tenho um corpo e uma alma. E preciso de mais do que isso.
Com o tempo, sobretudo os últimos anos, perdi o jeito de ser gente. Não sei mais como se é. E uma espécie toda nova de "solidão de não pertencer" começou a me invadir como heras num muro.
Se meu desejo mais antigo é o de pertencer, por que então nunca fiz parte de clubes ou de associações? Porque não é isso que eu chamo de pertencer. O que eu queria, e não posso, é por exemplo que tudo o que me viesse de bom de dentro de mim eu pudesse dar àquilo que eu pertenço. Mesmo minhas alegrias, como são solitárias às vezes. E uma alegria solitária pode se tornar patética. É como ficar com um presente todo embrulhado em papel enfeitado de presente nas mãos - e não ter a quem dizer: tome, é seu, abra-o! Não querendo me ver em situações patéticas e, por uma espécie de contenção, evitando o tom de tragédia, raramente embrulho com papel de presente os meus sentimentos.
Pertencer não vem apenas de ser fraca e precisar unir-se a algo ou a alguém mais forte. Muitas vezes a vontade intensa de pertencer vem em mim de minha própria força - eu quero pertencer para que minha força não seja inútil e fortifique uma pessoa ou uma coisa.
Quase consigo me visualizar no berço, quase consigo reproduzir em mim a vaga e no entanto premente sensação de precisar pertencer. Por motivos que nem minha mãe nem meu pai podiam controlar, eu nasci e fiquei apenas: nascida.
No entanto fui preparada para ser dada à luz de um modo tão bonito. Minha mãe já estava doente, e, por uma superstição bastante espalhada, acreditava-se que ter um filho curava uma mulher de uma doença. Então fui deliberadamente criada: com amor e esperança. Só que não curei minha mãe. E sinto até hoje essa carga de culpa: fizeram-me para uma missão determinada e eu falhei. Como se contassem comigo nas trincheiras de uma guerra e eu tivesse desertado. Sei que meus pais me perdoaram por eu ter nascido em vão e tê-los traído na grande esperança.
Mas eu, eu não me perdoo. Quereria que simplesmente se tivesse feito um milagre: eu nascer e curar minha mãe. Então, sim: eu teria pertencido a meu pai e a minha mãe. Eu nem podia confiar a alguém essa espécie de solidão de não pertencer porque, como desertor, eu tinha o segredo da fuga que por vergonha não podia ser conhecido.
A vida me fez de vez em quando pertencer, como se fosse para me dar a medida do que eu perco não pertencendo. E então eu soube: pertencer é viver. Experimentei-o com a sede de quem está no deserto e bebe sôfrego os últimos goles de água de um cantil. E depois a sede volta e é no deserto mesmo que caminho."
A crônica “Pertencer”, de Clarice Lispector, retirada da obra “A descoberta do mundo”, (p. 110), foi publicada primeiramente no Jornal do Brasil, no dia 15 de junho de 1968.
"Estoy segura de que en la cuna mi primer deseo fue el de pertenecer. Por motivos que ahora no importan, debía de estar siendo que no pertenecía a nada ni a nadie. Nací por nacer.
Ya en la cuna sentí esta hambre humana y ha seguido acompañándome toda la vida, como si fuese un destino. Hasta el punto de que mi corazón se contrae de envidia y de deseo cuando veo a una monja: ella pertenece a Dios.
Precisamente porque es tan fuerte en mí el hambre de entregarme a algo o a alguien me volví bastante arisca: tengo miedo de revelar cuánto lo necesito y lo pobre que soy. Sí, lo soy, muy pobre. Solo tengo un cuerpo y un alma. Y necesito más que eso. Quién sabe si empecé a escribir tan pronto porque, al escribir, por lo menos me pertenecía un poco a mí misma, aunque eso sea solo un triste facsímil.
Con el tiempo, sobre todo en los últimos años, he perdido la capacidad de ser persona. Ya no sé cómo se hace. Y una forma nueva de la "soledad de no pertenecer" ha empezado a invadirme como la hiedra de un muro.
