Rumi-Mathnawi IV
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5 participantes
Yalal ad-Din Muhammad Rumi (1207-1273)
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- Mensaje n°271
Re: Yalal ad-Din Muhammad Rumi (1207-1273)
No hay, por tanto, en el mundo,
un mal absoluto: el mal es relativo.
Has de saber esto también.
En el tiempo no hay veneno
ni dulce que no sea un pie
para uno y un grillete para otro,
para uno una cadena, para otro un apoyo;
para uno una ponzoña,
como azúcar para otro.
El veneno de la serpiente es la
vida del ofidio pero la muerte
en relación con el hombre.
El mar es un jardín
para las criaturas acuáticas,
pero para las terrestres
es la muerte y un azote
Rumi-Mathnawi IV
_________________
"Ser como un verso volando
o un ciego soñando
y en ese vuelo y en ese sueño
compartir contigo sol y luna,
siendo guardián en tu cielo
y tren de tus ilusiones."
(Hánjel)
o un ciego soñando
y en ese vuelo y en ese sueño
compartir contigo sol y luna,
siendo guardián en tu cielo
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- Mensaje n°272
Re: Yalal ad-Din Muhammad Rumi (1207-1273)
El que vigila y ve,
no es igual que el que
no vigila y no ve.
El que prevé no es igual
que el que no prevé
RumiMathnawi III
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o un ciego soñando
y en ese vuelo y en ese sueño
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- Mensaje n°273
Re: Yalal ad-Din Muhammad Rumi (1207-1273)
La ausencia de color es el origen de los colores, las paces son el origen de
las guerras. Ese mundo es el origen de nuestra morada, la unión es el origen
de todo alejamiento y separación
Rumi -Mthnawi VI
las guerras. Ese mundo es el origen de nuestra morada, la unión es el origen
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Rumi -Mthnawi VI
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- Mensaje n°274
Re: Yalal ad-Din Muhammad Rumi (1207-1273)
Los corazones,
cuando aman,
muestran de qué se alimentan
y lo que son.
Rumi-Mathnawi I
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- Mensaje n°275
Re: Yalal ad-Din Muhammad Rumi (1207-1273)
Alguien me pregunto
"Que es el amor...?"
،No busques una explicaciَón!
Disuélvete en mí ... y lo sabrás.
Cuando llama ... ،Responde!
Sal como un leَón.
Como una rosa, inhala el otoٌño...
Anhela la primavera.
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o un ciego soñando
y en ese vuelo y en ese sueño
compartir contigo sol y luna,
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- Mensaje n°276
Re: Yalal ad-Din Muhammad Rumi (1207-1273)
A quien veas involucrada en la búsqueda,
conviértete en su amigo y dedícate a ella,
ya que al elegir la compañía de buscadores,
te conviertes en uno de ellos;
protegido por conquistadores,
tu mismo aprenderás a conquistar.
Si una hormiga busca participar en el ejército de Salomón,
no sonrías con desprecio al contemplar su búsqueda.
Todo lo que posees de habilidades y riqueza y oficio,
¿acaso no fue en sus inicios un pensamiento y una búsqueda?
Masnavi III, 1445- 1449
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o un ciego soñando
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compartir contigo sol y luna,
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- Mensaje n°277
Re: Yalal ad-Din Muhammad Rumi (1207-1273)
Um momento de felicidade,
tu e eu sentados na varanda
aparentemente dois, mas apenas uma alma
Tu e eu sentimos a Água da Vida que flui aqui.
Tu e eu, com a beleza do jardim
e o canto das aves.
As estrelas nos contemplarão
e lhes mostraremos
o que é uma fina Lua Crescente.
Tu e eu fora de nós mesmos,
estaremos juntos
indiferentes às conjecturas inúteis.
------------------------------------------------------------
Poema: Jalal al- Din Rumi (1207-1273)
------------------------------------------------------------
Un momento de felicidad,
tú y yo sentados en la varanda,
aparentemente dos, pero uno en alma
Tú y yo sentimos el Agua de Vida que fluye aquí.
Tú y yo, con la belleza del jardín
y el canto de las aves.
Las estrellas nos mirarán,
y les mostraremos
lo que es ser una fina luna creciente.
Tú y yo fuera de nosotros mismos,
estaremos juntos,
indiferentes a conjeturas inútiles.
tu e eu sentados na varanda
aparentemente dois, mas apenas uma alma
Tu e eu sentimos a Água da Vida que flui aqui.
Tu e eu, com a beleza do jardim
e o canto das aves.
As estrelas nos contemplarão
e lhes mostraremos
o que é uma fina Lua Crescente.
Tu e eu fora de nós mesmos,
estaremos juntos
indiferentes às conjecturas inúteis.
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Poema: Jalal al- Din Rumi (1207-1273)
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Un momento de felicidad,
tú y yo sentados en la varanda,
aparentemente dos, pero uno en alma
Tú y yo sentimos el Agua de Vida que fluye aquí.
Tú y yo, con la belleza del jardín
y el canto de las aves.
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y les mostraremos
lo que es ser una fina luna creciente.
Tú y yo fuera de nosotros mismos,
estaremos juntos,
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o un ciego soñando
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- Mensaje n°278
Re: Yalal ad-Din Muhammad Rumi (1207-1273)
Tús búsquedas locas te herirán
y de tanto buscar
no verás el gran tesoro
que aguarda al otro lado de tu puerta.
El querer siempre más,
sólo proporciona esclavitud.
Buscar el Cielo más allá de tu puerta
en piedra volverá tu corazón.
y de tanto buscar
no verás el gran tesoro
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- Mensaje n°279
Re: Yalal ad-Din Muhammad Rumi (1207-1273)
Tu tarea es: saber quién eres.
Tu tarea es: saber para qué eres.
Y hagas lo que hagas,
y aunque te multipliques y te agotes,
y aunque persigas encarnizadamente tus sueños,
si no realizas Esa tarea:
no habrás hecho nada, nunca,
en tu vida.
Tu tarea es: saber para qué eres.
Y hagas lo que hagas,
y aunque te multipliques y te agotes,
y aunque persigas encarnizadamente tus sueños,
si no realizas Esa tarea:
no habrás hecho nada, nunca,
en tu vida.
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- Mensaje n°280
Re: Yalal ad-Din Muhammad Rumi (1207-1273)
Si quieres mejorar tu mente de esa manera, duerme. Yo he renunciado a mi cerebro. He roto mi ropa en pedazos y tirado a la basura. Si no estás completamente desnudo, envuelvete en tu hermoso manto de palabras que te rodean, y duerme.
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- Mensaje n°281
Re: Yalal ad-Din Muhammad Rumi (1207-1273)
Si quieres ganar corazones planta semillas de amor
Y si deseas el cielo, no esparzcas espinas en el camino.....
"Sí quieres ganarte los corazones , siembra siempre las semillas del amor .....
Y si quiers ganarte el paraíso , no esparzas espinas en la vía ..."
Y si deseas el cielo, no esparzcas espinas en el camino.....
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- Mensaje n°282
Re: Yalal ad-Din Muhammad Rumi (1207-1273)
Cuando la imaginación no puede alcanzar y entender y la razón no puede alcanzar, ya que todas las bellezas provienen de Ti hacia mi espíritu, Tú eres mi Estrella Polar. Señor, debido a Tu gracia y generosidad desprecio las cosas del mundo.
¿Cómo puede engañarme el mundo trascendente, las riquezas y la opulencia?
¿Cómo puede engañarme el mundo trascendente, las riquezas y la opulencia?
