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CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
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- Mensaje n°961
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
No me den fórmulas ciertas, porque no espero acertar siempre. No me muestren lo que esperan de mí porque voy a seguir mi corazón! No me hagan ser lo que no soy, no me inviten a ser igual, porque sinceramente soy diferente! No sé amar por la mitad, no sé vivir de mentira, no sé volar con los pies en la tierra. Soy siempre yo misma, pero con seguridad no seré la misma para siempre!
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"Ser como un verso volando
o un ciego soñando
y en ese vuelo y en ese sueño
compartir contigo sol y luna,
siendo guardián en tu cielo
y tren de tus ilusiones."
(Hánjel)
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- Mensaje n°962
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Mira a todos a tu alrededor y ve lo que hemos hecho de nosotros y de eso considerado como victoria nuestra de cada día. No hemos amado por encima de todas las cosas. No hemos aceptado lo que no se entiende porque no queremos pasar por tontos. Hemos amontonado cosas y seguridades por no tenernos el uno al otro.
Aprendizaje o el libro de los placeres.
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- Mensaje n°963
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
El origen de la primavera
o la muerte necesaria en pleno día ( fragmentos)
, estando tan ocupada, había vuelto de hacer la compra
que la sirvienta había hecho deprisa y corriendo porque
cada vez trabajaba menos, aunque solo viniese para dejar
la comida y la cena listas, había hecho varias llamadas de
teléfono haciendo algunos recados, incluso una dificilísima
para llamar al fontanero, había ido a la cocina para ordenar
las compras y disponer en el frutero las manzanas
que eran su fruta favorita, aunque no supiese adornar un
frutero, pero Ulises le había hecho entrever la posibilidad
futura de por ejemplo adornar un frutero, vio lo que la
sirvienta había dejado para cenar antes de irse, pues la
comida había sido pésima, mientras se daba cuenta de que
la pequeña terraza que era la ventaja de su apartamento al
ser de planta baja necesitaba una limpieza, había recibido
una llamada de teléfono invitándola a un cóctel de caridad
en beneficio de alguna cosa que ella no entendió completamente,
pero que se refería a su curso primario, gracias a
Dios que estaba de vacaciones, fue al guardarropa a elegir
qué vestido se pondría para estar extremadamente atractiva
para su cita con Ulises que ya le había dicho que ella no
tenía buen gusto para vestirse, recordó que siendo sábado
él tendría más tiempo porque ese día no tenía que dar la
clase del curso de vacaciones en la universidad, pensó en
lo que él se estaba transformando para ella, en lo que él
parecía querer que ella supiese, supuso
que él quería enseñarle a vivir únicamente sin dolor,
él había dicho una vez
que quería que ella, cuando le preguntaran su nombre,
no respondiera «Lori», sino que pudiese responder «mi
nombre es yo», pues tu nombre, había dicho él, es un yo,
se preguntó si el vestido blanco y negro serviría,...
********sigue************
o la muerte necesaria en pleno día ( fragmentos)
, estando tan ocupada, había vuelto de hacer la compra
que la sirvienta había hecho deprisa y corriendo porque
cada vez trabajaba menos, aunque solo viniese para dejar
la comida y la cena listas, había hecho varias llamadas de
teléfono haciendo algunos recados, incluso una dificilísima
para llamar al fontanero, había ido a la cocina para ordenar
las compras y disponer en el frutero las manzanas
que eran su fruta favorita, aunque no supiese adornar un
frutero, pero Ulises le había hecho entrever la posibilidad
futura de por ejemplo adornar un frutero, vio lo que la
sirvienta había dejado para cenar antes de irse, pues la
comida había sido pésima, mientras se daba cuenta de que
la pequeña terraza que era la ventaja de su apartamento al
ser de planta baja necesitaba una limpieza, había recibido
una llamada de teléfono invitándola a un cóctel de caridad
en beneficio de alguna cosa que ella no entendió completamente,
pero que se refería a su curso primario, gracias a
Dios que estaba de vacaciones, fue al guardarropa a elegir
qué vestido se pondría para estar extremadamente atractiva
para su cita con Ulises que ya le había dicho que ella no
tenía buen gusto para vestirse, recordó que siendo sábado
él tendría más tiempo porque ese día no tenía que dar la
clase del curso de vacaciones en la universidad, pensó en
lo que él se estaba transformando para ella, en lo que él
parecía querer que ella supiese, supuso
que él quería enseñarle a vivir únicamente sin dolor,
él había dicho una vez
que quería que ella, cuando le preguntaran su nombre,
no respondiera «Lori», sino que pudiese responder «mi
nombre es yo», pues tu nombre, había dicho él, es un yo,
se preguntó si el vestido blanco y negro serviría,...
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o un ciego soñando
y en ese vuelo y en ese sueño
compartir contigo sol y luna,
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- Mensaje n°964
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
... entonces del vientre mismo, como un remoto estremecerse de la tierra, que difícilmente podía considerarse señal de terremoto, del útero, del corazón contraído,
vino el temblor gigantesco de un fuerte dolor conmovido, del cuerpo, todo el estremecimiento –y con sutiles
máscaras de rostro y de cuerpo finalmente con la dificultad de un chorro de petróleo rasgando la tierra– vino
finalmente el gran llanto seco, llanto mudo sin sonido
alguno hasta para ella misma, aquel que ella no había
adivinado, aquel que no quisiera jamás y no había previsto –sacudida como el árbol fuerte que se conmueve más
profundamente que el árbol frágil– finalmente reventados vasos y venas, entonces,
**************sigue*******************
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vino el temblor gigantesco de un fuerte dolor conmovido, del cuerpo, todo el estremecimiento –y con sutiles
máscaras de rostro y de cuerpo finalmente con la dificultad de un chorro de petróleo rasgando la tierra– vino
finalmente el gran llanto seco, llanto mudo sin sonido
alguno hasta para ella misma, aquel que ella no había
adivinado, aquel que no quisiera jamás y no había previsto –sacudida como el árbol fuerte que se conmueve más
profundamente que el árbol frágil– finalmente reventados vasos y venas, entonces,
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- Mensaje n°965
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
...
se sentó para descansar y poco después imaginaba
que era una mujer azul porque el crepúsculo más tarde
tal vez fuese azul, imaginaba que hilaba con hilos
de oro las sensaciones, imaginaba que la infancia era
hoy y plateada de juguetes, imaginaba que una vena no
se había abierto e imaginaba que de ella no estaba en
silencio blanquísimo manando sangre escarlata y que
no estaba pálida de muerte; pero eso imaginaba que
lo estaba de verdad, en medio del imaginar necesitaba
hablar de la verdad de piedra opaca para que contrastase
con el imaginar verde resplandeciente, imaginaba
que amaba y era amada, imaginaba que estaba acostada
en la palma transparente de la mano de Dios, no Lori
sino su nombre secreto que ella por ahora no podía
aún usufructuar, imaginaba que vivía y no que estaba
muriendo, pues vivir no pasaba a fin de cuentas de
aproximarse cada vez más a la muerte, imaginaba que
no se quedaba de brazos caídos de perplejidad cuando
los hilos de oro que hilaba se confundían y no sabía
deshacer el fino hilo frío, imaginaba que era lo bastante
sabia como para deshacer los nudos de marinero que
le ataban las muñecas, imaginaba que tenía un cesto de
perlas solo para mirar el color de la luna pues ella era
lunar, imaginaba que cerraba los ojos y seres humanos
surgirían cuando abriera los ojos húmedos de gratitud,
imaginaba que todo lo que tenía no era imaginar,
imaginaba que distendía el pecho y una luz doradísima y leve
la guiaba por un bosque de presas mudas y tranquilas
mortalidades, imaginaba que no era lunar, imaginaba
que no estaba llorando por dentro...