Si mi deseo más antiguo es el de pertenecer, ¿por qué entonces nunca he formado parte de clubes o de asociaciones? Porque no es eso a lo que yo llamo pertenecer. Lo que yo quisiera, y no consigo, es por ejemplo que todo lo que de bueno surgiese en mi interior pudiese entregarlo a aquello a lo que perteneciese. Incluso mis alegrías, qué solitarias son a veces. Y una alegría solitaria puede volverse patética. Es como quedarse con un regalo envuelto en papel bonito en las manos y no tener a quién decirle: toma, es tuyo, ¡ábrelo! Como no quiero verme en situaciones patéticas y, por una especie de contención, evito el tono de tragedia, raramente envuelvo con papel de regalo mis sentimientos.
Pertenecer no resulta solo de ser débil y de necesitar unirse a algo o a alguien más fuerte. Muchas veces mi intenso deseo de pertenecer surge de mi propia fuerza, quiero pertenecer para que mi fuerza no sea inútil y haga más fuerte a una persona o a una cosa.
Aunque tengo una alegría: pertenezco, por ejemplo, a mi país, y como millones de otras personas pertenezco tanto a él que soy brasileña. Y yo que, muy sinceramente, nunca he deseado o desearé la popularidad -soy demasiado individualista para poder soportar la invasión de la que es víctima una persona popular-, me siento sin embargo feliz de pertenecer a la literatura brasileña por motivos que no tienen nada que ver con la literatura, porque ni siquiera soy una literata o una intelectual. Soy feliz solo por ‘formar parte’.
Casi consigo visualizarme en la cuna, casi consigo reproducir en mí la vaga y sin embargo permanente sensación de necesitar pertenecer. Por motivos que ni siquiera mi madre o mi padre pudieron controlar, nací y me quedé así: nacida.
Sin embargo fui planeada para nacer de una manera tan bonita. Mi madre ya estaba enferma, y, según una superstición bastante extendida, se creía que tener un hijo curaba a las mujeres de una enfermedad. Entonces fui deliberadamente creada: con amor y con esperanza. Pero no curé a mi madre. Y hasta hoy siento la carga de esta culpa: me hicieron para una misión determinada y fallé. Como si contasen conmigo en las trincheras de una guerra y hubiese desertado. Sé que mis padres me perdonaron haber nacido en vano y haber traicionado su gran esperanza. Pero yo, yo no me lo perdono. Desearía que simplemente se hubiese producido un milagro: nacer yo y curar a mi madre. Entonces sí: habría pertenecido a mi padre y a mi madre. No podía confiar a nadie esa especie de soledad de no pertenecer porque, como un desertor, mantenía el secreto de una huida que por vergüenza no podía ser conocido."
La vida me ha hecho de vez en cuando pertenecer, como si lo hiciese para darme la medida de lo que pierdo cuando no pertenezco. Y entonces lo supe: pertenecer es vivir. Lo sentí con la sed de quien está en el desierto y bebe con ansia los últimos tragos de agua de una cantimplora. Y después la sed vuelve y camino realmente por el desierto."
"Um amigo meu, médico, assegurou-me que desde o berço a criança sente o ambiente, a criança quer: nela o ser humano, no berço mesmo, já começou.
Tenho certeza de que no berço a minha primeira vontade foi a de pertencer. Por motivos que aqui não importam, eu de algum modo devia estar sentindo que não pertencia a nada e a ninguém. Nasci de graça.
Se no berço experimentei esta fome humana, ela continua a me acompanhar pela vida afora, como se fosse um destino. A ponto de meu coração se contrair de inveja e desejo quando vejo uma freira: ela pertence a Deus.
Exatamente porque é tão forte em mim a fome de me dar a algo ou a alguém, é que me tornei bastante arisca: tenho medo de revelar de quanto preciso e de como sou pobre. Sou, sim. Muito pobre. Só tenho um corpo e uma alma. E preciso de mais do que isso.
Com o tempo, sobretudo os últimos anos, perdi o jeito de ser gente. Não sei mais como se é. E uma espécie toda nova de "solidão de não pertencer" começou a me invadir como heras num muro.