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- Mensaje n°283
Re: Yalal ad-Din Muhammad Rumi (1207-1273)
Siempre habla desde el corazón, nunca desde la mente.
Tu sinceridad y tu valor también servirán de ejemplo para los demás.
Y al escucharte se inspirarán para revelar su propio corazón.
Tu sinceridad y tu valor también servirán de ejemplo para los demás.
Y al escucharte se inspirarán para revelar su propio corazón.
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- Mensaje n°284
Re: Yalal ad-Din Muhammad Rumi (1207-1273)
La botija de agua
Una noche la mujer de un beduino le dijo desesperada a su marido: - Mientras nosotros sufrimos la pobreza y las privaciones, el mundo entero vive feliz. Solamente nosotros somos infelices. No tenemos pan, y nuestro único condimento es la angustia y la envidia. No tenemos ni una tinaja de agua, nuestra única agua son las lágrimas que lloran nuestros ojos. Nuestro vestido de día es la luz abrasadora del sol, y de noche los rayos de la luna forman nuestros lechos y cubiertas.
Nos parece que el disco pálido de la luna es un pan y levantamos los brazos hacia el cielo. Somos la vergüenza de los más pobres de entre los pobres cuando el día se vuelve como la noche, oscurecido por nuestra angustia ante la exigua ración de comida que compartimos. Los parientes y los extraños se alejan de nosotros, como las gacelas se alejan de los hombres.
Su marido le pidió humildad y, con aire de satisfacción, le habló de la excelencia de la paciencia y de la pobreza: - ¿Cuánto tiempo te queda para añorar el bienestar y las riquezas de este mundo? ¿Cuánto, en realidad, nos queda de LÁGRIMAS DEL CORAZÓN vida? La mayor parte ha pasado ya. El hombre sensible no ve la suficiencia o la deficiencia porque ambas pasarán como si fueran un torrente.
Tanto si la vida es pura, clara y tranquila, como si es turbia como una inundación, no hables de ella porque dura lo que dura un momento. Miles de animales viven felices en este mundo, sin ansiedad de ganancia o de pérdida. Estas lamentaciones desequilibradas son como una guadaña. Juzgar es la tentación del shaytan. Has de saber que todo dolor nace del deseo. Extirpa el deseo de tu corazón.
Eras joven una vez, y vivías llena de contento. Ahora te has convertido en una buscadora de oro, pero no hace tanto eras oro tú misma. Eras como un vino que maduraba. ¿Cómo has logrado amargarte, cuando tu fruta estaba madurando? La fruta se vuelve más dulce con la edad. Su mujer casi le gritó: - ¡Oh tú, con tu reputación de moralista! No voy a tragarme tus hechizadoras palabras nunca más.
No sigas diciendo tonterías cegado por la presunción. Vete. No hables con orgullo y arrogancia. ¿Por cuánto tiempo más vas a seguir con esos discursos pomposos y artificiales? ¿Cuándo te has iluminado de satisfacción? De la satisfacción no sabes más que el nombre. No me llames tu esposa. No vocees tanto. Soy compañera de la justicia, no del fraude.
El marido le contestó tranquilamente: - ¡Mujer! ¿Eres mujer o padre de la tristeza? La pobreza es un orgullo para mí. No me azotes con los reproches. Las riquezas son como un sombrero encima de la cabeza. Uno debe ser calvo para que el sombrero se asiente bien sobre la 43 LA BOTIJA DE AGUA cabeza.
El que tiene rizos abundantes y bellos está mejor sin él. Los ricos, que están hasta la coronilla de faltas, las cubren con el dinero. La pobreza es algo que no entiendes. No la desdeñes. Los Profetas y los rectos la consideran una bendición. La pobreza me acerca a Allah. Qué Allah me proteja de los deseos del mundo. En mi corazón hay un mundo hecho de satisfacción.
¡Oh mujer! Abandona esta lucha que destroza nuestra relación. O déjame sólo. Sería mejor que callases. Si no, puede que me vaya yo mismo, ahora mismo… Al oír aquellas palabras, la mujer se dio cuenta de que estaba fuera de sí y se puso a llorar. Ahora su discurso había cambiado radicalmente: - Soy como el polvo bajo tus pies, no me merezco ser tu mujer.
Todo lo que soy es tuyo, la autoridad y mando te pertenecen a ti. Si, debido a la pobreza mi corazón perdió la paciencia, no era por mí, sino por ti. Tú has sido mi remedio para todas las aflicciones. Me duele que seas pobre. Juro que mi lamento es por ti. Ten misericordia de mí, no te enfades, tú, cuya naturaleza es mejor que cien medidas de miel.
Le habló con palabras cautivadoras durante un buen rato, medio llorando, todavía atractiva, hasta que surgió en el corazón del hombre una chispa que le llevó a pensar que la actitud de su mujer era un signo Divino, una indicación de que debería intentar buscar un mejor sustento.
Viendo aquel cambio en su esposo, continuó diciendo la mujer: - Tenemos una botija de agua de lluvia. Es tu propiedad, tu capital. Cógela y vete y pide audiencia ante el Rey de los reyes, y regálasela. Dile que no tenemos otros medios que LÁGRIMAS DEL CORAZÓN éste, que en el desierto no hay nada mejor que el agua, y que aunque él tiene verdaderos tesoros, nunca ha probado agua más especial que ésta.
La mujer no sabía que un gran río de agua dulce atraviesa Bagdad, lleno de barcos y pescadores. Cosió un saco de fieltro, cerró bien la botija y la metió dentro de él; luego cerró bien el saco, convencida de que sería un precioso regalo para el Califa. Dijo el marido: - Sí, hay que cuidar mucho de ella. Es un regalo de gran valor. No hay agua más sabrosa y pura que ésta en todo el mundo.
Cuando el beduino llegó ante las puertas del palacio del Califa, le recibieron allí los cortesanos y derramaron sobre él un poco de agua de rosas. Se dieron cuenta en seguida de cuál era su objetivo. Éste les dijo: - ¡Oh gente respetable! Soy un pobre habitante del desierto. He venido aquí en busca de dinero.
Cuando llegué, me deslumbró su brillo. Llevad este regalo al Sultán y salvad a su siervo de indigencia. Es una botija de agua pura de lluvia que nosotros mismos hemos recogido. Los cortesanos sonrieron y aceptaron la botija como si fuera un objeto excepcionalmente precioso. Desde luego que la gracia y el buen carácter del Califa se reflejaba en sus cortesanos.
El Califa aceptó el regalo de muy buena gana. Les dijo: LA BOTIJA DE AGUA - Devolvedle la botija llena de oro. Cuando quiera regresar su lugar, llevadle al Tigris. Ha venido todo este camino por el desierto. Le será más fácil volver en barco. Cuando el beduino embarcó y vio el Tigris, se postró avergonzado, pensando: - ¡Qué grande es la bondad del Rey! ¡Es algo excepcional, el hecho de que me haya aceptado este regalo de agua, yo que soy un siervo suyo tan insignificante!
Una noche la mujer de un beduino le dijo desesperada a su marido: - Mientras nosotros sufrimos la pobreza y las privaciones, el mundo entero vive feliz. Solamente nosotros somos infelices. No tenemos pan, y nuestro único condimento es la angustia y la envidia. No tenemos ni una tinaja de agua, nuestra única agua son las lágrimas que lloran nuestros ojos. Nuestro vestido de día es la luz abrasadora del sol, y de noche los rayos de la luna forman nuestros lechos y cubiertas.