**********sigue**************
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8
se sentó para descansar y poco después imaginaba
que era una mujer azul porque el crepúsculo más tarde
tal vez fuese azul, imaginaba que hilaba con hilos
de oro las sensaciones, imaginaba que la infancia era
hoy y plateada de juguetes, imaginaba que una vena no
se había abierto e imaginaba que de ella no estaba en
silencio blanquísimo manando sangre escarlata y que
no estaba pálida de muerte; pero eso imaginaba que
lo estaba de verdad, en medio del imaginar necesitaba
hablar de la verdad de piedra opaca para que contrastase
con el imaginar verde resplandeciente, imaginaba
que amaba y era amada, imaginaba que estaba acostada
en la palma transparente de la mano de Dios, no Lori
sino su nombre secreto que ella por ahora no podía
aún usufructuar, imaginaba que vivía y no que estaba
muriendo, pues vivir no pasaba a fin de cuentas de
aproximarse cada vez más a la muerte, imaginaba que
no se quedaba de brazos caídos de perplejidad cuando
los hilos de oro que hilaba se confundían y no sabía
deshacer el fino hilo frío, imaginaba que era lo bastante
sabia como para deshacer los nudos de marinero que
le ataban las muñecas, imaginaba que tenía un cesto de
perlas solo para mirar el color de la luna pues ella era
lunar, imaginaba que cerraba los ojos y seres humanos
surgirían cuando abriera los ojos húmedos de gratitud,
imaginaba que todo lo que tenía no era imaginar,
imaginaba que distendía el pecho y una luz doradísima y leve
la guiaba por un bosque de presas mudas y tranquilas
mortalidades, imaginaba que no era lunar, imaginaba
que no estaba llorando por dentro...
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- Mensaje n°966
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
...
pues ahora mansamente, aunque con los ojos secos, el
corazón estaba mojado; había salido ahora de la voluntad de vivir. Se acordó de escribir a Ulises contándole lo
que había pasado, pero nada había pasado que se pudiera
decir en palabras escritas o habladas, era bueno aquel sistema que Ulises había inventado: lo que no supiera o no
pudiera decir, lo escribiría y le daría el papel mudamente
–pero esta vez no había siquiera qué contar.
Lúcida y calmada ahora, Lori recordó que había leído que los movimientos histéricos de un animal apresado tenían como intención liberarse, por medio de
uno de esos movimientos, de la cosa ignorada que le
estaba apresando –la ignorancia del movimiento único,
exacto y liberador era lo que volvía histérico a un animal: apelaba al descontrol–; durante el sabio descontrol de Lori ella ahora había tenido para sí las ventajas
liberadoras que procedían de su vida más primitiva y
animal: había apelado histéricamente a tantos sentimientos contradictorios y violentos que el sentimiento
liberador había terminado desprendiéndola de la red,
en su ignorancia animal ella no sabía siquiera cómo,
estaba cansada del esfuerzo de animal liberado.
*************SIGUE***********************
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pues ahora mansamente, aunque con los ojos secos, el
corazón estaba mojado; había salido ahora de la voluntad de vivir. Se acordó de escribir a Ulises contándole lo
que había pasado, pero nada había pasado que se pudiera
decir en palabras escritas o habladas, era bueno aquel sistema que Ulises había inventado: lo que no supiera o no
pudiera decir, lo escribiría y le daría el papel mudamente
–pero esta vez no había siquiera qué contar.
Lúcida y calmada ahora, Lori recordó que había leído que los movimientos histéricos de un animal apresado tenían como intención liberarse, por medio de
uno de esos movimientos, de la cosa ignorada que le
estaba apresando –la ignorancia del movimiento único,
exacto y liberador era lo que volvía histérico a un animal: apelaba al descontrol–; durante el sabio descontrol de Lori ella ahora había tenido para sí las ventajas
liberadoras que procedían de su vida más primitiva y
animal: había apelado histéricamente a tantos sentimientos contradictorios y violentos que el sentimiento
liberador había terminado desprendiéndola de la red,
en su ignorancia animal ella no sabía siquiera cómo,
estaba cansada del esfuerzo de animal liberado.
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- Mensaje n°967
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Ahora me acordé de que hubo un tiempo en que, para calentar el espíritu, rezaba: el movimiento es espíritu. El rezo era un medio de llegar hasta mí mismo calladamente y a escondidas de todos. Cuando rezaba conseguía un hueco en el alma —y ese hueco es lo único que yo puedo tener. Más que esto, nada. Pero el vacío tiene el valor y la semejanza de lo pleno. Un medio de obtener es no buscar, un medio de tener es no pedir y solamente creer que el silencio que yo creo en mí es una respuesta a mi... a mi misterio.
La hora de la estrella.
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- Mensaje n°968
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Libre, por primera vez libre, ¿qué hizo Martim? Hizo lo que los presos hacen: amaba el viento áspero, amaba su trabajo en las zanjas. Como un hombre que hubiese preparado la gran cita de su vida y nunca llegaba porque se distraía paralizado examinando hojitas verdes. Era así como él amaba y se perdía. Y lo peor es que amaba sin tener una razón concreta. ¿Solo porque
una persona nacía, amaba? Y sin saber para qué. Ahora que había creado con sus propias manos la oportunidad de no ser más ni víctima ni verdugo, de estar fuera del mundo y no necesitar inquietarse con la piedad ni con el amor, de no necesitar más castigar ni castigarse, inesperadamente nacía su amor por el mundo. Y el peligro de eso era que, si no tenía cuidado, desistiría de seguir adelante.
La manzana en la oscuridad
una persona nacía, amaba? Y sin saber para qué. Ahora que había creado con sus propias manos la oportunidad de no ser más ni víctima ni verdugo, de estar fuera del mundo y no necesitar inquietarse con la piedad ni con el amor, de no necesitar más castigar ni castigarse, inesperadamente nacía su amor por el mundo. Y el peligro de eso era que, si no tenía cuidado, desistiría de seguir adelante.
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- Mensaje n°969
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Me asusta cuando de pronto veo las entrañas del espíritu de los otros. O cuando caigo sin querer muy dentro de mí y veo el abismo interminable de la eternidad, abismo a través del cual me comunico fantasmagórica con Dios. Me da miedo la ley natural que la gente llama Dios. El temor. Los suicidas muchas veces se matan porque les da miedo morir. No soportan la tensión creciente de la vida y de la espera de lo peor, y se matan para verse libres de la amenaza.
Un soplo de vida
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- Mensaje n°970
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Libre, por primera vez libre, ¿qué hizo Martim? Hizo lo que los presos hacen: amaba el viento áspero, amaba su trabajo en las zanjas. Como un hombre que hubiese preparado la gran cita de su vida y nunca llegaba porque se distraía paralizado examinando hojitas verdes. Era así como él amaba y se perdía. Y lo peor es que amaba sin tener una razón concreta. ¿Solo porque
una persona nacía, amaba? Y sin saber para qué. Ahora que había creado con sus propias manos la oportunidad de no ser más ni víctima ni verdugo, de estar fuera del mundo y no necesitar inquietarse con la piedad ni con el amor, de no necesitar más castigar ni castigarse, inesperadamente nacía su amor por el mundo. Y el peligro de eso era que, si no tenía cuidado, desistiría de seguir adelante.
