RECUERDOS DE PARIS (CRÓNICAS DE VIAJES)
MI MENSAJE AL COMENZAR LOS OCHENTA.
Como Introducción:
Petit Monologue pensando en Gabriel Garcia Márquez
A los hombres le probaría cuan equivocados están,
al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen,
sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse.
A los viejos les enseñaría que la muerte no llega
con la vejez, sino, con el olvido.
GABRIEL GARCÍA MARQUEZ.
Pensé en tantas cosas cuando hoy recorrí Paris en mi memoria. Llevo en mi retina, la carta que nos deja a sus amigos el insigne escritor Gabriel García Marquez.
Escuchaba de fondo a Edith Piaf y Aznavour y porqué no decirlo, a mi mismo, cuando me han dicho tantas cosas a raíz de que en mi vida me he enamorado tantas veces. Cuando pasaba el Pont Neuf y entraba a l”ile de la Cité, tomado de la mano de esa Eleni inolvidable, ó cuando hoy caminando por las calles de Vitacura en Santiago, tomado de la mano de Carmen, escucho a lo lejos las voces de mis hijas, que me dicen, papá, estás mal,
porqué tanto enamorarse, no está bien, tienes que pensar en vivir de otra forma,,…a tus años,…esas palabras las he escuchado parafrasear desde que tenía sesenta y tantos años. Hoy, después de cumplir los ochenta, de haber enviudado dos veces, tomo la mano de Carmen y cruzo las avenidas y escucho esas voces que me repiten lo mismo. Y pienso en las palabras de Gabriel García Marquez y medito en cuanta razón tiene al decir lo que dice. Y pienso en la belleza de sentirse joven, en la belleza de llevar en mis manos, ese amor, igual que lo sentí a los quince años.
Tantas veces que les he pedido a quienes me critican de esa forma, que me pregunten primero antes de decirme lo inevitable….¿eres feliz Ernesto? pero me he quedado siempre esperando esa pregunta que nadie me la ha hecho, salvo yo, a mi mismo, o a Carmen, mirándonos de reojos, pensando en el mañana. Cuanto hubiera dado el que alguna de mis tres hijas se hubiesen preocupado de hacerme esa pregunta. ¿para qué pensarlo? mejor seguir la vereda en la que caminamos hacia adelante buscando la vida nuestra, esa que es tan nuestra, a la que nadie pareciera tiene acceso.
Y miro a quienes me dicen y piensan en forma tan equivocada, que estoy mal, que debo retroceder, repensarme, arrepentirme, como si la edad no fuera algo a la que llegaremos todos un día, inevitablemente, ojalá que nadie les haga esa pregunta, porque somos un árbol con ramajes frondosos, bajo cuya sombra esta diseminada la felicidad. Y a veces me siento triste por esa incomprensión, pero a la vez, me siento feliz y completo en mi interior, porque el amor es algo hermoso, bueno, enriquecedor, noble, y pretendo seguir caminando bajo estos propios designios, con la cabeza en alto,
con la mirada fija en el futuro, que es mío, ahora digo, nuestro,
pues llevo en mi mano otros dedos que se aprietan a los mios con esa palabra santa: Amor. O el abrazo trenzado en amor.
¿Por qué las rosas rojas se han puesto tan rojas, casi negras adentro del jardín de amor que he cultivado por décadas ?
Y mirando por la ventana la noche Parisina, evoqué:
“- Un soir passant le long des quais deserts en rentrant á
Auteuil j entendis une voix
Qui chantait gravement se atisant quelquefois
Pour que parvint aussi sur le bords de la Seine
La plainte d autres voix impides et lontaines.
< jecoutai longtemps tous ces chants et ces cris
Que »eveillait dans la nuit le chanson de Paris.>
(Apollinaire, ,
Alcools, 1913.)
Es que Paris es una ciudad especial. Acumula lugares y nombres que nos son famosos al releerlos. Así, cuando entramos a la Place de la Concorde, mirando esos faroles que comienzan a encenderse a las 7 de la tarde, entre rejas de fierros forjados y doradas volutas, emerge la voz de Victor Hugo, (les royons et les Ombres, 1840).:
la grande nation dans la grade cité
vint voir passer en pompe une douce beauté !...
Louis seize, le jour de sa noce royale,
avait dejá le pied sur la place fatale,
Oú, formé lentement au souffle du Trés-Haut,
Comme un grain dans le sol, germait son échafaud !>
Hoy esa plaza luce ruidosa al paso de miles de automóviles que pasan ruidosos evocando al ayer, con otros hechos narrados allí mismo, tan diferentes, tan sentidos remeciendo la historia y nuestra caparazón de mirones y andadores por sitios maravillosos. Lo que se evocó en esos momentos, valen lo que dicen esos instantes y cambian de percepción con el paso de los años. Por eso, cuando caminamos por estas calles empedradas milenarias, y nos fijamos en algún detalle minúsculo, pero hermoso en ese minuto lo que anotamos queda como algo especial irrepetible. Y lo llamamos después , el paso del tiempo, el transcurrir, para no caer que el tiempo existe.