Se meu desejo mais antigo é o de pertencer, por que então nunca fiz parte de clubes ou de associações? Porque não é isso que eu chamo de pertencer. O que eu queria, e não posso, é por exemplo que tudo o que me viesse de bom de dentro de mim eu pudesse dar àquilo que eu pertenço. Mesmo minhas alegrias, como são solitárias às vezes. E uma alegria solitária pode se tornar patética. É como ficar com um presente todo embrulhado em papel enfeitado de presente nas mãos - e não ter a quem dizer: tome, é seu, abra-o! Não querendo me ver em situações patéticas e, por uma espécie de contenção, evitando o tom de tragédia, raramente embrulho com papel de presente os meus sentimentos.
Pertencer não vem apenas de ser fraca e precisar unir-se a algo ou a alguém mais forte. Muitas vezes a vontade intensa de pertencer vem em mim de minha própria força - eu quero pertencer para que minha força não seja inútil e fortifique uma pessoa ou uma coisa.
Quase consigo me visualizar no berço, quase consigo reproduzir em mim a vaga e no entanto premente sensação de precisar pertencer. Por motivos que nem minha mãe nem meu pai podiam controlar, eu nasci e fiquei apenas: nascida.
No entanto fui preparada para ser dada à luz de um modo tão bonito. Minha mãe já estava doente, e, por uma superstição bastante espalhada, acreditava-se que ter um filho curava uma mulher de uma doença. Então fui deliberadamente criada: com amor e esperança. Só que não curei minha mãe. E sinto até hoje essa carga de culpa: fizeram-me para uma missão determinada e eu falhei. Como se contassem comigo nas trincheiras de uma guerra e eu tivesse desertado. Sei que meus pais me perdoaram por eu ter nascido em vão e tê-los traído na grande esperança.
Mas eu, eu não me perdoo. Quereria que simplesmente se tivesse feito um milagre: eu nascer e curar minha mãe. Então, sim: eu teria pertencido a meu pai e a minha mãe. Eu nem podia confiar a alguém essa espécie de solidão de não pertencer porque, como desertor, eu tinha o segredo da fuga que por vergonha não podia ser conhecido.
A vida me fez de vez em quando pertencer, como se fosse para me dar a medida do que eu perco não pertencendo. E então eu soube: pertencer é viver. Experimentei-o com a sede de quem está no deserto e bebe sôfrego os últimos goles de água de um cantil. E depois a sede volta e é no deserto mesmo que caminho."
A crônica “Pertencer”, de Clarice Lispector, retirada da obra “A descoberta do mundo”, (p. 110), foi publicada primeiramente no Jornal do Brasil, no dia 15 de junho de 1968.
"Estoy segura de que en la cuna mi primer deseo fue el de pertenecer. Por motivos que ahora no importan, debía de estar siendo que no pertenecía a nada ni a nadie. Nací por nacer.
Ya en la cuna sentí esta hambre humana y ha seguido acompañándome toda la vida, como si fuese un destino. Hasta el punto de que mi corazón se contrae de envidia y de deseo cuando veo a una monja: ella pertenece a Dios.
Precisamente porque es tan fuerte en mí el hambre de entregarme a algo o a alguien me volví bastante arisca: tengo miedo de revelar cuánto lo necesito y lo pobre que soy. Sí, lo soy, muy pobre. Solo tengo un cuerpo y un alma. Y necesito más que eso. Quién sabe si empecé a escribir tan pronto porque, al escribir, por lo menos me pertenecía un poco a mí misma, aunque eso sea solo un triste facsímil.
Con el tiempo, sobre todo en los últimos años, he perdido la capacidad de ser persona. Ya no sé cómo se hace. Y una forma nueva de la "soledad de no pertenecer" ha empezado a invadirme como la hiedra de un muro.