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- Mensaje n°971
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
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“Uma vez eu irei. Uma vez irei sozinha, sem minha alma dessa vez. O espírito, eu o terei entregue à família e aos amigos com recomendações. Não será difícil cuidar dele, exige pouco, às vezes se alimenta com jornais mesmo. Não será difícil levá-lo ao cinema, quando se vai. Minha alma eu a deixarei, qualquer animal a abrigará: serão férias em outra paisagem, olhando através de qualquer janela dita da alma, qualquer janela de olhos de gato ou de cão. De tigre, eu preferiria. Meu corpo, esse serei obrigada a levar. Mas dir-lhe-ei antes: vem comigo, como única valise, segue-me como um cão. E irei à frente, sozinha, finalmente cega para os erros do mundo, até que talvez encontre no ar algum bólide que me rebente. Não é a violência que eu procuro, mas uma força ainda não classificada mas que nem por isso deixará de existir no mínimo silêncio que se locomove. Nesse instante há muito que o sangue já terá desaparecido. Não sei como explicar que, sem alma, sem espírito, e um corpo morto — serei ainda eu, horrivelmente esperta. Mas dois e dois são quatro e isso é o contrário de uma solução, é beco sem saída, puro problema enrodilhado em si. Para voltar de ‘dois e dois são quatro’ é preciso voltar, fingir saudade, encontrar o espírito entregue aos amigos, e dizer: como você engordou! Satisfeita até o gargalo pelos seres que mais amo. Estou morrendo meu espírito, sinto isso, sinto...”
"
***********************************************
Texto extraídos do livro Aprendendo a viver, Clarice Lispector. Rio de Janeiro: Editora Rocco, 2004.
*********************************************
Parte da tradução na página Clarice Lis:pector en español:
"Alguna vez iré. Alguna vez iré sola, esa vez sin mi alma. El espíritu lo tendré dedicado a la familia y a los amigos con recomendaciones. No será difícil cuidar de él, exige poco, a veces se alimenta justamente con periódicos. No será difícil llevarlo al cine, cuando se vaya. Mi alma dejaré, cualquier animal la abrigará: serán vacaciones en otro paisaje, mirando a través de cualquier ventana llamada del alma, cualquier ventana de ojos de gato o de perro. De tigre, preferiría. Mi cuerpo, a ese estaré obligada a llevar. Pero antes le diré: ven conmigo, como única maleta, sígueme como un perro. E iré al frente, sola, finalmente ciega para los errores del mundo,..."
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- Mensaje n°972
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
No podría explicarlo, de tan profundo, nítido y amplio que era. La sensación de ser era una visión aguda, calma e instantánea de ser el propio representante de la vida y de la muerte. Entonces, él no quiso dormir, para no perder la sensación de la vida.
Descubrimientos
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- Mensaje n°973
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Soy tan delicada y fuerte. Y la curva de los labios conservó la inocencia. No hay hombre ni mujer que no se haya mirado en el espejo y no se haya sorprendido consigo mismo. Por una fracción de segundo nos vemos como un objeto a observar. A esto lo llamarían tal vez narcisismo, pero yo lo llamaría: alegría de ser. Alegría de encontrar en la figura exterior los ecos
de la figura interna: ah, entonces es cierto que no me imaginé, yo existo.
Revelaciones de un mundo
de la figura interna: ah, entonces es cierto que no me imaginé, yo existo.
Revelaciones de un mundo
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Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Si, después de nacer, no hubiera tomado involuntaria y forzadamente el camino que tomé, yo habría sido siempre lo que realmente estoy siendo: una campesina que está en un campo donde llueve. Sin siquiera dar las gracias a Dios o a la naturaleza. La lluvia tampoco da las gracias. No hay nada que agradecer por haberse transformado en otra. Soy una mujer, soy una persona, soy una atención, soy un cuerpo mirando por la ventana. Del mismo modo, la lluvia no está agradecida por no ser una piedra. Ella es la lluvia. Tal vez sea eso lo que se podría llamar estar vivo. No es más que esto, sólo esto: vivo. Y sólo vivo de una alegría mansa.
Tanta mansedumbre
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- Mensaje n°975
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
...es que al escribir, por más que me
exprese, tengo la sensación de nunca
haberme expresado en verdad. A tal
punto eso me desalienta que me parece,
ahora, haber pasado a concentrarme más
en querer expresarme que en la
expresión misma. Sé que es una manía
muy pasajera. Pero, de cualquier forma,
intentaré lo siguiente: una especie de
silencio. Aun cuando siga escribiendo,
usaré el silencio. Y, si existiera lo que
se llama expresión, que se exhale de lo
que soy. Ya no va a ser más: «Me
expreso, luego soy». Será: «Soy, luego
soy».
Descubrimientos.
exprese, tengo la sensación de nunca
haberme expresado en verdad. A tal
punto eso me desalienta que me parece,
ahora, haber pasado a concentrarme más
en querer expresarme que en la
expresión misma. Sé que es una manía
muy pasajera. Pero, de cualquier forma,
intentaré lo siguiente: una especie de
silencio. Aun cuando siga escribiendo,
usaré el silencio. Y, si existiera lo que
se llama expresión, que se exhale de lo
que soy. Ya no va a ser más: «Me
expreso, luego soy». Será: «Soy, luego
soy».
Descubrimientos.
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"Ser como un verso volando
o un ciego soñando
y en ese vuelo y en ese sueño
compartir contigo sol y luna,
siendo guardián en tu cielo
y tren de tus ilusiones."
(Hánjel)
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- Mensaje n°976
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
En pleno día era noche, y esa cosa que no quiero todavía definir es una luz tranquila dentro de mí, y la llamaría alegría, alegría mansa. Estoy un poco desorientada como si me hubieran arrancado el corazón, y en lugar de él estuviera ahora la súbita ausencia, una ausencia casi palpable de lo que antes era un órgano bañado de oscuridad, de dolor. No estoy sintiendo nada. Pero es lo contrario del sopor. Es un modo más leve y más silencioso de existir.
Tanta mansedumbre
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- Mensaje n°977
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
La mayoría de las personas están muertas y no lo saben, o están vivas con charlatanismo. Y el amor, en vez de darse, se exige. Y quienes nos quieren desean que seamos eso que ellos necesitan. Mentir da remordimiento. Y no mentir es un don que el mundo no merece. Y ni siquiera puedo hacer lo que una niña semiparalítica hizo como venganza: romper un jarrón. No soy semiparalítica. Aunque algo me diga que somos todos semiparalíticos. Y se muere, sin siquiera una explicación.
Revelación de un mundo
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- Mensaje n°978
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Pero ella sentía la verdad como un peso en el corazón, y no sabía lo que era. Aunque pesara cada vez más como si toda ella fuese el mismo corazón durmiente. ¿Por qué entonces, si abriese la boca, esta única verdad no saldría en palabras? Ermelinda ni siquiera abrió los labios. Con el deseo de no mentir le diría: «no te amo». Pero parecía saber algo más: que lo amaba, que lo amaba. Solo que era como si las cosas del mundo no estuviesen hechas para nosotros, solo que era como si tuviésemos que transigir con aquello para lo cual, sin embargo, hemos nacido, solo que de repente era como si el amor fuese la desesperada forma torpe que la vida y la muerte toman, solo que era como si incluso en ese momento el absoluto nos desamparase; y la verdad para siempre intransmisible que había en su corazón era el peso con que amamos y no amamos.