Nos parece que el disco pálido de la luna es un pan y levantamos los brazos hacia el cielo. Somos la vergüenza de los más pobres de entre los pobres cuando el día se vuelve como la noche, oscurecido por nuestra angustia ante la exigua ración de comida que compartimos. Los parientes y los extraños se alejan de nosotros, como las gacelas se alejan de los hombres.
Su marido le pidió humildad y, con aire de satisfacción, le habló de la excelencia de la paciencia y de la pobreza: - ¿Cuánto tiempo te queda para añorar el bienestar y las riquezas de este mundo? ¿Cuánto, en realidad, nos queda de LÁGRIMAS DEL CORAZÓN vida? La mayor parte ha pasado ya. El hombre sensible no ve la suficiencia o la deficiencia porque ambas pasarán como si fueran un torrente.
Tanto si la vida es pura, clara y tranquila, como si es turbia como una inundación, no hables de ella porque dura lo que dura un momento. Miles de animales viven felices en este mundo, sin ansiedad de ganancia o de pérdida. Estas lamentaciones desequilibradas son como una guadaña. Juzgar es la tentación del shaytan. Has de saber que todo dolor nace del deseo. Extirpa el deseo de tu corazón.
Eras joven una vez, y vivías llena de contento. Ahora te has convertido en una buscadora de oro, pero no hace tanto eras oro tú misma. Eras como un vino que maduraba. ¿Cómo has logrado amargarte, cuando tu fruta estaba madurando? La fruta se vuelve más dulce con la edad. Su mujer casi le gritó: - ¡Oh tú, con tu reputación de moralista! No voy a tragarme tus hechizadoras palabras nunca más.
No sigas diciendo tonterías cegado por la presunción. Vete. No hables con orgullo y arrogancia. ¿Por cuánto tiempo más vas a seguir con esos discursos pomposos y artificiales? ¿Cuándo te has iluminado de satisfacción? De la satisfacción no sabes más que el nombre. No me llames tu esposa. No vocees tanto. Soy compañera de la justicia, no del fraude.
El marido le contestó tranquilamente: - ¡Mujer! ¿Eres mujer o padre de la tristeza? La pobreza es un orgullo para mí. No me azotes con los reproches. Las riquezas son como un sombrero encima de la cabeza. Uno debe ser calvo para que el sombrero se asiente bien sobre la 43 LA BOTIJA DE AGUA cabeza.
El que tiene rizos abundantes y bellos está mejor sin él. Los ricos, que están hasta la coronilla de faltas, las cubren con el dinero. La pobreza es algo que no entiendes. No la desdeñes. Los Profetas y los rectos la consideran una bendición. La pobreza me acerca a Allah. Qué Allah me proteja de los deseos del mundo. En mi corazón hay un mundo hecho de satisfacción.
¡Oh mujer! Abandona esta lucha que destroza nuestra relación. O déjame sólo. Sería mejor que callases. Si no, puede que me vaya yo mismo, ahora mismo… Al oír aquellas palabras, la mujer se dio cuenta de que estaba fuera de sí y se puso a llorar. Ahora su discurso había cambiado radicalmente: - Soy como el polvo bajo tus pies, no me merezco ser tu mujer.
Todo lo que soy es tuyo, la autoridad y mando te pertenecen a ti. Si, debido a la pobreza mi corazón perdió la paciencia, no era por mí, sino por ti. Tú has sido mi remedio para todas las aflicciones. Me duele que seas pobre. Juro que mi lamento es por ti. Ten misericordia de mí, no te enfades, tú, cuya naturaleza es mejor que cien medidas de miel.
Le habló con palabras cautivadoras durante un buen rato, medio llorando, todavía atractiva, hasta que surgió en el corazón del hombre una chispa que le llevó a pensar que la actitud de su mujer era un signo Divino, una indicación de que debería intentar buscar un mejor sustento.
Viendo aquel cambio en su esposo, continuó diciendo la mujer: - Tenemos una botija de agua de lluvia. Es tu propiedad, tu capital. Cógela y vete y pide audiencia ante el Rey de los reyes, y regálasela. Dile que no tenemos otros medios que LÁGRIMAS DEL CORAZÓN éste, que en el desierto no hay nada mejor que el agua, y que aunque él tiene verdaderos tesoros, nunca ha probado agua más especial que ésta.
La mujer no sabía que un gran río de agua dulce atraviesa Bagdad, lleno de barcos y pescadores. Cosió un saco de fieltro, cerró bien la botija y la metió dentro de él; luego cerró bien el saco, convencida de que sería un precioso regalo para el Califa. Dijo el marido: - Sí, hay que cuidar mucho de ella. Es un regalo de gran valor. No hay agua más sabrosa y pura que ésta en todo el mundo.
Cuando el beduino llegó ante las puertas del palacio del Califa, le recibieron allí los cortesanos y derramaron sobre él un poco de agua de rosas. Se dieron cuenta en seguida de cuál era su objetivo. Éste les dijo: - ¡Oh gente respetable! Soy un pobre habitante del desierto. He venido aquí en busca de dinero.
Cuando llegué, me deslumbró su brillo. Llevad este regalo al Sultán y salvad a su siervo de indigencia. Es una botija de agua pura de lluvia que nosotros mismos hemos recogido. Los cortesanos sonrieron y aceptaron la botija como si fuera un objeto excepcionalmente precioso. Desde luego que la gracia y el buen carácter del Califa se reflejaba en sus cortesanos.
El Califa aceptó el regalo de muy buena gana. Les dijo: LA BOTIJA DE AGUA - Devolvedle la botija llena de oro. Cuando quiera regresar su lugar, llevadle al Tigris. Ha venido todo este camino por el desierto. Le será más fácil volver en barco. Cuando el beduino embarcó y vio el Tigris, se postró avergonzado, pensando: - ¡Qué grande es la bondad del Rey! ¡Es algo excepcional, el hecho de que me haya aceptado este regalo de agua, yo que soy un siervo suyo tan insignificante!
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Re: Yalal ad-Din Muhammad Rumi (1207-1273)
Apresúrate a renunciar a tu reino, como Ibrahim bin Adham, / Para obtener, como él, el reino de / la eternidad. En la noche ese rey dormía en su trono, / Con sus guardias de estado rodeando su palacio, / Aunque no necesitaba guardias / Que le protegieran de ladrones y vagabundos; / Pues quien es un rey justo lo sabe todo, / Y está a salvo del daño y su mente está en paz. / La justicia es el guardián de sus pasos, / No los guardias con tambores alrededor de su palacio. /
_________________
"Ser como un verso volando
o un ciego soñando
y en ese vuelo y en ese sueño
compartir contigo sol y luna,
siendo guardián en tu cielo
y tren de tus ilusiones."
(Hánjel)
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- Mensaje n°286
Re: Yalal ad-Din Muhammad Rumi (1207-1273)
Su intención al tener esta banda de música era ésta: / Recordar a su corazón anhelante la llamada de Dios. / El sollozo de la trompeta y el trueno del tambor / Se asemejan a aquel terrible “trompetazo”. / Por eso dicen los filósofos que hemos aprendido / Nuestras melodías de aquellas de las esferas giratorias. / El canto de las esferas en sus revoluciones / Es lo que los hombres cantan con el laúd y la voz. / El fiel sostiene que las dulces influencias del cielo /
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- Mensaje n°287
Re: Yalal ad-Din Muhammad Rumi (1207-1273)
Pueden hacer que las voces más ásperas se vuelvan melodiosas. /Como todos somos miembros de Adán, / Hemos oído estas melodías en el Paraíso; / Aunque la tierra y el agua hayan echado su velo sobre nosotros, / Guardamos vagas reminiscencias de aquellos cantos celestiales. / Pero mientras estamos así envueltos por velos terrenales, / ¿Cómo pueden llegar hasta nosotros esos tonos de las esferas bailando? / Por eso escuchar música es el alimento de los amantes, / Porque les recuerda su primera unión con Dios. / Los sentimientos internos de la mente adquieren fuerza, / Surgen al exterior, bajo la influencia de la música. / El fuego del amor quema con más ardor bajo el estímulo de la música.