Si mi deseo más antiguo es el de pertenecer, ¿por qué entonces nunca he formado parte de clubes o de asociaciones? Porque no es eso a lo que yo llamo pertenecer. Lo que yo quisiera, y no consigo, es por ejemplo que todo lo que de bueno surgiese en mi interior pudiese entregarlo a aquello a lo que perteneciese. Incluso mis alegrías, qué solitarias son a veces. Y una alegría solitaria puede volverse patética. Es como quedarse con un regalo envuelto en papel bonito en las manos y no tener a quién decirle: toma, es tuyo, ¡ábrelo! Como no quiero verme en situaciones patéticas y, por una especie de contención, evito el tono de tragedia, raramente envuelvo con papel de regalo mis sentimientos.
Pertenecer no resulta solo de ser débil y de necesitar unirse a algo o a alguien más fuerte. Muchas veces mi intenso deseo de pertenecer surge de mi propia fuerza, quiero pertenecer para que mi fuerza no sea inútil y haga más fuerte a una persona o a una cosa.
Aunque tengo una alegría: pertenezco, por ejemplo, a mi país, y como millones de otras personas pertenezco tanto a él que soy brasileña. Y yo que, muy sinceramente, nunca he deseado o desearé la popularidad -soy demasiado individualista para poder soportar la invasión de la que es víctima una persona popular-, me siento sin embargo feliz de pertenecer a la literatura brasileña por motivos que no tienen nada que ver con la literatura, porque ni siquiera soy una literata o una intelectual. Soy feliz solo por ‘formar parte’.
Casi consigo visualizarme en la cuna, casi consigo reproducir en mí la vaga y sin embargo permanente sensación de necesitar pertenecer. Por motivos que ni siquiera mi madre o mi padre pudieron controlar, nací y me quedé así: nacida.
Sin embargo fui planeada para nacer de una manera tan bonita. Mi madre ya estaba enferma, y, según una superstición bastante extendida, se creía que tener un hijo curaba a las mujeres de una enfermedad. Entonces fui deliberadamente creada: con amor y con esperanza. Pero no curé a mi madre. Y hasta hoy siento la carga de esta culpa: me hicieron para una misión determinada y fallé. Como si contasen conmigo en las trincheras de una guerra y hubiese desertado. Sé que mis padres me perdonaron haber nacido en vano y haber traicionado su gran esperanza. Pero yo, yo no me lo perdono. Desearía que simplemente se hubiese producido un milagro: nacer yo y curar a mi madre. Entonces sí: habría pertenecido a mi padre y a mi madre. No podía confiar a nadie esa especie de soledad de no pertenecer porque, como un desertor, mantenía el secreto de una huida que por vergüenza no podía ser conocido."
La vida me ha hecho de vez en cuando pertenecer, como si lo hiciese para darme la medida de lo que pierdo cuando no pertenezco. Y entonces lo supe: pertenecer es vivir. Lo sentí con la sed de quien está en el desierto y bebe con ansia los últimos tragos de agua de una cantimplora. Y después la sed vuelve y camino realmente por el desierto."
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"Ser como un verso volando
o un ciego soñando
y en ese vuelo y en ese sueño
compartir contigo sol y luna,
siendo guardián en tu cielo
y tren de tus ilusiones."
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- Mensaje n°1006
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
ACORDARSE
Muchas veces escribir es acordarse de lo que nunca ha existido. ¿Cómo conseguiré saber lo que ni siquiera sé? Así: como si me acordase. Con un esfuerzo de «memoria», como si yo nunca hubiese nacido.
Nunca he nacido, nunca he vivido: pero yo me acuerdo, y ese recuerdo está en carne viva.
Todas las crónicas
...si en un instante se nace y se muere en un instante, un instante es bastante para la vida entera.
La manzana en la oscuridad
Muchas veces escribir es acordarse de lo que nunca ha existido. ¿Cómo conseguiré saber lo que ni siquiera sé? Así: como si me acordase. Con un esfuerzo de «memoria», como si yo nunca hubiese nacido.
Nunca he nacido, nunca he vivido: pero yo me acuerdo, y ese recuerdo está en carne viva.