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La manzana en la oscuridad
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La manzana en la oscuridad
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- Mensaje n°979
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Simplemente no sabía cómo acercarse a lo que quería. Había perdido aquel tiempo en que había tenido el tamaño de un bicho, y en el cual la comprensión era silenciosa como una mano que coge una cosa. Y también había perdido ya aquel momento en que, en lo alto del monte, solo le había faltado la palabra; todo había sido tan perfecto y tan casi humano que se dijo a sí mismo: «¡habla!». Y solo le faltó la palabra.
La manzana en la oscuridad
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- Mensaje n°980
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
En algún punto debe de haber un error: es que al escribir, por más que me exprese, tengo la sensación de nunca haberme expresado en verdad. A tal punto eso me desalienta que me parece, ahora, haber pasado a concentrarme más en querer expresarme que en la expresión misma. Sé que es una manía muy pasajera. Pero, de cualquier forma, intentaré lo siguiente: una especie de silencio. Aun cuando siga escribiendo, usaré el silencio. Y, si existiera lo que se llama expresión, que se exhale de lo que soy. Ya no va a ser más: “Me expreso, luego soy”. Será: “Soy, luego soy”.
Descubrimientos.
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- Mensaje n°981
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Como en todo, también al escribir tengo una especie de temor de ir demasiado lejos. ¿Qué será eso? ¿Por qué? Me detengo, como si retuviera las riendas de un caballo que podría galopar y llevarme Dios sabe dónde. Me reservo. ¿Por qué y para qué? ¿Para qué cosa estoy economizándome? Ya tuve clara conciencia de eso cuando una vez escribí: “es necesario no tener miedo de crear”. ¿Por qué el miedo? ¿Miedo de conocer los límites de mi capacidad? ¿O miedo del aprendiz de hechicero, que no sabía cómo detenerse? Quién sabe, así como una mujer que se reserva intacta para entregarse un día al amor, así tal vez yo quiera morir toda entera para que Dios me tenga toda.
No soltar los caballos.
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- Mensaje n°982
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
"[…] también sin felicidad se vivía: aboliéndola, había
encontrado una legión de personas, antes invisibles,
que vivían como quien trabaja: con persistencia, continuidad,
alegría. Lo que le había sucedido a Ana antes de tener su hogar ya estaba para siempre fuera de su alcance: era una exaltación perturbada que muchas veces había confundida con una insoportable felicidad. A cambio de eso, había creado algo al fin comprensible, una vida de adulto. Así lo quiso ella y así lo había
escogido."
Amor (cuento)
encontrado una legión de personas, antes invisibles,
que vivían como quien trabaja: con persistencia, continuidad,
alegría. Lo que le había sucedido a Ana antes de tener su hogar ya estaba para siempre fuera de su alcance: era una exaltación perturbada que muchas veces había confundida con una insoportable felicidad. A cambio de eso, había creado algo al fin comprensible, una vida de adulto. Así lo quiso ella y así lo había
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Amor (cuento)
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- Mensaje n°983
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Avanzando, abre las aguas del mundo por la mitad. Ya no necesita coraje, ahora ya es vieja en el ritual recuperado que había abandonado hacía milenios. Baja la cabeza dentro del brillo del mar, y retira una cabellera que sale toda goteando sobre los ojos salados que arden, juega con la mano en el agua, pausada, los cabellos al sol se están casi inmediatamente endureciendo con la sal (...) Se zambulle nuevamente, nuevamente bebe más agua, ahora sin avidez pues ya conoce y ya tiene un ritmo de vida en el mar. Es la amante que no teme pues sabe que lo tendrá todo nuevamente.
Aprendizaje o El libro de los placeres.
Aprendizaje o El libro de los placeres.
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- Mensaje n°984
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
"Ahora me acordé de que hubo un tiempo en que, para calentar el espíritu, rezaba: el movimiento es espíritu. El rezo era un medio de llegar hasta mí mismo calladamente y a escondidas de todos. Cuando rezaba conseguía un hueco en el alma —y ese hueco es lo único que yo puedo tener. Más que esto, nada. Pero el vacío tiene el valor y la semejanza de lo pleno. Un medio de obtener es no buscar, un medio de tener es no pedir y solamente creer que el silencio que yo creo en mí es una respuesta a mi... a mi misterio."
La hora de la estrella.
La hora de la estrella.
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- Mensaje n°985
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Clarice Lispector
(Chechelnik, Ucrania, 1920 - Río de Janeiro, 1977)
Felicidad clandestina
(“Felicidade clandestina”)
Felicidade clandestina (1971)
Ella era gorda, baja, pecosa y de pelo excesivamente crespo, medio pelirrojo. Tenía un busto enorme, mientras que todas nosotras todavía éramos planas. Como si no fuese suficiente, por encima del pecho se llenaba de caramelos los dos bolsillos de la blusa. Pero poseía lo que a cualquier niña devoradora de historias le habría gustado tener: un papá dueño de una librería.
No lo aprovechaba mucho. Y nosotras todavía menos: incluso para los cumpleaños, en vez de un librito barato por lo menos, nos entregaba una postal de la tienda del papá. Para colmo, siempre era algún paisaje de Recife, la ciudad donde vivíamos, con sus puentes más que vistos. Detrás escribía con letra elaboradísima palabras como «fecha natalicia» y «recuerdos».
Pero qué talento tenía para la crueldad. Mientras haciendo barullo chupaba caramelos, toda ella era pura venganza. Cómo nos debía de odiar esa niña a nosotras, que éramos imperdonablemente monas, delgadas, altas, de cabello libre. Conmigo ejercitó su sadismo con una serena ferocidad. En mi ansiedad por leer, yo no me daba cuenta de las humillaciones que me imponía: seguía pidiéndole prestados los libros que a ella no le interesaban.
Hasta que le llegó el día magno de empezar a infligirme una tortura china. Como por casualidad, me informó de que tenía El reinado de Naricita, de Monteiro Lobato.
Era un libro grueso, válgame Dios, era un libro para quedarse a vivir con él, para comer, para dormir con él. Y totalmente por encima de mis posibilidades. Me dijo que si al día siguiente pasaba por su casa me lo prestaría.
Hasta el día siguiente, de la alegría, yo estuve transformada en la misma esperanza: no vivía, nadaba lentamente en un mar suave, las olas me transportaban de un lado a otro.
Literalmente corriendo, al día siguiente fui a su casa. No vivía en un apartamento, como yo, sino en una casa. No me hizo pasar. Con la mirada fija en la mía, me dijo que le había prestado el libro a otra niña y que volviera a buscarlo al día siguiente. Boquiabierta, yo me fui despacio, pero al poco rato la esperanza había vuelto a apoderarse de mí por completo y ya caminaba por la calle a saltos, que era mi manera extraña de caminar por las calles de Recife. Esa vez no me caí: me guiaba la promesa del libro, llegaría el día siguiente, los siguientes serían después mi vida entera, me esperaba el amor por el mundo, anduve brincando por las calles y no me caí una sola vez.
Pero las cosas no fueron tan sencillas. El plan secreto de la hija del dueño de la librería era sereno y diabólico. Al día siguiente allí estaba yo en la puerta de su casa, con una sonrisa y el corazón palpitante. Todo para oír la tranquila respuesta: que el libro no se hallaba aún en su poder, que volviese al día siguiente. Apenas me imaginaba yo que más tarde, en el transcurso de la vida, el drama del «día siguiente» iba a repetirse para mi corazón palpitante otras veces como aquélla.
Y así seguimos. ¿Cuánto tiempo? No lo sé. Ella sabía que, mientras la hiel no se escurriese por completo de su cuerpo gordo, sería un tiempo indefinido. Yo había empezado a adivinar, es algo que adivino a veces, que me había elegido para que sufriera. Pero incluso sospechándolo, a veces lo acepto, como si el que me quiere hacer sufrir necesitara desesperadamente que yo sufra.