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- Mensaje n°288
Re: Yalal ad-Din Muhammad Rumi (1207-1273)
La resurrección, es decir, el despertar completo y total de aquello que estaba dormido que se produce por el toque de la trompeta, por el sonido del Arte perfecto y verdadero. En el antiguo ritual católico de la Misa de los Difuntos se decía: «¡Día de ira, aquél día!, reducirá el mundo a cenizas: testigo David con la Sibila». ¡Cuánto temblor habrá cuando el juez venga a examinarlo todo estrechamente! Una trompeta esparciendo un son maravilloso por los sepulcros de las regiones, los reunirá a todos delante del Trono. La muerte y la naturaleza quedarán estupefactas cuando resuciten las criaturas para responder al juez. por eso, en esta Misa se leía también un episodio recogido en la primera Epístola de San Pablo a los Tesalonicenses que dice: «Porque el mismo Señor, a una orden, a la voz del arcángel, al sonido de la trompeta de Dios, descenderá del cielo y los muertos en Cristo resucitarán primero». (4-16)
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- Mensaje n°289
Re: Yalal ad-Din Muhammad Rumi (1207-1273)
Siempre que la Belleza mira,
el Amor también está allí;
siempre que la belleza muestre una mejilla sonrosada
el Amor enciende su fuego con esa llama.
Cuando la belleza mora en los oscuros vallecitos de la noche
el Amor viene y encuentra un corazón
enredado en los cabellos.
La Belleza y el Amor son cuerpo y alma.
La Belleza es la mina, el Amor, el diamante.
Juntos han estado
desde el principio de los tiempos,
lado a lado, paso a paso.
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- Mensaje n°290
Re: Yalal ad-Din Muhammad Rumi (1207-1273)
Cada gota de sangre que derramo
le informa a la tierra
que me vuelvo uno con mi Ser Amado
cuando tomo parte en el Amor.
En esta casa de agua y barro,
mi corazón ha caído en ruinas.
Entra en esta casa, mi Amor, o déjame partir.
The Divani Shamsi Tabriz, XXXIV
le informa a la tierra
que me vuelvo uno con mi Ser Amado
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En esta casa de agua y barro,
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- Mensaje n°291
Re: Yalal ad-Din Muhammad Rumi (1207-1273)
Guardo el eco de tu voz
La montaña guarda un eco muy por dentro de sí misma.
Así es como guardo el recuerdo de tu voz.
Soy un trozo de madera aventada a tu fuego, y rápidamente me reduces solamente en humo.
¡Te miré y me convertí en vacío!
Este vacío, más hermoso que la existencia, destruye la existencia, y aún así, cuando llega, la existencia florece y crea más existencia......
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- Mensaje n°292
Re: Yalal ad-Din Muhammad Rumi (1207-1273)
Soy el viento en la copa de la arbolada,
y la ola sobre el acantilado.
Mástil… Timón,
Timonel y quilla.
Soy donde se asentó
el arrecife de coral.
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- Mensaje n°293
Re: Yalal ad-Din Muhammad Rumi (1207-1273)
Donde parece que hay libertad,
impera la necesidad
y donde impera la necesidad
no hay verdaderamente libertad.
Por el contrario
en el ámbito del silencio,
cuando ha callado la necesidad
hay verdaderamente libertad.
Rumi-Mathnawi I
impera la necesidad
y donde impera la necesidad
no hay verdaderamente libertad.
Por el contrario
en el ámbito del silencio,
cuando ha callado la necesidad
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Rumi-Mathnawi I
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- Mensaje n°294
Re: Yalal ad-Din Muhammad Rumi (1207-1273)
EL MATHNAWI
LA HERMOSA SIRVIENTA
Erase una vez un sultán, dueño de la fe y del mundo. Habiendo salido de
caza, se alejó de su palacio y, en su camino, se cruzó con una joven
esclava. En un instante él mismo se convirtió en esclávo. Compró a aquella sirvienta y la condujo a su palacio para decorar su dormitorio con aquella belleza. Pero, enseguida, la sirvienta cayó enferma.
¡Siempre pasa lo mismo! Se encuentra la cántara, pero no hay agua. Y
cuando se encuentra agua, ¡la cántara está rota! Cuando se encuentra un asno, es imposible encontrar una silla. Cuando por fin se encuentra la silla, el asno ha sido devorado por el lobo.
El sultán reunió a todos sus médicos y les dijo:
"Estoy triste, sólo ella podrá poner remedio a mi pena. Aquel de vosotros que logre curar al alma de mi alma, podrá participar de mis tesoros."
Los médicos le respondieron:
"Te prometemos hacer lo necesario. Cada uno de nosotros es como el mesías de este mundo. Conocemos el bálsamo que conviene a las heridas del corazón."
Al decir esto, los médicos habían menospreciado la voluntad divina. Pues
olvidar decir "¡Insh Allah!" hace al hombre impotente. Los médicos
ensayaron numerosas terapias, pero ninguna fue eficaz. La hermosa sirvienta se desmejoraba cada día un poco más y las lágrimas del sultán se transformaban en arroyo.
Todos los remedios ensayados daban el resultado inverso del efecto
previsto.
El sultán, al comprobar la impotencia de sus médicos, se trasladóa la mezquita. Se prosternó ante el Mihrab e inundó el suelo con sus lágrimas. Dio gracias a Dios y le dijo:
"Tú has atendido siempre a mis necesidades y yo he cometido el error de dirigirme a alguien distinto a ti. ¡Perdóname!"
Esta sincera plegaria hizo desbordarse el océano de los favores divinos, y el sultán, con los ojos llenos de lágrimas, cayó en un profundo sueño.
En su sueño, vio a un anciano que le decía:
"¡Oh, sultán! ¡Tus ruegos han sido escuchados! Mañana recibirás la visita de un extranjero. Es un hombre justo y digno de confíanza. Es también un buen médico. Hay sabiduría en sus remedios y su sabiduría procede del poder de Dios."
Al despertar, el sultán se sintió colmado de alegría y se instaló en su
ventana para esperar el momento en el que se realizaría su sueño. Pronto vio llegar a un hombre deslumbrante como el sol en la sombra.
Era, desde luego, el rostro con el que había soñado. Acogió al extranjero como a un visir y dos océanos de amor se reunieron. El anfitrión y su huésped se hicieron amigos y el sultán dijo:
"Mi verdadera amada eras tú y no esta sirvienta. En este bajo mundo, hay que acometer una empresa para que se realice otra. ¡Soy tu servidor!"
Se abrazaron y el sultán añadió:
"¡La belleza de tu rostro es una respuesta a cualquier pregunta!"
Mientras le contaba su historia, acompañó al sabio anciano junto a la
sirvienta enferma.
El anciano observó su tez, le tomó el pulso y descubrió todos los síntomas de la enfermedad. Después, dijo:
"Los médicos que te han cuidado no han hecho sino agravar tu estado, pues no han estudiado tu corazón."