Evocar, caminando por Santiago, algún hecho importante, como esos que narramos en París, es muy difícil. Salvo que ese lugar nos traiga recuerdos o alguna anécdota que se nos quedó en la memoria para siempre. Nosotros los sudamericanos, especialmente los chilenos, evocamos muy poco algún suceso. Y pienso en el por qué. ¿será que nos falta cariño por lo nuestro o es cierto que vivimos en una isla desierta? ¿o estamos tan absortos en nosotros mismos, con nuestros eternos e irresolutos problemas? no sé, me quedo mirando al aire y no me respondo, evocando falta de imaginería.
Una excepción a esa falta de recuerdos es el Parque Forestal, por donde caminamos todos los que estudiamos arte, convirtiendo ese paseo, en un pasillo de tardes conversadas antre muchos poetas y pintores. Este parque lleno de bancas o asientos memorables, donde también besamos a muchas amigas queridísimas. Claro que esta es una excepción. Además es el barrio donde vivió mi madre en sus ultimos años, en cuya casa me albergué después que me separe de mi primera esposa. Se puede hablar de un barrio bohemio y a la vez elegante. Tiene algo Parisino.
Y evocando a ciudades llenas de recuerdos, queda en primer lugar mi Buenos Aires querido- Lo sigue Madrid y su avenida de los Recoletos. Y para que decir Barcelona, con su barrio Gótico y su Rambla tan concurrida. Hamburgo en cuya avenida principal Mönckeberg transitamos tantas veces. O la torre Mint en Amsterdam o el monumento a la madre en Copenhagen.
Pero que diablos, París es la cité du coeur. Siempre regresamos a ella, entre tantos poetas, en donde el surrealismo creció y se convirtió casi en religión.
Y caminando entre evocaciones, emanadas de ese tirón de orejas de mis hijas y tambien de algunos familiares, sigo dándole la razón a Gabriel García Marquez, en eso que el hombre no debe dejar de amar nunca si no quiere dejar de ser joven. Abandonar el amor, es dejar el alma sola a un lado. Pretender vivir en soledad es echarse la vejez al hombro, abandonar la vida, suicidarse mentalmente, abandonarse a la orilla del camino, en donde nadie te tenderá la mano. A veces pienso, que hay mucha gente que te desea ver solo, no sé por qué motivo, pero hay gente de ésa mentalidad.
Mientras el hombre esté acompañado de su dos, todo será luz, y nacerá junto a él, la inspiración del arte, las ganas de vivir.Es necesaria la complementación. Llámese amor o como quiera expresarse.
MI MENSAJE AL COMENZAR LOS OCHENTA.
Como Introducción:
Petit Monologue pensando en Gabriel Garcia Márquez
A los hombres le probaría cuan equivocados están,
al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen,
sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse.
A los viejos les enseñaría que la muerte no llega
con la vejez, sino, con el olvido.
GABRIEL GARCÍA MARQUEZ.
Pensé en tantas cosas cuando hoy recorrí Paris en mi memoria. Llevo en mi retina, la carta que nos deja a sus amigos el insigne escritor Gabriel García Marquez.
Escuchaba de fondo a Edith Piaf y Aznavour y porqué no decirlo, a mi mismo, cuando me han dicho tantas cosas a raíz de que en mi vida me he enamorado tantas veces. Cuando pasaba el Pont Neuf y entraba a l”ile de la Cité, tomado de la mano de esa Eleni inolvidable, ó cuando hoy caminando por las calles de Vitacura en Santiago, tomado de la mano de Carmen, escucho a lo lejos las voces de mis hijas, que me dicen, papá, estás mal,
porqué tanto enamorarse, no está bien, tienes que pensar en vivir de otra forma,,…a tus años,…esas palabras las he escuchado parafrasear desde que tenía sesenta y tantos años. Hoy, después de cumplir los ochenta, de haber enviudado dos veces, tomo la mano de Carmen y cruzo las avenidas y escucho esas voces que me repiten lo mismo. Y pienso en las palabras de Gabriel García Marquez y medito en cuanta razón tiene al decir lo que dice. Y pienso en la belleza de sentirse joven, en la belleza de llevar en mis manos, ese amor, igual que lo sentí a los quince años.
Tantas veces que les he pedido a quienes me critican de esa forma, que me pregunten primero antes de decirme lo inevitable….¿eres feliz Ernesto? pero me he quedado siempre esperando esa pregunta que nadie me la ha hecho, salvo yo, a mi mismo, o a Carmen, mirándonos de reojos, pensando en el mañana. Cuanto hubiera dado el que alguna de mis tres hijas se hubiesen preocupado de hacerme esa pregunta. ¿para qué pensarlo? mejor seguir la vereda en la que caminamos hacia adelante buscando la vida nuestra, esa que es tan nuestra, a la que nadie pareciera tiene acceso.