¿Cuánto tiempo? Yo iba a su casa todos los días, sin faltar ni uno. A veces ella decía: Pues el libro estuvo conmigo ayer por la tarde, pero como tú no has venido hasta esta mañana se lo presté a otra niña. Y yo, que no era propensa a las ojeras, sentía cómo las ojeras se ahondaban bajo mis ojos sorprendidos.
Hasta que un día, cuando yo estaba en la puerta de la casa de ella oyendo silenciosa, humildemente, su negativa, apareció la mamá. Debía de extrañarle la presencia muda y cotidiana de esa niña en la puerta de su casa. Nos pidió explicaciones a las dos. Hubo una confusión silenciosa, entrecortada de palabras poco aclaratorias. A la señora le resultaba cada vez más extraño el hecho de no entender. Hasta que, esa mamá buena, entendió al fin. Se volvió hacia la hija y con enorme sorpresa exclamó: ¡Pero si ese libro no ha salido nunca de casa y tú ni siquiera quisiste leerlo!
Y lo peor para esa mujer no era el descubrimiento de lo que pasaba. Debía de ser el horrorizado descubrimiento de la hija que tenía. Nos observaba en silencio: la potencia de perversidad de su hija desconocida, la niña rubia de pie ante la puerta, exhausta, al viento de las calles de Recife. Fue entonces cuando, recobrándose al fin, firme y serena le ordenó a su hija: Vas a prestar ahora mismo ese libro. Y a mí: «Y tú te quedas con el libro todo el tiempo que quieras». ¿Entendido? Eso era más valioso que si me hubiesen regalado el libro: «el tiempo que quieras» es todo lo que una persona, grande o pequeña, puede tener la osadía de querer.
¿Cómo contar lo que siguió? Yo estaba atontada y fue así como recibí el libro en la mano. Creo que no dije nada. Tomé el libro. No, no partí brincando como siempre. Me fui caminando muy despacio. Sé que sostenía el grueso libro con las dos manos, apretándolo contra el pecho. Poco importa también cuánto tardé en llegar a casa. Tenía el pecho caliente, el corazón pensativo.
Al llegar a casa no empecé a leer. Simulaba que no lo tenía, únicamente para sentir después el sobresalto de tenerlo. Horas más tarde lo abrí, leí unas líneas maravillosas, volví a cerrarlo, me fui a pasear por la casa, lo postergué más aún yendo a comer pan con mantequilla, fingí no saber dónde había guardado el libro, lo encontraba, lo abría por unos instantes. Creaba los obstáculos más falsos para esa cosa clandestina que era la felicidad. Para mí la felicidad siempre habría de ser clandestina. Era como si ya lo presintiera. ¡Cuánto me demoré! Vivía en el aire... Había en mí orgullo y pudor. Yo era una reina delicada.
A veces me sentaba en la hamaca para balancearme con el libro abierto en el regazo, sin tocarlo, en un éxtasis purísimo.
Ya no era una niña más con un libro: era una mujer con su amante.
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Felicidad clandestina
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Felicidade clandestina (1971)
Ella era gorda, baja, pecosa y de pelo excesivamente crespo, medio pelirrojo. Tenía un busto enorme, mientras que todas nosotras todavía éramos planas. Como si no fuese suficiente, por encima del pecho se llenaba de caramelos los dos bolsillos de la blusa. Pero poseía lo que a cualquier niña devoradora de historias le habría gustado tener: un papá dueño de una librería.
No lo aprovechaba mucho. Y nosotras todavía menos: incluso para los cumpleaños, en vez de un librito barato por lo menos, nos entregaba una postal de la tienda del papá. Para colmo, siempre era algún paisaje de Recife, la ciudad donde vivíamos, con sus puentes más que vistos. Detrás escribía con letra elaboradísima palabras como «fecha natalicia» y «recuerdos».
Pero qué talento tenía para la crueldad. Mientras haciendo barullo chupaba caramelos, toda ella era pura venganza. Cómo nos debía de odiar esa niña a nosotras, que éramos imperdonablemente monas, delgadas, altas, de cabello libre. Conmigo ejercitó su sadismo con una serena ferocidad. En mi ansiedad por leer, yo no me daba cuenta de las humillaciones que me imponía: seguía pidiéndole prestados los libros que a ella no le interesaban.
Hasta que le llegó el día magno de empezar a infligirme una tortura china. Como por casualidad, me informó de que tenía El reinado de Naricita, de Monteiro Lobato.
Era un libro grueso, válgame Dios, era un libro para quedarse a vivir con él, para comer, para dormir con él. Y totalmente por encima de mis posibilidades. Me dijo que si al día siguiente pasaba por su casa me lo prestaría.
Hasta el día siguiente, de la alegría, yo estuve transformada en la misma esperanza: no vivía, nadaba lentamente en un mar suave, las olas me transportaban de un lado a otro.
Literalmente corriendo, al día siguiente fui a su casa. No vivía en un apartamento, como yo, sino en una casa. No me hizo pasar. Con la mirada fija en la mía, me dijo que le había prestado el libro a otra niña y que volviera a buscarlo al día siguiente. Boquiabierta, yo me fui despacio, pero al poco rato la esperanza había vuelto a apoderarse de mí por completo y ya caminaba por la calle a saltos, que era mi manera extraña de caminar por las calles de Recife. Esa vez no me caí: me guiaba la promesa del libro, llegaría el día siguiente, los siguientes serían después mi vida entera, me esperaba el amor por el mundo, anduve brincando por las calles y no me caí una sola vez.
Pero las cosas no fueron tan sencillas. El plan secreto de la hija del dueño de la librería era sereno y diabólico. Al día siguiente allí estaba yo en la puerta de su casa, con una sonrisa y el corazón palpitante. Todo para oír la tranquila respuesta: que el libro no se hallaba aún en su poder, que volviese al día siguiente. Apenas me imaginaba yo que más tarde, en el transcurso de la vida, el drama del «día siguiente» iba a repetirse para mi corazón palpitante otras veces como aquélla.
Y así seguimos. ¿Cuánto tiempo? No lo sé. Ella sabía que, mientras la hiel no se escurriese por completo de su cuerpo gordo, sería un tiempo indefinido. Yo había empezado a adivinar, es algo que adivino a veces, que me había elegido para que sufriera. Pero incluso sospechándolo, a veces lo acepto, como si el que me quiere hacer sufrir necesitara desesperadamente que yo sufra.
¿Cuánto tiempo? Yo iba a su casa todos los días, sin faltar ni uno. A veces ella decía: Pues el libro estuvo conmigo ayer por la tarde, pero como tú no has venido hasta esta mañana se lo presté a otra niña. Y yo, que no era propensa a las ojeras, sentía cómo las ojeras se ahondaban bajo mis ojos sorprendidos.
Hasta que un día, cuando yo estaba en la puerta de la casa de ella oyendo silenciosa, humildemente, su negativa, apareció la mamá. Debía de extrañarle la presencia muda y cotidiana de esa niña en la puerta de su casa. Nos pidió explicaciones a las dos. Hubo una confusión silenciosa, entrecortada de palabras poco aclaratorias. A la señora le resultaba cada vez más extraño el hecho de no entender. Hasta que, esa mamá buena, entendió al fin. Se volvió hacia la hija y con enorme sorpresa exclamó: ¡Pero si ese libro no ha salido nunca de casa y tú ni siquiera quisiste leerlo!