No tardó en descubrir la causa de la enfermedad, pero no dijo una palabra de ella. Los males del corazón son tan evidentes como los de la vesícula.
Cuando la leña arde, se percibe. Y nuestro médico comprendió rápidamente que no era el cuerpo de la sirvienta el afectado, sino su corazón.
Pero, cualquiera que sea el medio por el cual se intenta describir el
estado de un enamorado, se encuentra uno tan desprovisto de palabras como si fuera mudo. ¡Sí! Nuestra lengua es muy hábil en hacer comentarios, pero el amor sin comentarios es aún más hermoso. En su ambición por describir el
amor la razón se encuentra como un asno tendido cuan largo es sobre el lodo. Pues el testigo del sol es el mismo sol.
El sabio anciano pidió al sultán que hiciera salir a todos los ocupantes
del palacio, extraños o amigos.
"Quiero, dijo, que nadie pueda escuchar a las puertas, pues tengo unas
preguntas que hacer a la enferma."
La sirvienta y el anciano se quedaron, pues, solos en el palacio del
sultán. El anciano empezó entonces a interrogarla con mucha dulzura:
"¿De dónde vienes? Tú no debes ignorar que cada región tiene métodos
curativos propios. ¿Te quedan parientes en tu país? ¿Vecinos? ¿Gente a la que amas?"
Y, mientras le hacía preguntas sobre su pasado, seguía tomándole el
pulso.
Si alguien se ha clavado una espina en el pie lo apoya en su rodilla e
intenta sacársela por todos los medios. Si una espina en el pie causa tanto sufrimiento, ¡qué decir de una espina en el corazón! Si llega a clavarse una espina bajo la cola de un asno, éste se pone a rebuznar creyendo que sus voces van a quitarle la espina, cuando lo que hace falta es un hombre inteligente que lo alivie.
Así nuestro competente médico prestaba gran atención al pulso de la
enferma en cada una de las preguntas que le hacía. Le preguntó cuáles eran las ciudades en las que había estado al dejar su país, cuáles eran las personas con quienes vivía y comía. El pulso permaneció invariable hasta el momento en que mencionó la ciudad de Samarkanda.
Comprobó una repentina aceleración. Las mejillas de la enferma, que hasta entonces eran muy pálidas, empezaron a ruborizarse. La sirvienta le reveló entonces que la causa de sus tormentos era un joyero de Samarkanda que vivía en su barrio
cuando ella había estado en aquella ciudad.
El médico le dijo entonces:
"No te inquietes más, he comprendido la razón de tu enfermedad y tengo lo que necesitas para curarte. ¡Que tu corazón enfermo recobre la alegría!
Pero no reveles a nadie tu secreto, ni siquiera al sultán."
Después fue a reunirse con el sultán, le expuso la situación y le dijo:
"Es preciso que hagamos venir a esa persona, que la invites
personalmente. No hay duda de que estará encantado con tal invitación, sobre todo si le envías como regalo unos vestidos adornados con oro y plata."
El sultán se apresuró a enviar a algunos de sus servidores como
mensajeros ante el joyero de Samarkanda.
Cuando llegaron a su destino, fueron a ver al joyero y le dijeron:
"¡Oh, hombre de talento! ¡Tu nombre es célebre en todas partes! Y nuestro
sultán desea confiarte el puesto de joyero de su palacio. Te envía unos
vestidos, oro y plata. Si vienes, serás su protegido."
A la vista de los presentes que se le hacían, el joyero, sin sombra de
duda, tomó el camino del palacio con el corazón henchido de gozo. Dejó su país, abandonando a sus hijos, y a su familia, soñando con riquezas. Pero el ángel de la muerte le decía al oído:
"¡Vaya! ¿Crees acaso poder llevarte al más allá aquello con lo que
sueñas?"
A su llegada, el joyero fue presentado al sultán. Este lo honró mucho y
le confió la custodia de todos sus tesoros. El anciano médico pidió
entonces al sultán que uniera al joyero con la hermosa sirvienta para que el fuego de su nostalgia se apagase por el agua de la unión.
Durante seis meses, el joyero y la hermosa sirvienta vivieron en el
placer y en el gozo.
La enferma sanaba y se volvía cada vez más hermosa.
Un día, el médico preparó una cocción para que el joyero enfermase. Y,
bajo el efecto de su enfermedad, este último perdió toda su belleza. Sus mejillas palidecieron y el corazón de la hermosa sirvienta se enfrió en su relación con él. Su amor por él disminuyó así hasta desaparecer
completamente.
Cuando el amor depende de los colores o de los perfumes, no es amor es una vergüenza. Sus más hermosas plumas, para el pavo real, son enemigas. El zorro que va desprevenido pierde la vida a causa de su cola. El elefante pierde la suya por un poco de marfil.
El joyero decía:
"Un cazador ha hecho correr mi sangre, como si yo fuese una gacela y él quisiera apoderarse de mi almizcle. Que el que ha hecho eso no crea que no me vengaré."
Rindió el alma y la sirvienta quedó libre de los tormentos del amor. Pero
el amor a lo efímero no es amor.
LA HERMOSA SIRVIENTA
Erase una vez un sultán, dueño de la fe y del mundo. Habiendo salido de
caza, se alejó de su palacio y, en su camino, se cruzó con una joven
esclava. En un instante él mismo se convirtió en esclávo. Compró a aquella sirvienta y la condujo a su palacio para decorar su dormitorio con aquella belleza. Pero, enseguida, la sirvienta cayó enferma.
¡Siempre pasa lo mismo! Se encuentra la cántara, pero no hay agua. Y
cuando se encuentra agua, ¡la cántara está rota! Cuando se encuentra un asno, es imposible encontrar una silla. Cuando por fin se encuentra la silla, el asno ha sido devorado por el lobo.
El sultán reunió a todos sus médicos y les dijo:
"Estoy triste, sólo ella podrá poner remedio a mi pena. Aquel de vosotros que logre curar al alma de mi alma, podrá participar de mis tesoros."
Los médicos le respondieron:
"Te prometemos hacer lo necesario. Cada uno de nosotros es como el mesías de este mundo. Conocemos el bálsamo que conviene a las heridas del corazón."
Al decir esto, los médicos habían menospreciado la voluntad divina. Pues
olvidar decir "¡Insh Allah!" hace al hombre impotente. Los médicos
ensayaron numerosas terapias, pero ninguna fue eficaz. La hermosa sirvienta se desmejoraba cada día un poco más y las lágrimas del sultán se transformaban en arroyo.
Todos los remedios ensayados daban el resultado inverso del efecto
previsto.
El sultán, al comprobar la impotencia de sus médicos, se trasladóa la mezquita. Se prosternó ante el Mihrab e inundó el suelo con sus lágrimas. Dio gracias a Dios y le dijo:
"Tú has atendido siempre a mis necesidades y yo he cometido el error de dirigirme a alguien distinto a ti. ¡Perdóname!"
Esta sincera plegaria hizo desbordarse el océano de los favores divinos, y el sultán, con los ojos llenos de lágrimas, cayó en un profundo sueño.
En su sueño, vio a un anciano que le decía:
"¡Oh, sultán! ¡Tus ruegos han sido escuchados! Mañana recibirás la visita de un extranjero. Es un hombre justo y digno de confíanza. Es también un buen médico. Hay sabiduría en sus remedios y su sabiduría procede del poder de Dios."