Y miro a quienes me dicen y piensan en forma tan equivocada, que estoy mal, que debo retroceder, repensarme, arrepentirme, como si la edad no fuera algo a la que llegaremos todos un día, inevitablemente, ojalá que nadie les haga esa pregunta, porque somos un árbol con ramajes frondosos, bajo cuya sombra esta diseminada la felicidad. Y a veces me siento triste por esa incomprensión, pero a la vez, me siento feliz y completo en mi interior, porque el amor es algo hermoso, bueno, enriquecedor, noble, y pretendo seguir caminando bajo estos propios designios, con la cabeza en alto,
con la mirada fija en el futuro, que es mío, ahora digo, nuestro,
pues llevo en mi mano otros dedos que se aprietan a los mios con esa palabra santa: Amor. O el abrazo trenzado en amor.
¿Por qué las rosas rojas se han puesto tan rojas, casi negras adentro del jardín de amor que he cultivado por décadas ?
Y mirando por la ventana la noche Parisina, evoqué:
“- Un soir passant le long des quais deserts en rentrant á
Auteuil j entendis une voix
Qui chantait gravement se atisant quelquefois
Pour que parvint aussi sur le bords de la Seine
La plainte d autres voix impides et lontaines.
< jecoutai longtemps tous ces chants et ces cris
Que »eveillait dans la nuit le chanson de Paris.>
(Apollinaire, ,
Alcools, 1913.)
Es que Paris es una ciudad especial. Acumula lugares y nombres que nos son famosos al releerlos. Así, cuando entramos a la Place de la Concorde, mirando esos faroles que comienzan a encenderse a las 7 de la tarde, entre rejas de fierros forjados y doradas volutas, emerge la voz de Victor Hugo, (les royons et les Ombres, 1840).:
la grande nation dans la grade cité
vint voir passer en pompe une douce beauté !...
Louis seize, le jour de sa noce royale,
avait dejá le pied sur la place fatale,
Oú, formé lentement au souffle du Trés-Haut,
Comme un grain dans le sol, germait son échafaud !>
Hoy esa plaza luce ruidosa al paso de miles de automóviles que pasan ruidosos evocando al ayer, con otros hechos narrados allí mismo, tan diferentes, tan sentidos remeciendo la historia y nuestra caparazón de mirones y andadores por sitios maravillosos. Lo que se evocó en esos momentos, valen lo que dicen esos instantes y cambian de percepción con el paso de los años. Por eso, cuando caminamos por estas calles empedradas milenarias, y nos fijamos en algún detalle minúsculo, pero hermoso en ese minuto lo que anotamos queda como algo especial irrepetible. Y lo llamamos después , el paso del tiempo, el transcurrir, para no caer que el tiempo existe.
Evocar, caminando por Santiago, algún hecho importante, como esos que narramos en París, es muy difícil. Salvo que ese lugar nos traiga recuerdos o alguna anécdota que se nos quedó en la memoria para siempre. Nosotros los sudamericanos, especialmente los chilenos, evocamos muy poco algún suceso. Y pienso en el por qué. ¿será que nos falta cariño por lo nuestro o es cierto que vivimos en una isla desierta? ¿o estamos tan absortos en nosotros mismos, con nuestros eternos e irresolutos problemas? no sé, me quedo mirando al aire y no me respondo, evocando falta de imaginería.
Una excepción a esa falta de recuerdos es el Parque Forestal, por donde caminamos todos los que estudiamos arte, convirtiendo ese paseo, en un pasillo de tardes conversadas antre muchos poetas y pintores. Este parque lleno de bancas o asientos memorables, donde también besamos a muchas amigas queridísimas. Claro que esta es una excepción. Además es el barrio donde vivió mi madre en sus ultimos años, en cuya casa me albergué después que me separe de mi primera esposa. Se puede hablar de un barrio bohemio y a la vez elegante. Tiene algo Parisino.
Y evocando a ciudades llenas de recuerdos, queda en primer lugar mi Buenos Aires querido- Lo sigue Madrid y su avenida de los Recoletos. Y para que decir Barcelona, con su barrio Gótico y su Rambla tan concurrida. Hamburgo en cuya avenida principal Mönckeberg transitamos tantas veces. O la torre Mint en Amsterdam o el monumento a la madre en Copenhagen.
Pero que diablos, París es la cité du coeur. Siempre regresamos a ella, entre tantos poetas, en donde el surrealismo creció y se convirtió casi en religión.
Y caminando entre evocaciones, emanadas de ese tirón de orejas de mis hijas y tambien de algunos familiares, sigo dándole la razón a Gabriel García Marquez, en eso que el hombre no debe dejar de amar nunca si no quiere dejar de ser joven. Abandonar el amor, es dejar el alma sola a un lado. Pretender vivir en soledad es echarse la vejez al hombro, abandonar la vida, suicidarse mentalmente, abandonarse a la orilla del camino, en donde nadie te tenderá la mano. A veces pienso, que hay mucha gente que te desea ver solo, no sé por qué motivo, pero hay gente de ésa mentalidad.
Mientras el hombre esté acompañado de su dos, todo será luz, y nacerá junto a él, la inspiración del arte, las ganas de vivir.Es necesaria la complementación. Llámese amor o como quiera expresarse.
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