Y lo peor para esa mujer no era el descubrimiento de lo que pasaba. Debía de ser el horrorizado descubrimiento de la hija que tenía. Nos observaba en silencio: la potencia de perversidad de su hija desconocida, la niña rubia de pie ante la puerta, exhausta, al viento de las calles de Recife. Fue entonces cuando, recobrándose al fin, firme y serena le ordenó a su hija: Vas a prestar ahora mismo ese libro. Y a mí: «Y tú te quedas con el libro todo el tiempo que quieras». ¿Entendido? Eso era más valioso que si me hubiesen regalado el libro: «el tiempo que quieras» es todo lo que una persona, grande o pequeña, puede tener la osadía de querer.
¿Cómo contar lo que siguió? Yo estaba atontada y fue así como recibí el libro en la mano. Creo que no dije nada. Tomé el libro. No, no partí brincando como siempre. Me fui caminando muy despacio. Sé que sostenía el grueso libro con las dos manos, apretándolo contra el pecho. Poco importa también cuánto tardé en llegar a casa. Tenía el pecho caliente, el corazón pensativo.
Al llegar a casa no empecé a leer. Simulaba que no lo tenía, únicamente para sentir después el sobresalto de tenerlo. Horas más tarde lo abrí, leí unas líneas maravillosas, volví a cerrarlo, me fui a pasear por la casa, lo postergué más aún yendo a comer pan con mantequilla, fingí no saber dónde había guardado el libro, lo encontraba, lo abría por unos instantes. Creaba los obstáculos más falsos para esa cosa clandestina que era la felicidad. Para mí la felicidad siempre habría de ser clandestina. Era como si ya lo presintiera. ¡Cuánto me demoré! Vivía en el aire... Había en mí orgullo y pudor. Yo era una reina delicada.
A veces me sentaba en la hamaca para balancearme con el libro abierto en el regazo, sin tocarlo, en un éxtasis purísimo.
Ya no era una niña más con un libro: era una mujer con su amante.
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Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Aprendizaje o El libro de los placeres
Aprendizaje o El libro de los placeres cuenta la historia de amor entre Ulises, joven
profesor de filosofía, y Lori, solitaria y misteriosa maestra de primaria que aún no está
preparada para entregarse. Ulises la instruye, la guía y, casto y sereno, la espera. Lori lo
escucha, lo sigue y, no sin angustias, emprende un viaje a lo más profundo de su ser.
Aprendizaje, publicado por primera vez en 1969, despertó la polémica entre los críticos,
que aún hoy debaten sus posibles interpretaciones. Éste es el relato de cómo el amor se
forja en dos seres: a través de un arduo desnudamiento interno los protagonistas van
recuperando su identidad hasta alcanzar la renovación vital en la mutua entrega. A su
ejercicio introspectivo opone la autora su propia búsqueda formal, el intento de superar los
límites del estilo amalgamando forma y fondo en una prosa rebosante de imágenes que
desarman al lector con su verdad hiriente. Su lectura ofrece a quien la emprende el desafío
de seguir paso a paso ese ahondamiento, ese despojarse de todos los bagajes para iniciar
un definitivo aprendizaje de la existencia.
Título original: Uma Aprendizagem ou O Livro dos Prazeres
Clarice Lispector, 1969
Traducción: Cristina Sáenz de Tejada y Juan García Gayo
Fotografía de cubierta: Ballet acuático vertical (Laurie Simmons, 1981)
Este libro requirió una libertad tan grande que tuve miedo de darla.
Está por encima de mí. Intenté escribirlo humildemente. Yo soy más
fuerte que yo.
C. L.
Después de esto miré y he ahí que vi una puerta abierta en el cielo; y la primera vez que oí, como de trompeta, que hablaba
conmigo, me dijo: «Sube acá y te mostraré las cosas que han de suceder en adelante».
APOCALIPSIS, 4, 1
Compruebo
Que la más alta expresión
del dolor
Consiste esencialmente
en la alegría.
AUGUSTO DOS ANJOS
Jeanne:
Je ne veux pas mourir! J’ai peur!
(…)
Il y a la joie qui est la plus forte!
Oratorio dramático de PAUL CLAUDEL
para música de Honegger, Jeanne d’Arc au bûcher
conmigo, me dijo: «Sube acá y te mostraré las cosas que han de suceder en adelante».
APOCALIPSIS, 4, 1
Compruebo
Que la más alta expresión
del dolor
Consiste esencialmente
en la alegría.
AUGUSTO DOS ANJOS
Jeanne:
Je ne veux pas mourir! J’ai peur!
(…)
Il y a la joie qui est la plus forte!
Oratorio dramático de PAUL CLAUDEL
para música de Honegger, Jeanne d’Arc au bûcher
El origen de la primavera
o
la muerte necesaria en pleno día
o
la muerte necesaria en pleno día
, estando tan ocupada, había vuelto de hacer la compra que la sirvienta había hecho deprisa y
corriendo porque cada vez trabajaba menos, aunque sólo viniese para dejar la comida y la cena
listas, había hecho varias llamadas de teléfono haciendo algunos recados, incluso una dificilísima
para llamar al fontanero, había ido a la cocina para ordenar las compras y disponer en el frutero las
manzanas que eran su fruta favorita, aunque no supiese adornar un frutero, pero Ulises le había hecho
entrever la posibilidad futura de por ejemplo adornar un frutero, vio lo que la sirvienta había dejado
para cenar antes de irse, pues la comida había sido pésima, mientras se daba cuenta de que la
pequeña terraza que era la ventaja de su apartamento al ser de planta baja necesitaba una limpieza,
había recibido una llamada de teléfono invitándola a un cóctel de caridad en beneficio de alguna
cosa que ella no entendió completamente, pero que se refería a su curso primario, gracias a Dios que
estaba de vacaciones, fue al guardarropa a elegir qué vestido se pondría para estar extremadamente
atractiva para su cita con Ulises que ya le había dicho que ella no tenía buen gusto para vestirse,
recordó que siendo sábado él tendría más tiempo porque ese día no tenía que dar la clase del curso
de vacaciones en la universidad, pensó en lo que él se estaba transformando para ella, en lo que él
parecía querer que ella supiese, supuso que él quería enseñarle a vivir únicamente sin dolor, él había
dicho una vez que quería que ella, cuando le preguntaran su nombre, no respondiera «Lori», sino que
pudiese responder «mi nombre es yo», pues tu nombre, había dicho él, es un yo, se preguntó si el
vestido blanco y negro serviría,
Continuará)
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"Ser como un verso volando
o un ciego soñando
y en ese vuelo y en ese sueño
compartir contigo sol y luna,
siendo guardián en tu cielo
y tren de tus ilusiones."