Al despertar, el sultán se sintió colmado de alegría y se instaló en su
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Era, desde luego, el rostro con el que había soñado. Acogió al extranjero como a un visir y dos océanos de amor se reunieron. El anfitrión y su huésped se hicieron amigos y el sultán dijo:
"Mi verdadera amada eras tú y no esta sirvienta. En este bajo mundo, hay que acometer una empresa para que se realice otra. ¡Soy tu servidor!"
Se abrazaron y el sultán añadió:
"¡La belleza de tu rostro es una respuesta a cualquier pregunta!"
Mientras le contaba su historia, acompañó al sabio anciano junto a la
sirvienta enferma.
El anciano observó su tez, le tomó el pulso y descubrió todos los síntomas de la enfermedad. Después, dijo:
"Los médicos que te han cuidado no han hecho sino agravar tu estado, pues no han estudiado tu corazón."
No tardó en descubrir la causa de la enfermedad, pero no dijo una palabra de ella. Los males del corazón son tan evidentes como los de la vesícula.
Cuando la leña arde, se percibe. Y nuestro médico comprendió rápidamente que no era el cuerpo de la sirvienta el afectado, sino su corazón.
Pero, cualquiera que sea el medio por el cual se intenta describir el
estado de un enamorado, se encuentra uno tan desprovisto de palabras como si fuera mudo. ¡Sí! Nuestra lengua es muy hábil en hacer comentarios, pero el amor sin comentarios es aún más hermoso. En su ambición por describir el
amor la razón se encuentra como un asno tendido cuan largo es sobre el lodo. Pues el testigo del sol es el mismo sol.
El sabio anciano pidió al sultán que hiciera salir a todos los ocupantes
del palacio, extraños o amigos.
"Quiero, dijo, que nadie pueda escuchar a las puertas, pues tengo unas
preguntas que hacer a la enferma."
La sirvienta y el anciano se quedaron, pues, solos en el palacio del
sultán. El anciano empezó entonces a interrogarla con mucha dulzura:
"¿De dónde vienes? Tú no debes ignorar que cada región tiene métodos
curativos propios. ¿Te quedan parientes en tu país? ¿Vecinos? ¿Gente a la que amas?"
Y, mientras le hacía preguntas sobre su pasado, seguía tomándole el
pulso.
Si alguien se ha clavado una espina en el pie lo apoya en su rodilla e
intenta sacársela por todos los medios. Si una espina en el pie causa tanto sufrimiento, ¡qué decir de una espina en el corazón! Si llega a clavarse una espina bajo la cola de un asno, éste se pone a rebuznar creyendo que sus voces van a quitarle la espina, cuando lo que hace falta es un hombre inteligente que lo alivie.
Así nuestro competente médico prestaba gran atención al pulso de la
enferma en cada una de las preguntas que le hacía. Le preguntó cuáles eran las ciudades en las que había estado al dejar su país, cuáles eran las personas con quienes vivía y comía. El pulso permaneció invariable hasta el momento en que mencionó la ciudad de Samarkanda.
Comprobó una repentina aceleración. Las mejillas de la enferma, que hasta entonces eran muy pálidas, empezaron a ruborizarse. La sirvienta le reveló entonces que la causa de sus tormentos era un joyero de Samarkanda que vivía en su barrio
cuando ella había estado en aquella ciudad.
El médico le dijo entonces:
"No te inquietes más, he comprendido la razón de tu enfermedad y tengo lo que necesitas para curarte. ¡Que tu corazón enfermo recobre la alegría!
Pero no reveles a nadie tu secreto, ni siquiera al sultán."
Después fue a reunirse con el sultán, le expuso la situación y le dijo:
"Es preciso que hagamos venir a esa persona, que la invites
personalmente. No hay duda de que estará encantado con tal invitación, sobre todo si le envías como regalo unos vestidos adornados con oro y plata."
El sultán se apresuró a enviar a algunos de sus servidores como
mensajeros ante el joyero de Samarkanda.
Cuando llegaron a su destino, fueron a ver al joyero y le dijeron:
"¡Oh, hombre de talento! ¡Tu nombre es célebre en todas partes! Y nuestro
sultán desea confiarte el puesto de joyero de su palacio. Te envía unos
vestidos, oro y plata. Si vienes, serás su protegido."
A la vista de los presentes que se le hacían, el joyero, sin sombra de
duda, tomó el camino del palacio con el corazón henchido de gozo. Dejó su país, abandonando a sus hijos, y a su familia, soñando con riquezas. Pero el ángel de la muerte le decía al oído:
"¡Vaya! ¿Crees acaso poder llevarte al más allá aquello con lo que
sueñas?"
A su llegada, el joyero fue presentado al sultán. Este lo honró mucho y
le confió la custodia de todos sus tesoros. El anciano médico pidió
entonces al sultán que uniera al joyero con la hermosa sirvienta para que el fuego de su nostalgia se apagase por el agua de la unión.
Durante seis meses, el joyero y la hermosa sirvienta vivieron en el
placer y en el gozo.
La enferma sanaba y se volvía cada vez más hermosa.
Un día, el médico preparó una cocción para que el joyero enfermase. Y,
bajo el efecto de su enfermedad, este último perdió toda su belleza. Sus mejillas palidecieron y el corazón de la hermosa sirvienta se enfrió en su relación con él. Su amor por él disminuyó así hasta desaparecer
completamente.
Cuando el amor depende de los colores o de los perfumes, no es amor es una vergüenza. Sus más hermosas plumas, para el pavo real, son enemigas. El zorro que va desprevenido pierde la vida a causa de su cola. El elefante pierde la suya por un poco de marfil.
El joyero decía:
"Un cazador ha hecho correr mi sangre, como si yo fuese una gacela y él quisiera apoderarse de mi almizcle. Que el que ha hecho eso no crea que no me vengaré."
Rindió el alma y la sirvienta quedó libre de los tormentos del amor. Pero
el amor a lo efímero no es amor.
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Re: Yalal ad-Din Muhammad Rumi (1207-1273)
En sus ojos está el camino. Desde su ojo comprendí mi imagen. Su ojo dijo: “Yo soy tú y tú eres yo, en perfecta unidad”.
La visión de mí mismo y del camino, desde el asentamiento en “Eso que es”, diluye toda duda de que con Él me mueva en un mundo de ilusión creado por mí.
No intentes refrenar la duda que te quede con la creencia; dilúyela asentándote en la visión desde fuera de ti, desde sus ojos. Su ojo da testimonio de la unidad, del “yo soy tú y tú eres yo”.
Si ves tu imagen en los ojos de otro que no sea Yo, dice “el que es”, has de saber que eso que ves es un fantasma y un réprobo, pues pone en sus ojos el colirio de la no existencia como si fuera existencia, y bebes el vino de las ilusiones que fabrica Satán.
No te mires en otros ojos que no sean los de Él, porque lo que verás en esos ojos de quien no sea uno con Él, será la no existencia como si fuera existencia.
La imagen que esos otros ojos, que no son de Él, relejarán de ti, serán la imagen del réprobo.
La visión de mí mismo y del camino, desde el asentamiento en “Eso que es”, diluye toda duda de que con Él me mueva en un mundo de ilusión creado por mí.
No intentes refrenar la duda que te quede con la creencia; dilúyela asentándote en la visión desde fuera de ti, desde sus ojos. Su ojo da testimonio de la unidad, del “yo soy tú y tú eres yo”.