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- Mensaje n°1007
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Un pintor
La sorpresa de ver que el pintor empieza por no temer
a la simetría. Es necesaria experiencia o valor para revalorizarla,
cuando fácilmente se puede imitar lo «falsamente
asimétrico», una de las originalidades más comunes. La
simetría es concentrada, lograda. Pero no dogmática. Es
también vacilante, como la de los que han pasado por la
esperanza de que dos asimetrías se encuentren en la simetría.
Una tercera solución: la síntesis. De ahí tal vez ese aire
despojado, esa delicadeza de cosa vivida y después revivida,
y no ese arrojo de los que no saben. No es exactamente
tranquilidad lo que hay ahí. Hay una dura lucha de cosa
que a pesar de estar corroída se mantiene allí, y en los colores
más densos está la lividez de lo que incluso torcido
se mantiene en pie. Sus cruces están torcidas por siglos de
mortificación. ¿Son altares? Por lo menos el silencio del altar.
El silencio de los portales. Lo verdoso adquiere el tono
de algo que está entre la vida y la muerte, una intensidad
de crepúsculo. Hay bronce viejo en los colores quietos, y
acero; y todo ampliado por un silencio de cosas encontradas
en el camino. Se siente un largo y polvoriento camino
antes de llegar al cobijo del cuadro; de alguna manera éste
es un cobijo, por fin, y acoge. Aunque los portales no se
abran. ¿O ya es iglesia el portal de la iglesia, y ante él ya se
ha llegado? Todavía falta la lucha para no traspasarlo. Y en
ningún cuadro se dice: «iglesia». Son muros de un Cristo
que está ausente, pero los muros están allí, y todo es tangible,
finalmente tangible para quien viene de lejos. Porque
es pintura tangible: las manos también la miran.
El pintor
crea el material antes de pintarlo, y la madera se vuelve tan
imprescindible para su pintura como lo sería la madera
para un escultor. Y el material creado es religioso: tiene
el peso de las vigas de un convento. Es compacto, cerrado
como una puerta cerrada. Pero en él se han rasgado aberturas,
como desolladas por uñas. Y a través de esas brechas
se ve lo que está dentro de una síntesis. Color coagulado,
violencia, martirio son las vigas que sustentan el silencio de
una simetría religiosa
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La sorpresa de ver que el pintor empieza por no temer
a la simetría. Es necesaria experiencia o valor para revalorizarla,
cuando fácilmente se puede imitar lo «falsamente
asimétrico», una de las originalidades más comunes. La
simetría es concentrada, lograda. Pero no dogmática. Es
también vacilante, como la de los que han pasado por la
esperanza de que dos asimetrías se encuentren en la simetría.
Una tercera solución: la síntesis. De ahí tal vez ese aire
despojado, esa delicadeza de cosa vivida y después revivida,
y no ese arrojo de los que no saben. No es exactamente
tranquilidad lo que hay ahí. Hay una dura lucha de cosa
que a pesar de estar corroída se mantiene allí, y en los colores
más densos está la lividez de lo que incluso torcido
se mantiene en pie. Sus cruces están torcidas por siglos de
mortificación. ¿Son altares? Por lo menos el silencio del altar.
El silencio de los portales. Lo verdoso adquiere el tono
de algo que está entre la vida y la muerte, una intensidad
de crepúsculo. Hay bronce viejo en los colores quietos, y
acero; y todo ampliado por un silencio de cosas encontradas
en el camino. Se siente un largo y polvoriento camino
antes de llegar al cobijo del cuadro; de alguna manera éste
es un cobijo, por fin, y acoge. Aunque los portales no se
abran. ¿O ya es iglesia el portal de la iglesia, y ante él ya se
ha llegado? Todavía falta la lucha para no traspasarlo. Y en
ningún cuadro se dice: «iglesia». Son muros de un Cristo
que está ausente, pero los muros están allí, y todo es tangible,
finalmente tangible para quien viene de lejos. Porque
es pintura tangible: las manos también la miran.