(Hánjel)
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- Mensaje n°987
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
entonces del vientre mismo, como un remoto estremecerse de la tierra, que difícilmente podía
considerarse señal de terremoto, del útero, del corazón contraído, vino el temblor gigantesco de un
fuerte dolor conmovido, del cuerpo, todo el estremecimiento —y con sutiles máscaras de rostro y de
cuerpo finalmente con la dificultad de un chorro de petróleo rasgando la tierra— vino finalmente el
gran llanto seco, llanto mudo sin sonido alguno hasta para ella misma, aquel que ella no había
adivinado, aquel que no quisiera jamás y no había previsto —sacudida como el árbol fuerte que se
conmueve más profundamente que el árbol frágil— finalmente reventados vasos y venas, entonces
se sentó para descansar y poco después imaginaba que era una mujer azul porque el crepúsculo
más tarde tal vez fuese azul, imaginaba que hilaba con hilos de oro las sensaciones, imaginaba que la
infancia era hoy y plateada de juguetes, imaginaba que una vena no se había abierto e imaginaba que
de ella no estaba en silencio blanquísimo manando sangre escarlata y que no estaba pálida de muerte;
pero eso imaginaba que lo estaba de verdad, en medio del imaginar necesitaba hablar de la verdad
de piedra opaca para que contrastase con el imaginar verde resplandeciente, imaginaba que amaba y
era amada, imaginaba que estaba acostada en la palma transparente de la mano de Dios, no Lori sino
su nombre secreto que ella por ahora no podía aún usufructuar, imaginaba que vivía y no que estaba
muriendo, pues vivir no pasaba a fin de cuentas de aproximarse cada vez más a la muerte, imaginaba
que no se quedaba de brazos caídos de perplejidad cuando los hilos de oro que hilaba se confundían
y no sabía deshacer el fino hilo frío, imaginaba que era lo bastante sabia como para deshacer los
nudos de marinero que le ataban las muñecas, imaginaba que tenía un cesto de perlas sólo para mirar
el color de la luna pues ella era lunar, imaginaba que cerraba los ojos y seres humanos surgirían
cuando abriera los ojos húmedos de gratitud, imaginaba que todo lo que tenía no era imaginar,
imaginaba que distendía el pecho y una luz doradísima y leve la guiaba por un bosque de presas
mudas y tranquilas mortalidades, imaginaba que no era lunar, imaginaba que no estaba llorando por
dentro
(continuará)
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considerarse señal de terremoto, del útero, del corazón contraído, vino el temblor gigantesco de un
fuerte dolor conmovido, del cuerpo, todo el estremecimiento —y con sutiles máscaras de rostro y de
cuerpo finalmente con la dificultad de un chorro de petróleo rasgando la tierra— vino finalmente el
gran llanto seco, llanto mudo sin sonido alguno hasta para ella misma, aquel que ella no había
adivinado, aquel que no quisiera jamás y no había previsto —sacudida como el árbol fuerte que se
conmueve más profundamente que el árbol frágil— finalmente reventados vasos y venas, entonces
se sentó para descansar y poco después imaginaba que era una mujer azul porque el crepúsculo
más tarde tal vez fuese azul, imaginaba que hilaba con hilos de oro las sensaciones, imaginaba que la
infancia era hoy y plateada de juguetes, imaginaba que una vena no se había abierto e imaginaba que
de ella no estaba en silencio blanquísimo manando sangre escarlata y que no estaba pálida de muerte;
pero eso imaginaba que lo estaba de verdad, en medio del imaginar necesitaba hablar de la verdad
de piedra opaca para que contrastase con el imaginar verde resplandeciente, imaginaba que amaba y
era amada, imaginaba que estaba acostada en la palma transparente de la mano de Dios, no Lori sino
su nombre secreto que ella por ahora no podía aún usufructuar, imaginaba que vivía y no que estaba
muriendo, pues vivir no pasaba a fin de cuentas de aproximarse cada vez más a la muerte, imaginaba
que no se quedaba de brazos caídos de perplejidad cuando los hilos de oro que hilaba se confundían
y no sabía deshacer el fino hilo frío, imaginaba que era lo bastante sabia como para deshacer los
nudos de marinero que le ataban las muñecas, imaginaba que tenía un cesto de perlas sólo para mirar
el color de la luna pues ella era lunar, imaginaba que cerraba los ojos y seres humanos surgirían
cuando abriera los ojos húmedos de gratitud, imaginaba que todo lo que tenía no era imaginar,
imaginaba que distendía el pecho y una luz doradísima y leve la guiaba por un bosque de presas
mudas y tranquilas mortalidades, imaginaba que no era lunar, imaginaba que no estaba llorando por
dentro
(continuará)
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- Mensaje n°988
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
—pues ahora mansamente, aunque con los ojos secos, el corazón estaba mojado; había salido
ahora de la voluntad de vivir. Se acordó de escribir a Ulises contándole lo que había pasado,
pero nada había pasado que se pudiera decir en palabras escritas o habladas, era bueno aquel
sistema que Ulises había inventado: lo que no supiera o no pudiera decir, lo escribiría y le daría el
papel mudamente —pero esta vez no había siquiera qué contar.
Lúcida y calmada ahora, Lori recordó que había leído que los movimientos histéricos de un
animal apresado tenían como intención liberarse, por medio de uno de esos movimientos, de la cosa
ignorada que le estaba apresando —la ignorancia del movimiento único, exacto y liberador era lo
que volvía histérico a un animal: apelaba al descontrol—; durante el sabio descontrol de Lori ella
ahora había tenido para sí las ventajas liberadoras que procedían de su vida más primitiva y animal:
había apelado histéricamente a tantos sentimientos contradictorios y violentos que el sentimiento
liberador había terminado desprendiéndola de la red, en su ignorancia animal ella no sabía siquiera
cómo,
estaba cansada del esfuerzo de animal liberado.
(Continuará)
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8
ahora de la voluntad de vivir. Se acordó de escribir a Ulises contándole lo que había pasado,
pero nada había pasado que se pudiera decir en palabras escritas o habladas, era bueno aquel
sistema que Ulises había inventado: lo que no supiera o no pudiera decir, lo escribiría y le daría el
papel mudamente —pero esta vez no había siquiera qué contar.
Lúcida y calmada ahora, Lori recordó que había leído que los movimientos histéricos de un
animal apresado tenían como intención liberarse, por medio de uno de esos movimientos, de la cosa
ignorada que le estaba apresando —la ignorancia del movimiento único, exacto y liberador era lo
que volvía histérico a un animal: apelaba al descontrol—; durante el sabio descontrol de Lori ella
ahora había tenido para sí las ventajas liberadoras que procedían de su vida más primitiva y animal:
había apelado histéricamente a tantos sentimientos contradictorios y violentos que el sentimiento
liberador había terminado desprendiéndola de la red, en su ignorancia animal ella no sabía siquiera
cómo,
estaba cansada del esfuerzo de animal liberado.
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- Mensaje n°989
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Y ahora había llegado el momento de decidir si continuaría o no viendo a Ulises. En súbita
rebelión no quiso aprender lo que él pacientemente quería enseñarle y ella misma aprender —se
rebelaba sobre todo porque aquélla no era para ella época de «meditación» que de pronto parecía
una ridiculez: estaba vibrando de puro deseo como le sucedía antes y después de la menstruación.