Si ves tu imagen en los ojos de otro que no sea Yo, dice “el que es”, has de saber que eso que ves es un fantasma y un réprobo, pues pone en sus ojos el colirio de la no existencia como si fuera existencia, y bebes el vino de las ilusiones que fabrica Satán.
No te mires en otros ojos que no sean los de Él, porque lo que verás en esos ojos de quien no sea uno con Él, será la no existencia como si fuera existencia.
La imagen que esos otros ojos, que no son de Él, relejarán de ti, serán la imagen del réprobo.
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Re: Yalal ad-Din Muhammad Rumi (1207-1273)
EL MOSQUITO
Tú te pareces a un mosquito que se cree alguien importante. Al ver una
brizna de paja flotando en una charca de orina de asno, levanta la cabeza y
se dice:
"Hace ya mucho tiempo que sueño con el océano y con un barco. ¡Aquí
están!"
Esta charca de agua sucia le parece profunda y sin límites, pues su
universo tiene la estatura de sus ojos. Tales ojos sólo ven océanos
semejantes. De repente, el viento desplaza levemente la brizna de paja y
nuestro mosquito exclama:
"¡Qué gran capitán soy!"
Si el mosquito conociese sus límites, sería semejante al halcón. Pero los
mosquitos no tienen la mirada del halcón.
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"Ser como un verso volando
o un ciego soñando
y en ese vuelo y en ese sueño
compartir contigo sol y luna,
siendo guardián en tu cielo
y tren de tus ilusiones."
(Hánjel)
o un ciego soñando
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- Mensaje n°297
Re: Yalal ad-Din Muhammad Rumi (1207-1273)
LAS AVES
El profeta Salomón tenía como servidoras a todas las aves. Como entendía
su lenguaje, se habían hecho buenos amigos. Existen así Indios y Turcos que
se hacen buenos amigos, aunque hablen lenguas diferentes. También existen
Turcos que hablan la misma lengua y llegan a ser extraños entre sí. La que
importa es la lengua del corazón y más vale ponerse de acuerdo por esa
lengua que por la palabra.
Así, pues, todás las aves se pusieron un día a enumerar sus virtudes y su
ciencia ante el profeta. No actuaban así por presunción, sino sólo para
presentarse a él pues un servidor hace valer ante su amo las cualidades que
puede poner a su servicio. Cuando un esclavo está descontento de su
comprador, finge estar enfermo.
Al llegar el turno a la abubilla se presentó ella en estos términos:
"Yo, mirando desde lo alto del cielo, puedo adivinar la situación de los
arroyos subterráneos. Puedo precisar el color de esta agua y la importancia
de su caudal. Tal facultad puede ser preciosa para tu ejército. ¡Oh,
sultán, concédeme tus favores!" Salomón dijo entonces:
"¡Oh, amiga! Es cierto que el agua es importante para mis soldados.
¡Quedarás, pues, encargada de proveer de agua a mi ejército!"
El cuervo, que estaba celoso de la abubilla, tomó entonces la palabra:
"¡Es vergonzoso sostener semejante extravagancia ante el sultán! Si la
abubilla tuviese realmente el don que pretende tener, vería entonces las
trampas que los hombres le tienden en el suelo.
Pero no sucede eso y más de una abubilla ha ido a parar a las jaulas que
los hombres fabrican para ellas."
Salomón se volvió hacia la abubilla:
"Es verdad, ¡oh, abubilla! Estas palabras pueden aplicársete. ¿Por qué te
atreves a mentir en mi presencia?"
La abubilla respondió:
"¡Oh, sultán! ¡No me avergüences! No escuches las palabras de mis
enemigos. Si he mentido, córtame entonces la cabeza con tu espada. El
cuervo es el que niega el destino. Cuando las circunstancias no enturbian
el ojo de mi inteligencia, veo muy bien las trampas que se me tienden.
Pero, a veces, algún incidente viene a adormecer la ciencia y la
inteligencia. Oscurece incluso el sol y la luna."
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y en ese vuelo y en ese sueño
compartir contigo sol y luna,
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- Mensaje n°298
Re: Yalal ad-Din Muhammad Rumi (1207-1273)
LA JAULA
Un comerciante poseía un loro lleno de cualidades. Un día decidió viajar
a la India y preguntó a todos qué regalo querían que les trajese del viaje.
Cuando hizo esta pregunta al loro, éste respondió:
"En la India hay muchos loros. Ve a verlos por mí. Descríbeles mi
situación, esta jaula. Diles: "Mi loro piensa en vosotros, lleno de
nostalgia. Os saluda. ¿Es justo que él esté prisionero mientras que
vosotros voláis en este jardín de rosas? Os pide que penséis en él cuando
revoloteáis, alegres, entre las flores"."
Al llegar a la India, el comerciante fue a un lugar en el que había
loros. Pero, cuando les transmitía los saludos de su propio loro, uno de
los pájaros cayó a tierra, sin vida. El comerciante quedó muy asombrado y
se dijo:
"Esto es muy extraño. He causado la muerte de un loro. No habría debido
transmitir este mensaje."
Después, cuando hubo terminado sus compras, volvió a su casa, con el
corazón lleno de alegría. Distribuyó los regalos prometidos a sus
servidores y a sus mujeres. El loro le pidió:
"Cuéntame lo que has visto para que yo también me alegre."
A estas palabras, el comerciante se puso a lamentarse y a expresar su
pena.
"Dime lo que ha pasado, insistió el ave. ¿Cuál es la causa de tu pesar?"
El comerciante respondió:
"Cuando transmití tus palabras a tus amigos, uno de ellos cayó al suelo,
sin vida. Por eso estoy triste."
En aquel instante, el loro del comerciante cayó inanimado, también él, en
su jaula. El comerciante, lleno de tristeza, exclamó:
"¡Oh, loro mío de suave lenguaje! ¡Oh, amigo mío! ¿Qué ha sucedido? Eras
un ave tal que ni Salomón había conocido nunca una semejante. ¡He perdido
mi tesoro!"
Tras un largo llanto, el comerciante abrió la jaula y lanzó al loro por
la ventana. Inmediatamente, éste salió volando y fue a posarse en la rama
de un árbol. El comerciante, aún más asombrado, le dijo:
"¡Explícame lo que pasa!"
El loro respondió:
"Ese loro que viste en la India me ha explicado el medio de salir de la
prisión. Con su ejemplo me ha dado un consejo. Ha querido decirme: "Estás
prisionero porque hablas. Hazte, pues, el muerto" ¡Adiós, oh amo mío! Ahora
me voy. También tú, un día, llegarás a tu patria."
El comerciante le dijo:
"¡Dios te salve! También tú me has guiado. Esta aventura me basta pues mi
espíritu y mi alma han sacado partido de estos acontecimientos."
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- Mensaje n°299
Re: Yalal ad-Din Muhammad Rumi (1207-1273)
EL VIEJO MUSICO
En tiempos del califa Omar, había un viejo músico que amenizaba las
reuniones de hombres de buen gusto. Con su hermosa voz, incluso al ruiseñor
embriagaba.
Pero pasaba el tiempo y el halcón de su alma se transformaba en mosquito.
Su espalda se curvaba como la pared de una cántara. Su voz, que en otros
tiempos acariciaba las almas, empezaba a arañarlas y a aburrir a todo el
mundo. ¿Hay en esta tierra alguna mujer hermosa que no haya sufrido al
deteriorarse su belleza? ¿Hay algún techo que no haya terminado por venirse
abajo
?Así cayó nuestro hombre en la penuria y hasta el pan llegó a faltarle.