El pintor
crea el material antes de pintarlo, y la madera se vuelve tan
imprescindible para su pintura como lo sería la madera
para un escultor. Y el material creado es religioso: tiene
el peso de las vigas de un convento. Es compacto, cerrado
como una puerta cerrada. Pero en él se han rasgado aberturas,
como desolladas por uñas. Y a través de esas brechas
se ve lo que está dentro de una síntesis. Color coagulado,
violencia, martirio son las vigas que sustentan el silencio de
una simetría religiosa
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o un ciego soñando
y en ese vuelo y en ese sueño
compartir contigo sol y luna,
siendo guardián en tu cielo
y tren de tus ilusiones."
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- Mensaje n°1008
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Hemos disfrazado con falso amor nuestra indiferencia, sabiendo que nuestra indiferencia es angustia disfrazada. Hemos disfrazado con el pequeño miedo el gran miedo mayor y por eso nunca hablamos de lo que realmente importa. Hablar de lo que realmente importa es considerado una indiscreción. ...No hemos sido puros e ingenuos para no reírnos de nosotros mismos y para que al fin del día podamos decir «al menos no fui tonto» y así no quedarnos perplejos antes de apagar la luz. Hemos sonreído en público de lo que no sonreiríamos cuando nos quedásemos solos. Hemos llamado debilidad a nuestro candor. Nos hemos temido uno al otro, por encima de todo. Y todo eso lo consideramos victoria nuestra de cada día.
APRENDIZAJE O EL LIBRO DE LOS PLACERES
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y en ese vuelo y en ese sueño
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- Mensaje n°1009
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Lori se perfumaba y esa era una de sus imitaciones del mundo,
ella que tanto buscaba aprender de la vida– con el perfume,
de algún modo intensificaba cualquier cosa que ella
fuese y por eso no podía usar perfumes que la contradecían:
perfumarse era una sabiduría instintiva, adquirida
hacía milenios por mujeres que aprendían aparentemente
pasivas, y, como todo arte, exigía que ella tuviera un
mínimo de conocimiento de sí misma: usaba un perfume
levemente sofocante, agradable como humus, como si la
cabeza acostada macerase humus, cuyo nombre no decía
a ninguna de sus compañeras maestras: porque era suyo,
era ella, ya que para Lori perfumarse era un acto secreto
y casi religioso
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ella que tanto buscaba aprender de la vida– con el perfume,
de algún modo intensificaba cualquier cosa que ella
fuese y por eso no podía usar perfumes que la contradecían:
perfumarse era una sabiduría instintiva, adquirida
hacía milenios por mujeres que aprendían aparentemente
pasivas, y, como todo arte, exigía que ella tuviera un
mínimo de conocimiento de sí misma: usaba un perfume
levemente sofocante, agradable como humus, como si la
cabeza acostada macerase humus, cuyo nombre no decía
a ninguna de sus compañeras maestras: porque era suyo,
era ella, ya que para Lori perfumarse era un acto secreto
y casi religioso
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- Mensaje n°1010
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Alivia mi alma, haz que sienta que tu mano está cogida de la mía, haz que sienta que la muerte no existe porque ya estamos en verdad en la eternidad, haz que sienta que amar no es morir, que la entrega de sí mismo no significa la muerte, haz que sienta una alegría modesta y diaria, haz que no te indague demasiado, porque la respuesta sería tan misteriosa como la pregunta, bendíceme para que viva con alegría el pan que como, el sueño que duermo, haz que tenga caridad hacia mí misma pues si no, no podré sentir que Dios me amó, haz que pierda el pudor de desear que en la hora de mi muerte haya una mano humana para apretar la mía.
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- Mensaje n°1011
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
En pleno día era noche, y esa cosa que no quiero todavía definir es una luz tranquila dentro de mí, y la llamaría alegría, alegría mansa. Estoy un poco desorientada como si me hubieran arrancado el corazón, y en lugar de él estuviera ahora la súbita ausencia, una ausencia casi palpable de lo que antes era un órgano bañado de oscuridad, de dolor. No estoy sintiendo nada. Pero es lo contrario del sopor. Es un modo más leve y más silencioso de existir.