Pero era como si él quisiera que ella aprendiese a andar con sus propias piernas y sólo entonces,
preparada para la libertad por Ulises, fuese de él—, ¿qué es lo que quería de ella, además de
tranquilamente desearla? Al principio Lori se había engañado pensando que Ulises quería
transmitirle algunas cosas de las clases de filosofía pero él dijo: «No es filosofía lo que necesitas, si
así fuera sería fácil: asistirías a mis clases como oyente y yo conversaría contigo en otros términos»,
puesto que ahora el terremoto serviría a su histeria y ahora que estaba liberada podía incluso
postergar para el futuro la decisión de no ver a Ulises: sólo que hoy quería verlo y, a pesar de no
tolerar el mudo deseo de él, sabía que en realidad era ella quien lo provocaba para intentar acabar
con la paciencia con la que él esperaba; con la mensualidad que el padre le mandaba compraba
vestidos caros y siempre ajustados, era sólo esto lo que sabía hacer para atraerlo y
era ya la hora de vestirse: se miró al espejo y sólo era guapa por el hecho de ser una mujer: su
cuerpo era delgado y fuerte, uno de los motivos, imaginarios, que hacía que Ulises la quisiera; eligió
un vestido de tela pesada, a pesar del calor, casi sin formas, la forma la daría su propio cuerpo pero
arreglarse era un ritual que la ponía seria; la tela ya no era simplemente un tejido, se
transformaba en materia de cosa y a esa entretela ella le daba cuerpo con su cuerpo —¿cómo podía
un simple género lograr tanto movimiento? su pelo lavado por la mañana y secado al sol en la
pequeña terraza parecía de seda castaña antigua— ¿guapa? no, mujer: Lori entonces se pintó
cuidadosamente los labios y los ojos, cosa que ella hacía, según una compañera, muy mal, se puso
perfume en la frente y en el nacimiento de los senos —la tierra estaba perfumada con olor de mil
hojas y flores maceradas: Lori se perfumaba y ésa era una de sus imitaciones del mundo, ella que
tanto buscaba aprender de la vida— con el perfume, de algún modo intensificaba cualquier cosa que
ella fuese y por eso no podía usar perfumes que la contradecían: perfumarse era una sabiduría
instintiva, adquirida hacía milenios por mujeres que aprendían aparentemente pasivas, y, como todo
arte, exigía que ella tuviera un mínimo de conocimiento de sí misma: usaba un perfume levemente
sofocante, agradable como humus, como si la cabeza acostada macerase humus, cuyo nombre no
decía a ninguna de sus compañeras maestras: porque era suyo, era ella, ya que para Lori perfumarse
era un acto secreto y casi religioso
(continuará)
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rebelión no quiso aprender lo que él pacientemente quería enseñarle y ella misma aprender —se
rebelaba sobre todo porque aquélla no era para ella época de «meditación» que de pronto parecía
una ridiculez: estaba vibrando de puro deseo como le sucedía antes y después de la menstruación.
Pero era como si él quisiera que ella aprendiese a andar con sus propias piernas y sólo entonces,
preparada para la libertad por Ulises, fuese de él—, ¿qué es lo que quería de ella, además de
tranquilamente desearla? Al principio Lori se había engañado pensando que Ulises quería
transmitirle algunas cosas de las clases de filosofía pero él dijo: «No es filosofía lo que necesitas, si
así fuera sería fácil: asistirías a mis clases como oyente y yo conversaría contigo en otros términos»,
puesto que ahora el terremoto serviría a su histeria y ahora que estaba liberada podía incluso
postergar para el futuro la decisión de no ver a Ulises: sólo que hoy quería verlo y, a pesar de no
tolerar el mudo deseo de él, sabía que en realidad era ella quien lo provocaba para intentar acabar
con la paciencia con la que él esperaba; con la mensualidad que el padre le mandaba compraba
vestidos caros y siempre ajustados, era sólo esto lo que sabía hacer para atraerlo y
era ya la hora de vestirse: se miró al espejo y sólo era guapa por el hecho de ser una mujer: su
cuerpo era delgado y fuerte, uno de los motivos, imaginarios, que hacía que Ulises la quisiera; eligió
un vestido de tela pesada, a pesar del calor, casi sin formas, la forma la daría su propio cuerpo pero
arreglarse era un ritual que la ponía seria; la tela ya no era simplemente un tejido, se
transformaba en materia de cosa y a esa entretela ella le daba cuerpo con su cuerpo —¿cómo podía
un simple género lograr tanto movimiento? su pelo lavado por la mañana y secado al sol en la
pequeña terraza parecía de seda castaña antigua— ¿guapa? no, mujer: Lori entonces se pintó
cuidadosamente los labios y los ojos, cosa que ella hacía, según una compañera, muy mal, se puso
perfume en la frente y en el nacimiento de los senos —la tierra estaba perfumada con olor de mil
hojas y flores maceradas: Lori se perfumaba y ésa era una de sus imitaciones del mundo, ella que
tanto buscaba aprender de la vida— con el perfume, de algún modo intensificaba cualquier cosa que
ella fuese y por eso no podía usar perfumes que la contradecían: perfumarse era una sabiduría
instintiva, adquirida hacía milenios por mujeres que aprendían aparentemente pasivas, y, como todo
arte, exigía que ella tuviera un mínimo de conocimiento de sí misma: usaba un perfume levemente
sofocante, agradable como humus, como si la cabeza acostada macerase humus, cuyo nombre no
decía a ninguna de sus compañeras maestras: porque era suyo, era ella, ya que para Lori perfumarse
era un acto secreto y casi religioso
(continuará)
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- Mensaje n°990
Re: CLARICE LISPECTOR I ( ESCRITORA BRASILEÑA)
—¿se pondría pendientes? titubeó, pues quería orejas tan sólo delicadas y simples, algo
modestamente sencillo, titubeó de nuevo: riqueza todavía mayor sería la de esconder con el pelo las
orejas de corza y volverlas secretas, pero no resistió; las descubrió echando el pelo detrás de las
orejas incongruentes y pálidas: ¿reina egipcia? no, toda adornada como las mujeres bíblicas, y había
también algo en sus ojos pintados que decía con melancolía: descíframe, mi amor, o me veré
obligada a devorar, y
ahora lista, vestida, lo más guapa que podía llegar a serlo, volvía nuevamente la duda de ir o no
al encuentro de Ulises —lista, con los brazos caídos, pensativa, ¿iría o no al encuentro? con Ulises
se comportaba como una virgen que ya no era, aunque tuviese la certeza de que también él adivinaba
eso, aquel sabio extraño que, sin embargo, no parecía adivinar que ella quería amor.
Una vez más, en sus titubeos confusos, lo que la tranquilizó fue lo que tantas veces le servía de
sereno apoyo: que todo lo que existía, existía con una precisión absoluta y en el fondo lo que ella
terminase por hacer o no hacer no escaparía a esa precisión, aquello que fuese del tamaño de la
cabeza de un alfiler, no sobrepasaría ni una fracción de milímetro más allá del tamaño de una cabeza
de alfiler: todo lo que existía era de una gran perfección. Sólo que la mayor parte de lo que existía
con tal perfección era, técnicamente, invisible: la verdad, clara y exacta en sí misma, ya llegaba vaga
y casi insensible a la mujer.
(continuará)
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modestamente sencillo, titubeó de nuevo: riqueza todavía mayor sería la de esconder con el pelo las
orejas de corza y volverlas secretas, pero no resistió; las descubrió echando el pelo detrás de las
orejas incongruentes y pálidas: ¿reina egipcia? no, toda adornada como las mujeres bíblicas, y había
también algo en sus ojos pintados que decía con melancolía: descíframe, mi amor, o me veré
obligada a devorar, y
ahora lista, vestida, lo más guapa que podía llegar a serlo, volvía nuevamente la duda de ir o no
al encuentro de Ulises —lista, con los brazos caídos, pensativa, ¿iría o no al encuentro? con Ulises
se comportaba como una virgen que ya no era, aunque tuviese la certeza de que también él adivinaba
eso, aquel sabio extraño que, sin embargo, no parecía adivinar que ella quería amor.
Una vez más, en sus titubeos confusos, lo que la tranquilizó fue lo que tantas veces le servía de
sereno apoyo: que todo lo que existía, existía con una precisión absoluta y en el fondo lo que ella
terminase por hacer o no hacer no escaparía a esa precisión, aquello que fuese del tamaño de la
cabeza de un alfiler, no sobrepasaría ni una fracción de milímetro más allá del tamaño de una cabeza
de alfiler: todo lo que existía era de una gran perfección. Sólo que la mayor parte de lo que existía
con tal perfección era, técnicamente, invisible: la verdad, clara y exacta en sí misma, ya llegaba vaga
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