Un día, dijo:
"¡Oh, Señor! Me has concedido una larga vida y me has colmado de tus
favores. Durante setenta años, no he dejado de rebelarme contra ti, pero tú
siempre me has ofrecido con qué subsistir. Hoy, ya no gano nada y soy
huésped tuyo. Por tanto, cantaré y lloraré por ti."
Tomó el camino del cementerio. Allí tocó el laúd y cantó, vertiendo
amargas lágrimas. Luego, el sueño se apoderó de él y, tomando su
instrumento como almohada, se durmió. Su cuerpo quedó liberado de las
vicisitudes de este mundo. Era tan feliz en su sueño que se decía:
"¡Ah! ¡Si pudiera quedarme aquí eternamente!"
Pues bien, en aquel mismo instante, el sueño se apoderó también de Omar,
el califa del Islam, que se dijo:
"No es desde luego hora de dormir, pero acaso haya una razón para esto."
Entonces, una voz de lo Desconocido se dirigió a él y le dijo:
"¡Oh, Omar! ¡Ve a socorrer a uno de mis servidores! Ese pobre está en
este momento en el cementerio. Ve a darle setecientos dinares. Y dile que
recobre el reposo del corazón. Ruégale que acepte esta suma y que vuelva a
verte cuando se haya agotado."
Al despertar, Omar puso la suma indicada en una bolsa y se trasladó al
cementerio. Al no encontrar allí sino a un anciano dormido, se dijo:
"Dios me ha hablado de un hombre puro, de un elegido. No puede ser este
viejo músico."
Y como un león cazando, dio varias veces la vuelta al cementerio. Viendo
que no había nadie, aparte el anciano, se dijo:
"Hay corazones iluminados en los más olvidados rincones."
Se acercó al músico y tosió para despertarlo.
El músico, al ver ante él al califa del Islam, quedó atemorizado y se
puso a temblar pero Omar le dijo:
"¡Oh, anciano! No tengas miedo. Te traigo una buena noticia de parte de
Dios. El te ha considerado digno de sus favores. Aquí hay algún dinero.
Gástalo y vuelve a verme."
A estas palabras, el anciano se puso a llorar y, tirando su instrumento
al suelo, lo rompió diciendo:
"¡Tú eras el velo entre Dios y yo!"
Omar le dijo:
"Son tus lágrimas las que te han despertado. Es bueno recordar el pasado.
Pero para ti, en adelante, el pasado y el futuro son velos. Tú te has
arrepentido de tu pasado y debes ahora arrepentirte de tu arrepentimiento."
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- Mensaje n°300
Re: Yalal ad-Din Muhammad Rumi (1207-1273)
LA QUEJA
Un día, la mujer de un pobre beduino dijo agriamente a su marido:
"padecemos sin cesar pobreza y necesidad. La pena es nuestro legado,
mientras que el placer es el de los demás. No tenemos agua, sino sólo
lágrimas. La luz del sol es nuestro único vestido y el cielo nos sirve de
edredón. A veces llego a tomar la luna llena por un trozo de pan. Incluso
los pobres se avergüenzan ante nuestra pobreza. Cuando tenemos invitados,
siento deseos de robarles sus vestidos mientras duermen."
Su marido le respondió:
"¿Hasta cuándo vas a seguir quejándote? Ya ha pasado más de la mitad de
tu vida. La gente sensata no se preocupa de la necesidad ni de la riqueza,
pues ambas pasan como el río. En este universo, hay muchas criaturas que
viven sin preocuparse por su subsistencia. El mosquito, como el elefante,
forman parte de la familia de Dios. Todo eso no es más que preocupación
inútil. Eres mi mujer y una pareja debe estar conjuntada. Puesto que yo
estoy satisfecho, ¿por qué estás tú tan quejosa?"
La mujer se puso a gritar:
"¡Oh, tú, que pretendes ser honrado! Tus idioteces ya no me impresionan.
No eres más que pretensión. ¿Vas a seguir mucho tiempo profiriendo tales
insensateces? Mírate: la pretensión es algo feo, pero en un pobre es aún
peor. Tu casa parece una tela de araña. Mientras sigas cazando mosquitos en
la tela de tu pobreza, nunca serás admitido cerca del sultán y de los
beyes."
El hombre replicó:
"Los bienes son como un sombrero en la cabeza. Sólo los calvos lo
necesitan. ¡Pero los que tienen un hermoso pelo rizado pueden muy bien
prescindir de él!"
Viendo que su marido se encolerizaba, la mujer se puso a llorar, pues las
lágrimas son las mejores redes femeninas. Empezó a hablarle con modestia:
"Yo no soy tu mujer; no soy más que la tierra bajo tus pies. Todo lo que
tengo, es decir, mi alma y mi cuerpo, todo te pertenece. Si he perdido la
paciencia sobre nuestra pobreza, si me lamento, no creas que es por mí. ¡Es
por ti!¦¦
Aunque, aparentemente, los hombres vencen a las mujeres, en realidad, son
ellos, sin duda alguna, los vencidos. Es como con el agua y el fuego, pues
el fuego acaba siempre por evaporar el agua."
Al oír estas palabras, el marido se excusó ante su mujer y dijo:
"Renuncio a contradecirte. Dime qué quieres."
La mujer le dijo:
"Acaba de amanecer un nuevo sol. Es el califa de la ciudad de Bagdad.
Gracias a él, esta ciudad se ha convertido en un lugar primáveral. Si
llegaras hasta él, es posible que, también tú, te convirtieras en sultán."
El beduino exclamó:
"pero ¿con qué pretexto podría yo presentarme ante el califa? ¡No puede
hacerse una obra de arte sin herramientas!"
Su mujer le dijo:
"Sabe que las herramientas son signo de presunción. En esto, sólo
necesitas tu modestia."
El beduino dijo:
"Necesito algo para atestiguar mi pobreza, pues las palabras no bastan."
La mujer:
"Aquí tienes una cántara llena con agua del pozo. Es todo nuestro tesoro.
Tómala y ve a ofrecerla al sultán, y dile que no posees otra cosa. Dile
además que puede recibir muchos regalos, pero que esta agua, por su pureza,
le reconfortará el alma."
El beduino quedó seducido por esta idea:
"¡Un regalo así, ningún otro puede ofrecerlo!"
Su mujer que no conocía la ciudad, ignoraba que el Tíber pasaba ante el
palacio del sultán. El beduino dijo a su mujer:
"¡Tapa esta cántara para que el sultán rompa su ayuno con esta agua!"
Y acompañado por las plegarias de su mujer, el hombre llegó sano y salvo
a la ciudad del califa. Vio a muchos indigentes que recibían los favores
del sultán. Se presentó en el palacio. Los servidores del sultán le
preguntaron si había tenido un buen viaje y el beduino explicó que era muy
pobre y que había hecho aquel viaje con la esperanza de obtener los favores
del sultán. Lo admitieron, pues, en la corte del califa y llevó la cántara
ante este último.
Cuando lo hubo escuchado, el califa ordenó que llenasen de oro su
cántara. Hizo que le entregaran preciosos vestidos. Después pidió a un
servidor suyo que lo condujese a la orilla del Tíber y lo embarcase en un
navío.
"Este hombre, dijo, ha viajado por la ruta del desierto. Por el río, el
camino de vuelta será más corto."
Pues, aun cuando poseía un océano, el sultán aceptó unas gotas de agua
para transformarlas en oro.
El que advierte un arroyuelo del océano de la verdad, debe primero romper
su cántara.
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