Tanta mansedumbre
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- Mensaje n°1012
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Pues en la hora oscura, tal vez la más oscura, en pleno día, ocurrió esa cosa que no quiero siquiera intentar definir. En pleno día era noche, y esa cosa que no quiero todavía definir es una luz tranquila dentro de mí, y la llamaría alegría, alegría mansa. Estoy un poco desorientada como si me hubieran arrancado el corazón, y en lugar de él estuviera ahora la súbita ausencia, una ausencia casi palpable de lo que antes era un órgano bañado de oscuridad, de dolor. No estoy sintiendo nada. Pero es lo contrario del sopor. Es un modo más leve y más silencioso de existir.
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- Mensaje n°1013
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Hubo un momento grande, parado, sin nada dentro. Dilató los ojos, esperó. No pasó nada. Blanco. Pero de repente, con un estremecimiento le dieron cuerda al día y todo empezó de nuevo a funcionar, el tecleteo de la máquina, el puro del papá humeando, el silencio, las hojitas, los pollos pelados, la luz, las cosas reviviendo llenas de prisa como una tetera a punto de hervir. Sólo faltaba el tintineo del reloj que adornaba tanto. Cerró los ojos, fingió escucharlo…
Cerca del corazón salvaje
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- Mensaje n°1014
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
La vida era tan fuerte que se amparaba en el propio desamparo. Estar viva —sintió— tendría, de ahora en adelante, que ser su motivo y su tema. Con curiosidad tierna, envuelta por el olor de jazmín, atenta al hambre de existir, y atenta a la propia atención, parecía estar comiendo delicadamente viva lo que era muy suyo. El hambre de vivir, Dios mío. Hasta qué punto ella estaba en la miseria de la necesidad: cambiaría una eternidad de después de la muerte por la eternidad mientras estaba viva.
Aprendizaje o el libro de los placeres.
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- Mensaje n°1015
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
La excentricidad es un deseo desesperado de agradar. El instinto de las mujeres las avisa de «hasta dónde pueden llegar» en su deseo de agradar. ¿Has pensado alguna vez en el esfuerzo enorme que la excentricidad exige de una mu jer? Casi un esfuerzo físico para mantener algo antinatural. Después de algunas horas se ve en el rostro de la excéntrica su enorme cansancio, sus ganas de volver a casa...
SÓLO PARA MUJERES Consejos, recetas y secretos
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- Mensaje n°1016
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Pero el instante-ya es una luciérnaga que se enciende
y se apaga. El presente es el instante en que la rueda
de un automóvil a gran velocidad toca mínimamente el
suelo. Y la parte de la rueda que aún no lo ha tocado,
lo tocará en un futuro inmediato que absorbe el instante
presente y hace de él pasado. Yo, viva y centelleante
como los instantes, me enciendo y me apago, me enciendo
y me apago, me enciendo y me apago. Pero aquello
que capto en mí tiene, ahora que está siendo transpuesto
a la escritura, la desesperación de que las palabras ocupen
más instantes que la mirada. Más que un instante
quiero su fluencia.
Agua Viva.
y se apaga. El presente es el instante en que la rueda
de un automóvil a gran velocidad toca mínimamente el
suelo. Y la parte de la rueda que aún no lo ha tocado,
lo tocará en un futuro inmediato que absorbe el instante
presente y hace de él pasado. Yo, viva y centelleante
como los instantes, me enciendo y me apago, me enciendo
y me apago, me enciendo y me apago. Pero aquello
que capto en mí tiene, ahora que está siendo transpuesto
a la escritura, la desesperación de que las palabras ocupen
más instantes que la mirada. Más que un instante
quiero su fluencia.
Agua Viva.
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- Mensaje n°1017
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
"Esta historia comienza en una noche de marzo tan oscura
como lo es la noche mientras dormimos. Tranquilo, el tiempo
transcurría como la luna altísima atravesando el cielo. Hasta que
más profundamente tarde también la luna desapareció.
Nada diferenciaba ahora el sueño de Martim del lento jardín
sin luna: cuando un hombre duerme tan insondablemente, pasa
a no ser más que aquel árbol en pie o el salto de un sapo en la
oscuridad.
Algunos árboles habían crecido allí con enraizada calma hasta
alcanzar lo más alto de sus propias copas y el límite de su destino.
Otros ya habían salido de la tierra como bruscos matorrales.
Los parterres tenían un orden que buscaba concentradamente
servir a una simetría. Si bien esta era perceptible desde lo alto del
balcón del gran hotel, una persona que estuviera al nivel de los
parterres no descubriría ese orden; entre los parterres el camino
se detallaba en pequeños guijarros."
Para leer La Manzana en la Oscuridad
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- Mensaje n°1018
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Sólo que no quería ir con las manos vacías. Y como si le llevara
una flor, escribió en un papel algunas palabras que le gustaran: «Existe un ser que vive dentro de mí como si fuese su casa, y es. Se trata de un caballo negro y lustroso que a pesar de ser enteramente salvaje —pues nunca vivió antes en nadie ni jamás le pusieron riendas ni montura— a pesar de ser enteramente salvaje tiene por eso mismo una dulzura natural de quien no tiene miedo: come a veces en mi mano. Su hocico está húmedo y fresco. Beso su hocico. Cuando yo muera, el caballo negro se quedará sin casa y va a sufrir mucho. A menos que él elija otra
casa y que esa otra casa no tenga miedo de aquello que es al mismo tiempo salvaje y suave. Aviso que no tiene nombre: basta llamarlo y se adivina su nombre. O no se adivina, pero, una vez llamado con dulzura y autoridad, acude. Si olfatea y siente que un cuerpo-casa está libre, trota silenciosamente y acude. Aviso también que no se debe temer su relincho: uno se engaña y piensa que es uno mismo el que está relinchando de placer o de cólera, uno se asusta con el exceso de dulzura de lo que es por primera vez».
Aprendizaje o el libro de los placeres.
una flor, escribió en un papel algunas palabras que le gustaran: «Existe un ser que vive dentro de mí como si fuese su casa, y es. Se trata de un caballo negro y lustroso que a pesar de ser enteramente salvaje —pues nunca vivió antes en nadie ni jamás le pusieron riendas ni montura— a pesar de ser enteramente salvaje tiene por eso mismo una dulzura natural de quien no tiene miedo: come a veces en mi mano. Su hocico está húmedo y fresco. Beso su hocico. Cuando yo muera, el caballo negro se quedará sin casa y va a sufrir mucho. A menos que él elija otra
casa y que esa otra casa no tenga miedo de aquello que es al mismo tiempo salvaje y suave. Aviso que no tiene nombre: basta llamarlo y se adivina su nombre. O no se adivina, pero, una vez llamado con dulzura y autoridad, acude. Si olfatea y siente que un cuerpo-casa está libre, trota silenciosamente y acude. Aviso también que no se debe temer su relincho: uno se engaña y piensa que es uno mismo el que está relinchando de placer o de cólera, uno se asusta con el exceso de dulzura de lo que es por primera vez».
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Última edición por Maria Lua el Dom 28 Abr 2024, 10:07, editado 1 vez
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- Mensaje n°1019
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
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Hoy a las 06:47 por Maria Lua
» CECILIA MEIRELES ( POETA BRASILEÑA)
Hoy a las 06:41 por Maria Lua
» MARIO QUINTANA ( Brasil: 30/07/1906 -05/05/1994)
Hoy a las 06:40 por Maria Lua
» CARLOS DRUMMOND DE ANDRADE (Brasil, 31/10/ 1902 – 17/08/ 1987)
Hoy a las 06:38 por Maria Lua
» Stéphan Mallarmé (1842-1897)
Hoy a las 06:36 por Maria Lua
» Luís Vaz de Camões (c.1524-1580)
Hoy a las 06:33 por Maria Lua
» VICTOR HUGO (1802-1885)
Hoy a las 06:31 por Maria Lua
» Rabindranath Tagore (1861-1941)
Hoy a las 05:37 por Maria Lua
» Khalil Gibran (1883-1931)
Hoy a las 05:33 por Maria Lua
» Yalal ad-Din Muhammad Rumi (1207-1273)
Hoy a las 05:28 por Maria Lua